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sábado, 24 de agosto de 2013

Vuelta de tuerca en Egipto

Los militares recuperan el protagonismo en una escena que nunca llegaron a abandonar por completo


La madre del policía egipcio Amr Shebl, que fue asesinado en un ataque a dos autobuses cerca de la frontera de Rafah, en el norte de Sinai es consolada por parientes en su casa de Salmun Bahri en la region de Menufiya, 50 kms al norte de El Cairo. Militantes asesinaron a 25 policías en el último ataque en un país que sufre una escalada de violencia desde el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi. (AFP / MOHAMED EL-SHAHED)Lamadre del policía egipcio Amr Shebl, que fue asesinado en un ataque a dos autobuses cerca de la frontera de Rafah, en el norte de Sinai es consolada por parientes en su casa de Salmun Bahri en la region de Menufiya, 50 kms al norte de El Cairo. Militantes asesinaron a 25 policías en el último ataque en un país que sufre una escalada de violencia desde el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi. (AFP / MOHAMED EL-SHAHED) - Agregada por el autor del blog














Las aguas han retornado a su cauce. Con el derrocamiento de Morsi y labrutal represión de las acampadas islamistas, los militares han cortado de raíz el errático experimento democrático egipcio. Recuperan así el protagonismo en una escena que nunca llegaron a abandonar por completo, ya que durante todo este tiempo mantuvieron su control sobre el Estado profundo representado por las fuerzas de seguridad y los aparatos de inteligencia.
Desde la caída del recién excarcelado Mubarak, los militares han venido manipulando al conjunto de las fuerzas políticas y fomentando las disputas interpartidistas. Primero se aproximaron a los Hermanos Musulmanes y a los salafistas a los que enfrentaron con los sectores revolucionarios de la plaza Tahrir, que acabaron boicoteando las elecciones legislativas y denunciaron la existencia de un pacto secreto entre religiosos y militares para repartirse el poder.
En el golpe del 3 de julio se aliaron con laicos, liberales, izquierdistas y coptos, todos ellos hastiados por el autoritarismo de Morsi y preocupados por la islamización del país. Al respaldar el derrocamiento de un gobierno legítimo, la oposición ha hipotecado su futuro convirtiéndose en un cooperador necesario de los militares.
Con esta exitosa estrategia, los militares han conseguido preservar sus innumerables privilegios y el vasto imperio económico laboriosamente erigido durante las pasadas seis décadas. Además, la confusión que ha presidido la transición les ha apuntalado como garantes del orden y la estabilidad entre una parte significativa de la población. Esta narrativa ha terminado por ser asumida por las potencias regionales que, como en el caso de Israel, han respaldado el golpe. También Arabia Saudí y otras petromonarquías le han dado su bendición al inyectar 12.000 millones de dólares para evitar el colapso de la economía egipcia y, de paso, reforzar las posiciones de los sectores salafistas, los principales beneficiados de la probable ilegalización de la Hermandad.
Esta ayuda vuelve a poner de manifiesto la santa alianza entre petróleo y salafismo, pero también la creciente irrelevancia de EE UU y la UE en la región, ya que sus iniciativas para evitar un baño de sangre fueron sistemáticamente ignoradas.
Los Hermanos Musulmanes son, sin duda, los grandes perdedores. En tan sólo unas semanas han pasado de controlar los poderes ejecutivo y legislativo a estar al borde de la ilegalización. El encarcelamiento de sus principales dirigentes ha descabezado la organización, que se encuentra en un estado de shock psicológico del que tardará en recuperarse.
Además, la brutal represión de la que han sido objeto podría favorecer la emergencia de un nuevo liderazgo deseoso de tomarse la justicia por sus manos. Las dos opciones a las que se enfrenta la Hermandad son igualmente descorazonadoras: Por un lado, la ilegalización y la represión, como ocurriera en época de Nasser. Por el otro, alegalidad y relativa tolerancia, como pasó con Mubarak, siempre y cuando acepten dócilmente la nueva repartición de poder.
Ante este escenario no puede descartarse por completo el surgimiento de alguna escisión entre sus filas que adopte un discurso más beligerante e, incluso, abogue por el empleo de las armas, una opción que ofrecería a los militares el argumento idóneo para adoptar una estrategia erradicadora.
Ignacio Álvarez-Ossorio es profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante. en www.elpais.com

viernes, 23 de agosto de 2013

Una oportunidad o cien para los generales de Egipto

Israel y Arabia Saudí, tradicionales aliados de EE.UU, son los grandes beneficiados por el golpe de Estado egipcio
Las potencias occidentales no parecen molestas con sus amigos del Golfo, los grandes valedores del nuevo Egipto
De hecho Francia y Arabia Saudí se han reunido para dar "una oportunidad a la hoja de ruta" en Egipto
El presidente francés François Hollande y el príncipe Saud Al-Faisal, ministro de Exteriores saudí en París, esta semana (Al Arabiya)
El presidente francés François Hollande y el príncipe Saud Al-Faisal, ministro de Exteriores saudí en París, esta semana (Al Arabiya)
Esta semana el presidente de Francia François Hollande recibió en París al ministro de Exteriores de Arabia Saudí, el príncipe Saud al-Faisal. Ambos hablaron de los acontecimientos en Egipto y acordaron “dar a la hoja de ruta en Egipto una oportunidad para asegurar la seguridad y elecciones tempranas”, en palabras del saudí, quien defendió el derrocamiento de Mohamed Morsi. 

Poco importa que los creadores de esa hoja de ruta, los perpetradores del golpe de Estado en Egipto, estén impulsando la caza de sus opositores políticos de la Hermandad musulmana, la matanza de manifestantes, la imposición del toque de queda, el arresto de periodistas. Eso es lo de menos. Hay que darles una oportunidad. O cien. Los intereses que confluyen en Egipto son demasiados como para arriesgarse a perderlos. 

