jueves, 31 de julio de 2014
martes, 29 de julio de 2014
“Afirmo un judaísmo no asociado a la violencia del Estado”
31-08-2012 |
Respuesta de Judith Butler al ataque
Mondoweiss
Traducido para Rebelión por J.M.
Ayer [26 de agosto] el diario Jerusalem Post publicó un ataque contra la adjudicación de un importante premio internacional a Judith Butler, filósofa y profesora de literatura comparada en la Universidad de Berkeley, debido a que Butler apoya el boicot a Israel. Butler escribió esta respuesta y, al no tener esperanza de que el Post lo publicara, nos lo envió a nosotros. – Los editores.El Jerusalem Post publicó recientemente un artículo que informa de que algunas organizaciones se oponen a que me hayan adjudicado el Premio Adorno, un premio que se otorga cada tres años a una persona que trabaje en la tradición de la teoría crítica en sentido amplio. Las acusaciones contra mí son que apoyo a Hamas e Hizbolá (lo que no es cierto), que apoyo el BDS (parcialmente cierto) y que soy antisemita (evidentemente falsa). Tal vez no me debería sorprender tanto que quienes se oponen a que reciba el Premio Adorno recurran a estas acusaciones difamatorias y sin fundamento para expresar su punto de vista. Soy una académica que llegó a una introducción a la filosofía a través del pensamiento judío y me considero a mí misma defensora y continuadora de una tradición ética judía que incluye figuras como Martin Buber y Hannah Arendt. He recibido una educación judía en Cleveland, Ohio, en el templo, bajo la tutela del rabino Daniel Silver donde he desarrollado fuertes convicciones éticas sobre la base del pensamiento filosófico judío. Aprendí y llegué a aceptar que somos llamados por los demás y por nosotros mismos a responder y mitigar el sufrimiento. Pero para hacerlo tenemos que oír el llamado, encontrar los recursos con los cuales vamos a responder y, a veces, sufrir las consecuencias de hablar como lo hacemos. A cada paso en mi educación judía me enseñaron que no es aceptable permanecer en silencio ante la injusticia. Este mandato es algo difícil, ya que no nos dice exactamente cuándo y cómo hablar, o cómo hablar de una manera que no produzca una nueva injusticia, o la forma de hablar de modo que será escuchada y registrada en la manera correcta. Estos detractores no escuchan mi posición actual y tal vez no debería sorprenderme, ya que su táctica consiste en destruir las condiciones de audibilidad.
Estudié filosofía en la Universidad de Yale y continué reflexionando sobre las cuestiones de la ética judía a lo largo de mi educación. Me sigo sintiendo agradecida por esos recursos éticos, por la formación que tuve y que aún me animan. Es falso, absurdo y doloroso para cualquiera argumentar que los que formulan una crítica al Estado de Israel son antisemitas o, en caso de ser judío, es uno que se odia a sí mismo. Dichas acusaciones tratan de demonizar a la persona que está expresando un punto de vista crítico y así descalificar de antemano su opinión. Es la táctica del silenciamiento: esta persona es incalificable y cualquier cosa que diga se desecha de antemano o se distorsiona de tal modo que anula el acto de expresión. La acusación se niega a considerar el punto de vista, a debatir su validez, a considerar sus formas de evidencia y a arribar a una conclusión sólida sobre la base de escuchar a la razón. La imputación no es sólo un ataque a personas que tienen puntos de vista que algunos encuentran objetables, sino que es un ataque al intercambio razonable, a la posibilidad misma de escuchar y hablar en un contexto en el que realmente se podría considerar lo que el otro tiene que decir. Cuando un conjunto de judíos etiqueta a otro grupo de judíos con el membrete de “antisemita”, está tratando de monopolizar el derecho a hablar en nombre de los judíos. Así que, en realidad, la acusación de antisemitismo es una tapadera de una disputa interna judía.
En los Estados Unidos me alarmó la cantidad de judíos que, estando consternados por la política israelí, incluyendo la ocupación, las prácticas de detención indefinida y el bombardeo de poblaciones civiles en Gaza, tratan de renegar de su judaísmo. Cometen el error de pensar que el Estado de Israel representa el judaísmo de nuestro tiempo y que si uno se identifica como judío, apoya a Israel y sus acciones. Y, sin embargo, siempre ha habido tradiciones judías que se oponen a la violencia de Estado, que afirman la convivencia multicultural y defienden los principios de igualdad. Esta tradición ética fundamental se olvida o deja de lado cuando cualquiera de nosotros acepta a Israel como la base de la identificación judía o de sus valores. Así que, por un lado, los judíos que son críticos con Israel piensan que tal vez no pueden seguir siendo judíos si Israel representa al judaísmo, y, por otro lado, aquellos que tratan de anular a cualquiera que critique a Israel también identifican a Israel con el judaísmo, lo que lleva a la conclusión de que el crítico debe ser antisemita o, si es judío, odiarse a sí mismo. Mis esfuerzos académicos y públicos se han dirigido a salir de este embrollo. En mi opinión, existen fuertes tradiciones judías, incluso las del sionismo temprano, que valoran la convivencia y que ofrecen maneras de oponerse a la violencia de todo tipo, incluyendo la violencia estatal. Es muy importante que estas tradiciones sean revalorizadas y alentadas para estos tiempos ya que representan los valores de la diáspora, las luchas por la justicia social y el importantísimo concepto de “reparar el mundo” (Tikun).
Está claro para mí que las pasiones tan fuertes que intervienen en estos temas son las que hacen tan difícil escuchar y hablar. Se sacan unas pocas palabras de contexto, se distorsiona su significado y llevan a etiquetar o, incluso, a marcar a un individuo. Esto le pasa a muchas personas cuando ofrecen una visión crítica de Israel: se les tacha de antisemitas o incluso de colaboradores de los nazis. Estas formas de acusación tienen el propósito de establecer las formas más persistentes y tóxicas de estigmatización y demonización. Acusan a la persona tomando las palabras fuera de contexto, invirtiendo su significado y haciendo que permanezcan en vez de la persona; de hecho, anulan los puntos de vista de esta persona sin tener en cuenta el contenido de esos puntos de vista. Para aquellos de nosotros que somos descendientes de los judíos europeos que fueron destruidos en el genocidio nazi (la familia de mi abuela fue destruida en un pequeño pueblo al sur de Budapest), el insulto más doloroso y lesivo es ser llamado cómplice del odio a los judíos o ser calificado de persona que se odia a sí misma. Y aún es más difícil de soportar el dolor de esta acusación cuando uno trata de afirmar lo que es más valioso en el pensamiento judío acerca de la ética contemporánea, incluyendo la relación ética con los desposeídos de la tierra y el derecho a la autodeterminación, con los que tratan de mantener viva la memoria de su opresión, con aquellos que tratan de vivir una vida que va a ser, y debe ser, digna de ser sufrida. Yo sostengo que todos estos valores derivan de importantes fuentes judías, lo que no quiere decir que solo se deriven de esas fuentes. Pero para mí, dada la historia de la cual provengo, es de máxima importancia denunciar como judía la injusticia y luchar contra toda forma de racismo. Esto no me convierte en una judía que se odia a sí misma. Esto me convierte en alguien que quiere afirmar un judaísmo que no se identifica con la violencia de Estado y que se identifica con la lucha de amplia base por la justicia social.
Mis observaciones sobre Hamas e Hizbolá se han sacado de contexto y se han distorsionado mis permanentes puntos de vista. Siempre he estado a favor de la acción política no violenta y este principio siempre ha caracterizado mis puntos de vista. Un miembro de una audiencia académica me preguntó hace algunos años si pensaba que Hamas e Hizbolá pertenecían a “la izquierda global” y le respondí con dos puntos. El primero era meramente descriptivo. Estas organizaciones políticas se definen como antiimperialistas y el antiimperialismo es una característica de la izquierda global, por lo que sobre esa base se podrían describir como parte de la izquierda global. Entonces el segundo punto fue crítico. Como con cualquier grupo de izquierda, uno tiene que decidir si se está a favor o en contra de este grupo, para lo cual se debe evaluar críticamente su postura. No acepto ni apruebo a todos los grupos de la izquierda global. De hecho, a estas observaciones siguió una charla que di esa noche en la que hice hincapié en la importancia del duelo público y de las prácticas políticas de la no violencia, un principio que elaboré y defendí en mis tres libros más recientes: Precarious Life , Frames of War y Parting Ways. Guernica y otras publicaciones de internet me entrevistaron acerca de mis opiniones sobre la no violencia y estas opiniones son fáciles de encontrar si alguien quiere saber cuál es mi posición sobre estas cuestiones. De hecho, a veces se burlan de mí personas de izquierda que apoyan formas de resistencia violenta y que piensan que no entiendo esas prácticas. Es cierto: no apoyo las prácticas de resistencia violenta y tampoco la violencia del Estado, no tienen derecho, y nunca lo tuvieron. Este punto de vista quizás me hace más ingenua que peligrosa, pero es mi punto de vista. Por lo tanto, ¡siempre me ha parecido absurdo que se tergiversen mis comentarios para expresar que apoyo o apruebo a Hamas e Hizbolá! Nunca he adoptado una postura sobre ninguna de las dos organizaciones, así como nunca he apoyado a ninguna organización que posiblemente forme parte de la izquierda global. No doy mi apoyo incondicional a todos los grupos que constituyen en la actualidad la izquierda global. Afirmar que esas organizaciones pertenecen a la izquierda no quiere decir que deben pertenecer, o que las respaldo o apoyo de alguna forma.
