martes, 28 de octubre de 2014

Siria, ambivalencia turca




En medio de la perpetua evolución de los tantos virajes en las políticas y las alianzas geopolíticas de varios países de Medio Oriente, uno solía al menos estar seguro de cuáles eran los objetivos de los actores principales, tanto en la región como en el mundo exterior.Esto ya no es cierto en la Siria de hoy. La política siria actual está formada por una triada: quienes respaldan al régimen de Bashar Assad, los que apoyan el califato que se autodenomina Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés) y los así llamados grupos islámicos moderados que reivindican luchar contra los otros dos grupos. Las luchas triádicas son notoriamente difíciles de analizar y predecir porque las triadas tienen la casi fatal suerte de reducirse, en un plazo relativamente corto, a una lucha de dos bandos más claros. Sin embargo, en este caso muchos de los actores centrales en la región y más allá presentan una gran ambivalencia acerca de qué es lo que quieren. Muchos de ellos prefieren mantener la triada si pueden, y temen ser forzados a escoger a qué lado de la diada le otorgan prioridad. Esta ambivalencia es particularmente cierta en Turquía, aunque también es así en Arabia Saudita y Estados Unidos.
Turquía comparte una larga frontera con Siria. Ha sido gobernada durante algún tiempo ya por el AKP (el Partido de la Justicia y el Desarrollo), partido islámico que busca proyectarse como entidad orientada a los valores y las prácticas islámicas, pero sin dejar de ser tolerante con otras perspectivas y compromisos. Comenzó su gobierno con una anunciada política exterior de mantener sus vínculos con el mundo occidental (como miembro de la OTAN) y ser un país deseoso de ingresar a la Unión Europea, al tiempo de intentar restaurar el papel de Turquía como potencia importante en Medio Oriente, una que pudiera mantener buenas relaciones con todos los otros países de la región.
Cuando la guerra civil llegó a Siria, Turquía ofreció sus servicios como mediador. En el proceso, en algún punto, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, pensó que el presidente de Siria, Bashar Assad, le había mentido. Profundamente afrentado, de ser un mediador se transformó en uno de los principales proponentes de un cambio en el régimen sirio.
Turquía tiene una minoría kurda muy grande, a la que sucesivos gobiernos le han negado reconocimiento, autonomía y derechos lingüísticos. Desde el establecimiento de la república turca, hace más de 90 años, los gobiernos turcos han reaccionado a las demandas kurdas con total supresión, aun negando, algunos, que exista algo así como un grupo que son los kurdos. Hace unos 30 años un movimiento kurdo, militante marxista-leninista, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (o PKK, por sus siglas en kurdo), intentó alcanzar los objetivos kurdos por la vía armada. El líder del movimiento, Abdullah Ocalan, fue capturado y sentenciado a cadena perpetua.
Hace unos cuantos años el actual régimen turco cambió su curso y sorprendió al mundo al entrar en negociaciones con el PKK buscando alcanzar un arreglo de compromiso. Por su parte, el PKK indicó que ya no era un movimiento marxista-leninista y que estaba listo para contemplar la idea de un régimen de autonomía como objetivo en lugar de la independencia para la región kurda. Estas discusiones han sido difíciles, pero siguen su curso y parecieran prometedoras.
La guerra civil siria le dio la vuelta a la situación interna en Turquía. Las fuerzas del califato (el llamado IS) se expandieron considerablemente en el norte de Siria y han estado buscando controlar el lado sirio de su frontera con Turquía. Aquí, de hecho, se encuentra una región poblada por kurdos sirios. Su movimiento principal, el PYD (Partido de la Unión Democrática) ha sido el principal blanco del ataque del IS, así como la principal fuerza en la zona que resiste el avance del IS. Al momento el IS continúa con su ataque de Kobani, la capital de facto de la región kurda en Siria.
