jueves, 11 de abril de 2013

Diez puntos para conocer mejor Israel

Jerusalén, Israel
Por Jordi Pérez Colomé en www.obamaworld.es
Aquí hablaré de diez puntos todos mezclados. Estos diez puntos son una introducción.
1. Es un país pequeño. Israel es pequeño en tamaño y población. Desde Tel Aviv a Metula -la ciudad más al norte de Israel- hay 200 kilómetros, poco más de 2 horas (en la imagen); desde Jerusalén a Tel Aviv hay 60 kilómetros -hay menos aún de Tel Aviv a una hipotética frontera con Cisjordania- y el único espacio amplio que tiene el país es el desierto del Néguev, al sur.
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La pequeñez geográfica se traslada bien a la ciudadana: mucha gente se conoce. Cuando he buscado a profesores, políticos o periodistas, me ha sido fácil encontrarles. Alguien tenía su teléfono en seguida. “Siempre estás a dos números de teléfono del primer ministro”, me han dicho. He tenido esa sensación.
“He visitado China 40 veces -me decía el ingeniero agrónomo Hadar Shalev. Cada vez que me preguntan por Israel y les digo que somos 6 millones, no se lo creen. Es como una ciudad allí.”
2. Hay al menos ashkenazíes y mizrajíes. En Israel el origen es importante. Una pregunta que solo me han hecho en Israel es esta (y me la han hecho dos veces): “¿Cuántas generaciones hace que tu familia vive en España?” No tengo ni idea, pero aquí es importante. Un joven catalán que acaba de mudarse a Israel me confirmó que le preguntan a menudo por su origen y apellido.
Una de las preguntas que hago en mis entrevistas es saber el pasado familiar de cada persona. Las variantes son espectaculares. Me he encontrado a familias que vinieron a Palestina con las primeras emigraciones en la década de los 80 del siglo XIX a judíos de Kerala (India).
Este detalle no es una tontería. Según su origen, los judíos se dividen en ashkenazíes -vienen del norte de Europa-, sefardíes -los que salieron expulsados de España y se repartieron por el norte de África y el sureste de Europa hasta Turquía; algunos aún hablan ladino o español antiguo- y mizrajíes -los que vienen de los países árabes al este de Israel, de Irán o más allá.
No he hablado con ningún judío en Israel que no sepa de dónde viene. Uno intentó quitarle importancia y decir que ahora eran “israelíes” porque una vez aquí es ya más normal tener padres de orígenes distintos.
¿Por qué es tan importante? Las primeras grandes oleadas de inmigrantes fueron ashkenazíes, antes de la creación del estado de Israel en 1948. Aún hoy son la elite israelí. Las grandes comunidades de judíos de países árabes llegaron en los 50. Son mizrajíes -sefardí se ha perdido por el camino- y se les tiene por menos avanzados. Su color de piel y apellido les delata.
Meir Javedanfar, un judío iraní que llegó a Israel en los 80, me contaba que su cultura está “más cerca de la árabe musulmana que de la judía ashkenazí”. Javedanfar se crió entre muecines y habla farsi como lengua materna. Muchos otros mizrahíes hablan árabe. “Si en lugar de ashkenazíes al principio hubieran venido mizrajíes -dice Javedanfar-, no habría habido tantos problemas, un judío egipcio se hubiera entendido mejor con un palestino que un alemán”.
Los ashkenazíes les tienen por menos. Es algo que tiene consecuencias sociales y políticas, hoy más diluidas pero aún vigentes. La primera victoria de la derecha en Israel -Menachem Begin en 1977- fue gracias al voto mizrají en contra de las elites izquierdistas ashkenazíes. Begin les prometió el reconocimiento que nadie más les daba. El partido ultraortodoxo Shas, por ejemplo, respresenta a judíos sefardíes. Aún hoy los ashkenazíes son de clases sociales más altas.
3. Es menos de izquierdas. Israel fue un país de izquierdas y ya no lo es. El lugar más emblemático para verlo son los kibbutz (kibbutzim en el plural hebreo). Algunos de los primeros asentamientos en Palestina antes de la creación de Israel eran kibbutz. Eran una comuna de inspiración soviética: un grupo de judíos compartía trabajo y todas las propiedades eran colectivas. Formaban pequeños pueblos de casas iguales con el objetivo añadido de fundar el estado de Israel.
Los kibbutz no solo tenían aspiraciones igualitarias, muchos se sentían el frente militar y se colocaban en lugares inhóspitos, en fronteras. Durante décadas los mejores soldados de Israel eran hijos de kibbutz. Hoy aún hay 270 kibbutz en Israel, pero sus aspiraciones son distintas, centradas en la supervivencia. Las empresas comunitarias a menudo han quebrado y los miembros han debido ir a trabajar fuera o han buscado recursos en privatizaciones.
El ideal se ha perdido. Ahora las unidades de élite tienen cada vez más soldados que proceden de los asentamientos. “¿Hay más kipás ahora en las reuniones de altos cargos militares del ejército que en los 70? Indudablemente sí”, me decía Amos Davidowicz, teniente coronel israelí y miembro del kibbutz Gezer (en la foto). Esas kipás son de religiosos nacionalistas -a menudo colonos- que no suelen votar a la izquierda.
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4. La religión es importante. Las kipás indican religión. En Israel hay cuatro grandes grupos en asuntos religiosos: secular, tradicionalista, religioso nacionalista y ultraortodoxo. Solo un grupo omite la religión de su vida. Es también el único que suele votar izquierdas. Se ha reducido en las últimas décadas.
En Israel no hay matrimonio civil ni, por supuesto gay -aunque reconoce los que se hacen en otros países. Miles de estudiantes religiosos de todas las edades -ultraortodoxos- reciben subvenciones del estado para ellos y sus instituciones.
Amir Mizroch, director de Israel Hayom, me contó esta broma: “En Israel hay un tercio de la población que sirve en el ejército, un tercio que trabaja y un tercio que paga impuestos. El problema es que es el mismo tercio”. Es una exageración, pero la crítica principal es para los ultraortodoxos, y más velada para los árabes; entre ambos grupos son un 30 por ciento de israelíes, una cifra que crece. Los ultraortodoxos ni sirven en el ejército -muchos están en contra del estado de Israel porque se ha fundado antes de la llegada del Mesías- ni trabajan luego.
No todos los ultraortodoxos son iguales. He hablado con capitanes ultraortodoxos del ejército que se esfuerzan para que la comida sea kosher y puedan seguir el sábbat para hacer que más se alisten. En las últimas elecciones el segundo partido, el recién creado Yesh Atid, logró parte de su apoyo con la promesa de obligar por ley a servir y trabajar a los ultraortodoxos. Varios seculares y algún ortodoxo me han hablado con bastante rabia -“¡les odio!”- de los ultraortodoxos.
5. La ocupación queda lejos. He hecho unas 25 entrevistas desde que llegué a Israel; la mayoría, a israelíes judíos. He preguntado siempre cuál es el mayor reto de Israel hoy. El más citado ha sido la ocupación, pero con una mayoría escasa. Para muchos israelíes, la ocupación de Cisjordania no es el gran desafío.
Es fácil y humano olvidarse. En una terraza de Tel Aviv, incluso en la comodidad de un piso en un barrio de Jerusalén, es sencillo olvidar cómo es de difícil vivir sin todos los derechos básicos en Cisjordania. Es sorprendente el número de gente con la que he hablado en Israel que no ha estado nunca en un asentamiento ni conocen, por supuesto, las dificultades cotidianas de los palestinos.
La ocupación solo causa problemas cuando sale en las noticias. Pero solo sale en las noticias cuando hay violencia. Mientras, los israelíes intentan vivir como si su país fuera normal. Hasta el siguiente sobresalto.

