miércoles, 31 de julio de 2013

Egipto: menos democracia, menos revolución, menos laicismo

El autor, arabista y experto en Oriente Próximo, analiza la vuelta atrás en la revolución egipcia y a quiénes beneficia el reciente golpe de Estado.
SANTIAGO ALBA RICO
Aceptando el principio de que el proceso desencadenado en enero de 2011 en todo el mundo árabe requiere una larga duración (y el de que siempre hay tiempo en la Historia), debemos atenernos a algún criterio que permita saber cuándo hemos ganado o cuándo hemos sido derrotados o, al menos, cuándo progresamos o cuándo sufrimos un revés.
Que la Historia no se detenga puede resultar consolador, pero no debería inducir la ilusión de que siempre progresa hacia lo mejor; por otra parte, que un pueblo parecido al que derrocó a Moubarak haya derrocado ahora a Mursi no debe hacer creer que todo derrocamiento, con independencia del objetivo y de los medios, es una revolución. El golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes (HHMM) se inscribe en un marco de convulsiones revolucionario pero no por eso es necesariamente revolucionario. Franco –hay que recordarlo cuando se cumplen 77 años del “glorioso alzamiento nacional”– abortó un incipiente proceso revolucionario en España con un golpe militar. También Pinochet.
Más allá de la paradoja de que un mundo dominado por las nuevas tecnologías produzca más movilizaciones físicas que nunca (en Egipto, en Turquía, en Madrid, en Brasil), hayefectos que podemos reconocer como muy antiguos y experiencias que podemos recordar como ya vividas.
Llamémoslo o no por su nombre, el golpe de Estado de Al-Sisi sólo se podría justificar por tres motivos. El primero es que fuera bueno para la democracia. Algunos pensamos que ese poquito de democracia formal conquistado en Egipto desde las plazas en 2011 significaba una ruptura simbólica y cultural decisiva a la hora de abrir desplazamientos internos más radicales en toda la región.
Es difícil entender de qué manera las medidas clásicas de todo pronunciamiento militar contra un Gobierno civil electo –desaparición de dirigentes, detenciones indiscriminadas, cierre de medios de comunicación, asesinato de manifes­tan­tes– puede ayudar a democratizar Egipto. Incluso si la pragmática cúpula de los HHMM cediese a las presiones de EE UU y se resignase a su derrota, a partir de ahora cualquier convocatoria electoral futura resultará tan increíble como las de Mubarak.
La legitimidad de las masas, arbitrariamente decidida por los militares, deslegitima para siempre el juego democrático. Un “Estado de excepción revolucionario sin revolución”, gestionado por un Ejército reaccionario, se instala como nuevo marco institucional de una sociedad profundamente desestabilizada y dividida.
El golpe militar se podría justificar también con la pretensión de que, democrático o no, tiene –como el de Nasser en 1952– una vertiente “progresista” revolucionaria. Creo que bastan las reacciones de Arabia Saudí, EE UU e Israel, así como la composición del nuevo Gobierno (formado a partes iguales de tecnócratas y fulul de la dictadura) para descartar como casi patética esta pretensión. Más aún: los que se aferran al “fondo multitudinario” de la intervención militar para hablar de una “segunda oleada revolucionaria”, olvidan que todos los efectos que ha generado son más bien inquietantes.

Los beneficiados del golpe

Del precipitado e irregular derrumbe del modelo turco-qatarí de los HHMM sólo se benefician los viejos ejércitos y los viejos dictadores, en el Golfo, en Jordania, en Marruecos y en Israel. Es difícil negar que, entre ellos, Bachar Al-Assad ha salido también reforzado en todos los sentidos, como lo demuestran las nuevas dudas occidentales sobre la ayuda militar a los rebeldes (Inglaterra ha anunciado ya que no los armará, asegurando que “el régimen sirio va a durar muchos años”) y el anuncio de una posible reanudación de relaciones diplomáticas entre Siria y Egipto.
La solidaridad entre pueblos deja su lugar a la solidaridad entre ejércitos. El modelo de los HHMM queda fuera de juego en favor de Al-Sisi y de Al-Assad; EE UU y las potencias occidentales, que pueden apoyar sin escrúpulos a bandidos y criminales, no apoyan nunca a perdedores.
Por último, y en íntima relación con el punto anterior, podríamos justificar el golpe a partir de esa instintiva islamofobia que comparten tantas veces la derecha y la izquierda: al menos nos hemos librado de unos fanáticos religiosos. Incluso si no fuera cierto –como he insistido tantas veces– que la “vía dictatorial” contra el islamismo no ha conseguido hasta ahora sino reforzar las dictaduras y alimentar los islamismos, uno de los efectos más paradójicos y más tristes del golpe de Al-Sisi es que, lejos de desislamizar el Gobierno, lo desplaza más a la derecha, como revela ya la posición de los salafistas y los nuevos artículos introducidos en la Constitución por el presidente plenipotenciario Adli Mansour.
El derrumbe precipitado e irregular del modelo turco-qatarí de los HHMM deja su lugar al modelo de la ultraderecha salafista de Arabia Saudí y los Emiratos, que han apoyado el golpe concediendo al nuevo Gobierno un regalo de 12.000 millones de dólares. Como consecuencia del golpe, y si llega a evitarse la confrontación civil, tanto las instituciones como la oposición islamista verán radicalizado su islamismo. El golpe es una vuelta atrás en todos los sentidos: menos democracia, menos cambios estructurales, menos laicismo. Es cierto: la historia no se detiene y los pueblos no han dicho la última palabra. Pero si en enero de 2011 fueron los pueblos quienes la tomaron de sus enemigos (la palabra), en junio de 2013 han sido sus enemigos quienes la han recibido de ellos como regalo.

Proceso de paz: para Estados Unidos, crear dos estados es "la única forma de terminar el conflicto"

Israelíes y palestinos aceptaron en Washington continuar con el proceso de negociación, con el secretario de Estado, John Kerry como mediador
El secretario de Estado, de EE.UU. John Kerry encabeza las negociaciones de paz por Medio Oriente. Foto: EFE 

La Nación
WASHINGTON.- Los negociadores israelíes y palestinos aceptaron hoy reunirse nuevamente dentro de dos semanas para continuar las importantes negociaciones para un acuerdo de paz y ambas partes se fijaron la meta de llegar a un pacto en nueve meses, informó el secretario de Estado norteamericano, y mediador John Kerry.
Los jefes negociadores israelí, Tzipi Livni, y palestino, Saeb Erekat, se mostraron comprometidos con el nuevo diálogo directo, el primero desde 2010. Los diplomáticos enfatizaron durante mucho tiempo la urgencia de resolver el conflicto israelí-palestinos, pero ahora Kerry cree que hay más razones que nunca para actuar con premura.
"Las partes han acordado seguir implicadas en negociaciones sostenidas, continuas y sustantivas en los asuntos clave, y volverán a encontrarse en algún momento de las próximas dos semanas en Israel o los territorios palestinos con el fin de comenzar el proceso de negociación formal", anunció Kerry en una conferencia de prensa.
"Nuestro objetivo será lograr un acuerdo para un estatus final a lo largo de los próximos nueve meses", agregó. El acuerdo implica que "todos los asuntos relacionados con el estatus final, todos los asuntos clave, estarán sobre la mesa para ser negociados", según indicó Kerry; mientras que Erekat aseguró que "se resolverán todos los asuntos, sin excepciones".

