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sábado, 29 de julio de 2023

LA NUEVA RUTA DE LA SEDA, EL REGRESO DE CHINA

Martin Martinelli.

03 de noviembre 2022.

La nueva estrategia geopolítica de China extiende su esfera de influencia, bajo nuevas normas de cooperación económica internacional. Desarrolla cinco áreas prioritarias: coordinación de políticas, conectividad de instalaciones, comercio sin obstáculos, integración financiera y vínculos entre personas, las “cinco conectividades”. En consonancia con su nuevo papel, sus competidores incrementan la rivalidad geopolítica en la región del Indo-Pacífico.


El mapa del poder mundial delinea tres principales potencias China, Rusia y Estados Unidos (sin establecer orden jerárquico). Por lo cual, hasta ahora la alianza entre la euroasiática y la asiática (que eso no sucediera, fue un objetivo primordial de la americana, durante la Guerra Fría), está siendo concluyente. Observamos entonces, la geopolítica euroasiática frente al imperialismo.

En 2013, Putin advirtió sobre la pretensión norteamericana de reconstruir un mundo unipolar. Obama reafirmó la “excepcionalidad norteamericana” que le consentiría dirigir el mundo y así defender los intereses mundiales, esa omisión induciría a “un vacío de liderazgo”. Esa visión estratégica, semejante a la idea religiosa del “pueblo elegido” (como el gobierno israelí), ha protagonizado las guerras del siglo XXI. Alejarse de esa estrategia bélica, promulga la idea china de reconstruir las rutas comerciales pretéritas de Eurasia.

En los últimos dos siglos, si bien el mapamundi está en constante transformación, con altibajos, se mantuvieron varias hegemonías con papeles más regionales o más mundiales, Japón, Rusia (y URSS), China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, es decir el Consejo de Seguridad de la ONU (excepto China), más los vencidos en la Segunda Guerra.

El fenómeno más inusitado es el ascenso chino, desde una situación semicolonial, periférica, en una mejora constante con base las transformaciones acaecidas a partir de la Revolución de 1949. Los últimos movimientos tectónicos denotan la importancia del Índico y el Pacífico, frente a la preminencia anterior del Atlántico; si reparamos, por ejemplo, en los puertos con mayor actividad del mundo. O sea, viendo la actividad geoeconómica.

El continente Euroasiático predomina a nivel mundial por una serie de condiciones geopolíticas. Desde su extensión territorial, gran parte de la población mundial interactúa en una contigüidad terrestre escenario de multipolaridad, recursos, variedad cultural y lingüística.

El orden mundial se modifica de manera sustancial con: China representando el ascenso de Asia Pacífico, Rusia potencia político-militar, territorial e inmensos recursos naturales, más la postura del eje Berlín-París, las resistencias y rebeliones, y el rol jugado por las subpotencias como Indonesia, Arabia Saudita, Irán, Turquía, Australia, México, Brasil, Argentina.

Los logros económicos chinos de los últimos decenios generan una irrupción geopolítica, sin antecedentes. La proporción de la población china que vive en la pobreza extrema ha pasado del 88 % al 2 %, una mejora que benefició a cerca de ochocientas millones de personas.

El “sueño chino” sería el “retorno a la normalidad histórica”, cuando el Reino del Medio tenía un predominio en la economía mundial en los últimos dos mil años. Interrumpido este por el “siglo de la humillación”, desde las Guerras del Opio iniciadas en 1839 hasta 1949 con la Revolución y conformación de la República Popular China. El siglo siguiente, hasta 2050, la devolvería a ese epicentro. Desde 2015, se diseñó una hoja de ruta en lo tecnológico, “Made in China 2025”, dirigido a estrechar su brecha; en 2035, fortalecer su posición, y en 2045, encabezar la innovación global.

La política previa de asociación económica de Washington con Beijing “Chinamérica” quedó erosionada por la crisis del 2008. En la potencia estadounidense, tanto globalistas como americanistas se inclinan por hostigar al nuevo país central. Esa postura serviría para apuntalar un proyecto de recuperación de su dominio mundial. La tercera potencia en discordia es Moscú, desafiante geopolítico y militar no así en lo económico, pero determinante.

