martes, 19 de noviembre de 2013

Hacia una guerra regional?

ALAIN GRESH
Jueves 5 de septiembre de 2013
Actualmente, tal como lo explica un funcionario estadounidense en el muy completo informe que publica el International Crisis Group (ICG), "una guerra siria de alcance regional se está transformando en una guerra regional alrededor de Siria". Una nueva "guerra fría" divide a Oriente Medio, similar a aquella que en los cincuenta y sesenta vio enfrentarse al Egipto nasserista aliado de los soviéticos con la Arabia Saudita aliada de Estados Unidos. Pero los tiempos cambiaron: el nacionalismo árabe se ha debilitado, los discursos confesionales se propagan, y cabe preguntarse sobre la continuidad de los estados y las fronteras surgidas de la Primera Guerra Mundial.
Siria, con sus decenas de miles de muertos, sus millones de refugiados, la destrucción de su infraestructura industrial y de su patrimonio histórico, es la principal víctima de este enfrentamiento. La esperanza nacida en la primavera de 2011 se convierte en pesadilla. ¿Por qué aquello que fue posible en El Cairo no sucedió en Damasco?
El presidente egipcio Hosni Mubarak fue derrocado con cierta facilidad al menos por dos razones. Las elites y los estratos sociales ligados a la camarilla en el poder nunca sintieron realmente amenazados sus privilegios, menos aún su integridad física. Se tratara de empresarios, altos mandos del Ejército o responsables de los servicios de seguridad, todos pudieron reconvertirse tranquilamente tras la revolución. Sólo una ínfima minoría fue llevada -con mucha lentitud y reticencia- ante los tribunales. Por otra parte, la partida de Mubarak no generó ningún trastorno en la situación geopolítica regional. Estados Unidos y Arabia Saudita podían adaptarse a cambios que no habían deseado, pero que no amenazaban sus intereses fundamentales, con la condición de encauzarlos.
En Siria el escenario es completamente diferente. Desde el comienzo de la protesta, el uso ilimitado de la violencia por los servicios de inteligencia permitió al régimen ganar preciados meses y organizarse. Indujo a la militarización de la oposición y a la escalada, incluso a la "confesionalización", para alimentar el temor de importantes sectores de la población: no sólo las minorías sino también la burguesía y la clase media urbana se asustaron por el discurso extremista de ciertos grupos de la oposición y la afluencia de combatientes extranjeros puestos en escena por el régimen.
A medida que los cadáveres se acumulaban, toda transición sin espíritu de revancha se tornaba imposible, y, lamentablemente, sectores relativamente amplios de la sociedad que temían por su supervivencia en caso de un triunfo de los "islamistas" se sumaban al régimen.
El espantajo islamista asusta, más aun cuando es agitado desde hace años en numerosas capitales occidentales y da crédito al discurso de Damasco dirigido a Francia: "¿Por qué ayudan en Siria a los grupos que combaten en Mali?".
El régimen se valió también de su posición estratégica respecto de sus dos principales aliados, Irán y Rusia, que se involucraron en el conflicto de manera mucho más determinada que los países árabes o los occidentales; una determinación que tomó desprevenidos a sus adversarios.
Para Irán, desde la revolución de 1979 Siria es el único aliado árabe seguro, el que lo apoyó en todos los momentos difíciles, especialmente frente a la invasión iraquí de 1980, cuando todos los países del Golfo se movilizaban en favor de Saddam Hussein. Mientras que el aislamiento iraní se acentuó estos últimos años -siendo objeto de implacables sanciones estadounidenses y europeas, y no puede descartarse el riesgo de una intervención militar israelí y/o estadounidense-, la implicación de la República Islámica en Siria, a falta de ser moral, constituye una decisión estratégica racional que la elección del nuevo presidente Hassan Rohani probablemente no modifique. Líneas de crédito al Banco Central sirio, suministro de petróleo, envío de consejeros militares: Teherán no escatimó ningún medio para salvar a su aliado.
Este compromiso lo llevó a incitar a Hizbolá, con el aval del Kremlin, a involucrarse directamente en los combates. Desde luego, la organización y su secretario general pudieron alegar que, tanto de Líbano como de los demás países árabes, miles de combatientes islamistas ya llegaban a Siria; pero semejante intervención no puede sino agravar las tensiones entre sunitas y chiitas -los incidentes armados se multiplican en el Líbano- y llevar agua al molino de los predicadores sunitas más radicales.
Islamistas, amigos-enemigos
La conferencia que se celebró en El Cairo el 13 de junio de 2013, bajo el lema "apoyemos a nuestros hermanos sirios", llamó a la yihad. El presidente egipcio [de entonces] Mohamed Mursi participó de ella y anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Damasco. La reunión marcó una escalada de la retórica antichiita, incluso en los jeques moderados.
En cuanto a Rusia, sus razones para involucrarse superan ampliamente la personalidad de Vladimir Putin, reducido a una caricatura en la prensa occidental. Reflejan ante todo la voluntad de Moscú de poner fin a su desaparición de la escena internacional.
Rusia dice basta
Se necesita un diplomático egipcio para descifrar esta preocupación: "Los occidentales" -explica- "pagan el precio de sus intentos de marginar a Rusia desde el final de la URSS. Así, a pesar de la buena voluntad de Boris Yeltsin al respecto, la OTAN se extendió hasta las fronteras del país". Sobre la cuestión siria, durante dos años, "los occidentales propusieron al Kremlin una adhesión lisa y llana a su plan. Lo que no era realista".
La forma en que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas sobre Libia fue desvirtuada para legitimar la intervención militar irritó también a Rusia; y no sólo a ella: numerosos países, como Brasil, India, Sudáfrica y China expresaron sus reservas respecto de las resoluciones occidentales sobre Siria presentadas en la onu. Para el Kremlin, la caída del régimen de Al Assad significaría un serio revés: constituiría una nueva victoria de los islamistas, y correría el riesgo de afectar, dentro de la misma Federación Rusa, a las poblaciones musulmanas en cuyo seno se agita una propaganda wahabita activa.
Frente a esta determinación ruso-iraní, los apoyos externos de la oposición siria fueron divididos, erráticos, ineficaces, muy alejados de la imagen de un gran complot "saudí-qatarí-estadounidense-israelí-salafista". De Turquía a Arabia Saudita, de Qatar a Francia, cada uno desempeñó su propio papel, favoreció a sus clientes, brindó su ayuda a unos negándosela a otros. El colmo del grotesco tuvo lugar en abril de 2013, con la imposición por parte de Qatar, a fuerza de millones de dólares, de Ghassan Hitto, de nacionalidad estadounidense, en el cargo de primer ministro de un gobierno tan "interino" como fantasmal. La injerencia de ricos empresarios del Golfo, que no responden a ninguna estrategia de Estado y que escapan a cualquier control, se sumó al enredo.
Finalmente, es difícil orientarse entre las múltiples fracciones, grupos, katibas (unidades de combate), agrupados bajo la etiqueta tan cómoda como engañosa de "islamistas", lo que permite escamotear tanto su diversidad como sus divergencias estratégicas y políticas. Así, el frente Al-Nusra, que reivindica a Al Qaeda, despierta preocupación tanto en Occidente como en Arabia Saudita, donde se libró en los años 2003-2005 una lucha a muerte contra la organización de Osama bin Laden. Esta aprensión existe también en organizaciones salafistas. Nader Bakkar, el muy mediático vocero del principal partido salafista egipcio, Al-Nur, explica que es necesario adelantarse a Al Qaeda: "Lo que pedimos es una zona de exclusión aérea. Para que los propios revolucionarios logren la victoria. Instamos a la gente en Egipto a no ir: la victoria sólo debe ser de los sirios".
Mejor que otros, Richard Haass refleja una evolución de la mentalidad en Washington. Cerebro del establishment republicano en materia de relaciones internacionales, ex colaborador del presidente George W Bush, acaba de publicar un libro titulado "La política exterior comienza en casa: por qué hay que poner orden en Estados Unidos mismo". ¿Su razonamiento? Los problemas internos, desde el deterioro del sistema de transporte hasta la falta de obreros calificados, impiden a Estados Unidos ejercer un liderazgo mundial.
¿Cómo interpretar entonces la decisión del presidente Barack Obama de proveer armas a los rebeldes sirios? El uso del gas sarín por parte del ejército sirio, muy controvertido, aparece como lo que es: un pretexto. Pero ¿para qué?
Siria se convirtió en un campo de batalla regional e internacional, y ninguno de los dos bandos puede aceptar la derrota de sus combatientes. Estados Unidos quiere impedir un triunfo del régimen sirio, por otra parte muy improbable, al ser tan rechazado por una parte importante de la población, que se radicalizó y ya nada tiene que perder. Pero esta voluntad no debería traducirse en una intervención masiva, menos aun en la imposición de zonas de exclusión aérea o el envío de tropas al terreno. Con el mantenimiento del equilibrio de fuerzas, el callejón sin salida debería pues perdurar, con su estela de destrucción y muertes, pero también su riesgo de extenderse a toda la región, tal como lo sintetiza el título del informe del ICG, "Las metástasis del conflicto sirio".
Irak, Jordania y Líbano se encuentran atrapados en el conflicto. Combatientes iraquíes y libaneses, sunitas y chiitas, se enfrentan en Siria. Las rutas de la "internacional insurgente" por las que, de Afganistán al Sahel, circulan combatientes, armas e ideas, están saturadas. Mientras los protagonistas externos sigan viendo el conflicto como un juego de suma cero, el calvario sirio continuará. Con el riesgo de arrastrar a toda la región en la tormenta.
Alain Gresh es periodista de Le Monde Diplomatique
30/8/2013
Brecha
www.vientosur.info

