sábado, 29 de marzo de 2014

Arabia Saudita, sitiada y temerosa


Durante mucho tiempo, al régimen saudí se le ha considerado pilar de estabilidad en Medio Oriente; el país convocaba respeto y prudencia de todos sus vecinos. Esto no es ya cierto, y los primeros en reconocerlo son los jugadores internos en el régimen. Hoy se sienten sitiados por todas partes y están bastante temerosos de las consecuencias de los disturbios en Medio Oriente para la supervivencia del régimen.
Este vuelco deriva de la historia de Arabia Saudita. El reino mismo no es muy viejo. Fue creado en 1932, mediante la unificación de dos reinos más pequeños de la península arábiga: Hejaz y Neid. Era una parte del mundo aislada y pobre que se había liberado a sí misma del dominio otomano durante la Primera Guerra Mundial, y que vino a estar bajo el eje paracolonial de Gran Bretaña.
El reino estaba organizado en términos religiosos por una versión del islam sunita llamado wahabismo (o salafismo). El wahabismo es una doctrina de tipo puritano muy estricta que fue notablemente intolerante no sólo hacia las religiones diferentes al islam, sino hacia las otras versiones del islam mismo.
El descubrimiento del petróleo habría de transformar el papel geopolítico de Arabia Saudita. Fue una firma estadunidense, después llamado Aramco –no una firma británica– la que logró conseguir los derechos de prospección en 1938. Aramco buscó la asistencia del gobierno de Estados Unidos para explotar los campos.
Una consecuencia del interés de Aramco, combinado con la visión que tuvo el presidente Franklin Roosevelt del futuro geopolítico de Estados Unidos, fue la ahora famosa reunión de Roosevelt con el gobernante de Arabia Saudita, Ibn Saud (y que en ese momento pasó casi desapercibida). Esta reunión ocurrió el 14 de febrero de 1945, a bordo de un destructor estadunidense en el mar Rojo. Pese a la grave enfermedad de Roosevelt (habría de morir dos meses después) y a la falta de experiencia alguna respecto de la cultura y la tecnología occidentales por Ibn Saud, los dos líderes lograron forjar un respeto mutuo y genuino. El intento de deshacer esto por el primer ministro Winston Churchill en una reunión que de inmediato arregló resultaría ser bastante contraproducente, porque fue visto como arrogante por Ibn Saud.
Aunque buena parte de la discusión privada de cinco horas entre Roosevelt e Ibn Saud estuvo dedicada a la cuestión del sionismo y Palestina –acerca de lo que tenían visiones bastante diferentes–, la consecuencia real de más largo plazo fue el arreglo de facto por el que Arabia Saudita coordinó y controló las políticas de producción de crudo mundiales para beneficio estadunidense, a cambio de lo cual Estados Unidos ofreció garantías de seguridad militar de largo plazo a Arabia Saudita.
Para Estados Unidos, Arabia Saudita se volvió una dependencia paracolonial de facto, lo que, sin embargo, permitió que la extensa familia real creciera en riqueza y que se modernizara –no sólo en su habilidad de utilizar tecnología, sino aun en el sentido cultural, flexibilizando en sus vidas muchas de las restricciones del islam wahabita. Fue un arreglo que ambas partes apreciaron y nutrieron. Y funcionó bien hasta la segunda mitad de la primera década de 2000. Dos eventos importantes alteraron el arreglo. Uno fue la decadencia política de Estados Unidos. El segundo fue la llamada primavera árabe y lo que los saudíes percibieron como sus consecuencias negativas por todo el mundo árabe.
Desde el punto de vista de Arabia Saudita, la relación con Estados Unidos se amargó por varias razones. La primera fue que los saudíes sintieron que la anunciada reorientación Asia-Pacífico que remplazaba la (por muchos años) dominante orientación Europa-Atlántico de Estados Unidos implicaría una retirada de su activo involucramiento en la política de Medio Oriente.
Los saudíes vieron ulteriores evidencias de esta reorientación en la disposición de Estados Unidos a entrar en negociaciones con el gobierno iraní y el gobierno sirio. De modo semejante, se sintieron mal por el anunciado retiro de tropas de Afganistán y por la clara renuencia a involucrarse en otra guerra en Medio Oriente. Sintieron que ya no podían contar con la protección militar estadunidense si llegara el caso de necesitarla. Por tanto decidieron jugar sus cartas independientemente de Estados Unidos y, de hecho, contra las preferencias de ese país.
Entretanto, sus relaciones con otros grupos islámicos se hicieron más y más difíciles. Tuvieron mucho cuidado de cualquier grupo que estuviera vinculado con Al Qaeda. Y por buenas razones, dado que hacía mucho tiempo que Al Qaeda había dejado claro que buscaba el derrocamiento del régimen saudí existente. Una cosa que los preocupaba especialmente eran los ciudadanos saudíes que se fueron a Siria y se involucraron en layihad. Temían, recordando la historia pasada, que estos individuos regresaran a Arabia Saudita, listos para subvertirla desde dentro. De hecho, el 3 de febrero, por decreto real (una rara ocurrencia), los saudíes ordenaron el regreso de todos sus ciudadanos. Buscando controlar su modo de retornar, intentaron dispersarlos desde sus avanzadas para minimizar su capacidad de crear organizaciones internas. Parece dudoso que estos jihadisobedecieran. Consideran este edicto un abandono del régimen saudí.
Además de los potenciales adherentes a Al Qaeda, el régimen saudí ha tenido una relación difícil con la Hermandad Musulmana de mucho tiempo atrás. Aunque la versión que del islam tiene esta última es también salafista, y en muchos aspectos semejante al wahabismo. Hay dos diferencias cruciales. La base principal de la Hermandad Musulmana ha sido Egipto, mientras la base wahabita está en Arabia Saudita. Así que, en parte, esto siempre ha sido una competencia por ver cuál sede es la fuerza geopolítica dominante del Medio Oriente.
Hay una segunda diferencia. Debido a su historia, la Hermandad Musulmana siempre ha mirado a los monarcas con ojo agrio mientras el wahabismo se ligó cercanamente con la monarquía saudí. El régimen saudí no ve bien la diseminación de un movimiento al que no le importe un derrocamiento de dicha monarquía.
Y aunque alguna vez tuvieron buenas relaciones con el régimen baathista en Siria, esto ahora es imposible debido a la intensificada polarización entre sunitas y chiítas en Medio Oriente.
La falta de aprecio de los saudíes hacia los laicistas, los simpatizantes de Al Qaeda, los que respaldan a la Hermandad Musulmana y el régimen chiíta baathista, no deja ningún grupo obvio al cual respaldar en Siria. Pero no apoyar a nadie no protege ninguna imagen de liderazgo. Así que el régimen saudí manda armas a algunos cuantos grupos y pretende que hace mucho más.
¿Es Irán realmente el gran enemigo? Sí y no. Pero para limitar el daño, el régimen saudí está involucrado secretamente en conversaciones con los iraníes, conversaciones cuyos resultados son inciertos, dado que los saudíes creen que los iraníes buscan alentar a los chiítas a que hagan erupción en Arabia Saudita. Y pese a que el número total de chiítas en Arabia Saudita es incierto (tal vez 20 por ciento), están concentrados en la esquina sudeste, precisamente el área de mayor producción petrolera.
Casi el único régimen con el que los sauditas están en buenos términos es el de Israel. Comparten la sensación de estar sitiados y temerosos. Y ambos se involucran en el mismo tipo de tácticas políticas de corto plazo.
El hecho es que, en lo interno, el régimen saudita tiene pies de barro. La élite interna está ahora cambiando –de la llamada segunda generación, los hijos de Ibn Saud (los pocos hijos sobrevivientes son bastante ancianos), a los nietos. Es un grupo grande que no ha sido probado y que podría ayudar a derrumbar la casa en su competencia por llenarse las manos con los despojos, que son todavía considerables.
Los saudíes tienen buenas razones para sentirse sitiados y temerosos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/03/15/index.php?section=opinion&article=020a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera

sábado, 22 de marzo de 2014

La llama de la revolución sigue ardiendo

Entrevista a Gilbert Achcar, Profesor en la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres


http://badiltawri.wordpress.com/


-Eric Ruder: Al comienzo del año 2011, las revueltas árabes suscitaron una inmensa esperanza. Sin embargo, hoy parece que se han transformado en su opuesto, una inmensa desesperación bajo el peso de los recientes acontecimientos en Siria, en Egipto, en Túnez, etc. ¿Cómo podemos interpretar las revueltas árabes tres años después de haberse iniciado?