TEMAS A DISCUTIR

Si bien no enumeraron esos temas, se espera que el diálogo incluya la cuestión de las fronteras, la de la seguridad y la de cómo dividir la capital, Jerusalén, para formar un futuro Estado palestino, además de los asentamientos israelíes y el derecho de retorno de los refugiados palestinos.
"Una solución viable de dos estados es la única forma de que este conflicto pueda acabar. Y no hay mucho tiempo para lograrlo", alertó Kerry, que se negó a "dejar el problema para otra generación".
"Entiendo el escepticismo de algunos, pero no lo comparto. Y no creo que tengamos tiempo para ello", añadió. En el mismo sentido se expresó Livni, quien aseguró que "la historia no la hacen los cínicos, sino los realistas que no temen soñar", y reveló que Israel está "esperanzado" por el diálogo pero "no puede permitirse ser ingenuo".


"Puedo asegurarles que en estas negociaciones, nuestra intención no es discutir sobre el pasado, sino crear soluciones y tomar decisiones para el futuro", afirmó la ministra de Justicia israelí. Erekat, por su parte, consideró que "nadie se beneficiaría más del éxito de esta iniciativa que los palestinos", ya que "es hora de que los palestinos tengan un Estado soberano propio y puedan vivir en paz y con dignidad".
Livni y Erekat se reunieron hoy con el presidente de EE.UU., Barack Obama, y el vicepresidente Joseph Biden, además de con Kerry y el nuevo enviado especial estadounidense para el proceso de paz, Martin Indyk.
Obama, quien después de su viaje a Israel en marzo se había mantenido al margen del proceso, "expresó su apoyo personal a las negociaciones para un estatus final y subrayó que hay mucho que hacer en los días y meses siguientes", apuntó el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.

FUTUROS ESTADOS

Los negociadores mantuvieron, además, una reunión cara a cara y a solas, según informó el Departamento de Estado. En su discurso de hoy, Kerry subrayó la necesidad de garantizar la seguridad en los dos futuros Estados, y adelantó que el Gobierno israelí "tomará, en los próximos días y semanas, una serie de pasos para mejorar las condiciones (de seguridad) en Gaza y Cisjordania".
Esa medida, de la que Kerry no dio más detalles, sería el segundo paso que da Israel para generar confianza en el reinicio de las negociaciones, tras el anuncio de este fin de semana de que liberará a 104 presos palestinos encarcelados antes de 1993.
El titular de Exteriores de EE.UU. confió, además, en que la "economía palestina se transforme" gracias al plan diseñado junto al Cuarteto para Oriente Medio y anunciado en mayo para activar un paquete de inversión de hasta 4000 millones de dólares a las arcas palestinas, siempre que haya avances en el proceso de paz.
Agencias EFE, AP y Reuters.

martes, 30 de julio de 2013

Egipto en caída libre

El nuevo régimen busca satisfacer los deseos de las potencias occidentales, lo que conduce irremediablemente a un choque frontal con los islamistas
Por Eugenio García Gascón - Jerusalem
Seguidores del depuesto presidente Mursi se enfrentan a opositores del expresidente a las afueras de El Cairo.

Seguidores del depuesto presidente Mursi se enfrentan a opositores del

expresidente a las afueras de El Cairo.FAYEZ NURELDINE / AFP


Uno de los responsables del gobierno local de Giza, un departamento situado junto a El Cairo, dice que los Hermanos Musulmanes egipcios han desembolsado una importante cantidad de dinero para adquirir armas en el extranjero. Fatem Fadel no ha precisado a quién han pagado los islamistas ni ha facilitado detalles adicionales al respecto, pero no es la primera vez que las autoridades golpistas realizan acusaciones de este tipo desde el golpe de estado del 3 de julio.
Hace apenas unos días las autoridades ya denunciaron una supuesta aprehensión de armas que los islamistas querían introducir en Egipto desde Sudán, aunque tampoco aportaron pruebas que lo corroboraran. Es difícil saber si estas acusaciones tan graves van en serio o son un acto más dentro de la guerra de propaganda que corre paralela a la lucha de poder que se vive en el país desde mucho antes del golpe.
Una pregunta inquietante es si la situación en Egipto se deteriorará rápidamente hasta caer fuera de todo control, llegándose a una guerra civil similar a la de Siria o Irak, y la respuesta dependerá tanto de la actitud que muestre el régimen como de la que muestren los islamistas a corto y medio plazo.
Una diferencia importante con respecto a Siria es que en Egipto todavía no se han involucrado otras potencias regionales que en Siria están financiando sin restricciones a los rebeldes con el apoyo tácito o expreso de las potencias occidentales.
En Egipto esas potencias guardan las formas de momento, aunque el hecho de que la administración Obama todavía no haya decidido si está delante de un "golpe de Estado", o que la responsable de la política exterior de la UE Catherine Ashton haya visitado recientemente El Cairo, muestran claramente de qué lado están las grandes democracias occidentales.
A todo esto hay que añadir que los islamistas, al menos los Hermanos Musulmanes, históricamente han repudiado la lucha armada. Esto ha sido así desde mediados de los sesenta, cuando fue ejecutado en la horca el gran ideólogo del grupo Sayyid Qutb acusado de participar en la preparación de un golpe contra Nasser.
Lo sorprendente es que en las últimas cuatro semanas apenas se han registrado un par de incidentes que podrían calificarse de "terroristas" con la explosión de artefactos rudimentarios. Puesto que si es verdad que la Hermandad abomina de la lucha armada, Egipto posee una larga y sangrienta tradición de grupúsculos islamistas más radicales que la han practicado sistemáticamente durante décadas.
Es extraño que estos grupúsculos no se hayan despertado todavía y no hay que descartar que lo hagan pronto. Si así ocurre es muy probable que el régimen militar se imponga durante mucho tiempo y que se vuelva a la situación que se vivió durante las tres décadas de Mubarak, aunque en realidad ya nos encontramos en un momento muy parecido.La comparación con Siria quizás no sea oportuna en los detalles, como tampoco lo es la que se puede establecer entre Siria e Irak, ahora bien, todos los indicadores que estamos viendo sugieren que en Egipto se puede consolidar una situación de violencia endémica, quizá distinta a la de Siria e Irak, con grave perjuicio para toda la región.
Importar la democracia
El principal responsable de la crisis egipcia es el departamento de Estado, un órgano que hace unos años fue tomado por visionarios neoconservadores que llevaron al Pentágono a la invasión de Irak prometiendo democracia en cuatro días. Desgraciadamente el plan sigue adelante al coste que sea. Irak se encuentra mucho peor que bajo la dictadura laica de Saddam Hussein en todos los aspectos y el coste que se ha pagado solo en vidas y éxodos es de magnitudes bíblicas.
Aunque los inquilinos de la Casa Blanca han cambiado, el presidente Obama ha mantenido la ideología neoconservadora en su aproximación a Oriente Próximo, y los últimos países que están pagando su aplicación son Siria y Egipto. Exportar la democracia a países donde hay un fuerte tendencia religiosa, fundamentalista, se ha revelado una tragedia aunque el departamento de Estado todavía no se haya dado por aludido.
El camino que ha tomado el nuevo régimen de Egipto conduce a una colisión frontal con los islamistas y en esta dirección apunta lo que ha ocurrido en las últimas horas en El Cairo y en otras ciudades del país, o la ofensiva judicial contra Mohammed Mursi, que muestra que el expresidente, al menos por ahora, no se pliega a las demandas del régimen y el régimen por su parte lo quiere encerrar en prisión por una larga temporada.
La democracia se aplica en dos etapas consecutivas, con la celebración de elecciones libres y con el respeto del ganador hacia los perdedores. La primera etapa concluyó con limpieza pero el sistema judicial mubarakista -justamente el que ahora manda, y seguramente no es casual- anuló la elecciones legislativas inmediatamente. En las presidenciales, el ganador, Mursi, fue hostigado desde el primer instante por liberales y mubarakistas y el golpe de estado fue una mera cuestión de tiempo.
Se ha de notar que la oposición ni siquiera permitió a Mursi aplicar un programa de gobierno islamista. Lisa y llanamente no se le dio la opción ni no se le permitió gobernar de ningún otro modo. El hostigamiento fue constante y diario, y Mursi fue depuesto sin haber comenzado las reformas de hondo calado que podrían haberse esperado de los Hermanos Musulmanes en el seno de las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad.
El nerviosismo y la desorientación del régimen salido del golpe del 3 de julio son patentes y hay una indicación muy significativa y reveladora en ese sentido: en apenas unos días el régimen, así lo han reconocido mandatarios egipcios, ha destruido el 80% de los túneles que conectaban la franja de Gaza con Egipto y que eran vitales para el abastecimiento de los palestinos de la franja, algo que por supuesto no había hecho Mursi pero tampoco Hosni Mubarak.
En medios políticos se considera que una decisión tan apresurada y firme como esta se orienta a satisfacer a Israel, un pequeño país que tiene mucho peso en Estados Unidos, con la intención de que Occidente adopte una actitud amistosa hacia los liberales, los mubarakistas y los militares que están detrás del golpe, como de hecho está ocurriendo. 
www.publico.es

