miércoles, 13 de agosto de 2014

Lecciones del conflicto en Gaza - Avi Shlaim

Israel afirma que su ofensiva en Gaza es una guerra contra el terrorismo; de hecho, es un acto de terrorismo de Estado. 
Última actualización: 09 de agosto 2014
 Avi Shlaim es profesor emérito de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford y autor de Israel y Palestina: Valorizaciones, Revisiones, refutaciones (Verso). 

Hamas se suscribe a una ideología anti-israelí violento y que tiene un ala militar, pero también es un partido político con un apoyo popular masivo, escribe Shlaim [EPA] 

El ciclo de violencia que ha envuelto a la Franja de Gaza desde la retirada unilateral de Israel en 2005 es repetitivo y predecible, y profundamente deprimente. En los últimos seis años, Israel ha puesto en marcha tres grandes ofensivas militares en este pequeño, aislado, desesperadamente pobre y densamente poblada enclave palestino. 
Invariablemente, Israel se presenta como la víctima, alegando que el ejercicio de su derecho a la legítima defensa, al tiempo que niega el derecho equivalente a los palestinos. Sin embargo, todas estas guerras fueron instigados por Israel, todos fueron dirigidos contra la población civil, y todos los crímenes de guerra que participan. Ellos son un producto directo del colonialismo israelí, de la ocupación militar más prolongada y brutal de los tiempos modernos. 
La brutalidad israelí contra la población civil a escala nuevas alturas en la actual guerra que Israel llama de manera fraudulenta "Operación protectora Edge." En esta guerra, el ejército israelí, que en su lengua orwelliana propagandistas israelíes les gusta llamar "el ejército más moral del mundo", ha estado lloviendo muerte y destrucción en la población cautiva de la Franja de Gaza con poco esfuerzo por distinguir entre civiles y militares objetivos. 
Además de continuar la lucha contra el Hamas, el ejército israelí ha bombardeado viviendas particulares, mezquitas, hospitales, clínicas de salud, ambulancias, la Universidad Islámica de Gaza, y las escuelas y refugios de la ONU. También dirige y destruyó la planta sólo el poder, así como los sistemas de agua y alcantarillado, conducción de Gaza al borde de una catástrofe humanitaria. Se estima que $ 5 mil millones de dólares en daños han sido causados. Más de 475.000 personas han sido desplazadas. La cifra de muertos israelíes se sitúa en el 67 a 64 soldados y 3 civiles. El ejército israelí ha matado a unas 1.900 personas, la mayoría civiles, de los cuales 450 son niños, e hirió a 9.500. 
La defensa propia contra quién? 
Como de costumbre, Israel pretende que su pelea es con Hamas, no con el pueblo de Gaza. La razón aparente de la guerra es proteger a los civiles israelíes con cohetes y morteros contra los ataques de los militantes de Hamas. En efecto Israel afirma que ésta es una guerra contra el terrorismo. En verdad se trata de un acto de terrorismo de Estado. El terrorismo es el uso de la fuerza contra los civiles con fines políticos. 
El fin político en este caso es mantener la ocupación ilegal de Israel de los territorios palestinos; para evitar que la unidad entre Gaza y Cisjordania; y negar al pueblo palestino su derecho natural a la independencia y la estadidad en sus tierras, en el 22 por ciento que les queda de la Palestina histórica. 
 
La narrativa israelí sobre la guerra, en pocas palabras, es que Hamas es una organización terrorista, es un error de negociar con terroristas, y la única manera de lidiar con ellos es por la fuerza militar. La realidad es más compleja. 
En primer lugar, el discurso oficial omite el hecho crucial de que, aunque Israel se retiró unilateralmente de Gaza en 2005, según el derecho internacional sigue siendo una potencia ocupante, ya que controla los cruces terrestres hacia Gaza, su espacio aéreo y las aguas territoriales. Por otra parte, después de retirarse de Gaza Israel continuó ampliando sus colonias ilegales en Cisjordania y estas colonias constituyen el principal obstáculo para la paz. 
En segundo lugar, Hamas no es una organización terrorista, aunque no recurrir a los ataques terroristas contra civiles israelíes en su contrario legítima resistencia a la ocupación israelí. Tampoco es un movimiento yihadista como afirman sus críticos. Lejos de ser un movimiento mesiánico, es una organización local con un local en lugar de una agenda global. 
A los ojos de los árabes y los musulmanes ordinarios en todo el mundo, es un grupo patriótico que lucha con valentía encomiable ante las circunstancias. Sin lugar a dudas, Hamas se suscribe a una ideología anti-israelí violento y que tiene un ala militar, pero también es un partido político con un apoyo popular masivo y esto lo convierte en un actor político legítimo. 
Hamas ganó una elección justa y libre en 2006 y formó un gobierno que se ofreció a negociar un alto el fuego a largo plazo con Israel. Israel se negó a reconocer al gobierno palestino democráticamente elegido y las negociaciones rechazadas. Al año siguiente, Hamas y Fatah formaron un gobierno de unidad nacional y la renovación de la oferta de negociar. 
Los papeles de Palestina , un alijo de 1.600 documentos diplomáticos filtrados a Al Jazeera, revelan que Israel conspiró con Fatah, Egipto y los EE.UU. para derrocar a este gobierno, obligando a Hamas a abandonar Cisjordania y la toma del poder en Gaza. El próximo paso de Israel fue imponer un bloqueo a Gaza en violación de muchas de las disposiciones humanitarias de la Cuarta Convención de Ginebra. Este asedio salvaje de los 1,8 millones de habitantes, en su mayoría refugiados de las guerras árabe-israelíes anteriores, aún es impuesta por Israel con la ayuda del régimen militar que recientemente suprimió la democracia en Egipto. 
Por último, está la negativa de Israel a hablar con Hamas sobre la base de que es una organización terrorista. El registro histórico muestra que a pesar de su terrible Carta, Hamas está dirigida por líderes políticos pragmáticos que se han establecido para una solución de dos estados a lo largo de las líneas de 1967, y que han hecho todo lo posible para poner fin al conflicto por la vía diplomática. 
Un paso importante en esta dirección fue el acuerdo de reconciliación entre Hamas y Fatah y la formación, el 2 de junio, de un gobierno de unidad nacional. Este gobierno de Ramala se compone de los líderes de Fatah, figuras políticas independientes y tecnócratas; que no incluye un solo ministro, afiliado a Hamas. Y cumple plenamente los tres criterios principales del Cuarteto para calificar como socio negociador: reconocer a Israel; respeto pasado acuerdos; y renunciar a la violencia. Sin embargo, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu denunció este gobierno esencialmente moderada como un voto para el terror, no para la paz. 
Una narración ficticia 
Los términos en que Netanyahu y ​​sus colegas de derecha enmarcan el conflicto con Hamas es una mezcla de medias verdades, mentiras completas, engaño deliberado, y la doble moral alucinantes. Su narrativa no ofrece ninguna manera decente de el enigma. Es el problema, no la solución. Esto hace que sea imposible hacer frente a las verdaderas raíces del conflicto palestino-israelí. Este es un conflicto político para que, como el registro histórico demuestra de manera concluyente, no hay una solución militar. 