-Gilbert Achcar: Creo que la euforia suscitada a principios de 2011 de hecho estaba injustificada, lo mismo que la visión lúgubre que se puede encontrar más tarde. Se trata, más bien, de reacciones impresionistas ante los acontecimientos.
El movimiento inicial del levantamiento de masas con inmensas movilizaciones en varios países suscitó, sin duda, muchas esperanzas. Es comprensible. Pero era y sigue siendo importante reconocer que lo que está en juego es algo más que cambiar la forma del régimen político, lo que se llama una transición democrática. Últimamente, estas revueltas se enfrentan al desafío de cómo lograr cambios más radicales frente al núcleo duro del Estado que está formado por las fuerzas armadas.

Es una coraza mucho más difícil de romper que el retrato de Mubarak en Egipto o Ben Ali en Túnez durante las primeras semanas de la insurrección. Las movilizaciones de masas llegaron a derrocar a los dirigentes de esos dos países pero el “Estado profundo”, la columna vertebral del antiguo régimen, sigue ahí, lo que significa que el antiguo régimen sigue bien asentado y que hay más continuidad que cambios entre las condiciones que existen hoy y las que existían antes.

En un país como Siria, en el que las fuerzas armadas están vinculadas orgánicamente a la familia reinante, incluso esta etapa inicial de derrocamiento del régimen no puede llevarse a cabo sin deshacer el núcleo duro del Estado; de esta manera, en Siria, hemos visto evolucionar los acontecimientos inexorablemente hacia una guerra civil después de varios meses de represión cada vez más sanguinaria contra una insurrección desarmada.

En estos tres países, las dificultades son inmensas. En ninguno de ellos se trataría de un proceso breve -menos aún de una “primavera”- que acabaría con la organización de elecciones libres como en el caso de Egipto y Túnez.

El elemento clave que hay que tener en cuenta es que en 2011 se inició un proceso revolucionario a largo plazo, que tiene su origen en decenios de estrangulamiento económico debido a la naturaleza del régimen social imperante. En realidad, nos encontramos en las primeras etapas de este proceso revolucionario. Se prolongará durante muchos años, si no son decenios.

Sin duda, sigue habiendo espacio para la esperanza mientras la determinación del movimiento de masas perdure en su voluntad de conseguir los principales objetivos sociales que, al inicio, movieron a la mayoría de las personas que participaron en las revueltas. Pero debiera ser una esperanza realista, junto con la auténtica compresión de las dificultades de la tarea.

-¿Nos puedes decir algo más sobre los desafíos de Egipto?

-Lo que se produjo en Egipto en 2011 era un cambio superficial. Solo se cortó la punta del iceberg: la familia de Mubarak y sus acólitos más próximos. Eso fue todo. No debiéramos olvidar que Mubarak fue derrocado por un levantamiento de masas pero combinado con un golpe militar.

Lo que se produjo el 11 de febrero de 2011 quizás pueda ser calificado mejor como un golpe, parecido al que vimos el 3 de julio de 2013, en el sentido de que el ejército apartó a Mubarak del poder para tomarlo directamente en sus manos. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) tomó el poder como junta militar; por tanto, era un golpe militar en su sentido más clásico, ejecutado con el telón de fondo de una inmensa movilización de masas.

Incluso antes del golpe, en el momento álgido, puse en guardia de una vez por todas contra las esperanzas en el ejército, porque es la verdadera columna vertebral del Estado egipcio desde hace varios decenios. La idea de que la situación contra la que se levantaba el pueblo egipcio cambiaría por la mera retirada de Mubarak era una ilusión falsa; más aún debido al hecho de que fue derrocado por miembros de la columna vertebral de su régimen.

En realidad, el derrocamiento de Murabak estaba destinado a preservar la continuidad del Estado. Se trataba, pues, de un golpe conservador. En el caso egipcio, intentar salvar el régimen sacrificando su cabeza era posible por la relativamente acentuada institucionalización del Estado. En otras palabras: la institución es más importante que su dirigente.

El propio dirigente no era más que un producto de la institución, es decir, el ejército. Esta característica del Estado egipcio se puede aplicar igualmente al Estado tunecino. Sin embargo, en la mayoría de los estados de la zona, como las monarquías petroleras o las monarquías que ellas mismas se denominan “repúblicas” como la de Libia o la de Siria o en su caso, el Irak de Sadam Hussein antes de que el régimen fuera derrocado por Estados Unidos, esta característica no existe.

No obstante, en Egipto era obvio que el golpe no pondría fin a la agitación. En efecto, después de un breve periodo de euforia, el pueblo tuvo que hacer frente a la dura realidad de la continuidad del régimen. Se alzó contra esto una vez más, y asistimos a múltiples movilizaciones a partir de finales de 2011.

De nuevo, la situación era muy tensa en Egipto. Luego se produjo la elección de los Hermanos Musulmanes y de Mohamed Morsi como presidente. Morsi fue el ganador en la segunda vuelta de las presidenciales porque los electores querían impedir que el antiguo régimen se impusiera de nuevo (con su candidato Ahmed Chafik). Morsi contó con muchos electores que no habían votado por él en la primera vuelta. En la segunda vuelta era la opción por defecto.

Para estos últimos, lo mismo que para la mayor parte de lo que le votaron en la primera vuelta con la esperanza de que los Hermanos Musulmanes resolvieran los problemas clave del país, en especial en el ámbito social y económico, Morsi suscitó una considerable decepción.

Además, los Hermanos Musulmanes se comportaron con tal arrogancia, que todo el mundo acabó por estar convencido de que intentaban apoderarse del control de todas las instituciones del Estado. Esto suscitó grandes temores en las otras fuerzas: los hermanos Musulmanes incluso llegaron a enajenar otras corrientes islamistas fundamentalistas como los salafistas.

La cólera contra Morsi volvió a activar ell movimiento de masas, tanto las huelgas obreras como, en general, otras luchas y conflictos sociales. Todo ello culminó en la más grande manifestación vista nunca en Egipto, la del 30 de junio de 2013. Una vez más se repite el escenario desarrollado en febrero de 2011. El ejército interviene para derrocar al presidente.
El hecho de que Morsi haya sido elegido en unas elecciones libres, a diferencia de Mubarak, no cambia que en los dos casos, se trate de un golpe. Este hecho no se modifica porque Morsi perdiera su legitimidad tras haber sido elegido en unas elecciones relativamente libres y equitativas. Fue elegido en circunstancias revolucionarias con un mandato del pueblo y traicionó este mandato. En consecuencia, el pueblo deseaba deshacerse de él. En este sentido, era el resultado de un movimiento de masas que ejercía el derecho profundamente democrático de revocar a alguien elegido oficialmente.

El problema actual en Egipto es que solo hay dos fuerzas importantes organizadas. La primera, sin duda, es el ejército, columna vertebral del antiguo régimen que al mismo tiempo es una fuerza social y política, no únicamente solo una institución militar. La segunda, que se opone al antiguo régimen, está formada por los Hermanos Musulmanes con su inmensa maquinaria organizativa.

