sábado, 29 de julio de 2023

Claudio Katz, Martín Martinelli, Las singularidades del imperialismo en el siglo XXI

Entrevista a Claudio Katz por Martín Martinelli.

10 de agosto 2022.


Claudio Katz- Las singularidades del Imperialismo en el siglo XXI.

Entrevista realizada el 16 de novimebre 2020 por Martín Martinelli (UNLu/Al-Mustafa/coord. “Palestina y América Latina” CLACSO), transcripción de Valentina Taberna (OGH-UNLu)


Exposición de Claudio Katz

Es importante esclarecer qué es el Imperialismo actual porque el capitalismo del siglo XXI está a la vista y presenta un perfil definido pero el Imperialismo del siglo XXI es todavía un enigma. Hay todavía un capitalismo neoliberal, global, precarizado, financiarizado pero las modalidades efectivas del Imperialismo no están tan definidas como las del capitalismo.

El Imperialismo es el instrumento de dominación del capitalismo a escala internacional que apunta a garantizar la continuidad de este sistema en el orden planetario. Con este objetivo despliega la fuerza, la presión diplomática, el chantaje económico, el sojuzgamiento cultural. Es decir, el Imperialismo tiene una dimensión múltiple y además se amolda a cada etapa del capitalismo, no es una etapa dentro de este sino que se inserta en las diferentes fases. El capitalismo es un sistema basado en relaciones sociales y el Imperialismo es un mecanismo de dominación de ese sistema, es importante registrar esta diferencia.

El Imperialismo es necesario porque el capitalismo es un sistema de explotación y de rivalidad por el beneficio y, por lo tanto, necesita el uso de la fuerza. Es intrínseca al sistema capitalista la existencia de una dominación imperial. La principal función del Imperialismo es proteger y beneficiar a los grupos más poderosos de las economías más desarrolladas y, en el cumplimiento de estos objetivos, se generan las crisis imperiales porque la propia rivalidad que genera la búsqueda de negocios en disputa, produce desequilibrios y tensiones en la estructura imperial.

Es importante recordar que el Imperialismo fue históricamente cambiante. Hubo Imperios previos al capitalismo pero con otras bases. Los Imperios pre- capitalistas se basaban en la expansión territorial mientras que el Imperialismo capitalista está regido por la lógica del beneficio y la ocupación territorial es complementaria o, incluso, plenamente prescindible. Por eso, el Imperialismo bajo el capitalismo no tiene una continuidad con los sistemas anteriores, hay una ruptura.

Muchos estudiosos destacan que hubo Imperios de la propiedad, como el caso de Roma; Imperios meramente territoriales, como el caso de España; Imperios comerciales, como Holanda o las ciudades italianas; Imperios de colonos, como Inglaterra al principio e Imperios híbridos, como fue evolucionando Inglaterra a partir del siglo XVIII. Lo que conocemos como el Imperialismo actual emergió en el siglo XIX con el pasaje de formas de colonialismo a estructuras de Imperio formal y después al informal, como es el caso de Gran Bretaña. El modelo inglés es el que se estudia porque atravesó todas esas etapas desde el pre- capitalismo al capitalismo: tuvo la fase colonial, la fase formal y la fase informal.

Así, en el siglo XIX surgió el Imperialismo informal con una base económica del libre comercio. En la primera mitad del XX apareció el capitalismo clásico que estuvo signado por las grandes Guerras entre potencias debido al reparto de la periferia y en la segunda mitad del siglo XX, desde la Segunda Guerra Mundial en adelante, el Imperialismo contemporáneo se conformó como un colectivo de gestión política coordinada por las grandes potencias con intervenciones en la periferias e incipientes modalidades sub- imperiales. Este Imperialismo colectivo de pos- guerra, bajo el comando de Estados Unidos,  estuvo en tensión permanente con el bloque socialista.

La clasificación del Imperio precapitalista, de transiciones y, dentro del siglo XX, las fases clásica y de posguerra, nos brindan los fundamentos conceptuales para comenzar a analizar el Imperialismo del siglo XXI. Esta modalidad más contemporánea comenzó a insinuarse en la mutación neoliberal del capitalismo en la década de 1980 con el thatcherismo, el reaganismo pero con muy poca nitidez porque en esos años el capitalismo se transformó pero el Imperialismo mantuvo el perfil previo porque subsistía la bipolaridad entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Con el colapso de éste útlimo, con el unilateralismo conservador, con las guerras de Bush, parecía recrearse la supremacía de Estados Unidos de posguerra hasta que el fracaso militar en Irak y en Afganistán y la crisis de 2008 comenzaron a trasparentar las características actuales del Imperialismo.

El Imperialismo del siglo XXI, surgido en este escenario, se asienta en custodiar los intereses de las clases dominantes en condiciones de crisis mayúscula, en condiciones de pandemia, cambios climáticos, desigualdades sociales. Un sistema que genera condiciones explosivas y el Imperilaismo apunta a recrear el control de los recursos básicos porque las materias primas son indispensables para el funcionamiento de las redes informáticas y de las cadenas de valor. Se necesita el control de esos recursos básicos y, con ello, subordinar a los pueblos de América Latina, África, Medio Oriente, sur de Asia.

Se va dando así, una combinación de fuerza y consentimiento que no sustituye la coacción por la simple hegemonía: recurre a la manipulación ideológica, al engaño pero también utiliza el poder militar implícito y explícito: el soft power y el hard power. El capitalismo no podría existir sin bases militares por eso, desenvuelve acciones bélicas que son diferentes a las guerras del pasado porque son híbridas, más complejas, a escala regional y de poder.

El Imperialismo contemporáneo privilegia la apropiación de recursos naturales potencia la hostilidad con los grandes rivales y privilegia el sometimiento de los pueblos periféricos. Por eso, muchos teóricos describen al Imperialismo actual como un proceso de acrecentamiento de disputas entre potencias pero hay que tener cuidado con esta mirada porque hay que definir cuál es la estructura del Imperialismo actual sino no podemos entender los conflictos, por eso propongo distinciones.

Ante todo, opera un Imperialismo pleno, típico de las potencias centrales de primer mundo, que fue forjado  en el Imperialismo colectivo de la posguerra con gran protagonismo de Estados Unidos como gendarme del sistema. Sin embargo, Estados Unidos no opera en soledad sino mediante una red de asociados a través de la OTAN enlazando viejos imperios como Gran Bretaña, Francia; Imperios diluidos, como España, Holanda; Imperios desarmados, como Alemania y Japón y actúa con ramificaciones específicas en cada región con el colonialismo tardío de Israel o los coimperios de Australia y Canadá. Así, vemos una estructura piramidal de países que actúan dentro de esa red con autonomía, rivalizando en el plano económico pero sin proyectar nunca esas tensiones económicas al plano militar. Por eso es inconcebible una guerra entre cualquiera de los integrantes de este Imperialismo central.

Fuera de esta estructura, sus ramificaciones y derivados, hay también un sub- imperialismo que recurre al uso de la fuerza a escala  regional manteniendo una relación de subordinación y conflicto con Estados Unidos y disputando entre sí la primacía en Medio Oriente: Turquía, Arabia Saudita e Irán y en el sur de Asia: India y Pakistán. Fuera del rango del Imperialismo central y los sub-imperios hay imperios en formación, como Rusia, que mantienen un conflicto histórico y permanente con el centro imperial de Occidente. Por lo tanto, hay variedades y jerarquías imperiales por lo que necesitamos conceptos complementarios de la noción de Imperialismo para clarificarlo como ocurre con el capitalismo que para entenderlo distinguimos entre capitalismo neoliberal, estatista, desarrollado;

Podemos utilizar de forma indistinta la noción de Imperio o Imperialismo si evitamos asociarlos a valoraciones positivas o negativas o con significados meramente globales y nacionales. El primer gran tema a abordar es el de una estructura imperial del siglo XXI que tiene prioridades, ramificaciones y distintas variedades de acción. El segundo gran problema es que la principal novedad del período actual es la  erosión de la efectividad del poder imperial. Estados Unidos persiste como fuerza dominante pero tiene dificultades para ejercerla y ya no funciona con el modelo previo de supremacía porque afronta una crisis de largo plazo: había liderado la globalización y quedó afectado por sus resultados, intentó retomar el comando global y fracasó en la guerra de Irak. Además, sufre un gran retroceso industrial, división entre sectores internos americanistas y globalistas y la quiebra de la vieja homogeneidad interna del país.

El mandato de Trump confirmó esa erosión porque con una retórica agresiva no tuvo correlato de sus discursos en intervenciones imperiales. Prevaleció la impotencia, ante todo, en el terreno bélico pues Estados Unidos no jugó ningún rol protagónico en Libia y ni en Siria sumado a que tuvo una fallida presión sobre Corea del Norte y, por ultimo no pudo exhibir en América Latina poder para, por un lado contrarrestar la penetración de China y, por otro doblegar a Venezuela que resistió a sus agresiones.

En cuanto a las relaciones internacionales con sus socios, Estados Unidos afrontó una inédita fractura del bloque transatlántico y una sorprendente tensión con Europa. No pudo hacer valer su autoridad para subordinar a sub- imperios como Turquía o Pakistán y tampoco consiguió resultados favorables en el choque con Rusia. Incluso, en el último decenio, el dato que evidencia la crisis del poder imperial es la multipolaridad que es el reverso de la unipolaridad e implica una dispersión del poder político y la consiguiente erosión de la supremacía de Estados Unidos.