6. Una democracia judía es difícil. Israel es una democracia, pero tiene una característica que la hace única: los ciudadanos judíos de cualquier lugar del mundo tienen si quieren más derechos aquí que otros que nacieron en Israel y no son judíos.
Israel paga el billete de avión y unos meses iniciales de subsidio, y concede la ciudadanía al llegar a cualquier judío que decida emigrar a Israel -lo que se llama “aliá”, o subida; una pregunta típica para los que no nacieron en Israel es “¿cuándo hiciste aliá?”
Los árabes pueden perder la ciudadanía si emigran durante unos años o se casan con, por ejemplo, alguien de Siria, Líbano o Cisjordania -no con egipcios y jordanos, gracias al acuerdo de paz con Israel. Pero el caso más comparable al de otros países occidentales son los refugiados o los inmigrantes económicos.
Israel no concede el estatus de refugiado a (casi) nadie. Ha construido una valla en el Sinaí para que no entren eritreos o sudaneses que huyen de sus países. Tiene además varios campos o cárceles en el sur donde encerrarles.
Aún así, hay 60 mil aspirantes a refugiados en Israel, la mayoría africanos. Pero el estado ideará trucos para evitar que se queden -incluso les ha ofrecido dinero para que se vayan- o les expulsen.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, lo contaba así en 2012: “El fenómeno de la infiltración ilegal desde África es extremadamente grave. Amenaza la estructura de la sociedad israelí, la seguridad nacional y la identidad nacional”. Es importante el uso preciso de “infiltración”, con connotaciones de seguridad. ¿Por qué amenazan tantas cosas?
Muchos de los africanos que llegan son musulmanes. Si un día fueran israelíes quizá votarían a partidos árabes o formarían alguno propio. Es un riesgo. Pero el problema no es solo con los musulmanes. En Israel haymiles de filipinos católicos que cuidan a ancianos. Tienen permisos temporales.
Pero a veces sus hijos nacen aquí. ¿Qué hacer con esos niños filipino-israelíes? En 2006, con mucha presión, el gobierno concedió residencia a 900, pero a sus padres solo se la darían cuando esos jóvenes sirvieran en el ejército.
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Fue solo por una vez. Ahora deben hacerlo de nuevo y muchos niños que llevan años en Israel y cuya lengua es el hebreo pueden verse en Filipinas en días.
Las democracias se ajustan con los años, me decían, pero este asunto es difícil. En el resto de países occidentales la segunda o tercera generación de inmigrantes suelen estar asimilados. El problema en Israel es que la manera más rápida de ser judío -no la única- es nacer de madre judía.
A veces he oído preguntas y dudas por este asunto. Un judío lo es por nacimiento. Si luego es ateo, será un judío no religioso, pero será judío. Un filipino convertido al judaísmo -lo que no es fácil- será judío, pero no pertenecerá al pueblo judío. Son matices importantes. Si Israel quiere mantener su carácter judío, debe hacer magia con algunos aspectos de la democracia.
7. Hay árabes, pero viven aparte. En Israel un 20 por ciento de la población es árabe. El gobierno los llama “árabes israelíes”, pero alguno de ellos me ha dicho que esa definición es la que quiere el gobierno: ellos son “palestinos con ciudadanía israelí”. Judíos y árabes no se mezclan, pero conviven. Hay montones de momentos donde se cruzan, hablan, hacen negocios por todo el país, y ni se matan ni insultan.
Pero tienden a vivir separados. Hay pueblos árabes y pueblos judíos; hay barrios árabes y hay barrios judíos; hay escuelas judías y otras árabes. Hay escuelas mixtas e incluso escuelas donde hay dos profesores que enseñan en hebreo y árabe a la vez -son una minoría. Los recelos entre las dos comunidades son enormes.
8. Hay asentamientos distintos. Los asentamientos son un problema para la paz. Desde fuera, cuando hablamos de asentamientos se hace un solo grupo. Aquí distinguen. Hay asentamientos que seguirán en Israel si nace un estado palestino en Cisjordania, asentamientos complicados y asentamientos locos. Los barrios judíos en Jerusalén -aunque estén al otro lado de la presunta frontera- serán Israel.
Los grandes asentamientos -Maale Adumin, Efrat (en la foto)- que están en Cisjordania al lado de la presunta frontera también serán Israel. En una de las zonas -Gush Etzion- los asentamientos están construidos en tierra comprada por judíos antes de 1948 y que perdieron en la guerra de la independencia en el 48. Incluso israelíes judíos de izquierdas me han reconocido que eso será Israel aunque haya dos estados.
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Entre los asentamientos complicados, el que gana es Ariel. En Ariel viven 30 mil personas, tiene universidad y está aquí: en el centro de Cisjordania. El modo en que algo así debe gestionarse en un estado palestino es difícil de imaginar. También lo es pensar que se desalojarán con facilidad.
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Los asentamientos locos son los que se levantan con caravanas o casas prefabricadas en tierra dudosa o robada. Estos son los que seguro que saldrán, pero también los más fáciles, por tamaño y antigüedad. En suma, los asentamientos son un problema grave, pero menos extendido -de momento- de lo que parece.
9. Hay muchos niños. No he visto ningún país con más parques infantiles que Israel. Los ultraortodoxos suelen tener familias muy numerosas, pero los seculares tienen también dos o tres hijos. Las familias con niños copan los parques naturales y los restaurantes.
La tasa de natalidad en Israel era en 2010 3,09. La media de Europa y Asia Central era 1,81; en España, 1,39. En Israel la demografía es supervivencia. Los árabes israelíes y de Cisjordania o Gaza se reproducen aún a más velocidad y serán pronto la mayoría en el territorio de la Palestina histórica. Quien tenga más habitantes tendrá más derechos en un hipotético reparto de tierra o de votos.
Otros dos detalles curiosos. En Israel todos hablan inglés. Cuando pregunto algo por la calle, ni siquiera me doy cuenta de que lo hago en inglés. No todos responden bien, pero se apañan o piden ayuda. Los taxistas, conductores de autobús, camareros saben suficiente inglés como para salir del paso.
El segundo detalle: en Israel se trabaja mucho. La semana suele ser de cinco días y medio: muchos no descansan los viernes por la mañana, que sería el primer día del fin de semana. Los mismos días de la Semana Santa. Los israelíes trabajan 1.889 horas al año; los españoles, 1.663. La media de la OCDE (países desarrolados) es 1.749.
10. Israel no juega. En Israel casi todo el mundo que va por la calle ha servido años en el ejército, maneja armas y es probable que haya estado en al menos una guerra o intifada. Como me dijo el teniente coronel Amos Davidowicz: “Tú aquí ahora sentado me jurarás cien veces que nunca pegarás a un viejo, que crees que es una locura, pero yo podría ponerte en una situación en que podrías hacerlo”.
El ingeniero Hadar Shalev me contaba el caso de su hijo: “Guerra de Líbano en 2006. Él iba en un tanque. Al tanque de delante, a unos metros, le cayó un cohete. Todos sus amigos muertos ante sus narices. Pidió no volver a entrar en un tanque durante un año; ahora ya vuelve”.
Los israelíes van tres años al ejército -las mujeres, dos- y vuelven a su unidad más o menos un mes al año hasta que se jubilan hacia los 40. No todos los reclutas van a unidades de combate. Pero muchos sí. Hace unos días, en un kibbutz, mi anfitrión me describía a unos jóvenes locales que tomaban unas cervezas: “Este es paracaidista, este es tanquista, este es experto en explosivos, este quiere entrar en el Mosad [servicio secreto]”.
Como es obvio, no solo los israelíes son conscientes y sufren por esta situación. También los palestinos -es probable que más. Pero la ingenuidad en Israel se define de manera distinta. Hoy han caído cohetes en el Golán al norte y en el sur de Israel. El ejército israelí ha respondido. Apenas es noticia aquí. Ha pasado cientos de veces, y pasará más. Para convivir con algo así no se puede jugar a soldaditos ni aguantar largos debates de salón.
Por Jordi Pérez Colomé en www.obamaworld.es

martes, 9 de abril de 2013

El mensaje de las víctimas invisibles de EE.UU. Film "Dirty Wars"

Un nuevo film examina la agresión continua y sangrienta de EE.UU. en Afganistán y otros países de la región

