Claudio Katz
En las primeras semanas de gobierno, Milei ha transparentado el descomunal atropello
que pretende implementar. Ninguna denominación exagera esa ofensiva. Es ¨un plan de guerra
contra la clase trabajadora¨, una ¨motosierra contra los desposeídos¨ y una ¨contrarreforma
integral de la sociedad argentina¨. Aplica la doctrina neoliberal del shock con una virulencia
nunca vista. Martínez de Hoz, el Rodrigazo, Menem o Macri son tibios antecedentes de la
brutalidad en curso.
Milei espera consumar en un año, la cirugía del gasto público que el FMI propuso
efectivizar a lo largo de un quinquenio. Proclama la conveniencia del sufrimiento y pronostica un
desplome aún mayor de los ingresos populares, antes de lograr la prometida recuperación
económica. Omite que esos padecimientos no se extenderán al puñado de poderosos que
enriquece su gestión. También oculta el carácter innecesario y premeditado del daño que está
provocando a toda la población.
El libertario presenta su mazazo como la única contención posible a una inminente
catástrofe de la economía. Pero fundamenta ese diagnóstico con cifras disparatadas. Inventa una
hiperinflación del 15 mil por ciento, déficits gemelos del 17% del PBI y advierte contra un
encarecimiento del litro de leche de 400 a 60 mil pesos. Exagera alocadamente los desequilibrios
de la herencia recibida para disimular la atrocidad de sus medidas.
En pocos días ha desmentido todos los mensajes de la campaña electoral. Sus decretos
penalizan al grueso de la población y no a un puñado de políticos. Ya sustituyó las menciones de
la ¨casta¨ por todo el Estado como destinatario del recorte. Ahora confiesa que su tijera se
extenderá al sector privado, pero omite que los grandes grupos capitalistas quedan eximidos de
ese ajuste.
EMPOBRECIMIENTO GENERAL
Con el cuento de evitar una hiperinflación futura, Milei genera una superinflación
inmediata. Comenzó con una mega devaluación del 100% que escaló la carestía al 25-30%
mensual. Remediar con más inflación el peligro de ese flagelo es el primer absurdo de su
programa.
Los precios de los alimentos se han disparado nuevamente por encima del promedio,
amenazando la supervivencia de los sectores más humildes. Milei motoriza esa degradación,
anulando todos los obstáculos legales al salvajismo del mercado (ley de abastecimiento y de
góndolas). Eliminó las restricciones a la exportación de carne, para situar el precio de ese
alimento en su impagable cotización internacional.
Ya se avizora un dramático salto en la pobreza, que en el primer trimestre del 2024
afectaría al 55-60% de la población. La irrelevante compensación que dispuso al recorte de los
planes sociales desembocará en situaciones de subalimentación.
Los jubilados son nuevamente el segmento más golpeado. Milei soslayó el otorgamiento
de los bonos, que periódicamente alivian a los perceptores del haber mínimo. Prepara, además,
otro cambio en la fórmula de movilidad para castigar al sector más vulnerable de la sociedad.
Ese ensañamiento apunta a recrear el fallido régimen de las AFJP (jubilación privada), alegando
insuficiencia de fondos en la Seguridad Social. Omite que bastaría con restaurar las cargas
patronales (que eliminó el menemismo y no repusieron sus sucesores) para equilibrar ese
sistema.
La prioridad de Milei es precarizar el trabajo, aprovechando la demolición del costo
laboral que impone la inflación. Con ese objetivo motoriza una reforma laboral que pulveriza las
indemnizaciones, elimina la ultra actividad de los convenios y extiende los períodos de prueba.
La clase media será atropellada con tarifazos que duplicarán en el AMBA el precio del
transporte. Sin apartarse del principio de nivelar para abajo, Milei argumenta que en el resto del
país esas erogaciones son más elevadas. También apuntala la campaña de las empresas de
medicina prepaga para apropiarse de la crema del mercado. Su decretazo les permitirá capturar a
los afiliados de mayores ingresos de las obras sociales, para expulsar a los empobrecidos al
infierno de hospitales públicos sin recursos. Esas compañías preparan su nuevo negocio con
incrementos de cuotas del 40 o 50%.