El movimiento de los kurdos sirios guarda relación cercana con el movimiento kurdo en Turquía, el PKK. Cuando Estados Unidos anunció su política de crear una coalición de fuerzas para pelear contra las fuerzas del IS y al utilizar sus aeroplanos para impulsar el avance, Turquía se encontró de inmediato bajo considerable presión por Estados Unidos para unirse a la lucha. En particular, los kurdos a ambos lados de la frontera y Estados Unidos han llamado a la apertura de las fronteras turcas en ambos sentidos: permitir que entren a Turquía para encontrar un refugio seguro los kurdos sirios que se encuentran amenazados (en Kobani y otras partes) por las fuerzas del IS, pero también permitir que los kurdos de Turquía ayuden militarmente a los kurdos de Siria.
Turquía ha sido muy renuente a acceder a cualquiera de estas peticiones. El presidente Erdogan declaró que, desde el punto de vista de Turquía, tanto el IS como el movimiento kurdo turco, el PKK, eran movimientos terroristas por igual, y que Turquía no veía razón alguna para abrir su frontera en esta forma. Ésta es una posición extraña, dado que el gobierno turco ha estado negociando por algún tiempo con el PKK pese a etiquetarlo como movimiento terrorista. Los movimientos kurdos, el PKK y el PYD, no pueden de ninguna manera ser equiparados con el IS, el cual persigue una campaña militar muy agresiva contra todos y cada uno.
Así, ¿qué le está diciendo Turquía al mundo? El gobierno ha argumentado que luchar contra el IS fortalecerá a Bashar Assad. Esto es probablemente cierto. Pero aquí es donde yace la opción de Turquía y su ambivalencia. El gobierno turco exige a Estados Unidos la promesa de no apartarse de continuar la lucha contra el régimen de Assad y –en particular– que establezca ahora una zona de vuelos prohibidos sobre la frontera. Estados Unidos argumenta que esto es imposible de hacer sin tropas en el terreno, que no enviarán.
Y aquí está la opción: ¿cuál diada? Si uno le da prioridad a la lucha contra el IS, esto reduce el respaldo otorgado a los cada vez menos islamitas moderados de Siria. Si uno le da prioridad a combatir a Assad, esto fortalece al IS y, sin duda, conducirá a una extensa masacre de kurdos sirios a manos del IS, como ha advertido el enviado sirio en Naciones Unidas.
La otra ambivalencia turca se refiere a sus negociaciones con el PKK. Si Turquía da la espalda a los dilemas de los kurdos sirios, esto probablemente conducirá a la ruptura de las negociaciones con el PKK en Turquía. Así se lo ha advertido públicamente el PKK. Pero si el gobierno turco se vuelve más activo contra el IS, el resultado podría significar que el PKK logre tener una posición más fuerte en las negociaciones en curso.
Además, Turquía está intentando mejorar sus relaciones con Irán. Ambos países comparten fuertes intereses comunes en Afganistán y en Irak, y aun respaldan las mismas fuerzas en Palestina. Pero no pelear activamente contra el IS interferirá con su intento de aumentar lazos. Por otro lado, una activa oposición al IS interferirá con el intento de Turquía por presentarse como el campeón de los islamitas sunitas.
De un modo u otro, Turquía tendrá que llegar a una política más coherente en el futuro cercano. De otro modo, su alegato de que es un actor importante en la región caerá por los suelos. Y su lucha interna con los kurdos estallará, probablemente, de nuevo en violencia. La ambivalencia no es admirada en una zona de luchas tan candentes.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/10/26/index.php?section=opinion&article=025a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera

sábado, 11 de octubre de 2014

Israel y Palestina: sobre el bloqueo y la guerra. Por Pedro Brieger


Por Pedro Brieger (Sociólogo Periodista de política internacional)
La reciente invasión israelí a la Franja de Gaza es una nueva demostración de la dificultad por encontrar un camino hacia la paz entre israelíes y palestinos. Gaza es un pequeño territorio de 360 km2 donde viven más de un millón ochocientos mil palestinos y representa poco más del cinco por ciento del territorio que los palestinos reclaman para un Estado independiente junto a Cisjordania donde viven más de dos millones quinientos mil palestinos. La economía de la Franja es mínima, e Israel siempre obstruyó su desarrollo impidiendo el ingreso de materias primas o bienes de capital y poniendo innumerables trabas a la exportación de productos -muchos de ellos perecederos (como las flores)- que ni siquiera se exportan directamente, sino vía Israel por razones de “seguridad”. Además impidió -e impide- por largos períodos la entrada de insumos para hospitales, medicamentos o comida fresca y se apodera de los impuestos que pagan los productos que entran a la Franja (vía Israel), lo que debilita aun más cualquier gobierno palestino, que de por sí cuenta con escasos recursos para invertir en infraestructura o pagar los salarios del sector público. La ocupación desde 1967 creó una dependencia total de Israel que todavía subsiste. La electricidad, el agua, el gas y los combustibles siguen llegando de Israel, cuando llegan. Con el propósito de burlar el bloqueo en los últimos años se cavaron túneles para introducir desde Egipto todo lo que se pudiera. El bloqueo viene acompañado de bombardeos que han destruido gran parte de la infraestructura urbana -como las plantas de energía, industrias, hospitales, mezquitas, e incluso el aeropuerto internacional que fue destruido en 2001.
Egipto tampoco ha sido ajeno al bloqueo de los palestinos por su frontera común con Gaza, aunque desde 1967 no ha tenido el control político y militar de la Franja como sí lo ha tenido Israel. Durante los treinta años que duró el régimen de Jusni Mubarak, Egipto no quiso confrontar ni con Estados Unidos ni con Israel, entre otros motivos por la estrecha relación de Hamas con los Hermanos Musulmanes, opositores de Mubarak por años. Si bien Egipto también bloquea la Franja de Gaza, para los palestinos el primer responsable es el Estado de Israel, por la ocupación militar directa con tropas en las calles que se prolongó durante 38 años, por los bombardeos incesantes sobre sus ciudades y porque es el Estado de Israel el que impide los desplazamientos entre Gaza y Cisjordania.
Para comprender la situación actual también hay que tomar en cuenta los importantes eventos sucedidos en varios
países árabes, y principalmente en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria. Esto es así porque el Estado de Israel se encuentra ubicado en el corazón del mundo árabe y por la importancia que tiene Estados Unidos en su relación con el mundo árabe (e islámico) y con el Estado de Israel en particular. Las revueltas en Egipto y Siria tuvieron –además- un efecto directo sobre israelíes y palestinos. Sin lugar a dudas, la caída de Jusni Mubarak en Egipto tuvo un significado especial por ser este país el más importante del mundo árabe y por su alianza estratégica con Estados Unidos, además de su abierta colaboración con Israel en el bloqueo de la Franja de Gaza. Con su caída, el gobierno israelí perdió un “aliado” que mantenía cerrada su frontera con dicho territorio. La presidencia de Mujamad Mursi en Egipto (junio 2012-julio 2013) fue un respiro para la Franja de Gaza por su pertenencia a “La Hermandad Musulmana”, ya que el Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS) es la versión palestina de dicho movimiento. Con la elección del general Al Sisi a la presidencia de Egipto en mayo de 2014 se volvió a la política de Mubarak en detrimento de HAMAS. La revuelta en Siria también tuvo un efecto directo sobre israelíes y palestinos. Por un lado, el régimen que desde 1967 intenta infructuosamente que Israel se retire del Golán -un territorio que ocupa desde ese mismo año en la provincia siria de Quneitra- se vio más debilitado por la revuelta. Por el otro, esa revuelta tuvo un efecto directo sobre el medio millón de refugiados palestinos que vive en ese país, dado que algunos respaldaron al gobierno de Al-Assad mientras que otros se sumaron a la revuelta armada en su contra, entre ellos seguidores de HAMAS, lo que provocó un quiebre en la relación de este movimiento con el gobierno de Bashar Al-Assad.