 

De ello se desprende que si Israel se adhiere a su política actual, el resultado sería más de lo mismo: más violencia, más sangre, más terror, más destrucción sin sentido, más sufrimiento humano, más guerras, y más crímenes de guerra. En resumen, la narrativa israelí gira en torno a la demonización de Hamas y la demonización conduce directamente al estancamiento diplomático. 
La comunidad internacional tiene tanto una moral y una obligación legal de proteger a los civiles palestinos que viven bajo la ocupación militar de Israel y para hacer a Israel para dar cuenta de sus violaciónes persistentes de las leyes de la guerra y del derecho internacional humanitario. 
La política occidental de negarse a colaborar con Hamas, de apoyar la interpretación perversa de Israel del derecho a la legítima defensa, y de dotarlo de armas que se utilizan varias veces para bombardear un pueblo indefenso es moralmente indefendible y, por tanto, en última instancia, insostenible. 
Secretario general de la ONU Ban Ki-moon, calificó el ataque israelí en Rafah, en el que murieron un gran número de civiles refugiados en escuelas de la ONU, "una vergüenza moral y un acto criminal". Esta descripción resume adecuadamente toda la política de Israel en el conflicto con Gaza. 
Por sus propias acciones Israel ha socavado cualquier reclamación que podría haber tenido que dictar los términos en los que el mundo debería ver su confrontación con Hamas. Una nueva narrativa se necesita con urgencia, una basada en los hechos reales de este trágico conflicto, el derecho internacional y la decencia humana. 
Avi Shlaim es profesor emérito de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford y autor de The Iron Wall: Israel y el mundo árabe e Israel y Palestina: revaluaciones, revisiones, refutaciones. Él va a donar el costo de este artículo para Ayuda Médica para los palestinos . 
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Al Jazeera. 
Fuente: Al Jazeera
http://plataformadistritocero.blogspot.com.ar/

lunes, 11 de agosto de 2014

“EL HUMANISMO ES LA ÚLTIMA TRINCHERA DE RESISTENCIA QUE TENEMOS”

LUNES, 11 AGOSTO 2014 18:32     |    
Mariam Cortas Said. Escritora, vicepresidente de la Fundación Barenboim-Said.
Se ahonda la brecha entre los que creen que es posible la coexistencia intercultural y los que ven inevitable el choque de regímenes belicosos, señala esta intelectual pacifista.
Fabián Bosoer
Habla del conflicto israelí-palestino, pero se refiere a la encrucijada de la cultura occidental enfrentada a sus propios fantasmas y demonios. Todo tambalea en Oriente Medio, nos dice, y no estamos preparados para imaginar hacia dónde va el mundo árabe, con tantos focos de conflicto y convulsiones en curso. Se agranda la brecha entre quienes creen que es posible la coexistencia entre pueblos y quienes consideran inevitable el choque superpuesto de nuevas y viejas beligerancias, señala esta intelectual árabe-americana y activista cultural por la paz: “No son sólo las fronteras físicas las que están en cuestión: también las mentales”, nuestro modo de pensarlas, sostiene. Es Mariam Cortas Said, viuda del escritor e intelectual Edward Said y vicepresidente de la Fundación Barenboim-Said, proyecto de su esposo con el gran pianista, creadores de la Orquesta West- Eastern Divan. Ella nació y creció en Beirut, Líbano, vive hace varias décadas en Nueva York y estuvo esta semana en Buenos Aires, donde recibió un doctorado honoris causa y participó de actividades en la Maestría en Diversidad Cultural de la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF).
Es ineludible preguntarle en primer lugar por lo sucedido en Gaza y sus consecuencias ...
Lo que está pasando en todo Medio Oriente en este momento es más que terrible: es horroroso. Es una repetición de lo que ha estado pasando durante los últimos siete u ocho años, pero agravado aún más por el bombardeo masivo al que están expuestas las poblaciones civiles. Cohetes de un lado, bombardeos masivos del otro; al final, no importa quién empezó ni cuál sea la justificación: nadie puede pretender la razón sosteniendo que es inevitable la matanza de mujeres, niños y ancianos de manera indiscriminada.
Se habla de “defensa propia” frente a “autodeterminación”: todo pueblo tiene derecho a defenderse cuando ve amenazadas sus vidas, todo pueblo tiene derecho a liberarse de la dominación para construir su destino. ¿Es inevitable la guerra?
Todos tienen derecho a la defensa propia. Todos tienen derecho a la autodeterminación. Todos tienen el derecho a resistir. Y todos son seres humanos; y al final, lo humano es el aspecto más importante en todo esto: las vidas que se pierden en las hogueras de una civilización. Este bombardeo extensivo y sostenido sobre Gaza fue en 2006, 2008 y 2009, en 2012, y esto de ahora. Parece estar acelerando la escalada del conflicto, pero hacia dónde no lo sabemos.
¿Cuál es la clave para entender este conflicto? ¿Es geopolítico, cultural, religioso, nacionalista?
No creo que sea un conflicto cultural o religioso, aunque tenga esos elementos también, que se utilizan para marcar las diferencias aparentemente irreconciliables. Los israelíes no se propusieron crear un nuevo Estado colonial, pero es lo que terminó ocurriendo. Cuando Israel declaró su independencia, y más adelante peleó la guerra de 1948 y ganó una parte muy importante de tierra, un gran pedazo de lo que era conocido como Palestina, y luego de las distintas guerras con los países árabes, terminó convertido en un Estado expansionista. Es una parte del problema que no puede desconocerse si se quiere encontrar una solución. Los palestinos no pudieron tener su propio Estado en su territorio. Es tan simple y complicado como eso. Hamas es otra expresión más de ese proceso que no podemos justificar pero de lo que tampoco el Estado de Israel, y sobre todo estos gobernantes actuales, pueden desentenderse, porque indirectamente los han alentado. En realidad el conflicto no es tan antiguo ni de los tiempos bíblicos, en absoluto. Es un conflicto moderno que comenzó en el siglo XIX.
Un conflicto del siglo veinte en una región que parece volver al siglo XIX o más atrás aún, a los tiempos de los imperios, las cruzadas y guerras religiosas ...
Eso es cierto, es lamentablemente cierto. Hubo una gran esperanza con la llamada Primavera Arabe pero resultó en gran medida frustrante. En Egipto han vuelto al poder los militares. Las guerras religiosas son atizadas por los grandes intereses económicos y poderes que están involucrados en toda la región. Están despedazando países, como sucede en Irak a partir de la invasión de EE.UU., en Líbano y en Siria hoy. Las grandes fuerzas y potencias que conquistaron Oriente Medio y los movimientos nacionales que las enfrentaron están todos actuando como fuerzas centrífugas. Lo que es más peligroso ahora es el extremismo islámico que no sólo quiere volver al pasado, al siglo XII o XIII, sino que están en contra de cualquier forma de diversidad, de coexistencia de ninguna clase. Eso es contrario a la propia historia, porque esa región (específicamente Líbano, Siria, Irak, Jordania y Palestina) ha sido un área donde la diversidad y las religiones pudieron coexistir pacíficamente. Tenían vínculos de coexistencia entre ellos. Esto es lo que es aterrador en este punto. Que tanta fuerza destructora cargada de fanatismos religiosos esté pasando al frente. Esto es lo que está preocupando en la mayoría de los países árabes. La región está en caos.
Pero la resolución del conflicto palestino-israelí parecía estar al alcance de las manos con los distintos acuerdos de paz de los últimos veinte años. ¿Qué es lo los hizo fracasar?
La cuestión de Palestina nunca se ha resuelto, y eso agrega combustible al fuego porque lo que está en juego es lo que un pueblo considera que se trata de una ocupación colonial que debe cesar. Dividieron a los palestinos en dos entidades, Cisjordania y Gaza, luego dividieron la Cisjordania en zonas. La mayor parte de las áreas pobladas en Cisjordania, que tenían grandes poblaciones, se las dieron a la Autoridad Palestina y dijeron “ustedes háganse cargo de su gente”. Pero luego procedieron a crear más asentamientos, a tomar más del agua de Cisjordania, a construir drones que circundan las aldeas y a crear lo que es más o menos un Estado apartheid. Gaza ha sido bloqueada durante al menos ocho años y medio. Dejaron Gaza y desmantelaron los asentamientos allí, pero lo que hicieron fue que los encarcelaron. Les dicen que es su tierra, que pueden quedarse, pero no pueden salir ni usar sus cielos ni pescar sin permiso. Y con el bloqueo comenzaron a restringirlos para recibir cualquier cosa. Todo en el nombre de la autodefensa. Deberían haber comenzado por evitar convertir ese territorio en lo que lo han convertido haciendo de sus vidas un infierno y sin poder salir de allí.
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Raíces del odio. “Es aterrador que tanta fuerza destructora cargada de fanatismos religiosos esté pasando al frente” dice Cortas Said / MARIA EUGENIA CERUTTI

