sábado, 11 de octubre de 2014

Israel y Palestina: sobre el bloqueo y la guerra. Por Pedro Brieger


Por Pedro Brieger (Sociólogo Periodista de política internacional)
La reciente invasión israelí a la Franja de Gaza es una nueva demostración de la dificultad por encontrar un camino hacia la paz entre israelíes y palestinos. Gaza es un pequeño territorio de 360 km2 donde viven más de un millón ochocientos mil palestinos y representa poco más del cinco por ciento del territorio que los palestinos reclaman para un Estado independiente junto a Cisjordania donde viven más de dos millones quinientos mil palestinos. La economía de la Franja es mínima, e Israel siempre obstruyó su desarrollo impidiendo el ingreso de materias primas o bienes de capital y poniendo innumerables trabas a la exportación de productos -muchos de ellos perecederos (como las flores)- que ni siquiera se exportan directamente, sino vía Israel por razones de “seguridad”. Además impidió -e impide- por largos períodos la entrada de insumos para hospitales, medicamentos o comida fresca y se apodera de los impuestos que pagan los productos que entran a la Franja (vía Israel), lo que debilita aun más cualquier gobierno palestino, que de por sí cuenta con escasos recursos para invertir en infraestructura o pagar los salarios del sector público. La ocupación desde 1967 creó una dependencia total de Israel que todavía subsiste. La electricidad, el agua, el gas y los combustibles siguen llegando de Israel, cuando llegan. Con el propósito de burlar el bloqueo en los últimos años se cavaron túneles para introducir desde Egipto todo lo que se pudiera. El bloqueo viene acompañado de bombardeos que han destruido gran parte de la infraestructura urbana -como las plantas de energía, industrias, hospitales, mezquitas, e incluso el aeropuerto internacional que fue destruido en 2001.
Egipto tampoco ha sido ajeno al bloqueo de los palestinos por su frontera común con Gaza, aunque desde 1967 no ha tenido el control político y militar de la Franja como sí lo ha tenido Israel. Durante los treinta años que duró el régimen de Jusni Mubarak, Egipto no quiso confrontar ni con Estados Unidos ni con Israel, entre otros motivos por la estrecha relación de Hamas con los Hermanos Musulmanes, opositores de Mubarak por años. Si bien Egipto también bloquea la Franja de Gaza, para los palestinos el primer responsable es el Estado de Israel, por la ocupación militar directa con tropas en las calles que se prolongó durante 38 años, por los bombardeos incesantes sobre sus ciudades y porque es el Estado de Israel el que impide los desplazamientos entre Gaza y Cisjordania.
Para comprender la situación actual también hay que tomar en cuenta los importantes eventos sucedidos en varios
países árabes, y principalmente en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria. Esto es así porque el Estado de Israel se encuentra ubicado en el corazón del mundo árabe y por la importancia que tiene Estados Unidos en su relación con el mundo árabe (e islámico) y con el Estado de Israel en particular. Las revueltas en Egipto y Siria tuvieron –además- un efecto directo sobre israelíes y palestinos. Sin lugar a dudas, la caída de Jusni Mubarak en Egipto tuvo un significado especial por ser este país el más importante del mundo árabe y por su alianza estratégica con Estados Unidos, además de su abierta colaboración con Israel en el bloqueo de la Franja de Gaza. Con su caída, el gobierno israelí perdió un “aliado” que mantenía cerrada su frontera con dicho territorio. La presidencia de Mujamad Mursi en Egipto (junio 2012-julio 2013) fue un respiro para la Franja de Gaza por su pertenencia a “La Hermandad Musulmana”, ya que el Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS) es la versión palestina de dicho movimiento. Con la elección del general Al Sisi a la presidencia de Egipto en mayo de 2014 se volvió a la política de Mubarak en detrimento de HAMAS. La revuelta en Siria también tuvo un efecto directo sobre israelíes y palestinos. Por un lado, el régimen que desde 1967 intenta infructuosamente que Israel se retire del Golán -un territorio que ocupa desde ese mismo año en la provincia siria de Quneitra- se vio más debilitado por la revuelta. Por el otro, esa revuelta tuvo un efecto directo sobre el medio millón de refugiados palestinos que vive en ese país, dado que algunos respaldaron al gobierno de Al-Assad mientras que otros se sumaron a la revuelta armada en su contra, entre ellos seguidores de HAMAS, lo que provocó un quiebre en la relación de este movimiento con el gobierno de Bashar Al-Assad.