Los jóvenes del movimiento Tamarod (Rebelión) lograron iniciar una movilización gigantesca pero no tenían capacidad organizativa para derrocar a Morsi que era apoyado por el considerable aparato político de los Hermanos Musulmanes. A semejanza de lo ocurrido en 2011, el movimiento popular se apoyó en el ejército para derrocar al presidente.

Por supuesto, el ejército utilizaba el movimiento de masas contra Morsi como una posibilidad para deshacerse de él, porque consideraba que el intento de los Hermanos Musulmanes de alcanzar el control sobre el Estado era una amenaza mayor; del mismo modo, la influencia de la Cofradía en los mecanismos de poder era sentida como una amenaza por los liberales y por el conjunto de la izquierda.

El problema mayor es que de ahí en adelante, más que en 2011, una parte significativa de la población se hace ilusiones respecto al ejército como si, de alguna manera, fuera una institución al servicio del pueblo que interviene para ejecutar su voluntad. Sin duda, es una idea aberrante. El ejército no es exactamente un instrumento del pueblo. El ejército, en muchos sentidos, es una herramienta del antiguo régimen pero, también, defiende ante todo sus propios intereses.

Como institución, el ejército controla una inmensa parte de la economía: se estima que cerca de un tercio del PIB. Está muy comprometido en la defensa del conjunto de prerrogativas y privilegios de los que ha disfrutado a lo largo de los decenios precedentes. Esto lo hemos visto de forma muy clara en las recientes discusiones sobre la Constitución, en las que el ejército se ha implicado al máximo para garantizar sus privilegios, así como un elevado estatus que le garantice que ninguna otra institución -sea el presidente, el parlamento o cualquier otra- pueda inmiscuirse en lo que él considera sus propios asuntos.

Para volver a tu primera pregunta, la euforia de 2011 se ha transformado en decepción hasta tal punto que muchos han empezado a publicar esquelas de la revolución egipcia; incluso aseguran que no hubo revolución. Pero la idea de que lo que se inició en 2010, más tarde terminó y de que hemos vuelto al punto de partida, o a algo peor, es completamente errónea.

Las principales cuestiones en Egipto son de índole social y económica. Tienen una gran carga explosiva. Sin embargo, los militares no tienen una orientación sobre la manera de hacer frente a estas reivindicaciones que no sea reprimirlas. De modo que aunque hay muchas ilusiones en el general Abdel Fattah Al-Sissi, jefe del ejército, la creencia de que esta percepción durará es una muestra de miopía política.

Es obvio que las tensiones volverán. Ya ha habido una reanudación de las luchas sociales, de las huelgas y de las luchas obreras así como crecientes conflictos entre la amplia coalición que se opuso a los Hermanos Musulmanes. Muchos de los que se movilizaron en la calle contra Morsi el 30 de junio son contrarios a lo que el ejército intenta imponer.

-Como has indicado, algunos observadores sobre Oriente Medio aseguraron que no hubo ninguna revolución en Egipto -ni en la región- porque no hubo transferencia del poder político de una clase a otra. ¿Qué responderías?

-El término “revolución” se aplica a diferentes formas de transición pero las revoluciones comparten características comunes en lo que implican de participación de mucha gente en el derrocamiento de las formas políticas institucionalizadas del momento.

Una revolución adquiere el carácter de insurrección, que a veces conduce a un cambio profundo y radical e implica el cambio de la clase social que detenta el poder político dominante. Pero si colocamos el listón tan alto, solo se puede aplicar a un número muy reducido de episodios históricos.

Si una movilización de masas expulsa a un presidente, incluso si se combina con un golpe, la percepción de quienes están implicados de que participan en una revolución es cierta. El orgullo de haberse implicado en una revolución es incontestable. El elemento esencial en lo que respecta a los acontecimientos de la región árabe es que, efectivamente, se trata de un largo proceso revolucionario.

La mayoría de las revoluciones históricas son procesos muy largos, más aún cuando el proceso afecta a toda una zona geopolítica. Pero incluso si se centra en un solo país, es evidente que las revoluciones no se desarrollan en unos días o semanas.

La Revolución francesa o la Revolución inglesa se desarrollaron durante varios años o decenios según cuando se considere el final. Es importante abarcar el conjunto del proceso histórico y, aún cuando, más o menos, se pueda determinar la fecha de inicio queda un largo proceso de cambio.

Si el problema central de Egipto consiste en que el desarrollo está bloqueado por una estructura sociopolítica especial, es obvio que no hay otra manera de desbloquear esta situación más que derribando esta estructura. Sustituir esta estructura por un poder sociopolítico progresista, no desembocará necesariamente en una transformación socialista aunque esta pueda estar en el horizonte histórico. Si el derrocamiento del capitalismo egipcio de los “compinches” lleva, por ejemplo, a la aparición de un orden político que posea algunas semejanzas con el chavismo de Venezuela, sería ya un cambio importante de la estructura sociopolítica.

Por ahora, lo que está en juego es el derrocamiento de la estructura sociopolítica que está actualmente en el poder y su sustitución por otra diferente. Para que esto se produzca, es necesario tener claro que es necesario cambiar. La estructura sociopolítica dominante, lo mismo que todo el poder social, está sostenido por el ejército. Para apartar este obstáculo, el movimiento de masas, debe de estar en condiciones de convencer a los soldados para no ser utilizados en la defensa del antiguo régimen.

Para conseguir este objetivo, es indispensable actuar a favor de un movimiento de masas que tenga un cierto grado de organización, de coordinación y de claridad estratégica. En este momento no existe este tipo de fuerza organizada. Y no se conseguirá en semanas o meses. Esa es la razón por la que las revoluciones son procesos largos.

Históricamente, la experiencia rusa de 1917 -donde existía un partido revolucionario como el partido bolchevique desde antes de la crisis revolucionaria que fue capaz de crecer muy rápidamente y alcanzar la toma del poder- es más una excepción que la regla. En los países árabes, hoy no nos encontramos en esa situación.

La fuerza organizada a favor de un cambio progresista está por construir. Quizás solo hay un país de la región árabe en el que semejante fuerza ya existe hasta un cierto punto. Se trata de Túnez. El movimiento obrero tunecino está organizado y es muy potente. Por el contrario, lo que falta es claridad estratégica en la izquierda.

-El desafío revolucionario al régimen sirio parece enfrentarse a circunstancias todavía más difíciles. ¿Cómo se puede entender esto? 

-Siria es una ilustración trágica de una de las características compartidas por las revueltas árabes en general, es decir, el desafío de múltiples y sucesivas contrarrevoluciones. Es una exigencia de lo movimientos revolucionarios hacer frente al desafío contrarrevolucionario del antiguo régimen pero en esta región solo se está al inicio.

Además de la contrarrevolución organizada por el Estado, hay que añadir el papel regional jugado por las monarquías petroleras del Golfo árabe-iraní. Por añadidura, existe una contrarrevolución internacional, representada en la región, sobre todo, por Estados Unidos. Pero en el caso de Siria, están también Rusia e Irán, que son los principales valedores del régimen sirio.

A esta combinación de fuerzas contrarrevolucionarias locales, regionales e internacionales, hay que añadir algo aún más pernicioso: el hecho de que una parte de las fuerzas –que emergen en el curso del levantamiento popular y que aparecen como participantes en la revolución- tienen un programa reaccionario. Hablo de las fuerzas islamistas fundamentalistas. Se trata o de Hermanos Musulmanes o de salafistas o de algunos elementos yihadistas, fuerzas que han proliferado en la región desde los años 70 y 80 del siglo pasado.

Han llegado a aprovecharse de una parte importante del resentimiento popular debido a la decadencia de las fuerzas de izquierda: los nacionalistas de izquierda, los comunistas y otros. Este vacío ha sido ocupado por las corrientes fundamentalistas que, en realidad, son fuerzas reaccionarias y no progresistas. En el caso de que se opongan a los regímenes existentes, no lo hacen con un programa progresista sino con un programa reaccionario basado en la religión lo que se traduce en una ideología socialmente reaccionaria.

