POR VÍCTOR HUGO MURILLO S. / vhmurillo@nacion.com -
No cuajó en la primera ocasión por varios factores: inexperiencia de sus líderes, capacidad de reacción de los regímenes cuestionados y falta de un decidido apoyo internacional, sobre todo por parte de Occidente.
Pero la Primavera Árabe no murió del todo, si bien “todas aquellas esperanzas que generó se han convertido, en muchos casos, en transiciones frustradas hacia la democracia”.
Habla Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante y experto en asuntos del Oriente Medio.
El especialista, quien suele tratar esos temas en las páginas del diario español El País , hizo la advertencia de que el fracaso de la Primavera Árabe no implica que hayan desaparecido las causas que la provocaron. “El caldo de cultivo sigue estando presente; el gran problema es cuándo llegará el momento para una segunda ola revolucionaria”
Álvarez estuvo en Costa Rica entre el 7 y el 11 de setiembre, invitado por el Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte (Cemoan) , adscrito a la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA).
Cinco años después del surgimiento de la Primavera Árabe, ¿cuál es su balance del panorama en el Oriente Medio?
El balance es, en términos generales, negativo pues todas aquellas esperanzas que generó la Primavera Árabe se han convertido, en muchos casos, en transiciones frustradas hacia la democracia. Solo en el caso de Túnez podemos hablar de una transición exitosa. En cambio, en el caso de Egipto tenemos un retorno al autoritarismo y otros países han caído inmersos en guerras civiles, con lo cual esas reivindicaciones de la población –pan, libertad y justicia social– no se han alcanzado y siguen siendo una asignatura pendiente”.
¿Por qué, salvo el caso aislado de Túnez, fracasó? ¿Hubo falta de capacidad de los promotores o es que la propia estructura político-institucional de los Estados la hizo imposible?
Las razones son múltiples. Una es la falta de tradición democrática de esos países; la mayor parte han sido regidos por gobiernos autoritarios. Entonces, no hay tradición de diálogo entre las fuerzas políticas, predomina la dinámica autoritaria.
”Por otra parte, todo el mundo sabía que el gran beneficiado de las revueltas árabes y en las elecciones inminentes iban a ser los movimientos islamistas, que son los que gozan de mayor implantación y han sido tolerados en algunos países, lo que les ha permitido dotarse de una infraestructura básica, con lo cual tenían un mejor posicionamiento para que una vez que se convocaran elecciones, imponerse.
”Muchos de estos movimientos pecan también de dinámicas autoritarias, de falta de diálogo con otros grupos. Por tanto, gobernaban solo para sus votantes. Esto hizo que poco a poco creciera la oposición.
”Otro elemento clave es la desorganización de los movimientos revolucionarios; muchos de quienes tuvieron una actuación destacada en las movilizaciones no supieron organizarse para concurrir a las elecciones. Faltó un liderazgo efectivo que aglutinara las principales demandas de los movimientos ciudadanos.
”En la mayoría de los casos eran revueltas urbanas y en muchos de esos países, como Egipto, el 50% de la población no es urbana, sino rural. No tenían presencia en este ámbito. Faltó capacidad para crear partidos nacionales.
”El otro elemento, quizás el más importante, fue la labor de los sectores contrarrevolucionarios. Había muchos interesados en que la transición hacia la democracia fracasara: la vieja guardia, los partidos oficialistas, las élites económicas, los militares”.
”Se jugaban mucho, tenían mucho qué perder e incluso concertaron alianzas con actores regionales para hacer que estos movimientos democráticos fracasaran”.
Dada esa experiencia, ¿es posible imaginar una próxima Primavera Árabe?
Han transcurrido ya cinco años desde las primeras manifestaciones, primero en Túnez y luego en Egipto, pero, cuando uno ve las demandas de dignidad, pan, libertad y justicia social, es obvio que se ha conseguido muy poco. En la mayoría de países se eliminó al gobernante de turno, pero no se destruyó el régimen.
”Entonces, existen las mismas razones para el malestar; hay en muchos países una juventud abandonada a su suerte que enfrenta tasas de desempleo que en muchos casos superan el 50% y en los países árabes los jóvenes son las dos terceras partes de la población. Existe también el control del Estado por unas élites gerontocráticas que llevan perpetuándose en el poder desde hace décadas.
