jueves, 29 de junio de 2017

Suníes y chiíes: el mito de los odios remotos y el nuevo mapa de Oriente Próximo







  © Paolo Pellegrin. Magnum Photos


¿Se encuentra Oriente Próximo sumido en una guerra total entre las dos grandes corrientes del islam? Indagar en los conflictos de la región es necesario para desmontar relatos que desligan la violencia actual de eventos contemporáneos y en su lugar la asocian a odios étnicos ancestrales.
¿Vienen suníes y chiíes luchando desde el cisma que dividió a los musulmanes tras la muerte de Mahoma en el año 632? Dando un vistazo rápido al mapa de los conflictos de la región, da la impresión de que en los países donde cohabitan suníes y chiíes acaban enfrentándose sin remedio. En Siria, el régimen de Bachar al Asad, dominado por la minoría alauí, una rama lejana del chiismo, se enfrenta a una oposición formada mayoritariamente por grupos islamistas suníes. En Irak, la caída del suní Sadam Huseín elevó al poder a la mayoría chií, que ahora debe hacer frente a una insurgencia liderada por el grupo terrorista Estado Islámico en las regiones suníes del país. Y, en el olvidado Yemen, los hutíes, una milicia perteneciente a la rama zaydí del chiismo, han tomado la capital del país y desde enero de 2015 sufren los bombardeos de una coalición liderada por Arabia Saudí. A todo ello debe sumársele la guerra fría que protagonizan la república islámica chií de Irán y Arabia Saudí, bastión del fundamentalismo suní, cuyas disputas se han esparcido por todos los campos de batalla de Oriente Próximo.
Las divisiones etnorreligiosas de Oriente Próximo. Fuente: The Gulf blog
Las divisiones etnorreligiosas de Oriente Próximo. Fuente: The Gulf blog
El sectarismo —entendido aquí como un enfrentamiento entre las distintas ramas del islam— es sin duda un componente pujante en los conflictos actuales. El autodenominado Estado Islámico y sus pretensiones genocidas han convertido en habituales los ataques suicidas en barrios chiíes de Damasco, Bagdad o Saná, que han dejado miles de civiles muertos. A ello debe sumársele la proliferación de milicias chiíes que a menudo vejan y aterrorizan a las poblaciones suníes, antes controladas por grupos yihadistas. La retórica sectaria también se ha asentado en el actual alboroto regional, promovida por clérigos y autoridades fundamentalistas y difundida a través de las cadenas por satélite y las redes sociales. El teólogo y figura televisiva Yusuf al Qaradaui, que presenta el programa más popular de Al Jazeera, la cadena más vista del mundo árabe, ha acusado a los alauíes de ser “más infieles que los judíos y cristianos”; por su parte, otro célebre locutor de la misma emisora ha pedido en más de una ocasión la limpieza étnica de chiíes y alauíes sirios.
Respaldados por este lenguaje sectario, los medios occidentales han asumido que los conflictos en Siria, Irak y Yemen forman parte de una guerra histórica de aniquilación étnica donde los Estados y las milicias se alinean en un bando u otro dependiendo de su afiliación religiosa. Esta lectura etnorreligiosa de la violencia que hoy sacude a Oriente Próximo es denominada “relato de los odios remotos” (ancient hatreds narrative, en inglés), pero, tal y como veremos, ese relato es en realidad un mito.
Para saber más: Faisal al Qasem aboga por la limpieza étnica de los chiíes sirios que viven en zonas mayoritariamente suníes (en inglés), Albawaba

El relato de los odios remotos: de Yugoslavia a Oriente Próximo

El origen de esta teoría sobre odios étnicos perennes se encuentra en el final de la Guerra Fría y no se ha aplicado solo a suníes y chiíes. El primer caso que se popularizó ocurrió tras la desintegración de la Yugoslavia comunista. Autores como Samuel Huntington o Robert Kaplan ayudaron a definir la guerra en Bosnia como un conflicto plenamente étnico-religioso entre croatas católicos, bosnios musulmanes y serbios ortodoxos. Asimismo, se construyó un relato que sugería que el comunismo fue solo un parche transitorio que unió unos grupos étnicos que realmente llevan odiándose desde hace siglos. El derrumbe del fuerte gobierno central precipitó la violencia, que solo había sido contenida, pero nunca erradicada.
Hoy en día, muchos artículos que pretenden explicar la violencia actual entre suníes y chiíes en Oriente Próximo siguen pautas similares. El relato suele repetirse así: tras morir el profeta Mahoma, se desató una crisis sucesoria. Por un lado, algunos musulmanes consideraban que Abu Bakr, amigo del profeta, debía ser el nuevo líder, mientras que otros fieles eran partidarios de su primo Alí. Los seguidores de Abu Bakr vencerían y acabarían convirtiéndose en los suníes; los partidarios de la línea familiar de Alí, los chiíes, serían derrotados, convirtiéndose en una minoría frecuentemente perseguida dentro del islam. Nacía así un odio eterno e inalterable, ahora desatado por la ausencia de una autoridad superior que los mantuviese unidos.
En su pretensión de responder a la pregunta “¿Por qué se matan suníes y chiíes?”, los medios occidentales a menudo consideran las guerras en Siria e Irak como de aniquilación étnica, con origen en las disputas sucesorias a la muerte de Mahoma, en la veneración de santos, en interpretaciones distintas del Corán y demás diferencias doctrinales. El impacto de los eventos históricos y políticos contemporáneos son erróneamente desechados.
06chappatte-master768En ninguno de los conflictos en Oriente Próximo hay solo dos bandos definidos por la confesión religiosa. El intento de explicar de forma simple la violencia por parte de algunos medios a menudo lleva a reduccionismos absurdos. Fuente: Chappatte (International New York Times)
Las guerras que vienen ocurriendo en Oriente Próximo desde hace 1.400 años no son fruto de antipatías sectarias, irracionales e imperecederas. Y tales odios no constituyen el motor de los conflictos, sino su consecuencia. El relato de los odios remotos está basado en conceptos erróneos, magnifica enemistades sectarias e ignora los elementos geopolíticos y sociales y los intereses de los Estados de Oriente Próximo.
Dicha teoría es heredera del orientalismo clásico, que presupone que el oriental, el musulmán, se guía por su identidad más primaria, la religión, en todos los aspectos de su vida. De este modo, los medios occidentales tienden a buscar explicaciones étnicas y religiosas en conflictos que estallan por problemas socioeconómicos y políticos y que se enquistan por los cálculos geopolíticos interesados de potencias exteriores. Los sirios no se levantaron contra Al Asad porque es alauí ni Irán salió a su rescate porque comparten ciertas creencias.
La principal consecuencia del relato de los odios remotos es la construcción en nuestro imaginario de dos grandes bloques monolíticos y antagónicos constituidos por suníes y chiíes. No existen matices nacionales, ideológicos, lingüísticos o socioeconómicos dentro de estos dos grupos y se presupone una enemistad y un fervor religioso a individuos, a milicias e incluso a países que en realidad carecen de ellos.

Rivalidad dentro de la secta y alianzas intersectarias

En realidad, los países y milicias que los medios adscriben dentro del sunismo o el chiismo no son ni se comportan como bloques homogéneos y por ello utilizar las dos sectas como las dos principales unidades de análisis en las relaciones internacionales de la región conducirá a más equívocos que a aciertos.