The Guardian
Traducido por Silvia Arana

Ayer [30 de marzo de 2013] tuve el privilegio de ver una proyección especial de Dirty Wars (Guerras sucias) un film dirigido por Richard Rowley basado en el trabajo investigativo del periodista Jeremy Scahill sobre la guerra global encubierta del gobierno del presidente Obama. El film se enfoca, específicamente, en las interminables listas de personas a ser asesinadas por EE.UU. Escribiré en mayor detalle cuando se acerque la fecha de exhibición al público en general, y de la publicación del libro homónimo. Por ahora, me limitaré a decir que el film es el más importante que he visto en años: apasionante y con un fuerte impacto emocional, revela información nueva y de gran importancia, incluso para aquellos de nosotros que hemos seguido muy de cerca estos temas. El film recibió premios en Sundance y excelentes reseñas de medios tan inesperados como Variety y Hollywood Reporter. Quisiera señalar un pequeño aspecto que hace que este film sea crucial.El aspecto más propagandístico de la "Guerra contra el Terror" de EE.UU. ha sido, y sigue siendo, el tratar de que las víctimas no tengan voz, que sean invisibles. No suelen ser mencionadas en los periódicos; de igual manera ni las víctimas ni sus familiares pueden ser ni vistos ni oídos en la televisión. Los Ministerios de Justicia de Bush y Obama han colaborado con los jueces federales para asegurarse de que, incluso aquellos que todos admiten que son víctimas inocentes, no tengan acceso a los tribunales de EE.UU. y por lo tanto, carezcan de medios para que sus casos sean conocidos y sus derechos reivindicados. Las teorías de secreto a raja tabla y los crecientes ataques contra los denunciantes de conciencia marginalizan a esas víctimas aún más.
Es la táctica más avanzada para convertir a las víctimas en el Otro: ocultar su condición humana, posibilitar su deshumanización al relegarlas a la no existencia. Como sostuvo Ashleigh Banfield en su discurso de 2003 denunciando el trabajo de la prensa estadounidense en la guerra de Irak (meses antes de que se la nombrara en un cargo subalterno previo a ser despedida de MSNBC): los reportes de los medios corporativos de EE.UU. excluyen sistemáticamente tanto los puntos de vista del "otro lado" como a las víctimas de la violencia estadounidense. Los medios de los países predominantemente musulmanes reportan sobre estos sufrimientos pero los medios estadounidenses no lo hacen, lo que constituye una de las principales razones para la disparidad de puntos de vista entre las dos poblaciones. Ellos saben qué hace EE.UU. en esa parte del mundo donde ellos viven, pero los estadounidenses permanecen ignorantes de esa realidad.
La importancia de Dirty Wars (Guerras sucias) es que transmite de una manera visceral los efectos del militarismo de EE.UU. en estas víctimas invisibles: permitiéndoles que ellas hablen por sí mismas. Scahill y su equipo viajaron a sitios a los que los demás periodistas de EE.UU. o no pueden o no quieren ir: a provincias remotas de Afganistán, Yemen y Somalia para darle una voz a las víctimas de la agresión estadounidense. Escuchamos lo que dicen afganos cuyos familiares (incluyendo dos mujeres embarazadas) fueron masacrados por Fuerzas Especiales de EE.UU. en 2010 en la provincia de Paktia, a pesar de formar parte de la policía afgana. Frente a ese hecho la OTAN mintió descaradamente diciendo que las mujeres ya habían fallecido víctimas de "muerte por honor" en el momento en que ellos llegaron al sitio (mentiras repetidas, sin ningún cuestionamiento, por supuesto, por la prensa de EE.UU.).
Scahill entrevista a los traumatizados sobrevivientes de un ataque con misiles y explosivos de EE.UU. en el Sur de Yemen, que acabó con la vida de 35 mujeres y niños, pocas semanas después de que Obama recibiera el Premio Nobel de la Paz. Podemos notar una profunda ira en Yemen por el hecho de que el periodista yemení Abdulelah Haider Shaye, quien denunció la responsabilidad de EE.UU. en aquel ataque, no solo fue arrestado por el régimen local, títere de EE.UU., sino como lo reporta Scahill, fue encarcelado y continúa en prisión hasta hoy por pedido expreso del presidente Obama. Escuchamos el testimonio del abuelo del adolescente estadounidense de 16 años, Adulrahman al-Awlaki (que también es el padre del clérigo estadounidense Anwar al-Awlaki) -antes y después de que un drone de EE.UU. asesinara a su hijo y luego (dos semanas después) a su nieto adolescente, que todo el mundo reconoce que no tenía nada que ver con el terrorismo. Escuchamos a caudillos militares somalíes -financiados y bajo las órdenes de EE.UU.- alardear sobre ejecuciones sumarias.
Estos eventos y grupos diversos transmiten un mensaje claro y singular. Y es digno de ser analizado a la luz de las noticias de esta mañana de que dos niños afganos más han sido asesinados por un ataque aéreo de OTAN.
El mensaje es que EE.UU. es visualizado como la mayor amenaza mundial y que la agresión y violencia ejercidas por EE.UU. son el factor clave para que la gente apoye a Al Qaeda y tenga sentimientos anti-estadounidenses. El hijo del comandante de policía afgano asesinado (que es el marido de una de las mujeres embarazadas asesinadas y el hermano de la otra) dice que los aldeanos se refieren a las Fuerzas Especiales de EE.UU. como a "talibanes estadounidenses", y que el solo contuvo el deseo de colocarse un cinturón con explosivos para atacar a los soldados de EE.UU. por los ruegos de sus afligidos hermanos. Un influyente clérigo del Sur de Yemen explica que nunca había oído de simpatizantes de Al Qaeda en su país hasta el ataque con misiles de 2009, y los subsiguientes asesinatos con drones, incluyendo el que terminó con la vida de Adulrahman -punto de vista respaldado por una diversidad de información recogida en el área. El brutal caudillo militar somalí explica que los estadounidenses son los "amos de la guerra", que le enseñaron todo lo que él sabe y que son el motor del conflicto actual. La transformación experimentada por Anwar Awlaki, que pasó de ser un clérigo estadounidense moderado y a favor de la paz, a convertirse en un crítico airado de EE.UU. comenzó con la invasión de Irak y se fue intensificando rápidamente con los ataques con drones y las listas de personas a ser asesinadas, recopiladas por el gobierno de Obama. Mientras que los oficiales militares estadounidenses entrevistados por Scahill manifiestan una indiferencia socio-patológica hacia sus víctimas, se yuxtaponen los sermones cada vez más llenos de ira de Awlaki con las justificaciones, usando el mismo tono, de la guerra sin fin de Obama.
Desde hace mucho tiempo, la evidencia ha demostrado de manera contundente que el factor más importante de lo que EE.UU. llama terrorismo, son las mismas políticas de agresión realizadas en nombre de la lucha contra el terrorismo. La mayor parte de aquellos capturados en años recientes por intentar atacar a EE.UU. han mencionado enfáticamente que su motivación ha sido el militarismo estadounidense y los asesinatos con drones en su región del mundo. Hay evidencia contundente de que la causa de la radicalización de una enorme cantidad de musulmanes, previamente moderados y pacíficos, es la ira creciente al presenciar un torrente continuo de víctimas inocentes, incluyendo niños, en manos de EE.UU. y el compromiso estadounidense ilimitado con la violencia.
La única manera de que esta verdad, clara como el agua, siga siendo negada es tratando de que los estadounidenses desconozcan a las víctimas de la agresión estadounidense. Debido a esa negación y ocultamiento de las víctimas, después del 11 de septiembre, muchos estadounidenses se preguntaban, ingenua y sorprendidamente, como si estuvieran en una burbuja: "¿Por qué nos odian?". No conectaban lo ocurrido con las décadas de interferencia, agresión y violencia continua de EE.UU. en algunas partes del mundo. Y eso es también la causa de que muchos estadounidenses reaccionen ante la muerte de musulmanes inocentes con la excusa de que "tenemos que hacer algo para detener a los terroristas" o "esto es mejor que una invasión" -sin darse cuenta de que están afirmando lo que Chris Hayes adecuadamente describe como una elección falsa, y peor aún, no se dan cuenta de que las mismas políticas que ellos aplauden no detienen a los terroristas sino que causan el efecto contrario: contribuyen a la existencia de los terroristas y a su multiplicación.
Reconozco que no es difícil inducir a una población a desviar la vista de las víctimas de la violencia que esa misma población respalda: a todos nos gusta creer que somos gente buena y pacífica, y en particular nos gusta otorgarle esas cualidades a los líderes que elegimos, aplaudimos y admiramos. Más aún, existe el factor llamado "brecha de empatía" por el escritor nigeriano-estadounidense Teju Cole, que consiste en la incapacidad para imaginar cómo reaccionarían otras personas a situaciones que a nosotros mismos nos causarían (como nos han causado) bronca y violencia. Es por ello que el gobierno de EE.UU. no necesita esforzarse mucho para silenciar a sus víctimas: existe en la población un fuerte deseo de no querer ver a las víctimas.
Sin embargo, si los estadounidenses van a apoyar e incluso tolerar un militarismo sin límites, como lo han venido haciendo, entonces deben, al menos, ser confrontados con sus víctimas -si no lo fueran por razones morales, entonces por razones pragmáticas, para entender los efectos de esas políticas. Basándose en la situación de que "no se piensa en lo que no se ve" el gobierno y los medios de EE.UU. han sido increíblemente exitosos en hacer que las víctimas sean silenciadas e invisibles. Dirty Wars es un tónico eficaz contra esa propaganda. Al menos, alguien que vea o escuche a las víctimas de los ataques de EE.UU., jamás volverá a preguntarse por qué hay tanta gente en el mundo que cree que hay justificativo e incluso necesidad para usar medios violentos contra EE.UU.
Información sobre proyecciones especiales
Londres: habrá una exhibición especial de Dirty Wars (Guerras sucias) en el Frontline Club el 12 de abril; después de la proyección habrá un foro que contará con la participación de Scahill (vía Skype) y del productor Anthony Arnove. La ACLU de Boston, Massachusetts será la sede de una proyección especial el 27 de abril.
Fuente: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2013/mar/31/dirty-wars-terrorism-victims
en www.rebelion.org