La guadaña para los empleados públicos transita por congelar los sueldos en pleno
aluvión inflacionario. Está en marcha el despido de los contratados y una purga posterior en
numerosos organismos. También avanza la destrucción de la estructura científica, acorralando al
CONICET a sobrevivir con seis meses de presupuesto.
El libertario promociona esta sangría denigrando el trabajo estatal y propiciando una
confrontación con los asalariados del sector privado formal. Con ese objetivo autorizará para este
segmento, la vigencia de las paritarias cortas con cláusulas gatillo, que proscribe en el universo
público.
AVENTURAS Y APROPIACIONES
Milei pretende consolidar la demolición del nivel de vida popular, con una recesión que
genere altas tasas de desempleo. Espera disuadir la resistencia social con esa masa de
desocupados. Menem recurrió a esa receta y su émulo la recrea, paralizando la obra pública y
reduciendo las transferencias a las provincias. Ese vendaval provocaría, además, un masivo
quebranto de las pequeñas empresas a favor de los grupos concentrados nacionales, que el
libertario favorece anulando la ley de góndolas. Las compañías foráneas son premiadas con la
eliminación de la ley de Compre argentino.
El ocupante de la Casa Rosada supone, que con esa topadora la economía encontrará un
punto de inflexión, cuando la depresión pulverice el consumo interno. Prevé que la estabilidad
monetaria inducirá en ese momento un ciclo de reactivación, manejado por los poderosos que
sobrevivan al hundimiento del resto. Pero no computa la posibilidad de una estanflación
perdurable por los desequilibrios que introduce su ajuste.
Si, por ejemplo, la recaudación decrece junto al declive del nivel de actividad más que el
recorte del gasto público, la economía quedará entrampada en un círculo vicioso de sucesivas
regresiones. También la inflación puede carcomer la devaluación y forzar en poco tiempo otro
ajuste del tipo de cambio, con el consiguiente rebrote de los precios.
Estas eventualidades son conocidas, pero omitidas por el grueso de las clases dominantes.
Todas sus fracciones sostienen la feroz arremetida del nuevo mandatario. Celebran la fenomenal
transferencia regresiva de los ingresos que ha impuesto la remarcación de los precios.
Milei no disimula su convocatoria a reforzar la primacía económica de un grupo de
empresas. El eje de su mega decreto son los cambios en el Código Civil y Comercial, que
otorgan a esas compañías la última palabra en cualquier controversia jurídica. Para estabilizar un
modelo neoliberal parecido al que impera en Chile, Colombia o Perú propicia el fulminante
predominio del gran capital.
El libertario ya tiene preestablecidos a los ganadores de su partida. Diseña las
privatizaciones a medida de esas firmas, mediante la conversión de las empresas públicas en
sociedades anónimas. Cada capítulo de su mega decreto favorece a un grupo predeterminado.
La anulación de la ley de góndolas es para Coto, los cambios en los clubs de fútbol son
para Macri, la remodelación del azúcar para Blaquier, la desregulación financiera para Galperín,
el desmembramiento de YPF para Rocca y el descontrol de los alimentos para Arcor, Danone y
Molinos.
También pone fin a las normas de los alquileres por pedido de la Cámara Inmobiliaria,
Airbnb y Booking, avanza en la demolición de las obras sociales a favor de Osde, Swiss
Medical, Galeno y Omint. La derogación de la Ley de Tierras es un presente para Joe
Lewis y Luciano Benetton y las modificaciones del régimen farmacéutico se amoldan
a Farmacity. La desregulación satelital ha sido explícitamente concebida a medida de Starlink.
En los grandes negocios irresueltos del extractivismo minero, el libertario hará lobby para
sus candidatos mediante la desfinanciación de las provincias. Existe, además, una larga lista de
empresas sin compradores que serán recortadas o cerradas (ferrocarriles, Aerolíneas, YCF,
medios públicos). Ya se vislumbran también los conflictos entre apropiadores por las compañías
más apetecidas (fondos buitres versus Techint por YPF).
