Por Guadi Calvo.
Es por lo menos paradójico que durante más de cuatro siglos, la misma Europa que secuestró, humilló, transportó y vendió en los mercados esclavistas europeos y americanos a más de 100 millones de africanos, solo contando los que llegaron vivos a destino, no hay números de las grandes mortandades que se producían en las navegaciones, hoy blinde sus fronteras para evitar que los descendientes de aquellos esclavos con que se amasaron ingentes fortunas inglesas, belgas, holandesa, francesa, portuguesas y españolas no puedan llegar a sus costas.
Solo en lo que va del año, tras el pacto entre la Unión Europea y Turquía puesto en marcha el 20 de marzo último, se la llegada de refugiados al sur de Italia, alcanzó a 37785. En el mismo periodo 1370 refugiados han muerto en el intento según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Este último martes la fotografía del naufragio de una barcaza en aguas libias, con cerca de 570 personas, de las que se cree se ahogaron “solo” entre 30 y 40, se ha convertido en tapa de los principales diarios del mundo, tanto como la del pequeño Aylan Kurdi, el niño sirio-kurdo que apareció ahogado en una playa turca, tras zozobrar la lancha en que se había embarcado con su familia rumbo a Grecia en septiembre del año pasado, huyendo de su ciudad natal Kobani, en el marco de la guerra en Siria. Guerra creada y financiada por los Estados Unidos, la Unión Europea y sus socios regionales (Turquía, las petromonarquías del golfo e Israel).
Sin duda este nuevo y espectacular naufragio, no por el número de víctimas, sino por lo impresionante de fotografía, ya que ha habido naufragios recientes con 300 y 400 muertos, casi 5 mil en 2015, pero esto solo es parte de muchos otros que se avizoran, tal vez en este mismo momento, tal vez en unos días, porque nadie que conozca mínimamente la situación en África puede creer que uno o mil naufragios más podrán detener a los millones de hambreados que aspiran por un lugar en la próxima lancha que ya esta partiendo desde los puertos libios, controlados por bandas armadas que solo responden a sus propios intereses sea Estado Islámico, al-Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI), Farj Libia o como quieran llamarse ese día.
El negocio de la trata de personas, del embarque ilegal de refugiados se ha convertido en una fuente extraordinaria de riqueza para muchos traficantes e incluso fuente de financiación para las organizaciones terroristas.
En estos momento más de 800 mil personas, el mayor flujo migración africana moderna, se encuentras esperando un lugar en cualquiera de esas lanchas que parte desde puertos libios rumbo a Italia, 800 mil personas que han llegados desde los lugares más recónditos del continente.
El cruce de refugiados a través del Mediterráneo central, ha aumentado más de 4 veces desde el 2013, la OIM ha confirmado que cerca de 182 mil inmigrantes llegaron a Italia procedentes de Libia, desde comienzo del 2015.
Europa olvida que entre 1870 y 1914, 35 millones de sus hijos la abandonaron hambreados en búsqueda de refugio en los otros continentes a los que hoy se cierra y si la mediada la extendemos desde el siglo XVI al XX la cifra alcanza a los 80 millones de almas que abandonaron el continente.
Parafraseando a Robert Capa.
El extraordinario fotógrafo húngaro Robert Capa, que mucho sabía de guerras dijo alguna vez:” “La guerra es como una actriz que se está volviendo mayor. Es cada vez menos fotogénica y cada vez más peligrosa”, en eso se ha convertido la “realidad” de nuestros días, y así es la realidad de millones de africanos que pugnan por abandonar el continente que parece moverse como un arca.
Desde el sur, los africanos escapan de las guerras que han dejado a sus naciones arruinadas (Angola, República Democrática del Congo); desde el este, intentan fugar de un servicio militar indefinido (Eritrea, el gran aliado de Israel en la región, con más de 40 mil personas que han huido solo en 2015) y conflictos internos (Sudán, Sudán del Sur, Etiopia, Somalia); Desde el oeste, gobiernos corruptos y arbitrarios, despóticos donde la cárcel y la muerte es la respuesta a cualquier demanda social (Nigeria, Gambia, Níger; Burkina Faso, Ghana) Solo entre 1974 y 1992 el número de refugiados africanos llegó a el 385%.
Los países emisores son tanto de el Magreb como de África subsahariana, pero es en esa región del continente donde las crisis sociales y económicas se profundizan, donde el subdesarrollo crónico no da más posibilidades a la población que la fuga, además de la violencia política y étnica.
Habría que tener en cuenta que para 1960 África se autoabastecía de alimentos, lo que se revirtió drásticamente tras las intervenciones neocolonialista esencialmente por parte de Francia y los Estados Unidos, que llegaron para explotar los subsuelos del continente.
El factor multiétnico ha sido la piedra de toque para que las oligarquías locales y las potencias coloniales, pudieran generar infinidad de guerras y conflictos (Ruanda 1994).
Durante los años noventa las tres cuartas partes de las naciones subsaharianas estaban en guerra o en situaciones de extrema violencia. Lo que llevó a países como Eritrea, por ejemplo, en su conflicto con Etiopia a destinar el 36% de su PBI a la compra de armas.
De los últimos 50 países con el índice de desarrollo más bajo 40 son africanos; de los casi mil millones de africanos 340 son clasificados como pobres, 460 millones tienen dificultades paras alimentarse y 50 de ellos padecen hambre crónica. 300 millones no tienen acceso a agua potable, África subsahariana cuenta con casi 30 millones de infectados de HIV y solo en dos conflictos armados Darfur (2003-2009) y los sucesivos conflictos de la República Democrática del Congo se han producido 7 millones de muertos.
A estos males hay que sumarles la devastación ambiental, como por ejemplo por la explotación petrolera en el delta del río Níger; la tala de los bosques que han abierto las puertas a la desertificación, a consecuencia la evaporación de los grandes lagos con el del Chad, están convirtiendo al continente africano en un arca espectral.