Lo sabe bien Estados Unidos. Lo experimentó en carne propia en los años cincuenta, cuando se negó a entregar al presidente egipcio Abdel Gamal Nasser la ayuda económica militar que él solicitaba. Aquella negativa terminó facilitando el acercamiento de El Cairo a la Unión Soviética y su posicionamiento como país “neutral”. Así lo admitiría tiempo después, en 1963, el secretario de Estado estadounidense de John F Kennedy, Robert Komer: 

“Nosotros mismos habíamos contribuido a esta situación por nuestra política a mediados de los años cincuenta con respecto al presidente egipcio Nasser. Giró hacia Moscú como reacción a la política británica y estadounidense y no queríamos cometer la misma equivocación otra vez”.

A partir de entonces Washington se propuso recuperar Egipto. Impulsó un acercamiento que desembocó en una amistad con el presidente egipcio Anuar el Sadat en los años setenta y en los pactos de paz de Camp David entre El Cairo e Israel. Con ello Estados Unidos arrastró a los egipcios a su órbita, con la voluntad de no “perderlos” nuevamente. 

“Algo mucho más complejo”

Ahora, ante un nuevo vaivén en suelo egipcio, Estados Unidos se niega a llamar golpe de Estado al golpe de Estado y no congela las ayudas a El Cairo. 

Más lejos ha ido el representante del Cuarteto de Paz para Oriente Medio, Tony Blair, (sí, el de las Azores y la invasión de Irak), quien ha defendido el golpe de Estado egipcio diciendo que solo había dos opciones, “intervención o caos” y respaldando nuevamente el neocolonialismo en nombre de la estabilidad: “Traer la estabilidad a Oriente Medio no es responsabilidad de nadie más, sino nuestra”. 

El propio representante de la UE en Oriente Medio, el malagueño Bernardino León, evitaba esta misma semana hablar de golpe de Estado, diciendo que lo ocurrido en Egipto “es algo mucho más complejo que una simple intervención militar”.

Hay mucho en juego. Egipto es el país árabe más poblado del mundo y por su territorio pasa el canal de Suez, vía marítima que une Asia con el Mediterráneo, de vital importancia estratégica y comercial. Por ella transitan barcos mercantes que trasladan materias primas, en especial petróleo (unos 2,5 millones de barriles diarios), así como buques militares estadounidenses o israelíes, entre otros. Esta misma semana lo ha cruzado un portaaviones estadounidense que se dirigía a Afganistán, y se calcula que lo transitan unas 40 naves militares de EE.UU al año.
Egipto también es estratégico debido a que comparte frontera con Israel. Hubo un antes y un despúes en la región tras la firma de los acuerdos de paz de Camp David entre El Cairo e Israel en 1979. La importancia de Camp David fue subrayada por la embajadora estadounidense en El Cairoen octubre de 2011, hablando de las relaciones que los Hermanos Musulmanes deberían tener con Israel cuando gobernaran Egipto: 

“Los acuerdos de paz de Camp David son absolutamente fundamentales para la paz en toda la región. Si no tienen éxito, las demás cuestiones serán inmateriales. Es realmente importante, no tiene por qué ser una gran historia de amor, pero tiene que ser una relación pacífica”.

El papel de Israel

Para analizar los acontecimientos es por tanto imprescindible observar el papel de Israel, un país que cuenta con el Ejército más poderoso en la zona y que necesita el mantenimiento del statu quo para perpetuar su ocupación ilegal en los territorios palestinos.  

Como escribí en julio en el artículo “Israel y Egipto, una relación forjada en Washington”, la gestión de la seguridad en el Sinaí egipcio, fronterizo con Gaza e Israel, fue en estos últimos meses causa de importantes tensiones entre Morsi y el Ejército egipcio. 

Desde los años setenta los generales egipcios, Israel y la monarquía absolutista de Arabia Saudí han sido grandes aliados. La estabilidad con Israel ha sido una prioridad del Ejército de Egipto. Por eso Israel contempló con temor la caída de Mubarak en 2011 y por eso ha sido uno de los grandes defensores de los militares egipcios. Dicho en palabras de un alto representante israelí, citado hace unos días por The Wall Street Journal, “los militares egipcios, Arabia Saudí e Israel son el eje de la razón en Oriente Medio”.

También por eso el gobierno israelí ha pedido una vez más a Estados Unidos que no retire la ayuda económica que destina a las Fuerzas Armadas egipcias -1.300 millones de dólares anuales- iniciada como recompensa a los acuerdo de paz entre El Cairo e Israel en 1979 y que simboliza de algún modo el compromiso de los generales egipcios con el Estado israelí, según escribía en 2009la propia embajada estadounidense de El Cairo.
Tanques del Ejército egipcio en el centro de El Cairo (Efe)
Tanques del Ejército egipcio en el centro de El Cairo (Efe)

Arabia Saudí
El papel de Arabia Saudí, gran aliado del Egipto de Mubarak, es fundamental tras el golpe de Estado. Solo horas después del derrocamiento del presidente egipcio Mohamed Morsi, la monarquía saudí ya mostraba su apoyo al nuevo statu quo en Egipto y celebraba el fin de los Hermanos Musulmanes en el poder. 

El ministro de Exteriores saudí, con el que el presidente francés se reunía esta semana, se ha referido a Egipto como “nuestro segundo hogar”, ha subrayado que Arabia Saudí nunca permitirá su desestabilización y ha prometido más respaldo económico (tras el golpe de Estado, tres países del Golfo -los saudíes, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos- ya anunciaron un paquete de 12.000 millones de dólares para Egipto) en caso de que otras potencias decidan retirar su respaldo económico a El Cairo. 

Arabia Saudí ha sido, junto con Israel y los generales egipcios, importante aliado de Estados Unidos y otras potencias occidentales. Y lo sigue siendo. De hecho la mayor venta de armas de la historia estadounidense a un solo país, por valor de 60.000 millones de dólares en 15 años, es precisamente a Arabia Saudí, un país donde l a libertad brilla por su ausencia, sobre todo para las mujeres, donde las autoridades reprimen cualquier conato de protesta y en el que se acogen las tesis más retrógadas y fundamentalistas del Islam. Esta misma semana, sin ir más lejos, han sidodecapitados dos hombres acusados de robo y asesinato. 

Por eso resulta cuanto menos hipócrita escuchar cómo desde algunos sectores occidentales se apela a la defensa de los derechos humanos para justificar el golpe de Estado en Egipto. 

