sábado, 17 de enero de 2015

Todos somos Charlie


zcomm.org


El mundo quedó horrorizado después del brutal ataque que sufrió la revista satírica francesa Charlie Hebdo. En las columnas del New York Times, el corresponsal Steven Erlanger, presente desde hace mucho tiempo en Europa, describió de forma sobrecogedora las repercusiones inmediatas de lo que muchos describen como el “11 septiembre” francés. Fue “una jornada durante la cual se sucedieron sirenas ruidosas con los ires y venires de los helicópteros. Una jornada de frenesí mediático, de cordones policiacos, de muchedumbres en pánico y de niños alejados de las escuelas por cuestiones de seguridad. Una jornada, como las dos que le siguieron, de sangre y de horror en París y sus suburbios”. El inmenso repudio mundial provocado por el atentado fue acompañado por una reflexión sobre las raíces profundas de esta barbaridad. “Muchos son los que ven en estos hechos un choque de civilizaciones”, anunciaba un título del New York Times.Las reacciones de horror y de indignación respecto a estos crímenes son justificadas, al igual que la búsqueda de sus causas profundas, siempre y cuando guardemos en mente firmemente algunos principios. La reacción debería ser completamente independiente de la opinión que se puede tener de ese periódico y del material que produce. Los eslóganes omnipresentes de tipo “Yo soy Charlie”, no deberían indicar, ni siquiera insinuar, ninguna asociación con el periódico, al menos en el contexto de la defensa de la libertad de expresión. Deberían más bien expresar una defensa de al libertad de expresión a pesar de lo que se puede opinar acerca del contenido, y aunque éste sea calificado de hiriente o depravado.
Y esos eslóganes también deberían expresar la condena de la violencia y del terror. El dirigente del Partido de los Trabajadores de Israel y principal contrincante para las próximas elecciones, Isaac Herzog, tiene toda la razón cuando dice que “El terrorismo es terrorismo. No existen dos formas diferentes de considerarlo.” También acierta cuando dice “Todas la naciones que desean la paz y la libertad enfrentan un inmenso reto” respecto al mortífero terrorismo – si dejamos de lado su interpretación selectiva acerca de este reto.
Erlanger describe muy bien la horrible escena. Cita uno de los periodistas sobrevivientes: “Todo se desplomó. No había ninguna escapatoria. Había humo por todos lados. Fue terrible. La gente gritaba. Una verdadera pesadilla.” Otro periodista superviviente describió “una inmensa deflagración antes de ser sumergidos en la absoluta oscuridad.” La escena, según Erlanger, “no era más que un montón de vidrio roto, paredes caídas, maderas retorcidas, pinturas desgarradas y devastación emocional.” Por lo menos 10 personas habrían muerto a raíz de la explosión, 20 otras habían desaparecido, “probablemente enterradas bajo los escombros”.
Esas citaciones, como nos lo recuerda el incansable David Peterson, no son de enero del 2015. En realidad son extraídas de una nota de Erlander del 24 de abril de 1999, que solo alcanzó la sexta página del New York Times, es muy lejos de alcanzar la relevancia del ataque de Charlie Hebdo. Erlanger en realidad describía el resultado de “un ataque con misil sobre la sede de la televisión de estado de Serbia” por parte de la OTAN (es decir los EE.UU.) que “dejó fuera del aire Radio Television Serbia.”
Hubo una justificación oficial. “La OTAN y los representantes estadounidenses defendieron el ataque”, reportó Erlanger, “como parte del esfuerzo para debilitar el régimen del Presidente de Yugoslavia Slobodan Milosevic.” El portavoz del Pentágono, Kenneth Bacon declaró durante una conferencia de prensa en Washington que “la televisión serbia formaba parte integrante de la máquina de terror de Milosevic, al mismo nivel que sus fuerzas armadas”, lo que la convertía por lo tanto en un blanco legítimo.
El gobierno de Yugoslavia declaró: “La nación entera apoya a nuestro presidente, Slobodan Milosevic”, según reporta Erlanger, quien añade que “no queda claro cómo el Gobierno sabe esto con tal precisión.”
Ningún comentario sardónico de ese tipo sería el bienvenido ahora que se puede leer en la prensa que Francia está en duelo y que el mundo está indignado ante los abominables acontecimientos. Tampoco resulta necesario interrogarse acerca de las causas profundas, ni de preguntarse quien representa a la civilización y quien a la barbarie.
Pero Isaac Herzog se equivoca cuando dice “El terrorismo es terrorismo. No existen dos formas diferentes de considerarlo.” Definitivamente sí existen dos formas de considerarlo: el terrorismo no es terrorismo cuando se trata de un ataque mucho más violento pero perpetrado por los que son Justos en virtud su poder. De la misma forma, la libertad de expresión no corre peligro cuando los Justos destruyen un canal de televisión que apoya a un gobierno que están atacando.
Asimismo, se entiende fácilmente el comentario del abogado de derechos cívicos Floyd Abrams, reconocido por su defensa apasionada de la libertad de expresión, publicado en el New York Times y en el que señala que el ataque contra Charlie Hebdo “es la agresión más grave en contra del periodismo de la que se tenga memoria.” Tiene razón de precisar “de la que se tenga memoria”, lo que divide cuidadosamente a los ataques contra el periodismo y los actos de terrorismo en dos categorías: los Suyos, que son horribles; y los Nuestros, que son virtuosos y fácilmente eliminados de nuestra memoria.
Vale la pena subrayar que esto solamente es uno de los numerosos ejemplos de ataques contra la libertad de expresión realizado por los Justos. Para mencionar únicamente otro ejemplo que fue fácilmente borrado de “nuestra memoria”, el ataque llevado a cabo por las fuerzas de los EE.UU en Falluja en noviembre del 2004, uno de los peores crímenes realizados durante la invasión a Irak, que inició con la ocupación militar del Hospital General de esa ciudad. La ocupación militar de un hospital representa en sí, por supuesto, un grave crimen de guerra, independientemente de la forma en la que fue llevada a cabo. Los hechos fueron trivialmente descritos en un artículo publicado en primera plana del New York Times, junto con una fotografía ilustrando el crimen. El texto señalaba que “soldados armados sacaron de las habitaciones a los pacientes y empleados del hospital, y les ordenaron sentarse o tirarse al piso mientras que las tropas los maniataban por detrás.” Esos crímenes fueron descritos como si fuesen altamente meritorios y justificados: “La ofensiva permitió clausurar lo que oficiales describían como una herramienta de propaganda para los militantes: el Hospital General de Falluja, con su flujo de informes sobre el número de víctimas civiles.”
Evidentemente, no se le podía permitir a una agencia de propaganda de este tipo que siguiera escupiendo sus vulgares obscenidades.
Traducción: Luis Alberto Reygada
Fuente: https://zcomm.org/znetarticle/we-are-all-fill-in-the-blank/
rebelion.org

viernes, 16 de enero de 2015

Charlie Hebdo, los usos del atentado y la Europa que se viene

Charlie Hebdo, los usos del atentado y la Europa que se viene
Por Pablo Gandolfo. Probablemente nunca sepamos cómo se tramó el atentado en París pero sí podemos saber cómo y para qué se lo manipula. La crisis estructural en Europa y las consecuencias de Charlie Hebdo. Paris y Atenas brindan las claves para entrever los trazos del futuro.