LA PRIMACÍA DE LOS FINANCISTAS
.
El capital financiero tiene total preeminencia en un gabinete bendecido por el FMI. Los
bancos festejan la desregulación de las tarjetas de crédito y la eliminación del tope a los intereses
punitorios que pagan sus clientes.
Ese protagonismo financiero quedó explicitado, con la emisión de un nuevo bono para
saldar la deuda del Estado con los importadores. Ese título (Bopreal) pretende resarcir a las
empresas que adquirieron bienes del exterior, sin contar con las divisas que Massa rehuyó
entregarles ante la forzosa carencia de reservas. Para remediar ese impago, los adalides de la
austeridad fiscal vuelven a endeudar el Estado, con un bono por 30 mil millones de dólares, que
cotiza en divisas y ofrece elevados rendimientos.
Pero el pasivo alegado para justificar esta nueva deuda pública no está documentado y su
envergadura es un enigma. Los importadores proclaman distintas sumas para compensar
operaciones muy dudosas. Es evidente que los montos están inflados e incluyen todo tipo de
fraudes (autopréstamos con las casas matrices, sobrefacturación de precios de transferencia). Por
simple petición de los capitalistas, el Estado asume nuevamente un compromiso que pagará toda
la población. Aunque la estatización de esas deudas privadas no es aún explícita, se están
creando las condiciones para ese traspaso.
Caputo no solo busca socorrer a sus amigos. También intenta iniciar la paulatina
sustitución de la deuda pública en pesos por otra nominada en dólares. Gran parte del pasivo
reclamado por los importadores está reciclado en el sistema bancario y quedó atado a la montaña
de títulos públicos que acumulan las entidades (Leliqs). El ministro aspira a reconvertir esos
papeles en bonos en dólares para priorizar las transacciones en divisas. Sustituiría los dólares
frescos que no consiguió en el exterior por títulos estatales nominados en esa moneda.
Hasta ahora, el bono que emitió para los importadores no cuenta garantías significativas y
tampoco puede ser objeto de litigio en tribunales internacionales. Su emisión es otra aventura del
timbero que hundió al país durante la gestión de Macri.
Con esa colocación pretende iniciar un lanzamiento general de títulos en divisas, para
contraer la masa total de pesos en circulación y dejar abierto un curso de eventual dolarización.
Ese desemboque es concebido como coronación del proyecto neoliberal o como un recurso de
emergencia, frente a corridas cambiarias o colapsos bancarios. Las señales de esa intención
dolarizadora se verifican también en el desaliento a los depósitos en pesos (tasas de interés
decrecientes) y en las nuevas normas de contratos en dólares (alquileres) o en sus equivalentes
virtuales (bitcoins).
Pero Caputo juega con fuego al coquetear con una dolarización sin respaldo. No
consiguió hasta ahora el auxilio externo de los fondos de inversión o del FMI, para atenuar el
agujero de 10.000 millones en las reservas. Tan sólo espera inflar una burbuja con sus cómplices
de la City, hasta que en abril ingresen las divisas de la cosecha.
Lo más insólito es el fundamento de su jugada en el saneamiento de las finanzas públicas.
Un gobierno que destruye la economía en nombre de reducir el déficit fiscal, está montando un
gigantesco agujero en el erario público. Sus voceros omiten que la mitad de los 5,5 puntos del
PBI que pretenden recortar corresponde a intereses de la deuda. Ese pasivo volverá a escalar en
forma incontrolable con las nuevas andanzas de un endeudador serial, que promete cuidar el
gasto público, mientras despilfarra el dinero de todos los argentinos.
GUIÑOS DEL AGRONEGOCIO Y LA INDUSTRIA
Milei inauguró su mandato con la mega devaluación que exigían los exportadores del
agro. Ya tenían el dólar soja que les otorgó Massa y ahora obtuvieron la cotización que
ambicionan para sus ventas. Ese beneficio es solventado con el empobrecimiento de la
población, que sufrió el inmediato traslado a los precios internos de la duplicada cotización del
dólar. Nunca el país soportó un encarecimiento tan descontrolado de la comida para engordar a
los terratenientes, los contratistas y los comercializadores de granos.