Un estado palestino, ¿solución o realidad?

- Revista FP  Mientras los responsables de las negociaciones entre Netanyahu y Abbas se preparan para una farsa pública, esa oportunidad podría haberse acabado y sus cimientos haberse convertido en escombros.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y el presidente palestino Mahmoud Abbas, en un intento de diálogo de paz en 2010.

TEGUCIGALPA,Honduras

Nadie podría pensar que pudiera hacerse realidad que el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, consiguiera persuadir al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, para retomar las negociaciones de paz.
Es cuestión de tiempo que se pierda la esperanza depositada en la solución de los dos Estados. Durante una de sus muchas visitas a la región en los últimos meses, Kerry predijo que “dentro de dos años la posibilidad de una solución de dos Estados para israelíes y palestinos será historia”. Una afirmación repetida por el enviado del Cuarteto para Oriente Medio y ex primer ministro británico, Tony Blair, y por el expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en la Conferencia de Presidentes en Jerusalén en junio.
Pero mientras los responsables de las negociaciones entre Netanyahu y Abbas se preparan para una farsa pública, esa oportunidad podría haberse acabado hace mucho y sus cimientos haberse convertido en escombros, como atestiguan las miles de viviendas palestinas demolidas en Jerusalén y Cisjordania. Mientras los asentamientos se extienden sobre las colinas de la región a la que incluso Netanyahu se refiere como “Judea y Samaria” (el nombre bíblico de Cisjordania), la realidad ahora habla por sí misma.
LAS MEDIDAS. 
Un informe interno de los diplomáticos de la UE en la Autoridad Palestina (AP) filtrado en enero se refería a la construcción de asentamientos “como la mayor amenaza a la solución de los dos Estados.”
La Cisjordania palestina, incluyendo Jerusalén Este, actualmente alberga no solo a 2.35 millones de palestinos sino también a más de 500,000 colonos israelíes. Y el número sigue creciendo. Al mismo tiempo que Kerry se esfuerza por reiniciar las negociaciones de paz, llega la noticia de que las construcciones de asentamientos, que comenzaron durante el primer trimestre del año, han sido tres veces mayores que durante el mismo periodo del año pasado, según la organización israelí, Peace Now. El área disponible para un Estado palestino real disminuye por tanto día a día y la falta de poder de la Autoridad Palestina no hace sino volverse más evidente.
La AP, surgida como resultado del acuerdo de Oslo de 1995 con la intención de convertirse en una institución intermediaria, vio su poder limitado desde el principio. Controla plenamente solo un 18% de Cisjordania, principalmente el Área A, no tiene Ejército, una moneda o una economía independientes y no controla ninguna de sus fronteras.
TROPIEZOS EN EL CAMINO. 
Durante los últimos seis años la comunidad internacional se deshizo en elogios hacia el ex primer ministro palestino Salam Fayyad por su estrategia de construir un Estado. Pero ninguno de los nuevos edificios ministeriales de la capital política palestina, Ramala, le ha acercado un ápice a la consecución de un Estado palestino.
Además, los palestinos no tienen líderes legítimos para que negocien en su nombre. El presidente desde 2005, Abbas, hace mucho que perdió su legitimidad democrática. La fisura política que siguió a la no reconocida victoria de Hamás en las elecciones parlamentarias de 2006, que provocó el establecimiento de un Gobierno liderado por Hamás en Gaza desconectado de la Autoridad Palestina dominada por Al Fatah en Cisjordania, ha dejado al potencial Estado palestino fraccionado y sin liderazgo.
Aún así, Abbas y su homólogo israelí, el presidente Simón Peres, han levantado la totalidad de sus carreras en torno al proceso de paz sin muchos éxitos que poder mostrar tras décadas de trabajo. Peres, que recientemente celebró su 90 cumpleaños, ha afirmado que está determinado a contemplar la paz en lo que le queda de vida, aunque la actual constelación política lo hará improbable en los próximos cuatro años. Del mismo modo, Abbas se aferra tercamente a su demanda de una Palestina independiente mientras se va alejando cada vez más de su base política y fracasa en sus intentos de convencer a su pueblo.
En mayo, 20 altos funcionarios de la Organización para la Liberación de Palestina —varios de ellos importantes miembros del partido Al Fatah de Abbas— emitieron una declaración afirmando que la solución de los dos Estados no era realista y haciendo un llamamiento para lograr un único Estado democrático con igualdad de derechos. Mientras, la mitad de los palestinos todavía apoyan la solución de los dos Estados, según una encuesta de noviembre del Jerusalem Media and Communications Centre que además desveló un aumento de los partidarios de un Estado binacional, algo que se ha convertido también en la demanda de un creciente movimiento juvenil que está harto de los puestos de control y quiere derechos.
LA OTRA CARA...
 No obstante, aunque los altos funcionarios israelíes han dado también por muerta la solución de los dos Estados, existen pocos indicios de que una futura realidad de un único Estado diera a los políticos y jóvenes palestinos los mismos derechos y oportunidades que sus equivalentes israelíes. El ministro de Economía y líder del partido nacionalista de derechas Jewish Home, Naftali Bennett, ha sugerido una anexión del Área C de Cisjordania bajo control israelí, que constituye un 60% del área. Aunque esto ha sido posteriormente desautorizado por Netanyahu también el viceministro de Defensa, Danny Danon, del propio partido de Netanyahu, el Likud, afirmó que el actual Gobierno israelí bloqueará cualquier plan de dos Estados. De modo similar, después de que se produjeran los lanzamientos de cohetes desde la Franja al sur de Israel en junio, Avigdor Liberman, ex primer ministro de Exteriores y el más estrecho aliado de Netanyahu, dijo en la radio israelí que había llegado el momento de “conquistar” y “limpiar a fondo” Gaza.
Según la organización israelí de derechos humanos B’Tselem, el plan de Bennet no está lejos de la realidad. En un informe que analiza la política de asentamientos de Israel, afirmaba que el desplazamiento de los palestinos y la explotación de los recursos naturales para beneficio de los israelíes tienen como objetivo la creación de una “situación permanente en la que los asentamientos israelíes prosperen y la presencia palestina sea insignificante”. En otras palabras, declara que “las acciones de Israel han producido una anexión de facto del Área C y han creado circunstancias que influirán en el estatus final del área”.
Hace más de una década, en 2002, el arzobispo anglicano y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, comparó las políticas de Israel contra los palestinos con las del sistema de apartheid en Sudáfrica. Aunque esta etiqueta fue muy condenada por Israel, la situación de facto es de una discriminación y segregación generalizada. Dentro de Cisjordania hay vigentes diferentes sistemas legales —civil versus militar— para los israelíes y para los palestinos, así como un acceso desigual a los recursos y las infraestructuras públicas, como el agua, la electricidad, la tierra y las carreteras. Pero también dentro de Israel, el Legal Center for Arab Minority Rights in Israel precisa que existen más de 50 leyes discriminatorias que conceden a los palestinos con ciudadanía israelí un acceso no igualitario a la participación política, la vivienda, la educación, etcétera.
Lo que ha sido decisivo para que Netanyahu decidirá ceder ante las presiones de Kerry y retomar las negociaciones para la creación de dos Estados, es el temor que el primer ministro tiene a la creación de “un Estado binacional entre el Mediterráneo y el río Jordán que pondría en riesgo el futuro del Estado judío”. Pero como no quiso aceptar las demandas de Abbas de volver a las fronteras de 1967 y congelar la construcción de los asentamientos, son muy pocos los signos que muestran que podría haber resultados positivos. Así que la situación continúa en la misma dirección.
En la Conferencia de Presidentes, Bill Clinton afirmó que “no hay alternativa a un Estado palestino”. Además, las nuevas viviendas israelíes, carreteras, gasolineras, supermercados, zonas recreativas infantiles, parques y complejos militares dejan cada vez menos espacio para los palestinos en el área de lo que aspira a convertirse en “Palestina”.