La prioridad inmediata es el acoso naval en el mar de China, zona vital del comercio mundial. Los estrategas estadounidenses consideran que allí se procesarán las principales tensiones entre las dos potencias. Otra estrategia es la reactivación del QUAD, una especie de “OTAN del Pacífico” junto a Japón, Australia, e India (aliados con bases militares o ejercicios conjuntos con la armada norteamericana). Más el AUKUS, Australia, Reino Unido, Estados Unidos. Estas rodearían por fuera el “Collar de perlas”, consistente en una serie de puertos del Índico y el Pacífico con tratados con China, el corredor marítimo de la Nueva Ruta de la Seda (NRS) –a la que Argentina se acaba de sumar–.

La estrategia estadounidense de rodear al gigante asiático es contrarrestada por la alianza ruso-china manifestada en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el BRICS+ Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (+ Argentina e Irán). Esa asociación estratégica se acopla en parte de Asia Central –espacio postsoviético–, se inclina hacia Pakistán –aliado tradicional y nuclear de EE.UU.–, e incorpora a Irán (tratado con China de 25 años-, faltaría ver el rol de Turquía según la planificación de la NRS (Teherán-Estambul) con la que se intenta llegar a Europa por los corredores económicos.

La expansión económica China (cuyo mayor beneficiado es la potencia y con cuestiones a matizar) también lidera la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, en sus siglas en inglés), acuerdo de libre comercio entre quince naciones de la región de Asia y el Pacífico. Lo encabezan China, Japón, Australia, Indonesia, Filipinas y Vietnam. Los países miembros se beneficiarán de aranceles reducidos sobre bienes y servicios importados dentro de la región en los próximos 20 años.

China ejerce su soberanía en un espacio nacional, con la pretensión de “una sola China”, frente a los vestigios coloniales como Macao, Hong Kong y Taiwán.  Su aparato militar, está en plena transformación y modernización, al tiempo que pregona su actuación pacífica se prepara frente alguna disputa.

La integración económica y la cooperación entre los países de la NRS y su comunicación con Rusia y Europa, ensamblan la intención de desenvolver el interior del país (como Xinjiang), así como contribuir al crecimiento económico y asegurarse la energía desde Asia central y Oriente Medio. Además, pretende restringir la presencia norteamericana en Asia y construir rutas que el ejército estadounidense no podría interrumpir. La iniciativa de un “cinturón económico” en la antigua ruta de la seda, la NRS (BRI en sus siglas en inglés) dirigida a los países de Asia central, fue incorporando a las demás regiones del planeta, aunque no de manera íntegra.

La articulación de la NRS –reedición de la antigua ruta de la seda– asume entre sus prioridades el transporte y el intercambio cultural, comercial y tecnológico. Se añade el deseo de incrementar la influencia política de China a nivel global y Rusia se acopla. El país más grande del mundo se articula en las tres rutas de la NRS: la continental (Asia-Europa por Asia Central y Rusia); la marítima (sudeste asiático y a África oriental), y la polar –luego extendida a los demás continentes–. Rusia refuerza su papel en Oriente Medio, y China no pretende asumir el papel que Estados Unidos ha desempeñado en las últimas décadas, si bien no deja de reforzarse.

La innovación es la vía ferroviaria –la construida y la proyectada– para conectar Eurasia, junto con la marítima y la terrestre. Acompañada de una geopolítica de acercamiento, sin suponer una intromisión en asuntos internos de los países, buscando aliarse a través de puertos (por ejemplo: Ashdod en Israel, el Pireo en Grecia). Por tierra, atravesando pasos trascendentales por Beijing, Urumqi, Astaná, Teherán, Estambul, Moscú, Berlín, Estrasburgo, Rotterdam, con una salida al mar (alternativa al Estrecho de Malaca y más directa) por Pakistán y el puerto de Gwadar. Y, desde la costa China se emprende por el Estrecho de Malaca o pasando por Yibuti en el cuerno de África (única base militar exterior china), el Golfo Pérsico y el Canal de Suez, llegar a Venecia, y por el otro lado, a Japón, Australia, y el Ártico.