lunes, 18 de noviembre de 2013

Imponen textos escolares israelíes a niños palestinos cambiando mapas e historia palestina

Suhail Hani Daher Akel (*)
www.jerusalem-palestina.blogspot.com

Dilapidando el resto del territorio palestino, incluyendo su capital Jerusalén ocupada entre 1948 y 1967, la potencia ocupante israelí sigue utilizando sus distintos métodos de judaización y usurpación por medio de la limpieza étnica de la población palestina; con muros de apartheid; xenófobos asentamientos; secuestros y deportaciones. Actualmente están intensificando su penetración en la conciencia de niños y jovenes palestinos a través de la metodología sionista de tergiversación de la historia y la modificación territorial palestina.

Desde la creación de Israel en 1948 comenzaron a desarrollar un sistema educativo en colegios y universidades especiales para los judíos trasladados de distintas partes del mundo para formar el nuevo pueblo israelí, al tiempo, de obligar con el mismo programa a los palestinos que permanecieron dentro de sus territorios del ’48.  Los textos estudiantiles obligatorios están cargados de confusión en la legalización de la tierra palestina usurpada a base del terror y transformada en Israel sobre legislación de la comunidad internacional adquirida en base a la ilegalidad de la partición de Palestina (29/Noviembre/1947), sin el consentimiento de su milenario pueblo palestino.