Esta multipolaridad expresa, además, el nuevo marco generado por el estancamiento del capitalismo occidental y el ascenso de China y del Continente Asiático. Por lo tanto, se ve un escenario económico que acentúa la crisis de dominación de Estados Unidos que puede ser estudiada a partir de tres interpretaciones. La primera es la tesis del ocaso que evalúa, acertadamente, el deterioro de Estados Unidos pero, en mi opinión, se basa en la discutible teoría del auge y declive de las grandes potencias. La tesis opuesta de la supremacía invariable de Estados Unidos registra bien la gravitación financiera del país pero le asigna una equivocada perdurabilidad a la supremacía estadounidense sin notar que es una potencia que pierde liderazgo, que afronta fracasos económicos y que sufre el desafío chino. Por último, una tercera tesis muestra a Estados Unidos como centro de la transnacionalización general de los Estados y de las clases dominantes que ignora cómo ese país continúa operando con clases dominantes nacionales americanistas y, omitiendo esto, no hay forma de entender los conflictos geopolíticos actuales que afronta Estados Unidos.

Lo que existe es una crisis de largo plazo en la que destaco dos cuestiones: el deterioro estructural pero también la centralidad de Estados Unidos. Con esta mirada, más que presagiar el declive o la novedosa primacía del país, planteo que existen varios escenarios con varios desenlaces posibles. Creo que Estados Unidos necesitará una y otra vez recomponer su primacía, no puede resignarse a perderla y de los resultados de esos intentos emergerá la estructura del Imperialismo contemporáneo con cuatro hipótesis. La primera, si Estados Unidos triunfa frente a sus rivales puede restaurar su poder pero si por el  contrario, como segunda hipótesis, es derrotado y sus adversarios se transforman en imperios definidos tendríamos un contexto semejante al Imperialismo clásico. Una tercera opción es si Estados Unidos se coaliga con su principal desafiante y conforma un eje mundial creando las bases para un Imperialismo global pero si, como última posibiliad, las crisis  del Imperio generan una eclosión general con una intervención popular reaparecería el escenario revolucionario que puso en jaque al Imperialismo clásico en 1920- 1930 y la Imperialismo de pos- guerra en 1960- 1970.

Estos desenlaces quedarán zanjados por los resultados de los conflictos en cuatro áreas. El primer campo es el conflicto entre Estados Unidos y China, que debe ser analizado en términos de Imperialismo y no como choque de civilizaciones con Estados Unidos tomando la ofensiva y actuando como agresor y China adoptando una estrategia defensiva. Hay que tener en cuenta que éste último ya no es un país dependiente atacado por el Imperialismo sino que es una potencia que interviene en el mercado mundial, un  nuevo centro que busca asegurar su aprovisionamiento de materias prima. Si bien tiene reducida injerencia geopolítica y un comportamiento muy diferenciado de Occidente, se ha distanciado por completo de su propio pasado de resistencia. Por eso, el régimen vigente dentro del país no es capitalista ni socialista y en la política mundial su intervención no es Imperialista ni anti- Imperialista y esto puede observarse en el hecho de que afronta proyectos en disputa entre elementos capitalistas que propician el libre comercio, la ruta de la Seda y tentaciones imperiales como la base militar de Yibutí y elementos de moderación del capitalismo de prescindencia internacional y de auxilios en la pandemia.

Por ahora, China avanza y Estados Unidos retrocede pero en el mediano plazo se verá el resultado. Si Estados Unidos gana la pulseada podría comenzar a reconstituir su  liderazgo imperial pero si gana China con una estrategia capitalista de libre comercio afianzará su transformación en un Imperialismo pero si gana en un escenario de lucha popular podría retomar su viejo posicionamiento anti- imperialista. Estos son los posibles escenarios en el conflicto entre Estados Unidos Y China.

La segunda órbita es el conflicto que se localiza en Europa del Este  que fue el campo privilegiado de presión imperial sobre Rusia. Aquí Estados Unidos primero intentó desmembrar por completo el bloque socialista para transformar a cada país en vassallo. Este era el objetivo del período de Yeltsin y logró éxitos significativos como la balcanización de Yugoslavia y la fractura de la vieja Federación en pequeños países dentro de los que Estados Unidos maneja Kosovo y somete a Serbia del mismo modo que afianzó gobiernos pro- occidentales como Polonia y utilizó el recurso de canalizar el malestar en la región con la preeminencia de Rusia para incentivar procesos liderados por la derecha mediante la llamada Revolución de Colores, por ejemplo, como en Ucrania o Bielorusia. Luego de esos avances del Imperialismo occidental,  apareció una segunda etapa con la era Putín, de reconstrucción rusa y de disciplinamiento estatal de las oligarquías que revirtió el escenario. Esa reacción de Rusia incluyó la acción militar de Georgia y éxitos militares como la incorporación de Crimea. Sostengo que en Rusia podemos ver un Imperio en formación, diferente a China. No es un status potencial sino efectivo, con despliegue ofensivo y no sólo defensivo, con protagonismo geopolítico militar y no solo económico y sobretodo porque Rusia es nítidamente un país capitalista.

Como hipótesis a futuro, sostengo que si Estados Unidos retoma las victorias de inicio podría reactivar su liderazgo imperial pero aquí la clave radica en si Alemania y Francia harán o no un juego propio. Por el  contario, si Rusia afianza sus triunfos recientes con geopolítica y presión imperial consolidará su maduración como potencia imperial. Si aparece un tercer desarrollo con las sublevaciones en la región rompiendo la subordinación a Occidente, podría crearse el escenario general anti- Imperialista que actualmente no existe en Europa del Este.

Un tercer campo es Medio Oriente. Aquí la política imperial busca el control del petróleo, la dominación de los pueblos con gran destrucción de los países en tres tipos de guerras. Guerras del Imperialismo Occidental con intervenciones directas que desembocan en fracasos generalizados como ocurrió en Afganistán, en Irák o en Libia. Hay guerras coloniales como Israel actuando con lógica expansiva en la expulsión de palestinos. Hay guerras entre tres actores que han madurado rivalidades bélicas sub- imperiales, especialmente Turquía que aprovecha la pérdida de control estadounidense en la región, Arabia Saudita que por el rentismo petrolero ha saltado a misiones regionales e Irán, cuyo estatus es un poco más complejo e indefinido. Esta variedad de acciones iniciales comparten en Medio Oriente el mismo propósito contra- revolucionario prioritario de aplastar la irrupción popular democrática que fue la Primavera Árabe y lo ocurrido en la tragedia de Siria concentra todos estos sentidos de guerras imperiales en la región que destruyen países, desmembran naciones y generan estados de traumatismo popular. Medio Oriente es el escenario de mayor confirmación actual del concepto de Imperialismo porque sólo con éste podemos entender la lógica y los intereses en juego contra la presentación tradicional de conflictos como choques de culturas o de religiones, como disputas entre modernización y atraso, como confrontaciones entre democracias y dictaduras. Estados Unidos necesita a Medio Oriente para recuperar gravitación y recomponer su liderazgo jugando la carta estratégica de Israel en una confrontación que dirimirá fuerzas con Irán. Los sub-imperialismos continuarán rivalizando para potenciar o disolver su propio status sub- imperial y si se produce un triunfo anti- colonialista en Palestina o una victoria de los kurdos se puede reabrir la Primavera Árabe con éxitos democráticos o  podría retomarse el escenario de los proyectos anti- imperialista de los años ’60 y ’70.

Un cuarto escenario es América Latina. Es apetecida por el Imperialismo por su inmenso caudal de recursos naturales y lo específico de la región es su invariable dominación por parte de Estados Unidos a través de la doctrina Monroe para desplazar a los rivales. En el periodo actual de crisis de dominación, Estados Unidos intentó una reconfiguración de su control de la región mediante el ALCA pero afrontó tensiones internas entre americanistas y globalistas y no pudo doblegar las resistencias latinoamericanas. Tampoco pudo viabilizar el modelo sustituto de los tratados bilaterales y aunque Trump se impuso sobre México fracasó en contener el avance de China y en el plano geopolítico- militar no pudo doblegar a Venezuela.

Debido a que América Latina es el principal campo de ejercicio imperial de Estados Unidos, Biden va a intentar una estrategia de recomposición retomando los buenos modales de Obama y va disputarse el grado de autonomía regional que se amplió en el ciclo progresista, que se retrajo en la restauración conservadora, y que ahora podría recomponerse si resurge UNASUR. Estados Unidos necesita someter a América Latina para recuperar liderazgo imperial y la región necesita todo lo opuesto y si lo consigue con procesos radicales podría apuntalar un escenario anti- Imperialista a escala global.

De todo este diagnóstico de escenarios a nivel de los cuatro puntos clave de conflicto en China, en Europa del Este, en Medio Oriente y en América Latina, surgen varias nociones. La primera es que el Imperialismo opera a pleno en el siglo XXI en la dominación de la periferia, en Medio Oriente y América Latina de formas muy violentas mientras mantiene un acoso con los rivales Rusia y China. Sin embargo, Estados Unidos lo hace afrontando una crisis que erosiona su capacidad de dominación en el marco de la multipolaridad y el ascenso de China. El Imperialismo del siglo XXI está afectado por una contradicción más aguda que en períodos previos por la mayor extensión de la mundialización de la economía. Con la globalización productiva, comercial y financiera, el capitalismo necesita un poder geopolítico imperial más concentrado y más cohesionado. El problema actual radica en esa ausencia pues prevalece una dispersión del poder.

Esto es la contradicción entre la mundialización de la economía y manejo nacional, regional de la geopolítica que es intrínseca al capitalismo, se agravó. En la primera mitad del siglo XX esa contradicción fue zanjada con guerras mundiales y en la segunda mitad con el equilibrio del Imperialismo colectivo bajo supremacía de Estados Unidos. En la actualidad, esa contradicción se acentuó porque falló el intento de recomposición del unilateralismo de los años ’90 y tampoco prosperó el comando económico estatal global encabezado por Estados Unidos. El capitalismo mundializado necesita un poder más global que Estados Unidos no logra articular y por eso la crisis de dominación actual incluye formaciones intermedias que se afianzan económicamente como semi- periferias y geopolíticamente como sub- imperios e imperios en gestación que desafían a Estados Unidos.