El otro actor fundamental para comprender las dinámicas de los países árabes y el conflicto palestino-israelí es Estados Unidos. El presidente Barack Obama, que comenzó su mandato en enero de 2009, es un actor clave en cada hecho que se produce, desde Casablanca en Marruecos hasta el Kurdistán en el norte de Irak pasando por el Canal de Suez o la Franja de Gaza. En su visita a El Cairo en 2009, Obama sugirió una nueva relación con el mundo árabe e islámico y en más de una ocasión manifestó que los palestinos tenían derecho a un Estado independiente, sin especificar nunca cuáles serían sus fronteras, o si éstas debían ser establecidas por las Naciones Unidas. A pesar de sus declaraciones y discursos en tono “amistoso” antes de la caída de Mubarak se cuidó mucho de mencionar las aspiraciones democráticas de los ciudadanos árabes, ya que éstas chocaban abiertamente con los regímenes dictatoriales y autoritarios apoyados por Washington. Esto se vio claramente durante el levantamiento popular en Egipto porque la Casa Blanca evitó criticar a Mubarak y lo sostuvo hasta último momento.
Para explicar la reciente invasión a Gaza el gobierno de Benjamín Netaniahau argumentó que ningún país puede tolerar que lancen cohetes sobre su territorio. Es lo que suelen decir los gobernantes israelíes para explicar por qué bombardean masivamente la Franja de Gaza e intentan destruir al Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS). Desde el retiro de las tropas israelíes en agosto de 2005 hasta julio de 2014, el ejército israelí lanzó ocho grandes operaciones militares (2004, 2005, dos en 2006, dos en 2008, 2012 y 2014) además de bombardear de manera regular diferentes sitios de la Franja de Gaza. El principal objetivo israelí, en lo estratégico, es profundizar la división entre los palestinos de Cisjordania y los de Gaza. No cabe la menor duda de que los palestinos divididos política y geográficamente no pueden avanzar en la creación de un Estado independiente.
El gobierno israelí considera que su poderío aéreo, terrestre y naval alcanza para destruir a HAMAS. O, por lo menos, que la destrucción llevará a que los palestinos “culpen” a HAMAS del sufrimiento colectivo. En el pasado varios gobiernos israelíes creyeron que los padecimientos de la población provocarían un levantamiento en contra de la OLP atribuyéndole la responsabilidad de los mismos. Pensaron lo mismo respecto de HAMAS. Sin embargo esta lógica ha demostrado ser errónea una y otra vez. La población palestina no culpa a sus dirigentes por el sufrimiento derivado de la ocupación israelí aunque algunas de sus acciones se les vuelvan en su contra. Aunque pueden estar en desacuerdo con el accionar de las organizaciones que los representan, siempre terminan responsabilizando al ocupante, es decir Israel.
Lo que sucede en Gaza es muy similar a lo que ha sucedido en casi todas las luchas de liberación nacional frente a un ocupante más poderoso y con una capacidad de fuego infinitamente superior. De Argelia a Vietnam, pasando por el Congo “belga” o la India, el discurso del ocupante siempre fue culpar de todos los males a las organizaciones que se oponían a la ocupación. Esto ha servido para convencer a las poblaciones de las potencias ocupantes, cuyo discurso suele basarse en la antinomia “civilización o barbarie” pero por lo general no convence ni lo más mínimo a quien recibe las bombas sobre su territorio.
Las invasiones a Gaza en 2008 y 2014 y los bombardeos masivos sobre poblaciones civiles provocaron olas de críticas hacia el Estado de Israel. El primer elemento que salta a la vista es la disparidad de fuerzas entre HAMAS y el ejército israelí, así como la desigual cantidad de víctimas civiles que provocan dichos bombardeos. En la invasión de 2008 murieron más de 1300 palestinos y apenas 13 israelíes, en 2014 más de 2000 palestinos y poco más de 60 soldados israelíes. En ambos casos la mayoría de las víctimas palestinas eran civiles, incluyendo un alto porcentaje de niños. El argumento israelí de que HAMAS no deja de lanzar cohetes sirve para consumo interno y para justificar los bombardeos masivos de 2008 y 2014 que fueron absolutamente desproporcionadas respecto del daño que provoca HAMAS con sus cohetes. El gobierno israelí siempre intenta sacar provecho de la división entre los palestinos para golpear a HAMAS en Gaza, a quien nunca consideró como un interlocutor válido. Paralelamente, cuando bombardea Gaza suele resaltar su voluntad de diálogo con los “moderados” de la OLP en Cisjordania, para ahondar la división existente aunque la ampliación de los asentamientos en Cisjordania contradiga abiertamente el discurso que pregona el diálogo. Por otra parte, para Israel siempre es fundamental mostrarles a los palestinos quién es el poderoso en la región, quién sigue teniendo el control del territorio y quién es el que impone las condiciones para negociar. Las diferentes invasiones además siempre han contado con el apoyo abierto del gobierno de los Estados Unidos, sea éste republicano o demócrata, que defiende de manera incondicional casi todo lo que hace el ejército israelí. Si la guerra es la continuación de la política por otros medios uno puede llegar a la conclusión de que el problema no es HAMAS, sino la incapacidad de los diferentes gobiernos israelíes para retomar las negociaciones de paz con los palestinos.
fuente http://www.ungs.edu.ar/ms_ungs/?p=18807