Actualmente y como violación a la cultura y la historia palestina de miles de años, la potencia ocupante comenzó a desarrollar un programa educativo distorsivo intentando aplicarlo obligatoriamente a los colegios palestinos en Jerusalén Este ocupada. El director de la oficina de Educación en Jerusalén,  Sameer Jibril, “Instó a las familias palestinas con niños en edad escolar en Jerusalén estar atentos y conscientes que al menos 5 escuelas palestinas les están cambiando por la fuerza los materiales por los programas israelíes. Los colegios  ‘Abdullah Bin Hussain y Ebin Rushd’, estan usando materiales educativos israelíes en los grados séptimo y octavo. La escuela ‘Sour Baher’ lo están usando para los grados cuarto, quinto y sexto, y la escuela de ‘Ibn Jaldún’ lo usa para séptimo grado”.

La ilegal municipalidad israelí de Jerusalén, ofreció aumentar los salarios de los maestros y directores palestinos que aceptan poner en práctica los programas israelíes en sus escuelas. La propuesta añadiría unos $2.000 shekels ($550 dólares) de subsidios por alumno matriculado en las escuelas con programas de estudios israelíes. Los peligrosos materiales muestran  mapas modificados por la pluma israelí mostrando al Estado de Israel incluyendo la Ribera Occidental con los nombres de Judea y Samaria, utilizados durante la ocupación hebrea a Palestina en el periodo bíblico, además de incluir a Gaza y el Golán sirio.

En la materia de Historia hacen hincapié en el estudio de la destrucción del ‘templo de Salomón’ en la vieja Jerusalén y remarcan que la ciudad les pertenece como capital judía y de Israel, obviando que Palestina y Jerusalén para esa época estaba bajo la ocupación romana-hebrea, el templo fue demolido por los romanos y nunca existió un Estado de Israel antes de 1948. Los programas sionistas penetran en la conciencia de los niños con secciones que muestran conversaciones entre tres estudiantes supuestamente  ‘árabes’ (así llaman a los palestinos) que elogian el desarrollo sionista de las antiguas ciudades palestinas con las actuales ciudades israelíes.

Utilizando la mendacidad en su máxima potencia en los programas que se refieren a Israel, lo muestran como un bastión de los derechos humanos y la única democracia en la región, cambiando la narrativa árabe de la Nakba (Cátastrofe) de 1948 que marcó la caída de Palestina por la ‘Guerra de la Independencia israelí’, en tanto, a la guerra de expansión israelí de 1967 con la ocupación total de Palestina y Jerusalén, la mal llamaron  ‘Guerra de los Seis Días’ o ‘Guerra de Liberación’, plasmados de ese modo en sus tediosos textos.

(*) - Fue el primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina
      - Fue el Primer Representante de la OLP en Argentina
      - Analista internacional sobre la situación de Palestina

 © Copyright, Suhail Hani Daher Akel, Se puede publicar, traducir o distribuir sin modificar el contenido y citando la fuente y el autor. 18/Noviembre/2013



Mapas israelíes en los programas educativos para cambiar la historia borra Palestina y la reemplaza por Israel, incluyendo el Golán sirio.
Mapas israelíes en los programas educativos para cambiar la historia borra Palestina y la reemplaza por Israel, incluyendo el Golán sirio.

Mohammed Kutkut es un chico palestino de 14 años que toma su cabeza con tristeza al sentarse junto al nombre de su amigo asesinado Ahed Qaddas, en la escuela Fajoura en el campo de refugiados de Jabalia, al norte de la Franja de Gaza. Otros 3 compañeros de clase murieron asesinados en los bombardeos del ejército israelí contra Gaza en la invasión ‘Plomo Fundido’ 2008-’09.
Mohammed Kutkut es un chico palestino de 14 años que toma su cabeza con tristeza al sentarse junto al nombre de su amigo asesinado Ahed Qaddas, en la escuela Fajoura en el campo de refugiados de Jabalia, al norte de la Franja de Gaza. Otros 3 compañeros de clase murieron asesinados en los bombardeos del ejército israelí contra Gaza en la invasión ‘Plomo Fundido’ 2008-’09.

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Negociaciones o asentamientos?

A raíz del plan israelí de construir 24.000 nuevas viviendas en los Territorios Ocupados artículo de Ignacio Alvarez-Ossorio para El Correo y publicado en su blog
 
Mientras Siria se hunde en una cruenta guerra civil y Egipto parece condenado a vivir bajo la tutela de los militares, Israel sigue dando con su hoja de ruta destinada a hacer inviable un Estado palestino. El movimiento Paz Ahora acaba de denunciar la existencia de un plan para construir 24.000 nuevas viviendas en los Territorios Ocupados. Tras hacerse pública la noticia y tras las consiguientes presiones norteamericanas, el primer ministro Benjamín Netanyahu anunció la suspensión del proyecto, pero dejando claro que lo retomaría cuando las circunstancias fueran más propicias.
 
Lo más sorprendente de todo es que esta intensificación de la colonización se produce al mismo tiempo que palestinos e israelíes han retornado a la mesa de negociaciones debido a la presión de la Administración de Obama. El pasado mes de julio, el Secretario de Estado John Kerry anunció la reanudación de las conversaciones de paz y fijó un calendario para alcanzar un acuerdo en torno a las fronteras del Estado palestino, el futuro estatuto de Jerusalén Este y las cuestiones de seguridad que tanto preocupan a Israel. En nueve meses, las partes deberían alcanzar un acuerdo definitivo basado en la fórmula de los dos Estados que convivan en paz.
 