Agrego dos puntos. Apoyo el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) de una manera muy específica. Rechazo algunas versiones y acepto otras. Para mí, el BDS significa que estoy en contra de las inversiones en empresas que fabrican equipos militares cuyo único objetivo es demoler casas. Esto significa también que no hablo en instituciones israelíes a menos que adopten una postura firme en contra de la ocupación. No acepto ninguna versión del BDS que discrimine a los individuos sobre la base de la ciudadanía nacional y mantengo estrechas relaciones de colaboración con muchos académicos israelíes. Una razón por la que puedo avalar el BDS y no aprobar a Hamas e Hizbolá es que es el BDS es el mayor movimiento no violento cívico y político que trata de establecer la igualdad y los derechos de autodeterminación para los palestinos. Mi propia opinión es que los pueblos de esos territorios, judíos y palestinos, deben encontrar una manera de convivir bajo condiciones de igualdad. Como muchas otras personas, anhelo una política verdaderamente democrática en esas tierras y afirmo los principios de la autodeterminación y la cohabitación de ambos pueblos, de hecho, para todos los pueblos. Y mi deseo, como es el deseo de un número cada vez mayor de judíos y no judíos, esque la ocupación llegue a su fin, que cese la violencia de toda índole y que una nueva estructura política garantice los derechos políticos sustanciales para todas las personas en esta tierra.
El grupo que patrocina este llamamiento es Académicos por la Paz en Oriente Medio, un nombre equivocado en el mejor de los casos, que afirma en su web que “el Islam” es una religión “inherentemente antisemita (sic)”. No se trata, como ha informado el Jerusalem Post, de un amplio grupo de académicos judíos en Alemania, sino de una organización internacional con base en Australia y California. Es una organización de derecha y, por lo tanto, es parte de una guerra interna judía. Un exmiembro de la junta, Gerald Steinberg, es conocido por atacar tanto a organizaciones de derechos humanos en Israel como a Amnistía Internacional y a Human Rights Watch. Su voluntad de incluir a infractores israelíes de los derechos humanos aparentemente los hace también candidatos a la etiqueta de “antisemita”.
Por último, yo no soy un instrumento de ninguna “Organización No Gubernamental”: pertenezco a la junta asesora de Jewish Voice for Peace [Voz Judía por la Paz], soy miembro de la Sinagoga Kehillah en Oakland, California, y miembro ejecutivo de la Facultad por la Paz Israelo-Palestina en los EE.UU. y del Teatro de Jenin, en Palestina. Mis puntos de vista políticos han abordado un gran número de temas sin limitarse a Oriente Medio o al Estado de Israel. De hecho, he escrito acerca de la violencia y la injusticia en otras partes del mundo y me he centrado principalmente en las guerras emprendidas por Estados Unidos. También he escrito sobre la violencia en contra de las personas transexuales en Turquía, la violencia psiquiátrica, la tortura en Guantánamo y sobre la violencia policial contra manifestantes pacíficos en los EE.UU., por nombrar unos pocos temas. También he escrito contra el antisemitismo en Alemania y contra la discriminación racial en los Estados Unidos.
Judith Butler es profesora “Maxine Elliot” en los departamentos de Retórica y Literatura Comparada y co-directora del Programa de la Teoría Crítica en la Universidad de California, Berkeley. También es profesora “Hannah Arendt” de Filosofía en la European Graduate School en Saas-Fee, Suiza. Ha escrito muchos libros, incluyendo el más reciente The Power of Religion in Public Life [El poder de la religión en la vida pública].
Fuente: http://mondoweiss.net/2012/08/judith-butler-responds-to-attack-i-affirm-a-judaism-that-is-not-associated-with-state-violence.html
rBMB rebelion.org
Estudié filosofía en la Universidad de Yale y continué reflexionando sobre las cuestiones de la ética judía a lo largo de mi educación. Me sigo sintiendo agradecida por esos recursos éticos, por la formación que tuve y que aún me animan. Es falso, absurdo y doloroso para cualquiera argumentar que los que formulan una crítica al Estado de Israel son antisemitas o, en caso de ser judío, es uno que se odia a sí mismo. Dichas acusaciones tratan de demonizar a la persona que está expresando un punto de vista crítico y así descalificar de antemano su opinión. Es la táctica del silenciamiento: esta persona es incalificable y cualquier cosa que diga se desecha de antemano o se distorsiona de tal modo que anula el acto de expresión. La acusación se niega a considerar el punto de vista, a debatir su validez, a considerar sus formas de evidencia y a arribar a una conclusión sólida sobre la base de escuchar a la razón. La imputación no es sólo un ataque a personas que tienen puntos de vista que algunos encuentran objetables, sino que es un ataque al intercambio razonable, a la posibilidad misma de escuchar y hablar en un contexto en el que realmente se podría considerar lo que el otro tiene que decir. Cuando un conjunto de judíos etiqueta a otro grupo de judíos con el membrete de “antisemita”, está tratando de monopolizar el derecho a hablar en nombre de los judíos. Así que, en realidad, la acusación de antisemitismo es una tapadera de una disputa interna judía.
En los Estados Unidos me alarmó la cantidad de judíos que, estando consternados por la política israelí, incluyendo la ocupación, las prácticas de detención indefinida y el bombardeo de poblaciones civiles en Gaza, tratan de renegar de su judaísmo. Cometen el error de pensar que el Estado de Israel representa el judaísmo de nuestro tiempo y que si uno se identifica como judío, apoya a Israel y sus acciones. Y, sin embargo, siempre ha habido tradiciones judías que se oponen a la violencia de Estado, que afirman la convivencia multicultural y defienden los principios de igualdad. Esta tradición ética fundamental se olvida o deja de lado cuando cualquiera de nosotros acepta a Israel como la base de la identificación judía o de sus valores. Así que, por un lado, los judíos que son críticos con Israel piensan que tal vez no pueden seguir siendo judíos si Israel representa al judaísmo, y, por otro lado, aquellos que tratan de anular a cualquiera que critique a Israel también identifican a Israel con el judaísmo, lo que lleva a la conclusión de que el crítico debe ser antisemita o, si es judío, odiarse a sí mismo. Mis esfuerzos académicos y públicos se han dirigido a salir de este embrollo. En mi opinión, existen fuertes tradiciones judías, incluso las del sionismo temprano, que valoran la convivencia y que ofrecen maneras de oponerse a la violencia de todo tipo, incluyendo la violencia estatal. Es muy importante que estas tradiciones sean revalorizadas y alentadas para estos tiempos ya que representan los valores de la diáspora, las luchas por la justicia social y el importantísimo concepto de “reparar el mundo” (Tikun).
Está claro para mí que las pasiones tan fuertes que intervienen en estos temas son las que hacen tan difícil escuchar y hablar. Se sacan unas pocas palabras de contexto, se distorsiona su significado y llevan a etiquetar o, incluso, a marcar a un individuo. Esto le pasa a muchas personas cuando ofrecen una visión crítica de Israel: se les tacha de antisemitas o incluso de colaboradores de los nazis. Estas formas de acusación tienen el propósito de establecer las formas más persistentes y tóxicas de estigmatización y demonización. Acusan a la persona tomando las palabras fuera de contexto, invirtiendo su significado y haciendo que permanezcan en vez de la persona; de hecho, anulan los puntos de vista de esta persona sin tener en cuenta el contenido de esos puntos de vista. Para aquellos de nosotros que somos descendientes de los judíos europeos que fueron destruidos en el genocidio nazi (la familia de mi abuela fue destruida en un pequeño pueblo al sur de Budapest), el insulto más doloroso y lesivo es ser llamado cómplice del odio a los judíos o ser calificado de persona que se odia a sí misma. Y aún es más difícil de soportar el dolor de esta acusación cuando uno trata de afirmar lo que es más valioso en el pensamiento judío acerca de la ética contemporánea, incluyendo la relación ética con los desposeídos de la tierra y el derecho a la autodeterminación, con los que tratan de mantener viva la memoria de su opresión, con aquellos que tratan de vivir una vida que va a ser, y debe ser, digna de ser sufrida. Yo sostengo que todos estos valores derivan de importantes fuentes judías, lo que no quiere decir que solo se deriven de esas fuentes. Pero para mí, dada la historia de la cual provengo, es de máxima importancia denunciar como judía la injusticia y luchar contra toda forma de racismo. Esto no me convierte en una judía que se odia a sí misma. Esto me convierte en alguien que quiere afirmar un judaísmo que no se identifica con la violencia de Estado y que se identifica con la lucha de amplia base por la justicia social.
Mis observaciones sobre Hamas e Hizbolá se han sacado de contexto y se han distorsionado mis permanentes puntos de vista. Siempre he estado a favor de la acción política no violenta y este principio siempre ha caracterizado mis puntos de vista. Un miembro de una audiencia académica me preguntó hace algunos años si pensaba que Hamas e Hizbolá pertenecían a “la izquierda global” y le respondí con dos puntos. El primero era meramente descriptivo. Estas organizaciones políticas se definen como antiimperialistas y el antiimperialismo es una característica de la izquierda global, por lo que sobre esa base se podrían describir como parte de la izquierda global. Entonces el segundo punto fue crítico. Como con cualquier grupo de izquierda, uno tiene que decidir si se está a favor o en contra de este grupo, para lo cual se debe evaluar críticamente su postura. No acepto ni apruebo a todos los grupos de la izquierda global. De hecho, a estas observaciones siguió una charla que di esa noche en la que hice hincapié en la importancia del duelo público y de las prácticas políticas de la no violencia, un principio que elaboré y defendí en mis tres libros más recientes: Precarious Life , Frames of War y Parting Ways. Guernica y otras publicaciones de internet me entrevistaron acerca de mis opiniones sobre la no violencia y estas opiniones son fáciles de encontrar si alguien quiere saber cuál es mi posición sobre estas cuestiones. De hecho, a veces se burlan de mí personas de izquierda que apoyan formas de resistencia violenta y que piensan que no entiendo esas prácticas. Es cierto: no apoyo las prácticas de resistencia violenta y tampoco la violencia del Estado, no tienen derecho, y nunca lo tuvieron. Este punto de vista quizás me hace más ingenua que peligrosa, pero es mi punto de vista. Por lo tanto, ¡siempre me ha parecido absurdo que se tergiversen mis comentarios para expresar que apoyo o apruebo a Hamas e Hizbolá! Nunca he adoptado una postura sobre ninguna de las dos organizaciones, así como nunca he apoyado a ninguna organización que posiblemente forme parte de la izquierda global. No doy mi apoyo incondicional a todos los grupos que constituyen en la actualidad la izquierda global. Afirmar que esas organizaciones pertenecen a la izquierda no quiere decir que deben pertenecer, o que las respaldo o apoyo de alguna forma.