A ello se suma Irán, quedaría por verse que sucede con Alemania y Europa en general, y en otro plano con nuestra América. Mientras se sigue desarrollando y expandiendo, desde su planificación inicial, aparecen objeciones o intentos de competir desde el eje atlantista o G7.

La nueva estrategia geopolítica de China extiende su esfera de influencia, bajo nuevas normas de cooperación económica internacional. Desarrolla cinco áreas prioritarias: coordinación de políticas, conectividad de instalaciones, comercio sin obstáculos, integración financiera y vínculos entre personas, las “cinco conectividades”. En consonancia con su nuevo papel, sus competidores incrementan la rivalidad geopolítica en la región del Indo-Pacífico.

La NRS se emprendió frente a tres desafíos: el exceso de capacidad industrial y debilitamiento del impulso económico y de la economía mundial, y la estrategia dirigida a Asia con Obama. No se trata un nuevo Plan Marshall, ya que no tiene como objetivo fomentar un bloque económico exclusivo ni implica un cambio institucional coercitivo en países participantes. La gran estrategia de China se resume en una paz para su economía y su estatus global, así como también estabilizar la situación económica y política global, lo cual redunda en un beneficio propio.

El Partido Comunista Chino (PCCh) destaca el “desarrollo pacífico” y un “nuevo tipo de relación de gran potencia” con los Estados Unidos. Integrar una plataforma terrestre para su intercambio global, en el territorio euroasiático desde su país hasta Alemania. Doscientos años de predominio marítimo, las continuadas hegemonías británica y norteamericana, se intercalan con esta resolución terrestre.

La vía terrestre reduce, en algunos casos, a un tercio de lo que se precisa por mar, como para recorrer el trayecto entre Shanghái o el río de la Perla y Europa doce días vía ferrocarril. Transforma la geografía de Asia central y sudoccidental, luego de las invasiones estadounidenses, un tiempo de colaboración que permitiría un “reordenamiento” pero en términos distintos.

Se verifica así, una de las mayores contraposiciones entre las posturas en la forma de inmiscuirse en las políticas internas de las demás regiones del mundo. Estados Unidos mientras generó riqueza económica la acompañó de un inusitado desarrollo guerrerista, en otro contexto de rivalidades interimperiales directas o en un enfrentamiento latente de Guerra Fría frente al bloque soviético. Exacerbado para mantener la dominación a través del dólar y el control de los mares, y añadir gobiernos afines. Una diferencia clave es, por lo tanto, en el plano militar.

En cambio, China con una dimensión poblacional continental, partió desde 1949 con un desarrollo económico de base socialista, un partido comunista. Su proceso excepcional de crecimiento económico, erradicó la pobreza absoluta de cerca de 800 millones de chinos en los últimos 40 años (quedaría por evaluar las consecuencias en las industrias de terceros países). E impulsó, hasta el momento, otro tipo de hegemonía con la NRS. Presenciamos entonces, la reemergencia de Eurasia, y el regreso de China.


*Martín Martinelli es docente de la Universidad Nacional de Luján. Co-coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun “Palestina y América Latina” e integrante del Grupo de Trabajo Medio Oriente y norte de África del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

 

martes, 23 de julio de 2013

La ‘Hermandad’ China-EE.UU.


