martes, 22 de julio de 2025

El Golfo Pérsico al Borde del Abismo: ¿Quién Paga el Precio de la Escalada?

Fatemeh Kavand

Cientista política, Irán

 


El Golfo Pérsico, considerado durante mucho tiempo el corazón palpitante de la política energética global, vuelve a tambalearse al borde de una crisis. Con casi el 20% del petróleo comercializado a nivel mundial pasando por el estrecho de Ormuz, cualquier escalada en esta zona tiene el potencial de sacudir los mercados mundiales, interrumpir cadenas de suministro críticas y afectar economías muy alejadas de Asia Occidental. 

 Para los países del Sur Global —muchos de los cuales aún lidian con las secuelas de la pandemia de COVID-19, una inflación galopante y una deuda creciente— otro conflicto en el Golfo Pérsico sería un golpe devastador. Estas naciones dependen en gran medida de las importaciones de energía, insumos industriales y alimentos, muchos de los cuales fluyen a través de esta región o se ven afectados por ella. El espectro del conflicto no solo amenaza su recuperación económica, sino que podría profundizar aún más las desigualdades existentes entre el Norte y el Sur.

 En un momento en que el multilateralismo está bajo presión y las instituciones globales tradicionales han perdido credibilidad, la situación en el Golfo Pérsico refleja una crisis más amplia de gobernanza mundial.

 El aumento de la presencia militar —particularmente de Estados Unidos y sus aliados— ha contribuido a una atmósfera de seguridad frágil y tensa. Oficialmente presentada como una estrategia de disuasión, esta militarización, paradójicamente, aumenta las posibilidades de errores de cálculo o enfrentamientos no intencionados. Los recientes incidentes navales, interceptaciones de drones y operaciones de represalia han demostrado cuán cerca está la región de una confrontación total.

 En este contexto, los intereses y la capacidad de acción de los actores regionales a menudo se ven eclipsados por los grandes juegos geopolíticos. Irán, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y otros pequeños estados del Golfo están atrapados en una dinámica moldeada por las rivalidades de las potencias globales. Mientras algunos de estos países buscan estrategias de distensión —como el acercamiento entre Teherán y Riad mediado por China— otros siguen enredados en acuerdos armamentísticos y alianzas estratégicas que perpetúan la inestabilidad.

 Pero las consecuencias de estas tensiones van más allá de la diplomacia entre estados. La amenaza de un conflicto ejerce una inmensa presión sobre la gente común: desde el temor a los aumentos en los precios del combustible en economías dependientes de las importaciones, hasta el incremento de la inseguridad alimentaria y la pérdida de empleos ligados al comercio y transporte regional.

 Los países de África, América Latina y el sur de Asia —a menudo excluidos de las negociaciones de alto nivel— terminan soportando una carga desproporcionada. Sin embargo, sus voces rara vez se escuchan en las discusiones sobre seguridad energética o prevención de crisis en Asia Occidental.

 

Lo que se necesita es un cambio de perspectiva: el reconocimiento de que la paz mundial y la estabilidad económica están interrelacionadas. La distensión en el Golfo Pérsico no es solo una preocupación regional —es un imperativo global. Los mecanismos diplomáticos, los foros de diálogo regional y un compromiso internacional inclusivo deben reemplazar las estrategias militarizadas.

 

En resumen, el Golfo Pérsico se presenta como una prueba decisiva para la capacidad de la comunidad internacional de priorizar la seguridad colectiva sobre la competencia. Para el Sur Global, seguir observando desde la barrera ya no es una opción. Sus futuros están demasiado entrelazados con el destino de esta estrecha pero vital vía marítima.

 

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