lunes, 15 de febrero de 2016

Siria: Los padres de la derrota.

Por Guadi Calvo*.
Napoleón, que mucho sabia de derrotas, de triunfos y de guerras, lo advirtió claramente: “La victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana”. Como un eco malvado la frase del corso, repiquetea en las cabezas de muchos, o de todos, los que han colaborado de manera muy esmerada en convertir a Siria en el epítome de la destrucción.
Tras cinco años de guerra y millones de vidas destrozadas para siempre, en los más amplios sentidos, los responsables de aquel incendio, todavía tiznados por las cenizas, con los bolsillos llenos de fósforos y oliendo a nafta, se apretujan para encontrar un lugar en la foto de los vencedores.
Esencialmente los Estados Unidos, junto a sus socios europeos, las petromonarquias del golfo, Turquía e Israel, que mira hacia otro lado como si nada tuviera que ver en el asunto, han comenzado a ejecutar unos de los actos de cinismo más repugnantes de la Historia, intentado culpar a Bashar al-Assad y ha Estado Islámico como únicos responsables de este holocausto.
Solamente cerrando los ojos puede no verse las miles de evidencias concretas y confirmadas que existen sobre la íntima relación de este grupo de naciones mencionadas más arriba, con quienes han llevado materialmente a cabo el brutal ataque contra el pueblo sirio y su presidente Bashar al-Assad.
Washington acaba de resucitar a la “oposición moderada”, que con ese nombre al mismo tiempo que en Libia, de igual manera, pero con muy distinta suerte, inició el golpe contra Bashar al-Assad, compuesta por exiliados sirios radicados en Londres, que tras la llegada del Partido Baath al poder en 1971, con Hafez al-Assad, padre de Bashar, a la cabeza, cientos de políticos y empresarios corruptos huyeron del país en procura de cuidar sus fortunas y sus cabezas.
En el marco de la Primavera Árabe, se esperó ansiosamente que Bashar corriese igual suerte que el coronel Mohammed Gadaffi, pero gracias a que tanto Moscú, como Beijín, no repitieron el trágico error que cometieron al no vetar la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que prácticamente condenó a muerte al coronel Gadaffi y al proceso revolucionario libio, conocido como al-Yamahiriya,que llevó al país africano a tener los más altos estándares de calidad de vida del continente, superando incluso a los de muchos países europeos.
El veto a la posibilidad de la intervención al conflicto sirio por parte de Rusia y China, obligó al Departamento de Estados norteamericano a implementar una guerra solapada.
Con capitales fundamentalmente sauditas y qataries, en el caso de Qatar fue tan desproporcionada la intervención financiera en la guerra siria, que su economía llegó a zozobrar, obligando al jeque Hamad bin Jalifa al-Thani, máxima autoridad del emirato, a abdicar a favor de su hijo Tamim bin Hamad al-Thani.
Turquía, a su vez, fungió de gran portaviones de las fuerzas anti al-Assad, permitiendo que a través de sus 822 km. pudieran filtrarse combatientes provenientes de Europa, Asía Central y norte de África, al tiempo que millones de toneladas de armas, también cruzaron serenamente las fronteras turcas. Hospitales y campos de entrenamientos, muchos de estos últimos dirigidos por hombres del ejército y la inteligencia israelí fueron habilitados en territorio turco. La paga ha sido los millones de dórales que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, vía empresas familiares ha podido recaudar gracias al contrabando de petróleo sirio robado por los hombres del Abubark al-Bagdadí, el Califa Ibrahim, jefe de Estado Islámico.
En el maremágnum de armas enviadas desde Europa al caldero sirio, quizás alguna vez la inteligencia francesa (perdón por el oxímoron) pueda explicar como un cargamento de miles de fusiles distribuido en territorio sirio a principios de 2012, a la “oposición moderada” en abril de ese mismo año apareciera en manos de integristas musulmanes en el norte de Mali, habiendo recorriendo la friolera de casi 7 mil km. y atravesado entre 5 y 6 fronteras si el traslado hubiera sido terrestre.