Agrego dos puntos. Apoyo el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) de una manera muy específica. Rechazo algunas versiones y acepto otras. Para mí, el BDS significa que estoy en contra de las inversiones en empresas que fabrican equipos militares cuyo único objetivo es demoler casas. Esto significa también que no hablo en instituciones israelíes a menos que adopten una postura firme en contra de la ocupación. No acepto ninguna versión del BDS que discrimine a los individuos sobre la base de la ciudadanía nacional y mantengo estrechas relaciones de colaboración con muchos académicos israelíes. Una razón por la que puedo avalar el BDS y no aprobar a Hamas e Hizbolá es que es el BDS es el mayor movimiento no violento cívico y político que trata de establecer la igualdad y los derechos de autodeterminación para los palestinos. Mi propia opinión es que los pueblos de esos territorios, judíos y palestinos, deben encontrar una manera de convivir bajo condiciones de igualdad. Como muchas otras personas, anhelo una política verdaderamente democrática en esas tierras y afirmo los principios de la autodeterminación y la cohabitación de ambos pueblos, de hecho, para todos los pueblos. Y mi deseo, como es el deseo de un número cada vez mayor de judíos y no judíos, esque la ocupación llegue a su fin, que cese la violencia de toda índole y que una nueva estructura política garantice los derechos políticos sustanciales para todas las personas en esta tierra.
El grupo que patrocina este llamamiento es Académicos por la Paz en Oriente Medio, un nombre equivocado en el mejor de los casos, que afirma en su web que “el Islam” es una religión “inherentemente antisemita (sic)”. No se trata, como ha informado el Jerusalem Post, de un amplio grupo de académicos judíos en Alemania, sino de una organización internacional con base en Australia y California. Es una organización de derecha y, por lo tanto, es parte de una guerra interna judía. Un exmiembro de la junta, Gerald Steinberg, es conocido por atacar tanto a organizaciones de derechos humanos en Israel como a Amnistía Internacional y a Human Rights Watch. Su voluntad de incluir a infractores israelíes de los derechos humanos aparentemente los hace también candidatos a la etiqueta de “antisemita”.
Por último, yo no soy un instrumento de ninguna “Organización No Gubernamental”: pertenezco a la junta asesora de Jewish Voice for Peace [Voz Judía por la Paz], soy miembro de la Sinagoga Kehillah en Oakland, California, y miembro ejecutivo de la Facultad por la Paz Israelo-Palestina en los EE.UU. y del Teatro de Jenin, en Palestina. Mis puntos de vista políticos han abordado un gran número de temas sin limitarse a Oriente Medio o al Estado de Israel. De hecho, he escrito acerca de la violencia y la injusticia en otras partes del mundo y me he centrado principalmente en las guerras emprendidas por Estados Unidos. También he escrito sobre la violencia en contra de las personas transexuales en Turquía, la violencia psiquiátrica, la tortura en Guantánamo y sobre la violencia policial contra manifestantes pacíficos en los EE.UU., por nombrar unos pocos temas. También he escrito contra el antisemitismo en Alemania y contra la discriminación racial en los Estados Unidos.
Judith Butler es profesora “Maxine Elliot” en los departamentos de Retórica y Literatura Comparada y co-directora del Programa de la Teoría Crítica en la Universidad de California, Berkeley. También es profesora “Hannah Arendt” de Filosofía en la European Graduate School en Saas-Fee, Suiza. Ha escrito muchos libros, incluyendo el más reciente The Power of Religion in Public Life [El poder de la religión en la vida pública].
Fuente: http://mondoweiss.net/2012/08/judith-butler-responds-to-attack-i-affirm-a-judaism-that-is-not-associated-with-state-violence.html
rBMB rebelion.org
Diez mitos sobre el conflicto palestino-israelí
Mito 1: Judíos y
árabes han estado siempre en conflicto en la región
Aunque los árabes eran mayoría
en la Palestina anterior a la creación del estado de Israel, allí
siempre hubo judíos. En su mayor parte, los palestinos judíos se
llevaban bien con sus vecinos árabes. Esto empezó a cambiar con la
aparición del movimiento sionista, porque los sionistas rechazaron
el derecho de los palestinos a la autodeterminación y querían que
Palestina fuera suya para crear un “estado judío” en una región
donde los árabes eran mayoría y poseían la mayor parte de las
tierras.
Por ejemplo, después de una
serie de disturbios en Yafa (Jaffa) en 1921, en los que murieron 47
judíos y 48 árabes, el ocupante británico realizó una
investigación y llegó a la conclusión de que “no hay
antisemitismo inherente en el país, sea racial o religioso”. En
realidad, los ataques contra las comunidades judías fueron el
resultado de los temores árabes por el objetivo declarado de los
sionistas de apoderarse del territorio.
Cuando la violencia estalló de
nuevo en 1929, el informe de la comisión Shaw, británica, observó
que “en menos de diez años, los árabes han llevado a cabo tres
ataques serios contra los judíos. En los 80 años anteriores a
estos ataques, no hubo ningún caso registrado de incidentes
similares”. Representantes de todas las partes del conflicto
emergente testificaron ante la comisión que antes de la Primera
Guerra Mundial, “judíos y árabes vivían juntos, si no de forma
amistosa, al menos con tolerancia, una cualidad que es casi
desconocida en la Palestina actual”. El problema es que “el
pueblo árabe de Palestina está unido en la actualidad en su
demanda de un gobierno representativo”, pero los sionistas y sus
benefactores británicos les niegan ese derecho.
El informe británico
Hope-Simpson de 1930 señaló, de forma similar, que los residentes
judíos de las comunidades no sionistas de Palestina tenían
relaciones de amistad con sus vecinos árabes. “Es bastante
habitual ver a un árabe sentado en el porche de una casa judía”,
decía el informe. “La situación es completamente distinta en las
colonias sionistas”.
Mito
2: Naciones Unidas creó el estado de Israel
Naciones Unidas se vio implicada
cuando el Mandato Británico trató de lavarse las manos ante la
volátil situación que sus políticas habían ayudado a crear y
buscó librarse de Palestina. Para ello, solicitaron que Naciones
Unidas tomara cartas en el asunto.
Así las cosas, se creó una
Comisión Especial de la ONU sobre Palestina (UNSCOP) cuya misión
era examinar la cuestión y ofrecer sus recomendaciones para
resolver el conflicto. La UNSCOP no tenía ningún representante de
ningún país árabe y, al final, emitió un informe que rechazaba
explícitamente el derecho de los palestinos a la autodeterminación.
Al rechazar la solución democrática del conflicto, la UNSCOP
propuso que Palestina fuera dividida en dos estados, uno árabe y
otro judío.
La Asamblea General de la ONU
apoyó a la UNSCOP en su Resolución 181. Se afirma a menudo que
esta resolución “particionó” Palestina o que proporcionó a
los líderes sionistas un argumento legal para su subsiguiente
declaración de la creación del estado de Israel o alguna variante
de estas afirmaciones. Todas estas alegaciones son falsas.
La Resolución 181 se limitó a
ratificar el informe y las conclusiones de la UNSCOP en tanto que
recomendaciones. Huelga decir que para que Palestina hubiera sido
oficialmente dividida, esta recomendación debería haber sido
aceptada por judíos y árabes, algo que no sucedió.
Por otra parte, las resoluciones
de la Asamblea General no se consideran legalmente vinculantes (solo
las resoluciones del Consejo de Seguridad lo son). Y además, la ONU
no tenía ninguna autoridad para tomar el territorio de un pueblo y
entregárselo a otro, y cualquier resolución que estableciera tal
partición habría sido nula en cualquier caso.
Mito
3: Los árabes perdieron una oportunidad de tener su propio estado
en 1947
La recomendación de la ONU para
la partición de Palestina fue rechazada por los árabes. Hoy muchos
comentaristas dicen que este rechazo fue una “oportunidad”
perdida para que los árabes tuvieran su propio estado. Pero
caracterizar esto como una “oportunidad” para los árabes es
patentemente ridículo. El plan de partición no fue de ninguna
forma una “oportunidad” para los árabes.
En primer lugar, como ya se ha
señalado, los árabes eran una gran mayoría en ese momento en
Palestina, mientras que los judíos constituían aproximadamente una
tercera parte de la población, y esto gracias a la inmigración
masiva procedente de Europa (en 1922, por el contrario, el censo
británico mostraba que los judíos representaban únicamente el 11
por ciento de la población).
Por otra parte, las estadísticas
de propiedad de la tierra de 1945 mostraban que los árabes poseían
más tierras que los judíos en todos y cada uno de los distritos de
Palestina, incluyendo Yafa, donde los árabes poseían el 47 por
ciento de las tierras y los judíos solo el 39 por ciento (Yafa se
jactaba de ser el distrito con el mayor porcentaje de tierra
propiedad de judíos). En otros distritos, los árabes poseían una
porción todavía mayor de las tierras. El caso más extremo era el
de Ramala, donde los árabes poseían el 99 por ciento de las
tierras. En el conjunto de Palestina, los árabes poseían el 85 por
ciento de las tierras, mientras que los judíos solo eran dueños
del 7 por ciento, una situación que permaneció sin cambios hasta
la creación del estado de Israel.
A pesar de estos hechos, la
recomendación de partición de la ONU proponía que se entregara
más de la mitad del territorio palestino a los sionistas para su
“estado judío”. No era razonable esperar que los árabes
aceptaran semejante propuesta injusta. Los comentaristas políticas
señalan hoy que la negativa de los árabes a aceptar que parte de
su territorio les fuera arrebatado, en base al rechazo explícito de
su derecho de autodeterminación, representó una “oportunidad
perdida”. Este juicio supone una asombrosa ignorancia de las
raíces del conflicto o una falta de voluntad para examinar
honestamente la historia.