miércoles, 8 de octubre de 2014

Estado Islámico: terrorismo e insurgencia

El Espectador Global, por Andrés OrtegaDaily chart: State of Terror (The Economist). Iraq-Syria. Blog Elcano
(Daily Chart: State of Terror / The Economist)
La organización Estado Islámico (EI) es terrorista, y de un terrorismo aún más terrible que el de al-Qaeda. Lo está demostrando ampliamente. Pero eso no explica todo. También es un movimiento, un ejército insurgente y si, no se entiende, la estrategia que en su contra está diseñando EEUU fallará. Es un movimiento que ha surgido en pleno conflicto sectario, que vive del sunismo despreciado y castigado en el nuevo Irak y en rebelión en Siria, frente a los chíes. Es asimismo expansivo, pues no se limita a un territorio en la antigua Mesopotamia sino que aspira a estar presente, como califato, como Estado, en Libia y otros lugares, y se ha convertido en polo de atracción para los yihadistas de todo el mundo.
Un gran error de EEUU en Vietnam fue no entender que estaba luchando contra una insurgencia más nacional que comunista. ¿Qué significa insurgente? Sublevado contra un orden establecido para poner otro. Significa una reivindicación territorial e identitaria, en este caso suní además de yihadista. Si no fuera por este carácter, el Estado Islámico no habría contado con el apoyo claro en algunos casos, o con la no oposición en otros, de tribus o grupos suníes que se vieron desplazados del poder en Irak (o que lo quieren conquistar en Siria) tras la caída del régimen de Saddam Hussein y su sustitución por otro dominado por los mayoritarios chiíes. Muchos de los cuadros del EI son antiguos militares suníes de Saddam Hussein. Y el EI ha logrado sus conquistas territoriales basándose en estos apoyos.
Muchos líderes tribales suníes están apoyando al EI que, pese a su terror, aporta un atisbo de orden y de servicios. Los mismos que, por ejemplo, en Anbar sí lucharon para desalojar a al-Qaeda hace algunos años con apoyo de EEUU, posteriormente se han sentido alienados con el régimen predominantemente chií en Bagdad. Ello explica también que el EI se quiera constituir en eso, como Estado, borrando o cambiando las fronteras impuestas por el colonialismo europeo.
Washington, en una estrategia que está en proceso de construcción, parece entenderlo. De ahí su insistencia en desalojar como primer ministro iraquí a Al-Maliki para reemplazarlo por Al-Abadi y un gabinete más plural. Pero no es seguro de que este paso tranquilice a los suníes. Y como señala el experto Ramzy Mardini, EEUU no puede pretender atacar a los que ve como terroristas y mantenerse al margen de un conflicto sectario.
No es un conflicto que se pueda resolver sólo con bombardeos. Muy pocos lo han conseguido. Si EEUU no quiere poner sus propias “botas sobre el terreno”, sino que sean los propios iraquíes –chiíes, suníes y kurdos– y los rebeldes sirios los que se encarguen de ese aspecto, el conflicto se alargará y se complicará más allá de los tres años, que no es poco (las guerras en nuestros días tienden a alargarse), que contempla la Administración del presidente Obama. Éste aspira a “degradar” al Estado Islámico –ha empezado diezmando sus fuentes de ingreso petrolero (8 millones de dólares diarios, ¿cómo circula este dinero y el petróleo que lo sustenta?)–, reducir el territorio bajo su control y, en último término, derrotarlo.