Suníes

Por un lado, el bando suní en realidad está resquebrajado en tres frentes visibles. De entrada, la wahabita Arabia Saudí ejerce de líder de un grupo de países que pretenden preservar el statu quo regional. Junto a Riad caminan el Gobierno secularista egipcio de Abdelfatá al Sisi y las monarquías de Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Bahréin. Entre sus prioridades figura diezmar el expansionismo iraní allí donde surge. Es por ello que derrocar a Al Asad, un fiel aliado de Teherán, es uno de sus principales objetivos. Además, dichos países vieron las revoluciones árabes de 2011 como un grave reto a su hegemonía.
No obstante, los partidarios del statu quo deben lidiar con rivales dentro de su propia secta. El pequeño reino de Qatar lleva años ejerciendo una política exterior potente, pero flexible, que le ha llevado a aliarse con los islamistas Hermanos Musulmanes y Turquía. Este grupo, que en teoría es ideológicamente cercano al islamismo de Arabia Saudí, supone a la vez uno de sus mayores dolores de cabeza. A diferencia de sus vecinos, Qatar percibió las malogradas Primaveras Árabes como una oportunidad para extender su influencia. Es por ello que celebraron la caída del régimen de Mubarak en Egipto y la ascensión al poder del islamista Morsi. Su continuo apoyo a los ahora depuestos Hermanos Musulmanes egipcios acarreó en 2014 la peor crisis entre las monarquías del Golfo: Arabia Saudí, los Emiratos y Bahréin retiraron temporalmente sus embajadores de la capital qatarí.
Para saber más: “Oriente Próximo, alucinación y la imaginación cartográfica” (en inglés), Discover Society
Libia es un caso que evidencia las fisuras dentro del denominado bloque suní. El país es abrumadoramente suní, pero se encuentra profundamente dividido y sumido en una guerra civil desde las revueltas populares y la operación de la OTAN que acabaron con Gadafi en 2011. Actualmente, Libia está divida entre dos Gobiernos. Por un lado, los Emiratos y Egipto dan apoyo a un Ejecutivo secularista al este del país, mientras que Turquía y Qatar respaldan a un Gobierno de corte islamista en Trípoli. Libia es la prueba de que el enquistamiento de la violencia tiene menos que ver con inquinas sectarias que con cálculos geopolíticos de países vecinos.
Estas disonancias también se evidenciaron durante el golpe de Estado contra Erdoğan en verano de este año. Arabia Saudí tardó 15 horas en condenar la acción del ejército y algunos medios han acusado a los Emiratos de financiar a los responsables del fallido golpe. Mientras tanto, Irán, que lleva años batallando indirectamente con Turquía en Siria, fue el primer país en condenarlo.
Finalmente, existe un tercer grupo dentro del sunismo que en realidad está compuesto por centenares de organizaciones que merman la supuesta unidad suní. Se trata de las numerosas milicias yihadistas que, a pesar de recibir apoyo logístico o financiero por parte de los Estados suníes, siguen considerando dichos regímenes ilegítimos.  La relación entre los Gobiernos y los grupos yihadistas debe entenderse más como de mutuo beneficio y no basada en una concepción similar de la religión. El Estado Islámico, por ejemplo, ha dedicado más tiempo y recursos a derrotar a otros grupos rebeldes suníes que a luchar contra Al Asad.
A pesar de los evidentes sentimientos sectarios que poseen, estos grupos son capaces de acciones pragmáticas para perseguir sus intereses. En 2016, el exjefe de los servicios secretos israelíes admitió que su país asistió a los yihadistas del Frente al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, en los Altos del Golán. Esta pasmosa alianza obviamente no está basada en un sentimiento de afinidad, sino en intereses comunes; en este caso, arrebatar posiciones claves a la milicia libanesa Hezbolá, que combate junto al Gobierno sirio y supone uno de los mayores riesgos para la seguridad de Israel.

Chiíes

El denominado bando chií tampoco está exento de disonancias. Recientemente se ha popularizado la expresión “media luna chiita” para referirse a la alianza entre Hezbolá, Siria, Irak e Irán.  Aunque ciertamente estos actores son estrechos aliados, los motivos de dicha unión no deben buscarse en simpatías dogmáticas. La coalición original entre el régimen laico, baasista y panárabe de Siria con la teocracia persa de Irán nunca se ha basado en el credo, sino que es heredera de la amenaza común que suponía el régimen laico, baasista y panárabe de Sadam Huseín.
La rivalidad entre Arabia Saudí e Irán que se esparce por todo Oriente Próximo no se basa en diferencias religiosas surgidas tras la muerte de Mahoma, sino en intereses regionales opuestos. Fuente: Kal (The Economist)
La rivalidad entre Arabia Saudí e Irán que se esparce por todo Oriente Próximo no se basa en diferencias religiosas surgidas tras la muerte de Mahoma, sino en intereses regionales opuestos. Fuente: Kal (The Economist)
Es común también reducir a los alauíes o a los zaydíes a una rama del chiismo, pero sus credos heterodoxos son bastante distintos al chiismo mayoritario. En realidad, las creencias de los alauíes han permanecido ocultas durante siglos a los principales clérigos del chiismo. No fue hasta 1948 cuando los primeros estudiantes alauíes atendieron por primera vez a seminarios religiosos en la ciudad iraquí de Nayaf, centro de la teología chií. Los alumnos fueron insultados y humillados por sus creencias y, al cabo de poco, la mayoría de ellos volvieron a Siria. Recientemente, un grupo de líderes religiosos alauíes emitió un comunicado donde negaban su condición de “rama del chiismo” con el objetivo de distanciarse del régimen de Al Asad y de Irán.
Para saber más: “Los alauíes y chiíes de Siria” (en inglés), Martin Kramer
Tampoco es extraño encontrar alianzas entre grupos suníes y chiíes que no encajan en el molde del relato de los odios remotos. Irán lleva décadas siendo el principal proveedor del islamista Hamás y Al Qaeda y los talibanes también han colaborado con Teherán cuando ha sido necesario. En Siria, grupos palestinos suníes luchan junto a Al Asad y su ejército sigue estando formado mayoritariamente por suníes, y en Irak varias tribus suníes del oeste colaboran con Bagdad para frenar a los terroristas del Estado Islámico.
Si bien es verdad que afinidades religiosas o ideológicas pueden ayudar a la hora de confeccionar alianzas y, sobre todo, justificarlas discursivamente, la geopolítica de Oriente Próximo sigue rigiéndose mayormente por los intereses particulares de los Estados.