También hay que señalar que el
plan de partición fue rechazado por muchos líderes sionistas.
Entre quienes apoyaron la idea, como fue el caso de David
Ben-Gurion, su razonamiento fue que esto era un paso pragmático
hacia su objetivo, que era conquistar la totalidad de Palestina para
el “estado judío”, algo que podría conseguirse, finalmente,
por medio de las armas.
Cuando se planteó por primera
vez la idea de la partición, Ben-Gurion escribió que “después
de que seamos una fuerza poderosa, como consecuencia de la creación
del estado, aboliremos la partición y nos expandiremos a la
totalidad de Palestina”. El estado judío “tendrá que preservar
el orden”, si los árabes no se someten, “con ametralladoras, si
fuera necesario”.
Mito
4: Israel tiene “derecho a existir”
El hecho de que este término se
utilice exclusivamente en relación con Israel es instructivo en
cuanto a su legitimidad, como lo es el hecho de que la demanda se
dirija a los palestinos, que son quienes deben reconocer el “derecho
a existir” de Israel, mientras que nadie exige a Israel que
reconozca el “derecho a existir” de un estado palestino.
Las naciones no tienen derechos.
Los tienen las personas. El marco adecuado para el debate es el del
derecho de los pueblos a la autodeterminación. Desde este punto de
vista, es algo evidente que no son los árabes los que han negado a
los judíos ese derecho, sino los judíos los que han negado ese
derecho a los árabes. La terminología israelí del “derecho a
existir” es empleada constantemente para ocultar este hecho.
Como ya hemos dicho, Israel no
fue creado por la ONU, sino que fue fundado el 14 de mayo de 1948
cuando los sionistas, unilateralmente y sin autoridad legal,
declararon la existencia de Israel, sin especificar cuáles eran las
fronteras del nuevo estado. En un instante, los sionistas declararon
que los árabes ya no eran los propietarios de sus propias tierras;
ahora pertenecían a los judíos. En otro instante, los sionistas
declararon que la mayoría árabe de Palestina eran ahora ciudadanos
de segunda clase en el nuevo “estado judío”.
No es necesario decir que los
árabes no aceptaron pasivamente estos hechos sobre el terreno. Los
países árabes vecinos declararon la guerra al régimen sionista
con el fin de impedir una injusticia tan grave contra la mayoría de
los habitantes de Palestina.
Hay que subrayar que los
sionistas no tenían derecho a la mayor parte de las tierras que
declararon formar parte de Israel. Ese derecho era de los árabes.
Por consiguiente, esta guerra no fue, como se suele decir, un acto
de agresión de los estados árabes contra Israel. En realidad, los
árabes intervinieron en defensa de los derechos de la población
árabe de Palestina, para impedir que los sionistas se apoderaran
ilegal e injustamente de sus tierras y privaran de sus derechos a la
población árabe. El acto de agresión fue la declaración
unilateral de la creación de Israel por parte de los líderes
sionistas y la violencia que estos ejercieron para imponer sus
objetivos, tanto antes como después de esa declaración.
En el curso de la guerra que
siguió, Israel puso en práctica una política de limpieza étnica.
Alrededor de 700.000 palestinos árabes fueron expulsados de sus
hogares o huyeron por temor a las masacres, tal como había ocurrido
en el pueblo de Deir Yasin poco antes de la fundación del estado de
Israel. A estos palestinos no se les ha permitido regresar a sus
hogares y sus tierras, a pesar de que su “derecho al retorno”
está reconocido y codificado en el derecho internacional.
Los palestinos nunca aceptarán
la exigencia de Israel y de su principal benefactor, Estados Unidos,
de que reconozcan el “derecho a existir” de Israel. Si lo
hicieran, eso significaría que Israel tendría “derecho” a
robar las tierras árabes, mientras que los palestinos no tendrían
ningún derecho a ellas. Significaría, efectivamente, que Israel
tenía “derecho” a la limpieza étnica de Palestina, mientras
que los árabes no tenían derecho a la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad en sus propios hogares y en sus propias
tierras.
El uso constante del término
“derecho a existir” en la actualidad tiene un propósito:
ocultar la realidad de que son los judíos quienes han negado a los
árabes su derecho a la autodeterminación, y no al revés, y tratar
de legitimar los crímenes de Israel contra los palestinos, tanto
los del pasado como los actuales.
Mito
5: Los países árabes amenazaron a Israel con la aniquilación en
1967 y 1973
Lo cierto es que fue Israel quien
hizo el primer disparo en la guerra de los Seis Días. A primeras
horas de la mañana del 5 de junio de 1967, Israel lanzó a sus
soldados a un ataque sorpresa contra Egipto (entonces República
Árabe Unida) y diezmó a la fuerza aérea egipcia mientras la
mayoría de sus aviones estaban todavía en tierra.
Es prácticamente obligatorio que
los comentaristas describan este ataque como “preventivo”. Pero
para que hubiera sido “preventivo”, tendría que haber habido,
por definición, una amenaza inminente de agresión egipcia contra
Israel. Pero no la había.
Es algo habitual afirmar que la
retórica belicosa del presidente Naser, el bloqueo de los estrechos
de Tirán, el movimiento de tropas en la península del Sinaí y la
expulsión de las fuerzas de pacificación de la ONU de su lado de
la frontera constituían, en su conjunto, esa amenaza inminente.
Sin embargo, los servicios de
inteligencia de EEUU y de Israel evaluaron en aquel momento que la
probabilidad de que Naser atacara era realmente baja. La CIA
consideró que Israel tenía una superioridad militar abrumadora y
que, en el caso de una guerra, derrotaría a las fuerzas árabes en
el espacio de dos semanas; y en una semana si Israel atacaba
primero, que es lo que realmente ocurrió.
Hay que tener en cuenta que
Egipto había sido víctima de una agresión por parte de
británicos, franceses e israelíes en la “crisis de Suez” de
1956, después de que Egipto nacionalizara el canal de Suez. Los
tres países agresores conspiraron para librar una guerra contra
Egipto que dio lugar a la ocupación israelí de la península del
Sinaí. Bajo la presión de EEUU, Israel se retiró del Sinaí en
1957, pero Egipto no había olvidado esa agresión.
Además, Egipto había formado
una alianza con Siria y Jordania, un compromiso recíproco para
ayudarse mutuamente en caso de guerra con Israel. Jordania había
criticado a Naser por no cumplir esa promesa después del ataque
israelí contra el pueblo cisjordano de Samu el año anterior, y su
retórica fue un claro intento de recuperar su prestigio en el mundo
árabe.
Naser estaba a la defensiva y no
tenía la menor intención de lanzar una ofensiva contra Israel.
Esto fue señalado por algunas personalidades israelíes. Abraham
Sela, por ejemplo, del Centro Shalem, observó lo siguiente: “La
acumulación de fuerzas egipcias en la península del Sinaí no
obedecía a un plan ofensivo y las instrucciones defensivas de Naser
asumían explícitamente que Israel golpearía primero”.
El primer ministro israelí
Menajem Begin reconoció que “en junio de 1967, tuvimos una nueva
oportunidad. La concentración de efectivos egipcios en las
proximidades del Sinaí no demuestran que Naser estuviera realmente
a punto de atacarnos. Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos.
Nosotros decidimos atacarle”.
Isaac Rabin, que también sería
más tarde primer ministro de Israel, admitió en 1968 que “no
creo que Naser quisiera la guerra. Las dos divisiones que envió al
Sinaí no eran suficientes para lanzar una guerra ofensiva. Él lo
sabía y nosotros lo sabíamos”.
Los israelíes han reconocido,
también, que su propia retórica en ese momento sobre la “amenaza”
de “aniquilación” que representaban los estados árabes era
pura propaganda.
El general Chaim Herzog,
comandante general y primer gobernador militar de la Cisjordania
ocupada tras la guerra, admitió que “no había peligro de
aniquilación, los cuarteles generales israelíes nunca creyeron que
existiera ese peligro”.
El general Ezer Weizman dijo algo
parecido: “Nunca hubo peligro de exterminio. Esta hipótesis nunca
fue considerada en una reunión formal”.
El jefe del estado mayor, Haim
Bar-Lev, reconoció: “No estuvimos amenazados de genocidio en
vísperas de la Guerra de los Seis Días y nunca pensamos en esa
posibilidad”.
El ministro israelí de la
vivienda, Mordejai Bentov, ha reconocido también que “toda la
historia del peligro de exterminio fue algo inventado y se exageró
a posteriori para justificar la anexión de nuevos territorios
árabes”.
En 1973, en lo que los israelíes
han denominado “Guerra del Yom Kipur”, Egipto y Siria lanzaron
una ofensiva sorpresa para recuperar el Sinaí y los Altos del
Golán, respectivamente. Esta acción combinada es descrita
popularmente en los relatos contemporáneos como una “invasión”
de, o un acto de “agresión” contra, Israel.
Ahora bien, como ya hemos
señalado, tras la guerra de junio de 1967, el Consejo de Seguridad
de la ONU aprobó la resolución 242, que pedía a Israel que se
retirara de los territorios ocupados. No hace falta decir que Israel
se negó a hacerlo y que ha seguido violando permanentemente el
derecho internacional desde entonces.
Durante la guerra de 1973, Egipto
y Siria “invadieron”, por tanto, sus propios territorios, que
estaban entonces ocupados ilegalmente por Israel. La idea de que
esta guerra fue un acto de agresión árabe presupone que la
Península del Sinaí, los Altos del Golán, Cisjordania y la Franja
de Gaza eran territorios israelíes. Esto es, evidentemente, un
presupuesto groseramente falso que demuestra la naturaleza
absolutamente perjudicial y tendenciosa de los análisis hegemónicos
cuando se trata del conflicto árabe-israelí.
Esta falsa narrativa encaja con
el relato más general, igualmente falaz, de Israel como “víctima”
de la intransigencia y la agresión árabes. Esta narrativa, apenas
cuestionada en Occidente, tergiversa completamente los hechos.