Siria no es lo mismo que Irak. Son dos guerras civiles similares pero no idénticas que requieren enfoques diferentes, como bien señala Sídney Pollack, un gran experto aunque se equivocara en 2003 apoyando la invasión. Para empezar, en Irak hay una cobertura legal –ha sido el gobierno legítimo el que ha solicitado la intervención– que no se da en Siria. En ésta, además, durante los tres años de guerra civil, la oposición y los rebeldes locales sólo han sembrado caos, sin apariencia de administración o servicios públicos en las áreas que controlaban. El EI aporta algo de orden, junto con una terrible represión. Pero por lo que se deduce de algunos reportajes e informaciones, la gente está cansada de tanta guerra y muchos preferirían una solución política.
Pero no la hay a corto y medio plazo. Ante una insurgencia, muy amenazadora, hay que ganarse los “corazones y mentes” de la población local. Está por ver si los bombardeos, con sus “daños colaterales” a los civiles, no alienarán aún más a las poblaciones locales. De momento, no parece que éstas se vuelvan contra el Estado Islámico. Algunas sí lo han hecho. Los que han ayudado, por ejemplo, a reconquistar las ciudades de Barwana y Haditha.
Obama reconoció en agosto que una intervención militar que no reconstruyera un Estado llevaría al caos y a nuevas amenazas como estamos viendo en Libia. En el fondo, tras esta operación late un deseo de reconstruir a largo plazo la política en Irak, con un sistema muy descentralizado y un poder para los suníes similar al que tienen los kurdos. En Siria, donde además Al-Assad puede aprovechar la situación, es mucho más difícil. Pero todo, en Irak y en Siria, vuelve al intento de apoyarse en los moderados. ¿Será viable?
La estrategia tiene que pasar por consideraciones más políticas. Si no se cambian las condiciones que han hecho posible el surgimiento del Estado Islámico, de poco servirá incluso derrotarlo pues vendrán nuevos grupos que los reemplazarán.
Hay, además, otras organizaciones contra los que se dirigen los ataques, como Jorasan y al-Nusra, esta última apoyada por muchos millares de jordanos y libaneses, y ambas vinculadas a al-Qaeda. La otra gran cuestión, no resuelta, es si el terrorismo del EI, con sus degollamientos de occidentales difundidos en You Tube, buscaban o no provocar una intervención estadounidense y de una coalición internacional. En todo caso, sí saben que con estas imágenes ganan apoyo ante los suyos y frente a sus competidores en radicalismo.
FUENTE: http://www.blog.rielcano.org/el-espectador-global-estado-islamico-terrorismo-e-insurgencia/

jueves, 2 de octubre de 2014

La globalización de la violencia

El conflicto entre Israel y Palestina, recrudecido desde la operación Margen Protector, es uno de los emblemas de la compleja situación que se vive en Medio Oriente. Mientras tanto, los civiles son las principales víctimas.

JOAQUÍN PEREYRA @JOAQUINLPEREYRA // MIÉRCOLES 01 DE OCTUBRE DE 2014 | 09:25

En los últimos meses murieron 2.104 palestinos, el 80 por ciento civiles. (Foto: Télam)
No hay guerras buenas ni paces malas”, dijo Benjamín Franklin en septiembre de 1773. hoy, incluso después de la lección de la Segunda Guerra Mundial, el mundo parece no compartir esa opinión.

A casi 70 años del fin del conflicto más cruento de la historia, y a pesar de las promesas de paz mundial que le siguieron, una región sigue especialmente castigada por la guerra: Medio Oriente, donde, entre otras cosas, Israel y Palestina continúan un enfrentamiento que ya lleva décadas.