Implicaciones políticas: un país para cada grupo étnico

Podría parecer que el mito de los odios remotos es simplemente una ocurrencia de periodistas o pretendidos expertos sin un conocimiento profundo de la región, pero su propagación no es inocua y tiene consecuencias políticas. Bill Clinton, influido enormemente por un libro de Robert Kaplan, planeó la política estadounidense en la guerra de Bosnia basándose en la creencia de que musulmanes, católicos y ortodoxos llevaban linchándose desde hacía siglos. Barack Obama también actúa influido por el relato de los odios remotos entre suníes y chiíes. Durante el último discurso sobre el estado de la Unión, aseguró que parte de la actual agitación en Oriente Próximo está “originada en conflictos de hace miles de años”, y en más de una ocasión ha manifestado su preocupación por los odios sectarios entre países.
La percepción de que los distintos grupos etnorreligiosos no pueden coexistir debido a los odios eternos es en primer lugar errónea y en segundo lugar peligrosa. Por un lado, pretende velar cualquier atisbo de culpabilidad europea y estadounidense sobre el estado actual de la región. Dado que llevan luchando desde hace miles de años, el apoyo occidental a dictadores represores, a grupos rebeldes partidarios de limpiezas étnicas o la calamitosa guerra de Irak que oxigenó el sectarismo, no son responsables del estallido sectario actual.
Asimismo, la consolidada imagen de los orientales como seres empujados por pasiones étnicas y religiosas propensos a matarse entre sí conlleva otra grave consideración: la corriente —creciente— de opinión que pide redibujar el mapa de Oriente Próximo basándose en las fronteras de la secta. Desde la invasión iraquí, pero especialmente tras las revoluciones árabes de 2011, se han popularizado varios mapas que pretenden rediseñar las fronteras de la región para así salvarla de estos odios étnicos. Numerosos políticos y expertos han abogado por el desmembramiento de Irak o Siria, a pesar de que tales pretensiones secesionistas no figuran en las agendas de los grupos suníes, chiíes o alauíes. Estos cartógrafos amateurs culpan al acuerdo Sykes-Picot, que partió las provincias otomanas tras la Primera Guerra Mundial, de todos los males de la región. A su parecer, el gran error de las potencias coloniales fue crear Estados “artificiales” donde las sectas y otros grupos étnicos se mezclaban, imposibilitando así la concepción de un Estado homogéneo a la europea. Lo que muchos de estos artículos olvidan mencionar es que la creación del Estado nación europeo se basa en siglos de limpiezas étnicas y genocidios culturales para lograr tal nivel de uniformidad.
En 2006, un teniente coronel del ejército estadounidense, Ralph Peters, publicó su versión de lo que debería ser la región arguyendo que, “sin esta revisión considerable de las fronteras, no conseguiremos un Oriente Próximo en paz”. Más recientemente, el New York Times publicó un mapa donde troceaba cinco países en 14 pedazos.
Propuesta de Ralph Peters. Fuente: Wikimedia
Propuesta de Ralph Peters. Fuente: Wikimedia
Es ilusorio pensar que la única vía para la paz en la región es meter a cada grupo étnico en su propia caja, sellada y separada de las demás. La Historia de Oriente Próximo está plagada de violencia dentro de la misma secta; solo hace falta mirar a países como Argelia, Libia o Egipto, que, a pesar de no tener minorías chiíes relevantes, poseen un pasado reciente con abundante violencia. Este artículo no pretende argumentar que cualquier tipo de modificación fronteriza en la región es perjudicial ni niega la existencia de la violencia sectaria. Su intención es evidenciar el peligro de que las políticas occidentales en la región estén basadas en los mismos principios orientalistas de hace cien años, que reducen la identidad y los intereses de los actores de la región a la secta hasta un punto absurdo. Paradójicamente, el uso del prisma sectario acostumbra a conllevar políticas sectarias. Establecer cuotas de poder confesionales, como en Irak, o confeccionar un país para cada etnia solo comportará la creación de nuevas minorías a las que se les negará la plena consideración de ciudadanos por no pertenecer a la nación.

Acerca de Martí Nadal 4 Articles
Periodista por la FCC Blanquerna y Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Edimburgo. Interesado en comprender los intrincados juegos geopolíticos de Oriente Próximo. 
 http://elordenmundial.com/


