Debate.Gabriel Sivinian
La
necesaria afirmación del
Genocidio que el Estado turco ejecutara sobre el pueblo armenio,
a cien años del inicio de su concreción material, evidencia la
continuidad del plan criminal, actualmente en la etapa negacionista.
El gobierno de la República de Turquía insiste en la historia
oficial, ocultando el Genocidio constituyente de su Estado-Nación.
Proyecto de sus clases dominantes, el marco de la Primera Guerra
Mundial conformó la estructura de oportunidad, para un Estado que
suprimiría a minorías no integrables en una imaginada nacionalidad
excluyente turca.
El
desconocimiento de los hechos se supera al establecer analogías con
el Genocidio de los pueblos originarios cometido por el Estado
argentino, también en su etapa fundacional. Los objetivos de ambos
procesos coinciden: expropiar medios productivos en pos de la
acumulación endógena de capital y destruir colectivos “no
asimilables”, expresión de culturas diversas.
Asimismo,
los Estados fundados garantizaron la reproducción económica
dependiente en el mercado mundial, expresando una alianza de clases
locales y extranjeras. Esto adquiere valor superlativo.
En
tiempos del Genocidio armenio, y aún en fases de planificación
previa y negación posterior, las
burguesías euro-occidentales y sus Estados imperialistas
(alternativa y simultáneamente, Gran Bretaña, Francia, Alemania y
luego Estados Unidos) se asociaron, financiaron, asesoraron y
protegieron diplomáticamente al Estado Turco.
La
“Cuestión Oriental”, esto es, la forma en que esos Estados
europeos junto a los imperios austro-húngaro y ruso, repartirían
áreas de influencia, destruido el Imperio Otomano, fue un eje
central de la política occidental en el siglo XIX. Las potencias
alentaron sucesivamente, fuerzas centralistas y autonomistas en un
mosaico multiétnico y multiconfesional. La situación de las
minorías sostuvo la “ficción de las poblaciones sufrientes”,
como excusa intervencionista.
Entidades
educativas, sanitarias y religiosas sirvieron de “colores
protectores” en el avance occidental. Cuando la “misión
humanista” careció de población beneficiaria, asentaron grupos
foráneos como los judíos del centro-este europeo, minorías
perseguidas que, cínicamente, protegerían en tierras periféricas.
Esta fue la política inglesa en Oriente Próximo, impulsora del
“hogar nacional judío”, actual enclave colonial llamado Estado
de Israel, que inició la Nakba (Catástrofe) palestina en curso.
Agentes
de monopolios alemanes, ingleses y franceses siguieron a las misiones
benéficas. Financiaron e invirtieron en infraestructura, en el marco
de la exportación de capital. Buscaban dominar mercados y recursos,
petróleo principalmente, y controlar las rutas comerciales al
sudeste asiático.
Vencido
los otomanos en la guerra, los Estados triunfantes trazaron el mapa
regional según intereses ya expresados en el acuerdo Sykes-Picot.
Las minorías fueron relegadas. Los sobrevivientes armenios
percibieron las falacias prometidas en el lapso acontecido entre los
Tratados de Sevres y Laussana.
Actualmente,
la región está atravesada por múltiples conflictos. Las potencias
euro-occidentales, ahora con aliados estatales y paraestatales,
intervienen con idénticos pretextos, buscando redefinir territorios
y poblaciones en su “nuevo mapa de Oriente Medio”.
No
es posible cambiar el pasado, pero revisarlo permite comprender mejor
el presente. Hoy sabemos que el
Estado Genocida turco no tuvo responsabilidad exclusiva en los
Crímenes rememorados.
Al cumplirse su Centenario, el pueblo armenio exige Memoria, Verdad y
Justicia.
Gabriel Sivinian es sociólogo y profesor
Fuente www.clarin.com
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