Desde le comienzo de las revueltas, Estados Unidos se ha enfrentado al espinoso problema de saber cómo responder, especialmente cuando el objetivo de las revueltas eran aliados suyos, como el régimen de Mubarak en Egipto. De forma general, Washington ha intentado renovar el tipo de relación que tuvo en el pasado, entre 1950 y 1980 cuando estas dos entidades se asociaron en su oposición a cualquier fuerza considerada de izquierdas o progresista en la región, con los Hermanos Musulmanes.

En 2011, Estados Unidos apostó fundamentalmente por que estas fuerzas conservadoras estuvieran en condiciones de actuar como aliadas en el esfuerzo por minar la dinámica revolucionaria desde dentro, en la medida en que los regímenes locales fracasaran en parar el movimiento revolucionario por medio de la represión, de las reformas, de la cooptación o de alguna combinación de todo estos elementos.

En el caso de Siria, Estados Unidos ha desplegado la misma estrategia que en Egipto y en todos lados. Consistía en impedir que el movimiento revolucionario se hiciera demasiado radical, de intentar mantenerlo dentro de los límites establecidos.

Bajo esta perspectiva, hacen una llamada a las lecciones de Irak. En Irak, la opción rechazada por la administración Bush era la correcta si se consideran los objetivos del imperialismo americano; y es lo que Washington considera hoy acertado. Esta opción era el “saddamismo”, sin Saddam, en otras palabras, el mantenimiento del estado de Baas y de diversas estructuras del antiguo régimen pero sin Saddam Hussein al frente.

Se trata del mismo plan de Estados Unidos para Siria hoy: assadismo sin Assad. De hecho, es lo que contempla para todos los países de la región en los que las revueltas alcanzan un punto que no permite la continuidad del antiguo régimen.

Eso es lo fundamental que ha intentado conseguir en Egipto y ya vemos todas las contradicciones que eso implica. De hecho, es lo que hace en Yemen, a través del acuerdo negociado con los saudíes, que implica el fracaso de las aspiraciones fundamentales de los jóvenes, de las masas y de los trabajadores que participaron en el levantamiento yemení. Es la razón que explica que la movilización de masas continua, erre que erre, en este país.

En Siria, su perspectiva preferida es la de imponer una especie de acuerdo que preserve las estructuras clave del régimen pero, con el fin de preservar alguna credibilidad, la condición mínima es que Bachar el Assad se retire; como se hizo en Yemen. Seamos claros: todo esto no tiene nada que ver con la “democracia”.

Lo que se ve en Siria es una convergencia de intereses del régimen y de las monarquías petroleras que, conjuntamente, buscan desviar o diluir el carácter democrático de las revueltas y sepultarlas bajo la dominación de las fuerzas islámicas fundamentalistas.

Para las monarquías del Golfo, un levantamiento democrático y progresista en Siria -o en cualquier sitio que pueda ocurrir- es extremadamente peligroso. De modo que, si pueden oponerse a semejante levantamiento apoyando al régimen, como en Egipto y, por supuesto, en Barhein (donde incluso han intervenido militarmente para defender la monarquía), lo hacen.

Pero en las situaciones en las que no pueden sostener al régimen, la otra opción, la mejor, consiste en intentar controlar el movimiento y desactivar el potencial progresista. Las fuerzas islámicas fundamentalistas coinciden bien con este objetivo porque no representan ninguna amenaza -al menos ideológica- para las monarquías petroleras en especial para los saudíes cuya ideología oficial se basa en la interpretación fundamentalista más reaccionaria del islam.

El régimen sirio deseaba también que esas fuerzas dominasen la revuelta porque constituyen su enemigo preferido: son las mejores para disuadir a una fracción importante de la población, así como a las potencias occidentales, de apoyar el levantamiento. Esto explica por qué el régimen sirio ha sacado de la cárcel a 1000 yihadistas algunos meses después el inicio del levantamiento, en 2011. La intención del régimen era permitir que las corrientes islámicas fundamentalistas se convirtieran en la mayor fuerza de las revueltas para desacreditarlas.

Así pues, incluso si el régimen sirio y las monarquías del Golfo tienen objetivos diferentes, convergen en la estrategia. Y el resultado es el mismo. Los dos tienen un cierto interés en ver a tales fuerzas volverse dominantes en las revueltas.

Además, para el régimen sirio, era una manera de disuadir a Estados Unidos de apoyar el levantamiento. Esta estrategia era eficaz en el sentido de que permite ver hasta qué punto Washington ha mostrado su débil inclinación a suministrar cualquier apoyo real al levantamiento más allá de vagas declaraciones y de medios materiales muy limitados.

Más que nada, Washington teme una mayor radicalización de la situación y la desestabilización potencial del Golfo donde radican los mayores intereses de Estados Unidos, debido evidentemente al petróleo. Por esta razón, Estados Unidos está completamente satisfechos de ver que el régimen sirio sigue.

-¿Qué puede cambiar esta dinámica en Siria?

-Sin duda, la situación en Siria es muy trágica. La población siria está totalmente agotada. Además de las 200 000 personas muertas y del enorme número de mutiladas, hay millones de personas desplazadas y refugiadas que viven en condiciones horribles. Todo esto se ha convertido en una tragedia humanitaria de proporciones inmensas.

Los progresistas en Siria están más bien aislados mientras que las otras fuerzas disponen de diversos padrinos: el régimen tiene un fuerte apoyo de Rusia e Irán, las fuerzas fundamentalistas reciben fondos y apoyos de la parte del Golfo. Asistimos a una evolución de la situación que, sin duda, es preocupante y cuya sombría evaluación parece legítima.
Pero incluso en Siria, es fundamental pensar más allá del momento presente. No deberíamos olvidar que la inversión de la situación militar es relativamente reciente.

Hasta hace algunos meses, el régimen perdía terreno en tal proporción que llevó a Irán a intervenir masivamente para ayudarlo. Esto incluía el envío de millares de combatientes del Hizbulla libanés y de Irak para combatir al lado del régimen. Esto permitió al régimen darle la vuelta a la dinámica en el frente militar y lanzar una contraofensiva que estaba acompañada de una visibilidad creciente, si no hegemónica, de las fuerzas islámicas en el seno de la oposición armada.

Siempre existe un potencial para que un movimiento progresista y democrático se vuelva a manifestar otra vez como lo hizo a lo largo del primer año y más allá del levantamiento. Este movimiento sigue ahí siempre. La población siria no ha sido seducida, de ninguna manera, por las órdenes y disposiciones de las fuerzas fundamentalistas.

Mientras haya un conflicto armado quienes tienen los medios dominarán sobre el terreno. Pero en un cierto momento, la lucha armada cesará y la crisis social y económica se reafirmará así como las aspiraciones sociales de quienes se levantaron al comienzo. Este potencial en Siria -el potencial progresista, el potencial democrático- es más bien fuerte, de la misma forma que lo es en toda la región.

En definitiva, no son otra cosa que las fases en un proceso revolucionario de larga duración. Desde ese punto de vista, creo que el elemento clave es que en 2011 prendimos fuego al conjunto del orden despótico y reaccionario que reinó en la región durante decenios y que parecía que se quedaría para toda la eternidad. Las llamas del cambio revolucionario se expandieron y no será fácil apagarlas.

Pero también se liberaron distintas fuerzas reaccionarias y, desgraciadamente, no hay ninguna certeza de que todo acabe en la victoria de una perspectivas progresistas en toda la región. También puede haber derrotas mayores y retrocesos reaccionarios, si no regresiones históricas. No obstante, el elemento clave es que el proceso se ha desencadenado y que es una época para la acción, para la organización, así como para la clarificación política y estratégica.