sábado, 24 de junio de 2017

Claves geo-económicas para entender que pasa en Oriente Medio y Eurasia


 Resultado de imagen para mapa nueva ruta de la seda
Occidente no huele lo que se está cocinando en Eurasia
Pepe Escobar, escritor y periodista de “Asian Times”
Hace sólo unos días, aconteció un cambio geopolítico tectónico en Astana, Kazajstán, y sin embargo la fuerte ondulación sísmica apenas ha sido registrada por los círculos atlantistas.
En la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), fundada en 2001, India y Pakistán fueron admitidos como miembros de pleno derecho, junto con Rusia, China y cuatro naciones de Asia Central (Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán).
Así que ahora la OCS no sólo es la organización política más grande – por área y población – en el mundo; también une a cuatro potencias nucleares. El G-7 es irrelevante, la última cumbre en Taormina lo dejó claro. La verdadera acción , aparte del G-20, estará en los movimientos de la OCS.
Permanentemente ridiculizada en Occidente, desde hace una década y media como una mera tertulia, la OCS, poco a poco, sigue avanzando. Como lo señalara el presidente de China, Xi Jinping, de manera elegante ; “ La OCS es un nuevo tipo de relaciones internacionales que ofrece ganar a todos sus integrantes a través de la cooperación “.
La marca registrada por la OCS es bastante sutil. Su énfasis inicial – en el mundo post- 11 de Septiembre- fue a luchar contra lo que los chinos califican como “los tres males”; el terrorismo, el separatismo y el extremismo. Pekín y Moscú, al principio estaban pensando en los talibanes de Afganistán (y sus conexiones con Asia Central, especialmente a través del Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU).) pero, ahora la OCS preocupada por el deterioro de la seguridad en Afganistán llama a sus miembros a apoyar un proceso de “paz y reconciliación”.
A partir de este momento la OCS se involucrará directamente en la búsqueda de una solución a la “cuestión afgana” con la India y Pakistán a bordo – que trascenderá a los fallidos “remedios” del Pentágono; más tropas.
Por cierto la OTAN, desgraciadamente perdió la guerra en Afganistán. Los talibanes controlan al menos el 60% del país – Y ahora se añade un supremo insulto predecible; el Estado Khorasan Islámica (ISK) (rama del Daesh en Afganistán) acaba de conquistar Tora Bora, el territorio que el Pentágono bombardeo cuando perseguía a Osama bin Laden y a Ayman al- Zawahiri.
No nos equivoquemos; habrá acción de la OCS en Afganistán. Y esta acción va a consistir en llevar a los talibanes a la mesa de negociación. China se ha hecho cargo de la presidencia de turno de la OCS y está dispuesta a mostrar resultados prácticos en la próxima cumbre en junio de 2018.
Pisar el acelerador, pagar en yuanes
La OCS ha evolucionado de manera constante en términos de cooperación económica. El año pasado Gu Xueming, jefe de la Academia China de Cooperación Económica del Ministerio de Comercio, propuso crear un grupo de estudios que se encargara de establecer de zonas de libre comercio en los países de la OCS.
Su propósito: una mayor integración económica – ya en curso – para las pequeñas y medianas empresas. La tendencia a la convergencia es inevitable, irá en paralelo a las nuevas rutas de la seda – también conocida como el “cinturón” y el camino” (BRI)- y la organización liderada por Rusia llamada Unión Económica de Eurasia (UEE).
Así que no es de extrañar en la reunión bilateral (en Astana) de Xi y el presidente Putin se haya impulsado la fusión del BRI y la UEE. Y no estamos hablando sólo sobre el trío BRI, UEE y OCS; también nos referimos al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIb), al Banco de Desarrollo de los BRICS (NDB), al Fondo de la Ruta de la Seda y a una amplia gama de mecanismos de cooperación político-económica.
Las cosas se mueven muy rápido y, en todos los frentes. En una reciente conferencia “El futuro de Asia” en Tokio, el supuestamente fiero primer ministro anti-chino Shinzo Abe anunció – sujeta a condiciones – que Japón está dispuesto a cooperar con la BRI, por su “potencial para conectar este y el oeste, así como las diversas regiones que se encuentran en medio “. Entonces, un posible acuerdo político entre China y Japón se sumaría el impulso del BRI, la EEU y la OSC.
Por otra parte, tanto de China como Rusia están de acuerdo en utilizar una vía rápida para admitir a Irán como miembro de pleno derecho de la OCS.
Habrá que comparar esta política inclusiva con las declaraciones del secretario de Estado “T.Rex” Tillerson pidiendo un cambio de régimen en Irán .
Mientras la integración de Eurasia se mueve inexorablemente a pasos agigantados, la proverbial arrogancia atlantista no podría ser más evidente.
Desde que Moscú decidió intervenir en la tragedia Siria el cambio en el tablero de juego ha sido fundamental. Ningún analista en Occidente, aparte de Alastair Crooke entendió que se trataba de una operación al estilo OCS; aunque Irán, Irak, Siria y Hezbollah no son parte de la OCS, la forma en que se coordinan con Rusia muestra con claridad que esta es una alternativa viable a las acciones unilaterales del imperialismo “humanitario” y las aventuras militares, estilo OTAN.
El dispositivo “4 + 1” – Rusia, Irán, Irak, Siria y Hezbollah – cuenta con el respaldo “sotto voce” de China, dispuesta a combatir luchar todas las formas de terrorismo yihadista salafista y al mismo tiempo evitar el cambio de régimen en Damasco.
Con una política exterior caótica, Donald Trump ha demostrado que es incapaz de coordinar cualquier política , aparte del acoso a Irán. Por tanto para Rusia, y China la membresía de Irán en la OCS será clave.
Además, Pekín entiende – por su relación con Qatar (su mayor proveedor de gas natural) los altos riesgos que se producirán , antes o después, que el emirato acepte el pago de la energía en yuanes.
El eje Qatar – Irán – es la razón principal que llevó a la Casa de Saud a negarse a una explotación común de los yacimientos de gas más grandes del mundo (North Dome / South Pars) que comparten en el Golfo Pérsico.
Doha se tomó su tiempo para darse cuenta que después del “4 + 1” que un gasoducto desde Qatar a Turquía a través de Arabia Saudí y Siria (para el mercado europeo) no se podrá construir nunca . Ankara también lo sabe. Sin embargo, podría construirse un oleoducto Irán-Irak-Siria – con una posible ampliación a Turquía – con el gas de Norte Dome / Sur de Pars.
Toda esta ecuación revolucionaría de la producción de energía en el sudoeste de Asia; con una considerable descenso de la hegemonía para los petrodólares de Arabia Saudí y los Estados Unidos
Imagínense que Qatar / Irán vende su gas a Europa en euros y no en dólares estadounidenses y, que los chinos paguen a Qatar – y a Arabia Saudita – en yuanes por sus suministros de energía.
No nos equivoquemos; el futuro – inexorable – del comercio de la energía no será en petrodólares será en yuanes, porque son convertibles en oro .
Viva el nuevo Califato
Nunca será suficiente destacar la importancia de la asociación estratégica entre Rusia y China para coordinar sus políticas en la integración de Eurasia.
Durante los primeros meses de 2017, en Moscú y en Pekín la hipótesis de trabajo fue que la administración Trump estaba dispuesta a comprometer a Rusia como un socio para nuevos proyectos de petróleo y gas en Eurasia. Era el modelo “kissingeriano” , insinuado por Trump. Su objetivo era debilitar la asociación estratégica entre Rusia y China, mientras Washington aumentaría la presión sobre Beijing en múltiples frentes.
Bueno, eso no puede suceder por el momento – teniendo en cuenta la maniática histeria anti-Rusia para el consumo interno en los Estados Unidos .
En consecuencia, lo que queda de la política exterior de Trump es la GWOT (la guerra global contra el terrorismo) y volver utilizar todos los medios necesarios para impedir el aumento de la influencia iraní en el sudoeste de Asia. Esto implica promover el poder geopolítico de la perniciosa Casa de Saud .
Eso explica el entusiasmo de Trump (en Twitter) por la “guerra relámpago” de Casa de Saud contra Qatar – que en realidad es un movimiento contra de Irán. Pekín por su parte observa de cerca, y ha visto la acción contra Qatar como lo que realmente pretende; un intento de perturbar el avance de las nuevas rutas de la seda.
Al mismo tiempo, Beijing y Moscú se divierten por unas evidentes inconsistencias. El Pentágono no parece inclinado a anexar Qatar; la base aérea Al Udeid y el HQ de Centcom son suficientes. El regente del Pentágono “Mad Dog” Mattis está más que encantado por la venta de $ 12 mil millones en los F-15 al “patrocinador del terrorismo” . Mientras Trump “apoya” a la Casa de Saud, Mattis “apoya” a Doha. Y, Tillerson se niega a tomar partido.
La CCG( una embrionaria OTAN Árabe, podría estar muerta y enterrada , a pesar de la patética danza de la espada de Trump en Riad. Sin embargo, Moscú y Pekín – y Teherán – están plenamente conscientes que estos contratiempos sólo exacerbarán el “excepcionalismo” estadounidense ( también conocido como la política del lodazal del “estado profundo” ) continuará para provocar estragos.
El Califato en “Siria” ahora está muerto – especialmente si Rusia confirma que a muerto a su creador. Es una pena – porque una Siria desestabilizada sería perfecta para desestabilizar a Rusia desde el Cáucaso hasta Asia Central; la inteligencia rusa nunca olvida que hay apenas 900 km de Alepo a Grozni.
Al igual que Terminator, el “estado profundo” de Estados Unidos está de regreso. Su sueño húmedo sigue siendo crear las condiciones para la desestabilización de una vasta extensión desde Levante hasta el sur de Asia – con posibles futuras olas de terror hacia el norte y el este de Rusia y de China. El objetivo: impedir la coordinación del BRI, la EEU y la OCS.
Agravando él escenario el Pentágono se niegan a abandonar Afganistán – una cabeza de puente que causa estragos en Asia Central. ¿Qué podría salir mal? Después de todo, ahora el Daesh se posicionada en Asia Central, no muy lejos de Xinjiang y el Corredor Económico entre China y Pakistán (CPEC) – un nodo clave para la ruta de la seda.
Aún así, la guerra relámpago de Arabia anti-Qatar – se está desenredando – y en el mediano plazo puede precipitar un cambio sísmico monumental, acelerando el ingreso de Irán y de Turquía en la OCS; provocando un entente de Doha con Rusia e Irán; y anticipando un duro golpe a la hegemonía del petrodólar. Todo esto debe haber sido discutido en detalle en Astana, en la cumbre de la OCS – en la bilateral Putin-Xi.
El excepcionalismo actúa cada vez más errático; todas las decisiones estratégicas claves descansan en la relación Xi-Putin – y lo saben. Por tanto, lo indudable es que la OCS estará obligada a involucrarse cada vez más en la protección de su gran proyecto para el siglo 21; la integración de Eurasia.

viernes, 23 de junio de 2017

¿Cuáles son las alternativas de Catar?: Entre "someterse" o "romper totalmente" con Riad

La ruptura de relaciones de varios países con Catar no solo tiene consecuencias imprevisibles para Medio Oriente, según analiza una especialista en la materia.
¿Cuáles son las alternativas de Catar?: Entre "someterse" o "romper totalmente" con Riad
Imagen ilustrativa.
Fadi Al-Assaad / Reuters
Este 5 de junio, varios países rompieron relaciones con Catar y desataron una crisis diplomática en
Medio Oriente que aún no se solucionó. Para analizar la situación, RT entrevistó a Mariela Cuadro, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).
Esta socióloga detalló las causas y consecuencias que este conflicto puede tener para las partes implicadas y la región en su conjunto; en especial, las internas de la casa real en Arabia Saudita, las guerras en Siria y Yemen y el conflicto palestinoisraelí.

