martes, 22 de marzo de 2016

Objetivo Bruselas

Ignacio Alvarez-Ossorio


Una vez más, el terrorismo yihadista ha golpeado una capital europea. No es el primer atentado de estas características y, desgraciadamente, tampoco será el último, puesto que el Daesh (las siglas en árabe del autodenominado Estado Islámico) ha situado al Viejo Continente en su mirilla. Europa parece haber desplazado a EE UU como objetivo prioritario, tal y como demuestra el hecho de que el territorio norteamericano no ha sido objeto de un atentado a gran escala desde el fatídico 11 de septiembre de 2011 perpetrado por Al Qaeda mientras que las matanzas se han sucedido en Madrid, Londres, París y, ahora, Bruselas. Con esta acción, el Daesh evidencia que, a pesar de los sistemáticos bombardeos a los que son sometidos sus feudos en Siria e Irak, sigue conservando su fuerza letal.

Dos detenidos que preparaban atentados en Nochevieja en Bruselas 
La elección de Bruselas como objetivo no es, ni mucho menos, baladí, puesto que además de capital belga es la sede de las instituciones europeas. Como tantas otras veces se busca llevar la guerra a nuestro territorio, pero también lograr un efecto amplificador para provocar la sensación de pánico entre la población. En definitiva: intensificar las grietas en el seno de la Unión Europea y provocar una mayor división entre sus integrantes en torno a las vías de combatir el fenómeno yihadista. 
No puede pasarse por alto tampoco que Bélgica es el principal exportador de yihadistas del continente europeo. La comunidad musulmana representa el 6 por 100 de la población belga, en total unas 650.000 personas. Aunque el número de yihadistas belgas es relativamente bajo en términos cuantitativos (medio millar, según diferentes estimaciones), lo cierto es que cuadruplican el número de combatientes de origen español enrolados en las filas del Daesh. Un dato, sin duda, alarmante. La intensificación de los bombardeos sobre Raqqa y Mosul ha motivado, a su vez, un efecto retorno hacia Europa de estos yihadistas que, además de haber sido radicalizados, ahora cuentan con experiencia de combate y están dispuestos a sacrificar sus vidas para golpear al ‘enemigo lejano’.

El hecho de que los servicios de inteligencia belgas hayan sido incapaces de impedir esta nueva carnicería podría llevarnos a pensar que es el Daesh quien lleva ventaja y va ganando la partida. Este planteamiento es erróneo, puesto que la organización se encuentra en una situación extraordinariamente delicada, ya que sus fuentes de financiación se están desecando y el flujo de yihadistas hacia sus feudos ha descendido de manera notable. Al contrario que en el pasado, en el presente se encuentra en una posición claramente defensiva lo que ha permitido recuperar varias localidades que estaban bajo su control y eliminar o capturar a algunos de sus dirigentes. Por lo tanto, el Daesh es hoy una bestia herida cuyos violentos zarpazos son más una señal de su debilidad que de su fortaleza, lo que no debería llevarnos ni mucho menos a bajar la guardia ni a subestimar la amenaza que todavía representa.

Otro de los objetivos de la formación yihadista es azuzar la islamofobia en las sociedades europeas. Como hemos tenido la oportunidad de comprobar en los últimos meses, los movimientos populistas y xenófobos no han dejado de ganar terreno en varios países. Son, sin ningún género de dudas, los principales beneficiados de los zarpazos yihadistas, pero también de la llegada de cientos de miles de refugiados a territorio europeo huyendo, precisamente, del caos y la anarquía que se ha apoderado de sus países de origen. Culpabilizar a las víctimas de las guerras que asolan la región y cerrar las puertas a quienes huyen del Daesh y de la violencia no parecen ser las maneras más sensatas de defender los valores europeos en estos tiempos de incertidumbre y desorientación.

En este sentido debe recordarse que el Daesh ha lanzado una campaña mediática para tratar de frenar el éxodo de sirios e iraquíes que está despoblando los territorios bajo su control. El número 11 de la revista Dabiq afirmaba al respecto: «Emigrar al territorio de los infieles es un pecado capital que puede equipararse a la apostasía». Dicha publicación advertía a su vez de que quienes buscan refugio en Europa corren el peligro de «abandonar el Islam y abrazar el cristianismo, el ateísmo o el liberalismo» y se exponen «a la amenaza de la fornicación, la sodomía, las drogas y el alcohol». No nos debería extrañar, por lo tanto, que el Daesh se felicite de las medidas adoptadas por la Unión Europea para tratar de cerrar a cal y canto sus fronteras y deportar a Turquía a quienes consigan alcanzar el territorio europeo. 

Por último es pertinente subrayar, una vez más, que el Daesh no sólo está en guerra contra Occidente, sino también contra el Islam. En estas horas trágicas en las debe honrarse la memoria de las víctimas de Bruselas, también tenemos que rendir tributo a todos aquellos que sufren a diario su barbarie tanto en Siria como en Irak. Y no sólo nos referimos a las minorías confesionales como los ismaelíes, drusos o yazidíes o las étnicas como los kurdos o turcomanos, sino también a los musulmanes sunníes que viven sometidos a su gobierno y también a los musulmanes chiíes, que se han convertido en el principal blanco de su violencia. Deberíamos comprender que los ataques contra los denominados ‘enemigo lejano’ y ‘enemigo cercano’, como los define la propaganda yihadista, son dos caras de la misma moneda y deben combatirse con la misma energía.

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