Este enfoque de replanteo del Imperialismo diverge  con la actualización de la tesis clásica que presenta al Imperialismo actual como análogo al Imperialismo de la época de Lenin forzando las analogías en la economía al omitir  el abismo que separa a la  financierización actual del capital financiero de principios del siglo XX. En el plano geopolítico también se equivocan porque no hay guerras inter-imperialistas como en 1914 o 1928. Nadie se imagina hoy una guerra entre Francia y Estados Unidos o Japón y Alemania por el control de África o América Latina. Existen en la actualidad variedades diferentes de guerras híbridas con alcance local y peso sub- imperial. Tampoco el Imperialismo contemporáneo hará resurgir la polarización centro- periferia de principios del siglo XX. Si no se ven estas diferencias resulta difícil entender el ascenso de China o comprender el papel de las economías intermedias, ni entender rivalidades militares entre potencias medianas.

Los mismos inconvenientes se verifican en la mirada opuesta de la tesis transnacional que postula la existencia de un nuevo Imperio global considerando que se han forjado clases y Estados entrelazados. Si se hubiera forjado ese tejido, no existirían los conflictos geopolíticos que se ven hoy: la confrontación, por ejemplo, entre Estados Unidos y China. Por lo tanto, el replanteo que postulo del Imperialismo es imprescindible para comprender el perfil contemporáneo del Imperialismo en discusión con la visión clásica y la visión transnacional.

Es importante, a modo de conclusión, recordar que el sentido del análisis del Imperialismo es la lucha contra esa opresión y no la mera evaluación o clasificación académica. Con esta actitud política, el Imperialismo fue siempre evaluado en América Latina entendiendo que la resistencia frente a Estados Unidos es la condición para la emancipación y la unidad latinoamericana. Por eso importa tanto hoy la resistencia y la defensa de Cuba y Venezuela. El anti- Imperialismo implica hoy, a escala global ante todo, el rechazo de las ocupaciones de Irak, de Libia así como el sostén de la batalla de los palestinos. Implica bregar por la paz contra el desarme de los pueblos que nutren los negocios de los distintos Imperios como ocurrió con la tragedia de Yugoslavia que en un futuro podría suceder en Pakistán y la India.

Tenemos que distinguir también el anti-imperialismo del fundamentalismo reaccionario porque los yihadistas, que disputan con el Pentágono, lo hacen con objetivos reaccionarios. Tenemos que recordar que el Imperialismo es una batalla contra el agresor principal, por ejemplo, en el conflicto entre Estados Unidos y China, como lo era en el pasado cuando Hitler atacaba a Francia o a Inglaterra, pero el desafío del anti- imperialismo hoy es buscar formas de integrar en una misma lucha las demandas variadas de soberanía tratando de hermanar a todos los pueblos que luchan contra distinta potencias en escenarios muy diversos, contradictorios y, aparentemente, irreconciliables. Esa es la batalla por encontrar nexos entre Hong Kong y China, nexos entre los kurdos y el mundo árabe, privilegiando siempre las soluciones cooperativas y federativas distinguiendo las demandas legítimas de los catalanes, por ejemplo, de las exigencias artificiales y pro- imperiales de los malvinenses.

Hay que evitar enceguecernos suponiendo que solo existen dos bloques en el mundo y, de esta forma, justificar la opresión de cualquier dictador de la periferia y debemos evitar el error opuesto de la ingenua neutralidad como si los resultados de los desenlaces geopolíticos fueran indiferentes a la lucha popular. Lo que necesitamos para el anti- imperialismo del siglo XXI es una estrategia que priorice la lucha por abajo, generando alianzas convenientes para derrotar a los opresores. Esas son mis conclusiones políticas derivadas del análisis que expuse del Imperialismo del siglo XXI.


«Las singularidades del imperialismo en el siglo XXI», Claudio Katz coordinado por Martín Martinelli


 

Fuente: Coordenadas


A continuación se presentan preguntas del público interviniente.

¿Qué revoluciones pueden desencadenarse para que exista ese posible cuarto escenario?

Uno de los grandes cambios del periodo actual es la inexistencia de un escenario anti- imperialista a escala global como sí existió en los años ’20 y en los ’60- ’70. No existen referentes anti imperialistas de procesos tricontinentales. Era clásico en los años ’70, con el desarrollo del Tercer Mundo, los no alineados, la Conferencia de Bandung, un enlace que vinculaba a América Latina al mundo africano, al mundo de china, al asiático, a Vietnam contra el Imperialismo. Eso se quebró con el nuevo capitalismo, con la emergencia de un nuevo escenario geopolítico que desarticuló las alianzas históricas que se habían establecido entre distintos pueblos del mundo. Por lo tanto, el proyecto anti imperialista es la reconstitución de esas formas de conexión que va a depender, como siempre, de dos cosas. La primera es la lucha social global, no hay anti- imperialismo sin lucha y ésta tuvo distintos momentos y uno muy importante fueron las revueltas globales del 2019, que fueron quebrantadas por la pandemia, donde teníamos luchas que aparecían en el Líbano y emergían en Ecuador, irrumpían en París y tenían manifestaciones de renovación de la Primavera en Argelia. Eso se quebró e impidió la renovación de ese proceso de lucha contra un capitalismo destructor.

La segunda es el enlace de procesos anti imperialistas comunes en torno a ciertos lugares nodales: América Latina y Medio Oriente que son la base. América Latina por la tradición de referente anti imperialista y por la proximidad de choque inmediato con Estados Unidos. Aquí el anti imperialismo es una consecuencia inmediata de cualquier conflicto. No tiene todas las mediaciones que hay en otras regiones donde además de Estados Unidos hay otros actores. Por esa relación inmediata el anti imperialismo latinoamericano es referente central. El otro lugar clave, Medio Oriente,  que tiene tradición anti imperialista pero que quedó disgregada por la confrontación de sangres entre potencias. Creo que una nueva oleada de la Primavera Árabe sin yihadistas que se está anticipando en el Líbano y tiene algunos elementos en Irán, que despunta en Sudán, que empieza a aparecer en Argelia. Son lugares donde el procesos con los yihadistas fueron dramáticos y, en parte, está superado así que se podría observar la conformación de enlaces anti- imperialistas y si se logra, que es muy complejo, un enlace con el movimiento kurdo. Estos enlaces son más complejos que en el pasado pero son claves.

¿Qué rol juegan las sub- potencias en este orden tripolar chino-ruso-estadounidense?

Hay un mosaico más complejo a escala geopolítica que una idea tripolar de Rusia, China, Irán, Estados Unidos y Turquía operando. Creo que hay cuatro áreas de conflictos diferentes, como lo distinguí. Hay que evitar realizar el análisis exclusivamente por arriba. Me parece que no se puede analizar la diplomacia que tiene China con Rusia sino que debemos ver lo que ocurre por abajo porque cuando se mira sólo los procesos por arriba y, esto en general es un problema que observo en los análisis de China, cuando se ve el China vs. Estados Unidos, se omite que Estados Unidos incluye una irrupción de movimientos afroamericanos y rebeliones como no se ven desde los ’60, digno de Estados Unidos, Pero China tampoco es un bloque porque aquí disputan los que quieren el capitalismo neoliberal, lo que quieren el capitalismo de Estado y los que no quieren al capitalismo sino una renovación socialista. Depende de quién se imponga en estas tres variantes de China, tendremos escenarios de disputas con Estados Unidos muy distintos. Por eso, cuidado con insistir en “quién gana entre Estados Unidos y China” porque esto es solo un elemento del proceso. Otro elemento es si el que gana, lo hace para reforzar el capitalismo o lo hace en un escenario de crisis del capitalismo y de irrupción de fuerzas no capitalistas. Eso hace que sean dos China muy distintas y hay que contemplar esas variables

¿Qué es el neoliberalismo y la teoría de la dependencia hoy?

La teoría marxista de la dependencia fue muy prolífica en el desarrollo del pensamiento anti- imperialista. Es una teoría de la Revolución Cubana que combina proyectos socialistas con estrategias anti- imperialista. Es la idea de que el socialismo en América Latina se puede construir en una batalla contra el enemigo principal que es Estados Unidos, a través de una radicalización de esa confrontación.

Es un legado político y teórico que, a diferencia de lo ocurrido en otras regiones, tiene una gran vitalidad en América Latina. No solo porque está Cuba, no solo porque existe Venezuela sino porque acaba de ganar las reelecciones el MAS en Bolivia que es una de las ramificaciones de la acción anti- imperialista en América Latina. Evo tiene una confrontación directa con la Embajada norteamericana que hizo lo imposible para facilitar el golpe de Estado, después para intentar un golpe que impidiera la asunción de los triunfadores del MAS. En Bolivia la lucha por la soberanía nacional es una lucha anti- imperialista. Como en toda la región.

La teoría marxista de la dependencia es la teoría que estudia por qué es así. Porque hay una lógica donde cualquier paso en el terreno de la democracia, de la soberanía, de la justicia, requiere poner un límite a Estados Unidos y encarar una resistencia.

¿Cuál es la tesis central cuando hablas de socialismo o capitalismo en China?

En los artículos que escribí, postulo que China no es socialista ni capitalista sino que es una formación intermedia aplicando ese concepto a lo que analicé y explico por qué China no es anti- imperialista ni imperialista. China no puede ser imperialista porque no es todavía una formación capitalista pero ya no es anti- imperialista como sí lo era en la época de Mao porque el capitalismo tiene una gran penetración en el país y generó intereses, clases dominantes, grupos de poder, hace que la política internacional ya no sea la política de confrontación con Estados Unidos como en los ’60.

La crisis que estalló con Trump, aunque se insinuaba con Obama que fue quien comenzó una estrategia de presión sobre China desplazando tropas de Medio Oriente al mar de China, desencadenó, en el plano retórico en forma explícita, acusando a China de ser la gestora de la pandemia y centrando la pugna en el plano económico. Se verá, en adelante, qué sucede con Biden. En mi opinión, va  a continuar la tensión con China porque está en juego un interés estratégico del Departamento de Estado pero, probablemente, cambiando los ejes. No se va a acusar más a China de que protege su industria con aranceles sino que se la va a acusar de negar los Derechos Humanos y de agravar el cambio climático. La presión va a ser la misma porque hay una estrategia imperial de acoso sobre China.