lunes, 8 de abril de 2013

PRESENTACION DEL LIBRO “LA IDENTIDAD ERRANTE”


GILAD ATZMON
en la Facultad de Filosofía y Letras – U.B.A.


“LA IDENTIDAD ERRANTE”
Un estudio de la identidad política judía
Editorial Canáan

Miércoles 10 a las 17hs
        Aula 129


James Petras pondera este libro de Gilad Atzmon, indicando que:

"La identidad errante de Gilad Atzmon es una serie de brillantes aclaraciones y reflexiones críticas sobre el etnocentrismo judío y la hipocresía de aquellos que  hablan en nombre de valores universales y se comportan de forma tribal. Basándose tanto en experiencia autobiográficas como en observaciones íntimas de la vida real, ambas alimentadas por una profunda perspicacia psicológica, Atzmon tiene lo que muchas personas críticas de Israel no logran hacer: saca a la luz la relación entre la política de identidad judía en la diáspora y su ferviente apoyo a las polítcas agresivas del Estado israelí.
Gilad Atzmon tiene el valor (tan escaso entre los intelectuales occidentales) de decir la verdad al poder de sionistas bien educados y acomodados que configuran las agencias de guerra y paz en el mundo anglosajón.”
                                                                                                         
Gilad Atzmon, Israel 1963, es músico y escritor. En La identidad erranteplantea las cuestiones que, a su modo de ver, afectan a la política global hoy y que están estrechamente relacionadas con la identidad política judía. Habiendo crecido en un entorno sionista, Gilad Atzmon denuncia hoy la negación, por la sociedad de la que él proviene, de la existencia de ese país donde él nació: Palestina.
Organiza:

Cátedra Libre de Estudios Palestinos Edward Said
Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil-SEUBE-FFyL.
Editorial Canaán

sábado, 6 de abril de 2013

El imperio del engaño


Desenmascarando a EE.UU. imperial
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

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Si se tomaran todas las verdades incómodas omitidas en los medios dominantes durante el medio siglo pasado, se compilaran y se indexaran y se agregase una pizca de sarcasmo desdeñoso, se podría acabar teniendo un libro muy parecido a America’s Deadliest Export: Democracy (La exportación más letal de EE.UU.: la democracia) [Zed Books, 2013] la última obra escrita por el disidente en serie William Blum. Como sus pares mejor conocidos Noam Chomsky, Howard Zinn y Gore Vidal, Blum es un tábano perenne sobre el pellejo imperial, picando la falsedad y puntuando la hipocresía con un celo implacable. En la contracubierta del libro de Blum Rogue State (Estado canalla) –y repetido en el volumen actual– se encuentra el siguiente párrafo, probablemente el mejor que ha plasmado o pueda plasmar en papel:

"Si yo fuera presidente, podría detener los atentados terroristas contra Estados Unidos en unos días. Para siempre. Primero pediría perdón a todas las viudas y huérfanos, a los torturados y empobrecidos y a los muchos millones más de víctimas del imperialismo estadounidense. Entonces anunciaría con toda sinceridad, a todos los rincones del mundo, que las intervenciones globales de los Estados Unidos de América se han terminado e informaría de que Israel ya no es el estado número 51 de EE.UU., sino que de ahora en adelante (por extraño que parezca) es un país extranjero. Reduciría entonces el presupuesto militar al menos en un 90% y usaría la cantidad ahorrada para pagar indemnizaciones a las víctimas y reparar el daño causado por los bombardeos e invasiones de EE.UU. Habría dinero más que suficiente. ¿Sabes a lo que equivale el presupuesto militar de los Estados Unidos? Un año es igual a más de 20.000 dólares por hora por cada hora desde que nació Jesucristo. Esto es lo que haría en mis tres primeros días en la Casa Blanca. Al cuarto me asesinarían".

Es bien sabido que este párrafo fue citado por Osama bin Laden en una de sus homilías al mundo en sus vídeos de 2006. Sobrevino una pequeña tormenta mediática que revoloteó sobre Blum como un drone sobre una aldea en Waziristán. Sin embargo, una vez que se calmó el furor, la conexión de Blum con bin Laden contaminó su reputación como personalidad pública. En la siguiente media docena de años Blum ha recibido poquísimas invitaciones a dar conferencias en las universidades después de haber contado con una agenda regular de actividades en los años anteriores. Casi se puede imaginar al insípidamente correcto administrador universitario, sentado en su oficina de caoba, rechazando sin más la propuesta de invitación a Blum, llamando la atención a ingenuos intercesores estudiantiles para que usen un poco más de discreción en la elección de oradores. Pero son ellos los que salen perdiendo.

La última obra de Blum confirma que su exilio del circuito universitario no ha hecho nada para atenuar su furia. El nuevo libro es una compilación de ensayos y artículos originados desde mediados de los años de Bush hasta 2011 y cubre una vasta gama de temas de política exterior. Blum escribe con irresistible informalidad, un escritor con poco tiempo para los giros habilidosos del poeta o el novelista. Su misión parece demasiado urgente para cualquier cosa que no sea simple honestidad. En contraste con un analista más moderado como Chomsky, Blum golpea con todo. Lanza salva tras salva contra el edificio de la falsificación imperial, una verdadera babel de beligerancia encubierta. Sin embargo, su indignación se aligera mediante saludables dosis de humor, incluyendo un último capítulo que imagina un Estado policial global de extremos cómicos.

Parece que el objetivo central de Blum es denunciar la mitología estadounidense de las buenas intenciones. Declara en la introducción, respecto al público estadounidense: “No importa cuántas veces les mientan, a menudo siguen subestimando la capacidad de engaño del gobierno, aferrándose a la creencia en que de alguna manera sus dirigentes tienen buenas intenciones. Mientras la gente crea que sus dirigentes elegidos son bienintencionados, los dirigentes pueden hacer lo que les dé la gana, y lo hacen. Literalmente”.

Basándose en esa premisa, Blum establece rápidamente el objetivo central de la política exterior de EE.UU.: la dominación mundial. El concepto, descrito de esta manera tan pocas veces –incluso en la izquierda– podrá sonar como sacado de una novela de Bond, una siniestra conspiración de SPECTRE, tramada en algún centro de comando submarino. Pero cuando Blum comienza a presentar el fundamento de su afirmación, lo ostensiblemente ficticio comienza a parecer real. Afirma que las fuerzas armadas de EE.UU. son la vanguardia de las empresas estadounidenses, empecinadas en lograr la globalización corporativa por cualquier medio a su disposición, incluidos el terror estatal, el saboteo de las elecciones, bombardeos, asesinatos, apoyo a autócratas asesinos en masa y una represión general de los movimientos populistas. De hecho, cualquier medio que pueda vencer la amenaza de la democracia económica, un modelo que innecesariamente gravaría y estorbaría los esfuerzos de las corporaciones para mejorar el resultado final de sus balances.