Con ese zarpazo comenzó el alineamiento estratégico de las cotizaciones internas de los
alimentos y los combustibles con los promedios internacionales. Un territorio inmensamente rico
en nutrientes y energía quedará habitado por pobladores subnutridos, que no pueden refrigerar o
calefaccionar sus hogares.
Lo más chocante de este ajuste es su implementación en un año de cosecha récord, con
novedoso excedente energético. Esos lucros serán embolsados por el puñado de privilegiados,
que Milei defiende con elogios a la oligarquía que exterminó a los pueblos originarios. De esa
devastación surgieron los latifundios que obstruyeron el desarrollo de Argentina.
Milei apuntala el agronegocio anulando la ley de fuego que limita el extractivismo. Como
descree del cambio climático, fomenta la expansión de la frontera sojera a costa de los bosques.
Auspicia esa primarización, promoviendo, además, el pernicioso acuerdo de libre comercio del
Mercosur con la Unión Europea.
Ese favoritismo hacia el agro no está exento de conflictos, porque Milei es un servidor
del capital financiero. Por eso sugirió un incremento de las retenciones, que la agroexportación
eludió con maniobras de evasión (anotaron las ventas antes de la sanción de los nuevos
impuestos). Paradójicamente, los entusiastas agrarios del ajuste ajeno, están molestos con el
corte de las obras públicas que apuntalan sus negocios.
Con el sector industrial Milei afronta mayores tensiones. Su mega devaluación encareció
las importaciones de insumos, sin favorecer las exportaciones fabriles. Introdujo, además, un
llamativo incremento de los impuestos a esas ventas.
Gran parte de las regulaciones anuladas con el mega decreto presidencial, afectan a los
regímenes de promoción industrial de las provincias. El anunciado encarecimiento de la energía
erosionará la rentabilidad fabril y la abrupta apertura comercial podría generar una invasión de
mercancías baratas. Mientras despotrica contra China, Milei crea las condiciones para esa
mortífera llegada de importaciones asiáticas.
Pero las cúpulas de las Cámaras Industriales apoyan en forma abierta o silenciosa al
gobierno por su fomento de la reforma laboral contra los trabajadores y por su aval a la
remarcación de precios. Al igual que otras fracciones de la clase capitalista, los industriales
privilegian el atropello contra los asalariados a la propia marcha de sus negocios.
TRES ENDEBLES PILARES
Milei intenta reconfigurar la Argentina a puro decreto. Sin explicar cuál es la necesidad y
la urgencia de modificar 300 leyes, enunció un paquetazo que usurpa las atribuciones del
Congreso, avasalla la división de poderes y concentra la suma del poder público. Ha sido el
primer tanteo del presidencialismo autoritario, que el libertario adelantó asumiendo la
presidencia a espaldas del Parlamento. Ese simbólico ninguneo de los legisladores anticipó el
expeditivo uso de la lapicera presidencial.
En su debut mezcla las leyes con los decretos como si fueran normas equivalentes.
Apuesta a la docilidad de la justicia, al desconcierto de la oposición y al sostén de gobernadores,
que facilitaron su captura de las comisiones del Senado. Espera concertar con la derecha
peronista la gestación de un segundo menemato.
Milei retoma todos los enjuagues de la casta política para dilatar el tratamiento de su
mega decreto. Por eso manipula el envío de ese proyecto al Parlamento y socava la formación de
la comisión bicameral que tratará el tema. Busca empantanar el tema hasta marzo para imponer
la vigencia del decretazo, recordando que el Congreso nunca rechazó un DNU relevante. Si esa
maniobra falla, ya anunció que subirá la apuesta con la convocatoria a un plebiscito.
El libertario pretende repetir la trayectoria que siguió Yeltsin para destruir la Unión
Soviética. Busca imponer una remodelación total de la sociedad, aprovechando el estupor, la
pasividad y el rechazo al sistema político.
