viernes, 5 de febrero de 2016

Un atentado a la humanidad

07.01.16  |  Relaciones internacionales 


 
Gladys Lechini
La noche del 13 de noviembre de 2015, el Estado Islámico atacó tres puntos de la ciudad de Paris, dejando un saldo de 137 muertos y 415 heridos. El día anterior, el grupo yihadista EI había realizado un atentado en Beirut, capital del Líbano, donde murieron 44 personas y hubo decenas de heridos. La doctora Gladys Lechini, investigadora principal del CONICET que se desempeña en el campo de investigación del derecho, las ciencias políticas y relaciones internacionales, reflexiona al respecto de la conflictiva situación mundial.
Para comprender los hechos actuales, la investigadora que trabaja en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR), los contextualizó en la situación política económica mundial. “Luego de la guerra fría, cuando finaliza el conflicto entre las dos súper potencias – entre el bloque occidental-capitalista liderado por Estados Unidos, y el oriental-comunista con la Unión Soviética a la cabeza- Estados Unidos se posiciona en la década del ´90 como potencia vencedora dominante, que necesita consolidarse y constituir un enemigo externo como parte de su propia subsistencia. Para entonces, triunfa el modelo de economía de libre mercado y la democracia como forma de gobierno y se expande el proceso de globalización, que los franceses llaman “mundialización”. Yo lo llamo “occidentalización”, en el sentido de que los valores occidentales y el American Way of life, de la mano de la economía capitalista y consumidora, se expanden por sobre la faz de la tierra, con el pensamiento único del neoliberalismo, que casi todos apoyaron, aunque ahora critican”.
La doctora continuó explicando que en el siglo XXI aparecieron alternativas que cuestionaron ese orden unilateral. “Empieza a hablarse de “multipolarismos” donde están por un lado, la clásica tríada: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón y por otro lado un grupo de economías emergentes, lideradas por China, India, Rusia y otras potencias medias a nivel de los llamados “Estados del Sur”, como Brasil, Sudáfrica, Turquía, entre otras. Las dos grandes economías emergentes que son China e India, con aproximadamente  1.300 millones de habitantes cada una, se han convertido en un motor de crecimiento y en una maquinaria de consumir materias primas que importan del resto de los países del mundo, que a su vez son receptores de sus manufacturas. Asimismo, la segunda década muestra también  un mundo muy convulsionado, con crisis económico-financieras y el avance del terrorismo internacional” explica la investigadora.
En este contexto marcado por el interés de ciertos países de controlar las materias primas,   el tema del petróleo es un factor no menor para  el crecimiento y  el proceso de industrialización de los países centrales desarrollados y de los que están en ascenso. “En este sentido el Golfo Pérsico siempre ha sido una de las áreas más álgidas, más calientes, de la geo-economía global. En relación a esta historia de conflictos en la región, entre los más recientes cabe destacar: la Primera Guerra del Golfo entre Iraq e Irán entre 1980 y 1988, donde murió una cantidad inmensa de personas absurdamente, y donde además Washington promovió y alentó el conflicto, directa o indirectamente, con la venta de armas a ambos países” señala la investigadora. 
“Estados Unidos estuvo siempre presente en el Medio Oriente interviniendo según sus intereses en estos estados islámicos, que tienen estructuras autoritarias, y muchas subdivisiones en su interior, tanto étnicas como religiosas. A ello  se suman hoy  los problemas en el Asia Central, resultado del obligado retiro de Rusia y el resurgimiento de todos los llamados “tanes”, como Uzbekistán, Tayikistán, Kazakstán,  etc.:  “Tan” quiere decir “patria de” entonces es patria de los Uzbekos, tayikos, kazakos… Cuando en 1922 Stalin reorganizó la región bajo su área de influencia, mezcló varias etnias dentro de estos estados, para poder controlarlos. Entonces, por ejemplo, en Uzbekistán también hay kazakos, turcomanos y  otros grupos de la región. Estas situaciones son germen de conflictos,  bombas de tiempo que se van dejando en el camino” explica Lechini.
“Por su parte y si bien es un importantísimo aliado de Estados Unidos, Arabia Saudita también ha promovido, alimentado o financiado movimientos islamistas  fundamentalistas, tales como la Hermandad Musulmana,” señala Lechini y añade que a esa realidad hay que sumarle hechos que contribuyeron a fogonear las hipótesis de conflicto: la invasión norteamericana en Afganistán (2001); la posterior intervención en Irak en 2003, que  derrotó y  licuó a Sadam Hussein;  los incidentes de la Primavera Árabe, con consecuencias para los estados del norte de África. Estas revueltas (2010-2013) que  manifestaban la insatisfacción de la juventud y de la población frente a la falta de resolución histórica de una serie de problemas económicos y políticos en los países de la región y a la división entre los más ricos y los más pobres, fueron aprovechadas por los fundamentalistas que lo convirtieron en una cuestión de fe.
“El caso más patético y que dejó como resultado un estado fallido, desmembrado y cuasi inexistente fue Libia, con la destitución y muerte de Muamar el Gaddafi, quien luego de ser “absuelto” por occidente previo pago por los atentados de Lockerbie (1988) contribuyó al financiamiento de la Campaña política de Sarkozy. Sin embargo este mismo gobernante no dudó en invadir Libia y contribuir a su desarticulación para beneficio de los intereses petroleros franceses” acentuó la doctora Lechini. 
Violencia acá y allá
“Con los atentados en París se quiere demostrar que no hay un lugar seguro en ninguna parte del mundo” indica la doctora Lechini y agrega “El terrorismo y la violencia bajo cualquier forma no son justificables, al contrario, son criticables y condenables, sin embargo, es verdad que cuando aprieta el zapato de los europeos duele más que cuando aprieta el zapato de los habitantes de Medio Oriente. El día anterior a los atentados en Paris, el ISIS atacó en Beirut, y murieron 44 personas, y esa noticia no afectó a nadie, en tanto luego de Paris, el mundo entero se solidarizaba con Francia”.
Con respecto al bombardeo de parte de Rusia y Francia al Estado Islámico, la doctora Lechini señala “Ese bombardeo afecta directamente a las poblaciones que les tocó vivir ahí, sin embargo se suele decir que esas víctimas forman parte del daño colateral, como lo han sido en Siria, Palestina, Sudán, entre otros. Yo no estoy a favor del terrorismo, pero la humanidad somos todos los seres que estamos viviendo en este planeta. No hay que culpar a las poblaciones europeas ni a las del oriente medio, pues todas son inocentes. La humanidad forma parte de un juego de ajedrez donde determinadas personas, dirigentes, empresarios, el mundo financieros, elites,  establecen las reglas de juego en función de sus intereses privados y provocan con ello y por su egoísmo y falta de conciencia humanitaria  resultados no queridos como fue “Sendero luminoso” de Perú o Al Qaeda, como actualmente es ISIS, Boko Haram en Nigeria, que buscan poder y petróleo. No justifico de ninguna manera los atentados del ISIS, creo de todos modos que se está usando la religión como excusa, pero los objetivos reales son económicos, ISIS está controlado áreas petrolíferas muy importantes, y ese petróleo se vende ilegalmente a los mismos países afectados por el terrorismo y se compran armas con ese dinero, y hay alguien que está fomentando ese mercado”.
“El mundo está bastante enfermo, habrá que ver cómo desde la no-violencia o desde un punto de vista diferente se puede resolver este rompecabezas y comenzar a mirar desde otro lugar lo que está pasando. Occidente y la forma que ha tenido de explotar a los pueblos periféricos tiene una parte importante de responsabilidad en esta situación, aunque no quiera verlo.” concluye la investigadora.