1- Un atentado funciona como un disparador de reacciones encadenadas. Conviene observar cuáles son, detectarlas y preguntarse quiénes son los beneficiados por los efectos que ese hecho cataliza. No es infalible, pero por allí tendremos un indicio de quiénes fueron los instigadores.
2- Si bien esa indagación no nos da la respuesta sobre los móviles de los autores materiales, ni nos devela la identidad de sus mandantes, sí nos permite levantar la guardia ante el uso que los poderes establecidos realizan a partir de ese atentado. Con estas dos premisas, repasemos primero el contexto en que se produce y luego la manipulación para dirigir las reacciones en un sentido determinado.
Contexto en Francia
3- El atentado contra Charlie Hebdo ocurre mientras crece la población musulmana en los países europeos y particularmente en Francia. Cuando un grupo particular crece, las derechas propagan un mensaje racista destinado a estigmatizarlo y atribuirle las culpas de las desdichas de la nación. Ese mensaje está avanzando en Europa y quedó reflejado en el desempeño electoral de partidos de extrema derecha en la última elección al Europarlamento en 2014.
4- Francia conoció una dura polémica respecto a la población islámica. Fue en 2004, cuando se aprobó la norma 228 que llevaba por título “Ley que enmarca en la aplicación del principio de laicidad, el uso de signos o vestimentas que manifiesten una pertenencia religiosa en las escuelas, institutos y liceos públicos”. Se trata de una ley que sus opositores denunciaron por tratarse de discriminadora, que apuntaba a eliminar el uso del velo en las mujeres islámicas. Desde hace muchos años y desde el propio Estado se aprueban normas con un contenido discriminador contra un grupo particular. Se trata entonces de una política de Estado.
Contexto internacional
5- Con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, Estados Unidos modificó su estrategia de intervención militar en el extranjero. La fórmula con la que la ex jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton, resumió la nueva doctrina fue “el liderazgo en la retaguardia”, en contraposición (sin explicitarlo) al liderazgo en la vanguardia que había primado en la presidencia de George W. Bush y que había terminado en rotundo fracaso.
6- Esa doctrina necesitaba que alguien ocupara el lugar de vanguardia en los ataques militares por venir. Francia es uno de los países que ocupó más activamente ese rol en los últimos años de la presidencia de Nicolás Sarkozy y durante lo que va del mandato de François Hollande.
7- Francia se involucró activamente con intervenciones militares directas en el terreno en Libia, en Mali y, mediante sus servicios secretos, en Siria. En todos esos casos, grupos musulmanes oscurantistas, que utilizan métodos terroristas, formaron (forman) parte de la estrategia de Occidente para cumplir sus objetivos en esos países.
8- Para decirlo más claramente: Francia no intervino para atacar grupos terroristas sino para apoyarlos y fomentarlos. Esa intervención tuvo como consecuencia que dos países que eran ejemplo en sus respectivas regiones (Libia ostentaba el mejor nivel de vida de África; Siria es ejemplo de convivencia entre distintas minorías y tendencias religiosas)  y que no padecían de expresiones terroristas relevantes, fueran destruidos. En el caso de Libia cayó su gobierno y se convirtió en un verdadero Estado fallido; en Siria, Bashar Al Assad se encuentra firme y con amplio apoyo de la población, pero el país enfrenta una guerra desde hace cuatro años.
Manipulación de la reacción al atentado
Las reacciones al atentado cumplen objetivos en distintos planos. Repasemos algunos.
9- El “choque de civilizaciones” no es una doctrina islámica. Es una invención del geoestratega estadounidense Samuel Huntington, quien fuera profesor de la Universidad de Harvard e influyente en la formación de la élite que dirige la política exterior estadounidense. El ataque a las Torres Gemelas sirvió para criminalizar a toda una “civilización”. Además, fue condición necesaria para que Estados Unidos pudiera gambetear el “síndrome de Vietnam” y volver a realizar una operación militar con despliegue de tropas en el terreno de gran magnitud más de un cuarto de siglo después de aquella derrota. Atentados en Europa son condición necesaria para que el viejo continente asuma como real la invención realizada en un gabinete de Harvard.
10- El choque de civilizaciones busca galvanizar a “Occidente” en contra de un “otro”, en este caso los musulmanes. En el plano externo, esta configuración del campo permite persuadir a la “opinión pública” de los países centrales para realizar intervenciones en el extranjero (*).
11- Sin embargo, este clima de odio y la particularidad de un “otro” que está entre “nosotros”, que se puede infiltrar y realizar atentados, justifica que se tomen medidas “extraordinarias”. Esas medidas no servirán sólo para combatir a ese “otro que está entre nosotros” (musulmán) sino a un “otro” mucho más peligroso: todos aquellos que luchan contra la caída del nivel de vida en Europa, la reacción social que crece ante la crisis económica y los desafíos que se avizoran en el horizonte político.
12- Además de los que podríamos llamar la conversión en norma de medidas de excepción (espionaje, escuchas, cámaras, vigilancia) y de la criminalización de todos los que se oponen a un sistema, el poder político intenta (y esto es aún más importante) galvanizar a una parte de la sociedad alrededor de un mensaje reaccionario. Así se busca prevenir o bien limitar la emergencia de una fuerza política anti-sistema.
13- Agrego al pasar que el país que desde otro gabinete con vista al Boulevard Raspail vio florecer “la deconstruction” y promover“la différance” tendrá la oportunidad ahora de evaluar cuánto avanzó la tolerancia al compás de aquellas teorías financiadas por las fundaciones Ford y Rockefeller.
14- De ahora en adelante, estos recursos (puntos 9, 10, 11 y 12) los veremos crecer más y más, utilizados por el poder político y económico para manipular a las poblaciones de los países europeos. No producto de la casualidad: el capitalismo transita una crisis estructural a escala planetaria pero con particular impacto, en esta etapa, en los países centrales. No fue superada en 2008 y, como viene ocurriendo desde 1973, reaparecerá agravada, ya sea con la remedia de grandes o pequeños programas keynesianos o neoliberales, con su combinación sucesiva o con la alternancia de los principales motores de la economía mundial. Todos esos métodos fueron ensayados en estas cuatro décadas. Esas medidas ayudan a superar coyunturas, pero no atacan la raíz.
15- En estos días estamos viendo cómo se aceleran en el plano político las consecuencias del impacto de la crisis estructural sobre Europa. La configuración del sistema político que imperó en Grecia durante décadas está hecha trizas. El próximo 25 de enero (elecciones en Grecia) puede ser un día histórico, donde las propuestas anticapitalistas comiencen a trascender su actual confinamiento a algunos países de Latinoamérica. La meteórica emergencia de Podemos en España va por el mismo camino. La pérdida de legitimidad de los sistemas políticos de los países europeos y la caída de los partidos tradicionales es un fenómeno que se extenderá. Las clases dominantes europeas se preparan para enfrentar ese fenómeno.
16- La utilización que se realizó tras el atentado en Paris va en esa dirección. Un presidente que es rechazado por amplias franjas en su país, incapaz de generar entusiasmo y que decepcionó las tibias expectativas con las que fue elegido busca capitalizar el amplio, activo y justificado rechazo al atentado. Sobre la base de la fractura social que produce el atentado se llama a una “unidad nacional”, que es la unidad de una parte de la sociedad, hecha en nombre de la nación para enfrentarse a otra parte de la sociedad. O sea, no es unidad ni es nacional.
17- Este proceso ilustrado en el atentado será repetido en escala ampliada ante el impacto de la crisis estructural del capitalismo sobre las sociedades europeas. El poder económico, que es ordenado, previsor y planifica sus pasos, se prepara para transitar el futuro. Atenas tal vez nos entregue una postal de lo que buscan prevenir y luego enfrentar.
No sabemos quién realizó el atentado. Sí podemos saber cómo y para qué se lo utiliza.
(*) ver el artículo Francia enviará un portaaviones a Irak contra el Estado Islámico publicado en el sitio RT
http://www.marcha.org.ar/

