La nueva estrategia geopolítica de China extiende su
esfera de influencia, bajo nuevas normas de cooperación económica
internacional. Desarrolla cinco áreas prioritarias: coordinación de
políticas, conectividad de instalaciones, comercio sin obstáculos,
integración financiera y vínculos entre personas, las “cinco
conectividades”. En consonancia con su nuevo papel, sus competidores
incrementan la rivalidad geopolítica en la región del Indo-Pacífico.
El mapa del poder mundial delinea tres principales potencias China,
Rusia y Estados Unidos (sin establecer orden jerárquico). Por lo cual,
hasta ahora la alianza entre la euroasiática y la asiática (que eso no
sucediera, fue un objetivo primordial de la americana, durante la Guerra
Fría), está siendo concluyente. Observamos entonces, la geopolítica
euroasiática frente al imperialismo.
En 2013, Putin advirtió sobre la pretensión norteamericana de
reconstruir un mundo unipolar. Obama reafirmó la “excepcionalidad
norteamericana” que le consentiría dirigir el mundo y así defender los
intereses mundiales, esa omisión induciría a “un vacío de liderazgo”.
Esa visión estratégica, semejante a la idea religiosa del “pueblo
elegido” (como el gobierno israelí), ha protagonizado las guerras del
siglo XXI. Alejarse de esa estrategia bélica, promulga la idea china de
reconstruir las rutas comerciales pretéritas de Eurasia.
En los últimos dos siglos, si bien el mapamundi está en constante
transformación, con altibajos, se mantuvieron varias hegemonías con
papeles más regionales o más mundiales, Japón, Rusia (y URSS), China,
Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, es decir el Consejo de
Seguridad de la ONU (excepto China), más los vencidos en la Segunda
Guerra.
El fenómeno más inusitado es el ascenso chino, desde una situación
semicolonial, periférica, en una mejora constante con base las
transformaciones acaecidas a partir de la Revolución de 1949. Los
últimos movimientos tectónicos denotan la importancia del Índico y el
Pacífico, frente a la preminencia anterior del Atlántico; si reparamos,
por ejemplo, en los puertos con mayor actividad del mundo. O sea, viendo
la actividad geoeconómica.
El continente Euroasiático predomina a nivel mundial por una serie de
condiciones geopolíticas. Desde su extensión territorial, gran parte de
la población mundial interactúa en una contigüidad terrestre escenario
de multipolaridad, recursos, variedad cultural y lingüística.
El orden mundial se modifica de manera sustancial con: China
representando el ascenso de Asia Pacífico, Rusia potencia
político-militar, territorial e inmensos recursos naturales, más la
postura del eje Berlín-París, las resistencias y rebeliones, y el rol
jugado por las subpotencias como Indonesia, Arabia Saudita, Irán,
Turquía, Australia, México, Brasil, Argentina.
Los logros económicos chinos de los últimos decenios generan una
irrupción geopolítica, sin antecedentes. La proporción de la población
china que vive en la pobreza extrema ha pasado del 88 % al 2 %, una
mejora que benefició a cerca de ochocientas millones de personas.
El “sueño chino” sería el “retorno a la normalidad histórica”, cuando
el Reino del Medio tenía un predominio en la economía mundial en los
últimos dos mil años. Interrumpido este por el “siglo de la
humillación”, desde las Guerras del Opio iniciadas en 1839 hasta 1949
con la Revolución y conformación de la República Popular China. El siglo
siguiente, hasta 2050, la devolvería a ese epicentro. Desde 2015, se
diseñó una hoja de ruta en lo tecnológico, “Made in China 2025”,
dirigido a estrechar su brecha; en 2035, fortalecer su posición, y en
2045, encabezar la innovación global.
La política previa de asociación económica de Washington con Beijing
“Chinamérica” quedó erosionada por la crisis del 2008. En la potencia
estadounidense, tanto globalistas como americanistas se inclinan por
hostigar al nuevo país central. Esa postura serviría para apuntalar un
proyecto de recuperación de su dominio mundial. La tercera potencia en
discordia es Moscú, desafiante geopolítico y militar no así en lo
económico, pero determinante.
La prioridad inmediata es el acoso naval en el mar de China, zona
vital del comercio mundial. Los estrategas estadounidenses consideran
que allí se procesarán las principales tensiones entre las dos
potencias. Otra estrategia es la reactivación del QUAD, una especie de
“OTAN del Pacífico” junto a Japón, Australia, e India (aliados con bases
militares o ejercicios conjuntos con la armada norteamericana). Más el
AUKUS, Australia, Reino Unido, Estados Unidos. Estas rodearían por fuera
el “Collar de perlas”, consistente en una serie de puertos del Índico y
el Pacífico con tratados con China, el corredor marítimo de la Nueva
Ruta de la Seda (NRS) –a la que Argentina se acaba de sumar–.
La estrategia estadounidense de rodear al gigante asiático es
contrarrestada por la alianza ruso-china manifestada en la Organización
de Cooperación de Shanghái (OCS), el BRICS+ Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica (+ Argentina e Irán). Esa asociación estratégica se acopla en
parte de Asia Central –espacio postsoviético–, se inclina hacia
Pakistán –aliado tradicional y nuclear de EE.UU.–, e incorpora a Irán
(tratado con China de 25 años-, faltaría ver el rol de Turquía según la
planificación de la NRS (Teherán-Estambul) con la que se intenta llegar a
Europa por los corredores económicos.
La expansión económica China (cuyo mayor beneficiado es la potencia y
con cuestiones a matizar) también lidera la Asociación Económica
Integral Regional (RCEP, en sus siglas en inglés), acuerdo de libre
comercio entre quince naciones de la región de Asia y el Pacífico. Lo
encabezan China, Japón, Australia, Indonesia, Filipinas y Vietnam. Los
países miembros se beneficiarán de aranceles reducidos sobre bienes y
servicios importados dentro de la región en los próximos 20 años.
China ejerce su soberanía en un espacio nacional, con la pretensión
de “una sola China”, frente a los vestigios coloniales como Macao, Hong
Kong y Taiwán. Su aparato militar, está en plena transformación y
modernización, al tiempo que pregona su actuación pacífica se prepara
frente alguna disputa.
La integración económica y la cooperación entre los países de la NRS y
su comunicación con Rusia y Europa, ensamblan la intención de
desenvolver el interior del país (como Xinjiang), así como contribuir al
crecimiento económico y asegurarse la energía desde Asia central y
Oriente Medio. Además, pretende restringir la presencia norteamericana
en Asia y construir rutas que el ejército estadounidense no podría
interrumpir. La iniciativa de un “cinturón económico” en la antigua ruta
de la seda, la NRS (BRI en sus siglas en inglés) dirigida a los países
de Asia central, fue incorporando a las demás regiones del planeta,
aunque no de manera íntegra.
La articulación de la NRS –reedición de la antigua ruta de la seda–
asume entre sus prioridades el transporte y el intercambio cultural,
comercial y tecnológico. Se añade el deseo de incrementar la influencia
política de China a nivel global y Rusia se acopla. El país más grande
del mundo se articula en las tres rutas de la NRS: la continental
(Asia-Europa por Asia Central y Rusia); la marítima (sudeste asiático y a
África oriental), y la polar –luego extendida a los demás continentes–.
Rusia refuerza su papel en Oriente Medio, y China no pretende asumir el
papel que Estados Unidos ha desempeñado en las últimas décadas, si bien
no deja de reforzarse.
La innovación es la vía ferroviaria –la construida y la proyectada–
para conectar Eurasia, junto con la marítima y la terrestre. Acompañada
de una geopolítica de acercamiento, sin suponer una intromisión en
asuntos internos de los países, buscando aliarse a través de puertos
(por ejemplo: Ashdod en Israel, el Pireo en Grecia). Por tierra,
atravesando pasos trascendentales por Beijing, Urumqi, Astaná, Teherán,
Estambul, Moscú, Berlín, Estrasburgo, Rotterdam, con una salida al mar
(alternativa al Estrecho de Malaca y más directa) por Pakistán y el
puerto de Gwadar. Y, desde la costa China se emprende por el Estrecho de
Malaca o pasando por Yibuti en el cuerno de África (única base militar
exterior china), el Golfo Pérsico y el Canal de Suez, llegar a Venecia, y
por el otro lado, a Japón, Australia, y el Ártico.