De esta manera, muchos observadores alejados de la zona, simplemente traducen los acontecimientos más recientes y hablan de ellos como si representasen el desenlace del proceso. Es esencial rechazar esa tendencia e insertarse en el proceso tal como se desarrolla así como luchar para orientarlo hacia un resultado progresista.


* Nota de Correspondencia de Prensa: Nacido en Líbano. Profesor en la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres y activista en la solidaridad con las luchas de los movimietos sociales y la izquierda anticapitalista de los países árabes. Autor de numerosos libros sobre el tema, su más reciente obra es Le peuple veut. Une exploration radicale du soulevement arabe (El pueblo puede. Una exploración radical del levantamiento árabe), Sindbad-Actes Sud, París, 2013.

Fuente original: http://badiltawri.wordpress.com/

Tradución de Viento Sur http://vientosur.info/ 

lunes, 17 de marzo de 2014

2013: Un año en "calma" -PALESTINA-

ALAIN GRESH
Le Monde Diplomatique

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En la Palestina ocupada, parece que no ocurre nada. Incluso si hay gente que anuncia la inminencia de una tercera Intifada/1, a la que la dirección palestina es hostil, el frente está en calma,. Las negociaciones israelo-palestinas/2 prosiguen en el mayor de los secretos y el Secretario de Estado americano John Kerry no ahorra esfuerzos para acercar a las dos partes, lo que, en el lenguaje diplomático de los Estados Unidos, significa empujar a los palestinos a concesiones suplementarias. Y la colonización avanza inexorablemente/3: 400 viviendas en un lado, otras 800 en otro, “una colonia ilegal” (como si hubiera colonias legales) cuyo “reconocimiento” se estudia por el Gobierno de Tel Aviv, una enésima condena de la Unión Europea o de Francia, mientras su presidente se pavonea al lado de Benyamin Netanyahu en una obscena cena común en la que el jefe del Estado francés proclama sus ganas de cantar alguna canción que expresara su amor por Israel/4.
Ahora bien, todo esto dice bastante poco sobre la vida cotidiana en la Palestina bajo ocupación. De esos hombres, mujeres y niños sometidos a innumerables castigos, vejaciones, arrestos, torturas, desde hace ya cerca de 50 años. Habéis leído bien. Medio siglo de impotencia, de indiferencia y de complicidad de la comunidad internacional. En Gaza, que sigue sometida a un bloqueo unánimemente condenado, los palestinos tienen al menos la oportunidad de no estar todo el día con la presencia constante del ejército israelí (que se contenta, de vez en cuando, con bombardeos y asesinatos selectivos). En Cisjordania no tienen ese privilegio y el informe que publica Amnistía Internacional/5, “Gatillo fácil: El uso de la fuerza excesiva por Israel en Cisjordania ”, arroja una luz cruel sobre una ocupación brutal. Lo resume el comunicado en francés de la organización: “El ejército y la policía israelíes utilizan una fuerza desproporcionada”:
Amnistía Internacional ha contabilizado la muerte de 22 civiles palestinos en Cisjordania el año 2013, de los cuales al menos 14 lo fueron en el marco de manifestaciones. La mayor parte eran jóvenes adultos de menos de 25 años. Al menos cuatro eran niños. Según las cifras de la ONU, el número de palestinos de Cisjordania muertos por las fuerzas israelíes en 2013 es superior al número total de víctimas contabilizadas en 2011 y 2012”.
Habéis leído bien. Las fuerzas de ocupación han matado en 2013 más palestinos, en lo esencial civiles y a veces niños, que en 2011 y 2012. Es sin duda la forma que tiene el gobierno israelí para demostrar la importancia que concede a las negociaciones bilaterales que se reanudaron en julio de 2013. Como se sabe, ¡los árabes solo entienden la fuerza!
Desde enero de 2011, prosigue el comunicado, un número espantoso de civiles palestinos en Cisjordania -mas de 8.500, de ellos 1.500 niños- han sido objetivo de disparos o han sido gravemente heridos, en particular por balas de metal envueltas en caucho y por la utilización inapropiada de gases lacrimógenos. (...) Varias víctimas han sido disparadas por la espalda, sin duda tomadas por objetivo cuando intentaban huir y no planteaban ninguna amenaza verdadera para la vida de los miembros de las fuerzas israelíes o de cualquier otra persona. En varios casos, las fuerzas israelíes bien equipadas han recurrido a medios letales para reprimir manifestaciones de gente que tiraba piedras, causando pérdidas inútiles de vidas humanas”.
Pero, como todo el mundo sabe, Israel es un Estado democrático, su justicia es independiente y seguramente deberá castigar a los militares culpables de tales exacciones. Desengañaros, declara Philip Luther, director del programa Medio Oriente y África del Norte de Amnistía Internacional:
El sistema israelí presenta lagunas deplorables. Peca por su falta de independencia, de imparcialidad y de transparencia. Las autoridades deben realizar cuanto antes investigaciones profundas e independientes sobre todos los presuntos casos de recurso arbitrario y violento a la fuerza, en particular cuando hay muertos y heridos graves”.
El informe de Amnistía da ejemplos horrorosos que, sin embargo, no suscitarán más que reacciones rituales, o el silencio. Como en el caso de un adolescente, “Samir Awad, adolescente de 16 años originario de Budrus, cerca de Ramalá, que fue abatido cerca de su escuela en enero de 2013, cuando intentaba poner en marcha una manifestación con unos amigos contra el muro/barrera de 800 kilómetros de largo que atraviesa su pueblo. Recibió el impacto de tres balas, en la parte de atrás de la cabeza, la pierna y el hombro cuando huía de los soldados israelís que habían tendido una emboscada a su grupo. Según testigos, el adolescente fue disparado mientras huía. Malik Murar, de 16 años, un amigo de Samir que fue testigo de este homicidio, ha declarado a Amnistía Internacional que “primero le dispararon a la pierna, pero logró huir... ¿Hasta dónde puede huir un adolescente herido? Habrían podido detenerle con facilidad... pero prefirieron dispararle balas reales por la espalda”.
Podría tratarse, según Amnistía Internacional, de un crimen de guerra.
Es difícil de creer que un adolescente desarmado pueda ser percibido como un peligro inminente para un soldado bien equipado. En este caso como en otros, parece que las fuerzas israelíes han disparado imprudentemente frente a una amenaza bien débil”, ha declarado Philip Luther.
Pero es eso precisamente. Todos los adolescentes, todos los hombres, y a veces incluso los niños son percibidos por el ejército israelí como una amenaza. ¿Qué vale por tanto su vida?
Se conoce ya la respuesta del gobierno israelí a este informe: es un texto antisemita que acusa a “los judíos” de matar niños. Pero son quienes califican a Israel de “estado judío” o hablan de “ejército judío” quienes favorecen las peores amalgamas y alimentan un antisemitismo estúpido, incapaz de comprender la diferencia entre los judíos e Israel.
26/02/2014
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
http://vientosur.info/spip.php?article8803

sábado, 8 de marzo de 2014

ISRAEL Y PALESTINA A TRAVÉS DEL CINE

10 documentales que abren una puerta a un conflicto enquistado. ¿Cómo viven día a día palestinos e israelíes y cómo luchan por conseguir la paz?
  
    mujeres palestina
    
Uriel Sinai/Getty Images
    Palestinos e israelíes en la playa en Tel Aviv.
Two sided story (2012)
The Parents Circle Forum, asociación de familias palestinas e israelíes afectadas por el conflicto, muestra en esta cinta -dirigida por Tor Ben- Meyor- sus reuniones y, como ellos dicen, si los que han perdido lo más importante en la vida se pueden reunir e intentar comprenderse, por qué no lo van hacer los líderes en política. La confrontación de las dos narrativas se pone al servicio del trabajo por la reconciliación en unas sociedades que viven de espalda a la existencia del otro. A través de la empatía intentan alcanzar el entendimiento del punto de vista de su contraparte. Un proceso que pretende acabar con el círculo de violencia, eliminando la venganza a través de la dignidad, la valentía y el compromiso con la paz de estas familias.