http://www.elheraldo.hn

lunes, 29 de julio de 2013

El testimonio de Jorge García Granados, de la comisión de la ONU

El establecimiento de Israel en Palestina. 1948
Un momento crucial en el conflicto palestino-israelí gira alrededor del fin de la guerra mundial en que el nazismo se ensañó particularmente con los judíos, y la recién creada ONU “hereda el problema palestino” de la Sociedad de las Naciones que le había cedido, −mediante un acuerdo entre bambalinas suscrito por Francia e Inglaterra− ese territorio a Inglaterra. Para entonces, en 1947, la presión sionista sobre la armadura colonial británica era insoportable (y la presión sobre la sociedad árabe también, pero venía de mucho antes, arrebatando tierras y funciones).
De esa época proviene el informe de Jorge García Granados Así nació Israel, sobre la labor de la comisión de la ONU para dilucidar la situación en Palestina. Representante guatemalteco del muy reciente gobierno de Juan Arévalo (elegido en 1944) tras salir el país de la noche dictatorial de Francisco Ubico, para algunos historiadores, la peor de las abundantes dictaduras americanas del siglo XX.
Para revelar la mentalidad del autor en que nos vamos introduciendo, veamos como describe el mismo García Granados (en adelante JGG) la “entrada” y “salida” de Ubico: “En 1931 el general Ubico fue elegido presidente de Guatemala bajo los auspicios del Sheldon Whitehouse, ministro de EE.UU. en nuestro país. Fue éste unos de los últimos [sic] ejemplos de intervención abierta del Dpto. de Estado de EE.UU. en los asuntos de Latinoamérica, sistema abandonado[sic] cuando Franklin D. Roosevelt inició su política de Buena Vecindad.” Nos habría gustado conocer la opinión de JGG cuando apenas pocos años después, en 1954, la cruzada de Carlos Castillo Armas, una mezcla de paramilitar y grupo de tareas enviado por EE.UU. arrasara con toda la sociedad guatemalteca.
La lectura del libro de JGG es muy ilustrativa: constituye una radiografía, a nuestros ojos, ya entrados al siglo XXI, de cómo y qué se veía de las fuerzas en pugna, de las corrientes presentes entonces, de las ideas-fuerza patentes o latentes, o mejor dicho que eran latentes entonces y se han patentizado tanto después.
Tal vez el divorcio más patente entre la realidad entonces ya muy presente y la percepción que al parecer dominó sin excepciones a la comisión de la ONU designada para atender (y “resolver”) la cuestión palestino-israelí, [1]constituida por delegados de once estados miembros de la ONU (con una sobrerrepresentación de americanos y europeos en desmedro de africanos, asiáticos y del mundo árabe), sea la falta total de percepción de la diferencia conceptual entre sionismo y judería o judeidad. O judaísmo.
Se puede entender que esta comisión no haya percibido tres entidades hoy en día, siglo XXI, claramente diferenciables como la condición de judío, la de israelí y la de sionista (con todas las diferencias y tonalidades que puedan entreverse en el seno mismo de tales denominaciones y conceptos). Pero lo que llama la atención es que a mediados del s. XX una comisión dedicada a tiempo completo al abordaje de la cuestión palestina no tenga ni siquiera dos renglones para diferenciar, conceptualmente, sionismo y judeidad.
Diferencia que se venía acentuando desde el mismísimo siglo XIX.
Puede haber un atenuante en la circunstancia histórica en que le tocó actuar a esta comisión: inmediatamente después de la persecución atroz y asesina que el nazismo había encarado contra los judíos (junto con tantos otros sectores o comunidades humanas que no se incluían en el pesadillesco sueño “socialista nacional” de Hitler y sus seguidores). Los judíos europeos sobrevivientes eran primordialmente víctimas o víctimas potenciales de los planes nazis.
Ello podría haber llevado a algunos a atender primordialmente el apoyo a las víctimas. Pero hay dos aspectos que desmienten esta visión primaria y elemental. 1º.) que la ONU no nombró comisión alguna para atender a las víctimas eslavas o a los gitanos, o a los homosexuales o a los comunistas o a los anarquistas, todos ellos asimismo perseguidos por el nazismo. Y 2º.) –lo veremos más adelante− que el acento de la acción no estuvo en la atención a las víctimas.
¿Cuál fue entonces, la actividad principal que deberá atender esta comisión? A mi modo de ver, el proyecto sionista de ocupación de “sus” tierras bíblicas. Usando la Biblia como certificado notarial de propiedad. El sionismo tomó bajo su responsabilidad llevar adelante esa presunta entrega inmobiliaria que “su” dios le habría hecho a su pueblo elegido –el judío– y a partir de ese “mandato”, ir adueñándose de esa tierra. Como la cesión inmobiliaria desde lo celestial no resultaba muy nítida o concreta, fueron sionistas los que organizaron compras de tierra, para ir acumulando un fondo nacional de tierras judío. El expediente inicial fue bastante sencillo: como en casi todo el mundo, los campesinos propiamente dichos no tenían títulos pertenecientes al mundo jurídico. Apenas contaban con tenencias “de hecho”, a veces centenarias. Como sucede en los cinco continentes. Sin embargo, el mundo jurídico, en este caso el universo colonial (turco primero, inglés después) contaba con los títulos de propiedad correspondientes alojados en catastros y carpetas correspondientes a “los ricos”.
Los sionistas, que contaban con fondos limitados pero abundantes, a menudo provistos por banqueros judíos pro-sionistas, se apersonaban ante las respectivas autoridades y procuraban “cerrar” negocio con el propietario legal, generalmente ausente, que sin problema entregaba tierras que no usaba y a veces ni conocía, y se embolsaba unas cuantas libras esterlinas, que mejoraban sin duda su disponibilidad.
Quedaba “el detalle” de los campesinos que efectivamente labraban la tierra y extraían de ella su sustento. Para eso, los sionistas, a veces de orientación “socialista y de izquierda”, contaban con la labor de limpieza de la policía turca en un primer momento y luego de 1917, de la inglesa, que procedían a despejar el terreno recién vendido, expulsando a sus campesinos ancestrales.
Éste fue el primer mecanismo mediante el cual el sionismo y su Administración Nacional de Tierras fue creando su fondo, para luego ir emplazando sus kibutzim y sus moshavim. De más está decir, que con el tiempo, este sistema de obtención sionista de tierras (por más apoyo o respaldo divino que invocara) fue levantando resistencia en las poblaciones despojadas.

