sábado, 5 de octubre de 2013

No pasará otro Syckes-Picot, las revoluciones desde el 2011 enarbolan el proyecto de la liberación y la revolución nacional democrática


Entrevista con Nayef Hawatmeh, Secretario General del Frente Democrático para la Liberación de Palestina

EGA- ¿Cómo Ud. aprecia la situación general en la región del Cercano Oriente y el Norte de África? ¿Logrará Estados Unidos, Israel y la reacción árabe, que el conflicto Palestino, que ha sido hasta ahora, el centro de la lucha de los pueblos árabes, pase a un segundo plano y se generalice una lucha de carácter sectario, tribal o nacional?NH- La situación en el Medio Oriente está encaminada hacia una nueva guerra contra Siria, y toda la región está sobre un barril de pólvora. La administración de Obama comenzó el vuelco en su posición en contra de “Ginebra 1 y Ginebra 2” durante los últimos diez días del pasado mes de junio. Su posición quedó indiscutiblemente evidente ante todo el mundo en la Cumbre del G-8, en dos cuestiones:
1- El uso de armas químicas, a sabiendas de que el régimen sirio solicitó el envío de una comisión profesional neutral para inspeccionar in situ a Khan Al-Asal, en Alepo y verificar lo ocurrido, y también en el caso de Damasco Campo (Ghotta de Damasco), el 21 de Agosto de 2013.
2- La decisión de la administración norteamericana de armar a la oposición siria. La Cumbre se convirtió en escenario del enfrentamiento entre Rusia, sola por una parte, y por la otra, siete países occidentales, lo cual no pudo Obama ocultar o subestimar. Por esto se vio desconcertado, sobre todo ante la inconsistencia de las pruebas, que, dicho sea de paso, son “pruebas israelíes”. Fue clara la posición rusa de considerar esas pruebas como “fabricadas” y que no aceptaría al respecto ningún tipo de pruebas, si no resultan de una investigación internacional “honesta, neutral y profesional”, y no tomaría en cuenta las pruebas presentadas por Francia y los Estados Unidos, porque no son vinculantes en el Derecho Internacional, particularmente cuando aún están frescos en la memoria los antecedentes de “la posesión de armas de destrucción masiva” por Iraq, en 2003; la destrucción de Libia y del ejército libio. El mismo guión se repite ahora para justificar la destrucción de Siria, del ejército sirio y de la institucionalidad del país, y la reestructuración de la misma sobre la base del principio de “el caos no creador”, a partir de bases confesionales, religiosas y étnicas; o sea la destrucción del Estado y de su entidad. Prueba de ello es que Moscú, que rechazó las acusaciones contra Damasco de haber empleado armas químicas, no se opuso a una investigación internacional del asunto, posición hacia la cual EEUU y sus damas occidentales de compañía, no mostraron ningún entusiasmo.
La misma situación se repite en la reciente cumbre del G-20. Se produjo la división: 12 estados junto a Obama, y 8 estados se oponen a la agresión militar estadounidense. En esta cumbre de San Petersburgo, una vez más, Obama estuvo desconcertado, porque su posición es totalmente contradictoria con la esencia de Ginebra 1, y de ir a Ginebra 2.
Toda esta política de Washington se produce fuera del marco de la ONU y del Consejo de Seguridad y ahora prosigue sus planes de guerra, genocidio, confrontación, destrucción, para bombardear una larga lista de objetivos en Siria, lo cual pondría toda la región, como dijimos, sobre un barril de pólvora.
Desde la invasión de Iraq en 2003 y hasta nuestros días, los países árabes y los del Medio Oriente son testigos del estallido de crisis internas, intervenciones norteamericanas, israelíes, reaccionarias árabes y regionales, desde Afganistán hasta el lejano Magreb. De este modo, la zona se hunde en luchas sociales de clases con miras a la justicia social (Egipto, Túnez como ejemplos), étnicas y religiosas confesionales, tribales (Iraq, Libia. Yemen,...), y todo esto puso la causa palestina en segundo plano...
Ahora bien. Si se trata de tachar la causa palestina por completo, ello es imposible, por la sencilla razón que se mencionó. “La causa palestina es el meollo de la lucha de los pueblos árabes” en pro de alcanzar la plena liberación y la democracia, en la zona considerada la más importante del mundo, por sus riquezas petroleras y sus derivados. Por tanto, mientras Palestina no llegue a disfrutar de sus derechos y de la paz verdadera, la región no verá la estabilidad.
EGA- Según entienden algunos especialistas en la región, Estados Unidos e Israel, prefieren que ante la imposibilidad de controlar los recursos y las posiciones estratégicas de la zona, los países de la región se sumerjan en guerras y conflictos de larga duración para debilitarlos y después tratar de imponer un Syckes-Picot No. 2, o la fórmula que también llaman “el caos constructivo”, para trazar nuevas fronteras. ¿Podría ofrecernos sus comentarios sobre esto?
NH-Es lo que vemos en el terreno, donde Washington trata de convertir a Tel Aviv en el Polo Opuesto, lo cual implica nuevos mapas, que sirvan a su objetivo de “el Carácter Judío del Estado”, rodeado por estados étnicos, religiosos y confesionales, que convivían desde la antigüedad. Ahí nos preguntamos: ¿Qué significaba “la transacción entre los movimientos del Islam Político derechista, en particular la organización internacional de la Hermandad Musulmana y Washington”? Los Hermanos Musulmanes en Egipto, su cuna original desde hace ochenta años, demostraron en menos de un año que son portadores de un proyecto derechista retrógrado que pretende llevarnos decenios hacia atrás, al tejer lazos de colaboración con las políticas norteamericanas y las soluciones bilaterales con Israel, bajo el lema de la adhesión a los acuerdos de Egipto de Saadat con la ocupación israelí. El ejemplo más reciente, el acuerdo del cese al fuego entre Israel y el Gobierno de Hamas, en Gaza en 2012 bajo los auspicios del presidente egipcio Mohammad Morsi y Washington.
Ellos son el eje y el juego de la fragmentación y precisamente a partir de Egipto. Desde que Morsi llamó a la “Jihad” (guerra sagrada del Islam) en Siria, y convocó al ejército y al pueblo a tomar parte, comenzó realmente la cuenta regresiva en días, y vimos como el Tsunami de las plazas lo derrocó. Egipto, en toda su historia, nunca fue testigo de los fundamentos confesionales religiosos como los impuestos por los Hermanos Musulmanes. Así pues, su llegada al poder no fue casual, y a partir de allí comenzó la tarea de apoyar a “los Hermanos en los países de las rebeliones y de las nuevas revoluciones nacionales democráticas”, por parte de Washington y en toda la región. Es lo que sucedió en Iraq, Libia, Yemen y Siria...
En Egipto tienen un largo historial de actividad política, incluso de prácticas violentas, y es lo que desataron en la plaza de Rabia Al-Adaweya, en El Cairo. Los Hermanos Musulmanes temen que se repita lo que les sucedió en 1954 cuando entraron en choque vertical con el líder de la Revolución del 23 de Julio, Gamal Abdel-Nasser, al tratar de imponer su voluntad sobre la Revolución Egipcia, la revolución de liberación nacional y de las grandes transformaciones clasistas, sociales, políticas en favor del progreso y de la justicia social.
El Occidente imperial depende de las fuerzas derechistas de clase, y del derechista Islam Político, y en particular ¨los Hermanos Musulmanes¨ y sus semejantes para alcanzar sus objetivos.
Hoy, Egipto cierra filas de nuevo sobre bases clasistas nacionales, tal como si estuviera haciendo una reconciliación nacional global entre todos los espectros de la Patria, luego de un año del miserable desgobierno de los Hermanos Musulmanes, que terminó incendiando y quemando iglesias cristiano-coptas y alimentando el extremismo en la Península del Sinaí, donde se encuentran “los yihadistas del Takfir” (la secta religiosa que considera a todos los demás fieles, ateos y de otras religiones, como ateos que merecen la muerte como castigo) liberados por el propio depuesto Presidente Morsi, además de otros extremistas que se concentraron en aquella zona, y que llevaron a cabo en varias ocasiones ataques contra el ejército egipcio.
Los proyectos norteamericanos, derechistas religiosos y confesionales se estrellaron contra los muros de decenas de millones del pueblo egipcio, y de igual modo se estrellan en la actualidad en Túnez, Yemen, y otros países árabes. Así digo: No pasará otro Syckes – Picot. Los terremotos y las continuas revoluciones desde 2011 enarbolan otro proyecto... el proyecto de la liberación y del progreso hacia adelante, y en una expresión izquierdista “el proyecto de las revoluciones nacionales democráticas”.
EGA- Turquía ha pasado a jugar un papel muy activo en lo que está sucediendo en Siria, Iraq, el Kurdistán e incluso en Egipto, Túnez y Libia. ¿Está el gobierno islámico del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) buscando convertirse en la potencia hegemónica regional cumpliendo intereses de los Estados Unidos o tiene sus propios intereses nacionales? ¿Existen intereses contradictorios entre Turquía y los países del Consejo de Cooperación del Golfo?
NH-El Partido “Justicia y Desarrollo” de Recep Tayib Erdogán, tiene los mismos orígenes “hermanísticos” egipcios, desde que estuvo dirigido por Arbakan en los años noventa. Sin embargo, es más astuto que Morsi, ya que esperó muchos años antes de preparar el terreno y adecuarlo a sus golpes de estado internos y enunciar sus verdaderos objetivos de diferentes maneras. Turquía es un estado industrial de mediano desarrollo que busca mercado y un rol regional en los países árabes y en los países vecinos del Medio Oriente, bajo la supervisión de Washington. Como se sabe, Turquía no está admitida en la Unión Europea, y aspira a tener un papel preponderante en la OTAN.
Esto es lo que explica por qué el gobierno turco perdió los estribos cuando Egipto desechó a Morsi y a los Hermanos musulmanes, y, como reacción, retiró su embajador que fue devuelto hace apenas unos días luego de un mes de ausencia, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores de Egipto pidió la reducción del personal diplomático turco. ¿Por qué esta furia? Porque Turquía sabe muy bien que si Egipto se levantara, ocupará el lugar que le corresponde exactamente en el mundo árabe, el de ser la locomotora árabe, política, cultural, progresista y de liberación, lo cual llevaría la posición turca a un peldaño inferior que no suplantaría lo trazado por Washington con respecto a “Israel”, en el contexto de ser un satélite, y una lanza en manos de la OTAN.
Es lo que afirmaron a partir de Siria hasta Iraq y Kurdistán, y tal como sucede actualmente con Túnez y Libia.
Con relación a la contradicción entre Turquía y el Consejo de Cooperación del Golfo; el Consejo de Cooperación del Golfo depende de Turquía como contraparte frente a Irán, en el contexto de los planes de Washington de “El Gran Medio Oriente”, pero volviendo a la memoria histórica, “el nuevo otomanismo”, recuperado con sus dimensiones confesionales, no puede retornar al terreno de la realidad y la práctica. En el contexto del Asia Central se habla “el turco turano” (Montaraz, o el turco montañés), Turquía fracasó desde los albores de la década del noventa del siglo pasado, pese al vacío soviético y el sueño se acabó con el despertar ruso post-Yeltsin, y la recuperación relativa de Rusia de su papel internacional de forma paulatina hacia un mundo multipolar.
Se debe señalar que la propia Turquía está sujeta a sacudidas. Es una sociedad amplia con sus diferentes etnias y confesiones, y todo lo que pudiera pasar en la región repercutirá sobre este país.
Su propio nombre es una provocación para varios pueblos que caen dentro de su mapa político, entre los cuales están los armenios, azereños, árabes. Una parte europea y otros, así como una amplia gama de religiones, disciplinas y confesiones. Todos viven bajo un nombre, sombras, bandera e idioma de Turquía. Sin embargo no son turcos, y representan millones. ¿Por qué tanta injusticia? Los kurdos en la etapa del ascenso del Movimiento Nacional Kurdo, que proclama la autodeterminación, y como demanda mínima el autogobierno administrativo, cultural y legal del Kurdistán de Anatolia, encaminado hacia la creación de un Estado Nacional Kurdo, que abarque todo el Kurdistán dividido desde 1919, entre Turquía, Irak, Siria e Irán.
Hay ciertos intelectuales turcos que se preguntan, por ejemplo: ¿Por qué no llamamos a Turquía como la República de la Anatolia, y evadimos este incómodo atolladero?
Todo este estado de cosas interactúan entre sus partes, de un extremo a otro... Pero el terremoto que interceptó todo ese curso es la Intifada del 30 de Junio de 2013, para rectificar el curso y el destino del Proyecto del 25 de Enero de 2011, el Proyecto Nacional Democrático: “pan, libertad, dignidad, justicia social, estado civil democrático, igualdad ciudadana entre la mujer y el hombre”. Es la Intifada egipcia que derrocó a Morsi y al régimen de los Hermanos Musulmanes en tres días.
EGA-El golpe contra los Hermanos Musulmanes en Egipto parece debilitar a Hamas, organización que había abandonado sus relaciones preferenciales con Siria, Irán y Hizbulá, quienes le habían brindado apoyo y colaboración. ¿Cómo analiza Ud. esto?
NH-Es una conclusión muy acertada. Hamas es una copia en Gaza de los Hermanos Musulmanes de Egipto, porque la causa palestina es una causa de liberación nacional, y por tanto, su paso a las nuevas filas fue consecuencia de la decisión de “la Hermandad Musulmana Internacional”.
Pese a las diferencias que puede exhibir el caso de Hamas a nivel palestino, existen semejanzas entre ambas organizaciones: la intolerancia religiosa. La resistencia palestina es un movimiento de liberación nacional, que requiere de todo el pueblo. Hamas ascendió gracias a las elecciones a pie de urnas, pero desde entonces trató de convertir la Franja de Gaza en su propio feudo mediante golpes políticos y militares sangrientos 2006 – 2007, independientemente de si logró o no este objetivo (! ), y atrajo todo lo que es retrógrado que lleva la historia hacia atrás, y promovió acciones hostiles contra los cristianos y las fuerzas izquierdistas y patrióticas en Gaza, en una actitud que en nada es ética y dignificante a nuestra causa palestina, la historia multicultural y la solidaridad nacional.
Luego de ello se aferró a todo lo logrado y rechazó todos los llamados colegiados a la reconciliación, la tolerancia y el retorno a las urnas electorales. Claro está que estaba inducido por las instrucciones de los Hermanos Musulmanes y a la espera de Morsi que regresaría de la cárcel a la presidencia.