Las negociaciones de paz palestino-israelíes se retomaron en agosto. Dos curtidos políticos –la israelí Tzipi Livni y el palestino Saeb Erekat– se pusieron al frente de los respectivos equipos negociadores. Con el objeto de crear un clima de confianza, Israel accedió a liberar a 104 prisioneros palestinos en cuatro fases. El 14 de agosto fueron liberados los 26 primeros prisioneros y el 29 de octubre otros tantos, la mayoría habían sido encarcelados antes de 1993, año en que se firmó el Acuerdo de Oslo y estaban a punto de cumplir sus condenas.
 
La aplicación de este acuerdo no ha sido fácil, puesto que ha topado con fuertes resistencias no sólo por parte de la sociedad israelí (y, de manera especial, de los familiares de las víctimas) sino también en el seno del Gobierno de Netanyahu. Una buena prueba de ellos es que únicamente 13 de los 22 ministros de su gabinete aprobaron la medida. El frente opositor ha sido encabezado por Casa Judía de Naftalí Benet e Israel Nuestra Casa de Avigdor Lieberman, el primero claramente identificado con el movimiento de colonos y el segundo defensor de los intereses de la comunidad judía de origen ruso. Tanto Benet como Liberman disfrutan de un creciente crédito politico a pesar, o quizás precisamente por, su radicalismo. Durante la campaña electoral, Benet propuso anexar unilateralmente la mitad de Cisjordania. Lieberman, recientemente absuelto de las acusaciones de fraude y tráfico de influencias, se ha manifestado en varias ocasiones a favor de la transferencia de la población árabe-israelí (cerca de 1.400.000 personas) a los territorios palestinos. Huelga decir que ambos se oponen frontalmente al establecimiento de un Estado palestino.
Bedouin children of the Jahalin tribe near the Israeli settlement of Maale Adumim, June 16, 2012.
En el bando palestino también ha habido numerosas voces discrepantes, puesto que la liberación sólo afecta a un 2% de los 5.000 palestinos encarcelados en Israel. Como no podía ser de otra manera, el movimiento Fatah anunció el acuerdo a bombo y platillo y Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, recibió en la Muqata al primer contigente de liberados en un intento de recuperar parte de su credibilidad, muy erosionada debido a la falta de avances en las negociaciones. Hamas, su principal rival, no ha tardado en recordarle que hace dos años consiguió la liberacion de más de un millar de palestinos a cambio del soldado Gilad Shalit.
 
Peor aún. Esta liberación ha tenido, además, un elevado coste, puesto que el gobierno israelí ha aprovechado la coyuntura para anunciar la ampliación de sus asentamientos y la profundización de la colonización del territorio palestino. Tras la liberación del primer contingente anunció la construcción de 2.100 nuevas viviendas y coincidiendo con la salida del segundo aprobó otras 1.700 viviendas. Aunque el plan para construir 24.000 viviendas ha sido momentáneamente descartado, no sería de extrañar que fuese retomado en cuanto disminuyese la presión internacional.
 
Todos estos movimientos han sido habilmente orquestados por Uri Ariel, ministro de Vivienda y antiguo responsable del movimiento de colonos, y cuentan con el respaldo de la mayor parte de gobierno israelí. Netanyahu es plenamente consciente que el factor tiempo juega a su favor y que mientras las negociaciones se prolonguen de manera indefinida podrá seguir apostando por su política de hechos consumados destinada a hacer inviable un Estado palestino o, al menos, reducirlo a su más mínima expresión territorial. De hecho el número de colonos se ha duplicado en estos veinte años de negociaciones pasando de 275.000 a 550.000. 
 
El tiempo corre en contra de los palestinos. Desde que se firmaran los Acuerdos de Oslo, todos y cada uno de los gobiernos israelíes se han mantenido fieles a la lógica del ‘no hay fechas sagradas’ de Isaac Rabin. Estas maniobras dilatorias han posibilitado que los plazos fijados hayan sido sistemáticamente incumplidos. No está de más recordar que el Estado palestino debería haber nacido en 1999, cinco años después del establecimiento de la Autoridad Palestina. Si  las negociaciones fracasan una vez más, como todo parece indicar, estaremos más cerca de una nueva Intifada.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Las consecuencias mundiales de la decadencia de Estados Unidos