¿Cuál es el rol de Estados Unidos en la situación kurda?

Los kurdos son como los palestinos en el sentido de que es una nación desmembrada que carece de Estado. Junto con los palestinos son la nación más extendidas y carentes de Estado de todo Medio Oriente con una legitimidad histórica. Su reclamo nacional está fuera de toda duda pero hay kurdos en Irak, hay kurdos en Irán, hay kurdos en Siria y hay kurdos en Turquía. Ninguno de estos países quiere permitir la conformación de un Estado kurdo del Kurdistán. Por eso, sofocan cualquier intento nacional y la resistencia kurda fue el gran ejemplo de una lucha no yihadista en Medio Oriente donde, en vez de ser una guerra de pueblo contra pueblo se observa la gran resistencia de un pueblo en armas, con gran presencia femenina en el ejército y con la gestación de cooperativas, la experiencia de la Rojava. Marcó un camino distinto pero, al mismo tiempo, como debe combatir a los yihadistas, a todos los sub- imperios que tratan de desmembrarlo aparece una utilización, tanto de Estados Unidos como de Israel, que buscaron puentes con los sectores más derechistas del Kurdistán. Esta es, quizás, la contradicción histórica que aparece cada vez que hay una guerra nacional importante que el Imperio quiere aprovechar.

Lo interesante es ver cómo en Turquía el Partido Democrático del Kurdistán logró forjar un partido que enlaza, demandas populares del pueblo turco con demandas nacionales del pueblo kurdo. Este modelo es el que mucho militante del mundo árabe ha buscado generar para romper la estrategia de Estados Unidos que un día apoya a los kurdos, les facilita armas y otro día permite que Turquía masacre a los kurdos y les haga un ultimátum y diga que si no se van de la franja de refugiados que ellos han creado, invade Siria.

¿Qué observaciones podés hacer sobre la región latinoamericana actual?

Hay tres hechos que están conmoviendo a la región. El triunfo electoral del MAS en Bolivia y el triunfo del plebiscito en Chile y los efectos en cadena que pueden tener estos acontecimientos sobre la últimas elecciones en Ecuador, las próximas elecciones en Venezuela y las próximas elecciones en Brasil. El efecto que pueden tener sobre la consolidación de las rebeliones populares en Colombia y el shock que implica la derrota de Trump porque, si bien hay una política de Estado, de Doctrina Monroe, y demócratas y republicanos y en América Latina tienen la misma estrategia, la derrota de Trump tiene un impacto subjetivo en los pueblos de América Latina en cuanto a que las cosas pueden cambiar y remover el escenario. Esto es un hecho llamativo, los dos grandes aliados de Trump en la región que son Bolsonaro y Duque  han quedado a la defensiva, girando sin su gran protector. Además, la estrategia de Elliott Abrams para sostener a Guaidó en una conspiración permanente en Venezuela.

Habrá que ver cuál es la política de Biden frente a Venezuela y ese será el gran termómetro de la región: si sostiene, como pareció sugerir en su campaña en Florida, a Guaidó o hace un giro hacia el sector más centrado en Capriles, es decir a la derecha venezolana que ahora está intentando puntos de negociación con el gobierno bolivariano  y discuten si participan o no en las próximas elecciones.

Biden tendrá su primer gran test que va a ser qué conducta adopta frente a las elecciones de Venezuela: si refuerza la estrategia del Grupo de Lima y convalida a  Almagro que ha quedado muy desprestigiado y deslegitimado en la región o comienza ese giro tipo Obama con una política de buenos modales, tradicional de los demócratas en América Latina. Teniendo en cuenta que los dos ejes retóricos de Biden que van a ser Derechos Humanos y cambio climático también en América Latina tendrán sus consecuencias en eventuales divergencias con Bolsonaro que tuvo su gran punto de choque con Macrón por los incendios en el Amazonas.

Estados Unidos con Biden va a intentar restaurar la relación con Europa, rearmar la OTAN, volver a la Cumbre Climática de París y eso implica un tipo de diplomacia diferente que va a poner en problemas a Duque y a Bolsonaro. Se determinará si Estados Unidos decida jugar fuerte en América Latina contra la penetración china y mantener una política más de dureza y de afinidad con la derecha regional para poner un límite dicha presencia de China que va a ser la prioridad de Biden como lo fue con Trump.


*Claudio Katz es argentino y nació en 1954. Es licenciado en Economía (1987) y doctor en el área de Geografía (1997). Dirige proyectos de la Universidad de Buenos Aires y es investigador del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Coordinó grupo de trabajo de CLACSO y es miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de Argentina.

Se desempeña como profesor de las cátedras Economía para Historiadores y Economía II en las Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA. Es docente de seminarios de doctorado y pos-grado y ha sido profesor invitado en universidades de varios países.

Recibió tres menciones honoríficas del Premio Libertador al Pensamiento Crítico por sus libros “Bajo el Imperio del Capital” (2011), “Las disyuntivas de la izquierda en América Latina” (2008) y el “El porvenir del socialismo” (2004).

También circulan varias ediciones de su ensayo El rediseño de América Latina. ALCA, MERCOSUR Y ALBA (2006) y de su trabajo “La economía marxista, hoy. Seis debates teóricos (2010)

Es miembro del consejo editorial de varias revistas académicas y desarrolla una intensa actividad en sindicatos, movimientos sociales y organizaciones políticas de Argentina, como integrante del colectivo Economistas de Izquierda (EDI).

*Martín Martinelli es Doctor en Ciencias Sociales y Humanas y profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján (Argentina). Es coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina» por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires)

 https://www.clacso.org/las-singularidades-del-imperialismo-en-el-siglo-xxi/

 https://posicion-inigeo.unlu.edu.ar/posicion/article/view/57/54

 

Diálogo Claudio Katz, Martín Martinelli. Implicancias del conflicto entre EEUU y China.

Dialogo con Claudio Katz por Martín Martinelli.

31 de agosto 2022.

Charla- Debate de Claudio Katz, en la Universidad Nacional de Luján, realizada el 11 de marzo de 2021 por Observatorio Geohistórico – Universidad Nacional de Luján y el Grupo Especial Revista Al Zeytun / CLACSO “Palestina y América Latina” ,con la moderación de Martín Martinelli.


Observatorio de Trabajadores en Lucha presentamos este dialogo con Claudio Katz  moderado por Martin Martinelli tiene plena vigencia con los últimos acontecimientos y la disputa de EEUU por conservar su hegemonía frente a China. Expresamos nuestro agradecimiento a Martín Martinelli por la colaboración prestada a Observatorio de Trabajadores en Lucha para la publicación de este importante documento.


EEUU no tiene otro camino, tiene que seguir intentando recuperar el poder imperial, por eso necesita doblegar a China pero sin perder el control de Europa, con Rusia al acecho

Martinelli: Todos sabemos que esa pugna entre EEUU y China es el choque central del escenario mundial y la primera pregunta sería: ¿Cómo se ubican los dos contendientes? ¿Están en un plano semejante o contrapuesto?

Katz: Existen muchos indicios de que EEUU actúa como agresor, es una ofensiva que tanteó ya en la época de Clinton, empezó con Bush, pero en esos años EEUU estaba muy centrado en operaciones en Rusia, Europa del Este, en Medio Oriente y la presión sobre China comenzó efectivamente con el traslado de tropas de Obama hacia Oriente. Éste último neutralizó un intento japonés de autonomía, forzó la imposibilidad del cierre de la base de Okinawa que reclamaba un grupo importante de japoneses y China se convirtió, ya con Trump, en el enemigo estratégico en forma nítida.

Toda la jugada de Trump apuntó a cercar a ese país y lo hizo con una agenda comercial mercantilista, de fuertes presiones, que se extendieron a las finanzas y a la tecnología. Trump acusó a China de exportar el COVID, hizo una campaña para culpabilizar a China de todos los males contemporáneos en la lógica de la presión bélica, de las guerras híbridas, del rearme con nuevos dispositivos atómicos y la coerción en el primer plano de la acción política estadounidense. Así, EEUU ha tomado la ofensiva mediante el acoso naval especialmente en el Mar de China que se convirtió en un teatro de operaciones.

Al mismo tiempo, EEUU está trabajando para pelear una OTAN del Pacífico mediante el llamado «Quad» con Japón, Corea del Sur e India. Todo el establishment de Washington apoya en bloque la presión sobre China. Globalistas y [norte]americanistas convergen con empresas transnacionales y militaristas, con los medios liberales que respaldan la actitud agresiva hacia China y creo que también Biden está mostrando una ubicación en la misma línea renovando la demagogia con los DDHH y preparando tensiones en Hong Kong y también en Taiwán.

Esta actitud agresiva EEUU se explica por la necesidad de recuperar dominio mundial, disuadiendo competidores con poder militar, con intervenciones que, paradójicamente, generan escenarios caóticos de refugiados, de demoliciones de Estados. Pero EEUU no tiene otro camino, tiene que seguir intentando recuperar el poder imperial aunque tiene su cohesión interna quebrada, aunque afronta un enorme crisis de largo plazo, un retroceso industrial por eso necesita doblegar a China para recuperar un papel de liderazgo, de ordenador global y esa confrontación es un objetivo más importante que afianzar las ventajas sobre Europa o que someter al rival ruso, que es un contendiente geopolítico y militar pero no un adversario económico.