La comisión de la ONU… ¿o de EE.UU.?
Nos parece importante una precisión geopolítica previa, que nos ubique entonces: estamos hablando del corto período de absoluto dominio estadounidense en el mundo entero; el segundo quinquenio de los ’40, cuando ya no tenían peso los imperios de otrora; Japón, Alemania, destrozados, y los del Reino Unido y Francia exhaustos. Y la URSS iniciará su papel de contrapotencia a principios de los ’50 con su bomba de hidrógeno equiparable a la de los norteamericanos… quebrando ese corto unicato estadounidense… (que EE.UU. retomará precisamente a fines de los ’80, con el colapso soviético).
No es de extrañar entonces que la comisión estuviera manifiestamente atenta a los comportamientos de las autoridades de EE.UU. Dentro de la ONU, era evidente su peso decisivo y principal.
La comisión con una composición casi euroamericana no tuvo ojos para situarse históricamente. Actuaba ante la comunidad judía y el universo árabe como si su historia hubiese comenzado en la década del ’40 (con “la solución final” de los nazis y la participación pro-Eje del muftí jerosomilitano [juez supremo] Sayyed Husseini. [2]
Repasando la integración de la comisión pro-Palestina, podría uno tender a ver diversidad en su composición. Aunque nueve de las once representaciones son americanas y europeas, podríamos destacar las muy marcadas excepciones de India e Irán, estados que conocemos hoy como de considerable peso… pero tenemos que situarnos históricamente. En 1947, la India acababa de concretar su independencia, meses antes, del British Empire, y de sufrir una división política decidida desde los mandantes coloniales entre lo hindú y lo musulmán (India y Pakistán, respectivamente: una división que se iba a revelar insuficiente e imprecisa, como el conflicto, todavía presente, de Cachemira, lo visualiza).
Irán, por su parte, había ido sufriendo recortes territoriales a favor de nuevas entidades políticas o coloniales (como el actual Irak), quedando virtualmente ocupado durante la segunda guerra mundial por rusos e ingleses, para asegurarse la neutralidad de “Persia”. La dinastía Pahlevi (instaurada en 1925) recupera al fin de la segunda guerra mundial el gobierno, que se irá haciendo temblequeante a partir de 1949, por la lucha popular para retener el petróleo como bien propio contra la Anglo-Iranian Oil Co. El gobierno iraní que designara a los enviados a esta comisión será el que cederá ante la enorme popularidad de Mohammed Mossadegh, ministro nacionalista, que finalmente pondrá en fuga al Sha, un occidentalista “modernizador”. Ante el empuje nacionalista de la población, el gobierno de EE.UU. desplegará apenas seis años más tarde −1953− un golpe de estado en toda la regla a cargo de tropas propias que repondrán al sha títere y suprimirá el gabinete nacionalista de Mossadegh quien deberá hacer abjuración pública de sus convicciones.
Podríamos decir que la comisión especial de la ONU para Palestina, que creíamos integrada por europeos, americanos (y no americans), asiáticos y oceánicos, plural aunque sin africanos, ofrece una diversidad más aparente que real… porque reconocemos la presencia o la influencia de EE.UU. en poco menos que todas las representaciones “nacionales”…