Lic. Ana Paradiso
CONICET Rosario

lunes, 1 de febrero de 2016

Sunitas y chiitas: el conflicto que tiene en vilo al mundo

 Viejas rivalidades económicas y territoriales se superponen con la amenaza terrorista, en una espiral de violencia difícil de modificar
Por Lorena Oliva para La Nación
Es cuestión de desandar la espiral de violencia que conmueve a Medio Oriente, una de las regiones menos pacíficas del planeta, para que el camino nos lleve hasta un acontecimiento religioso ocurrido en el año 632 de nuestra era. La muerte del profeta Mahoma, sin un claro sucesor, marcó el inicio de una rivalidad dentro del islam entre dos grandes corrientes-los chiitas y los sunitas- que se extiende hasta nuestros días.
La falta de acuerdo sobre quién sería el nuevo sucesor espiritual del Profeta acabó convirtiéndose en una grieta dentro del islam que fue profundizándose con el correr de los siglos. Y lo que nació como una confrontación de tipo religioso se fue transformando, con el paso del tiempo, en una disputa geopolítica tan compleja como peligrosa, así como también en la causa que muy a menudo agita el terrorismo para justificar su razón de ser.
Con más de 1500 millones de fieles, el islam es la religión oficial de muchísimos países, cuyas constituciones y fuentes jurídicas se basan o se inspiran en gran medida en el Corán. En este contexto, si bien ambas ramas tienen puntos de acuerdo -todos adhieren a los pilares básicos del islam-, una de sus diferencias es que para los chiitas el imán es intermediario entre Alá y la comunidad, y para los sunitas sólo dirige la oración y vela por la comunidad.
Se estima que los chiitas representan al 15% de los musulmanes, mientras que los sunitas comprenden el 85% restante, según el Pew Center Research. Más allá de las similitudes y diferencias entre ambas corrientes, es la pregnancia de lo religioso sobre lo político -un rasgo común entre ambas- lo que hace difícil separar lo sagrado de lo profano a la hora de analizar el alto nivel de conflictividad de la región.