Por el lado de China, hay una situación distinta. China se ubica con una política, con una estrategia defensiva. Está custodiando su propio mar, no envía buques a navegar a California o Nueva York mientras EEUU sí trata de internacionalizar el Mar de China, ésta declara, lógicamente, que se trata de un mar bajo su autoridad. Si bien es cierto que está embarcada en un proceso de modernización militar con eje naval, ya no sólo de un ejército en la frontera de su territorio, mantiene una política defensiva en los límites del país con el agregado de un control de las rutas marinas que se volvieron claves para el comercio de China.

En cualquier caso, hay una diferencia abismal en el despliegue militar entre EEUU y China, basta mirar la diferencia de gastos militares, incluso la actitud internacional de China está muy lejos de la de Rusia. XI Jinping no está involucrado, como Putin, en Siria, en Ucrania, en Georgia. China tiene una sola base militar en el extranjero, en Yibuti, y es un contraste total con la alucinante constelación de bases militares que despliega EEUU.

La estrategia china es mucho más geopolítica que militar porque busca agotar económicamente a sus rivales e intenta cansar al enemigo mediante un prolongado desgaste sin hacer concesiones claves en la tecnología propiciando un perfil geopolítico bajo, combinando varias formas de presión con una estrategia que busca quebrar el liderazgo estadounidense del bloque occidental, mediante acuerdos con Europa, mediante negocios en Medio Oriente, neutralizando a los vecinos, evitando tensiones con Japón, con Corea, con la India y afianzando asociaciones económicas en toda la región del Sudeste asiático.

Yo creo que esta postura defensiva es consistente con el estatus intermedio de China. Es un país que se expandió con cimientos socialistas, con complementos mercantiles, con un modelo capitalista centrado en la retención local del excedente, basado en la ausencia del neoliberalismo y aunque el capitalismo está muy presente no domina por completo en la sociedad china. La nueva clase dominante no logró el control del Estado y por eso prevalece una formación intermedia de un capitalismo incompleto y me parece que ese condicionante interno determina una política exterior no imperialista. Esta es la gran diferencia con EEUU. En China, un régimen que no es enteramente capitalista no puede implementar una política mundial plenamente imperialista y, más bien, la confrontación con EEUU terminará de definir el perfil de China porque es un conflicto que va a terminar de dilucidar quién maneja el poder dentro de China.

Dentro de China hay una corriente neoliberal muy librecambista de grupos capitalistas muy fuertes, expansivo, con tentaciones imperiales. Sin embargo, hay elementos opuestos de moderación del capitalismo, de prescindencia internacional y con Xi Jinping al frente del Estado equilibrando entre todas las fuerzas en disputa. Por este marco es que China evita el conflicto. Hubiera preferido mantener la relación con EEUU como lo fue hasta 2008 pero la crisis terminó de erosionarla cuando salieron a flote todos los desbalances comerciales y financieros. China buscó después un desacople, que no le dio mucho resultado, pero está sometida a una presión interna del desarrollo capitalista que multiplica los desequilibrios en el país, que genera sobreinversión, presiones para descargar los excedentes y presiones para una Ruta de la Seda que reaviva las tensiones con EEUU.

Como primera conclusión, entonces, creo que hay un conflicto entre la fuerza imperial agresiva de EEUU y la fuerza no imperial defensiva de China que debemos analizar como una contradicción que se desenvuelve en la lógica del imperialismo. No como choque de civilizaciones ni transiciones hegemónicas pero tampoco como bipolaridad versus multipolaridad. Es un conflicto que va a definir al imperialismo del sigo XXI porque el capitalismo ya opera con un modelo novedoso contemporáneo definido pero el imperialismo todavía no tiene un perfil del sigo XXI y este conflicto, esta indeterminación entre un capitalismo ya categórico del siglo XXI y un imperialismo indefinido del siglo XXI va a terminar de perfilarse en este conflicto entre China y EEUU. Por eso es un terreno clave para dividir la geopolítica en el análisis del escenario contemporáneo.

Como segundo tema, la tesis que yo propongo de EEUU como un agresor imperial y de China con una actitud defensiva no imperial es compartida por muchos autores. La afirmación de que China tiene una economía capitalista pero no una política imperial es compartida y se sostiene que el capitalismo está muy avanzado en la economía china por el patrón de la plusvalía, por la norma del beneficio pero que el imperialismo como política de dominación ejercida a través de un Estado todavía no se verifica porque sigue organizado en torno a la supremacía política del Partido Comunista. Ahí prevalece una burocracia que busca más poder que articulación de capital en un Estado que no está embarcado en acciones imperiales.

Michael Roberts dice que China no es un Estado imperialista por el carácter inconcluso de la restauración capitalista. Como no hay financierización, no hay neoliberalismo entonces no hay total primacía del capital privado por lo tanto, faltan los cimientos para un status imperialista.

Es interesante ver cómo para otros autores la política exterior china se observa como manejada por un Estado que actúa con forma muy regular de créditos externos con préstamos que son diferentes al FMI o BM porque la empresa privada está subordinada a estrategia de convenios de Estados. Es interesante cómo deducen que la cautela geopolítica de China deriva de la historia de un país acosado con una gran memoria de su condición semi-colonial. Esta es una idea coherente con los planteado por Hobsbawm cuando dice que hay una diferencia cualitativa entre lo que fue la sustitución imperial de Gran Bretaña por EEUU, dos potencias donde prevalecía la continuidad entre dos mandantes, con la transición actual donde rige una total contraposición (económico, política, cultural) entre China y EEUU.

A mí me parece que la corroboración más importante del enfoque que estoy presentando provine de un autor chino que postula que China no es imperialista por su status semi- periférico. Considera que China está en un nivel intermedio y que transfiere plusvalía a los países centrales recibiendo plusvalía de la periferia por lo que hay una clase capitalista china que se beneficia de la plusvalía absorbida de África, América Latina y el Sudeste Asiático pero que está afectada por la plusvalía que se trasfiere de China a EEUU o Europa.

China viene ascendiendo porque cada vez transfiere menos y capta más valor y lo cuantifica en horas de trabajo. Antes China intercambiaba 16 unidades de trabajo propias por 1 extranjera y ahora cambia 1 por 0.6 internacionales. Cambia 1 por 4 del Sudeste Asiático y por 8 unidades de EEUU. Está cambiando la relación de transferencia de valor a escala global y esto se verifica en la moneda porque China mantiene un status intermedio que, siendo una potencia que acumula reservas con un superávit enorme, no puede financiarse con su propia moneda y debe pagar tributo al dólar y los bonos del tesoro porque si se construye una moneda en forma no cautelosa corre el peligro de una gran fuga de capitales. Ahí de nuevo está el carácter intermedio de una potencia que no puede forjar una moneda propia.

Esta idea de China transfiriendo y absorbiendo plus-valor sintoniza con un modelo tripolar que es muy afín al reordenamiento que expongo en el libro sobre la teoría de la dependencia. La diferencia de que, en mi opinión, China no es una periferia sino un centro. Centro- periferia son Brasil, Turquía, India. Además de la inversión a China hay que tomar en cuenta también su crecimiento asentado en el mercado interno y la acumulación local y no solo en la relación internacional.

Lo importante es que la tesis de que EEUU es un agresor imperial y que China es un defensor no imperial está corroborado por muchos estudios de la política, la economía y la sociedad china. Esto importa por las consecuencias políticas. Creo que la definición de EEUU como imperialista y de China como no imperialista nos conduce a un planteo donde no son iguales, entonces en el plano político no corresponde la neutralidad porque China tiene una postura defensiva y el agresor es EEUU. Sin embargo, hay que tener cuidado porque China ya es una potencia que tiende a afectar a la periferia y, por lo tanto, está en un lugar intermedio de aliado potencial contra el imperialismo (podría cumplir un papel de contrapeso como el que jugó la URSS en el resguardo de Cuba frente al acoso de EEUU) y ese es el sentido de mi tesis de China como un socio para imitar: en América Latina debemos conformar un bloque de resistencia contra EEUU y un bloque de negociación con China para revertir la primarización.

El tercer tema es que el presupuesto teórico de la tesis que estoy proponiendo es una mirada del Imperialismo muy diferente a las actualizaciones de la tesis de Lenin. Yo creo que no asistimos a la era clásica del Imperialismo ni tampoco al estadio posterior de posguerra. El Imperialismo es una política de dominación de una clase capitalista ejercida a través de la coerción del Estado, no es una etapa única ni final del capitalismo y, por lo tanto, no nos sirve razonar el problema con los requisitos de Lenin para dirimir si China los reúne o no y para deducir a partir de ahí si es o no imperialista. Ese es el error de Turner porque el hecho de que China exporte capital, tenga monopolios o utilice capitales financieros, nos está diciendo qué lugar ocupa China en el capitalismo mundial pero no nos dice nada de su perfil imperial.

La teoría clásica del imperialismo tampoco nos explica nada del conflicto de EEUU y China porque estamos en un escenario global muy distinto a la Primera Guerra de 1914. Un error simétrico, con el mismo razonamiento, se comente cuando se quieren utilizar los criterios de Lenin para demostrar que China es imperialista sino para demostrar que no los es. China no es imperialista porque no invade países, no interviene en el extranjero, no actúa con bases militares: no repite la conducta de EEUU. Además, porque está en un status intermedio que requiere conceptos más complejos que capitalismo vs socialismo o imperialismo vs antiimperialismo.

Sin estas nociones básicas no podemos avanzar en una interpretación teórica del problema actual. Por ejemplo, un concepto intermedio es la idea de China como un imperio en formación. Hay un debate sobre la pertinencia de este concepto para China que yo lo estoy ubicando en un gris. Mi hipótesis es que no correspondería, tampoco es aplicable para China porque el país se encuentra todavía en una fase muy embrionaria de un imperio en formación: predomina la estrategia defensiva, no imperial. La formación es la política del ala liberal, del sector que apuntala la Ruta de la Seda pero que solo se consumaría al cabo de una resolución de esa disputa interior. Por ahora, es un estadío solo potencial y la diferencia con Rusia es que China tiene muy poco desenvuelto ese elemento geopolítico militar que es determinante del Imperialismo.