 Asia Times Online, traducido por German Leyens para Rebelion

La quinta vuelta del Diálogo Estratégico y Económico China-EE.UU. comenzó este jueves en Washington. Esta “Hermandad” China-EE.UU. involucra bastante parloteo, sin una acción perceptible. El Think-land-EE.UU. trata de producir la impresión de que Pekín se encuentra ahora en una posición más frágil con respecto a Washington en comparación con el entorno posterior a la crisis financiera en 2009. Una tontería.
Es como si el continuo escándalo (global) de la NSA no hubiera tenido lugar; Edward Snowden sacó a la luz cómo el gobierno de EE.UU. se ha vuelto contra sus propios ciudadanos incluso mientras espía a virtualmente a todo el planeta. Luego existe el meme de que la economía china tiene “problemas”, cuando en realidad Pekín está lanzando una compleja estrategia de largo alcance para calibrar los efectos de una relativa desaceleración económica.
Finalmente, la supuesta “conducta agresiva china” en términos de seguridad asiática no es más que propaganda. Pekín, por supuesto, está reforzando su ejército, pero al mismo tiempo tanto China como algunos miembros seleccionados de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático están afinando sus tácticas antes de emprender conversaciones multilaterales sobre un código de conducta para cualesquiera problemas serios en el Mar del Sur de China. Sería insensato que Pekín decidiera elegir una diplomacia del tipo cañonera, que ciertamente atraería un contragolpe estadounidense.
Atascado, a lo largo y a lo ancho
Pekín ha interpretado claramente que la “liberación” por la OTAN de Libia, devuelta ahora a la condición de Estado fallido; el apoyo de EE.UU. para la destrucción de Siria y el “giro” hacia Asia está todo relacionado, tiene como objetivo la ascensión de China y se ha diseñado para afectar la compleja estrategia china de un corredor energético eurasiático.
Pero no parece funcionar. Como informó Rebelión , el gasoducto Irán-Pakistán (IP) puede terminar siendo IPC, la “C” es una extensión a Xinjiang en China occidental. Pekín también sabe perfectamente que el propuesto gasoducto Irán-Irak-Siria ha sido un motivo clave para el enfático ataque contra Siria orquestado por actores como Catar, Arabia Saudí y Turquía. Pekín sabe que si Bacher al-Asad se queda y el gasoducto de 10.000 millones de dólares llega a terminarse (ciertamente con ayuda financiera china y rusa) puede resultar que el mejor cliente sea la propia China, y no Europa Occidental.
Considerando su relación estratégica con Islamabad, Pekín también es muy consciente de cualquier acción estadounidense para provocar problemas en el geoestratégicamente crucial Baluchistán en Pakistán, con una posible extensión a la vecina provincia Sistán-Baluchistán en Irán. Paralelamente, Pekín interpreta las bravatas e intransigencia de EE.UU. respecto al programa nuclear de Irán como una historia de cobertura para perturbar su sólida asociación de seguridad energética con Teherán.
Respecto a Afganistán, los corredores en el Zhongnanhai en Pekín deben de  estar resonando con risas mientras Washington vuelve atrás no menos de 16 años, al segundo gobierno de Bill Clinton –una eternidad en política– para hablar con los talibanes en Doha esencialmente sobre una de las jugadas más antiguas en Ductistán. “Queremos un gasoducto” (el TAPI, Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India) dice Washington. “Queremos nuestra tajada”, responden los talibanes. Es política como en “El día de la marmota”.
El problema es que Washington no tiene absolutamente nada que ofrecer a los talibanes. Los talibanes, por su parte, mantendrán su programa de ofensiva de verano, sabiendo perfectamente que podrán hacer lo que quieran después que el presidente Hamid Karzai caiga en el olvido. En cuando a la noción de Washington de que Islamabad podrá mantener bajo control a los talibanes afganos, hasta las cabras en el Hindu Kush se ríen ante la idea.
Todo tiene que ver con Siria
Siria, no obstante, sigue siendo la historia crucial – como el pivote de un cáncer que se expande, una guerra sectaria suní/chií alentada en gran parte por la Casa de Saud y otros actores del Consejo de Cooperación del Golfo, y aceptada sin matices por el gobierno de Obama.