La guerra en Siria ha provocado los dos hechos noticiosos más destacados de los últimos tres años: el primero fue el surgimiento de Estado Islámico, una fuerza multinacional que extiende su influencia desde Yakarta en Indonesia, hasta San Bernardino (California, EE.UU.) Syed Rizwan Farook y Tashfeen Malik, la pareja que en diciembre pasado fusiló a 14 personas e hirió a otras 17 que se asistían en el Inland Regional Center, un instituto de rehabilitación para discapacitados, así lo demuestra.
El otro gran drama proveniente de la guerra en Siria, ha sido la más monumental ola de refugiados que se recuerde desde la Segunda Guerra Mundial, que está poniendo a prueba máxima los niveles de resistencia de las naciones que conformar la Unión Europea.
El amigo del Este o el tercer elemento.
Si bien Estado Islámico y la crisis de los refugiados han sido los dos fenómenos mediáticos más importantes que ha deparado la guerra a Siria, hay un tercer elemento que la gran prensa de occidente se extrema en ocultar, ya desbarata la campaña de mentiras que acerca del conflicto sirio los Think Tank de occidente han echado a correr.
Ese tercer elemento se llama Vladimir Putin y además de ser presidente de Rusia, se ha convertido en el protagonista fundamental en este último tramo de la guerra, que de no intervenir un factor hasta hoy desconocido, podría llegar a ser el último.
Para fechar la gran irrupción de Putin en el conflicto, aunque nunca ha abandonado a su suerte a Bashar al-Assad, fue en la crisis de las armas tóxicas utilizadas por miembros de la entente anti al-Assad, en el barrio damasceno de al-Ghutta, que dejó cerca de 1800 muertos, en agosto de 2013, es bueno recordar que entonces cerca del lugar fueron detectado 15 miembros del MOSSAD, de los que nunca más se tuvo noticias.
La rotunda oposición por parte de Putin, a las amenazas de bombardeo de Barack Obama, fue tan clara y concreta, que por primera vez en la historia el Reino Unido, decidió no acompañar a Washington en sus intervenciones colonialistas. De occidente el único país dispuesto a acompañar a Obama fue Francia, quizás todavía anhelado descubrir aquellos de cómo llegaron sus armas a Mali. Entonces la decidida alianza entre China y Rusia, aproximaban al mundo a la posibilidad real de un holocausto nuclear, por lo que Obama dio un paso atrás monumental, protagonizando uno de los bochornos políticos más graves de la historia.
Desde entonces la figura del presidente ruso no ha hecho más que agigantarse, hasta convertirse en el protagonista excluyente de esta nueva partida por la paz en Siria.
El quiebre en la obstinada y ridícula resistencia de occidente de no querer no admitir en las negociaciones de Paz a los representantes del presidente Bashar al-Assad, se produjo obligado por los exitosos bombardeos que la fuerza aérea rusa realiza desde fines de septiembre pasado contra posiciones no solo de Estado Islámico sino de todas las fuerzas que gravitan contra Damasco, como el frente al-Nusra, de una muy debilitada al-Qaeda y un conglomerado de fuerzas llamadas “oposición moderada”, que dejó de actuar en 2012 fagocitada por los grupos wahabitas y reaparece ahora en momentos en que el arco opositor tiene que ser lo más amplio posible.
Ahora, ante la imparable ofensiva del ejército de al-Assad, los comandos iraníes, de Hezbollah y la imbatible aviación rusa, por ejemplo Turquía y Arabia Saudí prometen una ofensiva terrestre, contra Estado Islámico, con quienes colaboraron absolutamente siempre.
Mientras tanto en la Conferencia de Seguridad, en Múnich, el Grupo Internacional de Apoyo a Siria, intenta presionar, ahora que se puede estar a semanas de la victoria, tanto a Damasco como a Moscú, para alcanzar acuerdos de Paz y que no solo al-Assad y Putin puedan adjudicarse la victoria sobre Estados Islámico que se encuentra decididamente diezmado y a la hora de las negociaciones la “oposición moderada” y sus amigos, puedan quedar fuera de la foto de las ganadores.