Por Immanuel Wallerstein
Hace tiempo que argumento que la decadencia estadunidense en tanto potencia hegemónica comenzó circa 1970 y que el lento declive se tornó precipitado durante la presidencia de George W. Bush. Comencé a escribir del asunto en 1980 o algo así. En ese entonces la reacción a este argumento, desde todos los campos políticos, fue rechazarlo como absurdo. En los 90, muy por el contrario (de nuevo desde todos los lados del espectro político), fue amplia la creencia de que Estados Unidos había llegado al clímax de la dominación unipolar.
Sin embargo, después del estallido de la burbuja de 2008 la opinión de políticos, expertos y público en general comenzó a cambiar. Hoy, un gran porcentaje de personas (si bien no todo el mundo) acepta la realidad de que al menos está ocurriendo una relativa decadencia del poderío, el prestigio e influencia de Estados Unidos. Al interior de ese país eso se va aceptando con bastante renuencia. Políticos y expertos rivalizan unos contra otros en recomendar formas de cómo, todavía, podría revertirse esta decadencia. Yo creo que es irreversible.
La cuestión real es cuáles son las consecuencias de esta decadencia. La primera es la reducción manifiesta de la capacidad de control estadunidense sobre la situación mundial y, en particular, la pérdida de confianza de los que alguna vez fueran los aliados más cercanos de Estados Unidos respecto de su comportamiento. Durante el último mes, debido a la evidencia mostrada por Edward Snowden, se hizo del conocimiento público que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) ha estado espiando directamente a los líderes más importantes de Alemania, Francia, México y Brasil, entre otros (por supuesto, a incontables ciudadanos de estos países).
Estoy seguro que Estados Unidos se involucró en actividades similares en 1950. Pero en ese año ninguno de estos países se habría atrevido a hacer un escándalo público de su ira ni a exigir que Estados Unidos dejara de hacer esto. Si lo hacen hoy es porque Estados Unidos los necesita más a ellos que ellos a éste. Los líderes actuales saben que Washington no tiene opción, sino prometer, como el presidente Obama acaba de hacerlo, que cesará estas prácticas (aunque no lo diga en serio). Y los líderes de esos cuatro países todos saben que su posición interna se verá fortalecida, no debilitada, por torcerle la nariz en público a Estados Unidos.
Y en tanto los medios discuten la decadencia estadunidense, la mayor atención se le presta a China como potencial sucesor hegemónico. Esto tampoco es certero. No hay duda de que China es un país que crece en fuerza geopolítica. Pero acceder al rol de poder hegemónico es un proceso arduo y prolongado. Normalmente le tomaría por lo menos otro medio siglo a algún país para que alcanzara la posición donde pudiera ejercer un poder hegemónico. Y esto significa un tiempo largo en el que cualquier cosa puede pasar.
Inicialmente, no hay un sucesor inmediato en el papel. Más bien, lo que ocurre cuando se hace evidente el disminuido poderío de una potencia anteriormente hegemónica es que el relativo orden del sistema-mundo es remplazado por una lucha caótica entre los múltiples polos del poder, ninguno de los cuales controla la situación. Estados Unidos sigue siendo un gigante, pero un gigante con pies de barro. Continúa por el momento siendo la fuerza militar más fuerte, pero se encuentra incapaz de hacer buen uso de ésta. Estados Unidos ha intentado minimizar sus riesgos concentrándose en una guerra dedrones –los aviones no tripulados. El anterior secretario de Defensa, Robert Gates, ha denunciado esta visión como poco realista en lo militar. Nos recuerda que las guerras se ganan con la guerra en tierra, y el presidente estadunidense está con una enorme presión encima, tanto de políticos como del sentimiento popular, de que no debe utilizar fuerzas terrestres.
El problema para todos en una situación de caos geopolítico es el alto nivel de ansiedad que alimenta y las oportunidades que ofrece para que prevalezca la locura destructiva. Por ejemplo, Estados Unidos podría dejar de ganar guerras, pero puede aún desatar daños enormes a sí mismo y a otros debido a acciones imprudentes. Cualquier cosa que intente Estados Unidos en Medio Oriente hoy, perderá. Al momento, ninguno de los actores fuertes en Medio Oriente (y realmente pienso que ninguno) sigue ya la línea de Estados Unidos. Esto incluye a Egipto, Israel, Turquía, Siria, Arabia Saudita, Irak, Irán y Pakistán (por no mencionar a Rusia o China). Los dilemas de política que esto implica para Estados Unidos han sido registrados con gran detalle por el New York Times. La conclusión del debate interno en el gobierno de Obama ha sido un compromiso súper ambiguo, en el cual el presidente Obama parece vacilante, más que fuerte.
Finalmente, hay dos consecuencias reales de las cuales podemos estar bastante seguros en la década por venir. La primera es el fin del dólar estadunidense como divisa de último recurso. Cuando esto ocurra, Estados Unidos perderá una protección importante para su presupuesto nacional y para el costo de sus operaciones económicas. La segunda es una caída, probablemente seria, en los estándares relativos de vida de los ciudadanos y residentes en esa nación. Las consecuencias políticas de este último suceso son difíciles de predecir en detalle, pero no serán insustanciales.

Traducción: Ramón Vera Herrera

http://www.jornada.unam.mx/2011/08/27/opinion/030a1mun

martes, 12 de noviembre de 2013

¿Seguirá existiendo Israel dentro de 90 años? - Uri Avnery


Conjeturas sobre el futuro de Israel, de Oriente Medio y del mundo


zope.gush-shalom.org

Traducido para Rebelión por LB.