¿Cómo se detiene esta escalada y se puede encauzar este torrente de fuerzas encontradas en un curso de resolución pacífica? ¿Todo remite a cumplir con el mandato de la ONU del ‘47 y a la creación de un Estado palestino?
Lo cierto es que no hay tal cosa como un Estado palestino junto a un Estado israelí, y dudo que como están las cosas eso sea algo realista y posible. La solución de dos Estados lleva largo tiempo muerta. Sólo habrá un Estado en el que vivirán judíos y palestinos en la misma tierra. No veo otra forma. Porque, verá, hay tantos asentamientos en Cisjordania que no pueden ser desmantelados. Entonces, ¿qué van a darles a los palestinos? ¿Cinco por ciento de Palestina?¿Cinco por ciento, un poco aquí, un poco allá, otro poco acá? Eso no puede ser un estado viable. Y está claro que los israelíes que viven allí no se irán de allí. Lo que tienen que hacer ahora es lo que no quieren hacer: decir “los palestinos son parte del Estado, de la tierra que queremos”. Los actuales líderes israelíes quieren mantener al ejército en el valle del Jordán, seguir controlando Jerusalén. Quieren hacerlo así y tienen la fuerza para imponerlo, pues bien, las poblaciones están allí y se van a quedar y van a resistir, tienes que tratar con ellas. Tendrán entonces que hacerlos ciudadanos con plenos derechos. Y van a tener otro problema, la paridad demográfica entre las dos poblaciones. Sea como sea, la decisión depende de los israelíes ahora, en la guerra o en la paz que pueda lograrse.
¿Cuál sería entonces un nuevo punto de partida para un acuerdo que no sea sólo una tregua más hasta la próxima escalada?
Desafortunadamente con todo lo ocurrido en los últimos años y ahora con esto, las diferencias entre los palestinos y los israelíes se han ampliado. La situación ha empeorado. Habrá que conducirlo de vuelta a un momento anterior, desactivar las formas inmediatas de la agresión. No hay posibilidades de que dos pueblos puedan coexistir en esta tierra con el odio que vemos hoy. Si lo ponemos en los términos de dos pueblos luchando por un mismo territorio, ninguno podrá ganar, ambos serán perdedores. Porque cada uno va a luchar hasta el final. Y cuando luchen hasta el final, se habrán aniquilado el uno al otro. Militarmente, no hay solución, Absolutamente ninguna solución.
¿Entonces?
El humanismo es la última resistencia, y la única resistencia, que todavía tenemos. Debemos luchar por ese humanismo, en el que nos reconocemos e intentamos tratarnos como seres iguales desde el reconocimiento de nuestras diferencias. Buscar escucharnos, entendernos y ver cómo, a uno y otro lado, podemos avanzar.
Edward Said, su compañero de vida, escribió sobre el “Orientalismo” como el modo en que Occidente distorsionó sus miradas sobre Oriente. ¿Ve algo de eso en la mirada actual sobre los árabes y el islam?
Así es. El orientalismo adopta ahora una forma diferente, que es la islamofobia. Pero también ha prendido en el mundo árabe, cuando se pretende implantar la idea de una “islamización” homogénea que termina aplastando la verdadera autodeterminación y borrando la diversidad cultural y religiosa en esos pueblos.
Copyright Clarín, 2014.
http://catedraedwardsaid.com.ar/

martes, 5 de agosto de 2014

“Sólo habrá un Estado”