Un catastrófico error de Inteligencia occidental

CONMOCIÓN EN FRANCIA La opinión
  • Al Qaeda en Yemen era la sección más operativa de la red

  • Los hermanos Kouachi estaban estrechamente vinculados a ella

Un hombre yemení observa en las noticias una fotografía de Chérif...
Un hombre yemení observa en las noticias una fotografía de Chérif Kouachi. YAHYA ARHAB EFE

Desde hace unos cuantos años se sabe sobradamente en los círculos de Inteligencia, tanto yihadistas como occidentales, que la sección operativa más eficaz de Al Qaeda estaba en Yemen, donde el grupo controlaba territorio, fabricantes de bombas y terroristas suicidas de muy diversas nacionalidades y mostraba adicción a atacar a Occidente.
En consecuencia, este dato hace de la falta de atención prestada a los estrechos vínculos que Said y Chérif Kouachi (los dos hermanos que mataron a 12 personas en la sede parisina del periódico Charlie Hebdo) mantenían con Al Qaeda en Yemen un fallo de Inteligencia aún más catastrófico si cabe.
A diferencia de los grupos de Al Qaeda en Irak y Siria, que han sido derrotados, o han abandonado la lucha, o han sido absorbidos por el creciente poder militar e ideológico del IS [en español, Estado Islámico], Al Qaeda en Yemen nunca ha buscado un enfrentamiento con el Estado Islámico, a pesar de que los dos grupos son rivales.
Al Qaeda en Yemen es casi tan antigua como la Al Qaeda organizada en Afganistán y Pakistán por Osama bin Laden en la década de los ochenta. La familia de Bin Laden era originaria de Yemen y siempre estuvo entre sus objetivos disponer en ese país de una organización operativa permanentemente activa para hacerse con el poder. Él no llegó a verlo en vida, pero hoy es tal el caos allí que es posible que nosotros lleguemos a ver el hundimiento del Estado yemení y que el poder caiga en manos de Al Qaeda en Yemen.
La organización ha mantenido el objetivo primigenio de Al Qaeda, es decir, derrocar el capitalismo occidental y acabar con el poder y la influencia de Occidente en Oriente Próximo con el fin de provocar el hundimiento de los regímenes árabes. En otras palabras, atacar al enemigo lejano para socavar y, en último término, destruir al enemigo cercano de los regímenes árabes.
El IS se plantea el objetivo opuesto: apoderarse de territorio árabe, borrar sus fronteras y establecer un estado islámico unitario o califato que se extienda desde Marruecos a la India; en otras palabras, enfrentarse al enemigo cercano en lugar del lejano.
Sin embargo, es el crecimiento fenomenal del IS en los últimos 12 meses lo que ha distraído a la Inteligencia occidental de los objetivos originales de Al Qaeda. Los éxitos del IS en los campos de batalla han llevado a alrededor de 18.000 yihadistas extranjeros, procedentes de 90 países a sumarse al movimiento y a combatir de su lado en Siria e Irak.
A pesar de su renuencia a atacar a Occidente de forma directa, el IS ha proporcionado inspiración y claridad ideológica a muchos extremistas de todo el mundo.
Tal cantidad [de combatientes], entre ellos los miles que han estado yendo y viniendo a y de Europa, tiene superadas a las organizaciones occidentales de Inteligencia hasta el punto de que éstas han tendido a aflojar la vigilancia sobre los militantes todavía comprometidos con los objetivos de la red terrorista Al Qaeda.
Los atentados de Francia se habrán saldado con la muerte de 17 personas, muchas menos que los atentados del 11 de septiembre [de 2001] en Nueva York, pero han tenido prácticamente el mismo efecto de aterrorizar a los gobiernos de toda Europa y de situar la seguridad y la prevención en lugar preferente; sin duda, en las próximas semanas seremos testigos de sus graves repercusiones sociales, políticas y económicas en Francia y en otros países europeos.
Eso es exactamente lo que la antigua Al Qaeda ha tratado siempre de hacer (y lo seguirá haciendo): poner de rodillas al capitalismo occidental. Es posible que durante algún tiempo surjan nuevos movimientos rivales y más populares, como el IS , pero, para Occidente, el verdadero peligro a largo plazo sigue siendo Al Qaeda.
http://www.elmundo.es/

martes, 13 de enero de 2015

Charlie Hebdo: Una Reflexión difícil. Por Boaventura de Sousa Santos

La repugnancia total e incondicional que los europeos sienten ante estas muertes debe hacernos pensar por qué razón no sienten la misma repulsa ante un número igual o mucho mayor de muertes inocentes como resultado de conflictos que, en el fondo, ¿tal vez tengan algo que ver con la tragedia de Charlie Hebdo? En el mismo día, 37 jóvenes fueron muertos en Yemen en un atentado con bomba. El verano pasado, la invasión israelita causó la muerte de dos mil palestinos, de los cuales cerca de 1.500 eran civiles y 500 niños. En México, desde el año 2000 fueron asesinados 102 periodistas por defender la libertad de expresión y, en noviembre de 2014, 43 jóvenes fueron asesinados en Ayotzinapa.