The house of tomorrow (2011)
Al amparo de las charlas TEDx, surgió la idea entre dos mujeres -Hanan Kattan y Shamim Sarif-, una israelí y otra de ascendencia palestina, de realizar un evento llamado: TEDx: HolyLand. El empoderamiento de la mujer y el papel de las minorías son sus temas centrales acercando la realidad de personas, mujeres en concreto, que son beduinas en Israel, cristianas entre musulmanes, israelíes pero árabes o empresarias en Palestina. La casa del mañana que ellas quieren construir yace sobre la capacidad, a veces relegada a un segundo plano, que las mujeres tienen para provocar un cambio en sus sociedades, a través del liderazgo y de nuevas perspectivas. En el año 2000 Naciones Unidas adoptó la resolución 1325 del Consejo de Seguridad sobre mujeres, paz y seguridad para potenciar un papel más activo de las mujeres, así como la inclusión de la perspectiva de género en la prevención, gestión y resolución de conflictos dado el poco índice de participación femenina en estos campos.

The law in these parts (2011)
detencion palestina   
HAZEM BADER/AFP/GettyImages
   
Soldados israelíes detienen a una mujer palestina durante una manifestación contra la ocupación.   
Tras la guerra de 1967 Israel impuso un sistema judicial militar y temporal en Cisjordania y la Franja de Gaza. 40 años después, la presencia israelí es clasificada como ocupación y lo temporal ha pasado a ser permanente. Con una narrativa audiovisual que mezcla imágenes de archivo con entrevistas actuales de jueces y asesores legales que ayudaron a construir y postergar este sistema, la cintarecuerda a The Gatekeepers (2012) no sólo por la estética sino también por el papel que han jugado los entrevistados en la historia de Oriente Medio. Dilemas morales, valores democráticos en cuestionamiento, algunos entrevistados afirman que es antinatural un sistema que ha sido ideado para ser perecedero y ha hecho que sean los jueces que a su vez son militares y por lo tanto ciudadanos los que juzguen a sospechosos que consideran además sus enemigos en un conflicto sin aparente fin. Dirigido por Ra'anan Alexandrowicz.

Would you have sex with an Arab? (2011)
De título deliberadamente provocativo y que puede resultar banal, lo cierto es que esta película -dirigida por Yolande Zauberman- habla de una barrera invisible pero real: las relaciones interpersonales entre las distintas culturas y religiones. A través de una pregunta directa se producen en los entrevistados todo tipo de reacciones. Desde el rechazo absoluto a la autocrítica por sus propias respuestas. De la aceptación natural del otro a la reflexión sobre la repercusión que podría tener en el ámbito familiar una pareja mixta. En un país, Israel, en el que sólo existe el matrimonio religioso pero que reconoce por ley los matrimonios civiles realizados en el extranjero, muchos de sus ciudadanos -alrededor de 20.000 cada año- deciden casarse en otros países como en la cercana Chipre, en Rusia o en Estados Unidos. El muro, por lo tanto, se levanta, estando presente también en el espacio más íntimo de sus ciudadanos.

Israel vs Israel (2010)
    qalandia checkpoint
    
ABBAS MOMANI/AFP/Getty Images
    Soldado israelí revisa el bolso de una palestina en el 'checkpoint' de Qalandia entre Ramala y Jerusalén.
Dirigida por Terje Carlsson. ¿Qué tienen en común un ex militar, un rabino, una civil y un anarquista? Todos son israelíes además de tener una causa común: luchar por los derechos humanos. Desde un amplio espectro de valores y planteamientos, rechazan la política de su Gobierno relativa a los asentamientos, el muro y loscheckpoints. Breaking the Silence, Rabbis for Human Rights, Machsom Watch y Anarchists Against the Wall son las asociaciones cuyo trabajo pone en el punto de mira los accesos desde Cisjordania y la Franja de Gaza a Israel. Accesos como elcheckpoint de Qalandia situado entre Ramala y Jerusalén y considerado el de más afluencia con cerca de 20.000 personas por día. Todos estos puntos de control que siguen aumentando –en 2011 fueron contabilizados hasta 522-, tienen como resultado la vulneración de la libertad de movimiento de los habitantes de los Territorios Ocupados, así como las diferencias directas entre la movilidad de los palestinos, que pueden llegar a sufrir horas de retenciones y controles, y la de los colonos, que disfrutan de una normativa mucho más laxa.

Budrus (2009)
Este documental ambientado en la localidad cisjordana de Budrus fue dirigido por Julia Bacha y cuenta como actores principales con 1.500 habitantes en su mayoría agricultores. ¿Motivos para ser protagonista de un documental? En principio, ninguno. En 2003 el Ejército israelí llega a Budrus para salvaguardar la construcción del muro de separación en la zona. Parece que seguimos con la calma tensa de los Territorios Ocupados. Lo anodino se transforma en argumento cinematográfico cuando el pueblo, liderado por Ayed Morrar, vecino y miembro de Fatah, decide unir fuerzas y realizar su resistencia pacífica. 10 meses protestando para alcanzar su objetivo: conseguir alterar el trazado del muro uniendo a facciones políticas, a vecinos y a activistas internacionales. Budrus no sólo nos acerca esta historia de lucha a través de la protesta pacífica, nos habla del muro de separación como componente activo del conflicto, una barrera considerada por la Corte Internacional de Justica como una violación del Derecho Internacional, pero de la que ya se ha construido el 62% de sus 700 kilómetros proyectados. Además, capta a través de su cámara el significado del olivo, resistente y robusto, que para los palestinos simboliza el arraigo a la tierra por la que los dos pueblos luchan.

Encounter point (2006)
palestino israelí   
DAVID BUIMOVITCH/AFP/Getty Images
   
Religios judíos israelíes abrazan a un palestino musulmán durante el funeral de un colono activista por la paz.   
Quien quiera conocer la actitud de la opinión pública para la consecución de la paz entre palestinos e israelíes, Encounter Point es su película. El documental, dirigido por Ronit Avni y producido –al igual que Budrus- por la organización pacifista Just Vision, nos acerca al trabajo que ésta realiza para alcanzar la paz a través del diálogo. Tras más de dos años de trabajo,Encounter Point muestra las barreras a las que hacen frente personas cuya vida cotidiana se desarrolla con el trasfondo del conflicto. Deciden que, para alcanzar un acuerdo, deben trabajar codo con codo y, por lo menos, empezar a hablar. ¿Les suena? En este 2013 no sólo se han cumplido los 20 años de los Acuerdos de Oslo sino que los negociadores se han vuelto a reunir tras tres años de atasco en las negociaciones de paz. El derecho de los palestinos a regresar, los asentamientos judíos, la cuestión de los dos Estados o la existencia de uno solo son temas que siguen estando encima de la mesa. Mientras los diplomáticos y los políticos intentan llegar a un acuerdo, los ciudadanos y los activistas trabajan en el día a día por aportar una solución.

Peace, propaganda and the promised land (2004)
La contextualización, el marco y la objetividad en la información brillan por su ausencia en el tratamiento informativo del conflicto entre Israel y Palestina en los medios de comunicación de Estados Unidos. O al menos, eso es lo que denuncia este documental –dirigido por Sut Jhally y Bathsheba Ratzkoff-. Realizando un estudio del uso del lenguaje y de la falta de análisis en comparación con otros medios internacionales, esta película transmite la idea de la existencia de una opinión pública manipulada con una información sesgada de una zona de gran interés geopolítico. Los datos revelan que el 64 % de los adultos de EE UU, en relación y en el contexto del conflicto de Oriente Medio, apoyan la opción de los israelíes; mientras que aquellos que simpatizan con los palestinos son un 12%, porcentaje similar a aquellos que no se decantan por ninguno de los dos: 11% de los encuestados.