Mito
6: La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU solo pide
una retirada parcial de Israel
La resolución 242 fue aprobada a
raíz de la guerra de junio de 1967 y pedía la “retirada de las
fuerzas armadas de Israel de los territorios ocupados en el reciente
conflicto”. Aunque la versión israelí disfruta de gran
popularidad, no tiene ninguna verosimilitud.
La tesis central de ese argumento
es que la ausencia de la palabra “los” delante de “territorios
ocupados” en esa cláusula significa que no se refería a “todos
los territorios ocupados”. Básicamente, este argumento descansa
en la ridícula lógica de que, puesto que el término “los” fue
omitido en la cláusula, podemos entender que esto significa que se
estaba pensando en “algunos territorios ocupados”.
Gramaticalmente, la ausencia del
término “los” no tiene efecto alguno sobre el significado de
esta cláusula, que habla de “territorios”, en plural. Un test
decisivo es el siguiente: ¿es territorio lo que fue ocupado por
Israel en la guerra de 1967? Si la respuesta es sí, entonces, según
el derecho internacional y la resolución 242, se exige a Israel que
se retire de ese territorio. Esos territorios incluyen los Altos del
Golán sirios, Cisjordania y la Franja de Gaza.
La versión francesa de la
resolución, tan auténtica como la inglesa, contiene el artículo
determinado y una mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad
dejó claro durante las deliberaciones que su comprensión de la
resolución era que requería a Israel la retirada completa de todos
los territorios ocupados.
Adicionalmente, es imposible
reconciliar [la versión israelí] con el principio del derecho
internacional citado en el preámbulo de la resolución sobre “la
inadmisibilidad de la adquisición de territorios mediante la
guerra”. Decir que la ONU pensaba que Israel podía retener
algunos de los territorios que ocupó durante la guerra sería ir en
contra del citado principio.
Podríamos seguir abordando otras
falacias lógicas asociadas con este frívolo argumento, pero como
es absurdo a primera vista, sería superfluo hacerlo.
Mito
7: La acción militar israelí contra sus vecinos solo persigue
defender a Israel del terrorismo
Los hechos dicen otra cosa.
Tomemos, por ejemplo, la devastadora guerra israelí contra el
Líbano de 1982. Como ha documentado extensamente el analista
político Noam Chomsky en su épico análisis “The Fateful
Triangle”, esta ofensiva militar fue llevada a cabo sin apenas
excusa alguna.
Aunque se pueden leer relatos
contemporáneos que insisten en que esta guerra se libró en
respuesta al bombardeo constante del norte de Israel por parte de la
OLP, que entonces estaba refugiada en aquel país, lo cierto es que,
a pesar de las continuas provocaciones israelíes, la OLP respetó
el alto el fuego en vigor, con unas pocas excepciones. Además, en
cada uno de estos casos, fue Israel quien violó el alto el fuego en
primer lugar.
Entre las provocaciones israelíes
acaecidas a comienzos de 1982, tenemos los ataques y hundimientos de
botes de pesca libaneses y las centenares de violaciones de las
aguas territoriales libanesas. Israel cometió, también, miles de
violaciones del espacio aéreo libanés, pero nunca consiguió
provocar una respuesta de la OLP que sirviera como casus belli para
la planeada invasión del Líbano.
El 9 de mayo, Israel bombardeó
Líbano, lo cual provocó, finalmente, la respuesta de la OLP, que
lanzó cohetes y disparos de artillería contra Israel.
A continuación, un grupo
terrorista dirigido por Abu Nidal intentó asesinar al embajador
israelí en Londres, Shlomo Argov. Aunque la misma OLP había estado
en guerra con Abu Nidal, que había sido condenado a muerte por un
tribunal militar de Fatah en 1973, y a pesar del hecho de que Abu
Nidal no tenía sus cuarteles generales en el Líbano, Israel
utilizó este hecho como excusa para bombardear los campos de
refugiados de Sabra y Chatila, matando a 200 palestinos. La OLP
respondió atacando asentamientos del norte de Israel. Pero el
estado judío no consiguió provocar el tipo de respuesta a gran
escala que estaba esperando utilizar como casus belli para su
planeada invasión.
Como ha sugerido un estudioso
israelí, Yehoshua Porath, la decisión israelí de invadir el
Líbano, lejos de ser una respuesta a los ataques de la OLP,
“procedía del hecho de que el alto el fuego había sido
respetado”. Porath escribió en el diario israelí Haaretz que “la
esperanza del gobierno es que la debilitada OLP, carente de una base
logística y territorial, regrese al terrorismo anterior. […] De
esta forma, la OLP perdería parte de la legitimidad política que
había ganado […] y se conjuraría el peligro de que se
desarrollaran entre los palestinos aquellos elementos que podrían
constituir un negociador legítimo de futuros arreglos políticos”.
Otro ejemplo, en esta ocasión
tomado de la operación Plomo Fundido, que se desarrolló entre el
27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009. Antes de que
Israel atacara a la asediada e indefensa población de la Franja de
Gaza, Tel Aviv había llegado a un acuerdo de alto el fuego con el
gobierno de Gaza, Hamas. En contra de lo que se cree, fue Israel y
no Hamas quien puso fin al alto el fuego.
Los medios de comunicación
occidentales dijeron que la operación Plomo Fundido fue la
respuesta al lanzamiento de “miles” de cohetes por parte de
Hamas contra territorio israelí, violando de esta forma la tregua.
La verdad es que, desde el inicio
del alto el fuego en junio hasta el 4 de noviembre, Hamas no disparó
ningún cohete, a pesar de las numerosas provocaciones israelíes,
sus operaciones represivas en Cisjordania y los ataques de soldados
israelíes contra gazatíes en la frontera, que causaron varios
heridos y al menos un muerto.
El 4 de noviembre de 2008, Israel
violó de nuevo el alto el fuego lanzando ataques aéreos y una
incursión terrestre en Gaza que causó varios muertos. Hamas
respondió, finalmente, con el lanzamiento de cohetes, que dio paso
a continuos ataques de un lado y otro. La tregua había terminado.
A pesar de la evidente mala fe de
Israel, Hamas ofreció reanudar el alto el fuego, cuyo periodo de
vigencia terminaba oficialmente en diciembre. Israel rechazó la
oferta y lanzó un violento castigo colectivo contra la población
de Gaza.
Tal como señaló el Centro de
Información de Inteligencia y Terrorismo de Israel, la tregua
“trajo un periodo de calma relativa para la población del Neguev
occidental”, con 329 ataques con cohetes y morteros, “la mayoría
de ellos durante el mes y medio posterior al 4 de noviembre”,
cuando Israel ya había violado y terminado de hecho la tregua. Esto
contrasta abiertamente con los 2.278 ataques con cohetes y morteros
de los seis meses anteriores a la tregua. Hasta el 4 de noviembre,
señaló el centro, “Hamas se cuidó de mantener el alto el
fuego”.
Si Israel hubiera querido mitigar
la amenaza de los ataques de los militantes palestinos, no debería
haber terminado el alto el fuego, que había supuesto una drástica
reducción de este tipo de ataques, incluyendo la eliminación de
todos los protagonizados por Hamas. Pero bien al contrario, Israel
recurrió a la violencia, lo cual, como era fácilmente previsible,
provocó una mayor amenaza de ataques de represalia a gran escala
por parte de los grupos palestinos.
Por otra parte, aunque Israel
pudiera decir que los medios pacíficos se habían agotado y que era
necesario recurrir a la fuerza militar para defender a su población
civil, eso no fue claramente lo que ocurrió. Al contrario, Israel
atacó deliberadamente a la población civil de Gaza con ataques
sistemáticos e intencionadamente indiscriminados y
desproporcionados contra áreas residenciales, hospitales, escuelas
y otros lugares que tenían población civil protegida por el
derecho internacional.
Como observó Richard Goldstone,
un respetado jurista internacional que encabezó la investigación
de la ONU sobre la operación Plomo Fundido, los medios con los que
Israel llevó a cabo esta operación no fueron consistentes con sus
objetivos declarados, sino que fueron más indicativos de un acto
deliberado de castigo colectivo contra la población civil.
Mito
8: Dios entregó esta tierra a los judíos, por tanto son los árabes
los ocupantes
Por más que se debatan los
hechos sobre el terreno, nada conseguirá convencer a muchos judíos
y cristianos de que Israel haya podido hacer algo mal, pues detrás
de sus acciones ellos ven la mano de Dios y sus políticas son, en
realidad, según ellos, la voluntad de Dios. Creen que Dios entregó
la tierra de Palestina, incluyendo Cisjordania y la Franja de Gaza,
al pueblo judío y, por consiguiente, Israel tiene “derecho” a
arrebatársela por la fuerza a los palestinos, que, en su opinión,
son los verdaderos ocupantes ilícitos del territorio.
Puede recurrirse simplemente a
las páginas de sus propios libros sagrados para demostrar la
falacia de esta y otras creencias similares. A los cristianos
sionistas les encanta citar pasajes de la Biblia como el siguiente
para apoyar sus creencias sionistas:
Y Yahvé dijo a Abram, después
de que Lot se separó de él: “Levanta tus ojos y mira desde el
lugar en que estás hacia el norte, el sur, el oriente y el
poniente. Pues bien, la tierra que ves te la voy a dar a ti y a tu
descendencia para siempre. Multiplicaré tu descendencia como el
polvo de la tierra, de tal manera que si se pudiera contar el polvo
de la tierra, también se podría contar tu descendencia. Levántate,
recorre el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar a ti
(Génesis, 13:14-17).
Entonces se le apareció Yahvé y
le dijo: “No bajes a Egipto, quédate en la tierra que yo te diga.
Serás forastero en esa tierra, pero yo estaré contigo y te
bendeciré. Pues quiero darte a ti y a tus descendientes todas estas
tierras, cumpliendo así el juramento que hice a tu padre Abraham
(Génesis, 26:2-3).