(Traducción de José Luis Exeni Rodríguez)

El repugnante crimen cometido contra los periodistas y dibujantes del semanario Charlie Hebdo hace muy difícil un análisis sereno de lo que está implicado en este acto bárbaro, de su contexto y precedentes, así como de su impacto y repercusiones futuras. Sin embargo, este análisis es urgente, bajo pena de continuar avivando un fuego que mañana puede alcanzar a las escuelas de nuestros hijos, nuestras casas, nuestras instituciones y nuestras conciencias. Ahí están algunas pistas para tal análisis.

La lucha contra el terrorismo, la tortura y la democracia

No se pueden establecer nexos directos entre la tragedia de Charlie Hebdo y la lucha contra el terrorismo que los EUA y sus aliados están ejecutando desde el 11 de septiembre de 2001. Pero es sabido que la extrema agresividad de Occidente ha causado la muerte de muchos millares de civiles inocentes (casi todos musulmanes) y ha sometido a niveles de tortura de una violencia increíble a jóvenes musulmanes contra los cuales las sospechas son meramente especulativas, como consta en el reciente informe presentado al Congreso norteamericano. Y también es sabido que muchos jóvenes islámicos radicales declaran que su radicalización nació de la revuelta contra tanta violencia impune. Ante esto debemos meditar si el camino para frenar la espiral de violencia es continuar con las mismas políticas que la han alimentado como ahora es demasiado patente.

La respuesta francesa al ataque muestra que la normalidad constitucional democrática está suspendida y que un estado de sitio no declarado está en vigor, que los criminales de este tipo, en lugar de ser apresados y juzgados, deben ser abatidos, que este hecho no representa aparentemente ninguna contradicción con los valores occidentales. Entramos en un clima de guerra civil de baja intensidad. ¿Quién gana con ella en Europa? Ciertamente no los partidos de izquierda como Podemos en España o Syriza en Grecia.
La libertad de expresión

Es un bien precioso pero tiene límites, y la verdad es que la abrumadora mayoría de ellos son impuestos por aquellos que defienden la libertad sin límites siempre y cuando sea "su" libertad. Ejemplos de límites son inmensos: si en Inglaterra un manifestante dice que David Cameron tiene sangre en las manos, puede ir preso; en Francia, las mujeres islámicas no pueden usar el hiyab; el 2008, el dibujante Maurice Siné fue despedido de Charlie Hebdo por haber escrito una crónica supuestamente antisemita. Esto significa que los límites existen, pero son diferentes para diferentes grupos de interés. Por ejemplo, en América Latina, los grandes medios, controlados por familias oligárquicas y por el gran capital, son los que más claman por la libertad de expresión sin límites para insultar a los gobiernos progresistas y ocultar todo lo bueno que estos gobiernos han hecho por el bienestar de los más pobres.

Aparentemente, Charlie Hebdo no reconocía límites para insultar a los musulmanes, incluso cuando muchos de sus dibujos fueran propaganda racista y alimentasen la onda islamofóbica y antiinmigrante que avasalla a Francia y a Europa en general. Además de muchos dibujos con el Profeta en poses pornográficas, uno de ellos, bien aprovechado por la extrema derecha, mostraba un conjunto de mujeres musulmanas embarazadas, presentadas como esclavas sexuales de Boko Haram que, apuntando a sus barrigas, pedían que no les fuese retirado el apoyo social a la gravidez. De un golpe se estigmatizaba el Islam, a las mujeres y al Estado de bienestar social. Obviamente que, a lo largo de los años, la mayor comunidad islámica de Europa se fue sintiendo ofendida por esta línea editorial, pero fue igualmente inmediato su repudio por este crimen bárbaro. Debemos, pues, reflexionar sobre las contradicciones y asimetrías en la vida vivida de los valores que creemos son universales.

La tolerancia y los "valores occidentales"

El contexto en que ocurrió el crimen es dominado por dos corrientes de opinión, ninguna de ellas favorable a la construcción de una Europa inclusiva e intercultural. Las más radical es frontalmente islamofóbica y antiinmigrante. Es la línea dura de la extrema derecha en toda Europa y de la derecha cuando se ve amenazada por elecciones próximas (el caso de Antonis Samarás en Grecia). Para esta corriente, los enemigos de la civilización europea están entre "nosotros", nos odian, tienen nuestros pasaportes; y esta situación solo se resuelve liberándonos de ellos. La pulsión antiinmigrante es evidente.

La otra corriente es la de la tolerancia. Estas poblaciones son muy distintas de nosotros, son una carga, pero tenemos que "aguantarlas", hasta porque son útiles; empero, solo debemos hacerlo si ellas son moderadas y asimilan nuestros valores. ¿Pero qué son los "valores occidentales"? Luego de muchos siglos de atrocidades cometidas en nombre de estos valores dentro y fuera de Europa –de la violencia colonial a las dos guerras mundiales--, se exige algún cuidado y mucha reflexión sobre lo que son esos valores y por qué razón, según los contextos, ora se afirman unos ora se afirman otros.

Por ejemplo, nadie pone hoy en duda el valor de la libertad, pero lo mismo no puede decirse de los valores de la igualdad y de la fraternidad. Fueron estos dos valores los que fundaron el Estado social de bienestar que dominó la Europademocrática después de la segunda guerra mundial. Sin embargo, en los últimos años, la protección social, que garantizaba niveles más altos de integración social, comenzó a ser puesta en causa por los políticos conservadores y hoy es concebida como un lujo inaccesible para los partidos del llamado "arco de gobernabilidad". La crisis social causada por la erosión de la protección social y por el aumento del desempleo entre jóvenes, ¿no será leña en el fuego del radicalismo por parte de los jóvenes que, más allá del desempleo, sufren la discriminación étnico-religiosa?

El choque de fanatismos, no de civilizaciones.