Los Hermanos Musulmanes

 Los errores de los Hermanos Musulmanes han sido muchos, pero entre ellos no está abrazar las tesis islámicas más radicales. A pesar de lo que han llegado a sostener algunos “analistas”, en Egipto no había una teocracia, ni se cortaba la cabeza a los ladrones ni se lapida a las mujeres. La Hermandad es una organización islámica conservadora menos radical y fundamentalista que los salafistas del partido Nour a los que la coalición pro golpe de Estado acogió en su seno y a los que apoya y financia Arabia Saudí. 

Morsi no buscó satisfacer las demandas de las revueltas de 2011 y gobernó de espaldas al resto de las fuerzas políticas, sin tener en cuenta, además, que había ganado las elecciones con un raspado 51% de los votos y una elevada abstención.

Además, como presidente impulsó una Constitución que no prohibía de forma explícita la discriminación por razones de género, sexo, origen o religión, que permitía juzgar en tribunales militares a civiles, que ponía serios obstáculos a la creación de sindicatos independientes y que seguía limitando, como el régimen anterior, la libertad de expresión e información. 

Durante su mandato se registraron nuevos casos de represión y persecución contra activistas y periodistas. No era representante de una fuerza revolucionaria defensora de las libertades, como tampoco lo son los generales golpistas. 

A pesar de lo ocurrido estas últimas semanas en Egipto, Estados Unidos no ha cancelado su ayuda militar a El Cairo -la segunda mayor ayuda que Washington entrega a unas fuerzas armadas- y la Unión Europea solo ha recomendado suspender la exportación de armas a Egipto, dejando la decisión final a cada país miembro, y manteniendo las ayudas. La apuesta por el diálogo con el gobierno golpista egipcio sigue vigente. 

Son días oscuros para Egipto. Se está imponiendo el terror, la guerra sucia, la justificación de la violencia en diversos sectores. Ante ello las potencias occidentales dan una oportunidad a la “hoja de ruta” de los golpistas y no parecen molestas con sus amigos del Golfo, los grandes valedores del nuevo régimen egipcio. Nuevamente los gobiernos de Europa y Estados Unidos optan por defender los intereses de la minoría a la que representan.
www.elmundo.es

miércoles, 21 de agosto de 2013

Los militares egipcios intentan borrar las huellas de la represión

POR GUSTAVO SIERRA PARA CLARÍN

Limpian y reconstruyen la zona de El Cairo donde fueron las 

matanzas la semana pasada. Se ven edificios quemados, 

balazos y zapatos de las víctimas. La gente tiene miedo

Funerales. Los féretros de los 25 policías ejecutados el lunes en una feroz 

emboscada en el norte del país llegaron ayer al aeropuerto de El Cairo./REUTERS

EL CAIRO. ENVIADO ESPECIAL - 21/08/13
Cincelan la piedra, dan los últimos toques de pintura a las figuras ornamentales, lanzan arena y reparan los baldosones del camino. El extraño monumento con las imágenes del dios/halcón Horus, hijo de Isis y Osiris, está quedando a nuevo. Como si fueran esclavos de algún faraón de hace 3.000 años, cientos de empleados públicos reparan y tratan de ponerle la mejor cara a lo que fue uno de los principales campos de batalla de la última semana en El Cairo y donde quedaron tirados 300 cadáveres.
El gobierno surgido del golpe de Estado del general Abdel Fatá al Sisi intenta ocultar de cualquier forma lo que sucedió allí, en la gran avenida que sale de la mezquita de Rabba al Adawiya, en el barrio de Nasr, lugar dominado hasta el viernes pasado por los islamistas de los Hermanos Musulmanes.
El ejército mantiene acordonado el sector a unas 20 cuadras a la redonda. Damos dos vueltas sin que nos dejen entrar por ninguno de los retenes. Pero aparece una comitiva oficial con el alcalde de la ciudad que viene a inspeccionar las obras y no tienen más remedio que dejar pasar las cámaras “por un minuto”. El alcalde mira, escucha con desgano a dos o tres de los jefes que supervisan los trabajos y no quiere responder preguntas. Un custodio malhumorado hace el resto a los empujones para apartar a la prensa internacional que “no debe estar acá”. Un colaborador del alcalde se acerca más amistoso y recita el slogan que encontró el gobierno militar para responder a cualquier acusación de haberse excedido en la represión: “estamos luchando contra el terrorismo”.
Pero se niega a repetirlo en cámara.
De todos modos ahí, frente a todos, siguen los vestigios de lo que fue la entrada a sangre y fuego de la infantería y la policía el miércoles pasado y del intensísimo intercambio de artillería con milicianos islamistas que duró hasta la madrugada del sábado. Hay edificios quemados, agujeros de balas por todos lados, pilas de bloques de concreto donde se parapetaban los francotiradores, huellas de los tanques en el asfalto y en una pila de basura acumulada quedaron decenas de zapatos sueltos, perdidos, seguramente, por las víctimas. Un zuequito de una niña indica que aquí no se discriminó demasiado. Las pocas fotos que hay de las horas posteriores a la entrada de las tropas muestran una enorme pila de cadáveres en el salón central de la mezquita.
La gente que sale de los edificios de monobloques, desde donde se disparaba hacia los soldados, mira con desconfianza y apura el paso. Un muchacho que viste una túnica blanca dice que él no vio nada. Otra mujer, enfundada en una baya negra que le cae hasta los pies, asegura que está apurada para ir a buscar a sus hijos. Hay miedo de hablar y temor a que algún agente encubierto se disfrace de periodista. Anoche, acá, durante el toque de queda que va desde las siete de la tarde hasta las siete de la mañana, el ejército volvió a entrar y se llevó a varios dirigentes de los Hermanos Musulmanes partidarios del depuesto presidente Mohamed Mursi, entre ellos al líder espiritual y hombre fuerte de este movimiento político-religioso, Mohamed Badie. En el laberinto de pasillos de los edificios probablemente permanezcan ocultos algunos de los hombres buscados.
Un poco más arriba por la avenida aparecen dos o tres negocios, lo que queda de una florería quemada, una lavandería y una gestoría. Cuando llego a la oficina se puede ver en el televisor la imagen de Badie desorientado y abatido, inmediatamente después del arresto. Sahira, una de las empleadas de unos 25 años, dice que “es mejor así, estamos cansados de tanta violencia, no podemos soportar más muertos”. El dueño del lugar se queja de que tuvo que tener cerrado por 40 días mientras los Hermanos Musulmanes acampaban en la zona. Pero otro hombre alto y de una panza enorme que escucha con un palo en la mano comienza a golpearlo nerviosamente sobre la otra palma. Nadie dijo más nada.
En la salida me encuentro con otra mujer, de unos 60 años, de túnica y pañuelo, con unos enormes anteojos de sol, que me dice que lo de limpiar el barrio “nadie se lo cree; no lo hicieron por años y ahora se les ocurre … Mejor que dejen libre al presidente Mursi y todo va a estar muy limpio y prolijo sin necesidad de matar a nadie”.
Antes de regresar paramos a comprar agua en la estación de servicio en la rotonda de entrada al barrio de Rabaa. El vendedor es curioso y traba una conversación en un inglés chapuceado. “¿Y, está quedando lindo?”, lo aguijoneo. “Bueno ... Lástima que haya tenido que correr tanta sangre para esto”, dice. Y se queda medio pensativo. La memoria de los 300 muertos está demasiado fresca. Y nada hace prever que estos arreglos de las fachadas y las calles vayan a ser muy duraderos.

