Ultimátum 1 de febrero de 2019
Martín Martinelli
El objetivo de este
artículo es analizar en conjunto la obra de Edward Said, así como su
influencia. Esta ha recibido el reconocimiento internacional por uno de
sus libros principales, como el que se conmemora y pone en nuevas
valoraciones este año, el cual forma parte de una trilogía que componen
además Cultura e imperialismo y La cuestión palestina, dos afirmaciones más teóricas y la presentación de un caso que hace cuatro décadas era ignorado a escala mundial.
Orientalismo
El orientalismo es una noción con la que
se buscó explicar la respuesta de Occidente (entendido como Estados
Unidos y Europa) al islam y la experiencia de la civilización musulmana.
Tanto es así que desde la academia, los medios y Hollywood, se
representó una imagen y se construyó una idea de Oriente. Dichos medios
masivos han desempeñado un papel preponderante en el siglo XX y lo que
va corrido del XXI, hasta el punto de que esa información fragmentada se
presenta como una descripción objetiva de la realidad. Las imágenes y
conceptos que se divulgaron acerca del Medio Oriente y el «mundo árabe»
estuvieron al servicio de la política exterior occidental y el
imperialismo que impulsaban.
Luego de la disolución de la Unión
Soviética, y por consiguiente del «comunismo» enemigo, el nuevo «otro»
fueron tanto el islam como los musulmanes. De ese modo, se deshumanizó
toda una cultura mediante la estrategia de representar a los países
donde la mayoría de la población es islámica como terroristas, salvajes y
despóticos. Se resignificó así una antigua demonización (Murphy, 2005).
Según las propias palabras de Said, el
orientalismo es un estilo de pensamiento basado en la distinción
ontológica y epistemológica que se establece entre Oriente y Occidente.
En tal sentido, numerosos escritores han aceptado esta diferencia
esencial entre Oriente y Occidente para confeccionar teorías, novelas,
descripciones sociales e informes políticos relacionados con Oriente, su
gente, sus costumbres, su «mentalidad» o su destino.
En líneas generales, la acepción de
orientalismo más admitida es la académica, etiqueta que sirve para
designar una gran cantidad de instituciones de este tipo. Alguien que
enseñe, escriba o investigue sobre Oriente es un orientalista, y lo que
él hace, orientalismo. Orientalismo, por un lado, se trata de poner en
discusión el término, y comenzó con los imperialismos británico y
francés decimonónicos.
El orientalismo es la más grandiosa de
todas las narrativas, un discurso (o metadiscurso) global que representa
a Oriente. Los textos orientalistas, por una parte, ayudaron a crear
conocimiento y la realidad supuesta que describieron, y por otra parte,
esto convergió en el colonialismo y le sirvió como plataforma. Este
libro, que se convirtió en una corriente de pensamiento, estableció
jerarquías en relación con lo político y el poder, dado que demostró los
vínculos entre el orientalismo y el imperialismo.
Las críticas hacia esta obra destacada
fueron que estaba reducido al Medio Oriente y dejaba de lado lo que
podría denominarse los demás orientes: chino, indio o del Sureste
Asiático, a la vez que el análisis era muy general. Y principalmente,
que no ofrecía una resistencia al eurocentrismo —analizado, entre otros,
por Samir Amin—, al tiempo que no reconocía a predecesores de las ideas
que planteó, tales como Tibawi, Abdel Malek o Panikkar.
Retomaremos aquí en primer término a
Tibawi, quien propuso que el orientalismo moderno se basó en imágenes
medievales del islam y buscó diseminar la idea de una supuesta
inferioridad árabe. Y en segundo lugar, a Abdel Malek, que esbozó una
idea persistente: el hombre europeo, blanco y cristiano, se puso desde
la antigüedad griega como la medida de todos los hombres en todas
partes. En los diferentes aspectos, el Oriente sería el pasado,
estático, monolítico y ahistórico; el estudio del árabe como lengua
muerta lo ejemplifica. En suma, esto absolvería de culpa al
colonialismo, al que se le acusa de un pretendido atraso en las regiones
conquistadas (Sardar, 2004, pp. 100-132).
Pese a esto último, debemos señalar que
el orientalismo es tanto una disciplina como un discurso de poder, e
incidió para perpetuar el dominio de Occidente sobre las demás regiones
del globo. Esa visión, que estuvo acompañada de la visión eurocéntrica,
continúa en la actualidad, aun cuando con un pensamiento cada vez más
crítico.
