Por Pedro Brieger (Sociólogo Periodista de política internacional)
La
reciente invasión israelí a la Franja de Gaza es una nueva
demostración de la dificultad por encontrar un camino hacia la paz
entre israelíes y palestinos. Gaza es un pequeño territorio de 360
km2 donde viven más de un millón ochocientos mil palestinos y
representa poco más del cinco por ciento del territorio que los
palestinos reclaman para un Estado independiente junto a Cisjordania
donde viven más de dos millones quinientos mil palestinos. La
economía de la Franja es mínima, e Israel siempre obstruyó su
desarrollo impidiendo el ingreso de materias primas o bienes de
capital y poniendo innumerables trabas a la exportación de productos
-muchos de ellos perecederos (como las flores)- que ni siquiera se
exportan directamente, sino vía Israel por razones de “seguridad”.
Además impidió -e impide- por largos períodos la entrada de
insumos para hospitales, medicamentos o comida fresca y se apodera de
los impuestos que pagan los productos que entran a la Franja (vía
Israel), lo que debilita aun más cualquier gobierno palestino, que
de por sí cuenta con escasos recursos para invertir en
infraestructura o pagar los salarios del sector público. La
ocupación desde 1967 creó una dependencia total de Israel que
todavía subsiste. La electricidad, el agua, el gas y los
combustibles siguen llegando de Israel, cuando llegan. Con el
propósito de burlar el bloqueo en los últimos años se cavaron
túneles para introducir desde Egipto todo lo que se pudiera. El
bloqueo viene acompañado de bombardeos que han destruido gran parte
de la infraestructura urbana -como las plantas de energía,
industrias, hospitales, mezquitas, e incluso el aeropuerto
internacional que fue destruido en 2001.
Egipto
tampoco ha sido ajeno al bloqueo de los palestinos por su frontera
común con Gaza, aunque desde 1967 no ha tenido el control político
y militar de la Franja como sí lo ha tenido Israel. Durante los
treinta años que duró el régimen de Jusni Mubarak, Egipto no quiso
confrontar ni con Estados Unidos ni con Israel, entre otros motivos
por la estrecha relación de Hamas con los Hermanos Musulmanes,
opositores de Mubarak por años. Si bien Egipto también bloquea la
Franja de Gaza, para los palestinos el primer responsable es el
Estado de Israel, por la ocupación militar directa con tropas en las
calles que se prolongó durante 38 años, por los bombardeos
incesantes sobre sus ciudades y porque es el Estado de Israel el que
impide los desplazamientos entre Gaza y Cisjordania.
Para
comprender la situación actual también hay que tomar en cuenta los
importantes eventos sucedidos en varios
países
árabes, y principalmente en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria.
Esto es así porque el Estado de Israel se encuentra ubicado en el
corazón del mundo árabe y por la importancia que tiene Estados
Unidos en su relación con el mundo árabe (e islámico) y con el
Estado de Israel en particular. Las revueltas en Egipto y Siria
tuvieron –además- un efecto directo sobre israelíes y palestinos.
Sin lugar a dudas, la caída de Jusni Mubarak en Egipto tuvo un
significado especial por ser este país el más importante del mundo
árabe y por su alianza estratégica con Estados Unidos, además de
su abierta colaboración con Israel en el bloqueo de la Franja de
Gaza. Con su caída, el gobierno israelí perdió un “aliado” que
mantenía cerrada su frontera con dicho territorio. La presidencia de
Mujamad Mursi en Egipto (junio 2012-julio 2013) fue un respiro para
la Franja de Gaza por su pertenencia a “La Hermandad Musulmana”,
ya que el Movimiento de Resistencia Islámico (HAMAS) es la versión
palestina de dicho movimiento. Con la elección del general Al Sisi a
la presidencia de Egipto en mayo de 2014 se volvió a la política de
Mubarak en detrimento de HAMAS. La revuelta en Siria también tuvo un
efecto directo sobre israelíes y palestinos. Por un lado, el régimen
que desde 1967 intenta infructuosamente que Israel se retire del
Golán -un territorio que ocupa desde ese mismo año en la provincia
siria de Quneitra- se vio más debilitado por la revuelta. Por el
otro, esa revuelta tuvo un efecto directo sobre el medio millón de
refugiados palestinos que vive en ese país, dado que algunos
respaldaron al gobierno de Al-Assad mientras que otros se sumaron a
la revuelta armada en su contra, entre ellos seguidores de HAMAS, lo
que provocó un quiebre en la relación de este movimiento con el
gobierno de Bashar Al-Assad.