MARIAM CORTAS, VIUDA DEL ESCRITOR EDWARD SAID
Por Patricio Porta
Israel quiere darle una lección a Hamas, pero sólo está castigando a la población palestina. Mariam Cortas de Said (foto) es categórica a la hora de hablar sobre los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza. La reconocida activista y viuda del escritor palestino-estadounidense Edward Said criticó con dureza la indiferencia de Estados Unidos y algunos países árabes frente a la operación Borde Protector llevada adelante por Israel. “El mundo no puede permitir que esto siga ocurriendo. Estoy muy enojada con Estados Unidos por apoyar esta situación, que sólo afecta a civiles y a niños, principalmente. Esto es contrario a cualquier ley, a cualquier país civilizado”, dijo a Página/12. En su cuarta visita a la Argentina será distinguida con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, junto al director de orquesta Daniel Barenboim y a su marido –en un reconocimiento posmortem–. Ambos fueron los creadores de la Orquesta East-Western Divan.
El proyecto que busca acercar a israelíes y palestinos nació gracias a la iniciativa de estos dos amigos en Weimar en 1999, cuando la ciudad alemana ostentaba el título de Capital Europea de la Cultura. Por falta de presupuesto, la orquesta se mudó por un tiempo a Estados Unidos hasta establecerse definitivamente en Sevilla en 2002. “Luego se creó la Fundación Barenboim-Said, que recibió el dinero necesario para continuar con el taller y hacer las giras. Eso nos permitió expresar el mensaje por todo el mundo. Es un proyecto muy exitoso, pero alcanzar nuestro objetivo es difícil. No es nada fácil con lo que pasa constantemente en Medio Oriente”, admitió Cortas de Said.
Libanesa de nacimiento, Cortas de Said conoce muy bien la dinámica de la región y no es optimista ante una posible tregua entre Hamas e Israel. “Es una masacre terrible. El problema es que hay una desproporción enorme entre el ejército israelí, que tiene un equipamiento moderno, y una organización que trata de resistir una ocupación y un bloqueo. Quieren terminar con Hamas, pero no lo van a lograr. Cuando estás en una prisión a cielo abierto sometido a un bloqueo por nueve años no vas a rendirte, porque no tenés nada que perder. Vas a continuar la lucha. Ahora Hamas lanza estos estúpidos cohetes. No creo en las soluciones militares”, sostuvo, y agregó que el modo de terminar con el conflicto es mediante una resistencia pacífica.
En tanto, consideró que la estrategia de “dos Estados para dos pueblos” es inviable y reconoció que, dados los hechos, es más realista pensar en un modelo similar al de la Sudáfrica del posapartheid. “No creo que vaya a existir un Estado palestino. Los hechos lo demuestran. La política de asentamientos en Cisjordania no va a ser revertida. Al final, sólo habrá un único Estado. Eso es lo que parece ahora. La tierra es limitada y está divida en pequeños enclaves. No hay continuidad para un Estado palestino”, afirmó con amargura.
Cortas de Said también destacó la complicidad de Estados Unidos, Arabia Saudita y Egipto con la política belicista de Israel. “Nuestros mayores problemas vienen de países como Arabia Saudita. Tienen dinero e influencia y lo único que les importa es sobrevivir. Ellos juegan con la religión y crean situaciones problemáticas. Los sauditas y los aliados de Estados Unidos van a hacer lo que ellos pacten. Sólo hablan y envían alimentos a la población de Gaza, lo cual es insultante. Egipto, por su parte, está fuera de juego. Con todos los problemas que tiene, no quieren lidiar con lo que pasa en Gaza. Y al hacer eso, están empeorando la situación”, aseguró en relación con el cierre del paso fronterizo de Rafah.
Al mismo tiempo, cuestionó la eficacia de Naciones Unidas para intervenir en el conflicto. “La ONU es una organización muy limitada. Ahora que la han atacado tanto y que la población está alzando su voz, la voz de Naciones Unidas se escucha un poco más fuerte. Pero Estados Unidos no deja que la ONU funcione correctamente. Si algo no le gusta, lo veta. Entonces, la ONU es poco efectiva”, sentenció Cortas de Said. “Por un rato el mundo condenará a Israel y en poco tiempo la gente se olvidará. Luego crearán nueva propaganda. Cuando uno lee los diarios en Estados Unidos nos damos cuenta que la gente está a favor de este ataque”, agregó.
Con su marido compartió el compromiso con la causa palestina. Después de casados, se instalaron en Nueva York, donde comenzaron a trabajar con distintas organizaciones árabes. En 2002, un año antes de su muerte, Edward Said apoyó la creación de una nueva fuerza política capaz de quebrar la hegemonía de Hamas y Al Fatah. “Al Mubadara –Iniciativa Nacional Palestina– fue un partido fundando por Mustafa Bargouthi, quien está aún en Palestina y es miembro del Parlamento. El comenzó con este movimiento. Mi marido y el doctor Abdul-Shafi lo apoyaron en esto. Es un partido progresista y secular que no está afiliado con ninguno de los movimientos existentes. No tiene nada que ver con un movimiento de liberación nacional, es simplemente un partido político que demanda justicia y el fin de la ocupación. Un partido para ayudar a Palestina”, explicó.
Vicepresidenta de la Fundación Barenboim-Said y miembro fundadora del Comité Americano-Arabe contra la Discriminación (ADC), Cortas de Said reivindica la obra de su marido, especialmente su libro Orientalismo, en el que trabaja la mirada sobre Oriente desde del mundo occidental. “El orientalismo ha adoptado una forma diferente. Ahora existe la islamofobia. Se describe a los musulmanes de modo denigrante. Se crea una cierta imagen de Oriente y los orientales comienzan a creérsela y a incorporarla. El enfrentamiento actual entre sunnitas y chiítas es una forma de orientalismo. La religión es siempre una carga en todas partes del mundo. Si se quiere construir una nación no se puede privilegiar a un grupo por sobre el resto. Las naciones –concluyó– no deberían basarse en la religión.”
www.pagina12.com.ar

lunes, 4 de agosto de 2014

Khatchik Derghougassian. "El conflicto en Medio Oriente ya no es bilateral; traspasa las fronteras y las cuestiona"

Experto en temas internacionales, señala la ideología expansionista del islamismo y la "derechización" israelí como ejes de una disputa cuya solución territorial es clave, pero lejana
Por   | Para LA NACION Foto La Nacion/ Silvana Colombo