La segunda ola revolucionaria popular vino el 30 de Junio para derrocar a Morsi y a los Hermanos Musulmanes, destacándose una imagen muy clara entre la tendencia cívica diversa, por una parte, y por otra parte, el gobierno de los Hermanos Musulmanes, y junto a ellos los grupos extremistas. La abrumadora marea popular, dirigida por el Frente de Salvación Nacional, el Movimiento Tamarud (Rebeldía) junto a la movilización cívica (La clase media, la clase obrera, las clases populares pobres, la mujer y la juventud), demostró que Egipto no está del lado de los Hermanos Musulmanes, y que nunca estará, y que tal estirpe de régimen de gobierno no puede perdurar.
Demostró también que las políticas de los Hermanos Musulmanes de aglutinar a su alrededor a los más ignorantes y pobres, si éstos no encuentran la anhelada justicia social, los abandonarán y se pondrán de lado de un sistema justo no excluyente (Pan, Justicia Social), y su lema es “garantizar el sustento”. Así fue que rechazaron la tiranía de Morsi-Hermanos Musulmanes, recuperando su fuerza en nuevos formatos y moldes.
Explotar la simpatía religiosa ¨no es suficiente para la estabilidad del poder si no se alcanza la justicia”, y vale destacar el comentario de uno de los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, cuando ocuparon el poder, que dijo: “Gobernaremos Egipto por quinientos años”, pero fueron ilusiones vanas de mentes inquietas....!
Cómo no va a afectar esto a Hamas luego de haber esperado tanto por el regreso de Morsi, quien ya no volverá...
EGA-¿Considera posible la lucha por lograr los justos y genuinos derechos del pueblo palestino, sin adoptar también una posición antiimperialista?
NH-Seguramente que no. La razón es que la creación de Israel, en 1948, es en sí un proyecto imperialista occidental. Israel contó desde los años sesenta del siglo pasado con la total protección y auspicio de EEUU. Es más, Washington toma el lugar de Israel en las guerras cuando se ve en grandes apuros. Israel es parte de “la seguridad nacional del imperialismo norteamericano”, testificado en los discursos y mensajes de los presidentes que se sucedieron al frente de sus administraciones.
La lucha nacional palestina es de múltiples dimensiones, nacionales de liberación y de democracia, frente a un enemigo racista que aplica los pasajes religiosos sobre leyes positivas (las leyes civiles hechas por el hombre) y los derechos naturales del hombre, lo cual es totalmente incongruente con la cultura de la era y de las civilizaciones anteriores a su desarrollo, ¡Cómo será pues en el mundo de hoy!. Hemos elaborado una respuesta y una alternativa al revés de Junio 1967 hasta 2006. El bloque histórico entre todas las corrientes y clases en Palestina y en el destierro (derecha, izquierda, centro), la coalición de la OLP sobre la base del Programa Nacional Escalonado: la autodeterminación, un estado independiente sobre las fronteras de junio de 1967, el derecho de los refugiados al retorno; o sea el Frente Nacional en la etapa de la liberación nacional contra la ocupación y la colonización israelí, y contra el imperialismo norteamericano aliado de Israel.
A manos de la derecha y centroderecha palestinas (Al-Fatah) y la derecha del islam político (Hamas) se produjo la lucha por el poder en Gaza y Cisjordania.
Nuestra lucha interna palestina se dirige hacia la reconstrucción de la unidad nacional bajo la acción y la iniciativa de la izquierda, y junto a nosotros están fuerzas liberales y sectores populares. Hemos logrado, mediante el diálogo nacional abarcador, la firma del Programa del 4 de Mayo de 2011, en El Cairo, para poner fin a la división y reconstruir las instituciones de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de la OLP, mediante el retorno a la palabra del pueblo en elecciones amplias globales acorde al principio de la representatividad proporcional. Los intereses sectarios derechistas en Al-Fatah y Hamas, los intereses de los ejes regionales en el Medio Oriente y las intervenciones norteamericanas impiden la implementación de esos objetivos.
Estamos seguros de la victoria, junto a nuestro pueblo y las fuerzas de la liberación y del progreso en el mundo lograremos “derrotar la división y reconstruir la coalición de la unidad nacional en el seno de la OLP”.
EGA-Bajo los auspicios de Estados Unidos y su Secretario de Estado John Kerry, Abu Mazen, a nombre de la Autoridad Nacional Palestina ha anunciado que participará en una nueva ronda de las llamadas “negociaciones de paz”, a pesar de que el estado sionista continúa sus planes expansionistas y construye nuevos asentamientos en los territorios ocupados. ¿Nos puede explicar la posición del FDLP sobre esto?
NH-La decisión del equipo negociador palestino de participar en las negociaciones sobre las bases planteadas por el Secretario de Estado Norteamericano John Kerry, es un craso error y un retorno a las antiguas fórmulas... o sea a lo anterior a “la resolución de la ONU de reconocer al Estado de Palestina sobre las fronteras de 1967, y su capital, la ocupada Jerusalén Este”, el 29 de Noviembre de 2012. Esta decisión contradice abiertamente el consenso nacional palestino, la decisión unánime del Comité Ejecutivo de la OLP, de rechazar la convocatoria norteamericana a continuar las negociaciones, porque “los entendimientos de Kerry” no están hechos sobre la base de las fronteras de 1967, del Estado de Palestina, el cese total de la colonización en Jerusalén y Cisjordania, y garantizar los derechos de los refugiados en virtud de la Resolución Internacional 194.
El Movimiento Nacional Palestino, con todas sus fuerzas, destacamentos políticos y personalidades patrióticas de todas las tendencias, acordaron por consenso, en los diálogos de El Cairo (diciembre 2012 y febrero 2013) la necesidad, para proseguir el proceso negociador, de que existan bases que respondan a los derechos nacionales, los cuales son:
  1. El cese total por parte de Israel de la colonización en las ocupadas Jerusalén Este y Cisjordania, por ser acción ilegal y contradictoria a las resoluciones de la ONU, y cuyo objetivo es impedir el surgimiento del estado palestino independiente de plena soberanía, que goce de continuidad geográfica.
  2. El reconocimiento israelí de las fronteras del 4 de Junio de 1967 como base para trazar los límites fronterizos del Estado Palestino Independiente, y su capital la ocupada parte árabe de Jerusalén.
  3. El reconocimiento de las resoluciones de la legalidad internacional como referente para el proceso negociador, incluyendo la Resolución 491 de la Asamblea General de la ONU, adoptada el 29 de noviembre de 2012, “el reconocimiento del Estado de Palestina, sobre las fronteras del 4 de Junio de 1967, y su capital Jerusalén Este” como miembro observador de la Asamblea General de la ONU, sin afectar el estatus representativo de la OLP, así como reconocer el derecho de los refugiados al retorno.
  4. Liberar a los prisioneros veteranos, detenidos antes de la firma del Acuerdo de Oslo (El Cairo, Mayo 1994) y son 104 prisioneros.
Estas bases no son condiciones previas que impone la parte palestina, sino son bases internacionales imprescindibles para salir del círculo vicioso de las vanas e infructuosas negociaciones, sin tomar como referencia las resoluciones de la legalidad internacional. Esas inútiles negociaciones con los gobiernos israelíes han continuado a lo largo de 20 años (1993-2013) sin alcanzar progreso sensible y solo sirvieron como una cobertura para perpetuar la ocupación, y continuar sus prácticas colonizadoras que se duplicaron seis veces durante las negociaciones y las guerras de ocupación contra Cisjordania y la Franja de Gaza.
Las lecciones de veinte años de negociaciones corroboran la necesidad de las citadas bases para darle lugar a unas negociaciones serias y equitativas, que pongan fin a la ocupación y a la colonización, y a los sufrimientos del pueblo palestino y de sus prisioneros y detenidos, y abran las puertas a un estado Palestino Independiente, con su capital Jerusalén.
Al amparo de, y sobre esas bases se impulsó la unidad nacional palestina en los diálogos de El Cairo, y se decidió dar una nueva oportunidad al proceso negociador, siendo una de las opciones que podrían permitir el alcance de los objetivos del pueblo palestino, sin desdeñar otras opciones, ante el rechazo oficial israelí a las bases de la legalidad internacional, y en primer lugar, a poner freno al avance de la colonización, así como su rechazo a reconocer las fronteras del 4 de junio como fronteras del estado palestino.
Las negociaciones que tuvieron lugar en Washington, como punto de partida, el 30 de julio del 2013, no pueden conducir a las bases y requisitos indispensables para un arreglo político equilibrado, que garantice los derechos y los intereses del pueblo palestino, ya que se han constituido sobre bases desequilibradas, que constituyen el preámbulo a graves consecuencias que pueden tener lugar en el período trazado para las mismas:
  1. La colonización no cesó, sino que se incentivó con creces tras una serie de decisiones israelíes de construir más de cinco mil nuevas viviendas, además de las que ya recibieron asignaciones anteriormente, y se dieron los primeros pasos a su ejecución. La próxima etapa escenificará una competición y choque frontal desenfrenado entre un proceso negociador sin horizontes para arreglos políticos equilibrados, por una parte, mientras por la otra, se intensifican proyectos de colonización en Jerusalén y Cisjordania, lo cual convertiría las pláticas en un proceso absurdo, especialmente ante una agudización de la colonización dirigida a impedir la creación del estado palestino.
  2. El equipo negociador palestino dejó de exigir a Israel el reconocimiento de las líneas del 4 de Junio de 1967 como base para delimitar las fronteras entre los dos estados, cediendo así a la exigencia israelí de vincular ¨los temas de la seguridad y de las fronteras¨, y considerar que la base para trazar las fronteras es proporcionar ¨primero fronteras seguras¨ para Israel, tal como lo traza el propio estado israelí, y no las resoluciones de la legalidad internacional, que reconoció al Estado de Palestina sobre las fronteras de 1967, en otras palabras, que los territorios palestinos son 'territorios ocupados' y no 'territorios en litigio' .
  3. El equipo negociador palestino renunció a tomar como vinculantes las resoluciones de la legalidad internacional y como referente para el proceso negociador, y admitió el principio del arbitraje norteamericano para dirimir las diferencias, lo cual en sí hace que las negociaciones sean su propio referente.
  4. Al comprometerse a no recurrir a los acápites de aceptar a Palestina como miembro observador en la ONU a lo largo del período que dura el proceso, el negociador palestino desechó una de las armas más efectivas en sus manos: el del arbitraje internacional, el referente internacional del conflicto, y de despojar a la ocupación de su legalidad, mediante el recurso a la Corte Internacional de Justicia, el Tribunal Penal Internacional, el Consejo de Derechos Humanos y demás instituciones de la ONU (en total son 63 organismos e instituciones) y la aplicación del IV Convenio de Ginebra.
Nosotros en el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, rechazamos la participación palestina en las negociaciones convocadas por Washington, porque no cuentan con las bases necesarias y seguras para llegar a resultados que brinden al pueblo palestino la posibilidad de alcanzar sus derechos e intereses nacionales. Las garantías norteamericanas presentadas a la parte palestina sin comprometer a Israel no alteran en nada la esencia del proceso. La experiencia del pueblo palestino con las promesas y mensajes norteamericanos es rica en lecciones, pero solo amargas, entre las que figuran los mensajes de Clinton, las promesas de Bush Jr, Barack Obama, en su mensaje en El Cairo el 4 de Junio de 2009, así como de muchos altos funcionarios de EEUU. Las promesas norteamericanas son promesas nada más, que vuelan en pedazos gracias a las garantías que EEUU. dan a cambio a Israel, y al fin y al cabo, se convierten en compromisos obligatorios para EEUU a cambio de desvincularse de las promesas dadas a los palestinos.
Nosotros en el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, hacemos un llamado a las fuerzas, destacamentos, sindicatos, mujeres, jóvenes, personalidades; a la más amplia movilización política, popular e informática, contra la decisión de participar en dichas negociaciones, y ejercer las presiones sobre el equipo negociador palestino por medio de todas las vías democráticas, para dar marcha atrás a su decisión; y a cambio dirigirse a la Asamblea General de la ONU, en su nuevo período de sesiones, así como a las instituciones internacionales, para presentar nuevamente a la causa palestina como causa de un movimiento de liberación e independencia nacionales, como causa de un pueblo bajo la ocupación, e incorporarse a la membresía de la Corte Internacional de Justicia, el Tribunal Penal Internacional, los Convenios de Ginebra, y llamar a la comunidad internacional y a las instituciones de la ONU para poner en vigor las resoluciones de la legalidad internacional, sobre todo la resolución para reconocer al Estado de Palestina como miembro observador.
El FDLP rechaza la estrategia que considera a las negociaciones como única opción para solucionar las cuestiones del conflicto con el enemigo israelí, y reafirma que la resistencia popular total, en la que toman parte todas las clases, sectores y estratos del pueblo, y todos sus destacamentos políticos sigue siendo la opción principal, porque a través de esa resistencia y bajo su presión se puede iniciar un proceso político, entre el ocupado Estado de Palestina, y el ocupante Estado de Israel. Gracias a la resistencia popular y a las presiones que puede ejercer, se rectificará el proceso político y tomará sus dimensiones internacionales, y logrará sacudirse de la tutela norteamericana unilateral para encaminarse de nuevo al seno del auspicio internacional apoyándose en las resoluciones de la legalidad internacional.
La política de espera seguida por la ANP con la esperanza de producirse presiones norteamericanas e internacionales que obliguen a la parte israelí a admitir las bases y el referente internacional para el proceso negociador, lleva ya más de veinte años y solo nos condujo a un callejón sin salida, y lo único que logró es acumular las presiones populares que exigen poner fin a esa política y seguir una política alternativa que vincula las negociaciones al cese total de la colonización, y el reconocimiento de las fronteras del 4 de Junio de 1967 como base de las fronteras del Estado de Palestina.
Fuente: Rebelion.org