Nuestra visión bipolar del mundo

A continuación Blum nos conduce por una letanía de temas de política exterior, dejando a un lado la fachada de doble moral y subterfugio oficial y revelando la verdadera cara de la política exterior de EE.UU., que casi nunca es una realidad hermosa, admirable o defendible. Al leer los casos emerge una polaridad inquietante. Por una parte, el Noble Estadounidense, cuyas misiones civilizadoras en el extranjero son siempre intervenciones necesarias, condicionadas por un deseo de ennoblecer a pueblos ignorantes. Por la otra, el Terrorista, un bárbaro horrorosamente salvaje que pone el grito en el cielo con ira fundamentalista ante las libertades disolutas e infieles de Occidente. El Terrorista reduciría a polvo el hemisferio occidental si tuviera ocasión de hacerlo. De ahí las posiciones avanzadas de nuestros militares, solo una medida defensiva contra un enemigo con quien las negociaciones son una pérdida de tiempo.

Según la ortodoxia, la política exterior de EE.UU., en el mejor de los casos, es una fuerza casi mesiánica para el bien global, y en el peor es capaz de cometer errores disparatados que malinterpretan el carácter cultural del mundo en desarrollo. Nótese aquí que casi se excluye la capacidad de una conducta inmoral. Equivocada, sí. inmoral nunca. Piensen en la tan citada afirmación de Barack Obama de que la guerra de Irak fue una guerra “errónea”, una guerra “estúpida” y mal dirigida. Ni una sola vez en su campaña de 2008 o antes nuestro futuro presidente llegó a insinuar que la guerra de Irak fue profundamente inmoral. Si no lo fue, resulta que ninguno de los responsables de la guerra debería ser enjuiciado por crímenes de guerra. De ahí la rápida decisión de Obama de “mirar hacia adelante” y permitir que los criminales como George Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld se paseen tranquilamente hacia los libros de historia. De la misma manera resulta que las violaciones de nuestras libertades civiles se pueden llevar a cabo con la conciencia limpia, ya que el gobierno solo quiere proteger a su ciudadanía. Lo que esta perspectiva requiere del ciudadano promedio es una generosa fe infantil, una noción crecientemente risible en la era de Wikileaks.

En la lejana polaridad del espectro moral se encuentra el terrorista. Los que nos molestan –marxistas redistributivos, partidarios de la reforma agraria, socialistas favorables al gran gobierno, antitotalitarios– son desdeñosamente calificados de terroristas por nuestro gobierno, gracias al mágico eufemismo de “apoyo material”. Basta con agregar una fuerte dosis de intimidación y se logra el consenso general. Por lo tanto, tu combatiente por la libertad se convierte en mi insurgente. Mi resistencia indígena se convierte en tu ejército maoísta. Se presenta al terrorista como un degenerado moral, imposible de comprender porque es fundamentalmente depravado, a diferencia de nosotros. Como ilustra la retórica estatal, los terroristas siempre atacan primero. La historia comienza con un coche bomba y termina con una intervención humanitaria.

Blum denuncia esta interpretación pervertida de la historia en un escenario tras otro: Irak e Irán; la Casa Blanca de Bush; la satanización de Wikileaks; las catástrofes de la antigua Yugoslavia; el bombardeo de Libia y el apoyo al terror estatal en Latinoamérica. En un capítulo sobre la Guerra Fría, Blum revisa lo que posiblemente sea la fábula más útil del Siglo XX al hacer la sorprendente afirmación de que la Guerra Fría no fue una batalla secreta entre capitalismo y comunismo, sino más bien un esfuerzo estadounidense para aplastar el populismo en el Tercer Mundo. Hasta el establishment ha admitido a veces esta afirmación. Nada menos que el influyente politólogo de Harvard Samuel Huntington dijo en una conversación privada grabada en 1981: “Hay que promover la intervención u otra acción militar de tal manera que se cree la impresión errónea de que se está combatiendo contra la Unión Soviética. Es lo que EE.UU. ha estado haciendo desde la doctrina Truman”.

Ilusiones necesarias

Hay numerosas incursiones en áreas relacionadas, incluyendo la ideología social, la defensa del entorno, las contradicciones del capitalismo, la efectividad del gobierno, la religión, el disenso, la tendencia de los medios dominantes hacia el engaño por omisión. Al capítulo sobre los medios le sigue astutamente un desmonte de Barack Obama, a quien Blum despoja de su fachada de relaciones públicas como reformador progresista. Muestra al presidente como un belicista retóricamente vacío, aliado del gran dinero e imperialista comprometido. Para subrayar el poder de la retórica para ocultar no solo la venalidad sino la fechoría, Blum termina el capítulo con un sorprendente pasaje de un discurso de Adolf Hitler en 1935, que suena como un coro de perogrulladas pacifistas y un internacionalismo que podría haber sido expresado por cualquier elegido neoliberal en cualquier economía desarrollada. Entre otras declaraciones de un perfecto pragmatismo liberal, Hitler dice:

Puede que nuestro amor a la paz sea más grande que en el caso de otros, porque hemos sufrido más debido a la guerra. El Reich alemán… no tiene otro deseo que vivir en términos de paz y amistad con todos los Estados vecinos. Alemania no tiene nada que ganar en una guerra europea. Lo que queremos es libertad e independencia.

Blum es una muestra perfecta de franqueza cuando se enfrenta a patriotas rabiosos y nacionalistas reflexivos. Cuando alguien le pregunta si ama a EE.UU., responde a secas: “No, no amo a ningún país. Soy un ciudadano del mundo. Amo ciertos principios, como los derechos humanos, las libertades civiles, una democracia significativa, una economía que ponga a la gente por delante de los beneficios”. Esta honestidad característica y escueta se refleja en todo el libro. Página tras página, Blum traduce las complejidades de la doble moral al lenguaje del hombre de la calle, desempacando los objetivos malévolos del militarismo estadounidense.

Flanqueando al Gran Hermano

Como en el caso de muchos escritos y polémicas de la izquierda, hay un capítulo final en el que pierde gran parte de la fuerza y el impulso del texto precedente y finalmente expresa la gran pregunta “¿Entonces, qué hacemos al respecto?”. Por suerte, las respuestas de Blum son tan simples y sensatas como el resto de su trabajo. Para el autor, la condición sine qua non de cualquier cambio político real es obvia: eliminar el dinero de la política. Para convocar el tipo de presión política requerida para imponer un semejante cambio sistémico: Necesitamos una población educada. Blum señala que lo mejor que podemos hacer es educarnos en el proyecto imperial. Al desenmascarar los engaños sutiles y no tan sutiles de los medios aprobados por el Estado podemos informarnos, y a otros, hasta que alcancemos una masa crítica de disenso, momento en el cual se puede efectuar el cambio.

En uno de los últimos capítulos sobre la resistencia, Blum ofrece un poco de esperanza proveniente de un informe del Defense Science Board, un organismo federal creado para dar consejo independiente al Secretario de Defensa. En 2004, el grupo criticó la teoría de las actitudes musulmanas globales hacia EE.UU. Después de desacreditar el mito del odio irracional de Medio Oriente contra las libertades estadounidenses, el informe llegó a la siguiente conclusión lapidaria: “Ninguna campaña de relaciones públicas puede salvar a EE.UU. de políticas erróneas”.

Podrá ser válido en el extranjero, pero habría que estar dormido para no ver la efectividad de las relaciones públicas sobre la opinión pública de EE.UU. Nuestro presidente es un presidente de las relaciones públicas, cuya mano invisible higieniza nuestra realidad de su carácter sanguinario. Somos seducidos por las perogrulladas tranquilizadoras de medios aprobados por el Estado, colocar primero a la gente, conservadurismo compasivo, cambio en el que podemos creer, Camelot, una ciudad resplandeciente sobre una montaña, mañana en EE.UU. Gustave Le Bon, pionero de la psicología de masas, señaló una vez que las masas son especialmente susceptibles a fantasías reconfortantes y que “Quienquiera que pueda suministrar ilusiones es fácilmente su amo; quienquiera que trate de destruir sus ilusiones será siempre su víctima”.