La idea del imperio en formación es una tesis que acuñó Rousseff. Para él sí ya hay datos de acción imperial de china: la base de Yibutí, las siete islas artificiales que construye en el Mar Meridional, el abandono a su juicio de una política militar defensiva. Es la misma idea de Turner cuando presenta a China como un proceso imperial ascendente. Yo creo que no es correcto, hay una diferencia cualitativa entre EEUU y China. Es una diferencia de grado entre las dos potencias.

Hay otras tesis intermedias que dice que China ya es una potencia capitalista pero todavía es un imperio más rezagado, no hegemónico. Pretenden demostrar que China creció en forma espectacular, pero afronta dificultades para ser un imperio ganador. Usan una formulación intermedia, hablan de Estado capitalista dependiente con rasgos imperialistas. Es una idea parecida a la que postula que China está en un escalón inferior del Imperialismo: ya es una superpotencia y tiende a actuar en forma imperial pero todavía no es lo suficientemente fuerte para ejercer ese potencial. Quizás Esteban plantea algo parecido con la mirada de China como potencia capitalista plena pero con un nivel imperial aún insuficiente.

Yo creo que hay ciertos problemas en esta caracterización. Está bien plantear los límites económicos y las fragilidades tecnológicas así como las debilidades monetarias de la nueva potencia. Está bien buscar una clasificación intermedia pero para ubicarse en el plano inferior del Imperialismo China ya debería haber consumado una restauración capitalista que no está concluida y si esto no sucede no puede actuar como potencia imperial. Todas las fragilidades que ellos describen de China se derivan a esa fragilidad de consolidación del capitalismo. La clase dominante china tendría que tener una capacidad de imponer acciones geopolíticas exteriores duras que el PC no acepta porque mantiene una política de no injerencia en el mundo. Por eso, creo que el problema del Imperialismo lo tenemos que estudiar más en el terreno geopolítico que en el plano económico.

Como tercera conclusión, entonces, tenemos que analizar el conflicto de EEUU y China con una teoría marxista del Imperialismo que nos permita conceptualizar el status social y geopolítico intermedio de China y esa noción es una mención que debe ser elaborada entendiendo que los conceptos básicos nos resultan insuficientes. Esta es una pista por la que hay que trabajar.

El cuarto tema a trabajar refiere a que el enfoque que expongo es polémico con la tesis que plantea que China es una potencia Imperialista. No coincido con Turner cuando dice que es tan imperialista como EEUU. En Turner está presente la idea maoísta que, de la misma manera que Rusia evolucionó del socialismo al social-Imperialismo antes de ser un país plenamente imperialista, ellos ven a China como un status del mismo tipo: un momento social-imperialista que lo lleva al imperialismo. Sin embargo, eso no se corrobora, como expuse, con el perfil defensivo, con la geopolítica cauta. China no interviene en África, por ejemplo, como Francia; China no despacha a Mali, tampoco repite la trayectoria de Alemania o Japón a principios del siglo XX, no sigue un sendero de rearme belicista para expandirse en su radio externo inmediato.

Por eso, la idea de que hay un conflicto a inter-imperial, la veo sin fundamento. Es anticipado y en contradicción con la realidad de lo que estamos observando. Creo que la misma crítica y objeción cabría a la idea de que China es una nueva potencia colonizadora, especialmente en América Latina. En las versiones extremas de Ramírez, China ya es un imperio depredador de América Latina comparable a Gran Bretaña del siglo XIX; Bustos usó la variante más moderada, y, por último, otras voces sugieren que China despunta como un nuevo eje, a partir del consenso de Beijing, como una potencia colonizadora. Me parece que esto tiene un aspecto correcto y es que la relación de China con América Latina es de transferencia de valores, ahí es válido: China absorbe valor de América Latina más en la forma de renta que en la forma de plusvalía, a diferencia del Sudeste Asiático. Aun así, eso no nos define una política imperial sino que ese componente económico y ese solo un elemento del análisis.

En realidad, una potencia colonizadora es Israel porque coloca colonos en territorios ocupados. No se ve a la diáspora china en el mundo como si fueran mandados por Beijing en un dispositivo de ocupación internacional colonizador equivalente a lo que hacía Gran Bretaña en el pasado en Irlanda o lo que hace Israel en Cisjordania. El comercio desigual que China tiene con América Latina no define una situación colonial y menos una geopolítica imperial. En América latina el Imperialismo es EEUU, el Plan Colombia, la cuarta flota, los intentos de golpe de estado en Venezuela y Bolivia; no los negocios que hace China con materias primas o infraestructura.

El problema es que estas caracterizaciones tienen consecuencias políticas. Si yo digo que China es potencia colonial o imperial planteo, como hace Turner, Ramírez o Bustos, que hay que denunciar por igual a China y a EEUU, que hay que considerarlos equivalentes en su hostilidad contra los pueblos y eso es un error. Hoy existe una agresión de EEUU y tenemos que definir quién es el agresor y quién el agredido. Esto es importante en América Latina porque no debemos relativizar el papel dominante e intervencionista de tiene EEUU en la región que no se asemeja al rol que desenvuelve China.

Advierto sobre esto porque creo que es muy peligroso para nosotros, en América Latina, colocar a China y EEUU en un mismo sitio ya que nos torna muy permeables a las ideologías de la derecha. Ese discurso de diabolización de China que mezcla temor con incomprensión, que agita absurdas ideas de totalitarismo chino emparentado con el populismo latinoamericano, termina presentando a Cuba y Venezuela como peones de China. Esto que discutimos tiene consecuencias políticas en el plano de cómo se plantan nuestros países y pueblos frente al conflicto entre China y EEUU.

El quinto tema refiere a que, como vieron, comparto las miradas que postulan que China no es imperialista pero dentro de este campo común hay muchos matices y diferencias. Observo una tendencia a la indulgencia, a visiones angelicales que solo avizora cómo China crece a través de un proceso de transiciones hegemónicas que la llevará a un éxito del mundo multipolar. En esta mirada se omite el afianzamiento del capitalismo en China que es un proceso que socava la propia estabilidad de china y que los fuerza a modificar el tipo de política que sigue.

Les doy tres ejemplos de esta mirada, en mi opinión, angelical. La tesis de una China de imperio sin imperialismo, de que China es respetuosa del derecho internacional, que tiene un desarrollo propio, que no amenaza a Occidente. Una idea de China como economía de mercado pacífica vs. un capitalismo occidental belicoso. Está bien, no son equivalentes, pero en China se está afianzando un sistema capitalista que expande la acumulación de capital, la ganancia, la sobreinversión que, si continúa avanzando, socavan esa idea de un país respetuoso del derecho internacional.

La segunda idea, muy común, presenta a China encabezando una mundialización inclusiva que desarrolla una alianza intercivilizacional en el sistema mundo y que su proyecto es una mundialización que incluye, no excluye. El problema es que es un sistema capitalista basado en la disputa por el beneficio surgido de la explotación, hay ganadores- perdedores; explotados- explotadores; beneficiarios- pobres; gente que soporta la desigualdad y la flexibilización laboral. No existe ese mundo idealizado y esa idealización que está muy presente en el propio discurso oficial de China de enaltecimiento de las virtudes del libre- comercio, de exaltación de Davos de una ideología de vago universalismo que a veces aparece enmascarada en una retórica socialista un poco rara donde hay un manifiesto comunista invertido que, en vez de ser presentado como un manifiesto de denuncia del capitalismo es presentado como una proclama de los beneficios del libre comercio que nos conduciría a la hermandad de los pueblos en desarrollo mundial. Estas son ideas extravagantes que no ven la realidad.

Otro ejemplo es el que dice que China no es responsable de los problemas de la periferia porque se expande con inversión, con productividad y no afecta a la periferia. Eso no es cierto, sí hay intercambio desigual. La idea de que China no tiene la culpa de que el mundo sea así y hacen lo que pueden, es una idea un poco ingenua. China incide en la trayectoria del capitalismo mundial y no puede eximir a las clases dominantes y el poder político de China del rol que tienen en el mundo porque no es cierto que son un simple contrapeso del neoliberalismo, aunque no sea un modelo neoliberal. El modelo chino permitió, a escala del capitalismo mundial, recomponer la tasa de ganancia, modificar las relaciones de fuerza y con la baratura de la fuerza de trabajo, apuntalar la reestructuración del capitalismo del siglo XXI.

Para que china pudiera cumplir un rol de cooperación global, debería contrarrestar esa expansión externa e interna del capitalismo. Por lo tanto, esta mirada benevolente de muchos de los que postulan acertadamente que China no es imperialista pero, abandonando el pensamiento crítico, y que la razón de ese abandono es que China forma parte del Sur Global, entonces eso explicaría estas ideas de un país que coopera, que favorece al mundialización inclusiva. El problema es que China tiene una geopolítica defensiva pero económicamente ya es un nuevo centro, no forma parte de la periferia e incluso se ha distancia de los emergentes al lucrar con el intercambio desigual.

No es cierto que China simplemente es un capitalismo subdesarrollado que sufre drenaje de fondos. Dentro de estas tesis se construyen estas críticas y van en esta línea de relativizar el cambio de China para mantener su ubicación en Sur Global. Esta mirada desconoce que China no es una periferia subordinada, sino que está batallando con EEUU por el liderazgo de la revolución digital. China tuvo un rol protagónico en la crisis de la pandemia, tiene conflictos potenciales con el sur en la titularidad china de las inversiones de infraestructura en Sri Lanka, en Malasia, en Tanzania. También disputa mercados con EEUU en América Latina y puede llegar a tener un conflicto si algún deudor, como parecía que ocurría en Sri Lanka o Kenia, le declara una cesación de pagos.