La presa internacional desde el comienzo de los bombardeos rusos agita el fantasma de miles de muertos civiles provocados por los indiscriminados ataques de Moscú, como si fueran esos los primeros muertos civiles de esta guerra.
Tendrá manera el Pentágono de bombardear selectivamente sin asesinar civiles inocentes, como se ha cansado de hacerlo en Afganistán, Pakistán, Irak, Siria, Líbano, Yemen, Somalia o Libia, por abundar, de saberlo sería bueno que le pasara el modo a Rusia.
Lo que parecía imposible hace menos de seis meses cada día se vislumbran con más cercanía: la anhelada paz en Siria, quizás a la hora de reconocer paternidades sean multitudes las que se sumen ¿importa?
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Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

viernes, 5 de febrero de 2016

Un atentado a la humanidad

07.01.16  |  Relaciones internacionales 


 
Gladys Lechini
La noche del 13 de noviembre de 2015, el Estado Islámico atacó tres puntos de la ciudad de Paris, dejando un saldo de 137 muertos y 415 heridos. El día anterior, el grupo yihadista EI había realizado un atentado en Beirut, capital del Líbano, donde murieron 44 personas y hubo decenas de heridos. La doctora Gladys Lechini, investigadora principal del CONICET que se desempeña en el campo de investigación del derecho, las ciencias políticas y relaciones internacionales, reflexiona al respecto de la conflictiva situación mundial.
Para comprender los hechos actuales, la investigadora que trabaja en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR), los contextualizó en la situación política económica mundial. “Luego de la guerra fría, cuando finaliza el conflicto entre las dos súper potencias – entre el bloque occidental-capitalista liderado por Estados Unidos, y el oriental-comunista con la Unión Soviética a la cabeza- Estados Unidos se posiciona en la década del ´90 como potencia vencedora dominante, que necesita consolidarse y constituir un enemigo externo como parte de su propia subsistencia. Para entonces, triunfa el modelo de economía de libre mercado y la democracia como forma de gobierno y se expande el proceso de globalización, que los franceses llaman “mundialización”. Yo lo llamo “occidentalización”, en el sentido de que los valores occidentales y el American Way of life, de la mano de la economía capitalista y consumidora, se expanden por sobre la faz de la tierra, con el pensamiento único del neoliberalismo, que casi todos apoyaron, aunque ahora critican”.
La doctora continuó explicando que en el siglo XXI aparecieron alternativas que cuestionaron ese orden unilateral. “Empieza a hablarse de “multipolarismos” donde están por un lado, la clásica tríada: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón y por otro lado un grupo de economías emergentes, lideradas por China, India, Rusia y otras potencias medias a nivel de los llamados “Estados del Sur”, como Brasil, Sudáfrica, Turquía, entre otras. Las dos grandes economías emergentes que son China e India, con aproximadamente  1.300 millones de habitantes cada una, se han convertido en un motor de crecimiento y en una maquinaria de consumir materias primas que importan del resto de los países del mundo, que a su vez son receptores de sus manufacturas. Asimismo, la segunda década muestra también  un mundo muy convulsionado, con crisis económico-financieras y el avance del terrorismo internacional” explica la investigadora.
En este contexto marcado por el interés de ciertos países de controlar las materias primas,   el tema del petróleo es un factor no menor para  el crecimiento y  el proceso de industrialización de los países centrales desarrollados y de los que están en ascenso. “En este sentido el Golfo Pérsico siempre ha sido una de las áreas más álgidas, más calientes, de la geo-economía global. En relación a esta historia de conflictos en la región, entre los más recientes cabe destacar: la Primera Guerra del Golfo entre Iraq e Irán entre 1980 y 1988, donde murió una cantidad inmensa de personas absurdamente, y donde además Washington promovió y alentó el conflicto, directa o indirectamente, con la venta de armas a ambos países” señala la investigadora. 