lunes, 19 de agosto de 2013

A la sombra de los militares

Mujeres egipcias en apoyo al depuesto presidente Mohammed Morsi, El Cairo, 8-7-13 (Hams/AFP/Dachary)

LA INSURRECCIÓN EGIPCIA NO FUE ESPONTÁNEA

Por Alain Gresh*

¿Golpe de Estado? ¿Insurrección popular? ¿Nueva fase de la revolución? ¿Cómo calificar el movimiento masivo contra Mohammed Morsi, primer presidente civil democráticamente elegido en Egipto, tras su destitución, el pasado 30 de junio?
or supuesto, uno se puede sorprender al ver que una fuente militar certifica que catorce millones de egipcios (cifra que a veces llevan hasta los treinta y tres millones) salieron a las calles el 30 de junio de 2013, y al ver al Ejército facilitarles a los medios imágenes tomadas desde sus aviones para confirmar sus declaraciones (1). Por supuesto, uno se puede cuestionar cuando responsables del Ministerio del Interior festejan las más grandes manifestaciones de la historia de Egipto. Por supuesto, uno puede ser un poco escéptico acerca de las quince y hasta veintidós millones de firmas que consiguió el movimiento Tamarod (“Rebelión”) pidiendo la renuncia del presidente Mohammed Morsi, y sonreír cuando un “filósofo egipcio” asegura que “la Alta Corte Constitucional llevó a cabo un recuento” (2) de las mismas.
No importa. Más allá de estas exageraciones, el país fue testigo el 30 de junio de su mayor movilización desde enero-febrero de 2011. En masa, los egipcios quisieron recordar sus exigencias de dignidad, de libertad, de justicia social. Quisieron dar a conocer su rechazo hacia la política de Morsi y de la organización que representa, los Hermanos Musulmanes.
Creada en 1928, la cofradía atravesó un tormentoso siglo XX. Su historia está marcada por la represión, los arrestos, la tortura. Sin embargo, cada vez que se presentaba una ocasión, la organización lograba importantes éxitos electorales, ya fuera en escrutinios legislativos o profesionales (ingenieros, médicos, abogados, etc.). Durante décadas, su consigna (“El islam es la solución”), su red de solidaridad y la auténtica abnegación de sus militantes le confirieron un aura. Y le aseguraron una mayoría en el momento de las primeras elecciones legislativas libres (fines de 2011-principios de 2012), marcadas por la participación sin precedentes de treinta millones de egipcios. Más allá del núcleo duro de los simpatizantes, muchos votantes quisieron darle una oportunidad a la organización fundada por Hassan Al-Banna.
“Ya probamos todo. Probamos con un rey; no funcionó. Después probamos el socialismo con [Gamal Abdel] Nasser, e incluso en los momentos más fuertes del socialismo todavía estaban los pachás del Ejército y de los servicios de inteligencia. Acto seguido probamos el centro, más tarde el capitalismo. […] Y no funciona. Así que ahora podríamos probar con los Hermanos Musulmanes, a ver si funciona. De cualquier manera, no tenemos nada que perder.”
En un serpenteante relato de sus tribulaciones en medio de los embotellamientos de El Cairo prerrevolucionario, el escritor Khaled Al-Khamissi daba cuenta de este comentario de un taxista (3). En la primavera de 2013, el periodista adepto a las confidencias de esos mismos taxistas escuchó otra campana: los Hermanos Musulmanes “tampoco funcionan”. Lo que la represión no había conseguido, dos años y medio de vida pública y de debate pluralista, más abierto y frecuentemente polémico, lo lograron: expuestos a la luz y a la controversia, los Hermanos retrocedieron inexorablemente.

Incapacidad reformista

Desde hacía varios meses, las urnas confirmaban ese repliegue. En la primera vuelta de la elección presidencial, en mayo de 2012, Morsi consiguió tan sólo un cuarto de los votos y logró la mayoría en la segunda vuelta sólo gracias a quienes rechazaban a su adversario, el general Ahmed Chafik, el candidato del antiguo régimen. Algunos meses de un relativo estado de gracia le permitieron al presidente deshacerse, como quien no quiere la cosa, en agosto de 2012, del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA), responsable de la desastrosa transición luego de la caída de Hosni Mubarak y de violentas represiones, entre las que se cuenta la de octubre de 2011 contra una manifestación pacífica en solidaridad con los coptos (4). Pero después, el rais y su organización iban a ver cómo se debilitaba su popularidad. Y cómo sus resultados retrocedían en las elecciones estudiantiles en las universidades, pero también dentro de los sindicatos de periodistas o de farmacéuticos.
Este fracaso tiene muchas explicaciones, y no todas son susceptibles de ser atribuidas a los Hermanos. Pero, fundamentalmente, la organización no fue capaz de adaptarse a la nueva realidad política pluralista, salir de su cultura de la clandestinidad, transformarse en un partido político, forjar alianzas. Es cierto, fundó el Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ) (5), pero este partido permaneció totalmente sometido a la dirección de los Hermanos. Contando sus negociaciones con el PLJ, un cuadro del Partido Socialdemócrata nos decía que, a cada hora, había que suspender la sesión para que sus interlocutores pudieran consultar con la cofradía.
Comprometidos a lo largo de la década de 1990 en un aggiornamento signado principalmente por la aceptación de las nociones de democracia y de soberanía popular, los Hermanos, bajo los golpes de la represión que le siguió a su éxito en las legislativas de 2005, otra vez se replegaron sobre sí mismos. Durante su congreso de 2009, el ala más conservadora, dirigida por el empresario Khairat Al-Shater, consolidó su posición e hizo a un lado a los elementos más abiertos, como Abel Moneim Aboul Fotouh. Claramente, no son su activismo religioso o su voluntad de aplicar la sharia [ley islámica] los que desanimaron a los egipcios: su balance en este campo es bastante pobre, lo que por otro lado les reprocha el poderoso partido salafista Al-Nour. En realidad, su incompetencia y su ineptitud para encarar reformas sorprendieron a más de uno. Organización conservadora, los Hermanos respetaron el orden establecido y no supieron hacer las alianzas que habrían posibilitado una transformación del aparato de Estado –Ejército, Policía o Poder Judicial–, que permaneció mayoritariamente fiel al antiguo régimen.