Entonces, hay que tener cuidado con esta idea: China no forma parte del Sur Global y por la misma razón no creo acertado ubicar a China en un campo anti-imperialista, de continuidad de la Conferencia de Bandung o en un campo de los movimientos de los no alineados. China ya no atraviesa por una situación de pasado cuando soportó la Guerra del Opio, las invasiones de Japón, el acoso de posguerra. Ahora confronta con EEUU, pero no lo hace desde el lugar de Irak, de Panamá o de Libia; China interviene en el mercado mundial y se distanció de su propio pasado maoísta. Por eso China podría ser correctamente situada en un bloque multipolar, contra- hegemónico pero anti-imperialista es el ALBA, no es la BRICS. Esto es importante porque a China no hay que verla como un todo, como un bloque, ya que tiene una disputa interior entre neoliberales, estatistas y socialistas y los anti-imperialistas en China son los socialistas, la izquierda china, que postula un proyecto internacional de resistencia a la globalización capitalista.

Como conclusión de esto, China no es una potencia imperialista pero tampoco actúa en campo anti-imperialista. Es una economía central, no es parte del Sur Global y su futuro es disputado por proyectos neoliberales, estatistas y socialistas.

Como observación final dentro de un escenario de conflicto entre EEUU y China, lo que predomina no un escenario de integración, que es lo que postulaba la idea transnacionalista de Robinson, que vamos hacia una clase capitalista transnacionalizada asociada entre EEUU y China con un estado transnacionalizado. Eso no se verifica. La tesis de que China se asimilaba al orden neoliberal estrechando vínculos con EEUU, era una postura previa a la crisis de 2008 que con el paso del tiempo quedó refutada. Se avecina mayor conflicto y en él tenemos un contexto de corto plazo que es muy nítido: China está ganando y EEUU perdiendo. Nadie duda de esto, los datos son abrumadores en cualquier plano: geopolítica, economía e incluso de la tecnología de las finanzas; en la crisis de la pandemia se confirmó que China avanza y EEUU afronta límites y fracasos cada vez mayores. Pero este es corto plazo.

Esto ha sido así y lo sigue siendo, pero no deduciría un pronóstico de mediano o largo plazo. Ahí cabe el interrogante. En ese contexto, el escenario es más incierto y podríamos mencionar tres posibilidades muy genéricas de largo plazo. La primera es que EEUU gane la pulseada con China y reconstituya su supremacía imperial volviendo al periodo de posguerra. La segunda es que China gane con una estrategia capitalista de libre comercio y ahí sí se afiancen el capitalismo en China y su transformación como potencia imperialista. Una tercera es que China gane, pero sin ese corolario sino en otro escenario mundial de lucha popular, de rebeliones donde el cambio de la relación de las fuerzas mundiales a favor de los pueblos haga renacer los proyectos socialistas y, por lo tanto, la reubicación en un campo anti-imperialista.

A largo plazo, o mediano, esos son los tres escenarios que están abiertos y nos sirve como barómetro para reflexionar en el futuro sin dar por sentada ninguna trayectoria y reconociendo que existe una gran indeterminación en el resultado final pero que lo importante es que en cualquiera de las alternativas, y esta es la conclusión final, este conflicto nos va a delinear el perfil del imperialismo del siglo XXI. Nos deja resuelto el enigma del periodo actual que es el carácter aún poco cerrado que tiene el imperialismo contemporáneo por eso es clave seguir este conflicto entre EEUU y China y reflexionar a escala de los conflictos y a nivel de las reflexiones teórico.

Martinelli: Se desprenden una serie de preguntas, la primera refiere a que nombraste al pasar a Rusia y a potencias de segundo orden. Si hacemos un corte arbitrario a partir de la crisis de 2008 hacia esta parte donde hay una mayor consolidación y mayor auge chino, ¿cómo ves la geopolítica y geoeconomía china hacia el interior y hacia Eurasia también? Y, por otro lado, ¿qué rol cumplen las potencias de segundo orden?

Katz: Hay varios subtemas en esas preguntas. El primero es el tema estrictamente militar del Mar de China que se está convirtiendo en un escenario bélico con una aglomeración de dispositivos militares de gran envergadura, donde EEUU, a lo largo del tiempo, va creando un dispositivo de cerco y agresión muy consistentes. El Quad de EEUU es una OTAN que quieren que sea más importante que la OTAN y es con Australia, con Japón y con Corea del Sur y con la india. Son los países con los que EEUU imagina que se pueden crear escenarios de conflictos regionales con China. Nadie piensa en una guerra entre EEUU y China sino situaciones de conflicto. Antes de llegar a un conflicto entre estos cuatro, hay puntos de roces más directos y constantes: Hong Kong y Taiwán que son dos lugares donde se va procesando la pulseada.

En Hong Kong es complicado porque sabemos que EEUU no tiene una incidencia enorme, pero al mismo tiempo sabemos que su población rechaza al sistema político chino así que hay una situación contradictoria que nos puede hacer olvidar que para EEUU es una apuesta. En Taiwán ganó las elecciones un sector derechista que es el más reacio a cualquier unificación con China. Para China tanto Taiwán como Hong Kong y Macao son claves. El fin de la era colonial de China y de reconstitución del país tiene el sentido de Malvinas para nosotros, pero con la diferencia es que ellos son Malvinas en ascenso. Entonces, digo que ahí hay un nivel de conflicto innegable.

EEUU tiene un gasto militar tres veces mayor que el de China que tiene 260 cabezas nucleares y EEUU 4500. Todo el dispositivo naval chino, a pesar de que tienen más barcos, no se puede comparar con las bases flotantes móviles que tiene EEUU: 25 bases militares solo en Japón y 15 en Corea y apuesta a recrear la rivalidad entre la India y China como en los años ’60 porque es más difícil recrear el conflicto con Corea del Sur y Japón donde internamente hay movimientos pacifistas muy fuertes que rechazan todos tipo de agresión. En cambio, en la India, con este gobierno más derechista, sí hay una presión fuerte para la agresión con China.

Los resultados del último año en este contrapunto entre China y EEUU son fabulosos. El éxito de China en la pandemia es, a esta altura, innegable. Su tasa de crecimiento ya es la habitual y los pronósticos dicen que su crecimiento será del 7%, como mínimo estando ya en plena recuperación económica. El manejo que lograron de la pandemia ha dejado una actuación casi de hazmerreir a EEUU con medio millón de muertos, con desmanejo de la pandemia y todos los liberales sin poder decir nada frente a un sistema sanitario y político chino que con un mecanismo de semáforos individuales logró el control de la pandemia. Así, mientras que en EEUU se discutía si había que usar o no barbijo, todas las familias chinas tenían en su celular un semáforo que le dice si pueden o no salir.

China está exportando, como Rusia, vacunas y EEUU está sobre-vacunando a su población. Hay una diferencia geopolítica enorme pero esto nos habla del corto plazo. La carta de China es el acuerdo de libre comercio que acaban de firmar con las principales economías del Sudeste Asiático y van a querer, con esto, la asociación económica integral regional. Ahí metieron a Australia, a Corea del Sur y a Japón, que ahora están entre dos fuegos porque establecieron un convenio económico con China y un convenio militar con EEUU. Ahí empieza la disputa.

Se ve cómo juega cada uno. EEUU juega por lo militar aunque parece que Biden no lo puede hacer. Biden quería ofrecer el Tratado del Pacífico como ofreció Obama pero no puede hacerlo. La clave de todo esto es el acuerdo chino con Rusia. Trump no logró romper el acuerdo; su estrategia era un acuerdo con Putin y atacar juntos a China pero no lo logró porque los demócratas no quisieron al ser más reacios a romper ese frente por la hostilidad es del mismo tipo con los dos. Por donde lo mires, el escenario está muy complicado para EEUU

Martinelli: De acuerdo a lo que mencionaste del escenario actual y las categorizaciones intermedias, ¿cómo es actualmente la situación en China? ¿Se puede hacer un pronóstico?

Katz: La tercera hipótesis de mediano plazo es la hipótesis optimista, de los que estamos en el campo popular, los que no vemos solo escenarios contrapuestos de dominación imperial estadounidense o dominación imperial china. Creo que existe esta tercera posibilidad pero que transitaría por un cambio en el escenario político mundial de recuperación de las luchas populares.

Hay dos elementos de interés para esta posible perspectiva. La primera es que antes de la pandemia, en 2019, había un momento de rebelión mundial afianzado: se hablaba de las rebeliones en el Líbano, en Francia, de la juventud precarizada. Con la pandemia se cerró, pero cuando ésta termine posiblemente se reactivarán esas corrientes de luchas internacionales que tienen un dato clave, y es el papel del nuevo proletariado del Sudeste Asiático. Estamos viviendo un momento de enormes luchas en la India, hay huelgas de campesinos y en distintos países tan alejados de nuestra realidad que no los seguimos, pero hay movimientos importantes de luchas en Corea del Sur, en todo ese conjunto de países que reúnen el grueso del proletariado mundial junto con China.

Creo que una reactivación de esa lucha puede incidir sobre la situación interna de China que no tiene definido aún su status social. No creo que sea un país plenamente capitalista porque tiene componentes del legado socialista potencialmente presentes que se manifiesta por arriba, en la existencia del PC al frente del Estado y por debajo, en la existencia de una cultura de conquista sociales y de corrientes importantes del marxismo y de la izquierda china que pesan en la sociedad.

Creo que un escenario global y regional favorable a las luchas sociales que, a su vez, coloque al proletariado y juventud chinos en un lugar importante de protagonismo político, pondría a la izquierda china en un rol inédito y seguramente protagónico. De ahí comenzaríamos a ver cómo la izquierda china tiene una estrategia de la política internacional distinta a la que nosotros escuchamos habitualmente como la política oficial de china. Por ejemplo, plantea que el país debe volver a sus raíces anti-imperialistas y volver a la convergencia con el foro de San Pablo, con el ALBA; en una política internacional de globalización cauta y no de expansión. Cauta donde haya una compatibilidad entre la economía internacional china y la prioridad del consumo y las mejoras del nivel de vida del pueblo chino.