Dentro de 90 años

Con motivo de mi 90 cumpleaños un panel de eminentes historiadores se reunió en el pabellón Tsavta de Tel Aviv para debatir sobre la siguiente cuestión: "¿Seguirá existiendo Israel dentro de 90 años?" Sigue a continuación una versión ligeramente abreviada de mi intervención. Un video completo del debate con traducción al inglés saldrá a la luz tan pronto como sea posible.¿Seguirá Israel existiendo dentro de 90 años? La propia pregunta es típicamente israelí. Nadie se tomaría en serio una pregunta similar en Inglaterra o en Alemania, ni siquiera en otros Estados surgidos de la inmigración como Australia o EEUU.
Sin embargo, aquí la gente habla sin cesar de los "peligros existenciales". Un Estado palestino es un peligro existencial. La bomba iraní es un peligro existencial. ¿Por qué? Los iraníes tendrán su bomba, nosotros tenemos la nuestra y habrá un "equilibrio del terror". ¿Entonces?
Hay algo en nuestro carácter nacional que fomenta la duda, la incertidumbre. ¿Será el Holocausto? ¿Será quizás un sentimiento inconsciente de culpa? ¿Será consecuencia de la guerra eterna, o incluso causa de ella?
Permítanme decirlo claramente desde el principio: sí, creo que Israel seguirá existiendo dentro de 90 años. La pregunta es: ¿qué tipo de Israel? ¿Será un país del que sus tatara-tatara-tatara-nietos/as estarán orgullosos? ¿Será un Estado en el que querrán vivir?
El día en que se fundó el Estado de Israel yo tenía 24 años. Mis compañeros y yo, soldados de nuestro nuevo ejército, no creíamos que el acontecimiento fuera muy importante. Nos estábamos preparando para la batalla que iba a tener lugar esa noche y los discursos de los políticos de Tel-Aviv realmente no nos interesaban. Sabíamos que si ganábamos la guerra habría un Estado y que si no la ganábamos no habría ni un Estado ni nosotros.
No soy una persona nostálgica. No siento nostalgia por el Israel anterior a (la guerra de) 1967, como la que han expresado algunos de mis colegas. También entonces se hicieron muchas cosas mal. Se expropiaron enormes cantidades de bienes árabes. Pero no miremos atrás. Miremos a Israel tal como es ahora y preguntémonos: ¿hacia dónde vamos?
Si Israel continúa su marcha en la dirección actual nos espera una catástrofe.
La primera etapa será el apartheid. El apartheid ya existe en los territorios ocupados y se extenderá a Israel propiamente dicho. El descenso a los abismos no será dramático o súbito. Será gradual, casi imperceptible.
Poco a poco aumentará la presión sobre Israel. La demografía hará su trabajo. En algún momento antes de que transcurran esos 90 años Israel se verá obligado a conceder derechos civiles a los palestinos. Entonces habrá una mayoría árabe e Israel será un Estado de mayoría árabe.
A algunas personas eso puede agradarles, pero significará el fin del sueño sionista. El sionismo se convertirá en un episodio histórico. Este Estado será otro país más en el que los judíos –los que se queden– vivirán como una minoría.
Hay quienes dicen: "Simplemente no hay solución". Si eso es así, mejor que comencemos a conseguir pasaportes extranjeros desde ahora mismo.
Algunos sueñan con la denominada "solución de un solo Estado". Bueno, durante los últimos cincuenta años se han desintegrado muchos Estados en los que habían vivido juntas naciones diversas. Una lista parcial: Unión Soviética, Chipre, Yugoslavia, Serbia, Checoslovaquia, Sudán. No ha habido ni un solo caso de dos naciones que se hayan unido libremente para formar un Estado. Ni uno solo.
No temo ninguna amenaza militar. Por ese lado no existe ningún peligro real. Al día de hoy ningún país que posea armamento nuclear puede ser destruido por la fuerza. Somos perfectamente capaces de defendernos.
Más bien temo los riesgos internos: la implosión de nuestros estándares intelectuales, la proliferación de un stablishment ortodoxo parasitario y, sobre todo, la emigración. En todo el mundo la gente es cada vez más móvil. Las familias se dispersan. El sionismo es una calle de dos vías. Si uno puede ser un buen judío viviendo en Los Ángeles o en Tel Aviv, ¿por qué quedarse aquí?
El vínculo entre Israel y los judíos del mundo se debilitará. Eso es natural. Somos una nación nueva, arraigada en este país. Ese es el objetivo real. Nuestras relaciones con la diáspora serán como las que existen, por ejemplo, entre Australia e Inglaterra.
Quiero plantear una cuestión básica: ¿sobrevivirá el nacionalismo en sí?
¿Será suplantado por nuevas ideologías y formas colectivas de organización?
Creo que el nacionalismo seguirá existiendo. En el siglo pasado ningún poder ha conseguido superarlo. La Unión Soviética internacionalista colapsó sin dejar tras de sí nada salvo un nacionalismo racista rampante. El comunismo solo tuvo éxito cuando se subió al carro del nacionalismo, como en Vietnam y China. La religión solo tuvo éxito cuando se vistió con los ropajes del nacionalismo, como en Irán.
¿Dónde radica el poder del nacionalismo? Parece que el ser humano necesita un sentido de pertenencia, formar parte de una determinada cultura, una tradición, tener unos recuerdos históricos (reales o inventados), una patria, un idioma.
Plantearé la pregunta de otra forma: ¿sobrevivirá el Estado-nación?
De facto, el Estado-nación es un anacronismo. Se formó durante los últimos tres siglos debido a que la necesidad económica de un mercado doméstico grande, la necesidad militar de un ejército adecuado y así sucesivamente demandaba la existencia de un Estado del tamaño de, digamos, Francia. Sin embargo, ahora casi todas esas funciones han sido asumidas por bloques regionales como la Unión Europea.
Ésa es la razón de un fenómeno curioso: mientras que los Estados-nación se integran en unidades mayores, ellos mismos se están dividiendo en unidades más pequeñas. Escoceses, corsos, flamencos, catalanes, vascos, chechenos, francocanadienses y muchos más persiguen su propia independencia.
¿Por qué? Un escocés cree que una Escocia independiente puede adherirse a la UE y cosechar todos los beneficios sin tener que sufrir el esnobismo inglés. El nacionalismo pequeño desbanca al nacionalismo más grande.
Así pues, ¿dónde estaremos dentro de 90 años, a principios del siglo XXII?
El año en que nací, 1923, un noble austríaco llamado conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi reclamó un movimiento paneuropeo para crear los Estados Unidos de Europa. En aquel momento, recién finalizada la Primera Guerra Mundial y pocos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, aquello sonaba a utopía de orate. Ahora la Unión Europea es una realidad.
En estos momentos los Estados Unidos del Mundo parecen una utopía descabellada. Pero no habrá manera de eludir alguna forma de gobierno mundial. La economía global lo necesita para poder funcionar. Las comunicaciones globales lo hacen posible. El espionaje global ya está aquí. Sólo una autoridad mundial eficaz será capaz de salvar nuestro sufrido planeta, poner fin a las guerras y a las guerras civiles, a las epidemias globales y al hambre.
¿Puede ser democrática la gobernanza mundial? Así lo espero. Las comunicaciones mundiales lo hacen factible. Los descendientes de ustedes votarán a un parlamento mundial.
¿El Estado-nación seguirá existiendo en ese nuevo mundo? Sí, lo hará. Igual que muchos Estados-nación siguen existiendo en la Europa de hoy: cada uno con su bandera, su himno, su equipo de fútbol y ​​ su administración local.
Esta es, pues, mi visión optimista: Israel, el Estado-nación del pueblo israelí, en estrecha alianza con el Estado-nación del pueblo palestino, será miembro de una unión regional que incluirá a los Estados árabes y, espero, a Turquía e Irán, como miembro orgulloso de los Estados Unidos del Mundo.
Un Estado democrático, liberal y laico en el que vuestros descendientes proclamarán con orgullo: "¡Soy israelí"