Shalom Abu Bassem (2004)
Calle Haladiya, Jerusalén. Dos vecinos, Danny Robbins y Abu Bassem, judío de Nueva York y árabe de Jerusalén. Los dos quieren vivir en la Ciudad Santa, los dos consideran que es su hogar. Pero para alcanzar sus anhelos, tienen que coexistir, respetarse y convivir. Veinte años de historia y de historias del barrio árabe en Jerusalén Este, dos décadas de la vida cotidiana de personas que tienen que poner de su parte para lograr una coexistencia. Pero los efectos del conflicto se dejan ver en la vida diaria, en la que más que una comunidad de vecinos se tiene el peso sobre los hombros de la historia. Los pequeños avances hacia la reconciliación y los visos de cotidianeidad terminan por resentirse y, con ello, se tambalean los sueños de paz de los habitantes de la calle Haladiya. Dirigida por Nissim Mossek.

Arna’s children (2003)
    jenin palestina
    
SAIF DAHLAH/AFP/Getty Images
    Mural realizado por niños en Jenín.
La historia que nos cuenta Arna’s Children–de Juliano Mer Khamis- es la historia de los chicos de Jenín y de Arna Mer Khamis que puso en marcha el proyecto Care & Learning tras la Primera Intifada (1987). Su objetivo era que los protagonistas pudieran encontrar nuevas maneras de expresarse contra la ocupación y así facilitar una vía de resistencia fuera de la lucha violenta. Tras conseguir el Premio Nobel Alternativo concedido por el Parlamento sueco, Arna levantó en 1993 el teatro, The Stone Theatre, para llevar a cabo su idea de la resistencia a través de la cultura. El documental muestra como el proyecto tuvo éxito, pero el edificio fue destruido por la invasión israelí en 2002. Finalmente, muchos de los chicos de Jenín terminaron radicalizando sus posturas, enrolándose en la lucha armada y muriendo algunos en actos terroristas. En la actualidad, el legado de este trabajo continúa en Jenín, donde se reabrió el teatro en 2006 tras el éxito del documental dirigido por el hijo de Arna. Se le rebautizó como The Freedom Theatre.
http://www.esglobal.org/

viernes, 7 de marzo de 2014

Protegíamos a los colonos mezquinos y racistas

Exsoldado israelí, ahora es activista propalestino en su Jerusalén natal


“Con un arma es fácil sobrepasar los límites”, asegura


Lo siento muchísimo”, exclama Micha Kurz con cara de preocupación al enterarse de la tasa de paro en España. Es una realidad que le queda lejana. El israelí, exmilitar con honores y actual activista por los derechos palestinos en Jerusalén, su ciudad natal, tiene la mente ocupada en otros asuntos. En 33 años de vida la idea que tenía de Jerusalén ha sufrido un giro completo. La llama “capital palestina”. Apoya el boicoteo a Israel y admite haber violado los derechos humanos de los palestinos durante su tiempo en el Ejército al haber sido parte de “la ocupación”.
“Crecí en una burbuja en mi barrio de Jerusalén Occidental”, explica, con el ademán formal y distante de quien se ha acostumbrado a hablar en público de su vida personal. Su familia era lo que él denomina “sionista de izquierdas”. Creció durante los años noventa, tras los Acuerdos de Oslo, y aunque solía ir a tomar café a Ramala (actual capital palestina en Cisjordania) o a Belén, no visitó nunca la zona árabe de su ciudad. “Cuando empezaron a estallar bombas en los cafés de Tel-Aviv y Jerusalén estábamos tan confundidos como los que más. No conocíamos la realidad de Cisjordania: Israel estaba construyendo un sistema de barricadas y controles que impedía a la gente ir a sus trabajos, al hospital o al mercado”.

Kurz y Sahar Vardi, otra activista israelí por la paz, visitaron Madrid el pasado fin de semana “de vacaciones” y aprovecharon para dar una charla en el teatro del Barrio, en Lavapiés. El exsoldado no prueba el queso y prosigue su historia. “Entré en el Ejército a los 18 años, en 2001.” Acababa de estallar la Segunda Intifada. “Desde los ocho años había querido alistarme, incluso intenté entrar en unidades de élite”. En Israel, el servicio militar es obligatorio: tres años para los hombres y dos para las mujeres. “Fue la época más violenta de la ocupación. Israel estaba reconquistando ciudades palestinas. Yo no solo estaba vigilando la frontera, estaba protegiendo a los colonos”. Los primeros que conoció fueron los de Hebrón. “Eran mezquinos, racistas… y estábamos allí para facilitar su expansión. Les ayudamos a crecer a expensas de la propiedad y el mercado palestinos”. Dentro no era crítico. “Lo que dice el sargento es palabra de Dios”.

Aunque regalásemos chucherías en los puestos de control,
no habría manera de convertir la ocupación en algo humano
Hoy, con el pelo salpicado de canas y el horror de la ocupación confesado entre sonrisas, sabe que ser soldado le cambia a uno. “Eres educado con los primeros 100 [palestinos] a los que mandas a casa” porque el control está cerrado. “La tercera vez te enfadas, quieres que te dejen en paz... A los 19 años, cuando sostienes un arma tan grande, te das cuenta de lo fácil que es rebasar los límites. Podía tratar de cualquier forma a personas de la edad de mi abuela”.
Al terminar el servicio, él y unos compañeros de unidad montaron una organización de soldados críticos con Israel. Ahora pasa la mayor parte del tiempo con los palestinos de Jerusalén Este: “Es la parte más fascinante de la ciudad”. La organización a la que pertenece, llamadaGrassroots Jerusalem, trata de dar voz a los “líderes locales” palestinos. “Ponemos en contacto a unos barrios con otros. La información sobre la propia ciudad está muy fragmentada”.
Para cambiar las cosas trata de concienciar con su historia. “Aunque regalásemos chucherías en los puestos de control, no habría manera de convertir la ocupación en algo humano.”
http://sociedad.elpais.com/

lunes, 3 de marzo de 2014

Espacio y escritura en la lengua árabe: el arte de la línea


Generalidades
El número de los considerados arabo-parlantes se estima, en 2008, en más de 300 millones, un número siempre en aumento. Incluimos aquí aquellos hablantes que tienen otra lengua materna, como los que tienen el beréber como su primera lengua en el norte de África, pero que están familiarizados con el árabe hablado. En Siria y el norte de Iraq encontramos minorías hablando dialectos neo-arameos, pero entendiendo el árabe. También en el norte de Iraq, una importante minoría kurda conoce el árabe, y en la misma Península Arábiga existen grupos de población con lenguas sudarábigas. En cuanto al sur del Sudán, donde la población habla varios dialectos bantúes, el árabe es impuesto como lengua oficial.
El árabe es la lengua oficial de una veintena países independientes del Oriente próximo y del norte de África. En España, tras siglos de ausencia, buena parte del medio millón de inmigrantes en su mayoría marroquíes lo hablan como lengua materna. A nivel intergubernamental, el árabe es una de las lenguas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas, desde 1974.

