domingo, 6 de marzo de 2016

El Hijab: el secreto y sus formas de inclusión y exclusión

HIJAB
El uso del hijab o velo, tan criticado en Occidente como forma de opresión, es una fuente para comprender la naturaleza del secreto, es la traducción física de la lógica de la intimidad y en consecuencia es una tradición cultural que debe ser respetada como parte de la memoria histórica. El velo está más allá del símbolo de autoridad de los hombres y actúa como intermediación entre lo público y lo privado.
Lo que en este trabajo se propone, es señalar que el problema no es el velo, sino que lo esencial es el significado o significaciones que tiene el velo y sus secretos. 
Dra. Susana Murphy
FFyL, IHAO-CLEARAB- UBA -UNLu
Occidente se muestra en la actualidad como representación del mundo libre, de la democracia, de los valores y de la desnudez “pareciera sobreentenderse que por llevar menos ropa se obtiene más placer”. Sin embargo, en otras culturas y religiones, el sexo es visto como un regalo divino y el hecho de que las mujeres estén cubiertas no implica de ninguna manera que exista una renuncia en la vida privada a la seducción y al erotismo. Es indudable que las interpretaciones sobre el cuerpo se inspiran en las formas de clasificar a las sociedades, y el pensamiento eurocéntrico posee una larga tradición al respecto. Abrir el campo al estudio del cuerpo, del erotismo o de cualquier experiencia de la corporeidad es penetrar en un mundo complejo y contradictorio, en el que hay algo que siempre queda oculto. En paralelo con los bombardeos de Estados Unidos y sus aliados a países mayoritariamente musulmanes, estos gobiernos suelen pronunciarse destacando las diferencias por la negativa, ostentando un claro rechazo hacia los usos y costumbres de los que ellos reducen a la categoría de “países árabes”. Y un topo recurrente es el sometimiento en que viven las mujeres bajo el Islam. Se debe recordar que no podemos hablar de mujeres musulmanas, porque una mujer tunecina, senegalesa, paquistaní aun siendo musulmanas, tienen una especificad cultural que les es propia, conviven con tradiciones y prácticas sociales diferentes y no conviven bajo las mismas leyes, aunque, ciertamente desde Europa, hay una tendencia a homogeneizar el Islam. Las mujeres musulmanas reaccionan de manera diferente según la civilización y cultura a la que pertenecen.
El concepto de hijab, es una noción clave en el Islam, reducirlo a un trozo de tela que los hombres han impuesto a las mujeres para ocultarlas de las miradas de los otros, es vaciarlo de sentido y empobrecer el razonamiento.
Se insiste así en yuxtaponer las imágenes de mujeres con el rostro velado, como una disimulada intencionalidad de sugerir que con las bombas y la misión democratizadora habrá de llegar la liberación para esos países y por ende, a las mujeres, que podrán después descubrir sus cabezas y cuerpos e incorporarse a nuestro mundo moderno, progresista y desprejuiciado.
Lo que en este trabajo se propone, es señalar que el problema no es el velo, sino que lo esencial es el significado o significaciones que tiene el velo y sus secretos.
Existe una larga historia del velo y sus transformaciones, sus indicios se revelan en las leyes asirias descubiertas en las excavaciones realizadas en los años 1903 y 1914 en Ashshur, por la Deutsche Orientgesellschafst. Las tablillas que se han conservado, datan del fin del siglo XII a.C, el análisis y estudio del material, en particular, las formas gramaticales y las grafías, revelan que en ellas se incorporó legislación de siglos anteriores.
La tablilla 40, establece el uso del velo para las mujeres casadas y concubinas, mujeres de segundo rango que debían cubrirse la cabellera en apariciones públicas. El matrimonio confería un signo de distinción social y de autoridad. Asimismo, las hijas, debían usar velo y manto. Además, es importante, destacar que existen grupos de mujeres excluidas, prostitutas “las esposas de la cerveza”, naditum, sacerdotisas del templo, oficiantes de liturgia y esclavas a las que se les prohíbe, el uso del velo. El vocablo acadio harimtu, connota, la idea de separación. De lo expuesto, inferimos que el uso del velo se enmarca en una tradición de larga data en el antiguo Iraq.