La última escalada de violencia se dio por el asesinato de tres jóvenes israelíes en manos deHamás, lo que desembocó en la última operación israelí sobre la Franja de Gaza: Margen Protector. A pesar de que formalmente la operación terminó, las hostilidades continúan y no parece haber posibilidad de paz a corto plazo.

Israel se escuda detrás de su derecho a la defensa propia. Hamás, por su parte, grita en contra de los asentamientos israelíes. Los ciudadanos palestinos, entre tanto, sufren el apriete de ambos. Los datos: 64 soldados muertos del lado de Israel; 2.104 muertos del lado de Palestina, 80 por ciento de civiles. Un 3146% más de bajas de un lado que del otro. Eso es sólo en la Operación Margen Protector, terminada hace apenas un mes.

"La resolución 181, que determinó la partición entre Palestina e Israel y que supuestamente le da legitimidad al segundo, es sólo una recomendación, y ni siquiera tuvo el consenso de las partes. Además, Israel nunca cumplió ya que ella le otorgaba el 56% de las tierra palestinas y terminó ocupando el 76%, incluida la mitad de Jerusalén", explica Gabriel Fernando López, profesor de Historia Contemporánea y secretario académico de la Cátedra Libre Edward Said de Estudios Palestinos en la UBA.

¿De dónde surge, entonces, el reconocimiento de Israel? “Creo que Israel no tendría su justificación y su proclamada legitimidad, ni la complicidad internacional con su racismo, sin la Segunda Guerra Mundial”, opina López. Sin embargo, advierte también que el proyecto israelí comenzó mucho antes, “a partir de la época del imperialismo, la disputa por los territorios otomanos,la judeofobia europea y la batalla contra el nacionalismo árabe”.

Desde su creación en 1947, el Estado, que tiene por primer ministro a Benjamín Netanyahu,participó en más de quince conflictos armados de diferentes magnitudes. No es de extrañar, entonces, que el país encabece el ranking de militarización social: la guerra ya es parte de su sociedad, con un apoyo incuestionable de los estadounidenses y su estructura bélica.

Pero los ciudadanos palestinos no sólo son reprimidos sino que también son afectados económicamente. Desde hace años, los israelíes tienen el control de facto de las fronteras de la Franja de Gaza, al sudoeste de Jerusalén, en un bloqueo que la mayor parte de los países considera ilegal y ha sido criticado por la ONU.

Una de las restricciones más cuestionadas ha sido al área de pesca del Mar Mediterráneo: “Israel prohíbe a la flota palestina pescar más allá de las tres millas náuticas cuando los Acuerdos de Oslo establecen el derecho hasta las 20 millas”, afirma Martín Martinelli, profesor de Historia y docente de un seminario sobre Medio Oriente. “Al limitar esta extensión -continúa-, se impide la pesca de sardinas, un alimento habitual para los palestinos y una importante fuente de proteínas”. Esto, afirma el experto, acarrea varios problemas de salud para los habitantes.

Por otra parte, la aparición del grupo de combatientes Estado Islámico (EI) regidos por la ley musulmana no hace nada para mejorar la situación. A pesar de que, en opinión de López, es imposible que Hamás y el EI se asocien, su irrupción le es útil a Israel, ya que presenta “a los yihadistas (yihad: esfuerzo de los musulmanes para que la ley divina reine en la Tierra) como asesinos y bárbaros” y, además, “pretende construir un Estado absolutamente reaccionario”, permitiéndole a Israel mantener su relato a favor de la democracia, donde su rol es el de la civilización y el de sus vecinos, la barbarie.

La situación en Medio Oriente está lejos de solucionarse. Franklin podrá haber velado por la paz, pero lo cierto es que, para el país que fundó y para la mayor parte de Occidente, todas las guerras son iguales hasta que algunas se vuelven más iguales que otras.
http://www.diariopublicable.com/politica/3030-la-globalizacion-de-la-violencia.html