Fuerte tónica conservadora

En lo que respecta al movimiento social y a los sindicatos, su actitud fue semejante a la del antiguo régimen. “En el Parlamento –destaca la revista estadounidense Merip– los Hermanos rechazaron un proyecto de ley laboral que habría garantizado el derecho a formar sindicatos independientes por medio de elecciones libres. Propusieron ‘regular’ las huelgas y se posicionaron del lado de las patronales durante las salvajes huelgas que se extendieron luego de la destitución de Mubarak. A principios del verano, Egipto volvió a la lista negra de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) por haber omitido respetar las convenciones de las que es signataria. […] El gobierno de Morsi ignoró los mandatos del tribunal, que imponían revisar varias privatizaciones de empresas públicas malvendidas en la era Mubarak” (6).
Aislado, el presidente Morsi se complicó, en noviembre de 2012, con una declaración constitucional que le atribuía plenos poderes. Incapaz de ponerla en marcha, movilizó a sus milicias e intentó colocar a sus hombres, dando lugar así a que se lo acusara de “hermanizar” el Estado (acusación poco consistente en la medida en que lo esencial de las instituciones escapaba a la autoridad del presidente). Pero sería ingenuo pensar que el levantamiento fue un resultado de este único rechazo.
Los Hermanos le hicieron frente a una campaña de desestabilización orquestada por el antiguo régimen: disolución del Parlamento electo, rechazo por parte de la policía de garantizar el orden público y la protección de sus oficinas (es significativo que el ministro del Interior fue removido de sus funciones luego del 30 de junio), absolución por los tribunales de los responsables de la época Mubarak. Cuando, en mayo de 2013, Reporteros Sin Fronteras (RSF) ponía al gobierno egipcio en su lista de “depredadores” de la libertad de prensa (un calificativo que nunca se utilizó contra el régimen de Mubarak), estaba en marcha, según el sitio The Arabist (30 de junio), una “máquina implacable de demonización mediática y de deslegitimación de la administración Morsi, mucho más allá de los errores de los que Morsi es responsable. Cualquiera que mire CBC, ONTV, Al-Qahira wal-Nas y otros canales satelitales, o lea diarios histéricos como Al-DestourAl-WatanAl-Tahrir (y, cada vez más, Al-Masri Al-Youm), es atiborrado con una propaganda anti Morsi permanente”.
La oposición, agrupada en torno al Frente de Salvación Nacional (FSN), participó en esta campaña y no dudó en hacer causa común con el antiguo régimen. Como lo remarcaba Esam Al-Amin en la víspera del 30 de junio, “en la batalla ideológica entre ex compañeros revolucionarios, los fouloul [ci-devant, partidarios del antiguo régimen] fueron capaces de reinventarse y de volverse actores principales junto a los grupos laicos contra los Hermanos y los islamistas. Recientemente, [Mohammed] El-Baradei se declaró listo a recibir en su partido a todos los elementos del Partido Nacional Democrático de Mubarak, mientras Hamdeen Sabbahi [candidato desafortunado en la elección presidencial que quedó en la tercera posición y que se reclama del nasserismo] afirmaba que la batalla contra los fouloul era ahora secundaria, siendo el principal enemigo los Hermanos y sus aliados islamistas” (7). La fascinación de Sabbahi por el Ejército y por Nasser parece haberlo conducido a este viraje, más extraño aun si se considera que, durante las elecciones legislativas, su partido estaba aliado con los Hermanos Musulmanes.