Cultura e imperialismo
En Cultura e imperialismo, otra de sus obras más destacadas, y como continuación de su libro más conocido, Orientalismo,
Said le otorga un papel notable a la novela como constructora de
sentido. Así pues, el orientalismo es un modo de relacionarse con
Oriente, basado en el lugar especial que este ocupa en la experiencia de
Europa Occidental.
Allí analiza el siglo XIX, época en que
el pensamiento relativo a la identidad resultó estratégico en las
culturas imperialistas. Estas influyeron a escala mundial, condicionadas
por nociones alusivas a «ser inferior», «razas sometidas» y «pueblos
subordinados». En esa misma centuria, la oposición Oriente-Occidente
estuvo realzada por el racismo y el colonialismo irradiados desde
Europa. La distinción entre Occidente-Oriente predominó en la
literatura, la pintura y la música europeas decimonónicas. Esa imagen de
Oriente con su despotismo, sensualidad y fecundidad maravillosos, se
usufructuó para justificar el colonialismo. De acuerdo con los
pensadores europeos, Oriente quedó establecido como sinónimo de lo
exótico, lo femenino y lo originario.
Así las cosas, surgió un abismo entre las
dos identidades culturales supuestas al promoverse la orientalización
de Oriente y lo oriental, al igual que un fuerte sentimiento de
identidad cultural amurallado. Este estuvo esencializado hasta el grado
de hacer de Oriente el gran otro de Europa, junto con África y América
(Said, 2001, pp. 40-41).
En ese sentido, los imperialistas
proyectaron la idealización de una superioridad «blanca» o europea,
expresada en la «carga del hombre blanco» o la mission civilisatrice.
La academia europea generalizó la concepción de una supuesta supremacía
a través de su interpretación de las diferencias humanas. Las
exploraciones en África, la conquista de América, el colonialismo y la
esclavitud son acontecimientos ocurridos en ese contexto histórico
(Martinelli, 2013).
La cuestión palestina
Su libro La cuestión palestina
se tradujo al español en 2013, treinta y cinco años después de su
aparición, lo que implica varias cosas. En esa obra se aplican los
conceptos de orientalismo y de cultura e imperialismo al caso palestino,
sobre el que Said escribió a lo largo de su vida.
El contexto histórico de la región, al
cual remite este escritor en su obra, se podría resumir de la siguiente
manera: la decadencia y la posterior disolución del Imperio otomano, así
como la intervención en la zona de los británicos y de los franceses,
iniciaron este proceso. Estas potencias dividieron la región en zonas de
influencia y de mandatos, que serían en buena medida los límites de los
estados nacionales creados en esos territorios. La diferencia
sustancial con los demás países que surgieron en la zona fue que Gran
Bretaña y el movimiento sionista se aliaron (con algunos desacuerdos
políticos) para crear un «hogar nacional judío» en Palestina. En
aquellos momentos, el proyecto de la Gran Siria coexistía con esa
propuesta. El desmembramiento del territorio palestino dificultó crear
un Estado independiente, a diferencia de lo que sucedió con el caso del
mismo Israel, o de Egipto, Siria, Irak, Jordania y Líbano.
Los palestinos se manifestaron contra la
recomendación de partición de Palestina, puesto que, por lógica, un
movimiento nacional no repartiría su tierra con el movimiento
colonizador. En cambio, los sionistas la aceptaron como algo positivo,
que les brindaría legalidad internacional. Estados Unidos demostró su
apoyo a la causa al presionar para lograr una votación positiva en la
Organización de las Naciones Unidas (ONU). Gran Bretaña, luego de la
recomendación de la partición de Palestina en 1947, indicó su retiro de
Palestina para el 15 de mayo de 1948. El Estado árabe estaba
imposibilitado de nacer como consecuencia de los impedimentos de los
palestinos, el triunfo militar del nuevo Estado de Israel y la
complicidad de algunos líderes árabes, como el rey Hussein de Jordania.
Para tomar un parámetro, no hay otra región del mundo que haya
interesado de manera similar ni tan persistente al centro hegemónico.