”Las mismas causas para el descontento existen; otra cosa es que este sea el momento oportuno para reivindicarlas. Sigue habiendo regímenes que han restaurado el autoritarismo, han perseguido las libertades y han encarcelado a los disidentes. El caldo de cultivo sigue estando presente; el gran problema es cuándo llegará el momento para una segunda ola revolucionaria. Habrá que esperar probablemente años”.
En el caso de la guerra en Siria, usted advertía meses atrás sobre la complejidad de este conflicto y de la búsqueda de una solución. ¿Cuánto puede hacer la comunidad internacional para tratar de encontrar una salida? Más aún, ¿es posible esta salida con la presencia de actores tan heterodoxos como el Estado Islámico (EI)?
Hoy por hoy, la situación es extremadamente complicada. Hay mucho más actores implicados que en los inicios de la revuelta. Ya no son dos bandos enfrentados, como al comienzo, sino una situación más compleja debido, en gran parte a la participación de actores extranjeros, como Irán y Arabia Saudí, que han movilizado sus peones en el conflicto , lo cual ha intensificado el sectarismo político-religioso.
”Le debemos agregar la presencia de grupos como el Estado Islámico y el Frente Al-Nusra y las unidades kurdas. Hay muchas más fuerzas diferentes, lo cual dificulta la intervención de la comunidad internacional.
”Muchos de esos grupos se han consolidado y se ha creado el fenómeno de los señores de la guerra, que no están dispuestos a negociar ni a renunciar a cuotas de poder.
”Sin embargo, sigue siendo válida la solución diplomática; una opción militar lo único que haría es agravar la situación.
”El principal obstáculo sigue siendo (el presidente) Bashar al-Asad, dirigente que tiene las manos manchadas de sangre y que no puede ser rehabilitado por su involucramiento en crímenes contra la humanidad. Es parte del problema, no de la solución.
”Otro factor es la presencia del EI. Occidente no dialoga con grupos terroristas y muchos menos con el EI. Si el EI ha llegado hasta donde está fue porque al-Asad lo toleró y le permitió irse implantando mientras él concentraba sus ataque sobre la oposición moderada. Nunca había atacado al EI hasta hace poco.
”Hay un elemento clave: la división de las fuerzas opositoras, fragmentadas. Cada una obedece las consignas de sus patrocinadores exteriores. En muchos casos, su margen de maniobra está limitado por las agendas de las potencias regionales (petromonarquías del Golfo y Turquía) que los financian y les dan ayuda económica y militar”.
Pero la Primavera Árabe no murió del todo, si bien “todas aquellas esperanzas que generó se han convertido, en muchos casos, en transiciones frustradas hacia la democracia”.
Habla Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante y experto en asuntos del Oriente Medio.
El especialista, quien suele tratar esos temas en las páginas del diario español El País , hizo la advertencia de que el fracaso de la Primavera Árabe no implica que hayan desaparecido las causas que la provocaron. “El caldo de cultivo sigue estando presente; el gran problema es cuándo llegará el momento para una segunda ola revolucionaria”
Álvarez estuvo en Costa Rica entre el 7 y el 11 de setiembre, invitado por el Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte (Cemoan) , adscrito a la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA).
Cinco años después del surgimiento de la Primavera Árabe, ¿cuál es su balance del panorama en el Oriente Medio?
El balance es, en términos generales, negativo pues todas aquellas esperanzas que generó la Primavera Árabe se han convertido, en muchos casos, en transiciones frustradas hacia la democracia. Solo en el caso de Túnez podemos hablar de una transición exitosa. En cambio, en el caso de Egipto tenemos un retorno al autoritarismo y otros países han caído inmersos en guerras civiles, con lo cual esas reivindicaciones de la población –pan, libertad y justicia social– no se han alcanzado y siguen siendo una asignatura pendiente”.
¿Por qué, salvo el caso aislado de Túnez, fracasó? ¿Hubo falta de capacidad de los promotores o es que la propia estructura político-institucional de los Estados la hizo imposible?
Las razones son múltiples. Una es la falta de tradición democrática de esos países; la mayor parte han sido regidos por gobiernos autoritarios. Entonces, no hay tradición de diálogo entre las fuerzas políticas, predomina la dinámica autoritaria.
”Por otra parte, todo el mundo sabía que el gran beneficiado de las revueltas árabes y en las elecciones inminentes iban a ser los movimientos islamistas, que son los que gozan de mayor implantación y han sido tolerados en algunos países, lo que les ha permitido dotarse de una infraestructura básica, con lo cual tenían un mejor posicionamiento para que una vez que se convocaran elecciones, imponerse.