Fuente. http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1383310431/

Observando el Medio Oriente desde el Caribe




Confieso que en las últimas semanas he pasado especial trabajo para tratar de interpretar correctamente los movimientos que se producen en torno al conflicto que envuelve la región y que toma como centro la guerra, que como objetivo central trata de liquidar el gobierno que preside Bashar al Asaad en Damasco. 
Mucho me he acordado de algo que escribió el apóstol de la independencia cubana, José Martí, cuando en 1889 reportaba como periodista para el periódico La Nación, de Buenos Aires, lo que ocurría en la Conferencia Panamericana en Washington. Entonces allí, el naciente imperio estadounidense, en plena expansión, trataba de perfeccionar los mecanismos de dominación económica, financiera y comercial, sobre el resto del continente, presionando por diferentes medios, para crear una “unión monetaria”. Martí entonces escribió: “en política, lo real es lo que no se ve” y en su previsión de los hechos afirmaba que lo que realmente se pretendía bajo la supuesta unión, era “dividir para reinar”. 
Tengo la impresión que después del reciente forcejeo ruso, las cosas se han movido y cambios importantes se perciben en el Medio Oriente. Esto ocurre a partir de la firme decisión de Moscú de defender a Siria, cuando Putin publicó, lo que para mí fue una histórica carta dirigida al pueblo estadounidense, alertándolos de las graves consecuencias que podría traer la decisión tomada por Obama de atacar a Siria, utilizando el falso pretexto de que Damasco había traspasado la línea roja utilizando armas químicas, lo cual todo hacía indicar era una provocación montada por mercenarios y terroristas jihadistas con apoyo saudita. 
Es evidente que permanece en la política estadounidense la decisión de cambiar al gobierno de Damasco y en esto coinciden con otros miembros de la OTAN, especialmente con Turquía, país que por tener una larga frontera con el agredido, han venido utilizando ampliamente. Sin embargo, el gobierno turco también tiene intereses particulares que no necesariamente tienen coincidencia con los planes de Washington. El partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), es religioso y aunque no lo proclame como tal, viene a ser como la Hermandad Musulmana turca y esto condiciona en cierta medida su actuación. Antes de la guerra ya venían trabajando para estimular y crear en Siria un partido sunnita y estaban arriesgando mucho, incluso sus importantes relaciones con Rusia e Irán, sus principales suministradores de energía y grandes socios comerciales. Las aspiraciones eran ¿o todavía son?, aplicando el pensamiento neo otomanista, tomar a Siria como país subordinado o como protectorado. En esto influye especialmente el interés por dominar las futuras rutas de importantes gasoductos y oleoductos, y los nuevos yacimientos descubiertos en los mares adyacentes, interés que está en la base profunda de esta guerra. En ello reside, en parte, lo que decía Martí: “lo real está en lo que no se ve”.
No solo Turquía se sintió casi abandonada ante la decisión de Washington, al menos por el momento, de no lanzar la guerra abierta contra Siria. También Arabia Saudita y Catar, financieros decisivos de la guerra sucia contra Damasco, asumieron el hecho casi como una traición, pues a partir del desalojo de los mercenarios y jihadistas de la ciudad de Al Qusair, sobre la frontera libanesa y puerta de entrada para hombres y pertrechos militares, que supuestamente crearían en las cercanas ciudades de Homs y Hama, la capital de la “oposición siria”, quedó demostrado que sin una fuerte campaña aérea de la OTAN, como ocurrió en Libia, sería imposible derrotar las fuerzas del gobierno sirio. 
Desde entonces se ha producido un viraje en el teatro de operaciones militares y el ejército sirio y las milicias populares que lo apoyan han venido recuperando terreno sin cesar e incluso el gobierno parece haber ganado más apoyo. Las organizaciones que se le enfrentan, aparecen cada vez más divididas e incluso luchan entre sí. 
Por otra parte, en Washington y en capitales europeas, se asustaron, ante el auge que venían tomando las milicias afiliadas a Al Qaeda y de tendencias similares, integradas por mercenarios que según se ha afirmado ya habrían llegado desde más de cincuenta países. La posibilidad de que las acciones militares de EEUU y la OTAN le facilitaran a estas hordas de terroristas fanáticos la llegada al poder en Damasco, y crearan allí un califato preocupaba también a Israel. La crueldad de estos extremistas había llegado al punto de difundir ellos mismos, como muestra de “su meritoria fe”, videos donde aparecían decapitando a sangre fría a sus prisioneros, que no eran necesariamente combatientes enemigos, sino simplemente miembros de una secta diferente, aunque también fueran islámicos. Para presenciar el terrible espectáculo, alineaban en primera fila, a los niños de la aldea. 
En el Congreso comenzaron a levantarse voces acusando a Obama de apoyar el mismo terrorismo que había atacado a Estados Unidos y este no ha tenido otra alternativa que mostrar su preocupación y comenzar a dar pasos, al menos para aparentar que actúa para corregirlo. Por ello envió en recorrido urgente por la zona a su Secretario de Estado, John Kerry, quien a pesar de declarar en Riad que las relaciones se mantenían normalmente, no pudo evitar que trascendiera el evidente malestar saudita, quienes también han visto con profunda preocupación los iniciales contactos establecidos por Washington con Teherán. Sin embargo, estas relaciones tienen profundas raíces, pues aunque los de la Casa de Saud conocen que dependen para su defensa exterior de la protección yanqui, también están conscientes de que su dinero y su petróleo son vitales para el funcionamiento del complejo militar industrial, que se mantiene en buena parte gracias a las enormes compras que regularmente le hacen. Existe un acuerdo normando esto desde los primeros años de la década del cuarenta del siglo pasado. 
Los intereses estratégicos que cimentan estos vínculos, son los que hicieron que el gobierno estadounidense casi no mencionara que 16 de los 19 terroristas que atacaron los edificios de las Torres Gemelas y el Pentágono, eran sauditas. Si hubieran sido iraníes, muy probablemente habrían hecho desaparecer el país persa bajo un bombardeo atómico. 
El golpe militar en Egipto es otro hecho que ha movido el escenario medioriental. El gobierno turco no ocultó su decepción y enorme disgusto, pues la Hermandad Musulmana instalada allí, la consideraba como parte de una alianza que presidida por Ankara, incluiría también al gobierno islámico de Túnez y a la cual pretendían incorporar a una Libia estabilizada; a Hamas como fuerza política predominante en Palestina; y a un gobierno sunita moderado que debía tomar el poder en Damasco. Posiblemente Catar estaría también en este grupo. 
Ellos constituirían un polo de poder regional para establecer un balance con otros dos contendientes: Irán y Arabia Saudita. 
Pero sobre esto y otras cosas “reales pero que no se ven”, continuaremos escribiendo en próximos artículos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