No estamos ante un choque de civilizaciones, incluso porque la cristiana tiene las mismas raíces que la islámica. Estamos ante un choque de fanatismos, aunque algunos de ellos no aparezcan como tales por sernos próximos. La historia muestra cómo muchos de los fanatismos y sus choques estuvieron relacionados con intereses económicos y políticos que, en realidad, nunca beneficiaron a los que más sufrieron con tales fanatismos. En Europa y sus áreas de influencia es el caso de las cruzadas, de la Inquisición, de la evangelización de las poblaciones colonizadas, de las guerras religiosas y de Irlanda del Norte. Fuera de Europa, una religión tan pacífica como el budismo legitimó la masacre de muchos millares de miembros de la minoría tamil de Sri Lanka; del mismo modo, los fundamentalistas hindús masacraron a las poblaciones musulmanas de Guyarat en 2003 y el eventual mayor acceso al poder que han conquistado recientemente con la victoria del Presidente Modi hace prever lo peor.

Es también en nombre de la religión que Israel continúa imponiendo la limpieza étnica de Palestina y que el llamado Emirato Islámico masacra poblaciones musulmanas en Siria y en Irak. ¿La defensa de la laicidad sin límites en una Europa intercultural, donde muchas poblaciones no se reconocen como tales, será después de todo una forma de extremismo? ¿Los diferentes extremismos se oponen o se articulan? ¿Cuáles son las relaciones entre los yihadistas y los servicios secretos occidentales? ¿Por qué los yihadistas del Emirato Islámico, que ahora son terroristas, eran “combatientes de la libertad” cuando luchaban contra Kadhafi y contra Assad? ¿Cómo se explica que el Emirato Islámico sea financiado por Arabia Saudita, Catar, Kuwait y Turquía, todos aliados de Occidente? Una cosa es cierta, por lo menos en la última década: la gran mayoría de las víctimas de todos los fanatismos (incluyendo el islámico) son poblaciones musulmanas no fanáticas.
 
El valor de la vida

La repugnancia total e incondicional que los europeos sienten ante estas muertes debe hacernos pensar por qué razón no sienten la misma repulsa ante un número igual o mucho mayor de muertes inocentes como resultado de conflictos que, en el fondo, ¿tal vez tengan algo que ver con la tragedia de Charlie Hebdo? En el mismo día, 37 jóvenes fueron muertos en Yemen en un atentado con bomba. El verano pasado, la invasión israelita causó la muerte de dos mil palestinos, de los cuales cerca de 1.500 eran civiles y 500 niños. En México, desde el año 2000 fueron asesinados 102 periodistas por defender la libertad de expresión y, en noviembre de 2014, 43 jóvenes fueron asesinados en Ayotzinapa.

Ciertamente que la diferencia en la reacción no puede estar basada en la idea de que la vida de europeos blancos, de cultura cristiana, vale más que la vida de europeos de otros colores o de no europeos de culturas basadas en otras religiones o regiones. ¿Será entonces porque estos últimos están más lejos de los europeos y estos los conocen menos? ¿Acaso el mandato cristiano de amar al prójimo permite tales distinciones? ¿Será porque los grandes medios y los líderes políticos de Occidente trivializan el sufrimiento causado a esos otros, cuando no los demonizan al punto de hacernos pensar que ellos no merecen otra cosa?