Sin ir más lejos, la histórica rivalidad ideológica entre Arabia Saudita e Irán también se replica en el plano geopolítico. Ambos países cuentan con enormes recursos en materia de gas y petróleo, y el reciente levantamiento de las sanciones económicas contra Irán le devuelven su estatus de jugador de primera línea en el mercado mundial. ¿En qué medida la novedad será disparadora de nuevas tensiones entre ambos países? Difícil saberlo. Lo cierto es que no soplan vientos de paz. Basta recordar la reciente ejecución de un predicador chiita por parte de Arabia Saudita y la posterior quema de la embajada saudita en Teherán. Actualmente ambas naciones han roto sus relaciones diplomáticas.En consonancia con su superioridad numérica, los sunitas son mayoría en Arabia Saudita Afganistán, Pakistán, Jordania, Kuwait, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Túnez, Qatar, Libia, Turquía y Siria; mientras que hay mayoría chiita en Irán, Azerbaijan, Bahréin, Irak y El Líbano. Basta mirar la multiplicidad de alianzas y enfrentamientos que hoy se dan entre éstas y otras naciones para detectar, con bastante frecuencia, conexiones con este enfrentamiento histórico. Sin embargo, no todo lo que allí acontece puede explicarlo el conflicto entre sunitas y chiitas. Es, en todo caso, un factor que se combina con otros, de tipo político, económico, territorial o estratégico.
"Es cierto que Irán y Arabia Saudita han intensificado sus rivalidades. No obstante, explicar todas las disputas geopolíticas contemporáneas remitiendo la comprensión a la diferenciación doctrinal sunitas vs. chiitas puede sonar didáctico pero es un tanto simplificador. Las cuestiones geopolíticas pueden coincidir con líneas divisorias de pertenencia identitaria a distintos modos de comprender la religión, pero su dinámica está marcada por procesos contemporáneos de alianzas, estrategias, influencias políticas y modos de construir el poder, como en cualquier arena de negociación o de tensión internacional", admite la investigadora del Conicet Silvia Montenegro.
Con ella coincide Javier Martín, delegado de la agencia de noticias EFE en el norte de África y autor del libro Estado Islámico, geopolítica del caos, publicado el año pasado, que ya va por su quinta edición: "Aunque tiene raíces religiosas, el actual conflicto entre chiitas y sunitas es esencialmente político. Tanto Irán, único Estado chiita del mundo, como Arabia Saudita, que se atribuye el liderazgo ideológico e incluso político del universo sunita, así como también los movimientos radicales como Al Qaeda y la organización yihadista Estado Islámico manipulan las diferentes sensibilidades sectarias para forzar y azuzar el conflicto en función de sus intereses políticos, económicos y geoestratégicos en la región."
Sin embargo, Federico Gaon, analista internacional especializado en islamismo y Medio Oriente, no desestima el rol que juega la fe en el tejido de alianzas y conflictos en la región. "Lo religioso juega un papel fundamental. Para los occidentales, esto es un concepto difícil de digerir por el simple hecho de que no estamos acostumbrados a que la religión tenga semejante peso en nuestros días, o por lo menos no en nuestras latitudes."
A pesar de la profusa cobertura mediática de los conflictos en Medio Oriente, así como el estupendo papel que han sabido jugar las redes sociales a la hora de sortear cualquier cerco informativo, la visión estereotipada que suele circular sobre la región permanece vigente.
"Los estereotipos son más fáciles de digerir que la complejidad y la diversidad de la realidad, y todas las regiones subdesarrolladas del globo padecen ese tipo de simplificaciones. Así, África es la región de las hambrunas, las enfermedades y las guerras civiles; Latinoamérica, de los narcos, el fútbol y los carnavales; y Medio Oriente, del terrorismo, el fanatismo y el atraso. Pero las raíces de estos prejuicios no son inocentes. En lo que respecta a Medio Oriente, la desinformación y la distorsión han sido sistemáticas desde tiempos del colonialismo europeo, que dividió al mundo en dos entidades imaginarias e irreconciliables: una avanzada y otra salvaje; una regida por los valores de la Ilustración, la otra por una 'religión violenta' llamada islam. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó la posta que dejaron allí Francia y Gran Bretaña, y esas distorsiones no han hecho más que profundizarse, llegando a aplanar la historia en la burda ecuación 'democracia versus terrorismo'", considera la licenciada en comunicación Ana Prieto, también autora del libro Todo lo que necesitás saber sobre terrorismo (Paidós).
Pese a la miopía occidental, la violencia tiene efectos devastadores a nivel planetario, como bien pudimos comprobar con los recientes atentados en París. De acuerdo con el último informe del Institute for Economics and Peace (Instituto para la Economía y la Paz), un organismo no gubernamental que creó en 2008 el Índice Global de Paz, los principales actores de Medio Oriente se cuentan entre los doce países menos pacíficos del planeta. La organización, que releva a 162 países, también estima que el costo de la violencia global, fuertemente concentrada en esa zona, equivale al 13,4% del producto bruto mundial. En otro trabajo, el Índice Global sobre Terrorismo, se señala que, en 2014, Estado Islámico y Boko Haram habían sido los responsables del 51% de las muertes por terrorismo que, durante ese año, totalizaron unas 32.658, un 80% más que el año anterior.
Las principales organizaciones terroristas que operan en la región, como por ejemplo Estado Islámico, Al Qaeda (que se identifican con los elementos más militantes y radicales del sunismo) o Hezbollá (ligada a los chiitas) respaldan su accionar criminal en las enseñanzas del Corán, con una noción de yihad global que apela a una lucha armada en defensa del islam y en su conquista. Lo cierto es que, si bien la mayoría de los musulmanes adhieren a la yihad, existen serios matices interpretativos.
"La mayoría de los musulmanes adhieren al significado de yihad como esfuerzo, esforzarse en el camino de Dios, y rechazan la equiparación con la idea de "guerra santa" como un elemento de difamación mediática, construido por los medios occidentales, que funcionaría para producir una asociación instantánea entre islam y violencia. De hecho, muchos pensadores y líderes musulmanes no dejan de aclarar este aspecto ante los medios o escribir sobre el tema", puntualiza Montenegro.
"Otra es la concepción de los llamados grupos 'yihadistas', y su idea de yihad global -continúa la especialista-, que se consolida con la diáspora de combatientes que lucharon en Afganistán contra la invasión de la Unión Soviética en 1979. A partir de ahí surgen organizaciones (como Al Qaeda) o actualmente Estado Islámico, que apelan a la idea de yihad e instrumentalizan o son instrumentalizadas por determinados intereses. En ese contexto, y en la acepción que esos grupos le otorgan, se forja la idea del yihadista. Éste aparece como un combatiente de un ejército global que responde a un llamado y se moviliza a un territorio de origen distinto del suyo, donde se entiende que es necesario el combate o incluso actúa como cuentapropista para acciones que pueden, al modo de una franquicia, ser luego reivindicadas por organizaciones."
Pero, en cualquier caso, hay quienes creen que, más allá del fundamento ideológico de estas organizaciones, vale la pena mirarlas también como un reflejo de las contradicciones que se dan en nuestro mundo globalizado.
"Creo que, en el caso de Estado Islámico, se trata de una agrupación profundamente contemporánea: no sólo explota todas las herramientas digitales y comunicacionales a su alcance sino también porque es un hijo violento de las contradicciones de la globalización. La mayoría de sus jóvenes reclutas no están ahí por razones colectivas o religiosas (la devoción, si llega, llega después), sino para darles sentido a sus vidas, para canalizar sus propios impulsos violentos o para perseguir lo que les han vendido como una utopía. No hay que desestimar las motivaciones ni ambiciones personales de las personas que se unen a Estado Islámico", reflexiona Prieto.