El otro actor fundamental para comprender las dinámicas de los países árabes y el conflicto palestino-israelí es Estados Unidos. El presidente Barack Obama, que comenzó su mandato en enero de 2009, es un actor clave en cada hecho que se produce, desde Casablanca en Marruecos hasta el Kurdistán en el norte de Irak pasando por el Canal de Suez o la Franja de Gaza. En su visita a El Cairo en 2009, Obama sugirió una nueva relación con el mundo árabe e islámico y en más de una ocasión manifestó que los palestinos tenían derecho a un Estado independiente, sin especificar nunca cuáles serían sus fronteras, o si éstas debían ser establecidas por las Naciones Unidas. A pesar de sus declaraciones y discursos en tono “amistoso” antes de la caída de Mubarak se cuidó mucho de mencionar las aspiraciones democráticas de los ciudadanos árabes, ya que éstas chocaban abiertamente con los regímenes dictatoriales y autoritarios apoyados por Washington. Esto se vio claramente durante el levantamiento popular en Egipto porque la Casa Blanca evitó criticar a Mubarak y lo sostuvo hasta último momento.
Para explicar la reciente invasión a Gaza el gobierno de Benjamín Netaniahau argumentó que ningún país puede tolerar que lancen cohetes sobre su territorio. Es lo que suelen decir los gobernantes israelíes para explicar por qué bombardean masivamente la Franja de Gaza e intentan destruir al Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS). Desde el retiro de las tropas israelíes en agosto de 2005 hasta julio de 2014, el ejército israelí lanzó ocho grandes operaciones militares (2004, 2005, dos en 2006, dos en 2008, 2012 y 2014) además de bombardear de manera regular diferentes sitios de la Franja de Gaza. El principal objetivo israelí, en lo estratégico, es profundizar la división entre los palestinos de Cisjordania y los de Gaza. No cabe la menor duda de que los palestinos divididos política y geográficamente no pueden avanzar en la creación de un Estado independiente.
El gobierno israelí considera que su poderío aéreo, terrestre y naval alcanza para destruir a HAMAS. O, por lo menos, que la destrucción llevará a que los palestinos “culpen” a HAMAS del sufrimiento colectivo. En el pasado varios gobiernos israelíes creyeron que los padecimientos de la población provocarían un levantamiento en contra de la OLP atribuyéndole la responsabilidad de los mismos. Pensaron lo mismo respecto de HAMAS. Sin embargo esta lógica ha demostrado ser errónea una y otra vez. La población palestina no culpa a sus dirigentes por el sufrimiento derivado de la ocupación israelí aunque algunas de sus acciones se les vuelvan en su contra. Aunque pueden estar en desacuerdo con el accionar de las organizaciones que los representan, siempre terminan responsabilizando al ocupante, es decir Israel.
Lo que sucede en Gaza es muy similar a lo que ha sucedido en casi todas las luchas de liberación nacional frente a un ocupante más poderoso y con una capacidad de fuego infinitamente superior. De Argelia a Vietnam, pasando por el Congo “belga” o la India, el discurso del ocupante siempre fue culpar de todos los males a las organizaciones que se oponían a la ocupación. Esto ha servido para convencer a las poblaciones de las potencias ocupantes, cuyo discurso suele basarse en la antinomia “civilización o barbarie” pero por lo general no convence ni lo más mínimo a quien recibe las bombas sobre su territorio.
Las invasiones a Gaza en 2008 y 2014 y los bombardeos masivos sobre poblaciones civiles provocaron olas de críticas hacia el Estado de Israel. El primer elemento que salta a la vista es la disparidad de fuerzas entre HAMAS y el ejército israelí, así como la desigual cantidad de víctimas civiles que provocan dichos bombardeos. En la invasión de 2008 murieron más de 1300 palestinos y apenas 13 israelíes, en 2014 más de 2000 palestinos y poco más de 60 soldados israelíes. En ambos casos la mayoría de las víctimas palestinas eran civiles, incluyendo un alto porcentaje de niños. El argumento israelí de que HAMAS no deja de lanzar cohetes sirve para consumo interno y para justificar los bombardeos masivos de 2008 y 2014 que fueron absolutamente desproporcionadas respecto del daño que provoca HAMAS con sus cohetes. El gobierno israelí siempre intenta sacar provecho de la división entre los palestinos para golpear a HAMAS en Gaza, a quien nunca consideró como un interlocutor válido. Paralelamente, cuando bombardea Gaza suele resaltar su voluntad de diálogo con los “moderados” de la OLP en Cisjordania, para ahondar la división existente aunque la ampliación de los asentamientos en Cisjordania contradiga abiertamente el discurso que pregona el diálogo. Por otra parte, para Israel siempre es fundamental mostrarles a los palestinos quién es el poderoso en la región, quién sigue teniendo el control del territorio y quién es el que impone las condiciones para negociar. Las diferentes invasiones además siempre han contado con el apoyo abierto del gobierno de los Estados Unidos, sea éste republicano o demócrata, que defiende de manera incondicional casi todo lo que hace el ejército israelí. Si la guerra es la continuación de la política por otros medios uno puede llegar a la conclusión de que el problema no es HAMAS, sino la incapacidad de los diferentes gobiernos israelíes para retomar las negociaciones de paz con los palestinos.
fuente http://www.ungs.edu.ar/ms_ungs/?p=18807

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