Fue necesario un valeroso diplomático para filtrarla, más traducciones del ruso al árabe y luego al inglés, para que el mundo tuviera una idea de lo que los políticos discuten realmente en esas vacuas cumbres útiles para efectos fotográficos. Lo que el presidente ruso Vladimir Putin dijo cara a cara a Obama, al británico David Cameron y al presidente francés François Hollande en la reciente cumbre del Grupo de Ocho en Irlanda del Norte es nada más y nada menos que apasionante. Ejemplos:
Putin dirigiéndose a la mesa: “¿Queréis que el presidente Bacher al-Asad renuncie? Mirad a los dirigentes que habéis instalado en Medio Oriente durante lo que habéis bautizado como ‘Primavera Árabe’.”
Putin dirigiéndose a Obama, Cameron y Hollande: “Queréis que Rusia abandone a Asad y su régimen y apoye a una oposición cuyos líderes no saben nada excepto emitir fatuas declarando quiénes son herejes, y cuyos miembros –que provienen de un montón de países diferentes y tienen múltiples orientaciones– no saben nada excepto masacrar gente y comer carne humana”.
Putin dirigiéndose directamente a Obama: “Su país envió su ejército a Afganistán en el año 2001 con la excusa de que estáis combatiendo a los talibanes y a la organización al Qaida y otros terroristas fundamentalistas a quienes vuestro gobierno acusó de realizar los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Y aquí estáis ahora haciendo una alianza con ellos en Siria. Y usted y sus aliados están declarando su deseo de enviarles armas. Y ahí tenéis a Catar donde vosotros (EE.UU.) tenéis vuestra mayor base en la región y donde los talibanes están abriendo una oficina de representación.”
La mejor parte es que la canciller alemana Angela Merkel luego corroboró todas las palabras de Putin. Y el presidente chino Xi Jinping ciertamente hubiera hecho lo mismo.
Sigue tejiendo esa red, hermano
Incluso si la brillante idea del gobierno de Obama de seleccionar a los rebeldes “buenos” para que reciban armas ligeras funcionara (y no lo hará; en un escenario bélico las fuerzas combatientes verdaderamente duras –como las bandas al estilo de Jabhat al-Nusra– terminan por apoderarse de las mejores armas); no existe evidencia de que las fuerzas de Bacher al-Asad vayan a ser doblegadas.
Al contrario. Habrá una ofensiva para reconquistar todo Alepo – ya está en progreso, así como una ofensiva hacia el sur a Daraa para asegurar la frontera con Jordania; las armas financiadas por las petro-monarquías para los “rebeldes” en el sur de Siria pasan por Jordania. Rumores de “extensión excesiva” son fuertemente exagerados; esto se puede lograr por etapas.
Rusia, mientras tanto, seguirá realizando un juego muy astuto; asegurando armas esenciales al gobierno sirio mientras se mantiene dispuesta a entregar material aún más letal en caso de que Washington decidiera aumentar su armamentización.
Y luego existe todo el lío de los Hermanos Musulmanes. Al-Akhbar ha detallado deliciosamente cómo la Casa de Saud prácticamente destruyó a Catar en Egipto – así como en Siria. Nunca se puede recordar lo suficiente que la Casa de Saud apoya a retrógrados partidos salafistas en Egipto y arma a retrógrados combatientes salafistas en Siria.
En Egipto, los nuevos jefes –saudíes y emiratíes– son como el antiguo jefe – los cataríes. Antes de decidir recientemente que se depondría a sí mismo, Emir al-Thani gastó hasta 17.000 millones de dólares en diversos partidarios de la Primavera Árabe, en su mayoría para Mursi en Egipto. Ahora la Casa de Saud ya ha ofrecido 5.000 millones, y los Emiratos 3.000 millones. Obviamente, ninguno de ellos ha leído en Asia Times Online los puntos de vista de Spengler – quien ha demostrado que Egipto, para gran pesar de su maravillosa gente, seguirá siendo una república bananera – sin las bananas (vea “Islam's civil war moves to Egypt”, Asia Times Online, 8 de julio de 2013.)
El resultado neto: Pekín apuesta a que ganará en Pakistán, en Irán, en Siria (ya está ganando en Iraq), en Ductistán, además del Mar del Sur de China, mientras Washington sigue atrapado en su propia red de la Hermandad. ¿”Frágil”? Qué más quisieras.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).
(Copyright 2013 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.