El terror en París: raíces profundas y lejanas




El atentado terrorista perpetrado en las oficinas de Charlie Hebdo debe ser condenado sin atenuantes. Es un acto brutal, criminal, que no tiene justificación alguna. Es la expresión contemporánea de un fanatismo religioso que -desde tiempos inmemoriales y en casi todas las religiones conocidas- ha plagado a la humanidad con muertes y sufrimientos indecibles. La barbarie perpetrada en París concitó el repudio universal. Pero parafraseando a un enorme intelectual judío del siglo XVII, Baruch Spinoza, ante tragedias como esta no basta con llorar, es preciso comprender. ¿Cómo dar cuenta de lo sucedido? La respuesta no puede ser simple porque son múltiples los factores que se amalgamaron para producir tan infame masacre. Descartemos de antemano la hipótesis de que fue la obra de un comando de fanáticos que, en un inexplicable rapto de locura religiosa, decidió aplicar un escarmiento ejemplar a un semanario que se permitía criticar ciertas manifestaciones del Islam y también de otras confesiones religiosas. Que son fanáticos no cabe ninguna duda. Creyentes ultraortodoxos abundan en muchas partes, sobre todo en Estados Unidos e Israel. Pero, ¿cómo llegaron los de París al extremo de cometer un acto tan execrable y cobarde como el que estamos comentando? Se impone distinguir los elementos que actuaron como precipitantes o desencadenantes –por ejemplo, las caricaturas publicadas por el Charlie Hebdo, blasfemas para la fe del Islam- de las causas estructurales o de larga duración que se encuentran en la base de una conducta tan aberrante. En otras palabras, es preciso ir más allá del acontecimiento, por doloroso que sea, y bucear en sus determinantes más profundos. 
A partir de esta premisa metodológica hay un factor que merece especial consideración. Nuestra hipótesis es que lo sucedido es un lúgubre síntoma de lo que ha sido la política de Estados Unidos y sus aliados en Medio Oriente desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Es el resultado paradojal –pero previsible, para quienes están atentos al movimiento dialéctico de la historia- del apoyo que la Casa Blanca le brindó al radicalismo islámico desde el momento en que, producida la invasión soviética a Afganistán en Diciembre de 1979, la CIA determinó que la mejor manera de repelerla era combinar la guerra de guerrillas librada por los mujaidines con la estigmatización de la Unión Soviética por su ateísmo, convirtiéndola así en una sacrílega excrecencia que debía ser eliminada de la faz de la tierra. En términos concretos esto se tradujo en un apoyo militar, político y económico a los supuestos “combatientes por la libertad” y en la exaltación del fundamentalismo islamista del talibán que, entre otras cosas, veía la incorporación de las niñas a las escuelas afganas dispuesta por el gobierno prosoviético de Kabul como una intolerable apostasía. Al Qaeda y Osama bin Laden son hijos de esta política. En esos aciagos años de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II, la CIA era dirigida por William Casey, un católico ultramontano, caballero de la Orden de Malta cuyo celo religioso y su visceral anticomunismo le hicieron creer que, aparte de las armas, el fomento de la religiosidad popular en Afganistán sería lo que acabaría con el sacrílego “imperio del mal” que desde Moscú extendía sus tentáculos sobre el Asia Central. Y la política seguida por Washington fue esa: potenciar el fervor islamista, sin medir sus predecibles consecuencias a mediano plazo. 
Horrorizado por la monstruosidad del genio que se le escapó de la botella y produjo los confusos atentados del 11 de Septiembre (confusos porque las dudas acerca de la autoría del hecho son muchas más que las certidumbres) Washington proclamó una nueva doctrina de seguridad nacional: la “guerra infinita” o la “guerra contra el terrorismo”, que convirtió a las tres cuartas partes de la humanidad en una tenebrosa conspiración de terroristas (o cómplices de ellos) enloquecidos por su afán de destruir a Estados Unidos y el “modo americano de vida” y estimuló el surgimiento de una corriente mundial de la “islamofobia”. Tan vaga y laxa ha sido la definición oficial del terrorismo que en la práctica este y el Islam pasaron a ser sinónimos, y el sayo le cabe a quienquiera que sea un crítico del imperialismo norteamericano. Para calmar a la opinión pública, aterrorizada ante los atentados, los asesores de la Casa Blanca recurrieron al viejo método de buscar un chivo expiatorio, alguien a quien culpar, como a Lee Oswald, el inverosímil asesino de John F. Kennedy. George W. Bush lo encontró en la figura de un antiguo aliado, Saddam Hussein, que había sido encumbrado a la jefatura del estado en Irak para guerrear contra Irán luego del triunfo de la Revolución Islámica en 1979, privando a la Casa Blanca de uno de sus más valiosos peones regionales. Hussein, como Gadaffi años después, pensó que habiendo prestado sus servicios al imperio tendría las manos libres para actuar a voluntad en su entorno geográfico inmediato. Se equivocó al creer que Washington lo recompensaría tolerando la anexión de Kuwait a Irak, ignorando que tal cosa era inaceptable en función de los proyectos estadounidenses en la región. El castigo fue brutal: la primera Guerra del Golfo (Agosto 1990-Febrero 1991), un bloqueo de más de diez años que aniquiló a más de un millón de personas (la mayoría niños) y un país destrozado. Contando con la complicidad de la dirigencia política y la prensa “libre, objetiva e independiente” dentro y fuera de Estados Unidos la Casa Blanca montó una patraña ridícula e increíble por la cual se acusaba a Hussein de poseer armas de destrucción masiva y de haber forjado una alianza con su archienemigo, Osama bin Laden, para atacar a los Estados Unidos. Ni tenía esas armas, cosa que era archisabida; ni podía aliarse con un fanático sunita como el jefe de Al Qaeda, siendo él un ecléctico en cuestiones religiosas y jefe de un estado laico. 