Pero en sus primeras semanas de gestión afronta múltiples adversidades. Los bloques de
la oposición debaten estrategias para rechazar un decreto, que en los primeros sondeos es
mayoritariamente objetado por la población.
Milei espera contrarrestar esa hostilidad con intimidaciones represivas. Es el segundo
pilar de su andanada. Desplegó un gran operativo de amenazas para disuadir la realización de
marchas opositoras, con un protocolo antipiquete concebido para prohibir las protestas,
vulnerando todos los derechos constitucionales. Esa campaña de criminalización incluyó multas
millonarias a los organizadores de las movilizaciones (y a otras agrupaciones que ni siquiera
participaron de esos actos).
El nuevo mandatario se calzó también un patético disfraz de militar, para anunciar en
Bahía Blanca que el Estado no puede socorrer a las víctimas de la tormenta. Olvidó esas
carencias, cuando dispuso regalar a Ucrania dos helicópteros que se utilizan para emergencias
climáticas.
El desbocado presidente no oculta su prioridad represiva. Su decretazo incluye fuertes
restricciones al derecho de huelga en múltiples actividades. Espera contar con la cobertura de los
medios y el sostén de la justicia para esa agresión. Como opción complementaria, imagina la
repetición del modelo fujimorista de autoritarismo presidencial, con presencia callejera de la
gendarmería. Pero los primeros tanteos de esa provocación han fallado. El protocolo antipiquete
quedó anulado de hecho, en las protestas que ignoraron las directivas de Bullrich.
Como el dominio de las calles definirá quién gana la partida, Milei construye su tercer
pilar en este último terreno. A diferencia de sus pares de otras latitudes, no cuenta con una fuerza
derechista propia para confrontar con los sindicatos, los movimientos sociales, el kirchnerismo y
la izquierda. Por eso intenta construir esas legiones con los recursos públicos desde el timón del
Estado.
Su primer ensayo fue la ceremonia de asunción. La acotada masa de concurrentes entonó
cánticos a favor del policía, con poco entusiasmo por el ajuste. Los votantes del libertario siguen
imaginando que ese sacrificio lo pagará otro. Otro intento de gestar una marcha oficialista, en
respuesta al debut de las protestas fue directamente desactivado, ante los indicios de apatía. Muy
poca gente quiere vitorear por ahora a un demoledor del nivel vida.
Milei tampoco suma alianzas. Sus socios de la derecha esperan resultados antes de
adoptar compromisos. El libertario forjó un gabinete con personajes impresentables, que
desconocen el funcionamiento del Estado e improvisan directivas desde insólitos organismos,
como el nuevo ministerio de Capital Humano. El presidente acompaña ese cambalache con
enunciados místicos y esotéricos mensajes de conversión al judaísmo medieval.
LA RIESGOSA APUESTA EXTERIOR
Milei imagina una reedición de las ¨relaciones carnales¨ que mantuvo Menem con
Estados Unidos. Supone que si el país ingresa en la OCDE (cumpliendo los requisitos
neoliberales de esa admisión) y ratifica su exclusión de los BRICS, conseguirá el apoyo
sostenido de Washington.
Esa expectativa de retribución es la invariable ilusión de los gobernantes derechistas.
Todos olvidan que la primera potencia otorga y retacea auxilios, en función de circunstancias
internacionales de mayor peso. El Departamento de Estado siempre exige resultados previos a
cualquier soporte de un vasallo.
Esa conducta imperial quedó corroborada en los fallidos créditos que exploró Caputo en
Nueva York. Luego de consultar a Washington, los financistas exigieron constatar primero la
viabilidad del ajuste contra el pueblo. Por el momento siguen con atención el desenlace del
decretazo, sin aportar un solo dólar. La Reserva Federal está conforme, pero se limita a observar
lo sucedido.
Para ganar el favor estadounidense Milei sobreactúa la sumisión, exhibiendo un
fanatismo por Israel que supera a los propios sionistas. Ya modificó el voto de Argentina en las
Naciones Unidas para convalidar la masacre de Gaza y participa en las festividades judías para
congraciarse con la DAIA.