Blum cita un trabajo destructor de ilusiones de la contracultura de los años sesenta, sobre todo al activista y músico Gil Scott-Heron, cuya canción The Revolution Will Not Be Televised [La Revolución no será televisada] advierte a EE.UU. de que viene una revolución. Scott-Heron canta que la gente, en la paráfrasis de Blum, “Ya no podrá vivir su vida diaria normal” y –de un modo más incisivo– que “no debería querer vivir su vida diaria normal”. Pero en el actual clima social tranquilizado, esta última línea suena al mismo tiempo terriblemente relevante y tristemente ingenua. ¿Cuántos de nosotros simplemente queremos dejar el trabajo, descansar en nuestro sofá cerca de suficientes sedativos alcohólicos, narcóticos televisuales que decoran la sala de estar y caer en un estado de alivio irreflexivo? Las comodidades podrían ser el opio del pueblo de EE.UU. La ruptura de esa burbuja de banalidades, a través de la expansión de los instrumentos de información, parece un camino viable hacia adelante.

Y mientras los profetas solitarios como Blum siguen al pie del cañón, un puñado de verdades excavadas puede amenazar con hundir la narrativa cuidadosamente construida del imperio. Una nota de injusticia puede sonar en el pensamiento de un gerente medio insípidamente aquiescente o de un trabajador de mantenimiento con los labios sellados. Mao Zedong dijo una vez: “Una sola chispa puede incendiar la pradera”. Sin esa trémula esperanza, el hecho de que la premisa central de intención maligna se haya confirmado tan a menudo sirve de poco consuelo. Una Casandra absuelta es poco más que una salva para el ego del tábano. Pero en vista del daño a la democracia y a sus perspectivas aquí y en el extranjero, ¿quién puede decir con seguridad que esta no es su lucha?
Jason Hirthler es escritor, estratega y un veterano de 15 años en la industria de las comunicaciones corporativas. Vive y trabaja en la Ciudad de Nueva York. Contacto: jasonhirthler@gmail.com .


jueves, 4 de abril de 2013

EL PAÑUELO MUSULMÁN: CORRECCIÓN POLÍTICA E INCORRECCIÓN ÉTICA



(C) Carlos Rosillo
(C) Carlos Rosillo. Compañeras de Najwa se ponen el velo en solidaridad con ella
Asisto alucinada a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid respaldando la decisión del instituto Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón de expulsar a una alumna por cubrirse el pelo con un hijab. Un “velo“.
Leo espeluznada una sarta de frases vacías que defienden el reglamento interno de un instituto como si fuesen las leyes sagradas que tanto parecemos despreciar en este laico país. Escucho indignada un run-rún contínuo de voces airadas que consideran extremadamente importante que los y las alumnas de los institutos no se cubran la cabeza ni con gorras, ni con cascos de moto, ni con… mmmm…dejadme pensar… ¡ah, sí! con velos islámicos. Un prenda de ropa como otra cualquiera. Una prenda que, como cubre la cabeza, no se puede admitir en un instituto, ¡dónde iríamos a parar!
Y todos estos argumentos estúpidos, sin sentido alguno, justifican que una alumna haya sido apartada de su instituto y de su comunidad. Y nos parece bien, oiga, justo, comedido, democrático. Civilizado.
A mí todo esto me da asco. Tanta corrección política, tanto lenguaje neutro hasta el surrealismo más enervante, a mí me da asco. Si estamos montando todo este revuelo en un país que se derrumba por culpa de una gorra de béisbol que lleva una chaval en un colegio, es que somos un país definitivamente enfermo. Pero no lo estamos haciendo por una gorra de béisbol. No lo estamos haciendo por una prenda de ropa cualquiera. Lo estamos haciendo por un velo islámico. Musulmán. Reconocer eso es la primera parte necesaria para reconocer que no nos hemos vuelto loc@s del todo.
La segunda parte es más complicada.
Infinidad de veces se nos ha intentado vender estos actos como actos de defensa a las libertades de las mujeres. Tan débil es ese argumento que ya ni esta sentencia se atreve a recogerlo. Infinidad de mujeres con velo nos explican una y otra vez que lo usan porque quieren, porque se sienten mejor, porque forma parte de su forma de ser, de vestir, de presentarse, de entenderse. Pero no las creemos. Nosotras que hemos crecido con las melenas al viento nos parece una insensatez que una mujer escoja cubrirse la cabellera. Están alienadas, anuladas, forzadas, no hay otra explicación.
A mí el tema me recuerda a conversaciones con amigas feministas que reniegan del sujetador. Yo lo uso. Uso sujetador. Sé perfectamente que es una prenda patriarcal, que me oprime, me aprieta, me instrumentaliza y no sé cuantas cosas más. Pero aún así yo que me siento más cómoda llevándolo. Y me cabrearía sobremanera que todas las conversaciones sobre mí derivasen necesariamente hacia una ropa interior que es asunto mío y de nadie más. Precisamente porque el feminismo me ha enseñado que mi cuerpo es mío. Para cubrirlo o descubrirlo. Para tener sexo y para negarme a tenerlo. Para parir o abortar.Mi cuerpo, mi sujetador y mi velo son asunto mío.
Y aquí viene la madre de todas las batallas, la tercera parte: la identidad.
El pañuelo islámico no es una gorra de béisbol y no es un sujetador. Es un pañuelo islámico. Y el islam nos da una mezcla de miedo y repugnancia.
Rafael Hernando, portavoz adjunto del PP en el Congreso y “reconocido” feminista de un partido que ha demostrado también serlo (entendedme la ironía) afimaba en referencia al caso “El velo islamista (sic!) es un signo de sumisión de la mujer al hombre, y no sólo es humillante para quien lo lleva, sino para quien tiene que verlo, y esos no son los valores que deben de aprender los niños en los colegios” (http://www.peatom.info/escaner/125043/el-instituto-camilo-jose-cela-prohibe-el-velo-islamico/)
Nombrarlo como lo que es y dejarnos de marear con el lenguaje sería un primer paso: lo que estamos prohibiendo es el pañuelo musulmán. No los crucifijos, ni las gorras. El velo musulmán. Y entender por qué nos asusta tanto, y por qué tenemos necesidad de prohibirlo podría ser un debate que nos ayudase a entender todas las cargas de prejuicios que llevamos encima y que nos nublan el entendimiento.
Lo hemos dicho en infinidad de veces: es una cuestión de identidad. La identidad de la chica que decide llevarlo y que nos asusta en tanto que identidad en retroceso. Nos parece que aceptamos que una mujer sea sumisa, que reivindicamos el patriarcado si aceptamos que lleve el pañuelo. Pero ¿no nos damos cuenta que una mujer que se enfrenta a la sociedad dominante reivindicando su derecho a ser diferente ya es una mujer empoderada? ¿No entendemos que la libertad de ser lo que quieras es la Libertad con mayúsculas?
Pero el pañuelo musulmán también es una cuestión de una identidad colectiva de la que las mujeres veladas, por mucho que nos disguste, también participan. Somos, como país, como pueblo, lo que estamos siendo. Aunque lo que estamos siendo contradiga unos mitos fundacionales y unas proyecciones  llenas de errores históricos y de mentiras. Somos un país, o unos países, diversos, múltiples, complejos. Y este debate pone en juego lo que queremos llegar a ser: un lugar con ciudadanías de primera, segunda y tercera, o un lugar que se construye en la simetría, en la inclusión, en la igualdad de derechos.
Najwa, la PAH, Ester Quintana y todas nosotras, las de abajo, formamos parte de lo mismo. De la lucha por una legalidad que defienda a las personas en su diversidad de vivires y de circunstancias frente a los urdangarines y los werts y los rescates bancarios, los de arriba, que se quisieran dueños de una verdad única, monolítica y se creen con derecho a decirnos  de qué manera podemos o no podemos vestir, ser y existir. 

Más información:

miércoles, 3 de abril de 2013

Entrevista a Asma Lamrabet: Mujer e islam.