Impertérrito ante estas realidades, en Marzo del 2003 George W. Bush dio inicio a la campaña militar para escarmentar a Hussein: invade el país, destruye sus fabulosos tesoros culturales y lo poco que quedaba en pie luego de años de bloqueo, depone a sus autoridades, monta un simulacro de juicio donde a Hussein lo sentencian a la pena capital y muere en la horca. Pero la ocupación norteamericana, que dura ocho años, no logra estabilizar económica y políticamente al país, acosada por la tenaz resistencia de los patriotas iraquíes. Cuando las tropas de Estados Unidos se retiran se comprueba su humillante derrota: el gobierno queda en manos de los chiítas, aliados del enemigo público número uno de Washington en la región, Irán, e irreconciliablemente enfrentados con la otra principal rama del Islam, los sunitas. A los efectos de disimular el fracaso de la guerra y debilitar a una Bagdad si no enemiga por lo menos inamistosa -y, de paso, controlar el avispero iraquí- la Casa Blanca no tuvo mejor idea que replicar la política seguida en Afganistán en los años ochentas: fomentar el fundamentalismo sunita y atizar la hoguera de los clivajes religiosos y las guerras sectarias dentro del turbulento mundo del Islam. Para ello contó con la activa colaboración de las reaccionarias monarquías del Golfo, y muy especialmente de la troglodita teocracia de Arabia Saudita, enemiga mortal de los chiítas y, por lo tanto, de Irán, Siria y de los gobernantes chiítas de Irak. 
Claro está que el objetivo global de la política estadounidense y, por extensión, de sus clientes europeos, no se limita tan sólo a Irak o Siria. Es de más largo aliento pues procura concretar el rediseño del mapa de Medio Oriente mediante la desmembración de los países artificialmente creados por las potencias triunfantes luego de las dos guerras mundiales. La balcanización de la región dejaría un archipiélago de sectas, milicias, tribus y clanes que, por su desunión y rivalidades mutuas no podrían ofrecer resistencia alguna al principal designio de “humanitario” Occidente: apoderarse de las riquezas petroleras de la región. El caso de Libia luego de la destrucción del régimen de Gadaffi lo prueba con elocuencia y anticipó la fragmentación territorial en curso en Siria e Irak, para nombrar los casos más importantes. Ese es el verdadero, casi único, objetivo: desmembrar a los países y quedarse con el petróleo de Medio Oriente. ¿Promoción de la democracia, los derechos humanos, la libertad, la tolerancia? Esos son cuentos de niños, o para consumo de los espíritus neocolonizados y de la prensa títere del imperio para disimular lo inconfesable: el saqueo petrolero. 
El resto es historia conocida: reclutados, armados y apoyados diplomática y financieramente por Estados Unidos y sus aliados, a poco andar los fundamentalistas sunitas exaltados como “combatientes por la libertad” y utilizados como fuerzas mercenarias para desestabilizar a Siria hicieron lo que en su tiempo Maquiavelo profetizó que harían todos los mercenarios: independizarse de sus mandantes, como antes lo hicieran Al Qaeda y bin Laden, y dar vida a un proyecto propio: el Estado Islámico. Llevados a Siria para montar desde afuera una infame “guerra civil” urdida desde Washington para producir el anhelado “cambio de régimen” en ese país, los fanáticos terminaron ocupando parte del territorio sirio, se apropiaron de un sector de Irak, pusieron en funcionamiento los campos petroleros de esa zona y en connivencia con las multinacionales del sector y los bancos occidentales se dedican a vender el petróleo robado a precio vil y convertirse en la guerrilla más adinerada del planeta, con ingresos estimados de 2.000 millones de dólares anuales para financiar sus crímenes en cualquier país del mundo. Para dar muestras de su fervor religioso las milicias jihadistas degüellan, decapitan y asesinan infieles a diestra y siniestra, no importa si musulmanes de otra secta, cristianos, judíos o agnósticos, árabes o no, todo en abierta profanación de los valores del Islam. Al haber avivado las llamas del sectarismo religioso era cuestión de tiempo que la violencia desatada por esa estúpida y criminal política de Occidente tocara las puertas de Europa o Estados Unidos. Ahora fue en París, pero ya antes Madrid y Londres habían cosechado de manos de los ardientes islamistas lo que sus propios gobernantes habían sembrado inescrupulosamente. 
De lo anterior se desprende con claridad cuál es la génesis oculta de la tragedia del Charlie Hebdo. Quienes fogonearon el radicalismo sectario mal podrían ahora sorprenderse y mucho menos proclamar su falta de responsabilidad por lo ocurrido, como si el asesinato de los periodistas parisinos no tuviera relación alguna con sus políticas. Sus pupilos de antaño responden con las armas y los argumentos que les fueron inescrupulosamente cedidos desde los años de Reagan hasta hoy. Más tarde, los horrores perpetrados durante la ocupación norteamericana en Irak los endurecieron e inflamaron su celo religioso. Otro tanto ocurrió con las diversas formas de “terrorismo de estado” que las democracias capitalistas practicaron, o condonaron, en el mundo árabe: las torturas, vejaciones y humillaciones cometidas en Abu Ghraib, Guantánamo y las cárceles secretas de la CIA; las matanzas consumadas en Libia y en Egipto; el indiscriminado asesinato que a diario cometen los drones estadounidenses en Pakistán y Afganistán, en donde sólo dos de cada cien víctimas alcanzadas por sus misiles son terroristas; el “ejemplarizador” linchamiento de Gadaffi (cuya noticia provocó la repugnante carcajada de Hillary Clinton); el interminable genocidio al que son periódicamente sometidos los palestinos por Israel, con la anuencia y la protección de Estados Unidos y los gobiernos europeos, crímenes, todos estos, de lesa humanidad que sin embargo no conmueven la supuesta conciencia democrática y humanista de Occidente. Repetimos: nada, absolutamente nada, justifica el crimen cometido contra el semanario parisino. Pero como recomendaba Spinoza hay que comprender las causas que hicieron que los jihadistas decidieran pagarle a Occidente con su misma sangrienta moneda. Nos provoca náuseas tener que narrar tanta inmoralidad e hipocresía de parte de los portavoces de gobiernos supuestamente democráticos que no son otra cosa que sórdidas plutocracias. Hubo quienes, en Estados Unidos y Europa, condenaron lo ocurrido con los colegas de Charlie Hebdo por ser, además, un atentado a la libertad de expresión. Efectivamente, una masacre como esa lo es, y en grado sumo. Pero carecen de autoridad moral quienes condenan lo ocurrido en París y nada dicen acerca de la absoluta falta de libertad de expresión en Arabia Saudita, en donde la prensa, la radio, la televisión, la Internet y cualquier medio de comunicación está sometido a una durísima censura. Hipocresía descarada también de quienes ahora se rasgan las vestiduras pero no hicieron absolutamente nada para detener el genocidio perpetrado por Israel hace pocos meses en Gaza. Claro, Israel es uno de los nuestros dirán entre sí y, además, dos mil palestinos, varios centenares de ellos niños, no valen lo mismo que la vida de doce franceses. La cara oculta de la hipocresía es el más desenfrenado racismo. 