A ello se suma Irán, quedaría por verse que sucede con Alemania y
Europa en general, y en otro plano con nuestra América. Mientras se
sigue desarrollando y expandiendo, desde su planificación inicial,
aparecen objeciones o intentos de competir desde el eje atlantista o G7.
La nueva estrategia geopolítica de China extiende su esfera de
influencia, bajo nuevas normas de cooperación económica internacional.
Desarrolla cinco áreas prioritarias: coordinación de políticas,
conectividad de instalaciones, comercio sin obstáculos, integración
financiera y vínculos entre personas, las “cinco conectividades”. En
consonancia con su nuevo papel, sus competidores incrementan la
rivalidad geopolítica en la región del Indo-Pacífico.
La NRS se emprendió frente a tres desafíos: el exceso de capacidad
industrial y debilitamiento del impulso económico y de la economía
mundial, y la estrategia dirigida a Asia con Obama. No se trata un nuevo
Plan Marshall, ya que no tiene como objetivo fomentar un bloque
económico exclusivo ni implica un cambio institucional coercitivo en
países participantes. La gran estrategia de China se resume en una paz
para su economía y su estatus global, así como también estabilizar la
situación económica y política global, lo cual redunda en un beneficio
propio.
El Partido Comunista Chino (PCCh) destaca el “desarrollo pacífico” y
un “nuevo tipo de relación de gran potencia” con los Estados Unidos.
Integrar una plataforma terrestre para su intercambio global, en el
territorio euroasiático desde su país hasta Alemania. Doscientos años de
predominio marítimo, las continuadas hegemonías británica y
norteamericana, se intercalan con esta resolución terrestre.
La vía terrestre reduce, en algunos casos, a un tercio de lo que se
precisa por mar, como para recorrer el trayecto entre Shanghái o el río
de la Perla y Europa doce días vía ferrocarril. Transforma la geografía
de Asia central y sudoccidental, luego de las invasiones
estadounidenses, un tiempo de colaboración que permitiría un
“reordenamiento” pero en términos distintos.
Se verifica así, una de las mayores contraposiciones entre las
posturas en la forma de inmiscuirse en las políticas internas de las
demás regiones del mundo. Estados Unidos mientras generó riqueza
económica la acompañó de un inusitado desarrollo guerrerista, en otro
contexto de rivalidades interimperiales directas o en un enfrentamiento
latente de Guerra Fría frente al bloque soviético. Exacerbado para
mantener la dominación a través del dólar y el control de los mares, y
añadir gobiernos afines. Una diferencia clave es, por lo tanto, en el
plano militar.
En cambio, China con una dimensión poblacional continental, partió
desde 1949 con un desarrollo económico de base socialista, un partido
comunista. Su proceso excepcional de crecimiento económico, erradicó la
pobreza absoluta de cerca de 800 millones de chinos en los últimos 40
años (quedaría por evaluar las consecuencias en las industrias de
terceros países). E impulsó, hasta el momento, otro tipo de hegemonía
con la NRS. Presenciamos entonces, la reemergencia de Eurasia, y el
regreso de China.
*Martín Martinelli es docente de la Universidad Nacional de
Luján. Co-coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun “Palestina y
América Latina” e integrante del Grupo de Trabajo Medio Oriente y norte
de África del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Charla- Debate de Claudio Katz,
en la Universidad Nacional de Luján, realizada el 11 de marzo de 2021
por Observatorio Geohistórico – Universidad Nacional de Luján y el Grupo
Especial Revista Al Zeytun / CLACSO “Palestina y América Latina” ,con
la moderación de Martín Martinelli.
Observatorio de Trabajadores en Lucha presentamos este dialogo con
Claudio Katz moderado por Martin Martinelli tiene plena vigencia con los últimos
acontecimientos y la disputa de EEUU por conservar su hegemonía frente a
China. Expresamos nuestro agradecimiento a Martín Martinelli por la
colaboración prestada a Observatorio de Trabajadores en Lucha para la
publicación de este importante documento.
EEUU no tiene otro camino, tiene que seguir intentando
recuperar el poder imperial, por eso necesita doblegar a China pero sin
perder el control de Europa, con Rusia al acecho
Martinelli: Todos sabemos que esa pugna entre EEUU y China
es el choque central del escenario mundial y la primera pregunta sería:
¿Cómo se ubican los dos contendientes? ¿Están en un plano semejante o
contrapuesto?
Katz: Existen muchos indicios de que EEUU actúa como
agresor, es una ofensiva que tanteó ya en la época de Clinton, empezó
con Bush, pero en esos años EEUU estaba muy centrado en operaciones en
Rusia, Europa del Este, en Medio Oriente y la presión sobre China
comenzó efectivamente con el traslado de tropas de Obama hacia Oriente.
Éste último neutralizó un intento japonés de autonomía, forzó la
imposibilidad del cierre de la base de Okinawa que reclamaba un grupo
importante de japoneses y China se convirtió, ya con Trump, en el
enemigo estratégico en forma nítida.
Toda la jugada de Trump apuntó a cercar a ese país y lo hizo con una
agenda comercial mercantilista, de fuertes presiones, que se extendieron
a las finanzas y a la tecnología. Trump acusó a China de exportar el
COVID, hizo una campaña para culpabilizar a China de todos los males
contemporáneos en la lógica de la presión bélica, de las guerras
híbridas, del rearme con nuevos dispositivos atómicos y la coerción en
el primer plano de la acción política estadounidense. Así, EEUU ha
tomado la ofensiva mediante el acoso naval especialmente en el Mar de
China que se convirtió en un teatro de operaciones.
Al mismo tiempo, EEUU está trabajando para pelear una OTAN del
Pacífico mediante el llamado «Quad» con Japón, Corea del Sur e India.
Todo el establishment de Washington apoya en bloque la presión sobre
China. Globalistas y [norte]americanistas convergen con empresas
transnacionales y militaristas, con los medios liberales que respaldan
la actitud agresiva hacia China y creo que también Biden está mostrando
una ubicación en la misma línea renovando la demagogia con los DDHH y
preparando tensiones en Hong Kong y también en Taiwán.
Esta actitud agresiva EEUU se explica por la necesidad de recuperar
dominio mundial, disuadiendo competidores con poder militar, con
intervenciones que, paradójicamente, generan escenarios caóticos de
refugiados, de demoliciones de Estados. Pero EEUU no tiene otro camino,
tiene que seguir intentando recuperar el poder imperial aunque tiene su
cohesión interna quebrada, aunque afronta un enorme crisis de largo
plazo, un retroceso industrial por eso necesita doblegar a China para
recuperar un papel de liderazgo, de ordenador global y esa confrontación
es un objetivo más importante que afianzar las ventajas sobre Europa o
que someter al rival ruso, que es un contendiente geopolítico y militar
pero no un adversario económico.
Por el lado de China, hay una situación distinta. China se ubica con
una política, con una estrategia defensiva. Está custodiando su propio
mar, no envía buques a navegar a California o Nueva York mientras EEUU
sí trata de internacionalizar el Mar de China, ésta declara,
lógicamente, que se trata de un mar bajo su autoridad. Si bien es cierto
que está embarcada en un proceso de modernización militar con eje
naval, ya no sólo de un ejército en la frontera de su territorio,
mantiene una política defensiva en los límites del país con el agregado
de un control de las rutas marinas que se volvieron claves para el
comercio de China.
En cualquier caso, hay una diferencia abismal en el despliegue
militar entre EEUU y China, basta mirar la diferencia de gastos
militares, incluso la actitud internacional de China está muy lejos de
la de Rusia. XI Jinping no está involucrado, como Putin, en Siria, en
Ucrania, en Georgia. China tiene una sola base militar en el extranjero,
en Yibuti, y es un contraste total con la alucinante constelación de
bases militares que despliega EEUU.