Un poco de historia

La reinterpretación de los mandatos religiosos no es nueva en una religión que carga con siglos de fracturas. Basta recordar que fue la muerte de Mahoma la que enfrentó a la comunidad musulmana de entonces con el desafío de designar un sucesor. Para un sector (los luego llamados chiitas), el líder espiritual debía ser un descendiente directo del profeta, mientras que para el otro (representado por quienes después serían los sunitas) debía ser elegido por la comunidad y no necesariamente tenía que ser un descendiente directo del Profeta. La que se impuso fue esta última posición.
Tras aquella primera derrota, el chiismo, habiendo quedado en minoría y a los efectos de preservar sus formas frente a la mayoría, se abstendría de inmiscuirse en la búsqueda activa por el poder político. "Refugiándose en la creencia de que al final de cuentas todas las injusticias serían saldadas por la figura mesiánica del mahdi, 'el imán oculto', los chiitas encontraban consuelo espiritual a los agravios cometidos por el establecimiento sunita. Dicho sucintamente, había que esperar a la venida del redentor para poner las cosas en orden. Las circunstancias cambian en forma decisiva cuando se establece la dinastía safávida en 1501 en Irán. Con ella la mayoría de la población persa sería convertida al chiismo. Éste es un hito fundamental para entender lo que sucede hoy en día", explica Gaon.
Pero, si de hitos se trata, todas las fuentes consultadas concuerdan en señalar la Revolución islámica de 1979. "La Revolución islámica puede ser vista como la consagración del activismo político chiita. Representa la trasformación final del chiismo. De ser una corriente políticamente 'pasiva', resignada a su posición de inferioridad, pasó a ser un movimiento 'activo' en el plano político. Esto es algo insufrible para el establecimiento religioso sunita", agrega Gaon.
Con él coincide Khatchik DerGhougassian, doctor en Estudios Internacionales y profesor en la Universidad de San Andrés. "Históricamente los sunitas dominaron a partir de la dinastización del califato y por muchos siglos los chiitas fueron los perseguidos, los pasivos en la política, pues esperaban el regreso del último imán ocultado para establecer justicia en el mundo. Pero cuando con los fatímidas en Egipto, los safávidas en Irán y, sobre todo, con la emergencia de la República Islámica de Irán el chiismo llegó al poder, la controversia con los sunitas adquirió una dimensión geopolítica. A falta de secularización política en el islam, y mientras siga el conflicto en Medio Oriente, es muy difícil distinguir la pelea por el liderazgo de la comunidad musulmana de la lucha por el poder expresado en claves de razón estatal."
A la par de la Revolución iraní, se produjeron otros incidentes que despertaron los fuegos del radicalismo sunita. "Primero, la toma de la Gran Mezquita (Al-Masjid al-Haram) en La Meca por parte de extremistas adversos al de ya de por sí rígido y conservador régimen de los sauditas. Segundo, se produjo la invasión soviética de Afganistán, la cual inspiraría a miles de musulmanes de todo el mundo a librar una guerra santa, una yihad, contra el 'imperio ateo' invasor. La eventual derrota de los rusos daría paso a la creación de Al-Qaeda y a la usanza yihadista que estamos acostumbrados a ver en las noticias", agrega Gaon, quien compara la actual tensión entre Arabia Saudita e Irán tras el levantamiento de las sanciones con una debacle entre sunitas y chiitas que no tenía lugar desde la guerra entre Irak e Irán en los años ochenta.
Las perspectivas de paz en la región requieren de una serie de condiciones previas. "Mucho depende de la voluntad política y capacidad de cooperación de los actores regionales (Irán, Arabia Saudí y Turquía). En menor medida, de un acuerdo entre, por un lado, Estados Unidos y sus aliados europeos y, por el otro, Rusia. De hecho, este acuerdo existe pero no se puede implementar ni siquiera en el contexto de las negociaciones bajo el auspicio de la ONU entre el régimen de al-Asad y los opositores", aporta DerGhougassian.
Para Martín, en cambio, la paz sólo será posible siempre que se obligue a los actores regionales a cumplir con los derechos humanos y se trate con igual contundencia a todos los países. "Desde hace años, se ha denunciado el régimen dictatorial de Irán y sus prácticas mafiosas en la región, y debe seguir haciéndose dentro de la nueva era que se ha abierto tras el necesario acuerdo nuclear. Pero no se puede mantener el silencio y permitir que Arabia Saudita siga aplicando las mismas políticas mafiosas, violando los derechos de su pueblo y de los pueblos de la zona con impunidad. Igual que era necesario el retorno condicionado de Irán a la mesa de Oriente Medio por la influencia que tiene en muchos de los actores, es necesario frenar a Arabia Saudita para que el diálogo pueda funcionar."
Resolver la puja que dio origen a esta fractura es todavía mucho más complejo. Así lo cree Federico Gaon: "Estamos hablando de intereses irreconciliables, tanto religiosos como estratégicos. Es un juego de suma cero. Por ello, algunos comentaristas sugieren que la guerra es inevitable, y que sólo después de un conflicto decisorio como atroz, podrá alcanzarse, puertas adentro del islam, una solución religiosa que incite a darle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Por lo menos esto fue lo que necesitó Europa para que, al cabo de pocos siglos y luego de un sangriento enfrentamiento entre católicos y protestantes, se consagrara el secularismo".