En síntesis, un cambio en el escenario mundial, donde América Latina ocuparía un lugar muy importante, haría que el potencial socialista chino vuelva al primer plano y allí mi tercera hipótesis de una recomposición china pero no como potencia imperial o sociedad capitalista sino de recomposición de la tradición y trayectoria socialista adaptada a la nueva realidad del siglo XXI.

Martinelli: En ese sentido, ¿Cómo traducís la publicidad, en estos días y el año pasado, de que se alcanzaron las metas previstas para 2030 en la lucha contra la pobreza dentro de China? Por otro lado, ¿cómo se representan los chinos el conflicto con EEUU? ¿Se puede comparar con la propaganda propia de EEUU? ¿Cuál es la posición China ante la cuestión Palestina?

Katz: Soy cauto. Nuestra aproximación a China es obligada porque sino no podemos comprender la realidad mundial y ello haría imposible hablar de América Latina, pero recordemos que tenemos una barrera de conocimientos muy alta y no me atrevería a contestar la pregunta de cómo visualiza la sociedad china el conflicto con EEUU. Pero haría dos observaciones que, sí con cautela, podemos imaginar.

La primera es que la sociedad china es una sociedad históricamente acosada por el exterior, solo logró su constitución definitiva como nación independiente con el triunfo de la revolución en 1949 y hasta ese momento era un país partido por la invasión japonesa, el colonialismo inglés, francés y presión imperial estadounidense. Esta memoria de un coso externo está en la actitud de tanta cautela que tiene China en su política exterior. Es ilustrativa la comparación con Rusia donde no hay una memoria de acoso sino de potencia que actúa a escala global y esto fue así en el Imperio zarista y en la Unión Soviética. Mientras en un caso hay una constitución de un país en torno a una geopolítica mundial, como Rusia, en el otro hay una constitución en torno a una geopolítica encerrada por esa trayectoria.

El contraste con esta observación es el surgimiento de una clase media de varios millones de personas con una cultura de consumo occidentalizada por primera vez en la historia contemporánea de China. No son pequeños núcleos como en el pasado: Hong Kong, Macao, Shanghái. Ahora, hay una clase media que modificó su status y absorbió la cultura de patrones de consumo occidental y esto pesa porque es el sector que opera como la base social del neoliberalismo chino. Hay una disputa entre corrientes políticas y culturales de distintos grupos.

Sobre la segunda pregunta. Creo que habría que anticipar como definición que la idea de que China sea un sub-imperio porque es un imperialismo poco desarrollado e insuficiente, a mi entender, es incorrecta porque la noción de sub-imperialismo no quiere decir desarrollo imperial insuficiente. Es el error de quienes dicen que China no es un imperialismo desarrollado y por eso es sub-imperialismo. Se equivoca la interpretación de esta noción en el sentido que lo usamos quienes somos seguidores de Marín que dice que el sub-imperialismo no es un imperialismo menos desarrollado: EEUU es un imperialismo muy desarrollado, Francia o Inglaterra hoy serian imperialismos menos desarrollados, pero todos son Imperialismo.

Sub-imperialismo es una noción que se aplica a aquellas potencias que tienen una relación de asociación o conflicto con EEUU. Es el caso de Turquía, de la India, de Brasil, de Sudáfrica, pero no China porque no tiene una relación de asociación geopolítica con EEUU; no hay bases militares de EEUU en China, no hay convenios geopolíticos. Sub-imperialismo tiene otro sentido por eso hemos discutido si corresponde la noción de imperio en formación, pero no sub-imperial. Son ajustes que se hace con la reflexión sobre el concepto.

Martinelli: ¿Crees que Medio oriente va a ser una de las pujas del conflicto?

Katz: El próximo tema será el imperialismo en Ucrania, Rusia y Medio Oriente. Vamos a explorar en detalle el Medio Oriente. Ahora diría que es el centro de los conflictos candentes no potenciales sino efectivos porque ahí hay bombas todos los días. Biden lo primero que hizo fue bombardear Siria e Irak porque es la zona donde los conflictos se procesan de modo militar. Por esta razón vamos a estudiarlo bien y anticipo que China es donde más quiere estar ajeno, no quiere meterse.

China hace negocios con Arabia Saudita, con Qatar, con todos y no va a forzar la Ruta de la Seda en esa zona si eso involucra alguna interferencia militar. Es diferente a lo que hace Rusia que está metida en el conflicto, participa. China si es forzada a intervenir militarmente sólo lo hará en su propia zona, en el Mar Meridional. Es un tema que nos queda para las próximas reuniones de este grupo.

Martinelli: Más en nuestra región: ¿cómo se arma un bloque en América Latina de negociación con China en contra de la primarización si Argentina exporta materia prima a China?

Katz: La única forma que tiene América Latina de modificar su status con China es negociando en bloque. Mientras continúe cada país negociando con China por su cuenta, avanzará la primarización, es inexorable. Es evidente que es una negociación de un gigante con un pimeo y no hay razón por la que China aceptaría otros términos de la negociación sino enfrenta a un bloque que modifique eso. China es proclive a una negociación más amigable que acepte, por ejemplo, el procesamiento del litio en Bolivia. Se puede negociar alguna forma de reindustrialización, pero no hay que ser ingenuos, China quiere la soja y la va a comprar de forma abrupta excepto que Argentina negocie de otra forma y eso implicaría que debe rearmar UNASUR y recomponer el ALBA.

Imaginen si América Latina hubiera negociado las vacunas con Chin, con Rusia, con todos como lo hizo la Unión Europea, hubiera sido un bloque que, en términos de moneda, de la cantidad de vacunas que se puede comprar, en términos del interés que despierta, el resultado hubiera sido distinto.

La clave de América Latina siempre es la constitución de un bloque geopolítico que es de resistencia a EEUU y de negociación con China. No es un bloque de resistencia a China y a EEUU. Hay que resistir a EEUU por una razón sencilla: tiene la cuarta flota en América Latina, tienen las bases en Colombia y América Latina tiene la embajada de EEUU preparando golpes de estado en todos los países. Hay que actuar conformando un bloque contra eso. Con China hay que establecer formas de acción económica conjuntas que, a su vez, nos abra un camino geopolítico distinto. Para eso hay que crear un bloque progresista, rearmar UNASUR. Lo importante no es cuán factible es sino entender lo que se necesita.

Martinelli: La charla disparó otra cuestión, ¿podes comentar brevemente sobre el devenir de América Latina a través de los casos que siempre mencionas: Brasil, Venezuela y Cuba?

Katz: Creo que el fracaso de Bolsonaro, que ahora ha quedado corroborado con la decisión de anular el procesamiento de Lula y la candidatura de Lula en el 2022 contra Bolsonaro, y demostró que la delirante idea de Bolsonaro de seguir a Trump haciendo un acuerdo con Taiwán y dándole la espalda a China, era algo que solo podía caber en la cabeza de un lunático.

La clase dominante brasileña de entrada le dijo a Bolsonaro.: «vos estás loco, nosotros tenemos todos nuestros negocios de exportación con China, no nos vamos a pelear para hacer una aventura de Trump y tuya». Es importante que, en la propia estructura de Brasil, la sociedad con China se mantuvo y eso nos indica el carácter estable y perdurable de los acuerdos políticos entre América Latina y China más allá de que tengamos gente como Bolsonaro en el poder, que puede tener la fuerza política para proscribir a Lula, pero no para revertir un acuerdo de mediano plazo con China.

El caso de Venezuela nos indica que, si no tenemos políticas económicas consistentes, China no te va a salvar. En Venezuela hay un colapso económico que deriva de los ataques de EEUU, pero en parte también de la inconsistencia económica del gobierno bolivariano y ninguna ayuda de China alcanza, en ese caso.

En Cuba tenemos un caso interesante de una vacuna que casi es un milagro, pero ahí se ve que con una política sensata y consistente puede combinar acuerdos económicos con China y decidir un perfil de qué ventaja, en qué ámbito podés actuar en el plano político y en el económico en situaciones adversas, como lo es el desarrollo de un proyecto sanitario, avanzar y consolidar. Se requieren políticas que sean solidarias, socialistas, pero necesariamente inteligentes para poder avanzar y Cuba es un buen ejemplo de esa combinación de socialismo con realismo y con inteligencia.


DIALOGOS CON CLAUDIO KATZ: Implicancias del conflicto entre Estados Unidos y China. Moderado por Martín Martinelli

Fuente: https://www.youtube.com/c/CoordenadasCanal


 


*Claudio Katz es argentino y nació en 1954. Es licenciado en Economía (1987) y doctor en el área de Geografía (1997). Dirige proyectos de la Universidad de Buenos Aires y es investigador del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Coordinó grupo de trabajo de CLACSO y es miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de Argentina.

Se desempeña como profesor de las cátedras Economía para Historiadores y Economía II en las Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA. Es docente de seminarios de doctorado y pos-grado y ha sido profesor invitado en universidades de varios países.

Recibió tres menciones honoríficas del Premio Libertador al Pensamiento Crítico por sus libros “Bajo el Imperio del Capital” (2011), “Las disyuntivas de la izquierda en América Latina” (2008) y el “El porvenir del socialismo” (2004).

También circulan varias ediciones de su ensayo El rediseño de América Latina. ALCA, MERCOSUR Y ALBA (2006) y de su trabajo “La economía marxista, hoy. Seis debates teóricos (2010)

Es miembro del consejo editorial de varias revistas académicas y desarrolla una intensa actividad en sindicatos, movimientos sociales y organizaciones políticas de Argentina, como integrante del colectivo Economistas de Izquierda (EDI).

*Martín Martinelli es Doctor en Ciencias Sociales y Humanas y profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján (Argentina). Es coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina» por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires).

Fuente: La Haine/Claudio Katz

https://www.clacso.org/implicancias-del-conflicto-entre-eeuu-y-china/