Arabia Saudita, Trump y la crisis

Cuadro señaló que el viaje del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a territorio saudí "no fue común" y, sin lugar a dudas, influyó en la decisión que Riad tomó días después contra Catar. "Arabia Saudita fue el primer país que visitó" desde que accedió a cargo y eso implicó "un espaldarazo muy fuerte, con la intención de que Riad realice inversiones en la economía estadounidense".
A pesar de que en ese respaldo se puede ver "un fuerte enfrentamiento con Irán y un apoyo a Israel", esta analista consideró que Washington "está enviando un mensaje por los menos confuso", debido a que hay "una Casa Blanca que está más alineada con Arabia Saudita, festeja sus decisiones y señala que, si Catar tiene lazos con el terrorismo, va a tener que dejarlos" pero, por otro lado, hay "otra línea de gobierno" de los secretarios de Defensa y de Estado, que "han salido a ser más moderados". 

No obstante, la socióloga hizo hincapié en otro aspecto poco mencionado relacionado con los reacomodamientos en la monarquía saudí. "Desplazaron al príncipe heredero", Mohamed ben Nayef,nombraron en su lugar a quien "hasta hoy era vicepríncipe", Mohamed ben Salmán, y "creo que puede haber alguna relación entre aumentar los problemas en el flanco externo para reducir las disputas que van a aparecer internamente".
"Ya con Mohamed ben Nayef se había saltado a la generación de los nietos" del rey, lo cual de por sí implicó tensiones, porque "tuvo muchos hijos con muchas mujeres", con lo cual "se optó por una de las ramas de la familia, que es la Sudairi", por lo que para "suavizar" esa disputa buscaron "alguna distracción externa".

Una disputa política

Mariela Cuadro estima que en Occidente se suelen encasillar los conflictos de Medio Oriente en términos sectarios; es decir, entre distintas vertientes del islám. Sin embargo, la ruptura entre Arabia Saudita y Catar no se puede explicar en esos términos, ya que "tiene la particularidad de ser entre dos Estados wahabitas": "no solo musulmanes y no solo sunitas", con lo cual "me parece que es una disputa fundamentalmente política".
Ahora bien, esta lucha por el poder regional no es nueva. Desde 1995, Catar intenta "tener peso e influencia en la región" y, desde ese mismo año, Arabia Saudita trata de "coartar esa vocación catarí" y, por ahora, "lo ha logrado". Esta experta puso como ejemplo la Primavera Árabe, cuando Doha respaldó a la Hermandad Musulmana y la organización "salió muy perjudicada de ese proceso".

Naseem Zeitoon / Reuters
De todas formas, Cuadro analizó que "en este momento se da un aumento de las tensiones a un punto donde a Catar le resulta muy difícil volver sobre sus pasos y abandonar su autonomía política". Según su mirada, estamos ante un panorama "bastante complicado".
Se está mostrando "una inflexibilidad muy grande de parte de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) que a Catar no le deja muchas alternativas", opinó. En concreto, las opciones son dos: "O se somete a los dictados de Riad o rompe totalmente, con consecuencias muy graves para la región y, tal vez, el mundo".

Siria y Yemen

O se somete a los dictados de Riad o rompe totalmente, con consecuencias muy graves para la región y, tal vez, el mundo
En las guerras en Siria y Yemen, los dos principales conflictos que hay hoy en la región, tanto Arabia Saudita como Catar intervienen de una u otra forma. En ese sentido, surge la inquietud respecto a como modificará esta tensión entre ambos países el escenario bélico local.
Para Mariela Cuadro no habrá grandes cambios, ya que Arabia Saudita y Catar "no han actuado siempre de manera conjunta". "Es cierto que han apoyado el derrocamiento de Bashar al Assad" en Siria, pero "no a los mismos grupos opositores", explicó. De hecho, "una de las razones por las cuales el conflicto en Siria se ha hecho tan difícil de desgranar se debe justamente a la cantidad de facciones que existen", añadió.
Además, contextualizó que en esta guerra ambos países "ya no son tan importantes" y la resolución del conflicto "pasa un poco más por Turquía, Rusia, EE.UU. e Irán".
Por otra parte, el caso de Yemen "es muy complicado realmente" porque, si bien "también estuvieron actuando juntos", en determinado momento "ambos apoyaron a facciones distintas". "Creo que Catar va a tender a retirarse de Yemen. Estaba participando, pero no era una de las principales fuerzas involucradas, por eso no se si cambiaría demasiado", consideró Cuadro.

Alaa Faqir / Reuters

Un retroceso para Palestina

Finalmente, sí expresó que este aislamiento regional de Catar tendrá impacto negativo para la comunidad palestina. Puntualmente, "para el conflicto intrapalestino puede tener importantes consecuencias". Actualmente, hay una situación donde está "Hamás apoyado por Catar, el presidente palestino Mahmud Abbás de Al Fatah debilitado tratando de aferrarse al poder y otras facciones dentro de su organización planteando su sucesión".
Uno de los nombres que suena "y que estaría apoyando EAU es el de Mohamed Dahlan, un militante de Al Fatah que vive justamente en ese país". Ante este escenario, "puede haber algún tipo de disputa entre Hamás y la facción de Al Fatah que termine imponiéndose y sucediendo a Abbás".
Para la especialista "esto va a seguir mellando la unidad del pueblo palestino, que creo que es muy necesaria", por lo que el conflicto con Catar "no ayuda en lo más mínimo a la resolución del conflicto palestinoisraelí" sino al contrario, "le sirve al Estado de Israel".
"Deja a Catar —que estaba apoyando a Hamás y reconstruyendo Gaza— fuera del juego. El bloqueo económico, si se estira en el tiempo, claramente va a perjudicar a los habitantes de Gaza", concluyó.

Santiago Mayor
 https://actualidad.rt.com


sábado, 17 de junio de 2017

La guerra de junio de 1967 y el Movimiento Nacional Palestino

Mouin Rabbani

 