miércoles, 2 de octubre de 2013

¿El futuro mapa de Oriente Medio? 5 Países podrían llegar a ser 14.

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El mapa moderno de Oriente Medio, una zona significativa política y económicamente en el orden internacional, está a punto de cambiar ante la continuada ola de convulsiones sociales y conflictos, tanto activos como latentes, en la región.
La devastadora guerra en Siriaamenaza con extenderse más allá de sus fronteras, mientras que las consecuencias colaterales de la primavera árabe están desgarrando la región debido a la rivalidad y el odio entre creencias, tribus y etnias. 

La colaboradora de 'The New York Times', analista internacional, periodista y escritora estadounidense Robin Wright ofrece un mapa de Oriente Medio reconfigurado, que podría ser la consecuencia de todas estas tensiones en su totalidad o de alguna de ellas. 



Siria, ¿un catalizador?

La lucha sectaria e interétnica podría dividir el país en al menos tres partes: 



1. Los alauitas, una minoría que lleva varias décadas gobernando el país, controla la zona costera. 

2. El Kurdistán sirio podría escindirse de ese país para unirse a los kurdos de Irak. 

3. La parte central, poblada por suníes, se separaría y podría unirse a varias provincias iraquíes para formar Sunitistán.


Desbordamiento hacia Irak 
Es muy probable que los kurdos en el norte de Irak se unan a los kurdos sirios y que muchas de las partes centrales controladas por los suníes se incorporen a los suníes sirios. Mientras el sur se convertiría en Chiitistán, un país dominado por esta corriente religiosa. 



Desintegración de Libia

A consecuencia de sus agudas rivalidades tribales y regionales, Libia se dividiría en dos partes históricas –Tripolitania y Cirenaica– y posiblemente en el tercer Estado de Fezán, en el suroeste. 

Arabia Saudita recupera las fronteras premonárquicas 

A largo plazo, las divisiones internas suprimidas en Arabia Saudita podrían emerger de nuevo con la entrega del poder a la próxima generación de príncipes. 

La unidad del Reino es además amenazada por diferencias tribales, por la división suní-chiita, así como por desafíos económicos. Como resultado el Reino podría desintegrarse en cinco, las mismas regiones que precedían el Estado monárquico. 



División de Yemen

El país árabe más pobre podría volver a partirse en dos tras un potencial referendo sobre la independencia en el sur del territorio. 

En un escenario más dramático, Yemen del Sur podría integrarse parcial o enteramente en Arabia Saudita. Este último país realiza su comercio casi completamente por vía marítima, así que poder contar con un acceso directo al mar Arábigo reduciría su dependencia del golfo Pérsico, haciendo al país también menos vulnerable ante la posibilidad de que Irán bloquee el Estrecho de Ormuz, uno de los pasos principales para el comercio petrolífero. 

Ciudades-Estado 

De facto podrían emerger también ciudades-Estado, ya sean los oasis de múltiples tipos como Bagdad, enclaves bien armados como Misurata (la tercera ciudad de Libia) o zonas homogéneas como Jabal al-Druze en el sur de Siria. 