“Estados Unidos estuvo siempre presente en el Medio Oriente interviniendo según sus intereses en estos estados islámicos, que tienen estructuras autoritarias, y muchas subdivisiones en su interior, tanto étnicas como religiosas. A ello  se suman hoy  los problemas en el Asia Central, resultado del obligado retiro de Rusia y el resurgimiento de todos los llamados “tanes”, como Uzbekistán, Tayikistán, Kazakstán,  etc.:  “Tan” quiere decir “patria de” entonces es patria de los Uzbekos, tayikos, kazakos… Cuando en 1922 Stalin reorganizó la región bajo su área de influencia, mezcló varias etnias dentro de estos estados, para poder controlarlos. Entonces, por ejemplo, en Uzbekistán también hay kazakos, turcomanos y  otros grupos de la región. Estas situaciones son germen de conflictos,  bombas de tiempo que se van dejando en el camino” explica Lechini.
“Por su parte y si bien es un importantísimo aliado de Estados Unidos, Arabia Saudita también ha promovido, alimentado o financiado movimientos islamistas  fundamentalistas, tales como la Hermandad Musulmana,” señala Lechini y añade que a esa realidad hay que sumarle hechos que contribuyeron a fogonear las hipótesis de conflicto: la invasión norteamericana en Afganistán (2001); la posterior intervención en Irak en 2003, que  derrotó y  licuó a Sadam Hussein;  los incidentes de la Primavera Árabe, con consecuencias para los estados del norte de África. Estas revueltas (2010-2013) que  manifestaban la insatisfacción de la juventud y de la población frente a la falta de resolución histórica de una serie de problemas económicos y políticos en los países de la región y a la división entre los más ricos y los más pobres, fueron aprovechadas por los fundamentalistas que lo convirtieron en una cuestión de fe.
“El caso más patético y que dejó como resultado un estado fallido, desmembrado y cuasi inexistente fue Libia, con la destitución y muerte de Muamar el Gaddafi, quien luego de ser “absuelto” por occidente previo pago por los atentados de Lockerbie (1988) contribuyó al financiamiento de la Campaña política de Sarkozy. Sin embargo este mismo gobernante no dudó en invadir Libia y contribuir a su desarticulación para beneficio de los intereses petroleros franceses” acentuó la doctora Lechini. 
Violencia acá y allá
“Con los atentados en París se quiere demostrar que no hay un lugar seguro en ninguna parte del mundo” indica la doctora Lechini y agrega “El terrorismo y la violencia bajo cualquier forma no son justificables, al contrario, son criticables y condenables, sin embargo, es verdad que cuando aprieta el zapato de los europeos duele más que cuando aprieta el zapato de los habitantes de Medio Oriente. El día anterior a los atentados en Paris, el ISIS atacó en Beirut, y murieron 44 personas, y esa noticia no afectó a nadie, en tanto luego de Paris, el mundo entero se solidarizaba con Francia”.
Con respecto al bombardeo de parte de Rusia y Francia al Estado Islámico, la doctora Lechini señala “Ese bombardeo afecta directamente a las poblaciones que les tocó vivir ahí, sin embargo se suele decir que esas víctimas forman parte del daño colateral, como lo han sido en Siria, Palestina, Sudán, entre otros. Yo no estoy a favor del terrorismo, pero la humanidad somos todos los seres que estamos viviendo en este planeta. No hay que culpar a las poblaciones europeas ni a las del oriente medio, pues todas son inocentes. La humanidad forma parte de un juego de ajedrez donde determinadas personas, dirigentes, empresarios, el mundo financieros, elites,  establecen las reglas de juego en función de sus intereses privados y provocan con ello y por su egoísmo y falta de conciencia humanitaria  resultados no queridos como fue “Sendero luminoso” de Perú o Al Qaeda, como actualmente es ISIS, Boko Haram en Nigeria, que buscan poder y petróleo. No justifico de ninguna manera los atentados del ISIS, creo de todos modos que se está usando la religión como excusa, pero los objetivos reales son económicos, ISIS está controlado áreas petrolíferas muy importantes, y ese petróleo se vende ilegalmente a los mismos países afectados por el terrorismo y se compran armas con ese dinero, y hay alguien que está fomentando ese mercado”.