El Medio Oriente tuvo una relevancia
inusitada en la geopolítica mundial y fue una de las zonas tradicionales
de intervención militar en la historia contemporánea, lo que continúa
hasta el día de hoy, si bien reflexionó también acerca de la condición
árabe que sufrió: por una parte, la opresión otomana; luego de la
Primera Guerra Mundial, la franco-británica, y a partir de la Segunda
Guerra, el imperialismo estadounidense. Y por otra parte, subrayó el
hecho de que esas poblaciones poseen lazos innegables —aun con sus
disputas internas— frente al divide y reinarás (Said, 2003b).
La relación Oriente-Occidente impregnó la
cuestión palestina y al mismo autor: Edward (inglés) Said (árabe). Se
ha procurado presentar al Estado de Israel como el Occidente,
civilizado, sedentario, con un elevado desarrollo tecnológico y
capitalista, en desmedro de Palestina o los palestinos, vistos como el
Oriente, lo tradicional, atrasado, el terrorismo, los nómadas o
beduinos. Said actuó en pos de exhibir algo diferente.
En cuanto al tema de Palestina y su relación con Israel, prosiguió con libros como Crónicas palestinas, pero aquí nos referiremos al documental In Search of Palestine
(1998), el cual sintetiza parte del pensamiento saidiano. En ese video,
Said protagonizó el regreso a su tierra natal en una exploración de su
pasado, además de que buscó reflejar la concordancia entre los recuerdos
personales del escritor y la memoria compartida del pueblo palestino.
En un pasaje, expresó: «La única palabra para esto es desastre, y esta
es, en esencia, la tragedia palestina». En ese momento, se refería a la
expansión de un asentamiento y a la manera en que se practicaban a
diario nuevos desalojos, expropiaciones y demoliciones de hogares.
Finalmente, muestra cómo la población palestina siente impotencia por no
poder hacer nada para impedirlo.
Otro ejemplo es cuando este pensador
palestino-estadounidense trazó una de las reflexiones más profundas
sobre la opresión del pueblo palestino en su libro After the Last Sky (1999),
en el que debatió sobre el desplazamiento, la falta de tierra, el
exilio y la identidad. Además, pidió el reconocimiento internacional de
los reclamos palestinos, así como también criticó la brutal ocupación y
el desposeimiento que han sufrido durante más de medio siglo.
Nuevo prefacio a Orientalismo (2003)
- Desde la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hasta los sucesos actuales, la potencia hegemónica postuló al islam y el Medio Oriente como el nuevo enemigo de Occidente, en remplazo del comunismo. Vale la pena retomar algunas cuestiones de la etapa precedente inmediata, donde destacamos el cambio de escenario previo: la Revolución iraní islámica de 1979; el pacto de Camp David entre Egipto e Israel de 1978-1979; también en 1979, la invasión soviética de Afganistán con los muyahidines, y la guerra entre Irak e Irán de 1980-1988. A su vez, Estados Unidos lideró la guerra del Golfo de 1991, en detrimento de Irak, es decir, la intervención imperialista directa estadounidense.
- A partir del 2001, se realizaron las invasiones encabezadas por Estados Unidos sobre Afganistán e Irak; el descubrimiento del desarrollo nuclear de Irán con una percepción de amenaza, y el denominado «despertar árabe» en 2011, que generaron un proceso de agitación o intento de variación del orden establecido. Esta situación demostró cómo el balance de poder regional se inclinó hacia tres países no árabes: Irán, Israel y Turquía.
Veinticinco años después de publicado Orientalismo,
Edward Said vislumbró ese nuevo imperialismo que se avecinaba o, más
bien, se intensificaba con la invasión estadounidense a Irak y
Afganistán, aunque la influencia de dicha potencia en la zona y su
acción directa no dejaron de estar presentes durante los siglos XX y
XXI. En su nueva introducción plantea, si la leemos en su contexto, y en
conjunto con sus escritos, un hilo conductor no solo humanista, como él
mismo se define, sino que su destacado rol intelectual fue acompañado
por el activismo político y su denuncia de los avasallamientos de los
derechos humanos.
Said defiende la tesis de que todo
imperio pretende establecer diferencias entre cuál es la misión supuesta
que se le encargó, para poder expandirse, apropiarse cada vez más de
territorios y recursos. En otras palabras, detrás del velo de una
hipotética superioridad occidental, y de la tarea de civilizar —mission civilisatrice
o «carga del hombre blanco»—, llevar el orden, el progreso y la
democracia; en realidad, la fuerza es el recurso empleado para dominar
esas regiones.