Fuente: NYTimes

www.laproximaguerra.com

martes, 1 de octubre de 2013

De la primavera al otoño árabe



La generalizada oposición que afrontó el bombardeo a Siria obligó a Obama a cancelar el operativo. El pretexto de las armas químicas no alcanzó para crear el clima belicista que exigía esa acción. Por eso el gendarme -que ostenta un insólito premio Nobel de la Paz- aceptó la propuesta rusa de instaurar un control internacional sobre el arsenal. Pero las inspecciones en Damasco requerirían un despliegue de tropas que nadie quiere enviar y un complicado proceso de traslado de armas que todos descartan.
El rechazo al bombardeo fue contundente dentro de Estados Unidos. Las encuestas ilustraron el descreimiento de la población, luego de la estafa sufrida con las armas de destrucción masiva de Irak. Tampoco funcionaron las imágenes del sufrimiento sirio que difundieron los medios.
Ya es sabido que las incursiones de “protección humanitaria” no se circunscriben a objetivos militares y afectan a la población civil. Hay cierto desgaste del discurso hipócrita que propaga el principal proveedor mundial de sustancias químicas. Estados Unidos encubrió recientemente el uso de fósforo blanco por parte de Israel en Gaza y es culpable de Hiroshima y de los mutilados de Vietnam.
Obama tampoco logró la cobertura de Naciones Unidas para disfrazar su matanza con normas de derecho internacional. Las invasiones que ampara ese organismo nunca son resueltas por la “comunidad internacional”. Invariablemente emergen de algún contubernio entre las cinco potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad.
Los socios tradicionales del sheriff global se negaron esta vez a repetir el acompañamiento aportado a las invasiones de Irak, Afganistán y Libia. En el G 20, Estados Unidos sólo obtuvo el apoyo de Francia, Turquía y Arabia Saudita, frente al llamativo rechazo de Alemania y el repliegue de Inglaterra.
Pero la suspensión del bombardeo constituye tan sólo un episodio de la contraofensiva imperial en Medio Oriente. Debe lidiar con la pérdida de varios dictadores y el deterioro de gobiernos adversarios que garantizaban la estabilidad regional. Estados Unidos busca contener a sus rivales, aplastando al mismo tiempo todas las expresiones de resistencia popular.
En una región explosiva se han intensificado las disputas entre los imperios, los sub-imperios, los emiratos y las castas militares por la apropiación del petróleo y el control de las rutas estratégicas. Pero las potencias occidentales, el islamismo reaccionario y los ejércitos represivos están conjuntamente embarcados en el entierro de la primavera árabe. Siria concentra estas múltiples dimensiones del problema. 
Multitud de conflictos geopolíticos 
En Siria se registró una sublevación con demandas democráticas semejantes a Egipto o Túnez y se formaron comités populares para exigir reformas políticas. Pero la respuesta oficial fue brutal y el conflicto derivó en una guerra civil con rasgos inter-comunitarios. Los yihadistas que se sumaron a la oposición elevaron el nivel de crueldad y el país quedó desgarrado en un mar de víctimas.
Este conflicto se agravó por el papel central de Siria en la región. Su gobierno es un aliado tradicional de Rusia, está asociado con Irán y se opone a Israel-Estados Unidos. Obama apoya a un sector de la oposición armada (ELS), pero maneja con cautela la entrega de armas, para evitar su captura por los yihadistas (Al Nusra, EIIL).
El presidente del imperio busca disciplinar a la enorme variedad de grupos opositores mediante un juego maquiavélico. No quiere repetir lo ocurrido en Afganistán, alimentando una fuerza de talibanes bajo la protección norteamericana. Destruir a un régimen adversario sin alumbrar otro Bin Laden es la gran dificultad que enfrenta Obama.
Para equilibrar ambos objetivos sostiene a la oposición cuando pierden terreno y la abandona cuando acumulan victorias. Es la política del desangre que ha explicitado un conocido estratega [2]. Obama justamente decidió el bombardeo luego de varios triunfos militares del gobierno. Ese resultado y no el uso de armas químicas fue “línea roja” que alarmó al imperialismo.
Pero la intervención fue también concebida como una advertencia a Rusia, que maneja una base naval en Siria y provee de pertrechos al gobierno. Se buscó retomar la ofensiva iniciada hace una década con el ataque a Serbia y el despliegue de misiles en Europa Oriental. Estados Unidos está empeñado en impedir el resurgimiento de su principal rival de la guerra fría.
Esta pulseada geopolítica tiene correlatos económicos directos. Rusia proyecta un gasoducto desde sus yacimientos hasta el Mediterráneo (South Stream), en competencia con el conducto promovido por Estados Unidos y los emiratos del Golfo (Nabucco). Siria está ubicada en el medio de estas redes, como un centro de pasaje y almacenamiento de combustible. Además, Rusia está directamente interesada en impedir la expansión de los islamistas en las ex repúblicas soviéticas que rodean sus fronteras [3].
También Turquía afronta serios dilemas frente al estallido de Siria. Actúa como la principal sub-potencia de la zona, alberga bases de la OTAN y promueve el debilitamiento de su vecino. Pero al mismo tiempo comparte con Siria la oposición a la independencia de los kurdos que habitan en ambos territorios. La guerra de Irak ya abrió el camino para el surgimiento del temido Kurdistán.
El bombardeo a Damasco constituía, además, un sustituto del postergado ataque a Irán, que continúa desarrollando una política nuclear independiente. Estados Unidos e Israel han saboteado esa economía, asesinado científicos y desplegado presiones diplomáticas para frenar el procesamiento del uranio. Pero no están en condiciones políticas de concretar el bombardeo a Teherán. El frustrado ataque a Siria era una advertencia a los Ayathollas.
Obama se disponía a repetir la “zona área de exclusión” que instauró en Libia para preparar la caída de Gadafi. Pero existen significativas diferencias con ese precedente, puesto que Libia no es un centro del ajedrez geopolítico internacional. Allí prevaleció la unanimidad imperialista, Rusia jugó un papel secundario, Irán no fue determinante y las potencias que financiaron a la oposición se repartieron amigablemente el petróleo. Las tensiones tribales al interior del estado libio nunca alcanzaron relevancia y los yihadistas no lograron prosperar frente al control impuesto por la OTAN.
El laberinto sirio induce a Estados Unidos a una intervención más cuidadosa. Esa cautela genera vacilaciones en las elites republicanas y demócratas que definen la política exterior e indecisiones en el Ejecutivo. Por eso el Congreso resistía el bombardeo, repitiendo el escollo que enfrentó Cameron en el Parlamento inglés.
El margen de acción norteamericano está recortado luego de la caída de los mandatarios fieles a Occidente (Mubarak, Ben Alí) y el colapso de sus sustitutos (Morsi). No es fácil restaurar el manejo imperial frente al eje de Irán-Rusia-Chiitas. Medio Oriente se está incendiando más que de costumbre y predomina el descontrol sobre sucesos imprevisibles [4].
Frente a estas restricciones Estados Unidos retomó las negociaciones con Rusia, para consumar una “transición” parecida al cambio de fachada concertado en Yemen, mediante el desplazamiento del presidente Saleh.
El régimen sirio navega en esta tormenta con su pragmatismo habitual. Choca con Estados Unidos pero participó en la primera guerra del Golfo. Confronta con Israel pero disciplina a los palestinos. Rivaliza con Turquía pero obstruye el Kurdistán. Durante mucho tiempo acantonó tropas en el Líbano para ordenar las fracciones en conflicto. Pero esta vez enfrenta una dislocación sin precedentes. 
Yihadistas e islamistas 
Arabia Saudita y Qatar financian a los batallones más activos de la oposición siria (FILS) y probablemente apuesten a una ocupación extranjera, siguiendo el modelo aplicado en el Líbano durante los años 80. Tienen intereses geopolíticos propios, influyen a través de Al Jazeera en la formación de la opinión pública y operan a través de vastísimas redes de caridad islámicas.
Las monarquías del Golfo intervienen, además, con un ojo puesto en sus propios países. Han reprimido todas las protestas, golpeando especialmente a los inmigrantes. Arabia Saudita despachó directamente tropas para aplastar a la mayoría chiita de Bahrein.
Pero las columnas yihadistas que desembarcaron en Siria (Jabat al Nusrah, EIL) recurren a una intimidación mucho más extrema, especialmente contra otras confesiones. Los cristianos -que ya abandonaron en masa Irak- ahora se escapan de Siria.
Los fundamentalistas son reclutados por todo el mundo árabe y conforman un tejido transfronterizo que se financia con diversos negocios. Se jactan de los asesinatos perpetrados en Afganistán, Bosnia, Chechenia e Irak y han decretado una guerra santa contra el laicismo, la acción sindical, los derechos de las mujeres y las conquistas democráticas. En las zonas bajo su control restauran códigos medievales de regulación de la vida social.
Los yihadistas cumplen una función semejante al fascismo de Europa. Conforman una fuerza internacional de terror que utiliza la religión para restablecer retrógradas jerarquías. Este rol fue visible por primera vez en los años 80 con la irrupción de los talibanes, que Estados Unidos financió en Afganistán para destruir un régimen progresista asociado a la URSS.
Con el auxilio directo del estado pakistaní, esos grupos destrozaron todos los logros de educación, transformación agraria y modernización cultural, que había introducido un gobierno de izquierda. Los talibanes se afianzaron posteriormente en Pakistán, creando una gran plataforma de islamización reaccionaria. De esta red surgió Al Qaeda [5].
Los yihadistas no sólo trasladan a Siria la guerra sectaria entre sunitas y chiitas que ya desgarró a Irak. También se perfilan como una atroz amenaza para la clase obrera. Basta registrar sus acciones en Túnez para notar la magnitud del peligro. Allí declararon una guerra abierta a la central sindical y asesinaron a un dirigente histórico de la izquierda (Chukri Belaid). Ese crimen retrató como ambicionan reconstruir el Califato sobre las cenizas de la organización obrera.
Túnez está en la mira de estas falanges por la vitalidad del sindicalismo y la izquierda. Allí se desarrolló la irrupción más radical de la primavera, cuando una rebelión de jóvenes auto-organizados tumbó el régimen policial de Ben Alí.
El islamismo reaccionario intenta destruir este despertar político que persiste en Túnez, luego de la victoria electoral de una variante moderada del islamismo neoliberal (Nahda). Esa corriente gobierna Turquía y gestionó Egipto durante el breve mandato de Morsi. Rechaza el terror, pero promueve una islamización incompatible con los anhelos democráticos de la población [6]
Eclipse palestino y auge fundamentalista 
La gravitación de los yihadistas es paralela a la tragedia de los palestinos, que sufren la consolidación de la expansión colonial israelí. El gobierno sionista bombardeó varias localidades de Siria pero se ha manejado con cautela. Mantiene un status quo con su detestado vecino en la frontera del Golán, para taponar Gaza y extender la ocupación de Cisjordania. Israel quiere fortalecer su predominio, sin afrontar una caótica “libanización” de Siria. Está muy interesado en eliminar las armas químicas -que su contrincante acumuló para contrapesar el poder atómico israelí- y que ahora manejan los dos bandos de la guerra civil.
La estabilidad con Siria ha sido un ingrediente clave para impedir el surgimiento de un estado palestino en los últimos 20 años. Israel aprovecha los tratados con Egipto y Jordania (y la cobertura brindada por los convenios de Oslo) para reforzar su extensión territorial. Como no puede expulsar abiertamente a los palestinos, ni proceder a su limpieza étnica, proclama su vocación de negociar mientras multiplica las colonias.
Las áreas palestinas de Cisjordania se reducen diariamente. Fueron recortadas por un serpenteo de muros, perdieron las fuentes de agua y están sometidas a un hostigamiento militar que empuja a la emigración. Esta “des-arabización” ya se ha consumado en los alrededores de Jerusalén, mientras Gaza ha quedado convertida en un gueto de miseria y olvido [7].
La guerra civil en Siria permite legitimar esta silenciosa desposesión. Israel afianza entre su población la presentación de los árabes como “gente incivilizada”, que debe ser “tratada por la fuerza”. Este terrible mensaje contribuye a contrapesar el descontento social que el año pasado pusieron de relieve las marchas de 400.000 indignados [8].
Los palestinos no sólo sufren torturas, encarcelamientos, asesinatos selectivos y el probable envenenamiento de sus dirigentes (como Arafat). También están acorralados por los gobiernos militares e islámicos que sucedieron a Mubarak. El encierro de Gaza por los gendarmes egipcios es un atroz efecto de su sometimiento financiero y militar a Estados Unidos.
Israel también actualiza sus conspiraciones dentro del ámbito palestino. Incentivó primero a los islamistas contra OLP y promovió posteriormente una autoridad fantasmal contra el Hamas. La guerra en Siria induce a nuevas maniobras, puesto que Hamas abandonó su alianza tradicional con ese país, aceptó financiación de Qatar y tomó partido a favor de la oposición. En cambio Hezbolah apoya con acciones militares al régimen de Assad. La pertenencia a la vertiente sunita y a la Hermandad Musulmana en el primer caso, y la adscripción al eje chiita junto de Irán el segundo, han sido determinantes de estos alineamientos.
La expansión de los yihadistas en Medio Oriente está eclipsando la causa palestina como prioridad común del mundo árabe. Frente a una oleada confesional ha perdido centralidad el gran estandarte anticolonial de las últimas décadas. Este giro ilustra las dificultades que afrontan en la región los proyectos progresistas. 
Mutaciones regresivas en Siria 
El gobierno sirio reaccionó en forma brutal frente a los reclamos de su población. Estas demandas tienen la misma legitimidad que las exigencias del pueblo egipcio o tunecino. Son los mismos derechos enarbolados contra tiranos prohijados por Estados Unidos o enemistados con la primera potencia.
En Siria no se logró el triunfo alcanzado en los dos países que iniciaron la primavera. La represión fue más sangrienta. Incluyó disparos a mansalva, bombardeos de aldeas y asesinatos de familias. Los 100.000 muertos y millones de refugiados ilustran, además, el perfil intercomunitario que asumió el conflicto (aluitas, sunitas, chiitas, cristianos).
No es la primera vez que el país sufre este tipo de tragedias. En 1982 se perpetró una masacre contra las protestas en la región de Homs. Esos desangres también se registraron en el Líbano. Son represalias en gran escala que aparecen cuando los choques políticos-sociales se entremezclan con tensiones étnico-religiosas. Estos desgarramientos forman parte de la historia regional desde que Turquía masacró a los armenios a principio del siglo XX.
La conversión de una lucha democrática en una guerra sectaria -con sectores laicos dispersados a ambos lados de la trinchera- ha distorsionado el sentido inicial de la sublevación. También acentuó la dependencia de cada contrincante de su proveedor bélico externo. Esta injerencia obedece a intereses geopolíticos totalmente ajenos a las exigencias populares [9].