La escritura (lo escrito quiere decir destino)
La escritura de la lengua árabe se escribe de derecha a izquierda y es conformada por un abjad (alfabeto) que consta de 28 letras. El origen de las letras árabes aún está en debate, aunque algunos autores como Musta Jafar (2002) lo sitúan en la lengua Aramea usada por los Nabateos, de cuyos registros Petra, en Jordania, es lo más empírico con lo que se cuenta. Este sistema se implementó en el siglo VII de nuestra era tras la muerte de los primeros seguidores del Profeta Muhammad quienes inicialmente compartían el significado del Corán de manera oral. La desaparición paulatina de estos sabios informantes obligó a los fieles del Islam y a los Califas que sucedieron a Muhammad a escribir la información en extinción dando origen al primer texto escrito de la lengua árabe bajo la influencia del Islam, es decir, El Corán.
Así, al ser la lengua del Islam, el árabe es una lengua litúrgica también, al igual que una lengua de Estado, una lengua poética, y una lengua que expandió su escritura a otras lenguas tales como la turca, la persa, la urdu, el dari.
Paradójicamente, y tras una serie de revisiones hechas a la lengua escrita y a su gramática en el siglo VIII en la “Bait al-Hikma de Bagdad” (La Casa de la Sabiduría), se comenzaron a escribir y publicar diferentes libros de poesía, cuentos y narrativas que fueron sistematizando un árabe clásico, lengua que, al pasar los años, invasiones de diversos y pueblos y encuentros con otras culturas entre ellas la europea colonial, experimentó diversas adaptaciones y mezclas que derivaron en lo que hoy se conoce como “árabe estándar contemporáneo”, el árabe que se enseña como lengua extranjera en el CELE de la UNAM y en muchas otras universidades del mundo.

La concepción la lengua en la lengua árabe
Lengua y espacio tienen una concepción especial. Para los árabes, la lengua no es solo una herramienta referencial sino la fuente del conocimiento mismo (kalam al -`arab). Es la creadora del espacio y del contexto. Es la fuente del conocimiento y su descripción de forma y contenido. Sin lengua no hay espacio, no hay nada.
La lengua árabe es el medio para acusar al conocimiento sensible y suprasensible, esto desde el punto de vista histórico. En efecto, la hermenéutica de la lengua árabe va a ir dirigida hacia una especie de “semiótica sacra” o, en otros términos, a una “semiótica islámica”, esto en tanto la mayoría de los lingüistas que aportaron teorías del signo en la lengua árabe eran musulmanes pertenecientes a la época de oro del islam (Ibn Muqafa, de origen persa) o bien a la época de oro de la lingüística medieval de Al Andalus (Batalyawsi) que abogaban por la “búsqueda de la verdad y la sabiduría a través de los signos”. En este sentido, es inevitable decir que le referente histórico de estos autores es el calendario islámico, y que a partir de este referente histórico, la sabiduría y los símbolos y signos con los que se representan, son obras, en última instancia, de Allah.
En este sentido el hombre es lenguaje, y es lo que nos diferencia de los animales, y aún, si animales fuésemos, seríamos al hayawan al nutq, el animal parlante, el animal racional, el alma racional. De aquí la célebre tradición oriental de calila wa dimna y la gran pregunta de los lingüistas àrabo musulmanes: el lenguaje lo crea el hombre o es creado por Dios para el hombre? ¿Es el signo, el nombre o lo nombrado? Algunos dicen que el lenguaje es el signo de Dios y por eso los fieles usan el àrabe para alabar los atributos de Dios porque paradójicamente Dios no tiene nombre, Allah no es nombre propio sino un significante usado para referirse a ese ser creador y sabedor de todas las cosas. Por lo tanto la creación de conceptos està prohibida en el islam ortodoxo, porque la innovación solo le corresponde a Dios. A Èl y solo a Èl se le atribuye el significado de las cosas presentes y pasadas…por eso en lengua àrabe el tiempo futuro no existe sino solo partículas de tiempo que marcan acciones que no corresponden ni al pasado ni al presente y que se complementan con significantes como mañana, al rato, después, próximo, entre otros.

El espacio
La lengua árabe tiene una concepción del espacio muy particular. Se le da vida a través de la conjugación del texto y la imagen en una sola forma. Esa forma se crea al mismo tiempo que el contexto y con significado. Pero el texto y la imagen, en la lengua árabe, no son entes separados sino una mezcla interesante que nace a través de la línea, y de los signos, signos creados de una línea, la línea de la escritura árabe.
Pero lo que quiero detallar en esta breve charla es la fusión que existe entre texto e imagen en la escritura árabe, particularmente en la caligrafía, la expresión más acabada de la escritura árabe.
Lòpez Habib afirmaba que:
“La caligrafía árabe es la síntesis de las artes de esta cultura. A lo largo de su historia y desde la revelación coránica, la palabra ha sido cultivada con amoroso cuidado; así, la caligrafía es un arte que nació bello.
En árabe se denomina el arte de la línea,  fan el khat, por que los trazos caligráficos juegan con el ojo y embellecen su espacio, exaltando la gloria de Dios, el creador de todas la cosas, por medio de la palabra.”
Fuera del contexto islámico, aunque con el mismo vocabulario, la caligrafía embellece el espacio del autor y del espectador. La caligrafía embellece tanto la palabra coránica, la marquesina de una casa, el riad, e incluso, puede embellecer una revolución.
Este es el sentido del espacio en la escritura árabe. Una dimensión que no solo es para ser ocupada o llenada sino para articular sentidos con los signos con los que convive.
Por tal motivo, la caligrafía árabe ha mantenido a través del tiempo una vigencia de sus múltiples estilos, nacidos en diferentes periodos, a los que se recurre dependiendo de la naturaleza y entorno de los textos.
Este carácter multiforme de la caligrafía árabe tienta a compararla con la caligrafía China. Podemos, en principio, observar dos cosas evidentes. Una se dibuja con pincel, la otra con el cálamo. La escritura China es pictográfica, cada signo es una idea diferenciada, mientras la escritura árabe es puramente fonética; así, la estilización de las letras árabes es abstracta, sin ninguna raíz figurativa. En la caligrafía árabe no se tiende a apartar cada signo, sino que se integran en un ritmo continuo cada signo para hacer de dicha intersección un meta signo, un meta texto, que puede ser una imagen, un símbolo, una firma, e incluso una máxima de vida.
La escritura no reproduce El Tiempo ni el Espacio. Los Visibles Hace un Través de la línea y Sus Formas . Una línea Que corre de Derecha a Izquierda Que simboliza la Prioridad de lo divino , lo sobrenatural , lo profano Sobre he aquí Humano, Haciendo Notar Que el hombre Depende De Una Fuerza cósmica a La Que llegan las Cosas del Mundo .

La semiòtica arabo islámica presenta 5 tipos diferentes de signo:

La palabra (lenguaje oralm, lafz)
La letra (hat)
Los gestos (con la cabeza, ojos, manos, vestidos, etc)
El càlculo, (que es el que se hace a través de las cuentas)
El indicio ( lo que se señala sin palabras y sin manos) como el cielo y la tierra que son indicios de Dios.
Coràn 41, 53

Texto e imagen en caligrafía árabe
La caligrafía islámica lleva tanto mensaje textual y representa una imagen al mismo tiempo, esta capacidad le dio una exclusiva calidad visual. Sin embargo, este producto texto-imagen no se representa de forma individual, como un signo escrito, sino con todo un contexto que le esta dàndo el espacio donde se encuentra inscrito o el que està ocupando o dando vida.
En el arte islámico, hasta los guiones están atados al patrón visual y la decoración, se asocian con los guiones y se complementan unos a otros en el proceso de visualización y la lectura y permiten a la audiencia a tomar en los dos aspectos del texto y la imagen en al mismo tiempo. A esto le podemos llamar caligramas.
Los caligramas islámicos se inspiran en la idea Semiótica, lo que sugiere que la caligrafía (el texto) está representando una imagen en lugar de reemplazarla.
Durante el Imperio Otomano, la caligrafía árabe entró en una nueva fase, una de efectos decorativos y personalizados. Se inicia la fase de la “trugra”
La Tughra es un monograma o una firma caligráfico de un sultán otomano que fue puesto a todos los documentos oficiales y correspondencia. Simplemente, Tughra fue la firma del Sultàn. 

fuente:yahanestan.blogspot.com