La estrategia china es mucho más geopolítica que militar porque busca
agotar económicamente a sus rivales e intenta cansar al enemigo
mediante un prolongado desgaste sin hacer concesiones claves en la
tecnología propiciando un perfil geopolítico bajo, combinando varias
formas de presión con una estrategia que busca quebrar el liderazgo
estadounidense del bloque occidental, mediante acuerdos con Europa,
mediante negocios en Medio Oriente, neutralizando a los vecinos,
evitando tensiones con Japón, con Corea, con la India y afianzando
asociaciones económicas en toda la región del Sudeste asiático.
Yo creo que esta postura defensiva es consistente con el estatus
intermedio de China. Es un país que se expandió con cimientos
socialistas, con complementos mercantiles, con un modelo capitalista
centrado en la retención local del excedente, basado en la ausencia del
neoliberalismo y aunque el capitalismo está muy presente no domina por
completo en la sociedad china. La nueva clase dominante no logró el
control del Estado y por eso prevalece una formación intermedia de un
capitalismo incompleto y me parece que ese condicionante interno
determina una política exterior no imperialista. Esta es la gran
diferencia con EEUU. En China, un régimen que no es enteramente
capitalista no puede implementar una política mundial plenamente
imperialista y, más bien, la confrontación con EEUU terminará de definir
el perfil de China porque es un conflicto que va a terminar de
dilucidar quién maneja el poder dentro de China.
Dentro de China hay una corriente neoliberal muy librecambista de
grupos capitalistas muy fuertes, expansivo, con tentaciones imperiales.
Sin embargo, hay elementos opuestos de moderación del capitalismo, de
prescindencia internacional y con Xi Jinping al frente del Estado
equilibrando entre todas las fuerzas en disputa. Por este marco es que
China evita el conflicto. Hubiera preferido mantener la relación con
EEUU como lo fue hasta 2008 pero la crisis terminó de erosionarla cuando
salieron a flote todos los desbalances comerciales y financieros. China
buscó después un desacople, que no le dio mucho resultado, pero está
sometida a una presión interna del desarrollo capitalista que multiplica
los desequilibrios en el país, que genera sobreinversión, presiones
para descargar los excedentes y presiones para una Ruta de la Seda que
reaviva las tensiones con EEUU.
Como primera conclusión, entonces, creo que hay un conflicto entre la
fuerza imperial agresiva de EEUU y la fuerza no imperial defensiva de
China que debemos analizar como una contradicción que se desenvuelve en
la lógica del imperialismo. No como choque de civilizaciones ni
transiciones hegemónicas pero tampoco como bipolaridad versus
multipolaridad. Es un conflicto que va a definir al imperialismo del
sigo XXI porque el capitalismo ya opera con un modelo novedoso
contemporáneo definido pero el imperialismo todavía no tiene un perfil
del sigo XXI y este conflicto, esta indeterminación entre un capitalismo
ya categórico del siglo XXI y un imperialismo indefinido del siglo XXI
va a terminar de perfilarse en este conflicto entre China y EEUU. Por
eso es un terreno clave para dividir la geopolítica en el análisis del
escenario contemporáneo.
Como segundo tema, la tesis que yo propongo de EEUU como un agresor
imperial y de China con una actitud defensiva no imperial es compartida
por muchos autores. La afirmación de que China tiene una economía
capitalista pero no una política imperial es compartida y se sostiene
que el capitalismo está muy avanzado en la economía china por el patrón
de la plusvalía, por la norma del beneficio pero que el imperialismo
como política de dominación ejercida a través de un Estado todavía no se
verifica porque sigue organizado en torno a la supremacía política del
Partido Comunista. Ahí prevalece una burocracia que busca más poder que
articulación de capital en un Estado que no está embarcado en acciones
imperiales.
Michael Roberts dice que China no es un Estado imperialista por el
carácter inconcluso de la restauración capitalista. Como no hay
financierización, no hay neoliberalismo entonces no hay total primacía
del capital privado por lo tanto, faltan los cimientos para un status
imperialista.
Es interesante ver cómo para otros autores la política exterior china
se observa como manejada por un Estado que actúa con forma muy regular
de créditos externos con préstamos que son diferentes al FMI o BM porque
la empresa privada está subordinada a estrategia de convenios de
Estados. Es interesante cómo deducen que la cautela geopolítica de China
deriva de la historia de un país acosado con una gran memoria de su
condición semi-colonial. Esta es una idea coherente con los planteado
por Hobsbawm cuando dice que hay una diferencia cualitativa entre lo que
fue la sustitución imperial de Gran Bretaña por EEUU, dos potencias
donde prevalecía la continuidad entre dos mandantes, con la transición
actual donde rige una total contraposición (económico, política,
cultural) entre China y EEUU.
A mí me parece que la corroboración más importante del enfoque que
estoy presentando provine de un autor chino que postula que China no es
imperialista por su status semi- periférico. Considera que China está en
un nivel intermedio y que transfiere plusvalía a los países centrales
recibiendo plusvalía de la periferia por lo que hay una clase
capitalista china que se beneficia de la plusvalía absorbida de África,
América Latina y el Sudeste Asiático pero que está afectada por la
plusvalía que se trasfiere de China a EEUU o Europa.
China viene ascendiendo porque cada vez transfiere menos y capta más
valor y lo cuantifica en horas de trabajo. Antes China intercambiaba 16
unidades de trabajo propias por 1 extranjera y ahora cambia 1 por 0.6
internacionales. Cambia 1 por 4 del Sudeste Asiático y por 8 unidades de
EEUU. Está cambiando la relación de transferencia de valor a escala
global y esto se verifica en la moneda porque China mantiene un status
intermedio que, siendo una potencia que acumula reservas con un
superávit enorme, no puede financiarse con su propia moneda y debe pagar
tributo al dólar y los bonos del tesoro porque si se construye una
moneda en forma no cautelosa corre el peligro de una gran fuga de
capitales. Ahí de nuevo está el carácter intermedio de una potencia que
no puede forjar una moneda propia.
Esta idea de China transfiriendo y absorbiendo plus-valor sintoniza
con un modelo tripolar que es muy afín al reordenamiento que expongo en
el libro sobre la teoría de la dependencia. La diferencia de que, en mi
opinión, China no es una periferia sino un centro. Centro- periferia son
Brasil, Turquía, India. Además de la inversión a China hay que tomar en
cuenta también su crecimiento asentado en el mercado interno y la
acumulación local y no solo en la relación internacional.
Lo importante es que la tesis de que EEUU es un agresor imperial y
que China es un defensor no imperial está corroborado por muchos
estudios de la política, la economía y la sociedad china. Esto importa
por las consecuencias políticas. Creo que la definición de EEUU como
imperialista y de China como no imperialista nos conduce a un planteo
donde no son iguales, entonces en el plano político no corresponde la
neutralidad porque China tiene una postura defensiva y el agresor es
EEUU. Sin embargo, hay que tener cuidado porque China ya es una potencia
que tiende a afectar a la periferia y, por lo tanto, está en un lugar
intermedio de aliado potencial contra el imperialismo (podría cumplir un
papel de contrapeso como el que jugó la URSS en el resguardo de Cuba
frente al acoso de EEUU) y ese es el sentido de mi tesis de China como
un socio para imitar: en América Latina debemos conformar un bloque de
resistencia contra EEUU y un bloque de negociación con China para
revertir la primarización.
El tercer tema es que el presupuesto teórico de la tesis que estoy
proponiendo es una mirada del Imperialismo muy diferente a las
actualizaciones de la tesis de Lenin. Yo creo que no asistimos a la era
clásica del Imperialismo ni tampoco al estadio posterior de posguerra.
El Imperialismo es una política de dominación de una clase capitalista
ejercida a través de la coerción del Estado, no es una etapa única ni
final del capitalismo y, por lo tanto, no nos sirve razonar el problema
con los requisitos de Lenin para dirimir si China los reúne o no y para
deducir a partir de ahí si es o no imperialista. Ese es el error de
Turner porque el hecho de que China exporte capital, tenga monopolios o
utilice capitales financieros, nos está diciendo qué lugar ocupa China
en el capitalismo mundial pero no nos dice nada de su perfil imperial.
La teoría clásica del imperialismo tampoco nos explica nada del
conflicto de EEUU y China porque estamos en un escenario global muy
distinto a la Primera Guerra de 1914. Un error simétrico, con el mismo
razonamiento, se comente cuando se quieren utilizar los criterios de
Lenin para demostrar que China es imperialista sino para demostrar que
no los es. China no es imperialista porque no invade países, no
interviene en el extranjero, no actúa con bases militares: no repite la
conducta de EEUU. Además, porque está en un status intermedio que
requiere conceptos más complejos que capitalismo vs socialismo o
imperialismo vs antiimperialismo.
Sin estas nociones básicas no podemos avanzar en una interpretación
teórica del problema actual. Por ejemplo, un concepto intermedio es la
idea de China como un imperio en formación. Hay un debate sobre la
pertinencia de este concepto para China que yo lo estoy ubicando en un
gris. Mi hipótesis es que no correspondería, tampoco es aplicable para
China porque el país se encuentra todavía en una fase muy embrionaria de
un imperio en formación: predomina la estrategia defensiva, no
imperial. La formación es la política del ala liberal, del sector que
apuntala la Ruta de la Seda pero que solo se consumaría al cabo de una
resolución de esa disputa interior. Por ahora, es un estadío solo
potencial y la diferencia con Rusia es que China tiene muy poco
desenvuelto ese elemento geopolítico militar que es determinante del
Imperialismo.
La idea del imperio en formación es una tesis que acuñó Rousseff.
Para él sí ya hay datos de acción imperial de china: la base de Yibutí,
las siete islas artificiales que construye en el Mar Meridional, el
abandono a su juicio de una política militar defensiva. Es la misma idea
de Turner cuando presenta a China como un proceso imperial ascendente.
Yo creo que no es correcto, hay una diferencia cualitativa entre EEUU y
China. Es una diferencia de grado entre las dos potencias.
Hay otras tesis intermedias que dice que China ya es una potencia
capitalista pero todavía es un imperio más rezagado, no hegemónico.
Pretenden demostrar que China creció en forma espectacular, pero afronta
dificultades para ser un imperio ganador. Usan una formulación
intermedia, hablan de Estado capitalista dependiente con rasgos
imperialistas. Es una idea parecida a la que postula que China está en
un escalón inferior del Imperialismo: ya es una superpotencia y tiende a
actuar en forma imperial pero todavía no es lo suficientemente fuerte
para ejercer ese potencial. Quizás Esteban plantea algo parecido con la
mirada de China como potencia capitalista plena pero con un nivel
imperial aún insuficiente.
Yo creo que hay ciertos problemas en esta caracterización. Está bien
plantear los límites económicos y las fragilidades tecnológicas así como
las debilidades monetarias de la nueva potencia. Está bien buscar una
clasificación intermedia pero para ubicarse en el plano inferior del
Imperialismo China ya debería haber consumado una restauración
capitalista que no está concluida y si esto no sucede no puede actuar
como potencia imperial. Todas las fragilidades que ellos describen de
China se derivan a esa fragilidad de consolidación del capitalismo. La
clase dominante china tendría que tener una capacidad de imponer
acciones geopolíticas exteriores duras que el PC no acepta porque
mantiene una política de no injerencia en el mundo. Por eso, creo que el
problema del Imperialismo lo tenemos que estudiar más en el terreno
geopolítico que en el plano económico.
Como tercera conclusión, entonces, tenemos que analizar el conflicto
de EEUU y China con una teoría marxista del Imperialismo que nos permita
conceptualizar el status social y geopolítico intermedio de China y esa
noción es una mención que debe ser elaborada entendiendo que los
conceptos básicos nos resultan insuficientes. Esta es una pista por la
que hay que trabajar.
El cuarto tema a trabajar refiere a que el enfoque que expongo es
polémico con la tesis que plantea que China es una potencia
Imperialista. No coincido con Turner cuando dice que es tan imperialista
como EEUU. En Turner está presente la idea maoísta que, de la misma
manera que Rusia evolucionó del socialismo al social-Imperialismo antes
de ser un país plenamente imperialista, ellos ven a China como un status
del mismo tipo: un momento social-imperialista que lo lleva al
imperialismo. Sin embargo, eso no se corrobora, como expuse, con el
perfil defensivo, con la geopolítica cauta. China no interviene en
África, por ejemplo, como Francia; China no despacha a Mali, tampoco
repite la trayectoria de Alemania o Japón a principios del siglo XX, no
sigue un sendero de rearme belicista para expandirse en su radio externo
inmediato.
Por eso, la idea de que hay un conflicto a inter-imperial, la veo sin
fundamento. Es anticipado y en contradicción con la realidad de lo que
estamos observando. Creo que la misma crítica y objeción cabría a la
idea de que China es una nueva potencia colonizadora, especialmente en
América Latina. En las versiones extremas de Ramírez, China ya es un
imperio depredador de América Latina comparable a Gran Bretaña del siglo
XIX; Bustos usó la variante más moderada, y, por último, otras voces
sugieren que China despunta como un nuevo eje, a partir del consenso de
Beijing, como una potencia colonizadora. Me parece que esto tiene un
aspecto correcto y es que la relación de China con América Latina es de
transferencia de valores, ahí es válido: China absorbe valor de América
Latina más en la forma de renta que en la forma de plusvalía, a
diferencia del Sudeste Asiático. Aun así, eso no nos define una política
imperial sino que ese componente económico y ese solo un elemento del
análisis.
En realidad, una potencia colonizadora es Israel porque coloca
colonos en territorios ocupados. No se ve a la diáspora china en el
mundo como si fueran mandados por Beijing en un dispositivo de ocupación
internacional colonizador equivalente a lo que hacía Gran Bretaña en el
pasado en Irlanda o lo que hace Israel en Cisjordania. El comercio
desigual que China tiene con América Latina no define una situación
colonial y menos una geopolítica imperial. En América latina el
Imperialismo es EEUU, el Plan Colombia, la cuarta flota, los intentos de
golpe de estado en Venezuela y Bolivia; no los negocios que hace China
con materias primas o infraestructura.
El problema es que estas caracterizaciones tienen consecuencias
políticas. Si yo digo que China es potencia colonial o imperial planteo,
como hace Turner, Ramírez o Bustos, que hay que denunciar por igual a
China y a EEUU, que hay que considerarlos equivalentes en su hostilidad
contra los pueblos y eso es un error. Hoy existe una agresión de EEUU y
tenemos que definir quién es el agresor y quién el agredido. Esto es
importante en América Latina porque no debemos relativizar el papel
dominante e intervencionista de tiene EEUU en la región que no se
asemeja al rol que desenvuelve China.
Advierto sobre esto porque creo que es muy peligroso para nosotros,
en América Latina, colocar a China y EEUU en un mismo sitio ya que nos
torna muy permeables a las ideologías de la derecha. Ese discurso de
diabolización de China que mezcla temor con incomprensión, que agita
absurdas ideas de totalitarismo chino emparentado con el populismo
latinoamericano, termina presentando a Cuba y Venezuela como peones de
China. Esto que discutimos tiene consecuencias políticas en el plano de
cómo se plantan nuestros países y pueblos frente al conflicto entre
China y EEUU.
El quinto tema refiere a que, como vieron, comparto las miradas que
postulan que China no es imperialista pero dentro de este campo común
hay muchos matices y diferencias. Observo una tendencia a la
indulgencia, a visiones angelicales que solo avizora cómo China crece a
través de un proceso de transiciones hegemónicas que la llevará a un
éxito del mundo multipolar. En esta mirada se omite el afianzamiento del
capitalismo en China que es un proceso que socava la propia estabilidad
de china y que los fuerza a modificar el tipo de política que sigue.
Les doy tres ejemplos de esta mirada, en mi opinión, angelical. La
tesis de una China de imperio sin imperialismo, de que China es
respetuosa del derecho internacional, que tiene un desarrollo propio,
que no amenaza a Occidente. Una idea de China como economía de mercado
pacífica vs. un capitalismo occidental belicoso. Está bien, no son
equivalentes, pero en China se está afianzando un sistema capitalista
que expande la acumulación de capital, la ganancia, la sobreinversión
que, si continúa avanzando, socavan esa idea de un país respetuoso del
derecho internacional.