La guerra de 1967 no creó el movimiento nacional palestino contemporáneo, pero si las condiciones para su meteórico ascenso y su capacidad de arrebatar la custodia de la cuestión Palestina a los estados árabes. Este proceso ha tenido importantes consecuencias hasta hoy.
Desde el fin de la Gran Revuelta Árabe de 1936-1939 contra el mandato británico en Palestina hasta la guerra de 1967, los palestinos fueron a menudo poco más que espectadores de las decisiones y acontecimientos que determinaron regional e internacionalmente su destino, en primer lugar, el establecimiento en 1948 del Estado de Israel, lo que resultó en su desposesión colectiva. Aunque los movimientos nacionalistas palestinos, como el Movimiento de Liberación Nacional Palestino (Fatah), empezaron a surgir una década después del Nakba (catástrofe) de 1948, a lo largo de los años 1950 y 1960, la mayoría de los palestinos buscaron y esperaron que su salvación vendría de un mundo árabe movilizado. Más palestinos se unieron a los diversos movimientos pan-árabes, comunistas o islamistas que proliferaron en toda la región, o juraron lealtad a líderes o regímenes árabes específicos, que los que se comprometieron con las organizaciones que defendían un programa claramente palestino. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), de hecho, fue establecida por la Liga Árabe, en 1964, como un mecanismo a través del cual los estados árabes, especialmente el Egipto de Gamal Abdel-Nasser, podrían controlar los crecientes niveles de activismo nacionalista palestino y con ello perpetuar su custodia sobre la cuestión de Palestina y su liderazgo del mundo árabe.
Bastaron seis días en junio de 1967 para transformar a fondo estas realidades. A partir de la derrota completa de los ejércitos árabes y el descrédito profundo de los regímenes árabes surgieron nuevos movimientos nacionalistas palestinos. George Habash, que previamente había fundado el pan-arabista Movimiento de los Nacionalistas Árabes, reapareció en diciembre de ese año como secretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina (marxista). En la medida en que los palestinos hicieron de Jordania una base guerrillera palestina, Fatah tomó el control de la OLP en 1968-69 y designó a Yasir Arafat su nuevo presidente. A mediados de la década de 1970 la OLP se había consolidado con éxito como el único representante legítimo del pueblo palestino, y al hacerlo había puesto fin a las reivindicaciones del rey Hussein de Jordania sobre Cisjordania y la representación de su población, y a la negativa de Israel a aceptar su propia existencia.
La centralidad de la cuestión de Palestina en el conflicto árabe-israelí y de la autodeterminación palestina en la agenda internacional fueron consecuencias determinantes, aunque imprevistas, de la guerra de 1967. La transformación de la población palestina de una realidad demográfica dispersa en un actor político unificado sigue siendo el logro más importante del movimiento nacional palestino. Sin embargo, hoy, aparentemente incapaz de contener el avance implacable de los asentamientos de los colonos israelíes, esta, una vez más, en riesgo. Más fragmentados, dispersos y divididos que en cualquier otro momento desde 1948, los palestinos corren el riesgo de, convertirse, una vez más, en una realidad demográfica políticamente inconsecuente. Sin embargo, sólo frenando y revirtiendo la desintegración del movimiento nacional que tomó forma después de 1967 los palestinos serán capaces de convertir su sueño de emancipación y libertad de un espejismo desvanescente en una realidad política.
editor colaborador del Middle East Report, ha publicado y analizado ampliamente sobre los asuntos palestinos y el conflicto palestino-israelí. Fue Analista Senior de Oriente Medio con el Grupo Internacional de Crisis . Anteriormente trabajó como Director para Palestina del Centro de Investigación EEUU-Palestina. Es co-editor de Jadaliyya publicación electrónica.
Fuente:
http://www.jadaliyya.com/pages/index/26655/the-1967-june-war-and-the-palestinian-national-mov
Traducción:

jueves, 15 de junio de 2017

"El conflicto con Qatar viene hace tiempo. No se puede reducir a lo religioso"

Mariela Cuadro, Doctora en Relaciones Internacionales y coordinadora del Departamento de Medio Oriente, del IRI-UNLP, analizó en L’Ombelico del Mondo la crisis desatada tras la decisión de Bahrain, Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes de cortar sus relaciones con Qatar, acusado de financiar el terrorismo internacional. “Este problema no es religioso, es político”, aseguró Cuadro ante cierto intento de los medios internacional de insistir en la dicotomía sunitas-chiitas para explicar la crisis, que se desata pocos días después de la visita del presidente norteamericano Donald Trump a Arabia Saudita.
Pulse aquí para escuchar el audio

lunes, 12 de junio de 2017

50 años de ocupación israelí, por Daniel Barenboim


50 años de ocupación israelí

Ha pasado medio siglo y el final del conflicto entre dos naciones convencidas de que tienen derecho a reclamar el mismo pedazo de tierra parece más alejado que nunca. Europa, sobre todo Alemania, debe actuar en favor de los palestinos

La política internacional actual está dominada por cuestiones como el futuro del euro y la crisis de los refugiados, la amenaza de que la presidencia de Trump provoque el aislamiento de Estados Unidos, la guerra de Siria y la lucha contra el extremismo islámico. No obstante, hay otro tema casi omnipresente desde la primera década del nuevo milenio pero que cada vez aparece menos en las noticias y, por tanto, cada vez está menos presente en la conciencia colectiva: el conflicto en Oriente Próximo. Durante decenios, el enfrentamiento entre israelíes y palestinos fue una preocupación constante para Estados Unidos y Europa, y la resolución del conflicto, una de sus grandes prioridades políticas. Sin embargo, después de numerosos y fracasados intentos de poner fin a esta situación, da la impresión de que el statu quose ha consolidado. El mundo sigue pensando —con malestar, con impotencia y con cierta desilusión— que este conflicto es irresoluble.
La situación es más trágica aún en la medida en que los frentes se han ido reforzando y la situación de los palestinos ha empeorado sin cesar, y ni el más optimista puede atreverse a suponer que el Gobierno actual de Estados Unidos vaya a abordar el problema con una actitud prudente y sensata. Y la tragedia se va a hacer notar especialmente este año y el próximo, porque vamos a vivir dos aniversarios llenos de tristeza, en particular para los palestinos: en 2018 se conmemorará el 70º aniversario de lo que los palestinos llaman al Nakba, “la catástrofe”, que supuso la expulsión de más de 700.000 personas del antiguo territorio incluido en el mandato británico, como consecuencia directa del plan de la ONU para la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948. Al Nakba sigue vigente, puesto que más de cinco millones de descendientes directos de aquellos palestinos desplazados continúan hoy viviendo en un exilio forzoso.
Y este año, el 10 de junio se han cumplido 50 años de ocupación continuada de las tierras palestinas por parte de Israel, una situación moral y físicamente intolerable. Incluso los que piensan que la Guerra de los Seis Días —que terminó el 10 de junio de 1967— fue necesaria porque Israel tenía que defenderse deben reconocer que la ocupación y todo lo que ha sucedido con posterioridad constituyen un desastre absoluto. No solo para los palestinos sino también para los israelíes, desde el punto de vista estratégico y desde el punto de vista ético.
La ocupación actual es inaceptable, tanto desde el punto de vista estratégico como moral
Ha pasado medio siglo desde entonces, y el final del conflicto parece más alejado que nunca. Nadie se hace hoy ilusiones de poder ver a un joven palestino o a un joven israelí tendiendo la mano al otro. Y es un problema que, a pesar de que haya dejado de ser “popular”, como decía antes, sigue siendo importante, incluso crucial. Para los habitantes de Palestina e Israel, para todo Oriente Próximo y para el mundo entero.
De ahí que, coincidiendo con el 50º aniversario de la ocupación, me atreva a pedir a Alemania y a Europa que vuelvan a dar prioridad a la resolución del conflicto. No estamos hablando de un enfrentamiento político, sino de un enfrentamiento entre dos naciones que están completamente convencidas de que tienen derecho a reclamar el mismo, y pequeño, pedazo de tierra. Europa, que hace declaraciones sobre la obligación de ser más fuerte y más independiente, debe ser consciente de que esa nueva fortaleza y esa nueva independencia implican exigir de manera inequívoca que Israel ponga fin a la ocupación y reconozca el Estado palestino.
El hecho de ser un judío y vivir en Berlín desde hace más de 25 años me permite tener una perspectiva especial sobre la responsabilidad histórica de Alemania en este conflicto. Si tengo la posibilidad de vivir libre y felizmente en este país es solo gracias a que los alemanes han afrontado y digerido su pasado. No cabe duda de que, incluso en la Alemania actual, existen tendencias extremistas y preocupantes contra las que todos debemos luchar. Pero, en general, la sociedad alemana es hoy una sociedad libre y tolerante, consciente de su responsabilidad humanitaria.
Hay que encontrar una solución justa para la crisis de los refugiados y el retorno de los palestinos
Alemania e Israel, por supuesto, siempre han tenido una relación especialmente estable; la primera siempre se ha sentido, y con razón, en deuda con el segundo. Pero no tengo más remedio que ir un poco más allá: Alemania tiene también una deuda especial con los palestinos. Sin el Holocausto, nunca se habría llevado a cabo la partición de Palestina, ni se habrían producido al Nakba, la guerra de 1967 y la ocupación. Ahora bien, no son solo los alemanes los que tienen una responsabilidad hacia los palestinos, sino todos los europeos, porque el antisemitismo fue un fenómeno que se dio en toda Europa, y los palestinos siguen sufriendo sus consecuencias directas, a pesar de no tener ninguna culpa de aquello.
Es absolutamente necesario que Alemania y Europa asuman esa responsabilidad respecto al pueblo palestino. Eso no significa que haya que tomar medidas contra Israel, sino en favor de los palestinos. La ocupación actual es inaceptable, tanto desde el punto de vista estratégico como desde el punto de vista moral, y debe terminar. Hasta ahora, el mundo no ha hecho nada verdaderamente importante para lograrlo, y Alemania y Europa deben exigir el fin de la ocupación y el respeto de las fronteras anteriores a 1967. Hay que fomentar una solución con dos Estados, pero, para eso, es necesario que se reconozca a Palestina como Estado independiente. Hay que encontrar una solución justa para la crisis de los refugiados. Hay que reconocer el derecho de retorno de los palestinos y ponerlo en práctica en colaboración con Israel. Hay que garantizar una distribución equitativa de los recursos y el respeto a los derechos civiles y humanos de los palestinos. Y todo esto es tarea de Europa, sobre todo ahora que vemos cómo está cambiando el orden mundial.
Cuando han pasado 50 años desde aquel 10 de junio, quizá estamos muy lejos de poder resolver el conflicto israelo-palestino. Solo si Alemania y Europa empiezan ya a asumir su responsabilidad histórica y a tomar medidas que ayuden a los palestinos será tal vez posible evitar que, cuando llegue el 100º aniversario de la ocupación israelí de las tierras palestinas, la situación siga igual
Daniel Barenboim es pianista y director de orquesta.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
 Fuente www.elpais.com