El
otro actor fundamental para comprender las dinámicas de los países
árabes y el conflicto palestino-israelí es Estados Unidos. El
presidente Barack Obama, que comenzó su mandato en enero de 2009, es
un actor clave en cada hecho que se produce, desde Casablanca en
Marruecos hasta el Kurdistán en el norte de Irak pasando por el
Canal de Suez o la Franja de Gaza. En su visita a El Cairo en 2009,
Obama sugirió una nueva relación con el mundo árabe e islámico y
en más de una ocasión manifestó que los palestinos tenían derecho
a un Estado independiente, sin especificar nunca cuáles serían sus
fronteras, o si éstas debían ser establecidas por las Naciones
Unidas. A pesar de sus declaraciones y discursos en tono “amistoso”
antes de la caída de Mubarak se cuidó mucho de mencionar las
aspiraciones democráticas de los ciudadanos árabes, ya que éstas
chocaban abiertamente con los regímenes dictatoriales y autoritarios
apoyados por Washington. Esto se vio claramente durante el
levantamiento popular en Egipto porque la Casa Blanca evitó criticar
a Mubarak y lo sostuvo hasta último momento.
Para
explicar la reciente invasión a Gaza el gobierno de Benjamín
Netaniahau argumentó que ningún país puede tolerar que lancen
cohetes sobre su territorio. Es lo que suelen decir los gobernantes
israelíes para explicar por qué bombardean masivamente la Franja de
Gaza e intentan destruir al Movimiento de Resistencia Islámico
(HAMAS). Desde el retiro de las tropas israelíes en agosto de 2005
hasta julio de 2014, el ejército israelí lanzó ocho grandes
operaciones militares (2004, 2005, dos en 2006, dos en 2008, 2012 y
2014) además de bombardear de manera regular diferentes sitios de la
Franja de Gaza. El principal objetivo israelí, en lo estratégico,
es profundizar la división entre los palestinos de Cisjordania y los
de Gaza. No cabe la menor duda de que los palestinos divididos
política y geográficamente no pueden avanzar en la creación de un
Estado independiente.
El
gobierno israelí considera que su poderío aéreo, terrestre y naval
alcanza para destruir a HAMAS. O, por lo menos, que la destrucción
llevará a que los palestinos “culpen” a HAMAS del sufrimiento
colectivo. En el pasado varios gobiernos israelíes creyeron que los
padecimientos de la población provocarían un levantamiento en
contra de la OLP atribuyéndole la responsabilidad de los mismos.
Pensaron lo mismo respecto de HAMAS. Sin embargo esta lógica ha
demostrado ser errónea una y otra vez. La población palestina no
culpa a sus dirigentes por el sufrimiento derivado de la ocupación
israelí aunque algunas de sus acciones se les vuelvan en su contra.
Aunque pueden estar en desacuerdo con el accionar de las
organizaciones que los representan, siempre terminan
responsabilizando al ocupante, es decir Israel.
Lo
que sucede en Gaza es muy similar a lo que ha sucedido en casi todas
las luchas de liberación nacional frente a un ocupante más poderoso
y con una capacidad de fuego infinitamente superior. De Argelia a
Vietnam, pasando por el Congo “belga” o la India, el discurso del
ocupante siempre fue culpar de todos los males a las organizaciones
que se oponían a la ocupación. Esto ha servido para convencer a las
poblaciones de las potencias ocupantes, cuyo discurso suele basarse
en la antinomia “civilización o barbarie” pero por lo general no
convence ni lo más mínimo a quien recibe las bombas sobre su
territorio.
Las
invasiones a Gaza en 2008 y 2014 y los bombardeos masivos sobre
poblaciones civiles provocaron olas de críticas hacia el Estado de
Israel. El primer elemento que salta a la vista es la disparidad de
fuerzas entre HAMAS y el ejército israelí, así como la desigual
cantidad de víctimas civiles que provocan dichos bombardeos. En la
invasión de 2008 murieron más de 1300 palestinos y apenas 13
israelíes, en 2014 más de 2000 palestinos y poco más de 60
soldados israelíes. En ambos casos la mayoría de las víctimas
palestinas eran civiles, incluyendo un alto porcentaje de niños. El
argumento israelí de que HAMAS no deja de lanzar cohetes sirve para
consumo interno y para justificar los bombardeos masivos de 2008 y
2014 que fueron absolutamente desproporcionadas respecto del daño
que provoca HAMAS con sus cohetes. El gobierno israelí siempre
intenta sacar provecho de la división entre los palestinos para
golpear a HAMAS en Gaza, a quien nunca consideró como un
interlocutor válido. Paralelamente, cuando bombardea Gaza suele
resaltar su voluntad de diálogo con los “moderados” de la OLP en
Cisjordania, para ahondar la división existente aunque la ampliación
de los asentamientos en Cisjordania contradiga abiertamente el
discurso que pregona el diálogo. Por otra parte, para Israel siempre
es fundamental mostrarles a los palestinos quién es el poderoso en
la región, quién sigue teniendo el control del territorio y quién
es el que impone las condiciones para negociar. Las diferentes
invasiones además siempre han contado con el apoyo abierto del
gobierno de los Estados Unidos, sea éste republicano o demócrata,
que defiende de manera incondicional casi todo lo que hace el
ejército israelí. Si la guerra es la continuación de la política
por otros medios uno puede llegar a la conclusión de que el problema
no es HAMAS, sino la incapacidad de los diferentes gobiernos
israelíes para retomar las negociaciones de paz con los palestinos.
fuente http://www.ungs.edu.ar/ms_ungs/?p=18807
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