lunes, 11 de enero de 2016

Las 25 mentiras del vídeo ‘La guerra siria en 5 minutos’

“Todos los análisis llevan el sello de la ideología de sus analistas. ¿Cuál es la de los autores de este video sobre Siria?”, se pregunta la autora.

 Armanian analiza inexactitudes del video y da su opinión al respecto.
09 enero 2016
El lenguaje gracioso y de cuentos infantiles del video La guerra de Siria explicada en 5 minutos no consigue ocultar las inexactitudes, errores, ocultación de informaciones imprescindibles y sutiles manipulaciones de sus autores. Las frases sin sentido como “¿Recuerdas la Torre de Babel de la Biblia?” o “Los turcos vienen de a tomar por culo en Asia”, parecen ser incluidas para insinuar que el guionista cuenta con un profundo conocimiento sobre la historia de la región, pero no profundiza en ellas para ajustarse a los cinco minutos. La guinda del video es cuando, al narrar la “historia” de Siria advierte que “eso es pura opinión”, como si el resto fuesen datos e informaciones objetivos. Veamos:
  1. Introducir el factor de “historia lejana y próxima” de Siria en el análisis del conflicto actual, sólo desvía la atención de las 13 razones que hoy destrozan el país y que no guardan ninguna relación con su historia.
  2. El concepto de “Gran Arabia” es un invento del guionista. El acuerdo Sykes-Picot, firmado por Francia y Gran Bretaña para repartirse los restos del Imperio Otomano, no “timó a los árabes” ni les prometió un único país; lo que se incumplió fue la creación de Estados independientes para los kurdos y los armenios. “El enfado de los árabes”, hoy agrupados en 22 países y con historias, mitologías, tradiciones y aspiraciones distintas, y a los que les une sólo el idioma, tenía otro motivo: la opresión y la explotación que sufrían por las potencias extranjeras y los tiranos propios.
  1. Las potencias europeas no “hicieron lo que querían con la zona” árabe. Decenas de millones de personas, lideradas por los comunistas, socialistas, nacionalistas (como los movimientos nasserista y baasista) y otros, hicieron la vida imposible al imperialismo y a sus clientes árabes.
  1. Cuenta que “al marcharse los británicos, los árabes atacaron Israel”. ¡Maldita coincidencia con los actuales argumentos de Israel y Arabia, que presionan a Obama para que no retire sus tropas de la región, por el “temor a un ataque de Irán”! Pues, ¡a por la mayor ocupación militar imperialista de Oriente Próximo, y así garantizar la paz!
  1. Decir que “la Guerra Fría aparece con la aparición de los partidos Baas” es el colmo de la ignorancia sobre lo que fue el gran enfrentamiento entre las ideologías marxista y capitalista y a nivel planetario: una proclamaba los derechos económicos, políticos y sociales de una mayoría trabajadora del mundo, y la otra encabezada por cuatro individuos que siguen teniendo el control sobre el 90% de las fortunas y recursos de la humanidad.
  1. Al decir que “después de la Segunda Guerra los europeos se van de la región”, muestra que los guionistas desconocen el concepto de “imperialismo”, algo así como “el dominio económico de las grandes compañías sobre los recursos naturales y la política de una nación”. O sea, que “los europeos” nunca se fueron.
  1. Es un video “orientalista, esa ideología colonialista, creadora de término simplista del “mundo islámico” que borra fronteras o identidades nacionales y lingüísticas  de las gentes de Oriente Próximo. El “analista”, no se sabe por qué, une el desierto sirio con los de Irak y Arabia; ¡luego relaciona el conflicto con la concentración de la población en la región costera de Siria!
  1. Las reservas de hidrocarburos sirios no juegan ningún papel en la guerra. Hasta el 2011, Siria producía unos 387.000 barriles de petróleo a diario, que sólo cubría las necesidades internas.
  1. Al tratar el “factor gaseoducto” en la crisis siria, comete varios errores:
    a) “Un tercio de las reservas del gas” no está en “esos desiertos”, sino, y que se sepa, en Irán, Rusia y Turkmenistán.
    b) La batalla entre dos “proyectos de gaseoductos”, uno iraní y otro árabe, que terminarían en los puertos de Siria, no es porque sus promotores quieran librarse del actual “peaje” del Canal de Suez como se afirma, sino porque cambiaría radicalmente el equilibrio de las fuerzas en la región: Irán (la primera reserva mundial de gas), dejaría de ser “paria” si se conecta con los mercados internacionales de energía desde el Mediterráneo, en perjuicio de Arabia, Turquía e Israel, respaldados por los neocon estadounidenses.
  1. La guerra religiosa -que sería por difundir la espiritualidad-, simplemente, es inexistente en la historia humana. Las guerras “cristianas, islámicas y judías” han tenido y tienen objetivos económico-políticos y “poder y control” son sus claves. Además ¿qué guerra religiosa es ésta si la Rusia cristiana ortodoxa o la China atea defienden un supuesto gobierno chiita, mientras los islamistas sunnies saudíes, qataríes y turcos, respaldados por los cristianos (católicos y otros) occidentales, matan a los “musulmanes” sirios?