La segunda idea, muy común, presenta a China encabezando una
mundialización inclusiva que desarrolla una alianza intercivilizacional
en el sistema mundo y que su proyecto es una mundialización que incluye,
no excluye. El problema es que es un sistema capitalista basado en la
disputa por el beneficio surgido de la explotación, hay ganadores-
perdedores; explotados- explotadores; beneficiarios- pobres; gente que
soporta la desigualdad y la flexibilización laboral. No existe ese mundo
idealizado y esa idealización que está muy presente en el propio
discurso oficial de China de enaltecimiento de las virtudes del libre-
comercio, de exaltación de Davos de una ideología de vago universalismo
que a veces aparece enmascarada en una retórica socialista un poco rara
donde hay un manifiesto comunista invertido que, en vez de ser
presentado como un manifiesto de denuncia del capitalismo es presentado
como una proclama de los beneficios del libre comercio que nos
conduciría a la hermandad de los pueblos en desarrollo mundial. Estas
son ideas extravagantes que no ven la realidad.
Otro ejemplo es el que dice que China no es responsable de los
problemas de la periferia porque se expande con inversión, con
productividad y no afecta a la periferia. Eso no es cierto, sí hay
intercambio desigual. La idea de que China no tiene la culpa de que el
mundo sea así y hacen lo que pueden, es una idea un poco ingenua. China
incide en la trayectoria del capitalismo mundial y no puede eximir a las
clases dominantes y el poder político de China del rol que tienen en el
mundo porque no es cierto que son un simple contrapeso del
neoliberalismo, aunque no sea un modelo neoliberal. El modelo chino
permitió, a escala del capitalismo mundial, recomponer la tasa de
ganancia, modificar las relaciones de fuerza y con la baratura de la
fuerza de trabajo, apuntalar la reestructuración del capitalismo del
siglo XXI.
Para que china pudiera cumplir un rol de cooperación global, debería
contrarrestar esa expansión externa e interna del capitalismo. Por lo
tanto, esta mirada benevolente de muchos de los que postulan
acertadamente que China no es imperialista pero, abandonando el
pensamiento crítico, y que la razón de ese abandono es que China forma
parte del Sur Global, entonces eso explicaría estas ideas de un país que
coopera, que favorece al mundialización inclusiva. El problema es que
China tiene una geopolítica defensiva pero económicamente ya es un nuevo
centro, no forma parte de la periferia e incluso se ha distancia de los
emergentes al lucrar con el intercambio desigual.
No es cierto que China simplemente es un capitalismo subdesarrollado
que sufre drenaje de fondos. Dentro de estas tesis se construyen estas
críticas y van en esta línea de relativizar el cambio de China para
mantener su ubicación en Sur Global. Esta mirada desconoce que China no
es una periferia subordinada, sino que está batallando con EEUU por el
liderazgo de la revolución digital. China tuvo un rol protagónico en la
crisis de la pandemia, tiene conflictos potenciales con el sur en la
titularidad china de las inversiones de infraestructura en Sri Lanka, en
Malasia, en Tanzania. También disputa mercados con EEUU en América
Latina y puede llegar a tener un conflicto si algún deudor, como parecía
que ocurría en Sri Lanka o Kenia, le declara una cesación de pagos.
Entonces, hay que tener cuidado con esta idea: China no forma parte
del Sur Global y por la misma razón no creo acertado ubicar a China en
un campo anti-imperialista, de continuidad de la Conferencia de Bandung o
en un campo de los movimientos de los no alineados. China ya no
atraviesa por una situación de pasado cuando soportó la Guerra del Opio,
las invasiones de Japón, el acoso de posguerra. Ahora confronta con
EEUU, pero no lo hace desde el lugar de Irak, de Panamá o de Libia;
China interviene en el mercado mundial y se distanció de su propio
pasado maoísta. Por eso China podría ser correctamente situada en un
bloque multipolar, contra- hegemónico pero anti-imperialista es el ALBA,
no es la BRICS. Esto es importante porque a China no hay que verla como
un todo, como un bloque, ya que tiene una disputa interior entre
neoliberales, estatistas y socialistas y los anti-imperialistas en China
son los socialistas, la izquierda china, que postula un proyecto
internacional de resistencia a la globalización capitalista.
Como conclusión de esto, China no es una potencia imperialista pero
tampoco actúa en campo anti-imperialista. Es una economía central, no es
parte del Sur Global y su futuro es disputado por proyectos
neoliberales, estatistas y socialistas.
Como observación final dentro de un escenario de conflicto entre EEUU
y China, lo que predomina no un escenario de integración, que es lo que
postulaba la idea transnacionalista de Robinson, que vamos hacia una
clase capitalista transnacionalizada asociada entre EEUU y China con un
estado transnacionalizado. Eso no se verifica. La tesis de que China se
asimilaba al orden neoliberal estrechando vínculos con EEUU, era una
postura previa a la crisis de 2008 que con el paso del tiempo quedó
refutada. Se avecina mayor conflicto y en él tenemos un contexto de
corto plazo que es muy nítido: China está ganando y EEUU perdiendo.
Nadie duda de esto, los datos son abrumadores en cualquier plano:
geopolítica, economía e incluso de la tecnología de las finanzas; en la
crisis de la pandemia se confirmó que China avanza y EEUU afronta
límites y fracasos cada vez mayores. Pero este es corto plazo.
Esto ha sido así y lo sigue siendo, pero no deduciría un pronóstico
de mediano o largo plazo. Ahí cabe el interrogante. En ese contexto, el
escenario es más incierto y podríamos mencionar tres posibilidades muy
genéricas de largo plazo. La primera es que EEUU gane la pulseada con
China y reconstituya su supremacía imperial volviendo al periodo de
posguerra. La segunda es que China gane con una estrategia capitalista
de libre comercio y ahí sí se afiancen el capitalismo en China y su
transformación como potencia imperialista. Una tercera es que China
gane, pero sin ese corolario sino en otro escenario mundial de lucha
popular, de rebeliones donde el cambio de la relación de las fuerzas
mundiales a favor de los pueblos haga renacer los proyectos socialistas
y, por lo tanto, la reubicación en un campo anti-imperialista.
A largo plazo, o mediano, esos son los tres escenarios que están
abiertos y nos sirve como barómetro para reflexionar en el futuro sin
dar por sentada ninguna trayectoria y reconociendo que existe una gran
indeterminación en el resultado final pero que lo importante es que en
cualquiera de las alternativas, y esta es la conclusión final, este
conflicto nos va a delinear el perfil del imperialismo del siglo XXI.
Nos deja resuelto el enigma del periodo actual que es el carácter aún
poco cerrado que tiene el imperialismo contemporáneo por eso es clave
seguir este conflicto entre EEUU y China y reflexionar a escala de los
conflictos y a nivel de las reflexiones teórico.
Martinelli: Se desprenden una serie de preguntas, la primera
refiere a que nombraste al pasar a Rusia y a potencias de segundo
orden. Si hacemos un corte arbitrario a partir de la crisis de 2008
hacia esta parte donde hay una mayor consolidación y mayor auge chino,
¿cómo ves la geopolítica y geoeconomía china hacia el interior y hacia
Eurasia también? Y, por otro lado, ¿qué rol cumplen las potencias de
segundo orden?
Katz: Hay varios subtemas en esas preguntas. El
primero es el tema estrictamente militar del Mar de China que se está
convirtiendo en un escenario bélico con una aglomeración de dispositivos
militares de gran envergadura, donde EEUU, a lo largo del tiempo, va
creando un dispositivo de cerco y agresión muy consistentes. El Quad de
EEUU es una OTAN que quieren que sea más importante que la OTAN y es con
Australia, con Japón y con Corea del Sur y con la india. Son los países
con los que EEUU imagina que se pueden crear escenarios de conflictos
regionales con China. Nadie piensa en una guerra entre EEUU y China sino
situaciones de conflicto. Antes de llegar a un conflicto entre estos
cuatro, hay puntos de roces más directos y constantes: Hong Kong y
Taiwán que son dos lugares donde se va procesando la pulseada.