Por su parte, en el Islam, el velo o hijab, literalmente “cortina” se menciona en El Corán, en la Sura 33 (La calicion), aleya 53, revelación del año 5 de la Hégira (627), que alude al ‘descenso´, no para hacer de barrera entre un hombre y una mujer, sino entre dos hombres y dice,
              “Creyentes! No entréis en las habitaciones del Profeta a menos que se os autorice a ello para una comida. No entréis hasta que  sea hora. Cuando se os llame, entrad y cuando hayáis comido, retiraos sin poneros a hablar como si fuerais de la familia…            Cuando les pidáis un objeto, hacedlo desde detrás de una cortina. Es más decoroso para vosotros y para ellas…”
La aleya porta dos significados, uno simbólico que es la revelación del hijab de Dios al Profeta y uno material, el descenso del hijab de tela, una cortina que corre el Profeta entre él y el hombre que se encuentra en el umbral de la alcoba. El hijab, sería el desenlace de un entramado de conflictos y tensiones que hacen al mundo de la discreción. Separa el espacio entre dos hombres y delimita un umbral entre dos dominios diferentes.
Desde un análisis lingüístico, la palabra, hijab (hiyab), deriva del verbo hayaba que significa ´esconder´, el concepto tiene un carácter tridimensional: la primera es visual, refiere a sustraer la mirada, la segunda, denota espacialidad, frontera, umbral, y la tercera nos remite al mundo de las ideas, es decir, al dominio de lo prohibido. Se debe recordar que existe una dimensión esencial de la ‘mirada´, según la cual mirar se convierte en un juego asintótico de lo cercano (hasta el contacto, real o fantasmático) y lo lejano (hasta la desaparición y la pérdida, reales o fantasmáticas). Asimismo, la distancia, revela el sentir de la distancia. La distancia es doble y virtual porque “el espacio debe volver a conquistarse y la frontera que separa el espacio cercano del espacio alejado es un límite variable”.  Un espacio oculto por el hijab, es un espacio prohibido.
Heródoto de Halicarnaso, en su relato sobre los medos, dice,
          “…Deioces… introdujo…el ceremonial de la corte, mandando que nadie                               pudiese entrar dónde está el Rey, ni que éste fuese visto por persona alguna,                      sino que se tratase por medio internuncios establecidos al efecto….”
El parágrafo citado nos remite al tema del poder y nos permite establecer un paralelismo con el “hijab del príncipe”, en el Islam, el hombre que goza de poder se oculta detrás de un velo para sustraerse de las miradas. Es la cortina detrás de la cual se situaban los califas, como se observa es una tradición ajena al Islam pero que habría sido adaptada por el califato sasánida y omeya y, posteriormente, se introdujo en el al‑Andalus, África del Norte y Egipto, con gran ceremonial. El análisis realizado, nos permite señalar que el velo constituye como expresamos oportunamente, un símbolo clave para comprender su uso en la historia de hombres y mujeres del Islam. El velo, reviste múltiples significaciones, religiosas, ceremoniales y sociales.
Contraponiendo la visión de Occidente sobre Oriente acerca de la opresión que significa el uso del velo por las mujeres, es necesario resaltar que la literatura musulmana de las distintas épocas nos permite evocar una erotología sorprendente. En el siglo XI, el filósofo y poeta andalusí Ibn-Hazam redactó el conocido tratado de amor Tawk al-Hamama (El collar de la paloma), en el que reflexionó sobre las formas del amor profano y divino en la civilización musulmana, y estimó que en relación al apetito sexual, hombre y mujer están en pie de igualdad. Los textos de Algazel pusieron de relieve que para el Islam el acto sexual constituía el acercamiento del hombre a Dios y al paraíso. Ibn Ahmed Tijani en su obra El coronamiento de la novia y jovialidad de los seres, si bien se concentró en la institución matrimonial, no dejó de comentar el arte de la seducción pasando por las acciones preliminares hasta su coronación en el acto sexual. En los textos aljamiado-moriscos (textos escritos en castellano con caracteres árabes) de los siglos XV a XVII, se ensalzó el contacto físico del hombre y su mujer. Un manuscrito aragonés, cuyo texto modernizamos, dice:
“cuando el hombre requiere de amores a su mujer, Allah le anota diez acciones buenas y le perdona diez pecados, y Allah lo alza veinte gradas en el Paraíso. Y si la abraza y la besa, le anota cuarenta acciones buenas y le perdona cuarenta pecados, y lo alza cuarenta gradas en el Paraíso. Pues cuando tiene que hacer con ella, Allah -bendito, noble y alto- le anota acciones buenas en razón de cada velo que (tras)pasan sus manos por sobre su cuerpo”.