En plena revolución árabe, Asma Lamrabet ha visitado Euskal Herria de manos de Ipes, Askapena y Bilgune Feminista para hablar sobre feminismo islámico, una corriente cada vez más extendida entre las mujeres musulmanas. En la entrevista concedida a GARA, desmonta el discurso de Occidente sobre las mujeres y el islam.
¿En qué fundamentos se basa el feminismo islámico?
El feminismo islámico es el feminismo como lo conocemos en el resto del mundo, con principios universales, que reivindican libertad, emancipación y dignidad para la mujer. Es islámico porque se refiere a unos principios que están en nuestra cultura en lo referente al mensaje espiritual que encierra el islam. A este respecto, quisiera aclarar dos cosas. La gente cuando oye los términos feminismo e islam juntos, se queda como cortada y se pregunta el porqué de feminismo e islam, ya que el islam está visto como una religión discriminatoria hacia la mujer. Lo que quisiera aclarar es que cuando hablamos de religión, hablamos de sistema, de una ideología religiosa y de una institución religiosa, pero dentro de todas las religiones hay un mensaje espiritual. Lo que ha traído la discriminación de la mujer son las instituciones religiosas y el sistema religioso, no el mensaje. Nosotras queremos reivindicar los derechos a partir de este mensaje espiritual y luchar contra las instituciones religiosas, que son las que han hecho una lectura patriarcal del mensaje espiritual.
A la pregunta de por qué feminismo islámico y no simplemente feminismo, debo contestar que hay distintas corrientes feministas. No me van a decir que el feminismo occidental es un feminismo monolítico, que sólo hay uno y que ese uno es único, porque no es verdad. Dentro del feminismo hay modelos diferentes y también principios universales que todas compartimos. Hay que saber diferenciar entre modelos y principios. Los principios universales son la lucha por la emancipación de la mujer, por la dignidad y por la igualdad. Es por eso que, al igual que hay feminismo radical, feminismo de Estados Unidos o black feminism, existe el feminismo islámico. El islam y la mujer musulmana están tan estereotipados, que es difícil entender cómo una mujer musulmana reivindica sus derechos a partir de su, entre comillas, religión.
¿Cómo surge el feminismo islámico?
Como movimiento, es relativamente nuevo y plural, no hay un único feminismo islámico, ya que existen distintas corrientes. Así, por ejemplo, hay corrientes feministas islámicas que no quieren el título de «feminismo» porque tiene una connotación negativa occidental. Cuando estoy en Europa, digo que reivindico mi feminismo, porque sé que la gente lo entiende, pero cuando estoy en el mundo árabe lo digo de otra manera para que no choque ni traumatice. Es una cuestión de conceptos, no de principios y esto hay que respetarlo.
Este movimiento surgió en los años 90, pero no es un movimiento que nace en una sola parte del mundo. Nació en Egipto, pero también en Irán, en Marruecos, en Túnez, sin olvidarnos de los países más grandes del mundo musulmán; Indonesia y Malasia, donde hay un movimiento muy importante de feminismo islámico. También tomó cuerpo en comunidades islámicas de otros países, como, por ejemplo, dentro de Estados Unidos, donde las mujeres tienen estudios superiores.
Si bien comenzó en los 90, no lo hizo de la nada, es la continuación del feminismo nacionalista árabe, que cobró importancia entre los años 40 y 50 y en el que las mujeres lucharon codo con codo con los hombres por la descolonización. Pero después de la independencia, fueron marginadas y el feminismo nacionalista quedó muy ausente. En los 50, nació el feminismo laico que no quería tener nada que ver con la religión, porque era la época del marxismo y de la izquierda radical. El feminismo laico no dio sus frutos porque el pueblo árabe es un pueblo que está arraigado en el islam, que constituye una memoria, una historia, una experiencia milenaria que el pueblo no puede dejar. La generación joven, la que ha seguido y tenido acceso al estudio del islam, ha visto que todo lo que decían las feministas laicas no era del todo cierto, que la lectura que las instituciones han hecho de los textos sagrados, todas controladas por hombres, son las responsables de la marginación de la mujer.
¿Cuál es la situación actual?
Las mujeres han comenzado a releer los textos sagrados y se han dado cuenta de que lo que encierran es un mensaje espiritual, que, al contrario de lo que se dice, está liberando y ha liberado a las mujeres. Es liberador y emancipador. Es por eso que ahora las mujeres tenemos argumentos religiosos para luchar contra los ulemas e imanes que sostienen lo contrario.
¿Qué opinión tiene el movimiento feminista islamista sobre la sharia?
Cuando se habla de la sharia, la gente se asusta y piensa en un código penal de cortar manos y lapidar mujeres. Pero, la sharia no existe en el texto sagrado. El Corán habla de la sharia como norma, como una orientación. Literalmente, la palabra sharia significa «vía». El mensaje espiritual del Corán dice «te ofrezco una vía». La vía es un camino, una ética para seguir y no hay nada en todo el Corán que se llame sharia que se refiera a castigos corporales. Sólo el 3% del Corán habla exclusivamente de los castigos, pero se deben leer bien. En el Corán sólo aparecen cortar la mano al ladrón y flagelar al hombre o mujer adúltera, la lapidación no existe, es una tradición anterior al islam, una tradición judía. Pero, como he dicho, hay que leer bien, pues para cortar la mano al ladrón debemos estar en una sociedad ideal donde no hay pobres que necesiten robar. Es decir, más bien es una metáfora que un castigo de verdad. Además, debemos tener en cuenta que antes sólo existían los castigos corporales, no había cárceles ni nada así, y este versículo debe ser analizado teniendo en cuenta esa coyuntura. En definitiva, la finalidad de este versículo es que haya justicia, que no haya pobres que necesiten robar.
En lo referente a la flagelación, lo importante es que para decir que debemos flagelar al hombre o a la mujer necesitamos cuatro testigos que hayan asistido al acto sexual. ¿Qué quiere decir esto? Pues que es imposible demostrar el adulterio. Esto, en el Corán, era una pedagogía para educar al pueblo árabe -que era un pueblo tribal y primario- a respetar la intimidad de los demás. Pero, se suele hacer una lectura patriarcal y las instituciones han decidido que todo el Corán sea ese 3%. Esto viene de la cultura wahhabi, que es una ideología de Arabia Saudí. Toda la ideología radical extremista religiosa viene de este país. Los imanes y los ulemas hablan del islam y el pueblo árabe musulmán, que, por lo general, es muy analfabeto, se cree lo que éstos dicen porque tienen los medios y el dinero para divulgar su mensaje, son como el Papa. Este es el gran problema. Por supuesto, ellos no reconocen el feminismo islámico y nos acusan de traidoras y de occidentalistas.
¿Cómo están afectando las revueltas árabes al movimiento?
Pienso que es el momento ideal para el feminismo islámico. Yo estoy muy contenta, porque hemos podido ver a mujeres que eran desconocidas, que llevaban años trabajando por la revolución, pues no ha sido cosa de un día a otro, que estaban en la sombra. El hecho de que el premio Nobel haya sido para una revolucionaria yemení, periodista, desconocida, pobre, madre de tres hijos... que ha salido a la calle hablando por un microfóno, llamando a hombres y mujeres a luchar.
Estoy muy contenta de que den premios a mujeres jóvenes como ella que lo necesitan. O como cuando vemos en Siria a una artista que está saliendo a la calle, que ha sido raptada dos veces, violada, pero que sigue saliendo y es líder de esta revolución. O en Egipto, cuando la primera mujer escribió en un blog llamando a mujeres y hombres a salir a la calle y lo siguió haciendo todos los días.
Estoy feliz de ver que estas mujeres ya están saliendo. Y hay millones de mujeres como ellas. Yo soy optimista con esta revolución árabe porque son hombres y mujeres jóvenes que han salido y que no tienen ninguna ideología. Son un movimiento espontáneo cuyo único objetivo es la libertad, el honor y la dignidad. Esos son los tres eslóganes que hemos visto en todos los países.
¿Y la tendencia islamista en las elecciones tras las revueltas?
El problema es que cuando los jóvenes han ganado, llegan las elecciones y la mayoría de los partidos que se presentan son creados por el Estado déspota. Los únicos que estaban allí, que tenían cierta virginidad política porque siempre han estado en la oposición u oprimidos, son los islamistas y así el pueblo no ha tenido elección, por no votar a los mismos de siempre ha votado a los islamistas. Esta es una de las razones, pero no es la única, pues no debemos olvidar que el islam sigue siendo un referente indispensable. La cuestión es cuál será el proyecto de estos partidos islamistas. Yo no creo que tengan un proyecto social concreto, creo que han hecho oposición por oposición, pero no tienen un discurso moralizador, no tienen un proyecto para reformar, para poner fundamentos verdaderos de la democracia. Puede ser que me equivoque, el futuro nos lo dirá.
 