En Hong Kong es complicado porque sabemos que EEUU no tiene una
incidencia enorme, pero al mismo tiempo sabemos que su población rechaza
al sistema político chino así que hay una situación contradictoria que
nos puede hacer olvidar que para EEUU es una apuesta. En Taiwán ganó las
elecciones un sector derechista que es el más reacio a cualquier
unificación con China. Para China tanto Taiwán como Hong Kong y Macao
son claves. El fin de la era colonial de China y de reconstitución del
país tiene el sentido de Malvinas para nosotros, pero con la diferencia
es que ellos son Malvinas en ascenso. Entonces, digo que ahí hay un
nivel de conflicto innegable.
EEUU tiene un gasto militar tres veces mayor que el de China que
tiene 260 cabezas nucleares y EEUU 4500. Todo el dispositivo naval
chino, a pesar de que tienen más barcos, no se puede comparar con las
bases flotantes móviles que tiene EEUU: 25 bases militares solo en Japón
y 15 en Corea y apuesta a recrear la rivalidad entre la India y China
como en los años ’60 porque es más difícil recrear el conflicto con
Corea del Sur y Japón donde internamente hay movimientos pacifistas muy
fuertes que rechazan todos tipo de agresión. En cambio, en la India, con
este gobierno más derechista, sí hay una presión fuerte para la
agresión con China.
Los resultados del último año en este contrapunto entre China y EEUU
son fabulosos. El éxito de China en la pandemia es, a esta altura,
innegable. Su tasa de crecimiento ya es la habitual y los pronósticos
dicen que su crecimiento será del 7%, como mínimo estando ya en plena
recuperación económica. El manejo que lograron de la pandemia ha dejado
una actuación casi de hazmerreir a EEUU con medio millón de muertos, con
desmanejo de la pandemia y todos los liberales sin poder decir nada
frente a un sistema sanitario y político chino que con un mecanismo de
semáforos individuales logró el control de la pandemia. Así, mientras
que en EEUU se discutía si había que usar o no barbijo, todas las
familias chinas tenían en su celular un semáforo que le dice si pueden o
no salir.
China está exportando, como Rusia, vacunas y EEUU está
sobre-vacunando a su población. Hay una diferencia geopolítica enorme
pero esto nos habla del corto plazo. La carta de China es el acuerdo de
libre comercio que acaban de firmar con las principales economías del
Sudeste Asiático y van a querer, con esto, la asociación económica
integral regional. Ahí metieron a Australia, a Corea del Sur y a Japón,
que ahora están entre dos fuegos porque establecieron un convenio
económico con China y un convenio militar con EEUU. Ahí empieza la
disputa.
Se ve cómo juega cada uno. EEUU juega por lo militar aunque parece
que Biden no lo puede hacer. Biden quería ofrecer el Tratado del
Pacífico como ofreció Obama pero no puede hacerlo. La clave de todo esto
es el acuerdo chino con Rusia. Trump no logró romper el acuerdo; su
estrategia era un acuerdo con Putin y atacar juntos a China pero no lo
logró porque los demócratas no quisieron al ser más reacios a romper ese
frente por la hostilidad es del mismo tipo con los dos. Por donde lo
mires, el escenario está muy complicado para EEUU
Martinelli: De acuerdo a lo que mencionaste del escenario
actual y las categorizaciones intermedias, ¿cómo es actualmente la
situación en China? ¿Se puede hacer un pronóstico?
Katz: La tercera hipótesis de mediano plazo es la
hipótesis optimista, de los que estamos en el campo popular, los que no
vemos solo escenarios contrapuestos de dominación imperial
estadounidense o dominación imperial china. Creo que existe esta tercera
posibilidad pero que transitaría por un cambio en el escenario político
mundial de recuperación de las luchas populares.
Hay dos elementos de interés para esta posible perspectiva. La
primera es que antes de la pandemia, en 2019, había un momento de
rebelión mundial afianzado: se hablaba de las rebeliones en el Líbano,
en Francia, de la juventud precarizada. Con la pandemia se cerró, pero
cuando ésta termine posiblemente se reactivarán esas corrientes de
luchas internacionales que tienen un dato clave, y es el papel del nuevo
proletariado del Sudeste Asiático. Estamos viviendo un momento de
enormes luchas en la India, hay huelgas de campesinos y en distintos
países tan alejados de nuestra realidad que no los seguimos, pero hay
movimientos importantes de luchas en Corea del Sur, en todo ese conjunto
de países que reúnen el grueso del proletariado mundial junto con
China.
Creo que una reactivación de esa lucha puede incidir sobre la
situación interna de China que no tiene definido aún su status social.
No creo que sea un país plenamente capitalista porque tiene componentes
del legado socialista potencialmente presentes que se manifiesta por
arriba, en la existencia del PC al frente del Estado y por debajo, en la
existencia de una cultura de conquista sociales y de corrientes
importantes del marxismo y de la izquierda china que pesan en la
sociedad.
Creo que un escenario global y regional favorable a las luchas
sociales que, a su vez, coloque al proletariado y juventud chinos en un
lugar importante de protagonismo político, pondría a la izquierda china
en un rol inédito y seguramente protagónico. De ahí comenzaríamos a ver
cómo la izquierda china tiene una estrategia de la política
internacional distinta a la que nosotros escuchamos habitualmente como
la política oficial de china. Por ejemplo, plantea que el país debe
volver a sus raíces anti-imperialistas y volver a la convergencia con el
foro de San Pablo, con el ALBA; en una política internacional de
globalización cauta y no de expansión. Cauta donde haya una
compatibilidad entre la economía internacional china y la prioridad del
consumo y las mejoras del nivel de vida del pueblo chino.
En síntesis, un cambio en el escenario mundial, donde América Latina
ocuparía un lugar muy importante, haría que el potencial socialista
chino vuelva al primer plano y allí mi tercera hipótesis de una
recomposición china pero no como potencia imperial o sociedad
capitalista sino de recomposición de la tradición y trayectoria
socialista adaptada a la nueva realidad del siglo XXI.
Martinelli: En ese sentido, ¿Cómo traducís la publicidad, en
estos días y el año pasado, de que se alcanzaron las metas previstas
para 2030 en la lucha contra la pobreza dentro de China? Por otro lado,
¿cómo se representan los chinos el conflicto con EEUU? ¿Se puede
comparar con la propaganda propia de EEUU? ¿Cuál es la posición China
ante la cuestión Palestina?
Katz: Soy cauto. Nuestra aproximación a China es
obligada porque sino no podemos comprender la realidad mundial y ello
haría imposible hablar de América Latina, pero recordemos que tenemos
una barrera de conocimientos muy alta y no me atrevería a contestar la
pregunta de cómo visualiza la sociedad china el conflicto con EEUU. Pero
haría dos observaciones que, sí con cautela, podemos imaginar.
La primera es que la sociedad china es una sociedad históricamente
acosada por el exterior, solo logró su constitución definitiva como
nación independiente con el triunfo de la revolución en 1949 y hasta ese
momento era un país partido por la invasión japonesa, el colonialismo
inglés, francés y presión imperial estadounidense. Esta memoria de un
coso externo está en la actitud de tanta cautela que tiene China en su
política exterior. Es ilustrativa la comparación con Rusia donde no hay
una memoria de acoso sino de potencia que actúa a escala global y esto
fue así en el Imperio zarista y en la Unión Soviética. Mientras en un
caso hay una constitución de un país en torno a una geopolítica mundial,
como Rusia, en el otro hay una constitución en torno a una geopolítica
encerrada por esa trayectoria.
El contraste con esta observación es el surgimiento de una clase
media de varios millones de personas con una cultura de consumo
occidentalizada por primera vez en la historia contemporánea de China.
No son pequeños núcleos como en el pasado: Hong Kong, Macao, Shanghái.
Ahora, hay una clase media que modificó su status y absorbió la cultura
de patrones de consumo occidental y esto pesa porque es el sector que
opera como la base social del neoliberalismo chino. Hay una disputa
entre corrientes políticas y culturales de distintos grupos.