Pero su afinidad con Netanyahu no es circunstancial. Forma parte de un viraje
internacional de la ultraderecha, que ha pasado del discurso a los hechos. El año 2023 concluye
con ese giro. Los lideres reaccionarios no se limitan a hostigar a los desamparados con amenazas
verbales. Han comenzado a transformar sus regresivos enunciados en prácticas atroces.
Lo ocurrido en Gaza retrata ese cambio. El sionismo está consumado un genocidio para
derrotar a los palestinos y forzar una nueva Nakba. Esta masacre convulsiona al Medio Oriente y
pretende apuntalar la contraofensiva de Estados Unidos contra China. Washington busca disuadir
a Arabia Saudita de su embrionaria participación en la Ruta de la Seda y presiona contra el
coqueteo de esa monarquía con desdolarización de las transacciones internacionales.
Milei aporta un sostén latinoamericano a nuevo curso de la ultraderecha. Busca imponer
un cambio radical de las relaciones de fuerza, en el país que alberga al principal movimiento
obrero, democrático y social de la región. También propicia el alejamiento de China de la zona,
para restaurar la alicaída primacía de Estados Unidos.
La masacre fascista de Netanyahu y la arremetida anarcocapitalista de Milei difieren de la
gestión convencional, que caracterizó hasta ahora a los mandatarios de la extrema derecha.
Bolsonaro, Trump. Meloni y Orban encabezaron presidencias semejantes al conservadurismo
tradicional. Esas gestiones preservaron los parámetros corrientes.
Por el contrario, Netanyahu y Milei inauguran otro modelo de efectiva acción
reaccionaria. Este giro es muy significativo, cuando se avizoran posibilidades de éxitos
electorales de la ultraderecha en Francia y Estados Unidos. El cambio en curso sintoniza con
estrategias de contraofensiva imperial más audaces contra China, al calor de la derrota que
Washington constata en Ucrania.
Milei exhibe gran entusiasmo con su rol de simple peón del imperio. Pero hasta ahora el
amo lo observa con desconfianza y desprecio. Biden está irritado por sus vínculos con el
competidor Trump y envió un representante de quinto orden a su asunción presidencial. Esa
ceremonia fue patética por la total ausencia de delegaciones de algún peso diplomático. El
protagonismo de Zelensky confirmó esa orfandad, porque el ucraniano posó como una gran
figura, cuando es impugnado por sus mandantes occidentales en un escenario de derrota militar.
Desde la Casa Rosada intentan disimular estas adversidades con mensajes de restauración
del idilio menemista con Estados Unidos. Pero omiten el drástico cambio del contexto mundial.
Martín Menem y Rodolfo Barra pretenden recrear un clima de fascinación con Occidente,
ignorando que Estados Unidos ya no es el triunfante de la guerra fría, sino una potencia afectada
por el ascenso de China.
Milei actúa como un neoliberal a destiempo, que desconoce cuán lejos ha quedado el
ambiente de los años 90. La euforia con el globalismo librecambista ha sido reemplazada por el
intervencionismo regulador en las principales economías de Occidente. Los mensajes del
libertario están desencajados de este escenario.
Ese despiste ya tiene severas consecuencias en la relación con China. La verborragia
provocadora del libertario indujo a Beijing a congelar el swap de yuanes, que alimenta las
reservas efectivas del Banco Central. Es una advertencia muy seria. Si Milei da marcha atrás en
los convenios ya suscritos (represas, energía nuclear, Ruta de la Seda), el principal cliente de las
exportaciones argentinas podría retraer drásticamente sus compras, creando una grave tensión del
libertario con el agronegocio.
Milei no inventa la pólvora y es sabido que su política de sumisión a Estados Unidos
agrava el subdesarrollo y la dependencia. Como ya ocurrió con el Pacto Roca-Runciman,
Argentina vuelve a atar su destino a una potencia en declive y las consecuencias de ese rumbo
serían dramáticas para el país.