Occidente tiende a mostrar el velo como ejemplo de opresión de la mujer en la religión islámica ¿Qué opinión le merece esta valoración?
El velo no es ni cultural, ni político, ni ideológico, ni significa una sumisión al hombre. Es una convicción personal que está relacionada con la fe. El velo aparece citado en el Corán una sola vez y de manera sutil, como una mera recomendación dentro del comportamiento ético de la decencia y hace referencia tanto a hombres como a mujeres. El problema es que un discurso islámico machista y patriarcal ha hecho de este único versículo el principio básico de lo que debe ser una musulmana. Yo como persona independiente, libre y musulmana, tengo derecho a decidir qué quiero ponerme y todas deben tener este derecho. El velo es algo entre Dios y yo. Pero Occidente vive muy mal esto y no ha sido capaz de asumir toda esta diversidad. La prohibición del velo va en contra del derecho de la mujer sobre su cuerpo. Yo critico de la misma manera a aquellos que utilizan el cuerpo desnudo de la mujer para hacer publicidad, como a los radicales musulmanes que quieren que la mujer vaya tapada de arriba abajo y dejarla invisible.
¿Cuáles son las prioridades de su lucha?
Nuestra lucha está enfocada hacia la obtención de la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida política, social y jurídica. Hay estatutos personales casi en todo el mundo árabe musulmán donde la mujer sigue siendo menor de edad a nivel jurídico con enormes contradicciones. Por ejemplo, en Arabia Saudí, la mujer puede ser directora de una empresa financiera, dispone de todos los medios que quiere, pero, sin embargo, no tiene permiso de viajar sin su marido, y si no hay marido, no puede viajar sin su hijo, aunque éste tenga 14 años. Tampoco tiene derecho de conducir. Por otro lado, las reformas llevadas a cabo en Túnez son muy positivas aunque no son suficientes si a su vez no se reforma la educación, pues el pueblo las interpreta como antislámicas. Hay que cambiar las mentalidades y para ello la educación.
Garazi Mugertza (Gara)

lunes, 1 de abril de 2013

Pasajes de la primera visita oficial

Pasajes de la primera visita oficial
Por Martín Crudele*. La semana pasada Barack Obama, presidente de Estados Unidos, realizó su primera visita oficial a Medio Oriente. Israel, Palestina y Jordania fueron los destinos de la gira.

La crítica y la presión republicana al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es una de las posibles razones no admitidas para que haya realizado este primer viaje oficial a Medio Oriente. De este modo, se convirtió en el noveno jefe de Estado estadounidense en viajar (en esta condición) a esa región. 
Sin una propuesta de paz apenas bajó del Air Force 1, realizó comentarios que oscilaron entre elogios y deseos de fin del conflicto, con la esperanza de relanzar un proyecto para pacificar la región, como lo adelantó John Kerry, su secretario de Estado. Decidió quedarse cuatro días visitando Israel, Palestina y Jordania.
Israel: Alianza eterna
Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, dijo que apoya el plan que presentó “El Hogar Judío” (The Jewish Home), partido de la ultraderecha sionista, para continuar con la ocupación de Cisjordania. El panorama de un gobierno más derechizado es uno de los desafíos que son esencia de la relación con Estados Unidos. Éstos lo recibieron el pasado miércoles y valoraron el visto bueno de Obama a su “derecho de defenderse ante cualquier amenaza”.
Irán, Siria y Palestina fueron los tres temas clave de la conferencia de prensa, aunque el último fue profundizado (por Obama) al día siguiente. La “cuestión” nuclear fue punto central tanto por Siria como por el país que gobierna Mahmoud Ahmadinejad. “Haremos todo lo posible para evitar que Irán obtenga las peores armas de mundo”, manifestó Obama y recuperó aire de las críticas de la derecha. Con respecto a Siria, la denominó como una "línea roja" para la Casa Blanca y aseguró que la política de no intervención directa que mantienen los Estados Unidos puede cambiar si se determina que utilizaron armas químicas en el supuesto ataque con cohetes ocurrido en la localidad Jan al Assal.
Finalizada la rueda, los medios masivos advirtieron la respuesta del ayatolá Ali Jamenei, quien “avisó” que ante amenazas de ataque militar israelí, éstos debían saber que "si cometen el más mínimo error, la República Islámica arrasará Tel Aviv y Haifa".
Nada se dijo en las grandes cadenas mediáticas de la trayectoria de uno de los nuevos integrantes del gabinete israelí. Moshe Yaalon, flamante ministro de Defensa, aseguró en una entrevista años atrás que “no se puede descartar ni una sola de las opciones que podrían derrocar al presidente Ahmadineyad, tenemos que considerar la opción de matarlo”.
Palestina: Zapatos en alto
Al segundo día, el primer mandatario estadounidense desembarcó en Cisjordania donde fue recibido por el líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, con quien compartió una charla y discursos cruzados. Entre el intento de mostrar cercanía por parte de Obama y criticar la ocupación israelí retumba el escepticismo social.
"Nuestros derechos robados no pueden ser dados por Barack Obama o George Bush", determinó uno de los manifestantes que levantaron los zapatos en forma de protesta y pidieron que Obama se vaya de Ramallah. A pesar de ser la primera visita oficial y que los palestinos saben que el gran mediador puede ser Estados Unidos, insisten con que los derechos se pueden volver a ganar “sólo por la resistencia”.
Si bien Obama critica la expansión israelí, quedó claro el apoyo que les brinda y la crítica “oficial” con mayor dureza provino de Abbas. Ante la frase “los palestinos merecen el fin de la ocupación” por parte de Barack, Mahmud respondió en su discurso que “no se puede emprender un diálogo mientras Israel avanza en la construcción de asentamientos”. Desde 1967 Israel incumple la resolución de la ONU que lo obliga a retirarse de los espacios ocupados, donde ya ha instalado a su población, grave incumplimiento de la IV Convención de Ginebra.
Cabe recordar que en los ribetes del plan no revelado que Obama supuestamente guarda para la región, critica la ocupación pero nada dice de la reprimenda israelí a la votación en la ONU que elevó a Palestina a “Estado Observador” el año pasado. La respuesta israelí fue la construcción de nuevos asentamientos.
Jordania: El rey amigo
El viaje de Barack Obama finalizó el sábado con una precoz visita a la antigua ciudad de Petra en Jordania. Antes, por alguna u otra causa que no se puede determinar, Netanyahu ofreció disculpas a Turquía por la incursión del comando que en 2010 mató a 10 turcos en Gaza. El Air Force partió para uno de los dos países árabes (junto con Egipto) que mantienen un tratado de paz con Israel.
En Jordania fue recibido por el Rey Abdalá II, a quien le comentó: "Trabajamos para fortalecer la oposición siria". El rey le contestó que más de 460.000 refugiados se exiliaron a su país a causa del conflicto sirio, por lo que pidió mayor ayuda de la comunidad internacional, en una época en la que su país atraviesa grandes problemas económicos y denuncias por corrupción. Esto se da en el marco del décimo aniversario de la invasión a Irak, cuya población desplazada también se refugió en la región del rey.  
De este modo, el mismo sábado el Air Force partió de regreso a los Estados Unidos de América, a la espera de nuevas reuniones o comunicados de paz en otro momento tenso en la región. Si bien Obama no hizo uso del habitual subterfugio de las potencias ante los problemas de los países en Medio Oriente, evitó visitar a algunos presos palestinos en situaciones lamentables y, por sobre todo, dio respuestas a todo, desde la palabra, por supuesto.