Contra las versiones ingenuas

Más allá de esa “postal” que muestra a jóvenes desorganizados que voltean a un “dictador islamista” se perfila un cuadro menos luminoso. Mahmoud Badr, uno de los fundadores de Tamarod, puede jactarse –¿inocencia o estupidez?– de que el comandante en jefe del Ejército, durante su primer encuentro, se haya plegado a su crítica: “Se lo digo yo, usted es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, pero el pueblo egipcio es su comandante en jefe y le ordena colocarse inmediatamente a su lado y pide elecciones anticipadas” (8). Más realista, una militante del movimiento explica que se retiró en el momento en que vio aparecer caras que conocía “como pertenecientes a los fouloul o que justificaban las acciones de la Seguridad del Estado”.
Mil y un indicios prueban que el movimiento fue preparado durante mucho tiempo por el Ejército, con garantías concedidas por Arabia Saudita y por los Emiratos Árabes Unidos, la Seguridad del Estado y losfouloul. El multimillonario Naguib Sawiris, relacionado con el antiguo régimen, reconoció haber financiado a los militantes de Tamarod, sin que ellos lo supieran, mientras Tahani Gebali, ex vicepresidente de la Alta Corte Constitucional, explicaba cómo ella misma los había ayudado a armar una estrategia para hacer intervenir al Ejército (9). La misma Gebali también declaraba, luego de la caída del régimen de Mubarak del cual era un pilar, que era necesario que las personas diplomadas dispusieran de más votos que las otras en las elecciones (10). Y, como por milagro, luego de la caída de Morsi, las penurias, principalmente la de nafta, se terminaron; los policías volvieron a las calles.
Pero uno puede dudar de que vayan a proteger a las mujeres: el 3 de julio, día del derrocamiento de Morsi, un centenar de agresiones sexuales y violaciones fueron perpetradas en la plaza Tahrir (11). ¿Y no es el general Abdel Fatah Sissi, el nuevo hombre fuerte del régimen, quien se hacía el apóstol de los “tests de virginidad” realizados en ese momento por el Ejército a manifestantes?
El derrocamiento de Morsi no amplió el pluralismo de los medios en Egipto. Al contrario: una media docena de cadenas fue prohibida, periodistas arrestados, los medios extranjeros denunciados con los mismos tonos que la prensa oficial bajo Mubarak. La continuidad de un Ministerio de Información no augura nada bueno. Mientras que los medios del Estado se niegan a cubrir las manifestaciones organizadas por los Hermanos –que sin embargo reúnen a cientos de miles de personas–, prácticamente la totalidad de los periodistas se pliega al discurso oficial, al tono nacional-chovinista. Las amenazas y las presiones apuntan, más allá de los Hermanos, a todos aquellos que critican la línea oficial. Hay que leer de todos modos la bella y valiente toma de posición del célebre cómico Bassem Youssef que, aunque enemigo declarado de los Hermanos, denuncia la deshumanización de sectores enteros de la sociedad (12).
Caso de escuela: la cobertura de la represión del sit-in (la “sentada”) organizado el 8 de julio de 2013 por los Hermanos ante el sitio de la Guardia Republicana, en el que murieron al menos cincuenta personas. Interrogado acerca del uso excesivo de la fuerza, el portavoz del Ejército afirmó, sin reír (ni llorar): “¿‘Uso excesivo’? Habría sido excesivo si hubiéramos matado a trescientas personas”. El sitio en lengua inglesa Madamasr, uno de los pocos que no sucumbió a la propaganda, publicó testimonios abrumadores para el Ejército, sobre todo las imágenes de un videasta que trabajaba para un canal de la oposición y que mostraban soldados disparando, sin ningún motivo. Su video fue rápidamente levantado del sitio, “a la espera de la posición oficial del Ejército”. A un artículo publicado por el diario Al-Chourouk, que citaba a varios residentes del barrio que confirmaban que el Ejército había sido el primero en disparar, también lo sacaron de circulación (13).
Todos los poderes están en este momento en manos de Adly Mansour, miembro de la Alta Corte Constitucional, la cual presidió durante… cuarenta y ocho horas. El hombre cuya carrera está ligada al antiguo régimen y a Arabia Saudita, donde trabajó por más de diez años, promulgó una “hoja de ruta”, una declaración constitucional que le concede plenos poderes ejecutivos y legislativos y prevé elecciones para dentro de seis meses (14). Algunos artículos discutidos de la ex Constitución fueron abolidos: rol consultativo de la Universidad Islámica Al-Azhar en la elaboración de las leyes, limitación del pluralismo sindical, etcétera. Pero el Ejército está al resguardo de cualquier control civil. Curiosamente, en el campo religioso, la nueva formulación adoptada marca un retroceso, ya que los “principios de la sharia” siguen siendo la “principal fuente de la legislación”, pero esta vez se aclara que deben ser conformes a la tradición sunnita. Este texto puso en un aprieto al FSN, que lo condenó antes de retractarse. Tamarod, por su parte, hace campaña por la prohibición de los Hermanos Musulmanes y de los partidos salafistas (que representan, al menos, ¡a un tercio de la población!).
El nuevo gobierno confirmó el rol clave del general Sissi, quien, nombrado viceprimer ministro, sigue siendo ministro de Defensa. Dominan, en el campo económico, partidarios del liberalismo y muchas figuras del antiguo régimen. El nombramiento en el Ministerio de Trabajo del líder de un sindicato independiente es la única buena noticia.
Durante mucho tiempo, la opinión pública se preguntó si, una vez elegidos los Hermanos, habría “pasaje de vuelta”. La pregunta que se hace ahora es si, habiendo sido derrocado el presidente electo, Egipto volverá a tener elecciones pluralistas. Aunque algunos de los responsables, entre quienes se cuenta El-Baradei, afirman la necesidad de incluir a los Hermanos, se quedan callados frente a la represión a todos los niveles ejercida por la Seguridad del Estado y por el Ejército, por fuera de cualquier acción legal, contra sus militantes, calificados como “terroristas” por los medios y tratados como tales.
¿Cómo interpretar, si no, que se haya abierto una investigación sobre la evasión de Morsi y de varios dirigentes de los Hermanos, durante el levantamiento de enero-febrero de 2011, de la prisión de Wadi Al-Natroun? Desde hace meses, la prensa, alimentada por los moukhabarat (servicios de inteligencia), multiplicaba las “revelaciones” sobre este incidente, llegando a decir incluso que los Hermanos habían sido ayudados por Hamas, Hezbollah y Al-Qaeda, lo que alimenta una violenta campaña antipalestina y chovinista (15). ¿Para cuándo la acusación a los militantes por haber exigido, en enero-febrero de 2011, la caída de Mubarak?
¿Se trata de llevar a los Hermanos a la violencia –incluso de provocarla– para permitir un restablecimiento del estado de sitio en nombre de la “guerra contra el terrorismo”? La inestabilidad en el Sinaí, que no empezó con Morsi, ¿servirá de pretexto? El desafío es incluir en el juego político a todas las fuerzas, sin exceptuar a los islamistas y a los Hermanos, que deberán aprender de su fracaso y dar vuelta la página de la clandestinidad. Cerrándoles la puerta, el Ejército y sus aliados los empujan, al revés, hacia un camino radical que puede costarle caro a Egipto.
1. Sobre estas estimaciones, véase Ruth Alexander, “Counting crowds: Was Egypt’s uprising the biggest ever?”,BBC Magazine, Londres, 16-7-13.
2. Ayyam Sureau, Le Figaro, París, 30-6-13.
3. Khaled Al-Khamissi, Taxi, Actes Sud, París, 2009.
4. Véase Alain Gresh, “¿Hacia una dictadura en Egipto?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2012.
5. Véase Gilbert Achcar, “Una ‘transición dentro del orden’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2011.
6. “Egypt in Year Three”, Merip, Washington DC, 10-7-13.
7. Esam Al-Amin, “Egypt’s fateful day”, 26-6-13, www.counterpunch.org
8. Reuters, 7-7-13.
9. Ben Hubbard y David D. Kirkpatrick, “Sudden improvements in Egypt suggest a campaign to undermine Morsi”, The New York Times, 10-7-13. Véase también Claire Talon, “Un coup préparé à l’avance par les militaires?”, Le Monde, 7/8-7-13.
10. Véase Alain Gresh, “Egipto: primeros pasos de la revolución”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, julio de 2011.
11. Véase la entrevista con Aaalam Al-Wassef en France-Inter, 4-7-13, www.franceinter.fr
12. Bassem Youssef, “Alas, nobody lives here anymore”, 17-7-13, www.tahrirsquared.com
13. Ali Abdel Mohsen, “The killing of islamist protesters: State censorship or self-censorship?”, 9-7-13,http://madamasr.com
14. Cfr. “In the interim”, 12-7-13, http://madamasr.com
15. Dina Ezzat, “Wild rumours of Hamas interference in Egypt find audience”, Ahram Online, 12-5-13.
* De la redacción de Le Monde diplomatique, París.
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domingo, 18 de agosto de 2013