Yahvé estaba en lo alto y le
dijo: “Yo soy Yahvé, el Dios de tu padre Abraham y de Isaac. Te
daré a ti y a tus descendientes la tierra en que descansas
(Génesis, 28:13).
Sin embargo, los sionistas
cristianos olvidan convenientemente otros pasajes que ofrecen más
contexto para comprender este pacto, como son los siguientes:
Guardad, pues, todas mis
tradiciones y mandamientos y ponedlos en práctica. Así no los
vomitará esa tierra a donde os estoy llevando para que viváis en
ella (Levítico, 20:22)
Pero si no me obedecéis ni
ponéis en práctica todos estos mandamientos, sino que rechazáis y
menospreciáis mis leyes y decretos, y no cumplís ninguno de mis
mandamientos, rompiendo mi pacto […] Si a pesar de esto no me
obedecéis y seguís oponiéndoos a mí, yo también me enfrentaré
con vosotros, y con ira os castigaré otras siete veces más por
vuestros pecados […] Destruiré la tierra, y aquellos enemigos
vuestros que vengan a vivir en ella, se quedarán asombrados. A
vosotros os esparciré entre las ciudades y naciones, y os
perseguiré con la espada. Vuestro país se convertirá en un
desierto y vuestras ciudades en espantosas ruinas (Levítico,
26:14-15, 27-28, 32-33).
Por lo tanto, Yahvé se enfureció
con Israel y lo arrojó de su presencia, y no dejó más que a la
tribu de Judá. […] Finalmente, Yahvé apartó de su presencia a
Israel, como lo había anunciado por medio de todos los profetas,
sus siervos, y así los de Israel fueron llevados cautivos a Asiria,
donde siguen hasta el día de hoy (Reyes II, 17:18, 23).
Yo pensé que, aun después de
todo lo que ella [Israel] había hecho, volvería a mí; pero no
volvió. Su hermana, la infiel Judá, vio esto; y vio también que
yo repudié a la rebelde Israel y que me divorcié de ella
precisamente por el adulterio cometido. Pero Judá, la infiel
hermana de Israel, no tuvo temor, sino que también ella se dio a la
prostitución (Jeremías, 3:7-8).
Sí, en la Biblia, el Señor, el
Dios de Abraham, Isaac e Israel, dijo a los hebreos que la tierra
podría ser suya… si obedecían sus mandamientos. Sin embargo, tal
y como la Biblia cuenta la historia, los hebreos no obedecieron y se
rebelaron contra Yahvé una generación tras otra.
Lo que los sionistas judíos y
cristianos omiten en sus argumentos bíblicos en favor de la
ocupación continuada de Israel es que Yahvé también dijo a los
hebreos, incluyendo la tribu de Judá (de la cual descienden los
“judíos”), que les echaría de la tierra si rompían el pacto
al rebelarse contra sus mandamientos, que es precisamente lo que
ocurre en la Biblia.
Así, el argumento teológico en
favor del sionismo no solo es una tontería desde el punto de vista
laico, sino que es, además, una total invención desde la
perspectiva bíblica, lo que representa una rebeldía continuada
contra Yahvé y su Torá, así como contra las enseñanzas de Jesús
el Mesías en el Nuevo Testamento.
Mito
9: Los palestinos rechazan la solución de dos estados porque
quieren destruir Israel
En una enorme concesión a
Israel, los palestinos han aceptado desde hace mucho tiempo una
solución de dos estados. Los representantes elegidos por el pueblo
palestino en la OLP de Yasir Arafat han reconocido, desde los años
70, al estado de Israel y han aceptado una solución de dos estados.
A pesar de esto, los medios de comunicación occidentales siguieron
diciendo en la década de los 90 que la OLP rechazaba esta solución
y que, en su lugar, quería borrar a Israel del mapa.
Este esquema se ha repetido con
Hamas desde que ganó las elecciones palestinas de 2006. Aunque la
organización islamista ha aceptado desde hace años la realidad del
estado de Israel y ha demostrado su voluntad de aceptar un estado
palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza, junto al estado de
Israel, es prácticamente obligatorio para los principales medios de
comunicación occidentales, incluso en la actualidad, decir que
Hamas rechaza la solución de dos estados y que, en realidad, busca
“destruir Israel”.
A principios de 2004, poco antes
de que fuera asesinado por Israel, el fundador de Hamas, el jeque
Ahmed Yasin, dijo que Hamas podía aceptar un estado palestino junto
a Israel. Desde entonces, Hamas ha repetido una y otra vez su
disposición a aceptar una solución de dos estados.
A comienzos de 2005, Hamas hizo
público un documento en el que declaraba que su objetivo era lograr
un estado palestino junto a Israel, basado en las fronteras de 1967.
El líder en el exilio del buró
político de Hamas, Jalid Mishal, escribió en el Guardian de
Londres, en enero de 2006, que Hamas estaba “dispuesto a alcanzar
una paz justa”. Escribió que “nunca reconoceremos el derecho de
ninguna potencia a robarnos nuestra tierra y a negarnos nuestros
derechos nacionales. […] Pero si ustedes están dispuestos a
aceptar el principio de una tregua de larga duración, nosotros
estamos preparados para negociar los términos”.
Durante la campaña electoral de
2006, el dirigente de Hamas en Gaza Mahmud al-Zahar dijo que la
organización islamista estaba dispuesta a “aceptar el
establecimiento de nuestro estado independiente en el área ocupada
en 1967″, un reconocimiento tácito del estado de Israel.
El primer ministro electo,
dirigente de Hamas, Ismael Haniyeh dijo en febrero de 2006 que Hamas
aceptaba “el establecimiento de un estado palestino” dentro de
las “fronteras de 1967″.
En abril de 2008, el expresidente
de EEUU Jimmy Carter se reunió con líderes de Hamas y después
declaró que la organización islamista “aceptaría un estado
palestino con las fronteras de 1967″ y, además, “aceptaría el
derecho de Israel a vivir en paz con su vecino”. El “objetivo
final” de Hamas era “ver a Israel con las fronteras asignadas de
1967 y, a su lado, un estado palestino”.
Ese mismo mes, el líder de Hamas
Mishal dijo: “Hemos ofrecido una tregua si Israel se retira a las
fronteras de 1967, una tregua de diez años como prueba de
reconocimiento”. Y en 2009 dijo que Hamas “ha aceptado un estado
palestino en las fronteras de 1967″.
El cambio de Hamas, desde el
rechazo total de la existencia del estado de Israel hasta la
aceptación del consenso internacional de una solución de dos
estados es, en gran parte, un reflejo de la voluntad del pueblo
palestino. Una encuesta de opinión pública realizada en abril del
año pasado, por ejemplo, encontró que tres de cada cuatro
palestinos estaban dispuestos a aceptar una solución de dos
estados.
Mito
10: Estados Unidos es un mediador honesto y ha buscado la paz en
Oriente Medio
Dejando a un lado la retórica,
EEUU ha apoyado siempre las políticas de Israel, incluyendo su
ocupación ilegal y otras violaciones del derecho humanitario
internacional. Apoya las políticas criminales de Israel financiera,
militar y diplomáticamente.
El gobierno de Obama, por
ejemplo, ha declarado públicamente que se opone a la política de
asentamientos de Israel y que ha “presionado” ostensiblemente a
Israel para que congele sus actividades colonizadoras. Sin embargo,
acto seguido, Washington ha anunciado que no cortará las ayudas
financiera y militar a Israel, aunque desafíe las leyes
internacionales y siga construyendo asentamientos. Ese mensajes ha
sido perfectamente comprendido por el gobierno de Netanyahu, que
continúa con sus políticas de colonización.
Para citar otro ejemplo sencillo,
tanto la Cámara de Representantes como el Senado de EEUU aprobaron
resoluciones que declaraban abiertamente su apoyo a la operación
Plomo Fundido de Israel, a pesar del flujo continuo de informaciones
que acreditaban la comisión de crímenes de guerra por parte de
Israel.
El día que el Senado de EEUU
aprobó su resolución “reafirmando el firme apoyo de EEUU a
Israel en su batalla con Hamas” (8 de enero de 2009), el Comité
Internacional de la Cruz Roja hizo pública una declaración en la
que exigía a Israel que permitiera socorrer a las víctimas del
conflicto, ya que el ejército israelí había bloqueado los accesos
a los palestinos heridos, algo que constituye un crimen de guerra
según el derecho internacional.
Ese mismo día, el secretario
general de la ONU Ban Ki-moon hizo unas declaraciones en las que
condenaba a Israel por disparar contra un convoy de la ONU que
transportaba ayuda humanitaria a Gaza y por el asesinato de dos
miembros del personal de la ONU, dos hechos que también constituyen
sendos crímenes de guerra.
El día que la Cámara de
Representantes aprobó su propia versión de la resolución, la ONU
anunció que había tenido que interrumpir sus trabajos humanitarios
en Gaza debido a los numerosos ataques israelíes que habían
sufrido sus trabajadores, convoyes e instalaciones, incluyendo
clínicas y escuelas.
El apoyo financiero de EEUU a
Israel supera los 3.000 millones de dólares al año. Cuando Israel
lanzó su ofensiva militar para castigar a la indefensa población
civil de Gaza, sus pilotos tripulaban aviones de combate F-16 y
helicópteros Apache artillados vendidos por EEUU, desde los que
arrojaban bombas también fabricadas en EEUU, así como municiones
equipadas con fósforo blanco, algo prohibido por las leyes
internacionales.
El apoyo diplomático de EEUU a
los crímenes de Israel se ha expresado en el uso de su derecho de
veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Cuando Israel libraba su
devastadora guerra contra la población y la infraestructura civiles
del Líbano en el verano de 2006, EEUU vetó una resolución de alto
el fuego.
Cuando Israel lanzó su operación
Plomo Fundido, EEUU retrasó la aprobación de una resolución que
pedía el fin de la violencia y luego, una vez que permitió su
votación, se abstuvo.