Sobre la segunda pregunta. Creo que habría que anticipar como
definición que la idea de que China sea un sub-imperio porque es un
imperialismo poco desarrollado e insuficiente, a mi entender, es
incorrecta porque la noción de sub-imperialismo no quiere decir
desarrollo imperial insuficiente. Es el error de quienes dicen que China
no es un imperialismo desarrollado y por eso es sub-imperialismo. Se
equivoca la interpretación de esta noción en el sentido que lo usamos
quienes somos seguidores de Marín que dice que el sub-imperialismo no es
un imperialismo menos desarrollado: EEUU es un imperialismo muy
desarrollado, Francia o Inglaterra hoy serian imperialismos menos
desarrollados, pero todos son Imperialismo.
Sub-imperialismo es una noción que se aplica a aquellas potencias que
tienen una relación de asociación o conflicto con EEUU. Es el caso de
Turquía, de la India, de Brasil, de Sudáfrica, pero no China porque no
tiene una relación de asociación geopolítica con EEUU; no hay bases
militares de EEUU en China, no hay convenios geopolíticos.
Sub-imperialismo tiene otro sentido por eso hemos discutido si
corresponde la noción de imperio en formación, pero no sub-imperial. Son
ajustes que se hace con la reflexión sobre el concepto.
Martinelli: ¿Crees que Medio oriente va a ser una de las pujas del conflicto?
Katz: El próximo tema será el imperialismo en
Ucrania, Rusia y Medio Oriente. Vamos a explorar en detalle el Medio
Oriente. Ahora diría que es el centro de los conflictos candentes no
potenciales sino efectivos porque ahí hay bombas todos los días. Biden
lo primero que hizo fue bombardear Siria e Irak porque es la zona donde
los conflictos se procesan de modo militar. Por esta razón vamos a
estudiarlo bien y anticipo que China es donde más quiere estar ajeno, no
quiere meterse.
China hace negocios con Arabia Saudita, con Qatar, con todos y no va a
forzar la Ruta de la Seda en esa zona si eso involucra alguna
interferencia militar. Es diferente a lo que hace Rusia que está metida
en el conflicto, participa. China si es forzada a intervenir
militarmente sólo lo hará en su propia zona, en el Mar Meridional. Es un
tema que nos queda para las próximas reuniones de este grupo.
Martinelli: Más en nuestra región: ¿cómo se arma un bloque
en América Latina de negociación con China en contra de la primarización
si Argentina exporta materia prima a China?
Katz: La única forma que tiene América Latina de
modificar su status con China es negociando en bloque. Mientras continúe
cada país negociando con China por su cuenta, avanzará la
primarización, es inexorable. Es evidente que es una negociación de un
gigante con un pimeo y no hay razón por la que China aceptaría otros
términos de la negociación sino enfrenta a un bloque que modifique eso.
China es proclive a una negociación más amigable que acepte, por
ejemplo, el procesamiento del litio en Bolivia. Se puede negociar alguna
forma de reindustrialización, pero no hay que ser ingenuos, China
quiere la soja y la va a comprar de forma abrupta excepto que Argentina
negocie de otra forma y eso implicaría que debe rearmar UNASUR y
recomponer el ALBA.
Imaginen si América Latina hubiera negociado las vacunas con Chin,
con Rusia, con todos como lo hizo la Unión Europea, hubiera sido un
bloque que, en términos de moneda, de la cantidad de vacunas que se
puede comprar, en términos del interés que despierta, el resultado
hubiera sido distinto.
La clave de América Latina siempre es la constitución de un bloque
geopolítico que es de resistencia a EEUU y de negociación con China. No
es un bloque de resistencia a China y a EEUU. Hay que resistir a EEUU
por una razón sencilla: tiene la cuarta flota en América Latina, tienen
las bases en Colombia y América Latina tiene la embajada de EEUU
preparando golpes de estado en todos los países. Hay que actuar
conformando un bloque contra eso. Con China hay que establecer formas de
acción económica conjuntas que, a su vez, nos abra un camino
geopolítico distinto. Para eso hay que crear un bloque progresista,
rearmar UNASUR. Lo importante no es cuán factible es sino entender lo
que se necesita.
Martinelli: La charla disparó otra cuestión, ¿podes comentar
brevemente sobre el devenir de América Latina a través de los casos que
siempre mencionas: Brasil, Venezuela y Cuba?
Katz: Creo que el fracaso de Bolsonaro, que ahora ha
quedado corroborado con la decisión de anular el procesamiento de Lula y
la candidatura de Lula en el 2022 contra Bolsonaro, y demostró que la
delirante idea de Bolsonaro de seguir a Trump haciendo un acuerdo con
Taiwán y dándole la espalda a China, era algo que solo podía caber en la
cabeza de un lunático.
La clase dominante brasileña de entrada le dijo a Bolsonaro.: «vos
estás loco, nosotros tenemos todos nuestros negocios de exportación con
China, no nos vamos a pelear para hacer una aventura de Trump y tuya».
Es importante que, en la propia estructura de Brasil, la sociedad con
China se mantuvo y eso nos indica el carácter estable y perdurable de
los acuerdos políticos entre América Latina y China más allá de que
tengamos gente como Bolsonaro en el poder, que puede tener la fuerza
política para proscribir a Lula, pero no para revertir un acuerdo de
mediano plazo con China.
El caso de Venezuela nos indica que, si no tenemos políticas
económicas consistentes, China no te va a salvar. En Venezuela hay un
colapso económico que deriva de los ataques de EEUU, pero en parte
también de la inconsistencia económica del gobierno bolivariano y
ninguna ayuda de China alcanza, en ese caso.
En Cuba tenemos un caso interesante de una vacuna que casi es un
milagro, pero ahí se ve que con una política sensata y consistente puede
combinar acuerdos económicos con China y decidir un perfil de qué
ventaja, en qué ámbito podés actuar en el plano político y en el
económico en situaciones adversas, como lo es el desarrollo de un
proyecto sanitario, avanzar y consolidar. Se requieren políticas que
sean solidarias, socialistas, pero necesariamente inteligentes para
poder avanzar y Cuba es un buen ejemplo de esa combinación de socialismo
con realismo y con inteligencia.
DIALOGOS CON CLAUDIO KATZ: Implicancias del conflicto entre Estados Unidos y China. Moderado por Martín Martinelli
*Claudio Katz es argentino y nació en 1954. Es
licenciado en Economía (1987) y doctor en el área de Geografía (1997).
Dirige proyectos de la Universidad de Buenos Aires y es investigador del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Coordinó grupo de trabajo de
CLACSO y es miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de
Argentina.
Se desempeña como profesor de las cátedras Economía para
Historiadores y Economía II en las Facultades de Filosofía y Letras y
Ciencias Sociales de la UBA. Es docente de seminarios de doctorado y
pos-grado y ha sido profesor invitado en universidades de varios países.
Recibió tres menciones honoríficas del Premio Libertador al
Pensamiento Crítico por sus libros “Bajo el Imperio del Capital” (2011),
“Las disyuntivas de la izquierda en América Latina” (2008) y el “El
porvenir del socialismo” (2004).
También circulan varias ediciones de su ensayo El rediseño de América
Latina. ALCA, MERCOSUR Y ALBA (2006) y de su trabajo “La economía
marxista, hoy. Seis debates teóricos (2010)
Es miembro del consejo editorial de varias revistas académicas y
desarrolla una intensa actividad en sindicatos, movimientos sociales y
organizaciones políticas de Argentina, como integrante del colectivo
Economistas de Izquierda (EDI).
*Martín Martinelli es Doctor en Ciencias Sociales y
Humanas y profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján
(Argentina). Es coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun /
CLACSO «Palestina y América Latina» por el Instituto de Estudios de
América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires).
Asia Times Online, traducido por German Leyens para Rebelion
La quinta vuelta del Diálogo Estratégico y Económico China-EE.UU. comenzó este jueves en Washington. Esta “Hermandad” China-EE.UU. involucra bastante parloteo, sin una acción perceptible. El Think-land-EE.UU. trata de producir la impresión de que Pekín se encuentra ahora en una posición más frágil con respecto a Washington en comparación con el entorno posterior a la crisis financiera en 2009. Una tontería.