La diplomacia geopolítica y económica de EE UU en Egipto

El país africano es el segundo destinatario de ayuda de Washington, tras Israel. Los intereses militares y económicos explican la vaga reacción de la Casa Blanca

 Washington
El depuesto presidente egipcio, Hosni Mubarak, habla con Barack Obama en la Casa Blanca en 2009. / REUTERS
El canal de Suez también está expedito para los petroleros. En 2012, lo atravesaron más de 3.600 transportando tres millones de barriles de crudo. Egipto, con 71.600 millones de dólares recibidos entre 1948 y 2011, se ha convertido en el mayor receptor de fondos bilaterales de EE UU tras Israel.
La decisión de Estados Unidos de suspender las maniobras militares conjuntas con Egipto y no revisar la ayuda anual de 1.500 millones de dólares evidencia la difícil posición en la que ha puesto a la Administración Obama la brutal represión ejercida por su Gobierno interino contra los manifestantes islamistas. Con su cauta reacción, la Casa Blanca quiere mostrar su apoyo al proceso democrático en ese país, salvaguardando, a la vez, la cooperación económica y bélica con El Cairo, esencial para proteger los intereses geopolíticos de Washington en la región: la observación del tratado de paz con Israel, el acceso privilegiado al canal de Suez y la seguridad de las fronteras egipcias.
De la partida total de los presupuestos de 2012 de EE UU destinada a financiación militar extranjera casi un cuarto fue a parar a Egipto
“La respuesta del presidente fue muy dura en términos dialécticos, pero blanda en cuanto a acciones”, señala Robin Wright, analista de Seguridad y Defensa del Woodrow Wilson Center. La suspensión de las prácticas militares no es esencial a efectos de seguridad para ambos países y el Pentágono dudaba incluso en realizarlas dado que, tras el golpe, las prioridades del Ejército egipcio iban a ser otras. La decisión de mantener la ayuda militar, por el contrario, se considera en muchos sectores como una señal confusa que resta credibilidad a la Administración y mina su ya débil influencia en ese país. “El hecho de no haber suspendido esos fondos es un error estratégico”, denunció en un comunicado el Working Group on Egypt, un grupo independiente de expertos en Oriente Próximo.
La Casa Blanca maneja otro criterio. “Eliminar esa ayuda no entra dentro de los intereses de EE UU”, señaló el portavoz de la presidencia, Jay Carney, a principios de este mes. Aunque la cooperación con Egipto se remonta a 1946, los intereses a los que aludía Carney se forjaron en 1979, con la firma del tratado de paz entre Egipto e Israel. “La observancia de ese acuerdo se ha convertido en una pieza clave para todas las Administraciones estadounidenses”, señala Nathan Brown, profesor de Relaciones Internacionales de la universidad George Washington. 
En el marco de ese tratado se sitúa el envío de ayuda anual de EE UU a Egipto que este último año ascendió a 1.500 millones de dólares, de los que el 86% se destina a fines militares (1.300 millones) y el resto, 250 millones, a asistencia económica, de acuerdo con el informe de 2013 del Servicio de Investigación del Congreso (CRS). Los fondos bélicos de EE UU se distribuyen entre la financiación militar extranjera y los programas de educación y entrenamiento -las escuelas militares estadounidenses dan instrucción cada año a entre 500 y 1.000 oficiales egipcios-.
De la partida total de los presupuestos de 2012 de EE UU destinada a financiación militar extranjera casi un tercio fue a parar a Egipto (el 60% a Israel). El CRS estima que con esa cantidad se sufraga el 80% de las armas que compra el ministerio de Defensa egipcio. De acuerdo con el CRS, el próximo año Egipto planea adquirir 1.200 tanques M1A1 Abrams Battle que se fabrican en su mayor parte en EE UU bajo la subcontrata de General DynamicsLockheed Martin también se beneficia de estos programas de cooperación militar. En 2010, Egipto autorizó la compra de 20 F-16 por 2.500 millones de dólares.
La colaboración geopolítica también es vital en la relación de EE UU con Egipto. El Gobierno egipcio permite el paso a través del canal de Suez de portaaviones de la Armada estadounidense hacia el golfo Pérsico, ahorrando a los buques del Ejército tener que rodear, de lo contrario, el cabo de Buena Esperanza. Además de barcos de guerra, el canal de Suez también está expedito para los petroleros. En 2012, lo atravesaron más de 3.600 transportando tres millones de barriles de crudo. “La mayor remesa cargada a través del canal”, según la Administración de Información sobre Energía.