Este rápido pasaje por la literatura y la historia pone en evidencia cuán ligado estaban el erotismo y la afectividad. Se declaraba abiertamente la admiración por la mujer y se incitaba a los hombres a prestar toda la atención necesaria para satisfacerla, a dar tiempo para conocer su cuerpo, uniendo el placer de ambos sexos. Sin embargo, la erotomanía era uno de los rasgos que los más encarnizados adversarios de los moriscos les adjudicaban, junto con el comer “cosa viles” como frutas, realizar festejos y ser solidarios. Precedentes de alteridad, prejuicios que se mantienen con transformaciones hasta la actualidad.
Es notable señalar que en diferentes tiempos y lugares se han implementado formas concretas de fronteras, pudiéndose equiparar el motivo inmemorial de la puerta en paralelo al del velo. La puerta, construcción tradicional, arcaica y religiosa, como lugar para pasar más allá y como lugar para no poder pasar, está presente en construcciones de carácter mítico. Dante, coloca una puerta a la entrada del Infierno, en el relato del Apocalipsis, hay puertas en el cielo. Existen representaciones imaginarias de la estrechez de las mismas para los ritos de paso, los dioses mismos se consideran puertas que habilitan al más infinito goce. La apertura de la puerta -para el deseo, para la mirada, a “su” cosa por fin desvelada, seguirá siendo virtual y en cierto sentido prohibido. El paralelismo propuesto con el tema del velo, como idea de frontera, cobra valor con la presencia de la mujer, la imagen femenina es una constante en ritos de iniciación, comenzando por las bodas, y en innumerables mitos o leyendas.
En el mundo mediterráneo el velo era de uso corriente, no era una obligación religiosa. Es cierto que en muchos ritos sacrificiales era obligatorio cubrirse la cabeza, no obstante, sin diferenciación de géneros. Sin embargo, es interesante señalar que el apóstol Pablo, innova en la Epístola a los Corintios (11, 5-10), escribe que en las asambleas los hombres deben descubrirse y las mujeres cubrirse. Tertuliano, por su parte dedica dos tratados al tema, Sobre el velo de las vírgenes y El adorno de las místicas. El velo es un instrumento de pudor. Es este mismo velo de oblación de la religiosa, quien el día de su ordenación, ofrece su cabellera a Dios y se vela para él. La iglesia hace del velo de las mujeres una obligación, el sello de su castidad y pertenencia a Dios, sobre todo a partir del siglo IV. La iglesia impone el velo a las monjas y aconseja su uso para el resto de las mujeres. Asimismo, la ortodoxia judía, exige que la mujeres cubran sus cabellos, con una peluca, así se oculta el cabello, síntesis de su seducción.       
De acuerdo a lo expresado, el tema del velo, -en tanto aquel que esconde la cabellera- es complicado y en el Islam se presentan como relaciones controvertidas, El Corán, no lo instituye en una obligación. El Islam se conformó en el seno de culturas mediterráneas, lugares en los que la mujer se oculta. La decisión de usar velo es en sí, un tema complejo. En un mundo de hombres, el velo les da la posibilidad de circular en el espacio público, reitero depende del ámbito cultural del que hablemos, por ejemplo, las mujeres bereberes no se cubren la cabeza.
La complejidad del tema, nos permite hacer referencia a la materialidad del cuerpo (su forma, imagen, percepciones, gestos, movimientos) y la funcionalidad anatómica, que se expresa en el uso del velo o hijab en relación a la delimitación de partes del cuerpo, las cejas, cumplen la función en tanto hijab de proteger los ojos de los rayos solares, el diafragma, separa la  cavidad torácica de la abdominal y el himen, repliegue membranoso que reduce el orificio externo de la vagina y signo de virginidad. El velo de la mujer casada, al mismo tiempo que velo nupcial, puede deshacerlo sólo el marido, sólo él puede desgarrar el himen de la esposa. Lo constante es la idea de frontera, de límite y separación.