Lo que se manifiesta por su ausencia
La “prueba del nueve” de esta presencia subyacente es precisamente su ausencia manifiesta. Si es sorprendente recorrer las más de trescientas páginas del libro de GCC sin encontrar ni una sola distinción conceptual entre lo sionista y lo judío, inclinándose cada vez más acentuadamente por el advenimiento de una sociedad judía, en rigor sionista (y el estado consiguiente), hay otra ausencia, similar, pero todavía más pesante: a lo largo de todo el libro no hay una línea referida al Biltmore Program, la conferencia sionista internacional de 1942, habida en Nueva York, con representantes de casi una veintena de países, y que es el encuentro que establecerá “la línea” de acción del sionismo (todavía vigente hoy), que desechará como actividad principal la del rescate ante las atroces persecuciones que se vivían en los países en guerra ¡en esos mismos momentos! y pondrá el acento en la conquista, colonización y entronizamiento de una entidad, un estado sionista en Palestina.
Reparemos que estamos en mayo de 1942, cuando todavía los “analistas” atribuían a los nazis favoritismo en la contienda (algo totalmente insensato, puesto que la relación material entre el Eje comandado por los nazis y “Los Aliados” era de uno a seis), además de que los nazis se habían introducido en el pantanal ruso-soviético y que EE.UU. acababa de ingresar a la guerra, aliándose a Los Aliados. Era el momento también en que la máquina de muerte y exterminio de “La solución final” nazi acababa de ponerse a toda marcha…
Todavía en 1942 había estimaciones, que se iban a revelar miopes, de que los judíos podían ser perseguidos por los nazis afectando a una cuarta parte de sus poblaciones (la posguerra revelará que en algunos países el extermino fue muchísimo mayor…. en Letonia, donde se considera que hubo el mayor, quedarán, según algunos investigadores, apenas 215 judíos sobrevivientes). [3]
El congreso sionista de Biltmore fue decisivo en muchísimos aspectos porque la política sionista tomó un nuevo giro e impulso: por lo pronto, la cúpula sionista abandonó la protección británica que venía al menos desde 1917 (en rigor, desde sus propios orígenes, a fines del s. XIX) y decidió hacerse de un nuevo protector; con mucha perspicacia los sionistas reunidos en Nueva York avizoraron en EE.UU. al nuevo “patrón de la vereda” y esto se observa hasta en el lenguaje de las deliberaciones, en que se invoca “su devoción inequívoca a la causa de la libertad democrática y la justicia internacional”, integrar “la estructura de un nuevo mundo democrático”… ¿cuántas veces vamos a escuchar desde 1945 en adelante ese lenguaje, esos adjetivos, como “el santo y seña” del “mundo libre”?
En Biltmore, hubo, empero, debates. Incluso entre sionistas, y probablemente por la presencia de judíos no sionistas, surgieron voces que procuraron anteponer la solidaridad concreta encarnada en una política de rescate de los perseguidos entonces antes que en la edificación del estado “judío”. Absolutamente en minoría, tales participantes se vieron forzados a abandonar el encuentro.
Construir el estado. En terreno ajeno, pero bíblicamente “propio”. Y cambiar de padrino. Algo que se expresará en el cambio de “referentes” para el movimiento sionista mundial, del probritánico Chaim Weizmann al pro-yanqui David Ben Gurion…
Esto es lo que no aparece en todo el trabajo de JGG. Ni una palabra. Ya no del alcance verdadero de las designaciones de los miembros de la comisión ni del sentido geopolítico de sus posiciones, sino de la existencia misma de un congreso fundante como el de Biltmore. Es tanta ausencia la que revela su importancia, precisamente.

El eurocentrismo que no se ve a sí mismo
Los comisionados ruedan por el territorio violentado de Palestina. Y tienen ojos para ver las “tecno-maravillas” que la inmigración europea, con fondos más que considerables, ha hecho aquí y allá. Los ojos “europeos” se solazan con las imágenes europeas en la “bárbara Asia”, como dijera alguna vez Theodor Herzl…
JGG, guatemalteco, no se identificaba con la rancia oligarquía criolla y despótica sino con el progresismo latinoamericanista de Juan Arévalo, bueno es recordarlo.
En un pasaje de su obra, JGG se plantea la cuestión de los derechos a la tierra palestina. Y afirma: “Los árabes sostenían que Palestina fue cedida a la parte interesada: la población del país, para ellos. Pero el artículo 1 del Tratado de Lausana establecía la renuncia de los turcos a todos sus derechos. No existe ninguna referencia que sugiera la cesión a favor de los habitantes ni en parte alguna se establece que ellos son la parte interesada ni se especifica tampoco quién es la parte interesada. Si buscamos una interpretación en los principios generales del derecho internacional, nos hallamos con que sólo los estados soberanos pueden ser sujetos en el derecho internacional. Los individuos y los pueblos que no gozan del estatuto legal de gobierno soberano solo pueden ser objetos del derecho internacional […].
A mi modo de ver era inconcebible que en el caso de Palestina pudiera aceptarse la interpretación propuesta por los estados árabes. Todos los otros territorios que habían pertenecido a Turquía, y a los cuales se refiere el Tratado de Lausana, fueron repartidos entre los vencedores sin consultar a los respectivos pueblos.”
Se ve claramente la mirada latinoamericana de JGG. Lo que ve y reconoce como lo obvio, es lo que ha hecho el asentamiento hispano (y el luso y el anglo…) en Abya Yala / América: disponer de fronteras y crear entidades estatales con total prescindencia de la preexistencia de reinos, límites y pueblos. Por eso los mapuches fueron repartidos entre Argentina y Chile, los aymaras y los quechuas, ellos mismos entrelazados territorialmente, fueron a su vez fragmentados entre Bolivia, Perú, Argentina, y así sucesivamente.
La pregunta que podríamos hacernos a la luz de toda la peripecia del asentamiento sionista en Palestina y el inmisericorde comportamiento del Estado de Israel contra los natives, es si no era acaso más sensato y actual el reclamo de “los estados árabes” por consultar a la población “originaria”, es decir, milenariamente establecida en el país. Y más democrático…
El antiimperialismo de JGG como el de tantos progresistas latinoamericanos del s. XX, pasaba por el rechazo al colonialismo británico, aunque no alcanzaban a divisar imperialismo alguno en la política de Buena Vecindad, por ejemplo. Por ello juzga JGG la decisión británica de El Libro Blanco [de 1939], que intentaba frenar la “invasión” sionista a Palestina, como lo que “derribó la ‘piedra angular de la cooperación’ entre los judíos y el gobierno [británico]”.
JGG nos está explicitando la fuerte connivencia entre los británicos y los sionistas… hasta 1939. Sabía de qué hablaba.
Aunque en todo su alegato tampoco figura lo que muchos consideran la primera intifada, un levantamiento civil palestino, una suerte de huelga con disturbios callejeros y violencia que constituye un vastísimo rechazo, terminante, al despojo de su país por parte del sionismo, un estado cuasiinsurreccional, que duró desde 1936 hasta 1939 y que terminó mediante una represión brutal y despiadada de británicos y sionistas sobre palestinos (la violencia funcionó por carriles muy claros, preestablecidos: árabes mataban británicos, árabes mataban judíos, judíos mataban árabes, británicos mataban árabes, judíos y británicos jamás se tocaron un pelo; al contrario. No sólo judíos sionistas actuaban dentro de las fuerzas militares británicas para ahogar la resistencia sino que los servicios de seguridad secretos sionistas −el embrión del actual MOSSAD− y los respectivos servicios británicos coordinaron sus acciones represivas para ahogar en sangre la rebelión. Actuaban de consuno contra “el populacho”, contra The Great Beast, como designaban los Padres Fundadores de EE.UU. a la población cualquiera… [4]
El Libro Blanco derriba esa alianza, verdaderamente colonialista, tan vigente hasta prácticamente entonces… al sionismo ya no le interesa un protector gastado y con ideas propias sobre cómo asentar un Hogar Judío en Palestina, porque se siente con fuerzas suficientes para organizarse e instalarse por sí mismo y en todo caso elegir (y de algún modo, configurar) padrino.
Los nazis le brindarán, por las vueltas de la historia, un enorme empujón al sionismo, brindando mano de obra al nuevo emprendimiento. Porque el sionismo y los acuerdos del Biltmore Program no aceptaron poner el rescate como acción principal de las organizaciones sionistas pero sí, organizarán la recepción de jóvenes judíos que serán más fácilmente adaptables al proyecto, al provenir del mundo de miseria y persecución que se había descargado sobre las comunidades judías europeo-orientales.
Salvo excepciones como Israel Shahak [5] que adolescente se embarca huyendo de Europa hacia Israel y que −confiesa− que ya antes de desembarcar había roto con el sionismo al ver el estilo militar y verticalista con que la dirección sionista acarreaba judíos, el sionismo cosechará una enorme masa de maniobra, fuerza de trabajo e intelectuales orgánicos de entre los sufridos jóvenes judíos europeos desarraigados por la guerra y el nazismo.
Los polvos que sembrara la Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina serán los lodos del presente. Aquella ceguera o subalternización de los derechos de los habitantes históricos, de los seres humanos concretos que vivían la tierra palestina, permitió un nuevo experimento colonialista y racista cuando ya los últimos bastiones estructurados sobre semejantes principios estaban despeñándose en el mundo entero.
David Ben Gurion defenderá tanto la construcción ideológica de la estructura sionista y el estado correspondiente que llegará a sostener que más vale salvar un 50% de jóvenes que estén en condiciones de construir el Estado de Israel y no un 100% de judíos en estado de necesidad. El sionismo revela con tales “cuentas” que no es un humanismo. Y lo vemos día a día por cómo tratan a los natives. Hay un desprecio muy marcado que se permiten quienes se sienten investidos de algo superior, sea la raza, el mandato de un dios o una tarea que trasciende a los seres concretos con que uno “tropieza”…
El trabajo de JGG será editado en Buenos Aires por la Biblioteca Oriente. Llamativamente, se trata de una “traducción directa del inglés”. Un peculiar puente idiomático para quien, como Jorge García Granados, tiene el castellano como idioma materno.
Quede para otra oportunidad el análisis más circunstanciado de las expectativas y afirmaciones presuntamente objetivas, con sus aciertos y múltiples equivocaciones.