  1. ¿Chiitas, los alauíes? Justo cuando Hafiz al Assad –enfrentado a Turquía, Israel, Irak y EEUU- abandona el panarabismo, se acerca a la República chiita de Irán (no lo hizo con el Sha, un chiita, pero enemigo), quien, al estar amenazada por Israel, encuentra en Assad un aliado, declarándole “chiita”, por puras necesidades geopolíticas. Así es también la naturaleza de la alianza de Irán con  Hamas -árabe y sunnita-, o con la republica armenia: aquí ambos se enfrentan a  un Azerbaiyán que es chiita, pero socio de la OTAN e Israel.
  1. Afirmar que “la población sunnita de Siria estaba mosqueda por ser gobernada por una minoría chiita” es otra aberración:
    a) El régimen baasista de Assad no es una teocracia, sino un sistema semilaico. Los posibles privilegios alauíes (que no otros chiitas) habrán sido por la pertenencia de la familia de Assad a este grupo.
    b) El descontento social tenía que ver con el sistema económico neoliberal y con la dictadura política, que no con el credo de los sirios. La élite sunnita siempre ha tenido lazos estrechos con los Assad.
  2. ¡Llama “guerra civil” al conflicto armado entre una docena de países del mundo en el territorio sirio!
  1. ¿Por qué afirma que “un árabe puede ser cristiano, musulmán o judío” y no puede ser laico, ateo, nacionalista, de derechas o de izquierdas? Oculta que el factor religioso ha sido introducido en la política de la zona, cuando EEUU organizó a los extremistas islámicos y cristianos en la frontera de la URSS (Afganistán y Polonia, 1978) en su lucha contra las fuerzas progresistas de la región.
  1. Por cierto, el Islam no considera a Adán, Moisés, y Jesús “profetas islámicos”, sino profetas enviados por Alá.
  1. Habla del Estado Islámico como representante de un nacionalismo árabe humillado que se enfrenta a Occidente, y no como una banda de mercenarios, engendrada por el Pentágono con la misión de destruir Estados vertebrados y convertirlos en “fallidos”: fueron enviados a Afganistán, Yugoslavia(en formato de UÇK), Irak, Yemen, Libia y Siria asesinando a miles de personas de todos los credos, provocando “conmoción y pavor”, para allanar el camino de la intervención militar de sus patrocinadores.
  1. Es media verdad decir que el “Partido Baas utilizaba la represión para mantenerse”. También realizó importantes reformas económicas y sociales, como la nacionalización de las grandes industrias o una educación y sanidad accesibles para la mayoría de la población.
  1. Insinúa que Bush incluyó al régimen de Assad en el Eje del mal después de que éste oprimiera a su pueblo: a) ¿Quiere decir que aquel criminal de guerra era un  demócrata?, y b) oculta que el plan de EEUU era y es provocar un imperio del caos,  para crear un “Nuevo Oriente Medio”, acorde a sus intereses del inicio del siglo XXI. Hasta en un analista aficionado sabe que EEUU ha apuntalado a las dictaduras más terroríficas del mundo.
  2. Falsa es su “información” sobre la “Primavera árabe que llega a Siria”: cierto que en Egipto, Túnez, Irak, Bahréin o Yemen hubo rebeliones populares por la democracia económica y política, pero no fue el caso de Libia (que formaba parte de la Operación Nueva Normalidad, ni de Siria. Según Wikileaks, EEUU estaba intentaba provocar una guerra civil en Siria desde el 2006.
  3. No dice por qué la Primavera árabe “al llegar” a Irak, Arabia Saudí o Marruecos, y a pesar de sus dictaduras, no se convirtió en una guerra total de miles de hombres nativos y extranjeros armados y capaces de poner en jaque a sus poderosos ejércitos, como sucedió en Siria.
  4. Afirma que “la prensa” (sin especificar qué clase de prensa, de qué ideología), llama “la oposición” a los grupos armados sirios. ¿Verdad que les hubiera llamado “banda armada” o “terrorista”, si no estuvieran en la línea de los intereses que defienden dichos medios? La prensa de masas estadounidense  denominaba “luchadores por la libertad” a monstruos como los yihadistas afganos, con los que Ronald Reagan tomaba té en la Casa Blanca.
  5. Los kurdos de Siria no podían tener su actual autonomía, si no fuese porque Assad quiso coaccionar a Turquía o que hoy Israel, Francia y EEUU pretenden desintegrar el país.
  1. No hace ni una sola mención sobre el papel de Turquía, Arabia y Qatar, patrocinadores del terrorismo yihadista.
  2. Silencio total sobre el rol de Israel, el principal beneficiario de la destrucción controlada de los países árabes o musulmanes, ni de su apoyo a Al Qaeda. Le menciona sólo para presentarle como víctima de la invasión de los árabes en los años 1950.
  1. Que los principales objetivos de esta guerra, organizada por la OTAN son: Eliminar a los rivales,convirtiendo a Siria en una trampa para ellos, acorralar a Irán, y hacerse con el control del levante mediterráneo.
El video conduce al espectador a la misma dirección que el plan B’ de la agenda oculta de la OTAN para Siria, (que es “Top Secret” como fue Sykes-Picot en 1916): “la paz se instalará con la eliminación de la dictadura de Assad”.  ¿No se nos dijo la misma mentira antes de destruir Afganistán, Irak y Libia? ¡Qué capacidad tenemos los pueblos de caer una y otra vez en la misma trampa!
Todos los análisis llevan el sello de la ideología de sus analistas. ¿Cuál es la de los autores de este video?
www.lamarea,com