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domingo, 11 de enero de 2015

Los árabes vistos por Occidente

09 julio 2013 Rashideh Yusef


Violentos, terroristas, extremistas religiosos…Acabando con los estereotipos.
occidente
MARTIN BUREAU/AFP/Getty Images

A finales del siglo XVIII un ambicioso Napoleón Bonaparte conquistaba Egipto en su ansia de aumentar los poderes de Francia, cortar la vía comercial a Gran Bretaña y aumentar su gloria y fama. Esta expedición fue la primera conquista imperialista moderna de la Historia, entre otros, porque Napoleón utilizó junto a la fuerza de su Ejército, a científicos e intelectuales en su expedición. Había ingenieros, médicos, químicos, biólogos, literatos y arquitectos cuya misión fue recabar información sobre la historia, escritura, arqueología y tesoros de Egipto. Además de llevar a este país los principios de la Europa moderna frente al despotismo religioso de los otomanos.
Las memorias del general  describen cómo Egipto representó una aventura romántica y exótica, un sueño oriental pese a su partida poco después a Francia y el fracaso que simbolizó la expedición en términos militares.
Desde entonces el mundo árabe y Occidente han estado marcados por un modelo binario: el oriental,  elotro exótico y violento, frente a la Europa avanzada. Edward Said, el fallecido intelectual palestino-americano,  en su libro Orientalimo publicado en 1978, analizaba la historia reciente del imperialismo, la economía, el arte, la ciencia política y la literatura que han servido para definir este modelo basado en la superioridad de Occidente frente a Oriente: el otro, el orientalse mantiene igual, no avanza en la Historia, quedándose en el mismo espacio y tiempo, por lo que no se desarrolla; mientras el resto del mundo evoluciona y aprende.
Esta visión del otro ha determinado nuestra mirada al mundo árabe y ha definido nuestra identidad. Joan Wallach, historiadora americana, analiza cómo durante el siglo XX, la lucha por la identidad francesa se define frente al otro, el argelino, y tiene profundas raíces en el colonialismo galo en este país y la visión orientalista hacía el mismo. Said afirmó que uno de los principales motivos que le llevaron a escribir Orientalismo fue su propia experiencia como árabe viviendo en Estados Unidos, al observar, por ejemplo, la forma en la que la representación artística de Oriente Medio realizada por los occidentales estaba marcada por esta visión exótica y manipulada que no tenía nada que ver con la realidad que él conocía.
Desde las hazañas imperialistas de los primeros orientalistas occidentales hasta hoy, se ha acusado de manera indiscriminada a las sociedades árabes de enemigas de la democracia y la libertad y de intentar suprimir los derechos de las mujeres.  Esta visión se ha visto agudizada tras la Guerra del Golfo (1990-1991) y los atentados de 2001, 2004 y 2005 en Nueva York, Madrid y Londres respectivamente, así como las sucesivas guerras y conflictos que dichos atentados han generado.
En una encuesta publicada en febrero de 1991 por el Arab American Institute durante la Guerra del Golfo, un 41% de los estadounidenses afirmaron que tenían una opinión negativa sobre los árabes frente un 43%  que afirmó que tenían una opinión positiva. Igualmente, se relacionaron los siguientes adjetivos con los árabes: creyentes (81%), terroristas (59%), violentos (58%) y fanáticos religiosos (56%). Esta misma institución publicó en 2012 un estudio de la visión de los estadounidenses sobre los árabes y musulmanes junto con otras minorías religiosas, entre las que se incluían judíos, cristianos o budistas. Los resultados fueron parecidos a los de la encuesta de 1991: un 41% de los americanos tenía una visión no favorable de los árabes y musulmanes frente a un 40% que sí la tenía.
Los medios de comunicación y el cine han contribuido a dar una visión simplificada de la realidad compleja de diferentes países, historias, culturas y pueblos,  donde los árabes aparecen como fanáticos y violentos. Esta contribución se ilustra en el documental Valentino Ghost (2012),  que demuestra cómo se ha creado una percepción de los árabes en el imaginario común distorsionada y simplificada, tachándolos de violentos y retrógrados, con películas de Hollywood como Aladino (1992, de John Musker y Ron Clements) o Indiana Jones: en busca del arca perdida (1981, de Steven Spielberg).
Esta visión generalizada del mundo árabe en los medios de comunicación, literatura y arte, más notoria desde los atentados terroristas de 2001, tiene consecuencias graves, entre otras, el racismo y la discriminación. Además, favorece el desconocimiento de la lucha de la mujer árabe por su emancipación. Suha Sabbah, académica y feminista arabo-americana, destaca cómo las mujeres árabes son complejas, diversas y multifacéticas, lejos de la visión unidimensional que desde Occidente se da. Sabah afirma que estereotipos contra las mujeres árabes como dóciles, sin opinión, veladas y recluidas, dando por hecho la superioridad de las mujeres occidentales frente a las árabes, acaba reproduciendo los viejos patrones imperialistas generando más desconocimiento y barreras sobre la realidad de los árabes .
Las sociedades en general son plurales y no responden a una sola dinámica ni percepción, como afirmaba Said, Occidente y el mundo árabe se han definido a lo largo de los últimos dos siglos de manera falsamente unificadora para describir sociedades diversas. Quizá esa sea la clave para el posible entendimiento entre ambas. En el siglo de la tecnología se están imponiendo cambios acelerados en nuestra forma de interaccionar. La globalización, la privatización y la tecnología también han fortalecido a nuevos actores mundiales que establecen agendas, crean leyes y evalúan resultados: los movimientos sociales son  un actor más de la esfera global que tanto en Occidente como en el mundo árabe están teniendo cada vez más importancia.
La primavera árabe, el llamamiento de sus sociedades al cambio pidiendo libertad, democracia, igualdad y solidaridad social, y los movimientos sociales en Occidente frente a la crisis, agudizada desde el 2008, puede que resquebrajen la imposición de un modelo binario y diferenciado Occidente-Oriente. Si observamos los movimientos de la sociedad civil que se han desarrollado en los últimos diez años a la sombra de la crisis económica, política y de identidad en el mundo árabe y Occidente, puede apreciarse que,  con diferencias de contexto y escenario, exigen aspiraciones universales: una mejor calidad vida, acceso a un sistema de salud y de educación de calidad, justicia social y, sobre todo, políticas para y por los ciudadanos. Además estos movimientos se retroalimentan unos a otros. Las primeras protestas en España generadas por el movimiento 15-M se inspiraron, al igual que sus homólogos europeos, en los levantamientos del mundo árabe y el éxito de su convocatoria social.
Las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, que permiten una nueva forma de informarse y relación directa entre la ciudadanía, quizá sirva para demostrar que las sociedades no responden a un único modelo unificador y que en el contexto del siglo de la tecnología todos ciudadanos tanto en Occidente como en el mundo árabe aspiran a valores universales: un sistema político democrático, justicia social y un mejor futuro para sus hijos.
http://www.esglobal.org/

viernes, 9 de enero de 2015

Franceses en el éxito y argelinos en el fracaso



Franceses en el éxito y argelinos en el fracaso
Fuente: AIN
AIN.- La prensa francesa continua utilizando el doble discurso, durante las últimas 48 horas, la mayoría de los medios del país galo insistieron sobre el origen argelino de los supuestos autores del ataque contra el semanario Charlie Hebdo, algo que nunca hacen en el caso de celebridades del mundo del futbol, o investigadores, artistas y hasta ministros de la misma origen.

La sociedad francesa en general y los medios de comunicación en particular asumen la ciudadanía de sus compatriotas solamente en el caso del éxito, nunca mencionaron el origen argelino de la ex estrella del Real Madrid y de la selección francesa, Zineddine Zidane, o del actual jugador del club español, Karim Benzema, tampoco del futbolista del Manchester City ingles, Samir Nasri.

Miles de científicos franceses de origen argelino, decenas de artistas y políticos que ocuparon altos puestos en los sucesivos gobiernos del país europeo, fueron siempre considerados como ciudadanos franceses y nada más.

Desde la difusión de los nombres y imágenes de los supuestos autores del acto criminal contra el semanario satírico, Charlie Hebdo, los periódicos y noticieros galos no dejaron de mencionar e insistir sobre el origen argelino de los hermanos Kouachi.

Justamente los hermanos Kouachi son ciudadanos franceses, que no tienen la ciudadanía argelina, ni conocen ni viajaron al país norte africano, pasaron por las escuelas francesas, crecieron y se educaron en el país europeo, pero para la prensa francesa son argelinos.

Yamina Benguigui, fue ministra delegada a los Franceses en el Extranjero y de la Francofonia, Kader Arif, ministro delegado por los ex combatientes, Zair Kedadouche, ex embajador de Francia en Andorra, Alain Mimoun, campeón del mundo de la Maratón de los juegos olímpicos de Melbourne, en 1956, Dr Kamel Sanhadji. Profesor universitario e investigador en el campo del SIDA, condecorado por el ex presidente francés, Jacques Chirac, con el orden de merito nacional, se puede continuar citando a miles y miles de celebridades franceses de origen argelino, en todos los campos, pero estas personalidades son solo francesas para la sociedad y para los medios, en contra partida los hermanos Kouachi, son franceses de origen argelino.

Ciudadanos nacidos en Francia de padres argelinos y sin nacionalidad argelina son millones, entre ellos la gran mayoría contribuye a la construcción del país europeo y centenares de miles muy exitosos en varios campos de la ciencia, cultura o política siguen contribuyendo al éxito del ex país colonizador y son nombrados a través de los medios como franceses y ciudadanos de primera, como si existiera ciudadanos franceses de segunda.

Francia con una larga historia de colonización, 132 años en Argelia con una historia de barbaridades y crímenes nunca superados, no quiso asumir esta historia como no asume hoy los actos de sus ciudadanos de “segunda” como se piensa en el país galo.

Los hermanos Kouachi, presuntos autores de la masacre del semanario que todo musulmán debe condenar porque es contraria a los preceptos humanitarios, coránicos y de la tradición profética, son ciudadanos franceses y nada más.
http://www.ain.com.ar/