Adicionalmente, Said estableció
similitudes entre los académicos pagados por los británicos en la India,
la región de la Mesopotamia, Egipto y África Occidental; los ejércitos
franceses en Indochina y África del Norte, y los asesores
estadounidenses que se valieron de los mismos estereotipos y
justificaciones con el objetivo de ejercer la violencia y el despotismo
que ellos mismos les atribuían a las poblaciones subyugadas.
Otra crítica presente en toda su obra fue
hacia las ortodoxias religiosas y nacionalistas, pero que igualmente
los medios masivos —junto a la academia— inducen a una mirada ahistórica
y sensacionalista de los hechos. Esto último, en el caso analizado, no
solo es para vender su mercancía sino que se trata de demonizar a un
enemigo desconocido, «terrorista», el cual es merecedor de una «guerra
preventiva» (acompañada de los «daños colaterales»), que deviene en un
cambio de régimen unilateral. Es decir, que todos esos eufemismos y el
control del lenguaje, las imágenes difundidas, actúan en conjunto para
perpetrar ese nuevo imperialismo sobre la región (recordemos que en 2016
se cumplieron los cien años del Pacto de Sykes-Picot), donde se
repartió el territorio sin atender a las características de los propios
habitantes. Ese escrito engloba una serie de ideas saidianas, en un
ciclo sobre el que Said reflexionó pero que aún continúa, en el cual
tanto las potencias europeas como Estados Unidos, junto a la URSS (luego
Rusia también), pretendieron influir y prevalecer en la toma de
decisiones del Medio Oriente.
Durante los cuarenta años transcurridos desde Orientalismo, así
como también en este último periodo, las potencias —encabezadas por
Estados Unidos y los miembros de la OTAN— intentaron reconfigurar el
mapa y los estados nación de la región, al tiempo que hubo
intervenciones devastadoras de estas en Irak, Siria, Afganistán y Libia,
cuyas consecuencias sufren sus habitantes. Por lo tanto, esta
imposición ideológica, simbólica y material (aunque resistida por
diversos medios) nos evidencia el accionar de las potencias
capitalistas, las cuales abusan —en esta región más que en otras— de su
poderío militar y financiero.
Intelectuales de la talla de Said
marcaron la impronta de uno de los modos inequívocos de enfocar el
análisis de la coyuntura mundial, como sus reprobaciones a las presuntas
jerarquías de poder entre los sistemas culturales. Su voz nos resulta
recurrente para pensar estos entramados entre la cultura, el poder y el
imperialismo. A través de este breve recorrido por algunas de las obras
de este activista palestino-estadounidense, expusimos la manera en que
denunció el imperialismo cultural con el que se trató de enmascarar la
opresión y apropiación de los recursos del «mundo árabe».
Referencias
Chedid, S. (2003). El legado de Edward Said. Buenos Aires: Canaán.
Martinelli, M. (2010). Antítesis, 3 (6), 1077-1093. Recuperado de http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=193314445004.
Masalha, N. (2011). Edward Said: el sionismo y la visión democrática laica. En S. Chedid y N. Masalha (eds.), La Biblia leída con los ojos de los cananeos. Recordando a Edward Said. Buenos Aires: Canaán.
Murphy, S. (2005a). La imagen demonizada del islam: ayer y hoy. Recuperado de cdsa.aacademica.org/000-006/538.pdf.
Said, E. (1979). The Question of Palestine. Nueva York: Times Book (versión en español, 2013. Barcelona: Debate).
Said, E. (1990). Orientalismo. Madrid: Prodhufi.
Said, E. (1996). Cultura e imperialismo. Barcelona: Anagrama.
Said, E. (2001). Crónicas palestinas. Barcelona: Grimaldo.
Said, E. (2005). Cultura, identidad e historia. En G. Schröder y H. Breuninger (comps.), Teoría de la cultura (pp. 37-53). Buenos Aires: FCE.
Sardar, Z. (2004). Extraño Oriente. Historia de un prejuicio. Barcelona: Gedisa.
Documental
In Search of Palestine – Edward Said’s Return Home (BBC) (1998). Una producción de la BBC (50 minutos).
Martín Martinelli
Universidad Nacional de Luján
martinellima1982@gmail.com
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