Notas
[1] La comisión designada, “Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina”, con mandato para su tarea entre el 13 de mayo de 1947 y el 14 de mayo de 1948, estuvo compuesta por delegaciones nacionales (titulares, suplentes y asesores) de: Australia, Canadá, Checoeslovaquia, Guatemala, Holanda, India, Irán, Perú, Suecia, Uruguay y Yugoeslavia.
[2] Es muy interesante advertir como en toda historia sobre lo palestino, durante la II Guerra Mundial aparece tan a menudo la simpatía de este religioso palestino por los nazis. Bueno es recordar que dicho muftí parece haberse dejado llevar por la muy habitual costumbre de considerar amigos a los enemigos de mis enemigos. Falaz situación, si las hay. El muftí, empeñado en una lucha anticolonial, se dejó seducir por el enfrentamiento que llevaba adelante la Alemania nazi con la “pérfida Albion”.
Sin embargo, es muy inhabitual tomar en cuenta “los amoríos” ideológicos vividos por el sionismo con el nazismo, en la etapa temprana de este último (durante buena parte de la década del ’30). Estas coincidencias se pretendían de mayor raigambre ideológica que la mera táctica de hacerse amigo del enemigo de mi enemigo, puesto que los sionistas procuraron persuadir a la dirección nazi que albergaban similares expectativas, la de vivir separados y para sí, tanto de arios como de judíos (durante el período en que el nazismo preconizaba la separación de pueblos y que llegó hasta la guetizacion…). Estos contactos tuvieron tanta importancia como para que Adolf Eichmann, por ejemplo, se dedicara a aprender hebreo…
[3] Se estima en decenas de miles los judíos en Letonia entonces, pero otras estadísticas dan como sobrevivientes unos 20 000. Ambos guarismos revelan el exterminio, aunque los porcentajes son tan diferentes.
[4] Noam Chomsky, “Imperial Presidency: Strategies to control the Great Beast”, , 9 feb. 2005. En castellano “Presidencia imperial: estrategias para el control de la ‘Gran Bestia’”, futuros, no 9, Río de la Plata, invierno 2005.
[5] “Israel armó las dictaduras de América Latina” en El Estado de Israel armó las dictaduras en América Latina, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2007.