“El mundo está bastante enfermo, habrá que ver cómo desde la no-violencia o desde un punto de vista diferente se puede resolver este rompecabezas y comenzar a mirar desde otro lugar lo que está pasando. Occidente y la forma que ha tenido de explotar a los pueblos periféricos tiene una parte importante de responsabilidad en esta situación, aunque no quiera verlo.” concluye la investigadora.

Lic. Ana Paradiso
CONICET Rosario

lunes, 1 de febrero de 2016

Sunitas y chiitas: el conflicto que tiene en vilo al mundo

 Viejas rivalidades económicas y territoriales se superponen con la amenaza terrorista, en una espiral de violencia difícil de modificar
Por Lorena Oliva para La Nación
Es cuestión de desandar la espiral de violencia que conmueve a Medio Oriente, una de las regiones menos pacíficas del planeta, para que el camino nos lleve hasta un acontecimiento religioso ocurrido en el año 632 de nuestra era. La muerte del profeta Mahoma, sin un claro sucesor, marcó el inicio de una rivalidad dentro del islam entre dos grandes corrientes-los chiitas y los sunitas- que se extiende hasta nuestros días.
La falta de acuerdo sobre quién sería el nuevo sucesor espiritual del Profeta acabó convirtiéndose en una grieta dentro del islam que fue profundizándose con el correr de los siglos. Y lo que nació como una confrontación de tipo religioso se fue transformando, con el paso del tiempo, en una disputa geopolítica tan compleja como peligrosa, así como también en la causa que muy a menudo agita el terrorismo para justificar su razón de ser.
Con más de 1500 millones de fieles, el islam es la religión oficial de muchísimos países, cuyas constituciones y fuentes jurídicas se basan o se inspiran en gran medida en el Corán. En este contexto, si bien ambas ramas tienen puntos de acuerdo -todos adhieren a los pilares básicos del islam-, una de sus diferencias es que para los chiitas el imán es intermediario entre Alá y la comunidad, y para los sunitas sólo dirige la oración y vela por la comunidad.
Se estima que los chiitas representan al 15% de los musulmanes, mientras que los sunitas comprenden el 85% restante, según el Pew Center Research. Más allá de las similitudes y diferencias entre ambas corrientes, es la pregnancia de lo religioso sobre lo político -un rasgo común entre ambas- lo que hace difícil separar lo sagrado de lo profano a la hora de analizar el alto nivel de conflictividad de la región.

Sin ir más lejos, la histórica rivalidad ideológica entre Arabia Saudita e Irán también se replica en el plano geopolítico. Ambos países cuentan con enormes recursos en materia de gas y petróleo, y el reciente levantamiento de las sanciones económicas contra Irán le devuelven su estatus de jugador de primera línea en el mercado mundial. ¿En qué medida la novedad será disparadora de nuevas tensiones entre ambos países? Difícil saberlo. Lo cierto es que no soplan vientos de paz. Basta recordar la reciente ejecución de un predicador chiita por parte de Arabia Saudita y la posterior quema de la embajada saudita en Teherán. Actualmente ambas naciones han roto sus relaciones diplomáticas.En consonancia con su superioridad numérica, los sunitas son mayoría en Arabia Saudita Afganistán, Pakistán, Jordania, Kuwait, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Túnez, Qatar, Libia, Turquía y Siria; mientras que hay mayoría chiita en Irán, Azerbaijan, Bahréin, Irak y El Líbano. Basta mirar la multiplicidad de alianzas y enfrentamientos que hoy se dan entre éstas y otras naciones para detectar, con bastante frecuencia, conexiones con este enfrentamiento histórico. Sin embargo, no todo lo que allí acontece puede explicarlo el conflicto entre sunitas y chiitas. Es, en todo caso, un factor que se combina con otros, de tipo político, económico, territorial o estratégico.