viernes, 9 de junio de 2017

Observatorio Geohistórico UNLu



Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján

Decano
Omar Gejo

Directora del OGH

Lidia Soria
Comité Directivo
Arduino Eugenia
Chiasso Cecilia
Martinelli Martín
Trujillo Oscar
Varela Brisa


https://obgeohistorico.wordpress.com/

Blog del Observatorio Geohistórico.
El Observatorio será presentado a la comunidad en el contexto de la presentación de Proyectos de Asignatura y de los Proyectos de Investigación del Depto. de Ciencias Sociales UNLu los días 16 y 17 de agosto.



https://www.facebook.com/obgeohistorico/ 


http://www.cienciassociales.unlu.edu.ar/
http://www.redsocialesunlu.net/    Revista Electrónica
RED Sociales es la primera Revista Electrónica del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján, que se pone en marcha como consecuencia de la magnitud y diversidad de la producción académica generada a través de sus docentes, y por la necesidad de difusión del conocimiento científico que permite Internet.
http://www.unlu.edu.ar/carg-prof-historia.html
http://www.unlu.edu.ar/carg-prof-geografia.html
http://www.unlu.edu.ar/posgrado.html

miércoles, 7 de junio de 2017

Qatar: 13 motivos de una extraña crisis en la región



El rey Salman de Arabia Saudí y Trump, en Riad. REUTERS/Jonathan Ernst

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¿Es posible que siete aliados de EEUU declaren una guerra, de momento diplomático-económica, contra Qatar, que es la sede del Comando de EEUU para Oriente Próximo (CENTOCOM), la más grande que posee el Pentágono en toda la región, sin la autorización de la Casa Blanca? Se trata de la primera consecuencia de la visita antiiraní de Donald Trump a Arabia Saudi, y puede ser una crisis trampa para arrastrar a Irán a una guerra regional, ahora que EEUU no se va capaz de enfrentarse directamente a esta nación, y quedarse con la primera reserva mundial de gas y la tercera de petróleo.
El pretexto del conflicto son unas declaraciones del emir de Qatar Tamim Bin Hamad Al Thani, en las que afirma que una guerra contra Irán sería una locura, ya que desaparecerían todos los países árabes del Golfo Pérsico, o que Trump no iba a durar en el poder. Además, se le acusa a Tamim de financiar a los Hermanos Musulmanes (HM), a los que consideran terroristas, y desestabilizar a los países árabes. ¿No ha sido Arabia Saudí quien ha agredido militarmente a Irak, Bahréin, Yemen o Siria? Cierto. Qatar, al igual que Arabia Saudí, EUA y EEUU, ha patrocinado el yihadismo sunnita que opera en Afganistán, Irak, Yemen, Siria, Libia, Chechenia, Rusia, China y Europa. Pero, ¿cómo es posible haber patrocinado el terrorismo mundial durante años sin que 11.000 soldados de EEUU instalados allí no se hayan enterado?
Castigo aleccionador para los traidores
De nada le ha servido a Doha alegar el ciberataque, falseando las palabras del emir, o pedir a los líderes de Hamas (filial palestina de HM) que abandonen el país. Los castigos, que incluyen el bloqueo aéreo, terrestre y marítimo de Qatar, así como la expulsión de miles de familias qataríes de Arabia Saudí y de Emiratos Árabes Unidos (EAU), pueden tener consecuencias imprevisibles para el país (como la falta de alimentos que importa de Arabia) y para la paz mundial.
Para Arabia Saudí, que tras la visita de Trump se siente fuerte para incendiar toda la región, los pecados de Qatar son:
  1. Socavar la política de Trump-Salman-Netanyahu de contener a Irán y desmontar el frente árabe antiiraní. Qatar (del término persa Guadar: Puerto), junto con Omán y Kuwait, defiende la distensión en el Golfo Pérsico y mantiene relaciones cordiales con Teherán. Doha apoyó el acuerdo nuclear entre Irán y los 5+1, una espina clavada en el corazón de los saudíes. En 2013, Doha fue el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que votó en contra de la Resolución 1696 que exigía a Irán suspender el enriquecimiento de uranio de su programa nuclear. Antes, había firmado con Teherán un acuerdo de seguridad y lucha antiterrorista y había abierto su mercado a las inversiones iraníes. Ahora, además, ha contactado con Ghasem Soleimani, comandante iraní de las Fuerzas de Qos, que lucha en Siria e Irak contra los yihadistas sunnitas. Para Doha, Irán no es sólo su socio a la hora de explotar el campo de gas más grande del mundo (North Dome/South Pars), sino que es el país que junto con la India y Rusia le está salvando de convertirse en una colonia de Arabia Saudí.
  2. Negarse a formar parte de una OTAN sunnita contra los chiitas (Irán y Siria).
  3. Financiar a los HM en Egipto y a otros países en perjuicio del wahabismo.
  4. Criticar, desde el canal Al Jazzeera, a los reyes y presidentes árabes, salvo al emir de Qatar, y mientras ataca a Daesh (wahabita) legitima a Hizbolá, dejando de llamarle “partido de Satanás”.
  5. Negociar la cesión de una base militar a Turquía, país resentido con EEUU por armar a los kurdos sirios, los segundos gobernado por los HM.
  6. Impedir que su sistema político (¡que comparado con el absolutismo saudí, es una democracia!) se convierta en un modelo a seguir en la zona. Tamim permitió elecciones municipales en 1991, el derecho al voto de la mujer y en teoría reconoció, en la Constitución de 2003, la libertad de expresión y de asociación.
La postura de EEUU
Washington no acepta que en este mundo maniqueo Doha baile con todos: acoge una oficina diplomática israelí y otra de Hamas, financia a los yihadistas en Siria contra Bashar al Asad, mientras apoya el alto el fuego. Trump se opone a Qatar por:
  1. La reticencia de Doha a utilizar su territorio contra Teherán, del que le separan sólo 1759 kilómetros de agua. En un vídeo de Daesh en distintas lenguas de Irán, los terroristas amenazan con atacar este país. Pueden contar con los grupos reaccionarios iraníes, como Muyahedines del Pueblo, colectivos de kurdos, baluches o árabes, descontentos por las políticas discriminatorias de Teherán respecto a las minorías étnicas que componen cerca del 60% de la población de Irán. De hecho, los dos recursos que tienen EEUU-Arabia-Israel para destruir la nación iraní son: por un lado, una guerra regional, y, por otro, provocar tensiones étnico-religiosas, sobre todo desde las fronteras de Pakistán, Afganistán, Turquía y el Golfo Pérsico. De hecho, el atentado en el parlamento iraní puede ser el inicio de este tipo de acciones para desestabilizar Irán.
  2. Qatar fue la única monarquía de la zona que condenó la ley de inmigración de Trump.
  3. Al querer incluir a los HM (a los que Obama apoyaba) en la lista terrorista, Washington crea una nueva alineación en la región: fortalece su alianza con Arabia y Egipto, mientras que debilita a Turquía y a Qatar.
  4. Profundizar aún más la brecha entre los regímenes árabes, provocando un conflicto interislámico que les debilita, beneficiando así a la incesante expansión israelí. Pero Irán no puede explotar esta fisura: mientras el presidente Hassan Rohani defiende la paz y cooperación con Qatar y Arabia Saudí, el jefe del Estado, Ayatolá Ali Jamenei, no cesa en sus ataques a la familia Al Saud.
  5. Impedir que Qatar y Rusia (los dos gigantes del gas) amplíen sus relaciones energéticas. A pesar de que Qatar (junto con Arabia y EEUU) patrocinó el terrorismo checheno, o de que Rusia ordenó en 2004 matar en Doha a un líder separatista checheno, el emir Tamim visitó Rusia en 2016 buscando alternativas a su relación con Occidente: invirtió 2.500 millones de dólares en Rusia para conseguir influencia política sobre Moscú, sobre todo ahora que ha fracasado en derrocar a Bashar al Assad y en llevar adelante el proyecto del gasoducto sunnita cruzando Siria. Quizás pueda participar en la reconstrucción del país. Dejó mucho dinero en el aeropuerto de Pulkovo de San Petersburgo y firmó el mayor acuerdo de inversión extranjera directa en el sector energético a nivel mundial, quedándose con el 40% de Rosneft y de otras compañías energéticas privadas rusas.
  6. Y, sobre todo, incrementar el estado de guerra en la zona para reconfigurar el mapa de Oriente Próximo y “hacer América más grande”. Para ello, ha introducido la táctica antiqatari en la estrategia de la lucha antiiraní.
Medidas de Trump
  1. Lanzar una campaña contra Qatar en la prensa, acusándolo de financiar el terrorismo.
  2. Airear el tema de la esclavitud de los inmigrantes.
  3. Sabotear el Mundial de 2022, haciendo brillar los sobornos que pagó a la FIFA.
  4. Llevar a cabo un golpe de Estado, como el lanzado desde la base turca de Incirlik contra Tayyeb Erdogan. Así, Tamim, de 36 años. puede ser derrocado por:
-Sus primos del clan de Ahmed bin Ali Al Thani, el primer emir del país tras su independencia de Gran Bretaña en 1971, que le consideran un “desastre” y se han ofrecido para sustituirle.
-Su medio hermano mayor, Mishaal, nacido de la primera esposa de Hamed al Thani.
-El propio Hamed, el emir padre, al que derrocó, en complicidad con su madre, la jequesa Moza bint Nasser.
El jefe del Comité de Relaciones Públicas de Arabia Saudí en EEUU, Salman al-Ansari, ha recomendado en un tuit al emir que aprenda del destino del expresidente egipcio Mohammad Mursi de los HM, derrocado en 2013 por el general Al Sisi, quien recibió como recompensa 160.000 millones de dólares del Rey Salmán de Arabia. La misma amenaza la repite el diario saudí Al-Riad: “Cinco golpes en 46 años; el sexto no es improbable”.
El temor y las opciones de Qatar
Doha no quiere ser víctima del pulso entre Irán y Arabia por la hegemonía regional y busca un equilibrio en sus relaciones con dichas potencias. El emir de Qatar teme que Arabia, apoyada por EEUU, y bajo el pretexto de la amenaza iraní y la lucha antiterrorista, ocupe el país y sus inmensas reservas del gas, ahora que sus propios campos de petróleo se secan. Para evitarlo tiene las siguientes salidas:
-Acudir a Trump y comprarlo con un cheque con muchos ceros, como lo ha hecho Arabia Saudí, que ha pagado 110.000 millones de dólares por armas y ha conseguido que la prensa de EEUU ya no hable de su implicación en el terrorismo del 11-S; hizo lo mismo con Gran Bretaña: 4.200 millones de dólares en contratos de armas y Londres no publicará los resultados de la investigación sobre la financiación de los islamistas radicales.
-Retroceder en su política hacia Irán; acatar la tutela de los Al Saud.
-Unirse a la coalición de Irán-Irak-Siria y arriesgarse a morir como Saddam o Gadafi.
-Fortalecer su acuerdo militar con Turquía, país molesto con EEUU por armar a los kurdos sirios.
La tensión ha llegado a niveles de difícil retorno. Los presidentes de Turquía y de la India intentan mediar en el conflicto. A Nueva Delhi le preocupa un corte en el suministro de petróleo y la situación de miles de trabajadores indios que desde esta zona envían remesas por valor de 60.000 millones de dólares. El conflicto, además, puede dañar la economía qatarí y acabar con las inversiones extranjeras. Moody’s Investor Service redujo la calificación crediticia de Qatar a la cuarta categoría de inversión, señalando la incertidumbre de su modelo de crecimiento económico.
Le ha tocado a Qatar ser la próxima víctima de la farsa de la “guerra contra el terrorismo” de los principales patrocinadores mundiales del terrorismo. ¡Locos embusteros!
Hay que recuperar la ONU para contener el trumpismo-wahabita

 http://blogs.publico.es/puntoyseguido/3976/qatar-13-motivos-de-una-extrana-crisis-en-la-region/