El nacionalismo de los militares y la lucha nacional antimperialista

Guillermo Almeyra
La jornada

En los ejércitos de los países dependientes la resistencia contra el imperialismo y las condiciones sociales hacen aparecer los Marco Antonio Yon Sosa, oficial guatemalteco formado en la Escuela Antiguerrillera de las Américas que dirigió la guerrilla del M19; los Juan José Torres, general que tras reprimir en Bolivia la guerrilla del Che se apoyó en los obreros y campesinos; los Juan Velasco Alvarado, general peruano que aplastó la sublevación indígena en el Cusco y la guerrilla del MIR pero acabó con el poder de los terratenientes, o los militares que se alzaron contra Fulgencio Batista simultáneamente a Fidel Castro. Por supuesto, en algunos ejércitos, como el mexicano, por cada general Gallardo hay mil soldados y cuadros de base que se van con Los Zetas y decenas de generales que se integran al narcotráfico, y en otros, como el colombiano, el chileno o el argentino, esos militares nacionalistas deben buscarse con lupa en la fase actual, ya que las ovejas negras son sólo una expresión del peso relativo de la sociedad sobre las estructuras represivas, y ahí donde la sociedad es aún conservadora o está desorganizada, predomina aplastantemente el peso de las instituciones estatales y no hay margen para esas desviaciones positivas.
En Egipto, muchos observadores destacan que los militares gozan de privilegios como casta, han sido armados y entrenados durante años –desde el derrumbe de la Unión Soviética– por Washington, y son la base de un establishmentque tiene dos fuentes de financiamiento, ambas reaccionarias en grado sumo: Estados Unidos y las monarquías del Golfo. Eso es cierto, pero es una fotografía de una sola cara del problema ya que olvida nada menos que la historia egipcia desde el siglo XVIII, con sus gobernantes nacionalistas y desarrollistas como Mohammed Ali, y después con los militares nacionalistas como Gamal Abdel Nasser, que combatieron varias guerras contra Israel, país que sigue siendo una amenaza intolerable para los egipcios y el mundo árabe y, sobre todo, es el principal aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente.
El enemigo constante de los militares egipcios es Israel y no el pueblo egipcio ni el radicalismo político en el mundo árabe, y el apoyo estadunidense es apenas tolerado pero nada popular. Por eso el sector castrense está dividido, incluso en el alto mando, entre el deseo de conservar el poder y sus privilegios y, por otro lado, el nacionalismo conservador y la voluntad independentista. En cuanto a las fuerzas armadas en su totalidad, están divididas también transversalmente por el origen popular de sus numerosos efectivos entre los soldados y los suboficiales y oficiales de baja graduación (entre los cuales hay aún nasseristas) y, del otro lado, un pequeño sector de altos mandos corruptos y ligados a Washington y a las monarquías árabes. Las vacilaciones políticas del alto mando se explican pues, en gran parte, por la inseguridad de su base política y social.
Esos altos mandos mal toleran que Qatar quiera imponer con su dinero un gobierno de la reaccionaria y fundamentalista Hermandad Musulmana –que en el pasado realizó atentados mortales contra representantes del ejército– y dividir la sociedad egipcia cuya unidad el ejército pretender preservar (pues incluso entre los oficiales hay muchos cristianos coptos, ya que buena parte de la burguesía egipcia de El Cairo y de Alejandría también es copta). Bajo el impulso de los progresistas reformistas, de los liberales, de los sindicatos, de los nacionalistas, los militares ven, por tanto, como enemigo principal de la modernización del país y de la ola democrática que barre a todos los países de la región al salafismo, al fundamentalismo conservador, y no todavía a una débil izquierda socialista o a los consejos obreros que aparecen en todas las ciudades industriales pero que son fenómenos aún aislados. De ahí que, ante la utilización por la Hermandad Musulmana de las mezquitas y las plegarias de los viernes, esos militares llamen ahora a realizar el viernes mismo una gran manifestación política laica, democrática y reivindicativa, que sin duda llevará a un choque con los salafistas en las principales ciudades.
El apoyo al ex presidente Mursi en el interior y sobre todo en las zonas rurales ha disminuido y, por tanto, hay que excluir que la Hermandad Musulmana pueda derribar al gobierno militar con sus movilizaciones. Un conflicto directo, en las calles, llevaría más bien a una radicalización del laicismo e igualmente del nacionalismo conservador antimperialista del alto mando. También, en la acción callejera, desembocaría en una radicalización del genuino espíritu democrático y antimperialista de la multitud en lucha, la cual hasta ahora ha aceptado de mala gana ser representada por los liberales, como El Baradei, o por los militares. Los sectores populares, en la dinámica actual, podrían ser llevados de este modo a lograr una mayor independencia del ejército y a presentar reivindicaciones económicas para hacer frente a la crisis, la carestía y el desempleo, chocando así con Arabia Saudita y los Emiratos o con Estados Unidos, que sostienen hoy a los militares.
Ese proceso se sabe cómo puede comenzar pero no cómo puede terminar, ya que el cierre de las billeteras del imperialismo y de las monarquías abriría una espiral de medidas económicas y políticas de retorsión, en parte arrancadas por las masas movilizadas, en parte decididas por los nacionalistas laicos y republicanos en uniforme. Si Mohammed Ali, en el pasado, buscó, a lo Juárez, colocar las tierras en el mercado para modernizar el país con la técnica extranjera; si Nasser intentó, como Perón, una política nacionalista desarrollista burguesa apoyándose en la entonces Unión Soviética, hoy el único apoyo para el cambio es la radicalidad del movimiento de masas. El proceso de cambio tiene hoy una dinámica anticapitalista y antimperialista.

Vuelven las negociaciones entre Palestina e Israel

Vuelven las negociaciones entre Palestina e Israel
Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, esta semana se reanudarán después de tres años las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes. La promesa de liberación de 104 presos palestinos habría destrabado la negociación.

El 19 de julio durante su visita a Jordania, el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, anunció que Israel y Palestina reanudarían los diálogos de paz. Las negociaciones directas entre ambas partes están totalmente interrumpidas desde septiembre de 2010, luego que Israel decidiera reanudar la construcción de asentamientos en territorios palestinos.
Un comunicado el Departamento de Estado estadounidense señaló que "el secretario de Estado John Kerry habló con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, y con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y les invitó a enviar a sus equipos negociadores para retomar formalmente las negociaciones directas” en Washington. El texto continúa diciendo: “Las primeras reuniones están previstas para la tarde del lunes 29 de julio y el martes 30 de julio”.
En ese marco el Gabinete de ministros de Israel aprobó la decisión del primer ministro, Benjamín Netanyahu, de liberar a 104 prisioneros palestinos que permanecen bajo custodia por más de 20 años, con el fin de facilitar el diálogo entre las dos partes. La liberación de los presos, condenados por cargos de terrorismo y participación en el homicidio de israelíes, es una de las condiciones demandadas por Palestina para la reanudación de las conversaciones directas.
Además, los palestinos plantean que se termine con la construcción de asentamientos en sus territorios y se negocie la paz sobre la base de las fronteras previas a la ocupación israelí de 1967. Es decir que la Autoridad Nacional Palestina reclama, como mínimo, los territorios que se le asignaron en el marco de los acuerdos de Oslo de 1993 que incluyen Cisjordania y la Franja de Gaza.
Respecto a la liberación de los presos Netanyahu sostuvo en un comunicado que acordó “la liberación de 104 palestinos, pero será posible después del inicio de las negociaciones y solo a condición de que se garantice la seguridad de los ciudadanos israelíes y de nuestros intereses nacionales vitales”.
Esta decisión, sin embargo, recibió el rechazo del partido nacionalista israelí Bayit Yehudi. El líder de la organización y ministro de Economía del gabinete de Netanyahu, Naftali Bennett, afirmó recientemente que “los terroristas merecen ser asesinados y no puestos en libertad”.
De la vereda de enfrente el jefe negociador palestino, Saeb Erekat, celebró la decisión del gobierno israelí, pero remarcó la demora por parte de Israel respecto a este tema. “Damos la bienvenida a esta decisión 14 años más tarde”, señaló en un comunicado de prensa.
Erekat se refirió así al memorando firmado en Sharm El Sheik, Egipto, el 4 de septiembre de 1999 por los entonces primer ministro israelí, Ehud Barak, y líder palestino, Yaser Arafat, en el que se acordó la liberación en etapas de todos los presos detenidos antes de mayo de 1994. El acuerdo establecía que 350 presos serían liberados en cada etapa, pero sólo se cumplió la primera, ese mismo año.
Si hay acuerdo, hay referéndum y si hay negociación, hay protestas
Además de la liberación de los presos, el gabinete israelí resolvió este domingo que cualquier acuerdo de paz con los palestinos será sometido a referendo popular. Para que esta resolución quede firme todavía debe pasar por el Parlamento pero se estima que será aprobada.
El anuncio señala que es importante que en decisiones históricas de esa magnitud “todos los ciudadanos deben votar de manera directa”.
Mientras estas noticias salían a la luz en Ramallah, Cisjordania, cientos de personas chocaron con la policía durante protestas contra el reinicio de las negociaciones. Durante la manifestación, convocada por el Frente Popular para la Liberación de Palestina, varias personas resultaron heridas cuando la policía les impidió llegar a la Mukata, la sede del gobierno palestino.
Por su parte en Jerusalén, miembros de entidades de extrema derecha organizaron una concentración frente a la sede del gobierno israelí en protesta contra la excarcelación de los presos palestinos.