"Es cierto que Irán y Arabia Saudita han intensificado sus rivalidades. No obstante, explicar todas las disputas geopolíticas contemporáneas remitiendo la comprensión a la diferenciación doctrinal sunitas vs. chiitas puede sonar didáctico pero es un tanto simplificador. Las cuestiones geopolíticas pueden coincidir con líneas divisorias de pertenencia identitaria a distintos modos de comprender la religión, pero su dinámica está marcada por procesos contemporáneos de alianzas, estrategias, influencias políticas y modos de construir el poder, como en cualquier arena de negociación o de tensión internacional", admite la investigadora del Conicet Silvia Montenegro.
Con ella coincide Javier Martín, delegado de la agencia de noticias EFE en el norte de África y autor del libro Estado Islámico, geopolítica del caos, publicado el año pasado, que ya va por su quinta edición: "Aunque tiene raíces religiosas, el actual conflicto entre chiitas y sunitas es esencialmente político. Tanto Irán, único Estado chiita del mundo, como Arabia Saudita, que se atribuye el liderazgo ideológico e incluso político del universo sunita, así como también los movimientos radicales como Al Qaeda y la organización yihadista Estado Islámico manipulan las diferentes sensibilidades sectarias para forzar y azuzar el conflicto en función de sus intereses políticos, económicos y geoestratégicos en la región."
Sin embargo, Federico Gaon, analista internacional especializado en islamismo y Medio Oriente, no desestima el rol que juega la fe en el tejido de alianzas y conflictos en la región. "Lo religioso juega un papel fundamental. Para los occidentales, esto es un concepto difícil de digerir por el simple hecho de que no estamos acostumbrados a que la religión tenga semejante peso en nuestros días, o por lo menos no en nuestras latitudes."
A pesar de la profusa cobertura mediática de los conflictos en Medio Oriente, así como el estupendo papel que han sabido jugar las redes sociales a la hora de sortear cualquier cerco informativo, la visión estereotipada que suele circular sobre la región permanece vigente.
"Los estereotipos son más fáciles de digerir que la complejidad y la diversidad de la realidad, y todas las regiones subdesarrolladas del globo padecen ese tipo de simplificaciones. Así, África es la región de las hambrunas, las enfermedades y las guerras civiles; Latinoamérica, de los narcos, el fútbol y los carnavales; y Medio Oriente, del terrorismo, el fanatismo y el atraso. Pero las raíces de estos prejuicios no son inocentes. En lo que respecta a Medio Oriente, la desinformación y la distorsión han sido sistemáticas desde tiempos del colonialismo europeo, que dividió al mundo en dos entidades imaginarias e irreconciliables: una avanzada y otra salvaje; una regida por los valores de la Ilustración, la otra por una 'religión violenta' llamada islam. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó la posta que dejaron allí Francia y Gran Bretaña, y esas distorsiones no han hecho más que profundizarse, llegando a aplanar la historia en la burda ecuación 'democracia versus terrorismo'", considera la licenciada en comunicación Ana Prieto, también autora del libro Todo lo que necesitás saber sobre terrorismo (Paidós).
Pese a la miopía occidental, la violencia tiene efectos devastadores a nivel planetario, como bien pudimos comprobar con los recientes atentados en París. De acuerdo con el último informe del Institute for Economics and Peace (Instituto para la Economía y la Paz), un organismo no gubernamental que creó en 2008 el Índice Global de Paz, los principales actores de Medio Oriente se cuentan entre los doce países menos pacíficos del planeta. La organización, que releva a 162 países, también estima que el costo de la violencia global, fuertemente concentrada en esa zona, equivale al 13,4% del producto bruto mundial. En otro trabajo, el Índice Global sobre Terrorismo, se señala que, en 2014, Estado Islámico y Boko Haram habían sido los responsables del 51% de las muertes por terrorismo que, durante ese año, totalizaron unas 32.658, un 80% más que el año anterior.