Las guerras promovidas en Cercano Oriente han contribuido a generar en el interior de las comunidades involucradas nuevas prácticas culturales, en las que el secreto ocupa un lugar destacado. Puede tomar la forma de la reserva, de la palabra retenida, de la identidad en sí mismo. Así, entre estos “otros” surge una necesidad compartida, una estrategia de pertenencia que se expresa en el secreto; este recurso se instituye en una práctica de protección de los grupos sociales, es un recurso estratégico que se utiliza frente al espacio y las instituciones hostiles. El secreto se construye en el espacio de la interacción, mediante miradas, silencios, lo que da lugar a una experiencia heterogénea en la que se entrecruzan el terror, la exclusión, la soledad, el no reconocimiento, la impotencia, al mismo tiempo que crea una conciencia vincular que tiene entre sus fines la esperanza, particularmente en situaciones de guerra o como señalamos, entre migraciones de distinta índole. El secreto diseña una geometría variable, una doble espacialidad centrada en la inclusión y la exclusión.
El uso del velo o hijab, tan criticado en Occidente como forma de opresión, es una fuente para comprender la naturaleza del secreto, es la traducción física de la lógica de la intimidad y en consecuencia es una tradición cultural que debe ser respetada como parte de la memoria histórica. El velo está más allá del símbolo de autoridad de los hombres y actúa como intermediación entre lo público y lo privado. Por otra parte, el velo establece distancia entre el mundo secular y el religioso, es símbolo de la identidad, de su tradición histórica y de su femineidad; no obstante esta diferencia lleva a que este tipo de vínculos se desplacen a la división y oposición Este-Oeste, o en otras palabras, a la otredad. El velo designa y disimula, es la representación física de una práctica secreta.
Con respecto al signo, nos interesa analizar el uso que el poder hace de las palabras y los medios, pues pone en evidencia el problema de la reelaboración del signo dominante. Paralelamente, se manifiestan las agitadas relaciones del estado y la sociedad civil, que se fundan en la mentira, el ocultamiento y las transformaciones de la información. Estos presupuestos expresan la heterogeneidad de las acciones del secreto y no debemos olvidar que atravesar un secreto es tener acceso a la información.
Otras formas de expresión del secreto se dan mediante la simulación directa o indirecta de la información, o del conjunto de informaciones que por lo general deriva de una situación riesgosa, o bien de la eficacia del estado imperante, que se legitima mediante la manipulación de la información con el fin de diluir el drama de la situación real. Las guerras de los signos no son meramente las articulaciones de la violencia de los cuerpos; son también el estímulo, la conducta y las condiciones que determinan la respuesta física.
Sin embargo, en Occidente se desatendió un hecho crucial: para estas mujeres el placer no está prohibido.
¿Qué sucede cuando Occidente quiere tratar el tema del erotismo y las representaciones que evocan el placer? ¿A qué imágenes recurre? Se hace inexcusable emprender un viaje hacia el Oriente y buscar en los “otros” y “otras” las imágenes exóticas, las miradas sugerentes que se deslizan a través del velo, la sensualidad de la danza del vientre, las representaciones del Kamasutra, los papiros eróticos del mundo persa. Y todo ello se sopesa y evalúa, naturalmente, desde y con los valores de Occidente. Surgen entonces actitudes contradictorias, ver y no ver, pensamientos encontrados que internamente despiertan pasión pero que externa y públicamente horrorizan y se estigmatizan. Todo se encubre bajo la visión hipócrita de Occidente, a partir del desconocimiento de la naturaleza, el pensamiento y las tradiciones de ese Oriente, cuya comprensión se escapa.
¿Por qué no nos sorprendemos? Es muy sencillo: nosotros también somos los “otros y otras” frente a Europa y Estados Unidos.
Fuente: http://www.notilamar.com/

3 comentarios:

  1. Muy interesante porque desmitifica muchas dudas encastradas en las mentes xenófogas y mirando siempre a occidente hasta creer que SUPERMAN existe y vive en USA.No olvido la prohibición de usar velo en las universidades francesas! Un espacio de docencia que nos hace crecer en humanidad y tolerancia. Que nos da teoría para difundir entre los ignorantes que hablan con displicenciasobre el conflicto palestino -israelí.

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