Es como si el continuo escándalo (global) de la NSA no hubiera tenido lugar; Edward Snowden sacó a la luz cómo el gobierno de EE.UU. se ha vuelto contra sus propios ciudadanos incluso mientras espía a virtualmente a todo el planeta. Luego existe el meme de que la economía china tiene “problemas”, cuando en realidad Pekín está lanzando una compleja estrategia de largo alcance para calibrar los efectos de una relativa desaceleración económica.
Finalmente, la supuesta “conducta agresiva china” en términos de seguridad asiática no es más que propaganda. Pekín, por supuesto, está reforzando su ejército, pero al mismo tiempo tanto China como algunos miembros seleccionados de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático están afinando sus tácticas antes de emprender conversaciones multilaterales sobre un código de conducta para cualesquiera problemas serios en el Mar del Sur de China. Sería insensato que Pekín decidiera elegir una diplomacia del tipo cañonera, que ciertamente atraería un contragolpe estadounidense.
Atascado, a lo largo y a lo ancho
Pekín ha interpretado claramente que la “liberación” por la OTAN de Libia, devuelta ahora a la condición de Estado fallido; el apoyo de EE.UU. para la destrucción de Siria y el “giro” hacia Asia está todo relacionado, tiene como objetivo la ascensión de China y se ha diseñado para afectar la compleja estrategia china de un corredor energético eurasiático.
Pero no parece funcionar. Como informó Rebelión , el gasoducto Irán-Pakistán (IP) puede terminar siendo IPC, la “C” es una extensión a Xinjiang en China occidental. Pekín también sabe perfectamente que el propuesto gasoducto Irán-Irak-Siria ha sido un motivo clave para el enfático ataque contra Siria orquestado por actores como Catar, Arabia Saudí y Turquía. Pekín sabe que si Bacher al-Asad se queda y el gasoducto de 10.000 millones de dólares llega a terminarse (ciertamente con ayuda financiera china y rusa) puede resultar que el mejor cliente sea la propia China, y no Europa Occidental.
Considerando su relación estratégica con Islamabad, Pekín también es muy consciente de cualquier acción estadounidense para provocar problemas en el geoestratégicamente crucial Baluchistán en Pakistán, con una posible extensión a la vecina provincia Sistán-Baluchistán en Irán. Paralelamente, Pekín interpreta las bravatas e intransigencia de EE.UU. respecto al programa nuclear de Irán como una historia de cobertura para perturbar su sólida asociación de seguridad energética con Teherán.
Respecto a Afganistán, los corredores en el Zhongnanhai en Pekín deben de estar resonando con risas mientras Washington vuelve atrás no menos de 16 años, al segundo gobierno de Bill Clinton –una eternidad en política– para hablar con los talibanes en Doha esencialmente sobre una de las jugadas más antiguas en Ductistán. “Queremos un gasoducto” (el TAPI, Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India) dice Washington. “Queremos nuestra tajada”, responden los talibanes. Es política como en “El día de la marmota”.
El problema es que Washington no tiene absolutamente nada que ofrecer a los talibanes. Los talibanes, por su parte, mantendrán su programa de ofensiva de verano, sabiendo perfectamente que podrán hacer lo que quieran después que el presidente Hamid Karzai caiga en el olvido. En cuando a la noción de Washington de que Islamabad podrá mantener bajo control a los talibanes afganos, hasta las cabras en el Hindu Kush se ríen ante la idea.
Todo tiene que ver con Siria
Siria, no obstante, sigue siendo la historia crucial – como el pivote de un cáncer que se expande, una guerra sectaria suní/chií alentada en gran parte por la Casa de Saud y otros actores del Consejo de Cooperación del Golfo, y aceptada sin matices por el gobierno de Obama.
Fue necesario un valeroso diplomático para filtrarla, más traducciones del ruso al árabe y luego al inglés, para que el mundo tuviera una idea de lo que los políticos discuten realmente en esas vacuas cumbres útiles para efectos fotográficos. Lo que el presidente ruso Vladimir Putin dijo cara a cara a Obama, al británico David Cameron y al presidente francés François Hollande en la reciente cumbre del Grupo de Ocho en Irlanda del Norte es nada más y nada menos que apasionante. Ejemplos:
Putin dirigiéndose a la mesa: “¿Queréis que el presidente Bacher al-Asad renuncie? Mirad a los dirigentes que habéis instalado en Medio Oriente durante lo que habéis bautizado como ‘Primavera Árabe’.”
Putin dirigiéndose a Obama, Cameron y Hollande: “Queréis que Rusia abandone a Asad y su régimen y apoye a una oposición cuyos líderes no saben nada excepto emitir fatuas declarando quiénes son herejes, y cuyos miembros –que provienen de un montón de países diferentes y tienen múltiples orientaciones– no saben nada excepto masacrar gente y comer carne humana”.
Putin dirigiéndose directamente a Obama: “Su país envió su ejército a Afganistán en el año 2001 con la excusa de que estáis combatiendo a los talibanes y a la organización al Qaida y otros terroristas fundamentalistas a quienes vuestro gobierno acusó de realizar los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Y aquí estáis ahora haciendo una alianza con ellos en Siria. Y usted y sus aliados están declarando su deseo de enviarles armas. Y ahí tenéis a Catar donde vosotros (EE.UU.) tenéis vuestra mayor base en la región y donde los talibanes están abriendo una oficina de representación.”
La mejor parte es que la canciller alemana Angela Merkel luego corroboró todas las palabras de Putin. Y el presidente chino Xi Jinping ciertamente hubiera hecho lo mismo.
Sigue tejiendo esa red, hermano
Incluso si la brillante idea del gobierno de Obama de seleccionar a los rebeldes “buenos” para que reciban armas ligeras funcionara (y no lo hará; en un escenario bélico las fuerzas combatientes verdaderamente duras –como las bandas al estilo de Jabhat al-Nusra– terminan por apoderarse de las mejores armas); no existe evidencia de que las fuerzas de Bacher al-Asad vayan a ser doblegadas.
Al contrario. Habrá una ofensiva para reconquistar todo Alepo – ya está en progreso, así como una ofensiva hacia el sur a Daraa para asegurar la frontera con Jordania; las armas financiadas por las petro-monarquías para los “rebeldes” en el sur de Siria pasan por Jordania. Rumores de “extensión excesiva” son fuertemente exagerados; esto se puede lograr por etapas.
Rusia, mientras tanto, seguirá realizando un juego muy astuto; asegurando armas esenciales al gobierno sirio mientras se mantiene dispuesta a entregar material aún más letal en caso de que Washington decidiera aumentar su armamentización.
Y luego existe todo el lío de los Hermanos Musulmanes. Al-Akhbar ha detallado deliciosamente cómo la Casa de Saud prácticamente destruyó a Catar en Egipto – así como en Siria. Nunca se puede recordar lo suficiente que la Casa de Saud apoya a retrógrados partidos salafistas en Egipto y arma a retrógrados combatientes salafistas en Siria.
En Egipto, los nuevos jefes –saudíes y emiratíes– son como el antiguo jefe – los cataríes. Antes de decidir recientemente que se depondría a sí mismo, Emir al-Thani gastó hasta 17.000 millones de dólares en diversos partidarios de la Primavera Árabe, en su mayoría para Mursi en Egipto. Ahora la Casa de Saud ya ha ofrecido 5.000 millones, y los Emiratos 3.000 millones. Obviamente, ninguno de ellos ha leído en Asia Times Online los puntos de vista de Spengler – quien ha demostrado que Egipto, para gran pesar de su maravillosa gente, seguirá siendo una república bananera – sin las bananas (vea “Islam's civil war moves to Egypt”, Asia Times Online, 8 de julio de 2013.)
El resultado neto: Pekín apuesta a que ganará en Pakistán, en Irán, en Siria (ya está ganando en Iraq), en Ductistán, además del Mar del Sur de China, mientras Washington sigue atrapado en su propia red de la Hermandad. ¿”Frágil”? Qué más quisieras.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).
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