Las imágenes de la Franja de Gaza se multiplican, obscenas, cada día, todos los días, desde hace tres semanas, y convierten a ese pequeño territorio en un campo bélico, un verdadero infierno y una zona de desastre humanitario: el 50% de la población tiene menos de 15 años y el 75% de las víctimas son civiles, mujeres, niños y discapacitados que mueren en los bombardeos a escuelas, hospitales y mercados.
"Los bombardeos no discriminan. En Gaza, la mayoría de la población es civil y, por lo tanto, la mayoría de las víctimas son civiles. Hay que pensar lo que es Gaza: tampoco tienen refugios, no tienen dónde irse. Esto genera trauma, resentimiento, y es un caldo de cultivo para reclutar y seguir el conflicto", afirma Khatchik Derghougassian, profesor en la Universidad de San Andrés, especialista en temas de seguridad internacional y Medio Oriente, para quien "el mayor peligro en esa zona hoy es el islamismo y sus ideologías expansionistas", que postulan una "interpretación dogmática del islam".
Derghougassian -doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami- explica por qué la comunidad internacional no puede intervenir en el conflicto de Gaza, sino los propios actores interesados, y afirma que para que haya un proceso de paz debe haber un gobierno de unidad palestino, la aceptación de ese gobierno por parte de Israel y el reconocimiento del Estado palestino por parte de los actores más inmediatos: Israel, EE.UU. y los países europeos. Sin embargo, la solución parece lejana, no sólo por lo que llama la "derechización de la política israelí: "El fracaso del proceso de paz y las crisis internas de los países de Medio Oriente generaron un conflicto que traspasa las fronteras y las cuestiona. Ése es el problema", dice.
-¿Se puede pensar que el origen de la guerra en la Franja de Gaza fue el secuestro de los tres adolescentes israelíes?
-No, cada vez hay más evidencias de que el secuestro de los tres adolescentes fue nada más que la oportunidad, el argumento o la excusa. Desde el primer momento, la Autoridad Palestina colaboró para encontrar quiénes lo hicieron, pero el discurso del primer ministro Netanyahu fue muy tajante. Dijo: "Hamas es el responsable". De hecho, hasta la policía israelí dijo que fue otro grupo extremista, y no Hamas. Y, en general, si uno piensa en los conflictos de Medio Oriente, y especialmente si involucra un proceso militar, las causas iniciales después desaparecen. Tomando distancia, es como la Primera Guerra Mundial con el asesinato del archiduque Francisco Fernando. En este caso también: Gaza es una fijación para Netanyahu y, por otra parte, Hamas también está dispuesto a reaccionar en cualquier oportunidad. Entonces, hay una especie de acuerdo tácito de que si se presenta la oportunidad, va a haber lo que en la jerga internacional se llama "el juego de gallina", o sea, una prueba en la que se ve quién cede primero o quién aguanta más. No creo que éste haya sido el argumento inicial. La escala de la violencia llega a tal punto que las causas desaparecen, como si no existiesen.
-¿Cuáles son los objetivos primordiales de Israel? ¿Ocupar ese territorio, demostrar poder, eliminar a Hamas?
-Según la declaración de Netanyahu es la desmilitarización de Gaza, y en definitiva, la eliminación de Hamas. El problema es que es un objetivo maximalista que nunca se va a poder cumplir. Descarto la ocupación de Gaza, porque el costo va a ser muy alto. Hamas no va a rendir las armas ni va a abandonar Gaza. Por lo tanto, creo que lo más sincero de las declaraciones de Netanyahu es llamar a prepararse para una larga guerra, una continuidad de lo que vemos desde hace 10 años. En los últimos años es el cuarto o quinto intento de invasión en Gaza. En cualquier momento viene una tregua o un cese del fuego, pero mientras no se resuelva el tema fundamental, que es el tema de los dos Estados, no es raro que esto se repita a otra escala, en otras circunstancias. Aparentemente, la estrategia es contener este conflicto en Gaza, pero nunca se sabe cuándo esto puede desbordar.
-La comunidad internacional condena el conflicto, lo rechaza y se escandaliza. Pero ¿qué herramientas tiene para poder interceder y frenarlo?
-El concepto de comunidad internacional es muy abstracto y no se sabe bien a qué refiere. Muchas veces, puede emitir un juicio moral y ético de lo que está pasando, pero no ayuda a entender y a vislumbrar una solución. Los organismos internacionales no intervienen: los que intervienen son los actores y Estados interesados en intervenir. En este caso, la capacidad de intervención es mucho menor que en otros conflictos y depende de los actores involucrados: Israel, Hamas y la Autoridad Palestina. Más allá de estos actores, evidentemente EE.UU. es fundamental para cualquier solución inmediata o a largo plazo. Y hay tres países en la región con la capacidad y el interés para intervenir. Uno es Egipto, un actor fundamental, porque no se puede imaginar una solución sin que Egipto facilite a Gaza esa conexión con el mundo exterior. El otro es Qatar, porque tiene un activismo diplomático. Y Turquía, aunque aspira a hacerlo, su intento tiene que ver más con intención de captar ciertos votos en su propio país. Si no intervienen estos actores, lo que hagan o digan los organismos internacionales no va a tener relevancia. Lo que me parece que éticamente se debe pensar, no sólo en el caso de Gaza, es cómo llegar a estas zonas de desastre humanitario y a las poblaciones más vulnerables en los conflictos.
-¿Y quiénes tienen liderazgo moral para hacer algo así?
-Me atrevo a mirar a Sudamérica. Me atrevo a mirar a Brasil, la Argentina y Chile. Sudamérica podría jugar un rol desde esta perspectiva, no involucrándose en los conflictos, pero sí atendiendo al problema de desastre humanitario en las zonas de conflicto.
-¿Cuán equivocada es esta mirada de "buenos y malos", de "culpas y responsabilidades" que se escucha en algunos análisis?
-No me gusta hablar en estos términos, porque le quita credibilidad al análisis. No existen culpas, pero sí uno puede tomar postura a favor de ciertos principios. Y uno de ellos, en el caso del conflicto Israel-Palestina, es el de los dos Estados y el derecho de existencia, en fronteras seguras, de Israel. Éste es un principio sobre el cual se tiene que edificar el futuro proceso de paz en Medio Oriente. Hoy, el mayor peligro en Medio Oriente es el islamismo -no el islam- y sus ideologías o visiones expansionistas, que rechazan la presencia del otro y que por la fuerza de las armas y por cierta capacidad de reclutamiento se imponen y sirven a los intereses de quienes quieren culpar al islam. Es un sector que rechaza absolutamente toda presencia que no sea su interpretación dogmática del islam que tienen. Y repito que esto difiere de otros contextos islámicos, donde, por el contrario, la protección de los pueblos del libro -cristianos y judíos-, y cierta apertura cultural es lo que caracteriza al islam. Esta interpretación cerrada del islam, entre otras cosas, les niega a los judíos la existencia de Israel.
-Y niega el Holocausto.
-Lógicamente. Y tienen el discurso para avanzar con estos temas. Con Ahmadinejad también había cuestionamiento del Holocausto y ese discurso anti-Israel. Hoy, hay que decirlo, la población más vulnerable, menos protegida, más ignorada en el mundo son los cristianos en Medio Oriente y lo que están padeciendo en Siria, en Irak. En Mosul, por ejemplo, los cristianos tienen tres opciones: pagar un impuesto elevado, convertirse al islam o enfrentar la muerte. Es más, estos sectores islamistas no tienen ningún respeto por el valor cultural del patrimonio de la humanidad: destruyeron estatuas de Buda en Afganistán, lugares sagrados en Mosul y no tienen ningún problema en dinamitar mezquitas chiitas.
-¿Qué futuro imagina para Medio Oriente?
-Sinceramente es muy difícil ver el futuro en este contexto. En los 90 uno podía.
-¿Por qué es más impredecible ahora que en los 90?
-Porque el fracaso del proceso de paz, por un lado, y las crisis internas de los países de Medio Oriente generaron un conflicto que ya no es bilateral o interno. Hoy estamos hablando de un conflicto que traspasa las fronteras y las cuestiona. Éste es el problema. Tampoco estamos hablando de todos los países. Egipto, Marruecos y Argelia tienen problemas internos. Túnez los tiene, pero no llegan al grado de fragmentación en que se encuentran países como Siria, Irak, el Líbano. Está claro que acá hay sectores muy vulnerables que vienen perdiendo en los últimos casi 20 años, que son los cristianos de Medio Oriente. El desastre de los cristianos es un desastre humanitario, pero por otra parte también le está quitando a la región un pasado que es propio del cristianismo. Al fin y al cabo, el cristianismo nació allá. Está desapareciendo uno de los rasgos de la civilización de Medio Oriente, y ésa es la barbarie. Sobre eso hay que hablar también.
-¿Y por qué ese tema está invisibilizado?
-No quiero ser muy pesimista, pero en Ruanda hubo un genocidio y nadie se movió. Otra pregunta es qué se hace. Aquellos que en la administración de Bush organizaron la intervención militar y la ocupación de Irak sobre la base de dos mentiras tuvieron la capacidad de convencer a la opinión pública y al electorado que estaba bajo el impacto del 11 de Septiembre. No encontraron ni las armas de destrucción masiva ni había vinculación con el terrorismo. En esta invasión, el primer edificio que las fuerzas estadounidenses ocuparon y protegieron fue el Ministerio del Petróleo en Bagdad, en un momento que se quemaba la biblioteca. Es ingenuo pensar que aquellos que planificaron esta incursión iban a considerar a Bagdad como patrimonio cultural de la humanidad. Si uno puede hacer un paralelo y piensa en la revolución en la plaza Tahrir, en El Cairo, los que se movilizaron para pedir el fin del régimen, para la democracia, formaron una cadena humana en el Museo de El Cairo, para que no sucediera lo que pasó en Bagdad y en otras partes.
-Volviendo al conflicto de Gaza, ¿cree que una solución territorial es la salida?
-La solución territorial de ninguna forma es la salida mágica, pero abre un proceso muy distinto del horizonte conflictivo que ahora se ve. Si hay un punto de donde hay que empezar, en este caso, es la solución de dos Estados y la creación del Estado palestino. Ahora, la creación del Estado palestino no va a tener un impacto inmediato en el conflicto de Medio Oriente, porque son cosas distintas. Al contrario, probablemente la creación de este Estado va a ser explotada por algunos sectores islamistas para fomentar mayor odio o mayor rechazo. Pero es inevitable avanzar en este sentido si hay voluntad de no ver el futuro en términos de treguas que duran seis meses, un año o dos años... hasta la preparación de la próxima guerra.
-¿Y si en el futuro no hubiera voluntad, de ninguna de las partes, de poner fin al conflicto?
-Creo que, del lado palestino, la falta de un consenso nacional en torno de una estrategia desde que Gaza y Cisjordania se separaron no facilita las cosas. Cualquier iniciativa tiene que tener un consenso general de cómo seguir en adelante. La iniciativa de Mahmoud Abbas de ir a las Naciones Unidas y tratar otra vía que no sean estas negociaciones bajo el auspicio de EE.UU. podría ser un camino, pero necesita un apoyo interno. La fragmentación que se vio en 2006 es la gran debilidad de los palestinos. Cuando Hamas ganó las elecciones fue rechazado por todo el mundo. Eso llevó a Hamas a empezar su propia pelea y querer dominar. Del lado de Israel, en los últimos diez años, lo que se ve es la desaparición de ese centro en el que la idea de tierra por paz predominaba. Hoy no se habla de eso, y la razón es probablemente una derechización de la política israelí. Desde 2001, la centroizquierda no llega al poder. Netanyahu es el dueño de la política israelí hoy. Voces de los sectores más de centroizquierda o hasta de centroderecha más racionales, pensando en una paz eventual, han desaparecido de la política israelí.
-Si mañana hubiera un cese del fuego, empezaran una tregua y las negociaciones, ¿cómo imagina esa escena del día después?
-En primer lugar, creo que para que haya un proceso de paz debe haber un gobierno de unidad palestino, la aceptación de ese gobierno de unidad por parte de Israel y el reconocimiento y la declaración del Estado palestino por parte de los actores más inmediatos: Israel, EE.UU., los países europeos. Y dejar los otros problemas a un proceso de negociación entre dos Estados reconocidos.
-No será fácil la convivencia.
-No, pero tampoco hay que ser determinista. Este conflicto también esconde procesos de convivencia, de diálogo, proyectos comunes entre israelíes y árabes, entre judíos y musulmanes, entre judíos, cristianos y musulmanes, que se dan en la sociedad civil, entre médicos, ingenieros, en la música. Todo esto se da, pero el conflicto lo tapa. Si de alguna forma empieza la declinación de la conflictividad probablemente estos sectores que rechazan la violencia empiecen a encontrar las formas de hacer valer una convivencia entre todos.