”Muchos de estos movimientos pecan también de dinámicas autoritarias, de falta de diálogo con otros grupos. Por tanto, gobernaban solo para sus votantes. Esto hizo que poco a poco creciera la oposición.
”Otro elemento clave es la desorganización de los movimientos revolucionarios; muchos de quienes tuvieron una actuación destacada en las movilizaciones no supieron organizarse para concurrir a las elecciones. Faltó un liderazgo efectivo que aglutinara las principales demandas de los movimientos ciudadanos.
”En la mayoría de los casos eran revueltas urbanas y en muchos de esos países, como Egipto, el 50% de la población no es urbana, sino rural. No tenían presencia en este ámbito. Faltó capacidad para crear partidos nacionales.
”El otro elemento, quizás el más importante, fue la labor de los sectores contrarrevolucionarios. Había muchos interesados en que la transición hacia la democracia fracasara: la vieja guardia, los partidos oficialistas, las élites económicas, los militares”.
”Se jugaban mucho, tenían mucho qué perder e incluso concertaron alianzas con actores regionales para hacer que estos movimientos democráticos fracasaran”.
Dada esa experiencia, ¿es posible imaginar una próxima Primavera Árabe?
Han transcurrido ya cinco años desde las primeras manifestaciones, primero en Túnez y luego en Egipto, pero, cuando uno ve las demandas de dignidad, pan, libertad y justicia social, es obvio que se ha conseguido muy poco. En la mayoría de países se eliminó al gobernante de turno, pero no se destruyó el régimen.
”Entonces, existen las mismas razones para el malestar; hay en muchos países una juventud abandonada a su suerte que enfrenta tasas de desempleo que en muchos casos superan el 50% y en los países árabes los jóvenes son las dos terceras partes de la población. Existe también el control del Estado por unas élites gerontocráticas que llevan perpetuándose en el poder desde hace décadas.
”Las mismas causas para el descontento existen; otra cosa es que este sea el momento oportuno para reivindicarlas. Sigue habiendo regímenes que han restaurado el autoritarismo, han perseguido las libertades y han encarcelado a los disidentes. El caldo de cultivo sigue estando presente; el gran problema es cuándo llegará el momento para una segunda ola revolucionaria. Habrá que esperar probablemente años”.
En el caso de la guerra en Siria, usted advertía meses atrás sobre la complejidad de este conflicto y de la búsqueda de una solución. ¿Cuánto puede hacer la comunidad internacional para tratar de encontrar una salida? Más aún, ¿es posible esta salida con la presencia de actores tan heterodoxos como el Estado Islámico (EI)?
Hoy por hoy, la situación es extremadamente complicada. Hay mucho más actores implicados que en los inicios de la revuelta. Ya no son dos bandos enfrentados, como al comienzo, sino una situación más compleja debido, en gran parte a la participación de actores extranjeros, como Irán y Arabia Saudí, que han movilizado sus peones en el conflicto , lo cual ha intensificado el sectarismo político-religioso.
”Le debemos agregar la presencia de grupos como el Estado Islámico y el Frente Al-Nusra y las unidades kurdas. Hay muchas más fuerzas diferentes, lo cual dificulta la intervención de la comunidad internacional.
”Muchos de esos grupos se han consolidado y se ha creado el fenómeno de los señores de la guerra, que no están dispuestos a negociar ni a renunciar a cuotas de poder.
”Sin embargo, sigue siendo válida la solución diplomática; una opción militar lo único que haría es agravar la situación.
”El principal obstáculo sigue siendo (el presidente) Bashar al-Asad, dirigente que tiene las manos manchadas de sangre y que no puede ser rehabilitado por su involucramiento en crímenes contra la humanidad. Es parte del problema, no de la solución.
”Otro factor es la presencia del EI. Occidente no dialoga con grupos terroristas y muchos menos con el EI. Si el EI ha llegado hasta donde está fue porque al-Asad lo toleró y le permitió irse implantando mientras él concentraba sus ataque sobre la oposición moderada. Nunca había atacado al EI hasta hace poco.
”Hay un elemento clave: la división de las fuerzas opositoras, fragmentadas. Cada una obedece las consignas de sus patrocinadores exteriores. En muchos casos, su margen de maniobra está limitado por las agendas de las potencias regionales (petromonarquías del Golfo y Turquía) que los financian y les dan ayuda económica y militar”.
www.lanacion.com de Costa Rica
No hay comentarios:
Publicar un comentario