Egipto, con 71.600 millones de dólares recibidos entre 1948 y 2011, se ha convertido en el mayor receptor de fondos bilaterales de EE UU tras Israel, según el CRS. Muchos en Washington se preguntan si esa ayuda ha servido de algo vista la nula influencia de la Casa Blanca en esta crisis. En la región, muchos prefieren esa autoridad insuficiente a un vacío que pueda ser ocupado por Rusia, China o países vecinos como Arabia Saudí o Catar. “La ayuda de los Estados árabes no es de fiar, la de EE UU está menguando, pero la clave está en garantizar la inversión y el intercambio comercial”, señala Brown.
El apoyo económico es esencial igualmente para sufragar las operaciones antiterroristas en las frontera egipcias y, sobre todo, en la península del Sinaí. Una de las razones por las que EE UU está calibrando su respuesta ante los acontecimientos en Egipto es su temor a que un recorte de esa ayuda ponga en peligro la lucha contra la insurgencia, capital dada la inestabilidad en otros países vecinos como Libia o Siria.
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Brutal desalojo de una mezquita en Egipto

EL REGIMEN ACUSO DE EXTREMISTAS A LOS SIMPATIZANTES DEL PRESIDENTE DERROCADO
En el mismo día en que la policía desalojó en una violenta operación una mezquita de El Cairo donde se refugiaban cientos de manifestantes islamistas, el gobierno de facto declaró que estaba en una “guerra contra el terrorismo”.
Simpatizantes de Mursi chocan con la policía cerca de plaza Ramsés, en El Cairo.EFE
La presidencia de facto egipcia afirmó ayer que el país está en guerra contra el terrorismo. Al mismo tiempo, acusó a los islamistas que piden la restitución del derrocado presidente Mohamed Mursi de fuerzas extremistas. La declaración del Ejecutivo se produjo el mismo día en que la policía de-salojó en una violenta operación una mezquita de El Cairo donde se refugiaban cientos de manifestantes islamistas, donde se registraron enfrentamientos con civiles que pretendían defenderlos. El asesor presidencial para Asuntos Políticos, Mustafa Higazi, expresó que el pueblo egipcio salió a las calles para rechazar el fascismo teocrático de la Hermandad Musulmana, mientras el gobierno estaría evaluando la disolución de la cofradía islamista. Un informe de Amnistía Internacional reveló el accionar violento y desproporcionado de las fuerzas del orden durante las protestas de la última semana.
En una conferencia de prensa, Higazi sostuvo que fueron los líderes de la Hermandad quienes impidieron un arreglo negociado a la crisis y confirmó la detención de Al Zawahiri, hermano del número uno de la red fundamentalista islámica Al Qaida, en un puesto de control de El Cairo. Las declaraciones del asesor se dieron luego de un nuevo enfrentamiento en El Cairo que se desató cuando la policía irrumpió en una mezquita en la que se refugiaban seguidores de Mursi.
Tras un tiroteo, las fuerzas especiales de la policía egipcia irrumpieron en la mezquita Al Fatah, en el barrio Ramsés, y detuvieron a varios de los seguidores de Mursi que se refugiaban dentro de la misma. Un rato antes, la televisión estatal informó que los simpatizantes de Mursi treparon al minarete (torre) de la mezquita y desde allí comenzaron a disparar a los policías que estaban apostados en el lugar, quienes respondieron con armas largas.
Pero las protestas se replicaron a lo largo de todo el país. Miles de islamistas tomaran las calles en claro desafío a las autoridades apoyadas por el ejército, tras la entrada en vigor del toque de queda. Manifestaciones en El Cairo, Alejandría, Asiut o Minia reivindicaron la restitución de Mursi, derrocado por un golpe de Estado militar el pasado 3 de julio. La presión sobre los Hermanos Musulmanes y sus aliados no se limita a las calles. Las autoridades egipcias comenzaron a dar señales de que la cofradía islámica podría ser ilegalizada, después de que varios de sus líderes ya hubieran sido detenidos.
La Hermandad Musulmana informó que durante los enfrentamientos del viernes en el centro de El Cairo murió el hijo de su líder espiritual, Mohammed Badie. Se trata de Ammar Badie, de 38 años, quien murió por una herida de bala cuando participaba de las protestas en la plaza Ramsés, informó el brazo político del grupo, el Partido de la Libertad y la Justicia, en su página web oficial. El hecho se produjo en medio de la convocatoria al “Día de la Ira”, realizada por los Hermanos Musulmanes y que profundizó la violencia desatada ayer. El padre del joven fallecido está prófugo luego de que las autoridades de facto lo acusaran de incitar a la violencia y lo citaran a un juicio el 25 de agosto. Además, en las protestas de la semana pasada murió la hija de otro miembro de la Hermandad Musulmana, el veterano político Mohamed el Beltagui.
El portavoz gubernamental, Sherif Shauki, aseguró que el Ejecutivo estudia los medios jurídicos para disolver la Hermandad, aunque más tarde Higazi matizó esas declaraciones. El asesor presidencial se limitó a aclarar que no hay esfuerzos dirigidos a disolver ningún grupo, sino que toda organización que trabaje en Egipto tiene que estar legalizada con medidas jurídicas para que actúe dentro del marco de la ley. La Hermandad permanece en un status de alegalidad tras la revolución que depuso a Hosni Mubarak en febrero de 2011, después de haber sido ilegalizada por Gamal Abdel Naser en 1954.
Por otro lado, trascendió un informe de la agrupación humanitaria Amnistía Internacional (AI) con testimonios que muestran el desprecio por la vida humana que pusieron de manifiesto las fuerzas de seguridad egipcias en su persecución a los seguidores de Mursi. “Estaban disparando en la puerta del sanatorio”, afirmó uno de los médicos que atendía a los heridos, quien agregó que se dio cuenta de lo que sucedía cuando lo llamaron para ir al hospital montado sobre el terreno. “Nada más salir, el hombre que estaba custodiando la puerta recibió un disparo en la cabeza”, aseguró. Philip Luther, director del programa de Medio Oriente y Norte de Africa de AI consideró que si bien algunos manifestantes usaron la violencia, la respuesta de las autoridades fue gravemente desproporcionada.
La ola de violencia y muerte comenzó el miércoles, cuando las fuerzas de seguridad desalojaron con gases lacrimógenos, balas y tanquetas los campamentos que los islamistas mantenían en las plazas de El Cairo. Ese día murieron 638 personas y casi 4000 resultaron heridas, según datos del Ministerio de Salud a los que se suman los 173 muertos y 1330 heridos del viernes.
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