UN FUTURO POSIBLE. ¿CÓMO DESCRIBE LA INFLUENCIA DEL ISLAMISMO EN LA ESCALADA DEL CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE?

La narrativa de las agrupaciones islamistas se basa sobre el dolor y la victimización de los musulmanes por parte de los colonizadores, las Cruzadas e Israel. Cuando digo "narrativas" no quiero decir ficción. Todo esto existe. Existe una historiografía árabe que mira las Cruzadas en forma muy distinta de la historiografía cristiana. Para los árabes, aquellos que vinieron lo hicieron para matar y para robar una civilización brillante en su momento. Todo esto está explotado. Evidentemente, cuando miran el mapa y saben que esto fue consecuencia del acuerdo entre Gran Bretaña y Francia en 1916, dicen que eso sucedió para separar a la comunidad musulmana. Estas narrativas dan credibilidad y justifican su accionar. Otra narrativa es la de la creación de Israel, que se presenta como la continuación del colonialismo británico. Todos estos elementos históricos se transforman en narrativas y tienen una función de movilización, reclutamiento y de llevar adelante el conflicto. Aunque las causas estructurales son otras, estos discursos son agravantes y es fácil jugar con las emociones en contextos conflictivos.

MANO A MANO VIVIR, ESTUDIAR Y PENSAR LA GUERRA

Su acento y la cadencia en su forma de hablar revelan, inmediatamente, orígenes extranjeros. De familia armenia, Derghougassian nació en el Líbano y vino a la Argentina en 1987, a los 24 años, cuando le ofrecieron ser editor de un diario vinculado a la comunidad armenia. No hablaba una palabra de castellano ni conocía Argentina, pero siempre le había fascinado América del Sur, la arqueología y el mundo incaico y, también, la figura del Che Guevara. Cuando llegó, en plena transición democrática, quedó cautivado por la figura de Alfonsín, su reconocimiento público del genocidio de los armenios y la movilización en defensa de la democracia, "que no es algo tan familiar en el Medio Oriente", cuenta alguien que sabe lo que es vivir en un país en guerra. Hoy, visto a la distancia, cree que el año 91 fue un punto de inflexión, cuando tuvo la oportunidad de hacer la maestría de Relaciones Internacionales en Flacso y, por lo tanto, la posibilidad de ingreso en el mundo académico en el que hoy es una figura de referencia. Desde entonces, Derghougassian, que no ha disociado la política de la guerra en la historia de su vida, se ha especializado en temas vinculados a los conflictos bélicos y seguridad internacional.