LA RESISTENCIA INCLINA LA BALANZA
El principal obstáculo que afronta la agresión de Milei es su potencial rechazo popular. Si
esa oposición se masifica en la calle, el ajuste del libertario quedará neutralizado y será
recordado como otro fracasado intento de doblegar al pueblo argentino. Esa posibilidad
atormenta a las clases dominantes.
La pulseada comenzó con la importante manifestación que organizaron varias
agrupaciones piqueteras con la izquierda. Ese acto fue un éxito político. Logró contrarrestar la
campaña oficial de intimidación, reunió una respetable concurrencia y aglutinó un significativo
número de militantes. Despertó además el interés de los medios y frustró la aplicación del
protocolo de Bullrich.
El plan de provocaciones montado por la ministra fue desarticulado por la determinación
de los manifestantes y por una crisis del comando represivo federal con sus pares de la Ciudad de
Buenos Aires. La jefatura porteña en manos del macrismo rechazó cargar con los costos del
apaleamiento propiciado por Milei. Esa divergencia de la gendarmería con la policía local ilustró
la erosión que suscita por arriba la lucha de los de abajo. Fue un primer retrato de la dinámica
que puede socavar los planes de la ultraderecha.
El segundo indicio de la resistencia fueron las protestas espontáneas de los vecinos. Los
cacerolazos se escucharon en muchas ciudades y su transformación en cortes callejeros reforzó el
desconocimiento del protocolo antipiquete.
El debut de esos rechazos en la emblemática noche del 20 de diciembre concitó analogías
con lo ocurrido en el 2001, cuando los piquetes convergieron con las cacerolas en la batalla
contra los mismos personajes que reaparecen en el gobierno actual (Bullrich, Sturzenegger). La
expropiación de ahorros -que en ese momento sufrió la clase media- se ha transformado ahora en
una confiscación de ingresos.
En este clima la CGT convocó a una movilización, alentada por marchas de sindicatos
rosarinos. empleados del Banco Nación, trabajadores ferroviarios y estatales de CABA. Ese
tercer hito de la naciente lucha reunió una importante multitud, que enlazó a todos movimientos
sociales con numerosas delegaciones sindicales. Esta confluencia ha sido infrecuente e introduce
un dato alentador. La tradicional hostilidad de la jerarquía gremial hacia otros sectores populares
y su alergia a la izquierda pierde gravitación, facilitando una decisiva convergencia para derrotar
el ajuste.
Los gordos de la CGT desactivaron una concentración de mayor alcance, porque
negocian corporativamente con el gobierno los contornos más revulsivos de la reforma laboral,
junto a su continuado control de las obras sociales. Por eso se limitaron a impugnar los artículos
del decretazo que los incumben, con un limitado acto frente a los Tribunales. También posponen
la definición de un plan de lucha y evitan la convocatoria a un paro nacional.
Pero la movilización amplió el espectro de lucha contra el decretazo y volvió a
neutralizar el propósito represivo del gobierno. Bullrich debió tolerar nuevamente el
desconocimiento de su protocolo.
La resistencia al ajuste ha comenzado y la pulseada con Milei exige motorizar la
movilización, con los nuevos llamados de piqueteros, feministas y vecinos a ocupar la calle. Esas
convocatorias contrarrestan las vacilaciones imperantes en el peronismo y la centroizquierda. La
cautela de ambos sectores es justificada con argumentos que resaltan la inconveniencia de
confrontar con un recién llegado a la Casa Rosada.
Pero esa prudencia choca con la acelerada motosierra que prendió el nuevo mandatario.
Milei motoriza el ajuste con vertiginosa celeridad para desconcertar a los opositores. Si se lo deja
actuar, reforzará esa tónica en el futuro. Si por el contrario afronta un freno de entrada, sus
iniciativas perderán cohesión.
El éxito de esta batalla también transita por forjar un amplio espacio de fuerzas, que
exhiba potencia callejera y atraiga a los votantes desilusionados con el libertario. Resulta
indispensable dejar atrás la autoproclamación y las disputas por el protagonismo, para apuntalar
la unidad y repetir la masiva acción que socavó a Macri en diciembre del 2017.