El régimen actual de Assad no guarda el menor parentesco con el viejo partido del Baath, que confrontó con el poder religioso para forjar un estado nacional aglutinante de todas las comunidades. Ese propósito se desvaneció con la degeneración dinástica, la corrupción de camarillas y el enriquecimiento de una burguesía que impuso el giro neoliberal de las últimas décadas [10].
Esta involución se asemeja a lo ocurrido con el régimen de Sadam Hussein. Compartieron originalmente el mismo tipo de partido político y desembocaron en la misma criminalidad de estado.
La comparación podría extenderse también a Gadafi, que debutó con proyectos de reformas sociales y concluyó comandando un gobierno de clanes mafiosos. Se arrepintió de su pasado panarabista, persiguió militantes, detuvo inmigrantes africanos y hostilizó a los palestinos. También buscó congraciarse con Occidente para asegurar los negocios de las compañías petroleras.
Pero el mayor antecedente de masacres perpetrado por un régimen de origen antiimperialista se localiza en Argelia durante la década pasada. Ese sistema político destruyó un legado de historia anticolonial sin parangón en el mundo árabe, a partir de un triunfo del FLN comparable a las victorias revolucionarias de China y Vietnam.
La prolongada gestión de clanes militares que usufructuaron del poder para su propio beneficio demolió esa herencia. Cuando en la década pasada fueron sorpresivamente derrotados en las elecciones por los islamistas del FIS, desconocieron los comicios y desataron una guerra con infernales masacres en ambos bandos [11].
La conducta del régimen sirio no constituye, por lo tanto, una particularidad de ese país. Repite la trayectoria seguida por procesos que tuvieron un origen semejante y registraron involuciones del mismo tipo. 
Destrucciones combinadas, reorganización imperial 
La población siria ha quedado entrampada en una confrontación entre un régimen represivo y una oposición plagada de yihadistas y solventada por Estados Unidos y los emiratos. Esta combinación de actores reaccionarios multiplica la tragedia, anulando los impulsos de lucha por la democracia y las mejoras sociales.
Lo ocurrido en el Líbano y Argelia brinda una pauta de esta perspectiva. Al cabo de muchos de años de confrontaciones entre bandos regresivos, la población quedó agotada y sin disposición para participar en la primavera.
Irak ofrece otro categórico retrato de esta combinación de sucesiones destructivas. La primera demolición del país fue realizada por Sadam con matanzas de kurdos y aventuras externas contra Irán instigadas por Estados Unidos. La segunda devastación fue consumada por Bush, que legó un dantesco escenario de aniquilamiento social. Nadie sabe el número de víctimas, pero algunas estimaciones indican 600.000 muertos, cuatro millones desplazados y dos millones exiliados.
La tercera destrucción está en curso a través de una guerra sectario-confesional que genera decenas de muertos diarios. Chiitas y sunitas dirimen supremacía en un laberinto de disputas clientelares, que se procesa con voladuras de edificios y diseminación de coches-bomba [12].
Si en Siria prevalece cualquiera de estas variantes del desangre reaccionario, el país perderá su rol geopolítico internacional y ningún contrincante propiciará el mantenimiento del estado nacional unificado. En ese caso se afianzará la misma fractura en tres partes que se observa en Irak. Estas divisiones en micro-estados confesionales resucitarían la cirugía colonial que padeció de Siria, cuando su territorio fue repartido entre Francia e Inglaterra [13].
El colapso de países bajo el doble efecto de agresiones imperialistas e invasiones fundamentalistas es una tendencia que también salió a flote recientemente en Mali. Varias columnas yihdistas llegadas desde Libia derrotaron al ejército local e intentaron capturar todo el territorio. Francia reactivó sus reflejos coloniales y despachó tropas para auxiliar a los asediados gendarmes. Frenó a veteranos brigadistas de Afganistán y Argelia, pero no ha ganado la partida.
Todos esperan el próximo round en una región africana plagada de hambrunas y con cuantiosas riquezas minerales. Francia controla el uranio que utiliza para abastecer su sistema energético, pero hay un gran botín en disputa [14].
Algunos analistas estiman que en este escenario las grandes potencias pierden peso, frente a nuevos jugadores económicos y actores multipolares. El retroceso de Estados Unidos es visto como el principal resultado de este cambio. Pero habrá que ver cuán prologando será el repliegue de la única potencia con capacidad militar para ordenar el funcionamiento del capitalismo global.
Estados Unidos fracasó en su intento colonial de apoderarse del petróleo iraquí. Pero dejó una sociedad descalabrada y sin recursos para gestionar ese recurso. El país ha perdido autonomía en todos los terrenos.
El sheriff del planeta aprovecha la coyuntura actual para reorganizar su intervención militar. Busca reemplazar la acción de los marines por la utilización de drones y misiles. Jerarquiza otras regiones (Asia, el Pacífico), privatiza la acción bélica, incrementa el espionaje y privilegia las operaciones encubiertas [15].
Mediante este reajuste Washington reordena su guerra perpetua contra el mundo árabe. Tiene recortados sus márgenes de intervención, pero no sufrió una derrota comparable a Vietnam. No es lo mismo retroceder frente a una revolución socialista, que replegarse ante los escenarios caóticos y sin horizontes progresistas que se observan en Irak [16]
La centralidad de Egipto 
Afortunadamente el mundo árabe no sólo genera noticias sombrías. La primavera recobra vitalidad en países como Egipto, que pueden definir la tónica general. El epicentro inicial de las rebeliones democráticas mantiene una incidencia decisiva sobre el resto de la región. La gravitación de la clase obrera puede aportar, además, otro perfil social a esa batalla.
En Egipto se registró el principal triunfo de la primavera con la movilización que enterró al tirano Mubarak. El ejército asumió inmediatamente el gobierno para preservar los intereses de las clases dominantes. Actúa como un emporio económico estrechamente asociado al Pentágono, pero mantiene el prestigio logrado durante las guerras contra Israel.
Ese protagonismo político le permitió a las fuerzas armadas expropiar la sublevación popular y embarcarse en maniobras gatopardistas, para impedir cambios significativos en el régimen político. Después de muchas vacilaciones convocaron a elecciones y aceptaron el triunfo de los Hermanos Musulmanes.
Esa congregación emergió como la única fuerza política organizada, a partir del extendido arraigo de sus redes de asistencia social. El presidente Morsi intentó copiar el modelo turco de islamismo neoliberal, manteniendo la impunidad represiva y el encarcelamiento de opositores. También ratificó los acuerdos con el FMI y los pactos con Israel. Resistió cualquier democratización del estado y preparó un borrador de Constitución repleto de ingredientes totalitarios. Se prohibía incluso a la justicia contradecir cualquier medida gubernamental.
Pero lo gota que rebalsó el vaso fue la islamización compulsiva mediante leyes oscurantistas. Los sectores más extremos (salafistas) emprendieron provocaciones sangrientas contra la minoría de los coptos. La legitimidad del gobierno se esfumó en forma vertiginosa.
En la simbólica plaza Tahir se repitió el estallido de una gran sublevación. El ejército desplazó a Morsi y prometió una nueva transición para atemperar la belicosidad popular. Nuevamente confiscó un gran movimiento de masas para evitar el colapso del estado. Derrocó a un gobierno surgido del sufragio mediante un golpe, disfrazando el perfil clásico de la asonada reaccionaria. Repitieron el libreto de la intervención anterior bajo la presión de un inmenso clamor democrático. Los militares tomaron el gobierno para impedir la concreción de las demandas democráticas desde abajo.
Pero esta vez fueron más allá y descargaron una feroz represión contra los Hermanos Musulmanes. Dispararon contra manifestantes desarmados y asesinaron a 1000 personas. El freno de la islamización forzosa -que exigía un vasto conglomerado de progresistas y laicos- quedó totalmente ensombrecido por esta abominable masacre [17].
Lo ocurrido brindó un nuevo ejemplo del comportamiento reaccionario que tienen los gendarmes enfrentados con el islamismo. En Egipto abrieron el camino para repetir el desangre consumado en Argelia y Siria. Pero hasta ahora gozan de una gran protección diplomática internacional. Como todas las potencias necesitan la estabilidad de Egipto, Estados Unidos hizo la vista gorda, Europa y Rusia se mantuvieron en silencio y Arabia Saudita, Qatar e Israel aprobaron enfáticamente al ejército.
Sólo Turquía levantó la voz y no sólo por el debilitamiento de su proyecto poder regional junto a los Hermanos Musulmanes. El mismo movimiento democrático que congregó a millones de manifestantes en El Cairo irrumpió en Estambul. 
La sorpresa en Turquía 
La reacción contra la islamización convirtió en mayo pasado a la Plaza Taksim, en un espejo de la Plaza Tahir. Una marea de manifestantes ocupó ese lugar durante semanas para rechazar las restricciones religiosas. La movilización estuvo precedida por luchas contra la brutalidad usual de la policía. Contingentes de trabajadores precarizados confluyeron con los jóvenes de clase media opuestos a las prohibiciones confesionales.
A diferencia de Egipto los recortes al laicismo no fueron una improvisación de líderes recién llegados al gobierno. Desde hace once años Turquía padece una administración islámica conservadora. Asumieron con promesas de renovar el viejo estatismo nacionalista, desprestigiado por décadas de autoritarismo y corrupción (Kemalismo). Pero implementaron un viraje neoliberal que acrecentó la desigualdad social.
La gran movilización modificó la realidad de un país agobiado por agresiones sociales y retrocesos democráticos. El contagio de Egipto ilustró cómo se transmiten los anhelos populares en un espacio del Mediterráneo que desborda al mundo árabe.
En Turquía no se lograron las victorias obtenidas en Egipto o Túnez, pero el gobierno de Erdogan quedó muy debilitado. Ya no puede presentarse como un ganador de la primavera, ni continuar con tanta displicencia sus peregrinajes para disputar hegemonía regional con Arabia Saudita y las monarquías del Golfo.
La clase dominante turca tantea sus posibilidades sub-imperiales. Ha lucrado con el alto crecimiento de los últimos veinte años y ya forjó fuertes lazos con la Unión Europea y las economías árabes. Pero la inesperada irrupción popular amenaza sus proyectos. Turquía es parte de las revueltas y no un modelo para superarlas. El usurpador potencial de las protestas ha quedado contagiado por la oleada que pensaba desactivar [18].
El gobierno afronta un efecto adicional más severo de esta convulsión. La confluencia de guerras circundantes y demandas democráticas ha potenciado las posibilidades de independencia de los kurdos. Los derechos nacionales de esta comunidad son negados por todos los países de la región. Pero los kurdos han logrado establecer una región autónoma en Irak y están consumando esta misma construcción en Siria. Allí batallan en forma simultánea contra los gendarmes de Assad y los batallones yihadistas.
El paso siguiente sería la extensión de esa conquista a zonas kurdas de Turquía. Al cabo de treinta años de heroicas luchas están forzando una negociación con el gobierno. Esas tratativas son favorecidas por la conmoción que sacude a la región [19].
Las respuestas democráticas contra la islamización forzosa se perfilan en varios países como un camino de prolongación de la primavera. El otro sendero es la resistencia a los crímenes del yihadismo. Túnez ocupa un lugar central en esa batalla. La manifestación de repudio al asesinato del líder de la izquierda congregó un millón de personas y rompió todas las restricciones a la presencia de mujeres. En medio de una huelga general dio lugar a la movilización más imponente de la historia de ese país [20]. 
Comparaciones con América Latina 
Cualquier acontecimiento político-social en un lugar del mundo árabe tiene un rápido impacto sobre otra localidad. Así ocurrió con la primavera y con la ofensiva posterior para sepultarla. Estos efectos confirman la existencia de un universo común, resultante de condiciones históricas similares. Como en América Latina sucede lo mismo, ciertas comparaciones son pertinentes.
Medio Oriente ha padecido el demoledor impacto del neoliberalismo. Las presiones por privatizar, abrir los mercados, reducir el gasto social y eliminar subsidios a los alimentos masificaron el desempleo y la precarización del trabajo. Como en Latinoamérica millones de jóvenes fueron empujados al desamparo. No pueden subsistir en sus países y tienen vedada la emigración a Europa, en un marco de elevada presión demográfica. Estos desposeídos encendieron la mecha de la primavera, cuando un vendedor tunecino se inmoló para protestar contra las prohibiciones a la venta callejera [21].
Las demandas democráticas contra los regímenes semi-dictatoriales han sido el elemento unificador de las movilizaciones. Como en América Latina la exigencia de nuevas Constituciones irrumpe en todas partes.
Estados Unidos le asigna al Medio Oriente una importancia estratégica semejante al sur del hemisferio americano. Depreda el petróleo y los recursos naturales de ambas regiones con la misma impunidad. Las dos zonas han padecido históricamente un trato colonial de patio trasero. El canal de Suez estuvo sometido a un control imperial similar al canal de Panamá. Las bases militares del Pentágono en Arabia Saudita cumplen la misma función que las instalaciones en Colombia y las amenazas de bombardeo a Irán son semejantes al chantaje que soporta Venezuela.
Por estas razones en Medio Oriente predomina la misma hostilidad popular hacia el imperialismo que se observa en América Latina. Algunas comparaciones que se establecieron inicialmente entre la primavera y las revoluciones de terciopelo en Europa Oriental omitieron este dato. Aunque la clase media liberal comparte los valores norteamericanos, la sublevación árabe no irrumpió para copiar a Occidente. Estuvo motivada por el rechazo a las tiranías que amparó el imperio.
Estados Unidos conoce esa animadversión. Celebró la caída del muro de Berlín, pero no el derrumbe de sus títeres de Egipto o Túnez. Ha vivido el desplome de Mubarak con el mismo pesar que el destronamiento del Shá de Irán.
Pero los procesos políticos de América Latina han seguido un rumbo muy diferente. La región no sufrió destrucciones bélicas, ni desangres internos. Las tragedias de Irak, Argelia o Siria son vistas como acontecimientos lejanos.
Esta diferencia obedece a muchas razones, pero un aspecto central ha sido el dispar destino de las tradiciones nacionalistas, progresistas y de izquierda, que se reconstituyeron en Latinoamérica y declinaron en los países árabes. La expectativa de una recuperación de ese legado bajo el impulso de la primavera no se verificado. Al contrario, las organizaciones político-religiosas conservadoras han consolidado su predominio, en desmedro del laicismo antiimperialista [22].
En América Latina la derecha actúa a través de los medios de comunicación, los partidos y el dinero. La iglesia católica ha perdido fieles y compite con una multitud de sectas evangélicas. No existe ninguna fuerza regresiva a escala regional comparable con el enraizamiento logrado por la Hermandad Musulmana [23].