Las principales organizaciones terroristas que operan en la región, como por ejemplo Estado Islámico, Al Qaeda (que se identifican con los elementos más militantes y radicales del sunismo) o Hezbollá (ligada a los chiitas) respaldan su accionar criminal en las enseñanzas del Corán, con una noción de yihad global que apela a una lucha armada en defensa del islam y en su conquista. Lo cierto es que, si bien la mayoría de los musulmanes adhieren a la yihad, existen serios matices interpretativos.
"La mayoría de los musulmanes adhieren al significado de yihad como esfuerzo, esforzarse en el camino de Dios, y rechazan la equiparación con la idea de "guerra santa" como un elemento de difamación mediática, construido por los medios occidentales, que funcionaría para producir una asociación instantánea entre islam y violencia. De hecho, muchos pensadores y líderes musulmanes no dejan de aclarar este aspecto ante los medios o escribir sobre el tema", puntualiza Montenegro.
"Otra es la concepción de los llamados grupos 'yihadistas', y su idea de yihad global -continúa la especialista-, que se consolida con la diáspora de combatientes que lucharon en Afganistán contra la invasión de la Unión Soviética en 1979. A partir de ahí surgen organizaciones (como Al Qaeda) o actualmente Estado Islámico, que apelan a la idea de yihad e instrumentalizan o son instrumentalizadas por determinados intereses. En ese contexto, y en la acepción que esos grupos le otorgan, se forja la idea del yihadista. Éste aparece como un combatiente de un ejército global que responde a un llamado y se moviliza a un territorio de origen distinto del suyo, donde se entiende que es necesario el combate o incluso actúa como cuentapropista para acciones que pueden, al modo de una franquicia, ser luego reivindicadas por organizaciones."
Pero, en cualquier caso, hay quienes creen que, más allá del fundamento ideológico de estas organizaciones, vale la pena mirarlas también como un reflejo de las contradicciones que se dan en nuestro mundo globalizado.
"Creo que, en el caso de Estado Islámico, se trata de una agrupación profundamente contemporánea: no sólo explota todas las herramientas digitales y comunicacionales a su alcance sino también porque es un hijo violento de las contradicciones de la globalización. La mayoría de sus jóvenes reclutas no están ahí por razones colectivas o religiosas (la devoción, si llega, llega después), sino para darles sentido a sus vidas, para canalizar sus propios impulsos violentos o para perseguir lo que les han vendido como una utopía. No hay que desestimar las motivaciones ni ambiciones personales de las personas que se unen a Estado Islámico", reflexiona Prieto.

Un poco de historia

La reinterpretación de los mandatos religiosos no es nueva en una religión que carga con siglos de fracturas. Basta recordar que fue la muerte de Mahoma la que enfrentó a la comunidad musulmana de entonces con el desafío de designar un sucesor. Para un sector (los luego llamados chiitas), el líder espiritual debía ser un descendiente directo del profeta, mientras que para el otro (representado por quienes después serían los sunitas) debía ser elegido por la comunidad y no necesariamente tenía que ser un descendiente directo del Profeta. La que se impuso fue esta última posición.
Tras aquella primera derrota, el chiismo, habiendo quedado en minoría y a los efectos de preservar sus formas frente a la mayoría, se abstendría de inmiscuirse en la búsqueda activa por el poder político. "Refugiándose en la creencia de que al final de cuentas todas las injusticias serían saldadas por la figura mesiánica del mahdi, 'el imán oculto', los chiitas encontraban consuelo espiritual a los agravios cometidos por el establecimiento sunita. Dicho sucintamente, había que esperar a la venida del redentor para poner las cosas en orden. Las circunstancias cambian en forma decisiva cuando se establece la dinastía safávida en 1501 en Irán. Con ella la mayoría de la población persa sería convertida al chiismo. Éste es un hito fundamental para entender lo que sucede hoy en día", explica Gaon.