15 Maps That Don't Explain the Middle East at All- 15 mapas que no explican Medio Oriente del todo

The region as it never was, could have been, and sort of is 

The Atlantic/Nick Danforth
Violent upheaval in the Middle East has recently spawned all manner of maps purporting to explain how the region got this way. Here, instead, are 15 maps that don’t claim as much. Or rather, they do not seek, like many other maps, to capture some fixed set of core facts about the region. Instead, these maps provide a more fluid perspective on the Middle East, often by showing what didn’t happen as opposed to what did. But for all these maps don’t show, they do illustrate one thing: the sobering fact that no one map—or even set of maps—can ever explain the region’s complex history and politics.

1.  The Imagined Line Between East and West

CLICK HERE TO EXPAND (Karl Sturm and Nick Danforth)


Rudyard Kipling once wrote that “East is East, and West is West, and never the twain shall meet.” But when you try to map where exactly they diverge, the border appears to be constantly on the move. The ancient Greeks drew the West-East distinction between themselves and the Persians along a shifting line somewhere between the Aegean Sea and the middle of the Anatolian peninsula, which roughly corresponds to modern-day Turkey. As Islam spread in the seventh century, many Europeans imagined the corresponding division between civilizations running between the Islamic world and “Christiandom.” Later, prior to World War I, Europeans’ conception of East began at the borders of the Ottoman Empire. This all changed suddenly with the advent of the Cold War, when a new border between the communist East and capitalist West appeared. If there has been a constant feature of the division between East and West over the centuries, it’s our eagerness to draw a line between them.

2.  Mapping Conflict During the Crusades

Karl Sturm


At a time when the Crusades still serve as the historical starting point for many discussions of the modern Middle East, this map offers perspective on how these messy medieval wars became a go-to metaphor for Christian-Muslim conflict. Shown here are the geographic origins of the Normans and Seljuks, peoples who emerged from Scandinavia and the Central Asian steppe to conquer the Christian and Muslim worlds, respectively, before coming into conflict with one another during the Crusades. In light of their remote origins, the Normans and Seljukswere originally considered uncivilized barbarians by members of the civilizations they ultimately conquered. Both groups zealously embraced their new subjects’ religions to compensate. Thus, when the Normans and Seljuks faced off in the 11th century, the rhetoric of religious war helped each side prove its piety. That same rhetoric performs a similar function today.

3.  Mapping Collaboration During the Crusades

CLICK HERE TO EXPAND (Wikimedia Commons)


The pursuit of power drove plenty of violence between Muslims and Christians during the Crusades, but it also fostered cross-cultural cooperation. One of the most striking examples is this 12th-century map, made by an Arab geographer for a crusader king. After the Normans conquered Sicily from the Muslim Saracens, King Roger II turned to cartography to bolster his rule, hiring the famous Arab mapmaker Muhammad al-Idrisi to depict the known world for him. The resulting work is known as the “Tabula Rogeriana” in Latin and the “Kitab Rujar” in Arabic (or by its full title, the “book of pleasant journeys into faraway lands”). The map drew on classical Greek sources but was oriented, like most maps from the Arab and Muslim Mediterranean, with south on top. That’s the Nile Delta at the top, the Persian Gulf on the top left, Greece on the bottom right, and Cyprus, Crete, and the Aegean Islands in the middle. The orange and purple bits that resemble chicken feet are mountains, and the squiggly green lines rivers.

4.  German Asia Minor and German Arabia



Many people wonder what might have happened in Palestine if, after the disappearance of the Ottoman Empire after World War I, the British had never colonized it. In all likelihood, the French would have colonized it instead. More broadly, if the French and British had not divided up the Middle East between them, the Germans would have been perfectly happy to colonize the region, perhaps after winning World War I. This map shows a German imperialist fantasy from the end of the 19th century. It appeared as part of an 1897 work by Adolf Guyer-Zeller, a Swiss railroad magnate. In these maps, Guyer-Zeller seems keenly interested in the potential for imperial Germany to create rail routes—not just the famous Berlin-Baghdad railway the Germans began building in 1903, but also links from Aleppo to Moscow and another route east into India. “Deutsch” Arabia certainly would have turned out differently than the British- or French-run Middle East, but it’s unlikely the inhabitants would have been any happier with the arrangement in the long run. 

5.  An Ottoman Ethnography of the Middle East

Ottoman Government/Courtesy of Zachary Foster


It’s easy to say that the borders of the modern Middle East ignore the region’s ethnic divisions, but it’s harder to tell what those ethnic divisions are. Many contemporary maps show clear lines between Arabs and Kurds or Sunnis and Shiites, but what about maps from a hundred years ago? Here’s one drawn by the Ottoman government during World War I with some pretty unfamiliar categories. Most strikingly, it divides the Mediterranean coast between settled “Syrians” (the red horizontal lines) and nomadic Arabs (purple vertical lines). The map similarly divides the region’s Turkish-speaking residents between settled “Turks” (red vertical lines) and nomadic “Turkmen” (green checks).

6.  Disputed Mosul

Research Center for Islamic History, Art and Culture Library


Rival powers contested the oil-rich region around the city of Mosul long before Sunni militants wrested it from Iraq’s control this summer. After World War I, Turkish nationalists drew this ethnographic map to advance their claim to the former Ottoman province. The legend cleverly divides the province’s population into “Arabs” and “Non-Arab Muslim Elements,” thereby dodging the inconvenient distinction between Turks and Kurds without quite claiming that they’re the same. Today, the Kurdistan Regional Government controls much of the former Mosul province, while the Islamic State of Iraq and Syria occupies the city itself. And in Turkey, the question of how to reconcile Kurdish ethnicity and Turkish citizenship remains a hotly contested one. The map is just one example of the creative cartography mapmakers have often used when given the impossible task of drawing clear national borders over complicated demographic realities in the Middle East.