Occidente visto por los árabes

Publicado por Alvarez-Ossorio en esglobal, la revista sucesora de la edición española de Foreign Policy, el artículo "Occidente visto por los árabes".

"Hace treinta años, Amin Maaluf publicó Las cruzadas vistas por los árabes. A través de los relatos de los cronistas Ibn al Qalanisi, Usama Ibn Munqid, Ibn Yubair e Ibn al Atir, el autor libanés ofrecía la versión árabe de las Cruzadas y describía, con especial crudeza, las masacres perpetradas por los francos. Nueve siglos después, los árabes siguen considerando a los occidentales como “violentos y fanáticos”, así como “egoístas, inmorales y codiciosos”, según la encuesta The Great Divide: How Westerners and Muslims View Each Other del Pew Global.
Estos datos no nos aclaran si las percepciones negativas han sido transmitidas de generación en generación o, por el contrario, obedecen a nuevos agravios. Lo que sí constatan es la imperiosa necesidad de realizar un esfuerzo para propiciar un mejor conocimiento entre dos mundos que, a pesar de la proximidad geográfica, siempre han vivido de espaldas.
¿Se ha ampliado en los últimos años la brecha que separa al mundo árabe del occidental? Cada cierto tiempo se plantean preguntas similares para explicar la desconfianza mutua que se profesan Occidente y el mundo árabe. Probablemente, la principal razón que la explica es el desconocimiento existente sobre el otro. Como evidencia la encuesta Research from Within: “los árabes basan sus opiniones sobre Occidente en un conocimiento bastante débil de sus culturas y sociedades”, tal y como reconocieron más de la mitad de los encuestados en cinco países árabes.
De todos estos datos cabe deducir que el recurso al estereotipo no es patrimonio exclusivo de los occidentales. Los árabes suelen recurrir a imágenes simplificadoras y, con frecuencia, distorsionadas para describir al mundo occidental. Si en Occidente se tiende a poner el énfasis en la religión como el elemento que explica este desencuentro, en el mundo árabe más bien se subrayan los aspectos políticos y económicos.

Occidente es visto por los árabes como potencia dominadora. Gran Bretaña y Francia los colonizaron durante décadas y explotaron sus recursos naturales. Tras las independencias nacionales, EE UU se opuso frontalmente tanto al nacionalismo árabe como al islam político, prestando, al mismo tiempo, un respaldo inquebrantable a Israel. Por eso no nos debe extrañar que uno de los lugares comunes sea culpabilizar a las potencias occidentales de los males del mundo árabe. Las teorías conspirativas acusan a la CIA o al Mossad de golpes de Estado y derrocamientos e, incluso, de los atentados del 11-S o de la propia primavera árabe.

Parece claro que “la política exterior de EEUU en la región es el factor más importante a la hora de influenciar las actitudes árabes”. Esta imagen negativa no es estática, ya que varía en función de los cambios políticos registrados en la escena estadounidense. Las intervenciones de Afganistán e Irak durante el mandato de George W. Bush provocaron un retroceso considerable de Estados Unidos entre la opinión pública árabe, que tachaba a dicho país de “racista”, “agresivo” e “inmoral”. Una encuesta realizada en seis países árabes por el Saban Center for Middle East Policy de Brookings Institution -2007 Annual Arab Public Opinion Survey- concluía que la actitud en torno a EE UU era sumamente desfavorable entre el 57% de los encuestados (y que sólo un 4% tenía una imagen muy favorable).