jueves, 7 de enero de 2016

Una lectura no sectaria del conflicto Arabia Saudita-Irán

Por Mariela Cuadro

La afirmación de que el problema entre Irán y Arabia Saudita obedece, en última instancia, a divisiones pertinentes al campo de lo religioso forma parte de un más amplio discurso que vincula al Medio Oriente y al Islam con tradiciones de violencia e irracionalidad que impiden a los pueblos que habitan dicha región del planeta no sólo resolver, sino incluso tener conflictos que se atengan al orden de lo político. Dicho esto, las identidades sectarias importan, sobre todo por la utilización que los Estados y organizaciones no-estatales hacen de ellas.Más allá de los conflictos propios de la naciente religión islámica, el conflicto político entre sunnitas y shiítas data de 1979, año-acontecimiento en el gran Medio Oriente. Este año no sólo fue testigo de la Revolución Islámica en Irán que condujo al shiísmo al poder, sino también de la intervención soviética en Afganistán y del Acuerdo de Camp David firmado por Egipto e Israel con mediación de Estados Unidos. Mientras que la Revolución iraní supuso la pérdida por parte de la potencia norteamericana de uno de los dos pilares sobre los que, hasta el momento, había basado su política mezzo-oriental (siendo el otro Arabia Saudita), el acuerdo de paz entre El Cairo y Tel Aviv le otorgó un nuevo aliado.
Desde los procesos de independencia árabes en la década de 1950, Egipto, gobernado por Gamal Abdel Nasser, había sido la vanguardia del nacionalismo árabe, alentando el surgimiento de repúblicas nacionalistas que pronto se vieron lanzadas a los brazos soviéticos. En este marco tuvo lugar lo que fue dado en llamar la “Guerra Fría Árabe” que enfrentó a los países vinculados con Egipto contra los países aliados a Arabia Saudita y que tuvo su máxima expresión en el conflicto que partió a Yemen en dos.
Frente al nacionalismo nasserista, Arabia Saudita, en alianza con Estados Unidos, jugó la carta islámica. Es decir que interpeló a los pueblos de la región no en tanto árabes, sino en tanto musulmanes. El embargo petrolero que impuso a Occidente en 1973 le permitió a Riad acumular ingentes sumas de dinero que destinó a la expansión de su versión del Islam (wahabismo), lo que contribuyó a la caída en desgracia del panarabismo. El dinero saudí también fue utilizado en la yihad contra las tropas soviéticas en Afganistán, organizada por Estados Unidos y Pakistán. Esta “guerra de liberación” que reunió a muyahidín de todo el mundo árabe dio nacimiento a Al-Qaeda.
La Revolución Islámica de Irán fue atacada desde sus inicios: en 1980 el Irak de Saddam Hussein, apoyado por Washington y por Riad, lanzó una guerra contra Irán que se extendió durante 8 años y que tuvo fuertes impactos destructivos sobre la economía y la sociedad iraní e iraquí. Sin embargo, en la década de 1990, Irak y su gobernante pasaron de ser considerados aliados a ser considerados enemigos. Una política de hostigamiento y vaciamiento del Estado de Irak comenzó entonces, en el marco de la defensa de la soberanía de Kuwait, invadido por las tropas iraquíes como respuesta a la crisis que atravesaba el país mesopotámico, efecto de la larga guerra. Esta política tuvo su culminación en el año 2003 cuando, en el marco de la Guerra Global contra el Terror, en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001, la entonces administración Bush acusó al Presidente Hussein de tener lazos con Al-Qaeda, acusada, por su parte, de ser la responsable de los atentados.
A partir de esta invasión que no logró legitimación a nivel mundial, la administración Bush impuso su “agenda de la libertad”, una estrategia consistente en exportar la democracia liberal a Medio Oriente a fin de evitar la radicalización de los pueblos árabes. En Irak la consecuencia de esta política fue la llegada al poder del shiísmo, cuya población es mayoritaria. Años de opresión sunnita y política identitaria mediante, pronto crecieron las tensiones entre ambas sectas iraquíes. Esta situación derivó en la emergencia de la sunnita Al-Qaeda en Irak.
En el marco de la llamada Primavera Árabe, ya asesinado el líder de la organización, Osama Bin Laden, por un equipo especial de fuerzas estadounidenses en territorio pakistaní, Al-Qaeda llamó a no enemistarse con aquellos movimientos islámicos que habían decidido participar en el juego democrático abierto tras la caída de distintos regímenes. Entre estos últimos se destacan los Hermanos Musulmanes, cuyas distintas ramas ganaron elecciones en Túnez y en Egipto. Esta decisión por parte de Al-Qaeda fue repudiada por un grupo vinculado a la organización que pronto se hizo fuerte en Siria: el Estado Islámico en Irak y el Levante.