Esta disparidad de caminos se expresa en la pujanza de los ideales de unidad latinoamericana, en contraste con el retroceso que afronta el panarabismo. Esta meta quedó inicialmente golpeada por el fracasado ensayo de una República Árabe Unida (1957-61), por las derrotas de Palestina frente a Israel y por la decadencia del Baath. La guerra actual en Siria refuerza esta regresión. Existen algunos síntomas de resurgimiento del nasserismo, pero todavía no indican una tendencia y están muy lejos de cualquier proceso latinoamericano conectado al ALBA.
Ciertamente las experiencias nacionalistas de la segunda mitad del siglo XX legaron más frustraciones que realizaciones en América Latina. Pero en ningún país se registró la degradación que tuvieron los regímenes de Argelia, Irak, Libia o Siria.
Esta diferencia se extiende también a la presencia de la izquierda, que en América Latina logró permanencia a través la revolución cubana. Esta continuidad ha sido retomada por Bolivia y Venezuela. La izquierda árabe protagonizó experiencias de gobierno (Yemen) y alcanzó arraigo (Irak, Siria), pero sufrió traumáticas derrotas y no pudo conservar su influencia. 
En última instancia las diferencias entre ambas regiones obedecen a condicionamientos históricos muy dispares. La secularización que conquistó América Latina con las revoluciones de la Independencia del siglo XIX, nunca fue lograda por el mundo árabe.
Ese proceso permitió forjar estados nacionales con rasgos modernos de laicismo y relativa separación de la iglesia y el estado. Las revoluciones burguesas fueron incompletas pero facilitaron una tradición democrática, que se proyectó a las luchas sociales y a los movimientos populares de la última centuria. Por el contrario en los países árabes subsistió la tutela teocrática y los privilegios religiosos-educativos de los clérigos del Islam. Esta carga torna más compleja la batalla de los movimientos progresistas [24]
Una respuesta desde la izquierda 
Los debates en la izquierda han sido muy dispares desde el comienzo de la primavera. Las posturas actuales en torno a Siria reproducen lo ya discutido frente a Libia. No es sencillo tomar posición frente a situaciones alejadas de un campo progresista visible.
En Medio Oriente proliferan los grises y existen formaciones de derecha e izquierda en los bandos en pugna. También abundan las paradojas y las coincidencias de opuestos. Los nazis de Europa apoyan a Assad porque son islamofóbicos y varios partidos comunistas lo sostienen, como un dique de contención de los Estados Unidos.
Pero frente a la inminencia de un bombardeo hubo total unanimidad en el rechazo a la intervención imperialista. Todas las corrientes subrayaron que el pueblo sirio debe adoptar sus propias decisiones sin ninguna interferencia externa. Si Estados Unidos bombardea las consecuencias serán más adversas para la población. No hay que repetir lo ocurrido con Noriega en Panamá o con Sadam en Irak. Son los ciudadanos de cada país y no los marines, quiénes deben juzgar a los tiranos.
Las caracterizaciones acertadas de la situación siria subrayan que hubo un legítimo levantamiento democrático, reprimido por el gobierno y copado por los agentes de Estados Unidos y las milicias yihadistas. Esa usurpación acentuó las tensiones intercomunitarias y desembocó en una guerra civil sin resultados progresistas a la vista. En estas condiciones el triunfo de uno u otro, no abriría horizontes de independencia nacional, democratización o mejoras sociales.
Libia ofrece un antecedente cercano de esta misma encerrona. Una rebelión inspirada en demandas democráticas fue dominada por clanes serviles del imperialismo y las empresas petroleras. Gadafi no cayó como Mubarak o Ben Ali por el descontento popular. Fue tumbado mediante una operación militar controlada por la OTAN [25].
Una forma de evitar la repetición de ese desenlace o su opuesto (masacres de la oposición como en Argelia) sería el fin de las hostilidades, gestado a partir de tratativas concretadas por los sectores progresistas. Es la propuesta promovida por algunas personalidades y movimientos sociales embarcados en la campaña por la “Paz con Justicia”. Trabajan con sectores de ambos campos para alcanzar un alto el fuego y la apertura de negociaciones. Denuncian la intervención del imperialismo y el peligro de un desmantelamiento colonial de Siria [26].
Esta iniciativa es totalmente ajena a las negociaciones que desarrollan Obama y Putin y a las propuestas de la Liga Árabe o los gobiernos europeos. La paz debe discutirse por abajo, retomando las demandas democráticas que originaron la crisis actual y reconociendo los reclamos nacionales kurdos.
Una propuesta de ese tipo fue impulsada por dirigentes latinoamericanos del ALBA durantguerra en Libia. Denunciaron el cerco imperial, la zona de exclusión de la OTAN y la acción del espionaje norteamericano. Promovieron una mediación entre ambas partes, que hubiera sido más progresiva que el derrocamiento de Gadafi por los agentes del Pentágono.
Frente a Siria estas propuestas han sido acompañadas en ciertos casos por categóricas actitudes de apoyo al gobierno de Assad. Especialmente el gobierno de Venezuela realiza visitas de solidaridad y explicita ese sostén. Esta actitud se explica por la percepción de una amenaza imperial semejante.
Existen abrumadoras pruebas de las conspiraciones que impulsan la CIA y el Departamento de Estado, para repetir en Sudamérica las agresiones de Medio Oriente. Frente a este peligro los gobiernos del ALBA construyen alianzas internacionales con los adversarios de Estados Unidos (Rusia, China, Irán), para asegurarse protección defensiva.
Esta estrategia es totalmente comprensible y legitima, pero no obliga a ningún elogio de Assad. Existen numerosos antecedentes de alianzas militares y convergencias diplomáticas, que eluden opiniones sobre los gobiernos involucrados en los acuerdos. Esta omisión sería particularmente pertinente, frente a un régimen que acumula tantas acusaciones.
Los movimientos sociales, las organizaciones populares y los intelectuales de izquierda no cargan con las obligaciones que afrontan los funcionarios de cualquier estado. Tienen la posibilidad de exponer abiertamente su opinión sobre Siria. Decir la verdad es indispensable para actuar como militantes solidarios con los sufrimientos de cualquier pueblo.
Pero esta responsabilidad debería extenderse también a muchos críticos de Evo, Maduro y Fidel, que exigen pronunciamientos reñidos con las necesidades de defensa que afrontan los procesos revolucionarios o radicales. Olvidan que no es lo mismo escribir un manifiesto que confrontar diariamente con alguna amenaza del Pentágono. Si la revolución cubana ha logrado resistir durante 50 años y Venezuela o Bolivia evitaron la sangría que padece Medio Oriente, es porque alguien supo actuar con la inteligencia que no demuestran los objetores. 
Dos posturas erróneas 
Algunas corrientes de izquierda estiman que el levantamiento democrático inicial en Siria se ha profundizado y radicalizado, hasta convertirse en una revolución popular que tiende a tumbar al régimen. Asignan un carácter progresista a la dirección de este movimiento, desestiman la influencia norteamericana y consideran que los yihadistas cumplen un rol secundario.
Partiendo de esta caracterización promueven la victoria de la oposición, desechan las convocatorias al diálogo, reclaman el reconocimiento internacional de los rebeldes como fuerza beligerante y exigen la entrega de armas a este sector [27].
Pero esta postura es contradictoria con el rechazo de un bombardeo norteamericano que debilitaría al enemigo a vencer. El Pentágono es el gran proveedor de las armas pesadas que se solicitan y el Departamento de Estado es el principal interlocutor, para jerarquizar la relevancia internacional de la oposición. Varios sectores del establishment estadounidense toman en cuenta ese rol para motorizar una política más activa contra Assad.
Se podría alegar que esta coincidencia con el imperialismo tiende precedentes históricos en movimientos populares, que concertaron compromisos con las potencias para sostener sus luchas nacionales. Los irlandeses del IRA aceptaban armas del Kaiser y los maquis franceses recibían pertrechos de los norteamericanos. ¿Pero la derrota de Assad equivaldría al desmoronamiento de Hitler? ¿Los marines y los yihadistas se asemejan a las resistencias europeas en las guerras mundiales?
Es más sensato comparar al grueso de las milicias de la oposición siria con los kosovares de Europa Oriental, que se transformaron en agentes OTAN o con los afganos que devinieron en talibanes. La escalada bélica aumentó la subordinación de esos sectores a sus sponsors imperiales. Hay muchas discusiones sobre la gravitación de los yihadistas, pero actúan como fascistas y nunca podrían integrar un campo progresista.
El antecedente libio es muy esclarecedor, puesto que allí se extinguió la progresividad de los opositores cuando se situaron bajo la egida de OTAN. Visto retrospectivamente es evidente la distorsionada idealización que hicieron algunas vertientes de la izquierda de los denominados “rebeldes”. No sólo fue erróneo reclamar armas para un sector que ya recibía un arsenal desde Qatar, Arabia Saudita y Estados Unidos, sino también aprobar la “zona de exclusión” que establecieron las potencias occidentales sobre el espacio aéreo de ese país [28].
La victoria de la oposición no fue un “triunfo popular”. Una coalición de fuerzas reaccionarias ganó la partida y reforzó la gravitación del imperialismo en la zona. Este balance es evidente para cualquier observador. No lo pueden registrar quiénes adoptan una actitud de celebración ingenua de cualquier revuelta. Suelen omitir quién sostiene los levantamientos y cuáles son los propósitos e intereses de su dirección [29].
La postura opuesta considera que la guerra en Siria es un resultado unívoco de conspiraciones imperiales perpetradas a través de mercenarios, para socavar a un gobierno tolerante, laico y embarcado en la continuidad del proyecto panárabe [30].
Otras variantes más atenuadas de esta visión silencian el problema. Suelen denunciar la intervención del imperialismo, evitando cualquier mención de Assad, como si se librara una batalla abstracta sin protagonistas de carne y hueso.
Estas miradas cierran los ojos ante el horror creado por las masacres de familias indefensas. Al omitir la existencia de estos hechos o atribuirlos a infiltrados externos se reproduce un viejo vicio de negación. Esa actitud condujo durante décadas a ignorar los crímenes de Stalin y propinó un terrible daño a la causa del socialismo.
No tiene sentido edulcorar la imagen de Assad con fantasiosos supuestos de progresismo. Encabeza un régimen opresivo que enterró todos los vestigios del nacionalismo antiimperialista. La demonización norteamericana no debe conducir a reivindicar lo indefendible.
Con esta misma actitud algunos autores presentaron a Gadafi como un coronel patriótico, que antes de su asesinato preparaba la radicalización revolucionaria de su régimen [31]. Esta imagen invierte la realidad. El coronel transitaba por un carril opuesto de compromisos con las empresas petroleras occidentales, para reforzar políticas neoliberales al servicio de los clanes privilegiados.
La defensa de Asad como reacción a la barbarie que despliega el imperialismo constituye una inadmisible simplificación. Una gran variedad de criminales pululan por la escena contemporánea. Los maxi-genocidas del Pentágono coexisten con los mini-genocidas del mundo árabe.
La reducción de complejos procesos políticos a una simple oposición entre dos campos impide entender lo que está ocurriendo. El ultimátum de “estar con uno u otro” termina generado el desprestigio de la izquierda. Es la mirada binaria que condujo a aceptar la invasión rusa a Checoslovaquia o la represión de Tian An Men. La acción criminal de los talibanes enfrentados con Washington demuestra que algunos adversarios coyunturales de Estados Unidos no son mejores que el imperio.
La izquierda no debe callar. Cuando se resigna a la “ Realpolítik” olvida su compromiso con la defensa del derecho básico a la vida. Con esa renuncia empieza la sutil adaptación a lo que siempre ha combatido. 
Principios, tácticas y posibilidades 
En Medio Oriente las fuerzas reaccionarias están ubicadas en varios bandos. Actúan con el imperialismo, con ejércitos represivos y con islamistas conservadores. En ciertas oportunidades predomina la asociación entre estas vertientes y en otros casos el conflicto. No hay someterse al chantaje de optar por alguno de ellos.
Este problema apareció recientemente en Egipto, cuando los militares se hicieron eco de una demanda democrática y masacraron posteriormente a los islamistas. No es admisible que la izquierda se ubique en uno u otro bando. Es tan desacertado defender a un impugnado en las calles, como avalar los asesinatos de los Hermanos Musulmanes. Este problema ha generado una fuerte discusión en ese país [32].
Otra falsa opción se planteó en Mali frente a la intervención francesa. Algunas justificaciones del operativo alertaron contra los yihadistas y resaltaron la conveniencia de un contrapeso geopolítico a la presencia norteamericana.
Pero también aquí rige el principio de respetar el derecho de cada pueblo a resolver sus conflictos sin injerencia externa. Los yihadistas y franceses son agresores y no artífices de un mal menor. El secesionismo y las ambiciones imperiales son igualmente nefastos y la izquierda no tiene por que resignarse a elegir entre opciones regresivas [33].
Ciertamente no alcanzan los enunciados generales y en cada circunstancia se plantean formulaciones tácticas que priorizan uno u otro peligro. Frente al inminente bombardeo norteamericano a Siria tiene evidente primacía la denuncia de esa intervención. En ese momento la crítica al régimen de Assad debe quedar inscripta en la batalla central contra el imperialismo.
Conviene recordar que cuando el criminal Hitler invadió la URSS gobernada por el criminal Stalin, la izquierda se colocó en el campo soviético, sabiendo que la derrota del nazismo era indispensable para cualquier proyecto democrático. Lo mismo vale para el ataque de Thatcher contra Malvinas bajo la dictadura de Galtieri o la invasión norteamericana a Irak bajo la tiranía de Sadam. Las abstracciones neutralistas son particularmente inconvenientes en estos casos.
Los tres principios que guían a la izquierda -rechazo de las intervenciones imperialistas, oposición a los dictadores y solidaridad con los pueblos sublevados- adoptan formas muy diversas en cada circunstancia.
Estos debates seguramente continuarán, puesto que el mundo árabe atraviesa una conmoción sin precedentes. Todos los mitos sobre la pasividad de ciertos pueblos han quedado desmentidos por los acontecimientos de Medio Oriente.
Se obtuvieron grandes victorias en Egipto y Túnez, pero el desenlace de Libia marcó un giro hacia la contraofensiva derechista. Esta arremetida se ha extendido a Siria y la reacción ensaya varios caminos para sepultar los anhelos populares. Pero El Cairo y Estambul han demostrado que la batalla continúa.
Medio Oriente afronta un contradictorio escenario de luchas y tragedias. La primavera ha devenido en un duro otoño y puede desembocar en un invierno imperial o talibán. Pero el resultado permanece abierto y en muchos lugares se avizoran despuntes de un verano democrático. Hay esperanzas y posibilidades de alcanzar esa estación. 

BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL 
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-Boron Atilio, “Sangre sudor y lagrimas”,  www.pagina12 24/08/2011.
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-Nair Sami, “La guerra anunciada”, El País, 16-11-2012
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-Stefanoni Pablo, “Las izquierdas frente a la guerra”. www.aporrea.org/internacionales,
-Tanuro Daniel, Gasparini Mauro, “La izquierda europea y la trampa de las alternativas infernales”, www.rebelion.org/noticia 10/09/2013
-Wallerstein Inmanuel, “El ataque militar estadounidense a Siria está en suspenso”, www.plumaypincel, 23-9-2013.
 
Notas[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es www.lahaine.org/katz
[2] Luttwak Edward, “In Syria, America Loses if Either Side Wins,” New York Times, 24-8 2013. También: Alba Rico Santiago, “La intervención soñada”, www.cuartopoder.es, ‎ 31/8/2013. 
[3] Almeyra Guillermo, “Antes que sea tarde”, www.jornada.unam.mx,  01/09/2013. Cinatti Claudia, “La primavera árabe” y el fin de la ilusión democrática burguesa”, Izquierda n, 3, septiembre 2013. 
[4] Ver: Achcar Gilbert, “Toda la región está en ebullición” A l´Encontre kaosenlared.net,/ 09/02/2013. Achcar Gilbert, “Ou en sont les revolutions”, Inprecor decembre 2011-janvier 2012. También Alba Rico Santiago, “A un año del inicio de la revuelta. Todo es posible salvo la revolución”, www.rebelion.org 18/03/2012. 
[5] Ver: Rousset Pierre, “Le Pakistán, théatre de guerres”, Inprecor 573-574, mai-juin 2013. Caillet Roman, “Relativizar la importancia del fenómeno yihadista”, www.abacq.org , 20-11-2013. 
[6] Ver: Zoghlami Jalel Ben Brik, “Les mobilisation peuvent affablir ou meme remettre en cause le gouvernement”, Inprecor 590, fevrier 2013. Alba Rico Santiago, “Túnez: territorio yihadista”,www.aporrea.org/internacionales, ‎ 26/05/201. 
[7] Ver: Pappé Ian, “La solución de dos estados murió hace una década”, ariaenpalestina.wordpress.com,15/9/13. Salinguer Julién, “Análisis de la situación”, A L´Encontre, 16-11-2012. Nuestra visión en: Katz Claudio, “Argumentos pela palestina”, Revista Outubro, n 15, junio 2007, Sao Paulo.

[8] Assaf Adiv, “ Israel mondialise”, Warschawski Michel, “Faire Le lien”, Inprecor juillet, aout-septembre 2011. 
[9] -Saadi Elias, “Elementos de análisis”, Socialismo o Barbarie, 07/09/2013 www.sobhonduras.org/index.php. 
[10] -Naisse Ghayath, “Une revolution en marche” Inprecor juillet, aout-septembre 2011. 
[11] Almeyra Guillermo, “ El Ben Bella revolucionario que conocí” www.jornada.unam.mx/ 15/04/2012. 
[12] Naba René, “ Diez años después de Irak” www.vanguardiaps.com.ar 11/09/2013. 
[13] García Gascón Eugenio, “Siria camino a la partición”, brecha.com.uy, ‎ 1-9-2013. 
[14] Ver: Ramonet Ignacio “¿Qué hace Francia en Mali?”, www.rebelion.org 02/02/2013. Amin Samir “Mali, Janvier 2013” www.legrandsoir.info/ 09/02/2013. 
[15] Ver: Gelman Juan, “Robotizando la guerra”  www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/
09/02/2012. Engelhardt Tom, “Washington, capital de la guerra”, www.elpuercoespin.com.ar 30/07/2013. 
[16] Nuestro enfoque general en: Katz Claudio, Bajo el imperio del capital. Edición argentina , Luxemburg, diciembre de 2011. 
[17] Amin Samir “Egipt to day: the challenges for the democratic popular moviment”, 24-8-2013.
samiramin 1931.blogspot.com. Fuentes Pedro, “Triunfo o derrota de la primavera árabe”, www.redaccionpopular.com, ‎ 04/07/2013. Kahairy Chedid, “Coup de force des fréres musulmans et réactiones popoulaires”, Inprecor 590, janvier 2013. 
[18] Ver: Rodríguez Olga, “Turquía”, eldiario.es, 6-6-2013. Kurkcigil Masis, “Apres la revolte”, Inprecor 595-596. 
[19] Ver: Mohamed Hasan, “Entrevista” responsable de relaciones exteriores de PYD luchainternacionalista.org 08/05/2013. 
[20] Alba Rico, “Túnez funeral, resurrección, peligro”, Rebelión www.rebelion.org , 09/02/2013. 
[21] Ver: Petras James, “Las raíces de las revueltas árabes y lo prematuro de sus celebraciones” www.rebelion.org, 06/03/2011. 
[22] Ver: Tariq Ali, “Os movimentos dos jóvenes indignados”, noviembre 2011 www.cubadebate.cu Noticias ‎, 30/11/2011 
[23] Ver: Guerrero Modesto, “La cruzada de un Papa feliz y preventivo”, www.kaosenlared.net, 10/06/2013. 
[24] Un análisis muy completo en: Amin Samir, El mundo árabe: raíces y complejidades de la crisis, Ruth. La Habana, 2011. 
[25] Matteuzzi Maurizzio, “La primavera murió en Libia”,  www.pagina12.com.ar 22/10/2011

[26] Ver: Houtart Francois, “The Syrian conflicto: analysis and reflections” www.iaen.edu.ec, ‎ 31/05/2013 . También Armanian Nazanin, “Seis propuestas para la paz”, www.aporrea.org/ , 08/09/2013. 

[27] Ver: Izquierda Socialista, “Repudiemos la intervención imperialista”, www. izquierdasocialista .org.ar/comunicados/db/332.htm ‎ 29/08/2013. [28] Este balance en: Selfa Lance, “Revolution, US intervention and the left”, socialistworker.org, 29/03/201

[29] Este problema en: Castillo José, “El pueblo libio está terminando con la dictadura”, argentina.indymedia.org, 23/08/2011.

[30] Thierry Meyssant, www. voltaire net.org/article169438.html ‎ 15/04/2011 . Gómez Abascal Ernesto, “Siria Continuación de la guerra”, www.rebelion.org, 20/03/2012. Otoni Pedro, “Doctrina Obama y la guerra en Siria” www.telesurtv.net 09/11/2012. Escobar Pepe, “Por quién doblan las campanas. Siria resiste a Washington”, www.voltairenet.org/ 01/01/2013

[31] Escusa Albert, “Libia y la transformación”, ciutadansperlarepublica.blogspot.com, ‎ 29/03/2011.

[32] Ver: Cruz Alberto, “El suicidio de la izquierda árabe” www.nodo50.org 15/08/2013
Alba Rico Santiago, “Todos en contra de la democracia” , www.aporrea.org/internacionales 09/09/2013.

[33] Ver debate entre; Amin Samir “Mali, Janvier 2013” www.legrandsoir.info/ 09/02/2013, -Amin Samir “Repond sur le Mali” www.m-pep.org 04/02/2013, Drweski Bruno, Page Jean Pierre, “Mali gauche proguerre et recolonisation”, www.legrandsoir.info/ 09/02/2013 -Martial Paul, “Sobre el apoyo de Samir Amin a la intervención francesa” www.kaosenlared.net/. 04/02/2013. También CADTM África condena la intervención Mali,‎ cadtm .org/L 31/01/2013.


Como 5 países podrían convertirse en 14 (Imagining a Remapped Middle East)


THE map of the modern Middle East, a political and economic pivot in the international order, is in tatters. Syria’s ruinous war is the turning point. But the centrifugal forces of rival beliefs, tribes and ethnicities — empowered by unintended consequences of the Arab Spring — are also pulling apart a region defined by European colonial powers a century ago and defended by Arab autocrats ever since.
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A different map would be a strategic game changer for just about everybody, potentially reconfiguring alliances, security challenges, trade and energy flows for much of the world, too.
Syria’s prime location and muscle make it the strategic center of the Middle East. But it is a complex country, rich in religious and ethnic variety, and therefore fragile. After independence, Syria reeled from more than a half-dozen coups between 1949 and 1970, when the Assad dynasty seized full control. Now, after 30 months of bloodletting, diversity has turned deadly, killing both people and country. Syria has crumbled into three identifiable regions, each with its own flag and security forces. A different future is taking shape: a narrow statelet along a corridor from the south through Damascus, Homs and Hama to the northern Mediterranean coast controlled by the Assads’ minority Alawite sect. In the north, a small Kurdistan, largely autonomous since mid-2012. The biggest chunk is the Sunni-dominated heartland.
Syria’s unraveling would set precedents for the region, beginning next door. Until now, Iraq resisted falling apart because of foreign pressure, regional fear of going it alone and oil wealth that bought loyalty, at least on paper. But Syria is now sucking Iraq into its maelstrom.
The battlefields are merging,” the United Nations envoy Martin Kobler told the Security Council in July. “Iraq is the fault line between the Shia and the Sunni world and everything which happens in Syria, of course, has repercussions on the political landscape in Iraq.”
Over time, Iraq’s Sunni minority — notably in western Anbar Province, site of anti-government protests — may feel more commonality with eastern Syria’s Sunni majority. Tribal ties and smuggling span the border. Together, they could form a de facto or formal Sunnistan. Iraq’s south would effectively become Shiitestan, although separation is not likely to be that neat.
The dominant political parties in the two Kurdish regions of Syria and Iraq have longstanding differences, but when the border opened in August, more than 50,000 Syrian Kurds fled to Iraqi Kurdistan, creating new cross-border communities. Massoud Barzani, president of Iraqi Kurdistan, has also announced plans for the first summit meeting of 600 Kurds from some 40 parties in Iraq, Syria, Turkey and Iran this fall.
“We feel that conditions are now appropriate,” said Kamal Kirkuki, the former speaker of Iraq’s Kurdish Parliament, about trying to mobilize disparate Kurds to discuss their future.
Outsiders have long gamed the Middle East: What if the Ottoman Empire hadn’t been divvied up by outsiders after World War I? Or the map reflected geographic realities or identities? Reconfigured maps infuriated Arabs who suspected foreign plots to divide and weaken them all over again.
I had never been a map gamer. I lived in Lebanon during the 15-year civil war and thought it could survive splits among 18 sects. I also didn’t think Iraq would splinter during its nastiest fighting in 2006-7. But twin triggers changed my thinking.
The Arab Spring was the kindling. Arabs not only wanted to oust dictators, they wanted power decentralized to reflect local identity or rights to resources. Syria then set the match to itself and conventional wisdom about geography.
New borders may be drawn in disparate, and potentially chaotic, ways. Countries could unravel through phases of federation, soft partition or autonomy, ending in geographic divorce.
Libya’s uprising was partly against the rule of Col. Muammar el-Qaddafi. But it also reflected Benghazi’s quest to separate from domineering Tripoli. Tribes differ. Tripolitanians look to the Maghreb, or western Islamic world, while Cyrenaicans look to the Mashriq, or eastern Islamic world. Plus, the capital hogs oil revenues, even though the east supplies 80 percent of it.
So Libya could devolve into two or even three pieces. The Cyrenaica National Council in eastern Libya declared autonomy in June. Southern Fezzan also has separate tribal and geographic identities. More Sahelian than North African in culture, tribes and identity, it could split off too.
Other states lacking a sense of common good or identity, the political glue, are vulnerable, particularly budding democracies straining to accommodate disparate constituencies with new expectations.

After ousting its longtime dictator, Yemen launched a fitful National Dialogue in March to hash out a new order. But in a country long rived by a northern rebellion and southern separatists, enduring success may depend on embracing the idea of federation — and promises to let the south vote on secession.
A new map might get even more intriguing. Arabs are abuzz about part of South Yemen’s eventually merging with Saudi Arabia. Most southerners are Sunni, as is most of Saudi Arabia; many have family in the kingdom. The poorest Arabs, Yemenis could benefit from Saudi riches. In turn, Saudis would gain access to the Arabian Sea for trade, diminishing dependence on the Persian Gulf and fear of Iran’s virtual control over the Strait of Hormuz.
The most fantastical ideas involve the Balkanization of Saudi Arabia, already in the third iteration of a country that merged rival tribes by force under rigid Wahhabi Islam. The kingdom seems physically secured in glass high-rises and eight-lane highways, but it still has disparate cultures, distinct tribal identities and tensions between a Sunni majority and a Shiite minority, notably in the oil-rich east.
Social strains are deepening from rampant corruption and about 30 percent youth unemployment in a self-indulgent country that may have to import oil in two decades. As the monarchy moves to a new generation, the House of Saud will almost have to create a new ruling family from thousands of princes, a contentious process.
Other changes may be de facto. City-states — oases of multiple identities like Baghdad, well-armed enclaves like Misurata, Libya’s third largest city, or homogeneous zones like Jabal al-Druze in southern Syria — might make a comeback, even if technically inside countries.
A century after the British adventurer-cum-diplomat Sir Mark Sykes and the French envoy François Georges-Picot carved up the region, nationalism is rooted in varying degrees in countries initially defined by imperial tastes and trade rather than logic. The question now is whether nationalism is stronger than older sources of identity during conflict or tough transitions.
Syrians like to claim that nationalism will prevail whenever the war ends. The problem is that Syria now has multiple nationalisms. “Cleansing” is a growing problem. And guns exacerbate differences. Sectarian strife generally is now territorializing the split between Sunnis and Shiites in ways not seen in the modern Middle East.  
But other factors could keep the Middle East from fraying — good governance, decent services and security, fair justice, jobs and equitably shared resources, or even a common enemy. Countries are effectively mini-alliances. But those factors seem far off in the Arab world. And the longer Syria’s war rages on, the greater the instability and dangers for the whole region.
Robin Wright is the author of “Rock the Casbah: Rage and Rebellion Across the Islamic World” and a distinguished scholar at the United States Institute of Peace and the Wilson Center.