Cuando el Consejo de Derechos
Humanos de la ONU adoptó oficialmente las conclusiones y
recomendaciones de su investigación, dirigida por Richard
Goldstone, sobre los crímenes de guerra cometidos durante la
operación Plomo Fundido, EEUU respondió anunciando su intención
de bloquear toda iniciativa que tuviera como objetivo la aprobación
de dichas conclusiones y recomendaciones por parte del Consejo de
Seguridad. El Congreso de EEUU aprobó una resolución que rechazó
el informe Goldstone porque este denunció la comisión de crímenes
de guerra por parte de Israel.
Mediante su apoyo, incondicional
en la práctica, a Israel, EEUU ha impedido la adopción de medidas
para implementar una solución de dos estados para el conflicto
palestino-israelí. El así llamado “proceso de paz” ha
consistido, durante muchas décadas, en el rechazo estadounidense e
israelí de la autodeterminación del pueblo palestino y en el
bloqueo de cualquier estado palestino viable.
Nota
del Traductor:
No debería ser necesario señalar
que la traducción y publicación de este y demás artículos no
supone que el traductor esté de acuerdo con todas y cada una de las
opiniones expresadas en este y demás artículos. En este caso, por
ejemplo, no estoy de acuerdo con la valoración que el autor hace de
la aceptación, por parte de Hamas, de una solución de dos estados
‘basada en las fronteras de 1967′. No me parece una evolución
positiva de la organización islamista, sino más bien lo contrario.
Y tampoco creo que exprese una evolución en la opinión pública
palestina. De hecho, hay encuestas que muestran una evolución
diferente, más favorable a una solución de un único estado
democrático con iguales derechos de todos los ciudadanos. Tampoco
se plantea otra posible solución de dos estados ‘basada en las
fronteras del plan de partición de la ONU’. JV
Acerca
del autor:
Jeremy R. Hammond es un analista
político independiente que ha sido galardonado con el premio
Proyecto Censurado al mejor periodismo de investigación. Es uno de
los fundadores de Foreign Policy Journal y autor de Ron Paul vs.
Paul Krugman: Austrian vs. Keynesian economics in the financial
crisis y The Rejection of Palestinian Self-Determination: The
Struggle for Palestine and the Roots of the Israeli-Arab Conflict.
En la actualidad está preparando otro libro sobre el papel de EEUU
en la actualidad en el conflicto palestino-israelí.
Traducción:
Javier Villate mantiene el blog Disenso, con artículos, análisis y
traducciones sobre Palestine, Israel y Medio Oriente. Le puedes
seguir en Twitter como @bouleusis
Fuente
original: Top
Ten Myths about the Israeli-Palestinian Conflict
rebelion.org
lunes, 28 de julio de 2014
“Israel encabeza la invasión y destrucción de Gaza”
Por Leandro Albani. “El ataque de Israel a Palestina podría ser considerado un crimen de lesa humanidad”, afirma Martín Martinelli, investigador especializado en Medio Oriente, quien actualmente desarrolla su tesis doctoral sobre la identidad palestina.
Entrevistado por Marcha y Resumen Latinoamericano, Martinelli (también profesor de Historia de las universidades de Luján y de Buenos Aires) explica la actual invasión militar sobre la Franja de Gaza, que ya costó la vida de más de mil palestinos y palestinas, incluidos al menos 192 niños. La nueva avanzada militar israelí, según Martinelli, “es la continuación de la expulsión de los palestinos de sus tierras” iniciada en 1948, con la creación e implantación del Estado de Israel.
Martinelli también se refiere a las posibilidades reales de una solución para un conflicto que lleva más de 60 años y en el que siempre Palestina ha sido castigada. Además, traza algunas definiciones sobre el Movimiento de Resistencia Islámica Hamas, organización que encabeza la resistencia contra la ocupación israelí.
-¿Por qué Israel decidió esta nueva ofensiva militar contra Gaza?
-Cualquier ataque indiscriminado contra la población civil es condenable. Este es un crimen de guerra y podría ser considerado un crimen de lesa humanidad, ya que es la invasión y destrucción de la población civil. Son vidas y familias palestinas destruidas con graves daños físicos, materiales y psicológicos que convierten la situación en calamitosa. Los ataques sobre las casas de familias son ilegales y constituyen a su vez una demolición de hogares desde el aire.
Lo que ocurre en Gaza se evidencia como cíclico, repetitivo, ya que ha ocurrido con diferentes grados de intensidad a lo largo de varios años. Utilizando diferentes pretextos se bombardea a la población civil gazatí con armamento de guerra por tierra, mar y aire. La intención del gobierno de Israel es aplacar una posible unión política entre Gaza y Cisjordania. Estos nuevos ataques pueden considerarse una continuación de la limpieza étnica iniciada en 1948 y de la ocupación militar de ese territorio desde 1967. También es la continuación de la expulsión de los palestinos de sus tierras, que en parte ya eran asimismo refugiados en la Franja de Gaza.
-¿Qué nuevas características se observan en la resistencia palestina?
-En las últimas elecciones palestinas de 2006, bajo supervisión internacional, la victoria fue de Hamas, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza. Cuando negaron el poder político a Hamas, este movimiento lo tomó de hecho en la Franja de Gaza. Según fuentes fiables, Hamas goza de la lealtad de la gran mayoría de los 1,8 millones de habitantes de la Franja. Uno de los objetivos de este ataque es aislar todavía más la Franja de Gaza, dejar a Hamas en el poder aunque más debilitado, oponerse a toda posibilidad de unión palestina y desviar la atención de la ofensiva colonialista acelerada en Cisjordania.
Mientras tanto, Hamas desea reforzar su posición en tanto movimiento de resistencia tras los golpes que ha sufrido como movimiento político. Desde Hamas se está ofreciendo una resistencia inesperada para Israel. Por ejemplo, el diario israelí Haaretz advirtió sobre la lentitud de la misión israelí y la “matanza al por mayor” de civiles palestinos. Con respecto a las complicaciones que están teniendo, Haaretz también manifestó que “no hay victoria posible”. Entretanto, con estos ataques siguen destruyendo las vidas de miles de familias palestinas. En todo análisis, no hay que dejar de lado el contexto de ocupación y bloqueo de los territorios palestinos por parte de Israel desde 1967, además de la expulsión de gran parte de los palestinos a partir de 1948.
-¿Existen posibilidades reales de una solución al conflicto?
-Este conflicto es una “guerra” o más bien una disputa asimétrica con dos contendientes en condiciones diametralmente opuestas. Por lo tanto, se necesita un importante cambio de paradigma para que se logre una solución, lo cual no es imposible sino que es complicado. Pongamos por caso la indefinición que existe sobre el territorio de Cisjordania. Aunque vale aclarar que con la presunción de que es un conflicto de compleja magnitud, esto es utilizado como excusa en pos de no buscar las soluciones adecuadas al problema. Un ejemplo de solución podría ser una retirada israelí de los territorios ocupados palestinos, lo que es intrincado ya que la infraestructura que Israel construye a diario en el lugar lo dificulta enormemente.
Además, un acuerdo equitativo entre los palestinos y los israelíes sobre la forma de compartir Jerusalén y los lugares considerados sagrados constituiría la pieza central de un acuerdo entre estos dos pueblos, y la clave para una paz justa y duradera en todo Medio Oriente. Aunque es difícil augurar si esto, o la creación de un Estado palestino independiente en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, podrían dar solución al conflicto.
Los palestinos consideran estos territorios como parte de un Estado, aunque en realidad consideran Palestina a todo el territorio que formaba parte del Mandato Británico de Palestina (1920-1948), pero dadas las condiciones impuestas por las guerras de 1948 y de 1967 anhelan, al menos, obtener un Estado independiente en Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, con las dificultades que esto acarrea.
-¿Cómo podrías explicar a una organización como Hamás?
-Hamas es una organización que lo primero que hace es dar ayuda social. Muchos tienen la idea de que sólo preparan hombres para los ataques suicidas, pero es un tipo de organización que da ayuda, que está instalada en el tejido social a través de las mezquitas, ayudando a la población, y esa es la primera función que las poblaciones ven en ellos. Hamás gana las elecciones en 2006, que no son legitimadas, sobre todo por Israel y Estados Unidos, porque consideran como terrorista a la organización.
Ahí tendríamos que ver cuál sería la definición de terrorismo. Porque desde el 2001 comienza la guerra contra el terrorismo, que es un enemigo que no está individualizado, no se sabe quién es, entonces con ese criterio se dice “aquellos son los terroristas, ataquémoslos”. Ante cualquier divergencia con un grupo político, se lo acusa de terroristas y son atacados. Siempre hay que tener en cuenta la ambivalencia de los términos y quién emite ese término.
Noam Chomsky evalúa, según la misma definición del gobierno de Estados Unidos, cuál es la connotación que se le da a la palabra terrorismo. Con ese mismo criterio, los ejércitos de Estados Unidos e Israel serían terroristas por las prácticas militares y de intimidación que realizan contra distintas poblaciones. El gran público en general abreva en la información masiva, entonces dice que en Afganistán los talibanes son terroristas y se tiende a homogeneizar o a relacionar con lo musulmán. Entonces los talibanes son terroristas, fundamentalistas del Islam, de su interpretación del Islam, que realizan ataques suicidas, que no les importa morir con tal de matar a otro. Hay un estereotipo que recae sobre los árabes y sobre los musulmanes: están con turbantes, montados en camellos y en medio del desierto.
Después de 2001, es igual pero con un fusil y armado hasta los dientes o con un chaleco de dinamita. Aclaremos que no todos los árabes (cultura) son musulmanes (religión) ni todos los musulmanes son árabes.
Hamás también está muy vinculado a los Hermanos Musulmanes (HM), agrupación que se funda en 1928 en Egipto. Uno de sus principales pensadores fue Hasan Al Banna (1906-1949). Lógicamente, en 80 años de existencia los HM fueron variando desde que surgen como un movimiento religioso. Hay que tener en cuenta que en Medio Oriente la religión está relacionada con la política, porque el Islam está incrustado de otra manera en las relaciones sociales de la cultura arabo-musulmana. Los HM se mantuvieron ajenos a la práctica política. Si bien se puede decir que esa ayuda social es una especie de práctica política, no formaban partidos políticos.
Es la diferencia cualitativa que vamos a tener a partir de las décadas del ‘70 y ‘80, y también tiene que ver con el nacionalismo árabe, o panarabismo, cuando Estados Unidos ve por ejemplo, con malos ojos a Gamal Abdel Nasser (ex presidente egipcio, fallecido en 1970). Entonces apoya a organizaciones como los HM, al mismo tiempo la sociedad se encontraba preparada para que haya un vuelco de esas agrupaciones hacia lo que algunos denominan islamismo o Islam político.
http://www.marcha.org.ar/index.php/elmundo/medio-oriente/5552-israel-encabeza-la-invasion-y-destruccion-de-gaza
http://www.resumenlatinoamericano.org/?p=4282
domingo, 27 de julio de 2014
Mitos sobre el conflicto palestino-israelí
Por Joaquín Zajac. Un repaso por algunos de los mitos sobre el conflicto palestino-israelí que, por más que se repitan, no dejan de ser eso: mitos y tergiversaciones de la realidad.
“Israel tiene derecho a defenderse de los ataques con cohetes de Hamas”
El primer problema de esta afirmación, es suponer una comparabilidad de ambos “bandos”. Para que entendamos mejor: Israel es un Estado nación consolidado, joven es cierto, pero sumamente poderoso. Esto se explica principalmente por la ayuda que cada año Israel recibe, a título de donación, sin ningún compromiso de devolución por parte de Estados Unidos. Al año 2013, y desde 1949, Israel acumulaba 118 mil millones de dólares, de los cuales 70 mil millones fueron en concepto de gastos militares.
Esta inmensa masa monetaria, sumada a las donaciones que recibe de parte de las comunidades judías de todo el mundo, le permite contar con uno de los ejércitos más poderosos, no solamente en la región, sino en todo el mundo, con tecnología de punta tanto en ataque como en defensa. Así bunkers, sistemas de alarma, baterías anti misiles y demás dispositivos de prevención, vuelven la capacidad de daño de los cohetes de Hamás casi una burla.
¿Qué tenemos del otro lado? Hamás es, ante todo, una organización política. Que quede claro: Si bien el mundo entero ha reconocido el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino, este aún no constituye un Estado. No podría serlo, con Israel ocupando militarmente su territorio, bloqueando sus caminos y perjudicando su economía mediante la construcción de colonias y la destrucción de tierras cultivables, fábricas, comercios, edificios públicos, etc. Si bien tiene una “Autoridad Nacional”, una débil estructura institucional acordada en 1994, Palestina no cuenta con las condiciones mínimas necesarias para establecer un Estado como tal.
Entonces, tenemos de un lado un Estado con una economía sólida y un poderoso ejército financiado por la potencia militar número uno del mundo. Del otro, un movimiento político debilitado, que no tiene soldados sino militantes civiles, que basa su escaso poder de fuego en el apoyo de la población y en el control que tiene de su escaso territorio.
Es un enfrentamiento absolutamente desigual e incomparable. Por lo tanto, el argumento de la defensa se cae. No se trata de una “defensa” que devuelve una fuerza igual a la recibida. Se trata de una represión brutal, que amplifica el daño en una proporción de 1 a 100 y que destruye no solo una cantidad impresionante de vidas humanas sino que produce daños materiales que dejan en un estado aún más precario a la débil economía palestina.
Por último, y lo más importante, el argumento de la defensa esconde una realidad inobjetable: el que está ocupando militarmente y construyendo colonias en parte del territorio palestino es el Estado de Israel. El cuento del huevo y la gallina en este caso tiene una solución bastante obvia. Mientras dure la ocupación y siga la expansión de las colonias, el primer agresor no es Palestina sino Israel.
“Hamas se esconde entre los civiles, los usa de escudo humano”
Falso. Hamas no se esconde entre civiles. Hamas es un partido político, sus militantes son civiles y también lo son las construcciones que alojan arsenales, bunkers y lanzaderas de cohetes.
Pero supongamos que en algún caso familiares, amigos o simplemente habitantes de Gaza no vinculados al movimiento son presionados por la organización para poner sus casas y comercios a disposición para el uso “militar” de estos. Si Israel conoce estas realidades e igual decide atacar, con la desmesurada cantidad de víctimas mortales que esto supone, se trata de un cinismo igual o peor que el antes citado, que tiene una explicación, como veremos en el punto siguiente.
“Lo que Hamas hace es terrorismo, Israel ataca objetivos militares”
Habría que repensar la definición de “terrorismo”. El terrorismo es ante todo una estrategia política consistente en inducir terror en una población civil. Sin dudas, Hamas, muy inferior en poderío militar, utiliza el terrorismo como estrategia principal para alcanzar sus fines políticos: los famosos “atentados suicidas” (más frecuentes en otras épocas) y las cientos de bombas, muchas de ellas de fabricación casera, que son disparadas hacia territorio israelí con el objetivo de atemorizar a la población y producir desgaste político.
Moralmente, uno puede considerar condenable este accionar. Israel busca diferenciarse de Hamás cuando asegura que su respuesta es únicamente “militar”, que sus operaciones son “quirúrgicas”, que sólo ataca blancos conocidos de Hamás (arsenales, lanzaderas de misiles, sitios bunkers, locales partidarios, etc.). Sin embargo, como hemos visto, Hamás no es un ejército: es una organización civil. Sus integrantes son civiles y, consecuentemente, los “objetivos” para el ejército israelí son edificios civiles. Si, tal y como hemos dicho hasta el momento, Israel conoce esta realidad, sabe de la poca efectividad de sus “avisos” e igualmente decide atacar, valdría la pena preguntar: ¿Cuál es el objetivo real de estos operativos?
Y la hipótesis que sostengo es que el objetivo verdadero es precisamente el mismo que el de Hamás: aterrorizar a la población civil de Gaza y diezmarla moralmente para conseguir que esta deje de apoyar a Hamás. La única verdad es la realidad: los cientos de muertos en apenas un par de días no pueden tener otro objetivo que ese, más allá de los eufemismos con los que se lo quiere disfrazar.
“Hamas es fundamentalista religiosa. Israel es la única democracia de la región”
Como organización política, la ideología de Hamás es fundamentalista islámica. ¿Qué significa esto? Que su programa político está basado en los textos religiosos del Islam. Su objetivo es instaurar un Estado palestino donde la ley se base en los preceptos del Islam. ¿Es esto de por sí cuestionable? Hay aspectos puntuales de la aplicación extremista de los preceptos religiosos (como el maltrato que reciben las mujeres o algunos castigos que contradicen los derechos humanos) que pueden y deben ser criticados. Pero el cambio y la emergencia de tendencias moderadas dentro de esta corriente política solo podrán nacer de un debate genuino al interior del pueblo palestino, sin la ocupación condicionando este debate.
Además, si bien los pueblos occidentales atravesamos nuestro propio proceso de “laicización” de la cultura, éste no es absoluto en todas partes. En Israel mismo, que se jacta de ser un Estado “laico”, la ley de retorno del Estado de Israel sólo admite como nuevos ciudadanos a aquellos que tengan al menos un abuelo o abuela judíos ¿Y cómo se prueba esta “judeidad”? Con un documento de índole religiosa. A su vez, los conversos a otras religiones pierden su derecho, así como lo ganan los que se conviertan al judaísmo, pero únicamente por la fe ortodoxa.
Ya hablamos en otra nota además de los colonos judíos en Cisjordania, que en nombre de la Torá afirman que toda la “Gran Israel” de la Biblia pertenece por derecho divino al pueblo judío y, en su nombre, ocupan territorios en los que la comunidad internacional reconoció al pueblo palestino el derecho a un Estado propio. Construyen allí viviendas y ciudades ilegales que el ejército luego protege en muchos casos aumentando año a año el despojo de tierras de los palestinos.
“Criticar a Israel siendo no judío es antisemita, mientras que criticar a Israel siendo judío es ser un judío que se odia a sí mismo”
Todas acepciones falsas de toda falsedad que deben ser dejadas de lado. El vínculo que los judíos mantenemos con Israel es relativo. Hay tantos tipos de judaísmo como judíos en el mundo. Para algunos el judaísmo es una religión. Otros, los sionistas, consideran que el judaísmo es una nación y que el Estado de Israel es nuestra “madre patria” a la que le debemos lealtad y cariño. Muchos somos los que nos reconocemos como judíos y consideramos valida la idea del judaísmo como una identidad nacional y no solo religiosa pero no nos sentimos atados de ninguna manera al proyecto político de un Estado exclusivamente judío, ni en la tierra donde actualmente se ubica Israel ni en ninguna otra parte.
Israel es, no obstante, una realidad política e histórica y no va a desaparecer en el corto plazo, como tampoco lo harán, ni ahora ni nunca, las millones de personas que allí intentan llevar sus vidas. Pero es necesario que entendamos que criticar las políticas de un gobierno o incluso ciertas prácticas que han sido características del Estado a lo largo de su historia no es dejar de reconocer el derecho de su gente a vivir en paz, ni aún plantear la desaparición inmediata del Estado. De hecho, mucha gente en Israel mismo, en movimientos como “Peace Now” o en partidos políticos como “Meretz”, entre otros, lucha por el fin de la ocupación y por el cese de la construcción de colonias.
Flaco favor les estaríamos haciendo al apoyar las decisiones temerarias y erróneas que toma la actual coalición de derecha en el gobierno a los y las que todos los días dan la lucha allí en Israel por transformar la realidad que les toca vivir, tal y como sucedió a mediados de los 90, antes que la muerte de Isaac Rabin enterrara hasta quien sabe cuándo el sueño de alcanzar una paz duradera en la región.
@joaquinitoZ
http://notas.org.ar/
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