Pero, si de hitos se trata, todas las fuentes consultadas concuerdan en señalar la Revolución islámica de 1979. "La Revolución islámica puede ser vista como la consagración del activismo político chiita. Representa la trasformación final del chiismo. De ser una corriente políticamente 'pasiva', resignada a su posición de inferioridad, pasó a ser un movimiento 'activo' en el plano político. Esto es algo insufrible para el establecimiento religioso sunita", agrega Gaon.
Con él coincide Khatchik DerGhougassian, doctor en Estudios Internacionales y profesor en la Universidad de San Andrés. "Históricamente los sunitas dominaron a partir de la dinastización del califato y por muchos siglos los chiitas fueron los perseguidos, los pasivos en la política, pues esperaban el regreso del último imán ocultado para establecer justicia en el mundo. Pero cuando con los fatímidas en Egipto, los safávidas en Irán y, sobre todo, con la emergencia de la República Islámica de Irán el chiismo llegó al poder, la controversia con los sunitas adquirió una dimensión geopolítica. A falta de secularización política en el islam, y mientras siga el conflicto en Medio Oriente, es muy difícil distinguir la pelea por el liderazgo de la comunidad musulmana de la lucha por el poder expresado en claves de razón estatal."
A la par de la Revolución iraní, se produjeron otros incidentes que despertaron los fuegos del radicalismo sunita. "Primero, la toma de la Gran Mezquita (Al-Masjid al-Haram) en La Meca por parte de extremistas adversos al de ya de por sí rígido y conservador régimen de los sauditas. Segundo, se produjo la invasión soviética de Afganistán, la cual inspiraría a miles de musulmanes de todo el mundo a librar una guerra santa, una yihad, contra el 'imperio ateo' invasor. La eventual derrota de los rusos daría paso a la creación de Al-Qaeda y a la usanza yihadista que estamos acostumbrados a ver en las noticias", agrega Gaon, quien compara la actual tensión entre Arabia Saudita e Irán tras el levantamiento de las sanciones con una debacle entre sunitas y chiitas que no tenía lugar desde la guerra entre Irak e Irán en los años ochenta.
Las perspectivas de paz en la región requieren de una serie de condiciones previas. "Mucho depende de la voluntad política y capacidad de cooperación de los actores regionales (Irán, Arabia Saudí y Turquía). En menor medida, de un acuerdo entre, por un lado, Estados Unidos y sus aliados europeos y, por el otro, Rusia. De hecho, este acuerdo existe pero no se puede implementar ni siquiera en el contexto de las negociaciones bajo el auspicio de la ONU entre el régimen de al-Asad y los opositores", aporta DerGhougassian.
Para Martín, en cambio, la paz sólo será posible siempre que se obligue a los actores regionales a cumplir con los derechos humanos y se trate con igual contundencia a todos los países. "Desde hace años, se ha denunciado el régimen dictatorial de Irán y sus prácticas mafiosas en la región, y debe seguir haciéndose dentro de la nueva era que se ha abierto tras el necesario acuerdo nuclear. Pero no se puede mantener el silencio y permitir que Arabia Saudita siga aplicando las mismas políticas mafiosas, violando los derechos de su pueblo y de los pueblos de la zona con impunidad. Igual que era necesario el retorno condicionado de Irán a la mesa de Oriente Medio por la influencia que tiene en muchos de los actores, es necesario frenar a Arabia Saudita para que el diálogo pueda funcionar."
Resolver la puja que dio origen a esta fractura es todavía mucho más complejo. Así lo cree Federico Gaon: "Estamos hablando de intereses irreconciliables, tanto religiosos como estratégicos. Es un juego de suma cero. Por ello, algunos comentaristas sugieren que la guerra es inevitable, y que sólo después de un conflicto decisorio como atroz, podrá alcanzarse, puertas adentro del islam, una solución religiosa que incite a darle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Por lo menos esto fue lo que necesitó Europa para que, al cabo de pocos siglos y luego de un sangriento enfrentamiento entre católicos y protestantes, se consagrara el secularismo".