DESENLACES ABIERTOS
La derrota del ajuste depende ante todo de la lucha social y en segundo término de las
contradicciones que genera el plan oficialista en las clases dominantes. Sin resistencia masiva
esas tensiones quedarán acotadas, porque los poderosos comparten el propósito de demoler los
sindicatos, las cooperativas y las redes democráticas.
Existe la posibilidad de una victoria popular, ante un presidente embarcado en consumar
un atropello monumental. Milei intenta perpetrar su agresión, sin contar con el sustento
requerido para esa escalada. Comanda un gabinete improvisado para aplicar un proyecto muy
ambicioso. Carece de los gobernadores, legisladores e intendentes que se necesitan para
efectivizar un plan, que irrita al grueso de la población.
Milei no define la forma de instrumentar el paquetazo que afronta la amenaza de un veto
parlamentario. Si ese rechazo se concreta, las 300 leyes propiciadas por el libertario ingresarán
en la congeladora de la justicia, afectando la impaciencia de los capitalistas. Esa eventual
desactivación del atropello patronal depende de una sostenida protesta en las calles.
La comparación con Bolsonaro es clarificadora y va más allá de los disparates
compartidos por ambos personajes. Al igual que su par argentino, el ex capitán llegó
inesperadamente a la presidencia, reemplazando al candidato preferido por los grupos
dominantes. Bolsonaro sustituyó a Alckmin en la misma secuencia que Milei reemplazó a
Rodríguez Larreta o Bullrich. En el primer caso fue determinante el descontrolado devenir del
golpe contra Dilma y en el segundo la crisis de la derecha convencional.
Pero Bolsonaro asumió en un escenario derechista estabilizado, con el grueso del ajuste
consumado por su antecesor Temer (reforma laboral, congelamiento del gasto social por 20 años,
regresión educativa, privatizaciones en marcha). Sólo añadió a ese paquete las modificaciones de
la seguridad social. Por el contrario, Milei debe lidiar con una crisis económica descomunal
retomando el discontinuado recetario neoliberal.
Bolsonaro aprovechó el clima de movilizaciones derechistas, que auspiciaban la
venganza contra el PT y el rechazo de la corrupción (Lava Jato). Milei no cuenta con ese sostén
y el relato de Macri agotó los episodios de coimas del funcionariado público. El libertario
tampoco cuenta con la poderosa red de evangelistas, militares y agro-capitalistas que sostuvieron
al ex capitán. En lugar de usufructuar con el reflujo del movimiento sindical -que sucedió en
Brasil a la huelga del 2018- debe confrontar con una estructura gremial que preserva un gran
poder de fuego.
Es un interrogante si Milei exhibirá la plasticidad de su ídolo carioca para adaptar su
gobierno a las adversidades. Por el momento se limita a subir la apuesta con medidas más
audaces, para generar un liderazgo cohesionador de las clases dominantes. El resultado de su
aventura depende de la resistencia popular.
Ese desenlace permanece abierto, porque Milei no expresa el giro derechista estabilizado
que diagnostican algunos analistas. Logró un éxito electoral sin el correspondiente correlato
social. Por ese carácter irresuelto de su gestión, son prematuras las evaluaciones que lo
identifican con la asentada convertibilidad de Menem. Tampoco exhibe hasta ahora el poder de
un “macrismo recargado”, capaz de efectivizar el fallido programa del 2015-2019. Esos peligros
sobrevuelan, junto a la posibilidad opuesta de personificar una corta pesadilla del devenir
argentino. A pocas semanas de su asunción, la única certeza es la centralidad de la lucha popular
para lograr su derrota.
27-12-2023
RESUMEN
La guerra contra el pueblo que intenta Milei no tiene precedentes. Incentiva una
superinflación que destruye los ingresos para favorecer a las grandes empresas. Privilegia al
capital financiero, apuntala el agronegocio y afecta parcialmente a los industriales. No logra aún
retribuciones por su sometimiento a Estados Unidos. Propicia el miedo y el autoritarismo, pero
debutó con cuestionados decretos, fracasos represivos y orfandad callejera. Ha comenzado la
resistencia y los desenlaces están abiertos.
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