Tras la llegada a la presidencia de Barack Obama registró una clara mejoría, aunque en los últimos meses su imagen ha experimentado cierto desgaste, tal y como pone de manifiesto la encuesta Global Opinion of Obama Slips, International Policies Faulted, como resultado de su incapacidad o renuencia a revisar algunos de los postulados tradicionales de la política exterior norteamericana, en especial lo que atañe a la relación privilegiada con Israel. De hecho, el respaldo sin fisuras a los israelíes es la principal fuente de descontento árabe hacia EE UU. La encuesta realizada en 2011 por el Anwar Sadar Chair for Peace and Developmentconstataba que la imagen de Estados Unidos mejoraría, notablemente, en el caso de que se firmara un acuerdo de paz palestino-israelí (según un 55% de los encuestados), se dejase de prestar ayuda a Israel (un 42%), las tropas estadounidenses abandonaran Arabia Saudí (un 29%) e Irak (un 26%), se otorgara más ayuda económica (12%) y se promoviera la democracia (un 11%). 

Buena parte de la opinión pública árabe considera que el principal interés de los países occidentales es controlar sus recursos y muy pocos creen que EE UU y la UE deseen impulsar realmente la democracia, las libertades públicas o los derechos humanos. El matrimonio de conveniencia que Estados Unidos mantiene con Arabia Saudí, un país que hasta en las antípodas de los valores socio-políticos occidentales, suele ser puesto como ejemplo de ello. Otro tanto puede decirse de la Unión que, en las últimas décadas, mantuvo una excelente relación con algunos gobernantes autoritarios como Ben Alí y Mubarak, considerados una barrera de contención frente al islamismo radical.

Según la encuesta 2007 Annual Arab Public Opinion Survey, realizada por el Saban Center for Middle East Policy, el 65% de los encuestados no consideraban que EE UU esté interesado en promover la democracia (frente a un 5% que interpretaba lo contrario). Otro dato interesante es la pregunta en torno a cuáles son los objetivos que persigue Estados Unidos en Oriente Medio. El primer objetivo sería el control del petróleo (83% de los encuestados), el segundo la protección de Israel (75%) y el tercero debilitar al mundo islámico (69%); por el contrario, los últimos objetivos serían promover la paz (10%), defender los derechos humanos (10%) y, por último, extender la democracia (9%). 

Esta percepción negativa también se explica en clave identitaria. El modo de vida occidental está cada vez más presente en las capitales árabes y con él una creciente uniformización de las costumbres que es vista con recelo por parte de la sociedad, en particular por los sectores más tradicionalistas. La globalización, entendida como occidentalización, es percibida como una amenaza para las tradiciones locales. En definitiva, un intento de Occidente de universalizar sus valores. En las últimas décadas, la religión se ha convertido en un refugio mediante el cual preservar la identidad musulmana y protegerse frente a la Westoxication.

Pero no todo iban a ser malas noticias. Las encuestas también demuestran que el abismo que nos separa no es tan grande como cabría imaginar. La mayoría de la población árabe es partidaria de más democracia y menos autoritarismo, tal y como demostró la primavera árabe. Además, buena parte de los árabes confiesan abiertamente su admiración por el sistema de libertades e instituciones democráticas occidentales. Según una reciente encuesta de 2011 realizada por el Anwar Sadar Chair for Peace and Development, un 55% de los encuestados en Egipto, Jordania, Marruecos, Arabia Saudí y Emiratos Árabes era optimista con la primavera árabe y un 57% consideraban que su principal propósito era conseguir la dignidad, garantizar las libertades y alcanzar una vida mejor. No obstante, la caída de Mubarak no contribuyó a mejorar la imagen de la Administración Obama, ya que el 52% de la población tenía una imagen negativa frente al 20% que tenía una positiva.

El hecho de que la religión no ocupe un lugar preferente entre las prioridades de los encuestados, como habitualmente se suele considerar en los países occidentales, queda meridianamente claro en una encuesta de Zogby International realizada en siete países. La principal sorpresa reside precisamente en que las preocupaciones de la población árabe no distan mucho de la occidental, ya que son, en orden de importancia: generar oportunidades de empleo, desarrollar la sanidad, combatir la corrupción, mejorar el sistema educativo y luchar contra el extremismo y el terrorismo. Quizás estemos mucho más cerca de lo que habitualmente pensamos".