7.  The Arab Kingdom

Matba‘at  Taha Ibrahim wa-Yusuf Barladi/Courtesy of Zachary Foster


This map celebrated King Faisal’s declaration of a short-lived Arab kingdom in Damascus in 1920. Faisal, famous for his role in the Arab Revolt with T.E. Lawrence, lost his Syrian kingdom to the French army, at which point he became king of British-ruled Iraq as something of a consolation. This map offers a tempting vision of a united Middle East that could have arisen under Faisal in the absence of European colonialism. But in delineating the borders of Faisal’s kingdom (the dotted lines), this map also highlights some of the inevitable problems with that vision. For one thing, Turkey, which as the Ottoman Empire’s successor state only grudgingly gave up Mosul province to the British after World War I, would not have parted peacefully with the territory Faisal claimed for the Arabs. The Maronite Christians of Mount Lebanon also had mixed feelings about being included in a Muslim kingdom, not to mention the Zionists who had already settled in Palestine. What’s more, members of Faisal’s family, the Hashemites, proved to be unpopular with many of the actual Middle Easterners they ruled. Within a decade after World War I, the Hashemites were driven from their original territory in Mecca by the Saudis, and after World War II Faisal’s heirs, who had assumed the leadership of Iraq, were deposed by a popular military coup.

8.  The New Assyria and 9.  The New Palestine

 New York Tribune



Courtesy of Benjamin Trigona-Harany and Chris Gratien


The period of upheaval following the collapse of the Ottoman Empire produced a number of novel ideas for new states. Some of these, like the New Assyria (1916), moved from the imagination to the drawing board, and then no further. First published in an Assyrian nationalist newspaper, this map represents the rather ambitious vision, held by members of the Chaldean, Nestorian, and Süryani minorities in the Middle East, for embracing a common identity based on religious similarities and shared history as the basis for their own politically sovereign territory. Other proposals, like this map of Palestine (1917), did become a reality, albeit in somewhat altered form. In the article that accompanied the publication of this map, the Russian-born Zionist Isaac Don Levine advocated the creation of a Jewish state called Palestine whose borders would encompass Gaza, the West Bank, and southern Lebanon. Levine credited centuries of Christian oppression for the endurance of Jewish identity, highlighted Jewish financial support for George Washington and the American Revolution, and then concluded that with the Russian revolution and overthrow of the tsar, anti-Semitism was “on the decline.” Thus, a Jewish state was needed purely as a matter of national self-determination.

10.  Divided Syria

The Times/Courtesy of the David Rumsey Collection


The British are often accused of cynically creating Iraq as an artificial, unworkable state by joining territory inhabited by Shiites, Sunnis, and Kurds. In Syria, the French once faced the opposite charge. As we now discuss the possibility of Syria collapsing into smaller ethnic enclaves, it is worth remembering that the French originally proposed a similar division. Hoping to preempt the emergence of Arab nationalism through their own cynical policy of divide and rule, the French, as this map from 1922 shows, planned to break what is now Syria into Alawite and Druze mini-states alongside separate, largely Sunni, territories in the country’s north and south that would be governed from Aleppo and Damascus. They eventually abandoned the idea in the face of protests from local Arab nationalists who demanded a larger, multi-ethnic state.

11.  A French Ethnography of Syria

French Diplomatic Archives/Courtesy of Chris Gratien


In the 1930s, French colonial authorities came up with their own ethnographic mapping of the Eastern Mediterranean coast. Some of the categories in this map are the same ones the Ottomans used, while others, such as Yezidis and Circassians, are different. But what stands out is that, in keeping with the French policy of divide and rule, one group is noticeably absent from the 18 religious and ethnic groups included in the key: Arabs.

12.  Everyday Eating in the Eastern Mediterranean

Nick Danforth


Taking a detour from war and conflict, this map shows where foods known in the U.S. as “Mediterranean” or “Middle Eastern” are most commonly found. These foods can cross religious, national, and linguistic boundaries even while they also define unique culinary, cultural, and geographic regions. The practice of drinking strong coffee in small cups with grounds, for example, reaches from the Balkans all the way to North Africa. Hummus, though, is relatively rare in Greece and Turkey. Like falafel, the dish spreads north to a limit that is, I can only assume coincidentally, coterminous with that of the Arabic language. Distilled liquor flavored with anise is consumed under a variety of names—ouzo, raki, arak—across the region. In the Balkans, however, “raki” refers to a different, more popular drink that more closely resembles grappa—or maybe paint thinner. Sometimes, culinary culture defies political borders; other times, it conforms to them. In the Turkish city of Izmir, you can eat grilled octopus that tastes identical to the octopus you’d find on the nearby Greek island of Chios. But in Izmir you can also find a range of dishes like lahmacun and cig kofte that are almost completely unknown in Greece. These foods were brought to Izmir from southeastern Turkey by domestic migrants.

13.  The Middle East Moves West and 14.  North

Nick Danforth
Nick Danforth


“Middle East” is a Western term reflecting a Western perspective—India’s first prime minister, Jawaharlal Nehru, once observed that the region should really be called West Asia. Middle Easterners employed similar terminology based on their own perspectivehence Arabic words like Maghreb, meaning “West” and referring to the part of North Africa located to the west of most Arabic-speakers.
Over the past century, English terminology for the region has changed along with the geopolitical interests of British and American policymakers. In the 19th century, the British conceptually divided up what most of the world now considers the Middle East into the Near East (meaning the Balkans and the Eastern Mediterranean) and the Middle East (the region around Iran and the Persian Gulf, crucial for the defense of British-ruled India). The collapse of the Ottoman Empire after World War I made it easier for Europeans to consider as Western a large part of the former Near East, including the Balkans and sometimes Anatolia. It also brought much of the rest of the Near East under the same colonial authorities—the British—who were responsible for the Middle East. As a result, the term “Middle East” began to apply to colonies such as Palestine that were once considered in the Near East. Americans embraced this new usage of “Middle East” during World War II, and ran with it as the U.S. became politically involved in the region during the Cold War.
More recently, with the end of the Soviet Union, the term Middle East has again expanded in American usage to encompass Afghanistan, Pakistan, and Central Asian countries, as those places seemed to slide into a kind of Islamically themed, strategically relevant chaos. Nowadays, the U.S. media seem to have arrived at a somewhat clear, if not always coherent, consensus roughly based on a tiered understanding of what is definitely the Middle East (dark green in the map above), more or less the Middle East (green) and maybe the Middle East (pale green).

15.  America’s Allies and Enemies in the Middle East

Nick Danforth


This is a map I designed to appeal to the enthusiasm U.S. policymakers and Internet map lovers share for radically simplified visions of the world. The map reduces every complex bilateral relationship between the U.S. and a Middle Eastern country to With Us (blue) or Against Us (red), in the dichotomy popular during the Cold War and the War on Terror. The symbols indicate why countries have switched categories over the years. These include the gun (military coup), the tank (invasion), the check mark (election), the pen (treaty), and the guy with a flag (popular uprising). Caveats about oversimplification aside, there does seem to be something of a pattern in which democratic elections move countries from blue to red, and then coups quickly turn them blue again.
                                                                   ***
At their best, maps can clarify complicated global dynamics by making them appear simple. So perhaps there is something perverse in using cartography for the opposite purpose: to make the world appear even more convoluted than we think it is. But if these maps serve as a reminder of the many things that individual maps can’t quite capture, that’s all the more reason to study them well.