LATINARAB3: Dos metros de esta tierra (2012), de Ahmad Natche


09 nov, 2013
Nuestro puntaje
  
8/10

Metran men hada al-turab / Dos metros de esta tierra (Palestina – 2012)
LATINARAB3: Competencia oficial
Dirección, guión y Montaje: Ahmad Natche / Dirección de fotografía: Rosibel Rojas / Sonido: Waleed Agel, Nadeem El Husary, Nicolás Tsabertidis / Montaje: Ahmad Natche / Intérpretes: Raouf Haj-Yahia, Noémi Kahn, Omaima Hamori, Shaden Saleem, Linda Sadi, Samah Amer, Anas Abu Oun / Duración: 80 minutos
Dos metros de esta tierra muestra los preparativos para un festival de música que está a punto de celebrarse en Ramallah. Artistas, miembros de la prensa y técnicos coinciden en un espacio que permite a Ahmad Natche enhebrar un relato coral donde lo más importante es la observación de la cotidianidad. Natche narra con solvencia, elegancia y planos fijos que se van re elaborando a partir del movimiento interno.
El título de este filme remite a un poema de Mahmoud Darwish, una de las mayores personalidades de la cultura palestina. Darwish, fallecido en el exilio, se destacó por su sensibilidad a la hora de describir la vida cotidiana en los campos palestinos. En su homenaje el cineasta busca generar una estética y una narración que dialoguen con su obra. Aunque desde lo formal no tenga tantos puntos de contacto, es un procedimiento cercano al que utilizó el cineasta argentino Gustavo Fontán en La orilla que se abisma sobre el trabajo del poeta entrerriano Juan L. Ortiz.
El discurso del director no está ausente de posturas políticas. El simple hecho de realizar una película en Ramallah es un hecho político. Pero las alusiones más directas quedan en la primera mitad del relato. El filme se inicia con fotos fijas en blanco y negro de jóvenes soldados palestinos de la década del 40. Un rato más tarde se presenta el testimonio de una mujer refugiada que expresa sus experiencias por aquellos años. Ambas secuencias aparecen como parte del armado de un programa de Televisión.
Más tarde la ficción prevalece y si bien hay diálogos que refieren a las dificultades de vivir en Palestina en la actualidad, aflora la imagen de una ciudadanía multicultural en donde la represión israelí no impide el optimismo y la batalla por expresar y dar a conocer su propia identidad, y el ideal que se persigue, la libertad.
Por Fausto Nicolás Balbi
fausto@cineramaplus.com.ar