El gobierno sirio fue uno de los gobiernos fuertemente afectados por los levantamientos árabes. Sin embargo, Siria reviste una particularidad que lo destaca del resto: es un histórico aliado árabe de Irán con quien desde 1979 Arabia Saudita se encuentra en una lucha hegemónica por el poder regional. La Casa de Al-Saud resintió los resultados de la invasión estadounidense a Irak de 2003 y la llegada al poder del shiísmo que inmediatamente buscó forjar lazos con la República Islámica.
Pero Riad tampoco vio con buenos ojos a la “Primavera Árabe” y sus efectos democráticos, sobre todo el poder que –percibió- iban acumulando los Hermanos Musulmanes a quienes la familia Saud responsabiliza de estar por detrás de un importante grupo reformista: Al-Sahwa. Además, el reino se vio sacudido por su propia “primavera” que tuvo mayor repercusión en la Provincia Oriental, espacio de mayoría shiíta y en el que se encuentra la mayor parte de las reservas de petróleo del reino. El minoritario shiísmo en Arabia Saudita es víctima de la élite religiosa saudí que lo caratula como herético, lo que deriva en una patente discriminación social, cultural y económica de esta fracción de la población saudí, evidenciada en los cotidianos operativos de seguridad que la tienen como blanco.
Ahora bien, la oposición a los Hermanos Musulmanes abrió otro frente para el entonces Rey saudí Abdullah: su vecino del Golfo Qatar, en alianza con Turquía, había decidido darle apoyo a esta organización buscando aumentar su influencia en la región. El conflicto no fue menor y tuvo repercusiones en la política de Siria, Yemen, Egipto, Libia y Palestina, entre otros. Vale aclarar que Qatar comparte con Arabia Saudita el credo wahabí.
El encargado de cerrar esta disputa fue el Rey Salmán quien asumió al frente de la Casa Al-Saud en enero del año pasado. Salmán y su nuevo gabinete decidieron que era necesario volver a prestar atención a la que definieron como amenaza prioritaria: Irán. Efectivamente, mientras las relaciones al interior del Golfo se tensaban, el Grupo 5+1 cerraba un acuerdo con la potencia persa en torno de su programa nuclear que amenazaba con levantar las sanciones que pesaban sobre la República Islámica y volver a inyectarle poder económico. Los fantasmas saudíes le indicaban al flamante rey que Irán utilizaría ese poder económico para entrometerse en los asuntos de su interés.
Por otra parte, el nombramiento de un nuevo sucesor de la monarquía, saltando por primera vez a la generación de los nietos del fundador Ibn Saud y colocando en la línea sucesoria a la rama Sudairi del gobierno, lo obligó a buscar formas de cerrar filas entre la familia gobernante. Tal como analizara David Campbell, la política exterior es principalmente una política identitaria que busca la homogeneización doméstica a través de la diferenciación con el otro externo.
A partir de entonces Arabia Saudita aumentó su presión sobre Estados Unidos para forzar la salida del Presidente sirio Bashar Al-Assad, hijo del nacionalista Assad, pero sostenido sobre una tribu perteneciente a una rama del shiísmo; y optó por intervenir por cuenta propia, armando una alianza árabe-sunnita, en el conflicto en Yemen, donde una tribu shiíta (los Houthi), en conjunción con el ex Presidente Saleh y su ejército había tomado el poder, derrocando al aliado saudí, Abd Rabbuh Mansur Hadi. Mientras tanto, Rusia intervino abiertamente en Siria a favor del Presidente Al-Assad y en contra del Estado Islámico, estrechando sus lazos con Teherán.
Hace pocos días, el conflicto entre Arabia Saudita e Irán tuvo un nuevo capítulo que terminó en la ruptura de relaciones por parte de Riad y la aparición de análisis basados en la idea de un latente y persistente enfrentamiento religioso entre sunnitas y shiítas. La reacción saudí fue en respuesta a lo que consideró un ataque a sus sedes diplomáticas en Teherán por parte de manifestantes que salieron a repudiar la ejecución del clérigo shiíta Nimr Al-Nimr en Arabia Saudita. Como puede apreciarse, si bien extremadamente complejo, el conflicto puede explicarse sin recurrir a artilugios teológicos o religiosos: forma parte de una relación de poder regional en la que confluyen elementos locales y globales. Más allá de las esperables rupturas diplomáticas con Irán por parte de Bahréin y de Sudán, en extremo dependientes de Riad, es un nuevo capítulo de gran relevancia ya que tiene consecuencias directas en los procesos de paz que se están llevando a cabo tanto en Siria como en Yemen, dos países atravesados por múltiples guerras.

Mariela Cuadro, Doctora en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de La Plata – Conicet. Coordinadora del Departamento de Medio Oriente del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata.