EN EL ANIVERSARIO DE LA OFENSIVA DE LA OTAN PARA ANIQUILARLO, EL
CALIFATO CONTROLA VASTAS REGIONES DE SIRIA E IRAK
La influencia regional de Estado Islámico y las repercusiones que su retórica y sus acciones tienen en Europa son enormes. El fracaso acecha todos los intentos estadounidenses por debilitarlo, más allá de los golpes mediáticos.
Jóvenes musulmanes se unen por centenas a las filas de EI para pelear en Irak o Siria. Imagen: EFE
Por Eduardo Febbro
Desde París
Un año después (8 de agosto de 2014) de que la coalición de 19 países liderada por Estados Unidos iniciara en Irak la campaña militar contra Estado Islámico, este grupo sunnita radical está lejos de haber sido neutralizado. Incluso si el pasado 18 de agosto la aviación norteamericana mató al número dos de EI, Fadhil Ahmad al Hayali –también se lo conocía como Abu Muslim al Turkmani o Hajji Mutazz–, las fuerzas de este movimiento que controla vastas regiones de Irak y Siria y tiene como objetivo instaurar un califato radical en esas zonas no han hecho más que crecer. La Casa Blanca juzga como un duro golpe la muerte de Fadhil Ahmad al Hayali porque el líder era uno de los coordinadores centrales de EI y tenía a su cargo la logística del transporte de armas, explosivos y personas entre Irak y Siria. Pero una lectura más estadística de la realidad desautoriza cualquier ilusión optimista. En primer lugar, la influencia regional de Estado Islámico y las repercusiones que su retórica y sus acciones tienen en Europa son enormes.
El fracaso acecha todos los intentos estadounidenses por debilitar a Estado Islámico. En un año, IE se ha expandido de manera vertiginosa al tiempo que provocó una ola de adhesiones constantes en el mundo árabe y, en Europa, activó un flujo de jóvenes musulmanes que se unen por centenas a sus filas para pelear en Irak o Siria. Según cifran de manera convergente los servicios secretos occidentales, con más de un año de guerra a cuestas, Estado Islámico mantiene un núcleo de combatientes que no ha variado: 31 mil hombres, de los cuales 25 mil son extranjeros. De estos 25 mil, cerca de 5 mil son oriundos de Europa occidental. Un informe de la ONU de mayo pasado da cuenta de que unos cien países, es decir, la mitad del planeta, nutre con sus hombres las filas de Estado Islámico. Las campañas de reclutamiento de IE son eficaces. Sus eslogan que presentaban al califato como el “arca de Noé” que salvará a los musulmanes cuando llegue el momento final impactan entre los jóvenes de estos países. Además IE se ha dotado de una estructura de comunicación especialmente diseñada para atraer a combatientes, el Al Hayat Media Center. Al Hayat (La vida) publica tres revistas, IS Report, IS News y Dabiq, y difunde varios videos por año. En uno de los números publicados casi a finales de 2014, Diabiq decía: “Unanse a Estado Islámico con sus padres, sus hermanos y hermanas, sus esposos y esposas y sus hijos. Vengan a participar a la liberación de La Meca, de Medina y de Jerusalén. ¿Acaso no quieren llegar al día del juicio final con grandes actos en sus balanzas?”. En un video de Al Hayat titulado Come my friend, Estado Islámico presentaba un montaje lleno de hombres en armas y de imágenes de victoria. La banda decía: “La felicidad pertenece hoy a la gente de fe”.
El éxito de esas campañas de seducción explica en mucho la estabilidad del movimiento. Wa- shington afirma que desde agosto de 2014 mató a poco más de 10 mil combatientes. Sin embargo, esto no ha cambiado ni la estrategia de Estado Islámico ni tampoco mermado su progresión. El arribo constante de combatientes extranjeros seducidos por la aventura radical sustenta las filas de Estado Islámico con un ejército en perpetua renovación, indemne ante las pérdidas que sufre. En lo que atañe a Francia, el Ministerio de Interior reveló que del total de casi mil franceses que se unieron a EI desde el inicio del conflicto, alrededor de siete combatientes franceses mueren cada mes. En 2013 había sólo 86 franceses implicados en una u otra rama jihadista.
Hoy son cerca de 2 mil franceses con manifiestas intenciones de sumarse a las filas de EI. El Estado francés trata de frenar el imán de la retórica jihadista mediante una campaña nacional cuyo principal enunciado dice: “En realidad, vas a descubrir el infierno en la Tierra y morirás lejos de tu hogar”. Estado Islámico y sus atractivas retóricas ha desestabilizado desde el interior a las sociedades occidentales. Nada más que en Francia, 19 personas murieron entre enero y julio de 2015 en distintos atentados perpetrados por jihadistas nacionales.
En el plano estrictamente militar, salvo un caso, Estados Unidos fracasó en todos sus intentos por recuperar las regiones en manos de los hombres que responden al jefe de EI, Abubaker al Bagdadí. Las cifras son impresionantes: el Pentágono desplegó en Irak 3500 asesores mientras que, desde 2014, se llevaron a cabo más de 6 mil acciones militares. Como si nada. La única conquista territorial de la coalición occidental es Tikrit, en Irak. El fracaso más rotundo fue el fallido operativo para recuperar la ciudad Iraquí de Mosul. A cambio, IE se dio el lujo de invadir y controlar Ramadi, la estratégica capital de la provincia iraquí de la provincia de Anbar.
En Siria, los bombardeos de Estados Unidos y de sus aliados árabes ablandaron las posiciones de EI en la frontera con Turquía. A principios de agosto, Washing- ton desplegó aviones F16 en la base turca de Incirlik, situada en la frontera con Siria. La autorización dada por Ankara para que la primera potencia mundial se instalara en su suelo destapó una incalculable respuesta política por parte de IE. A mediados de agosto, IE difundió un video en turco con claras amenazas a Turquía y un llamado a la rebelión contra su presidente, Recep Tayyip Erdogan. El jefe del Estado es acusado de “traidor” y de “Satán” por haber permitido a Estados Unidos operar en su territorio. “Conquistaremos Estambul porque el traidor Erdogan está tratando de entregársela a los cruzados”, dice en el video un barbudo en armas. Además, IE empezó a adoptar en Turquía el mismo perfil estratégico comunicacional que en el resto del mundo. Empezaron a aparecer bajo sus siglas revistas de propaganda como Konstantiniyyé con una retorica pimentada y abiertamente hostil dirigida a las actuales autoridades.
A su manera dislocada y permanente, no pasa un mes sin que el Estado Islámico consiga llevar a cabo acciones tan espeluznantes como eficaces. La última fue la decapitación de un hombre de 81 años, Jaled Asaad, uno de los más prestigiosos arqueólogos de la ciudad siria de Palmira. El sitio arqueológico de Palmira está catalogado como Patrimonio mundial de la Humanidad por la Unesco. A finales de mayo de 2015, los hombres de Estado Islámico tomaron el control de esta localidad situada a 250 kilómetros de Damasco. El discurso oficial de la coalición continúa siendo alentador, los resultados, menos. Cada golpe recibido no puso al IE de rodillas sino que, como si tuviera una lámpara de Aladino, modificó su estrategia y amplió sus bases. El general John Hesterman, jefe de la fuerza aérea del comando militar norteamericano en Medio Oriente, declaró: “Los bombardeos aéreos tuvieron un efecto profundo sobre el enemigo”. Pero el mismo general aclaró que 75 por ciento de los aviones regresan de su misión sin haber lanzado las bombas. En esta guerra asimétrica liderada por un Estado Nación –Estados Unidos– contra un movimiento de jihadistas insurgentes que nació con el desmembramiento de Irak provocado por Washington y sus aliados en 2003 no todo está muy definido. En la coalición actual hay cinco países árabes y, entre ellos, algunos como Qatar, han sido reiteradamente acusados de haber financiado a grupos sunnitas radicales. La CIA aseguró a principios de año que el IE recibe aproximadamente tres millones de dólares por día, lo que hace del Estado Islámico una de las organizaciones terroristas más ricas de la historia. Una buena parte de esos fondos provienen de riquísimos donantes de los países del Golfo, los mismo que, en mayor o menor medida, forman parte de la coalición. Estas extrañas dualidades remiten a los tiempos de Osama bin Laden. El fundador de Al Qaida se había aliado con Estados Unidos para combatir la invasión soviética de Afganistán. Luego, su país de origen, Arabia Saudita, se alió con Washington y permitió que Estados Unidos instalara sus bases para responder a la invasión de Kuwait (1990) por parte del difunto presidente iraquí Saddam Hussein. Bin Laden rompió su pacto con Estados Unidos y se volvió su principal enemigo. Las mismas semillas vacilantes crecen en las tierras del Estado Islámico. Un año después, la capacidad operacional de IE está intacta y sus brazos irrigan Occidente y también siembran la destrucción en otros países. En junio pasado, el mismo día, IE llevó a cabo una ofensiva destructora contra la ciudad kurda de Kobane, en Siria, perpetró un atentado contra turistas occidentales en la playa tunecina de Sousse, hizo volar una mezquita en Kuwait mientras que, en Francia, un terrorista afiliado a EI, Yassin Salhi, decapitó a una persona cuando trató de hacer explotar un depósito de distribución de gas. La geopolítica de las bombas no ha hecho más que acelerar el circuito de la geopolítica del terror.
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