Reportaje a fondo.
La lógica del conflicto en Oriente Medio plantea divisiones que en muchos casos son artificales e impuestas desde afuera, dice el historiador y académico israelí Efraim Davidi.
Gerardo Dell' Oro
Fabian Bosoer
Efraim Davidi, 60 años, es un investigador israelí nacido en Buenos Aires, docente en las universidades de Tel-Aviv y Ben-Gurion del Negev. Autor de varios libros en hebreo, entre ellos “Che Guevara, la historia de un revo- lucionario”(verdadero best-seller con siete ediciones). Debido a su conocida militancia comunista y su origen argentino, muchas veces sus alumnos le dicen “yo leí su autobiografia sobre el Che”, lo cual lo obliga a explicar que existe una gran diferencia entre “biografia” y “autobiografia”. Davidi fue periodista y jefe de redacción del matutino “Davar”, que ante la amenaza de sus dueños (la Histadrut, Confederacion de Trabajadores) de privatizarlo, encabezó una experiencia de autogestión entre 1994 y 1996. “Nos fuimos a pique, por falta de fondo y de créditos”, confiesa. Davidi dictó recientemente clases en Buenos Aires invitado por la Maestría de Diversidad Cultural de la UNTREF.
¿Qué riesgo existe de que el conflicto palestino-israelí vuelva a generar nuevas escaladas de violencia?
Es una olla a presión que siempre puede estallar por algún lado. El gobierno israelí dejó de utilizar la idea de “terminar el conflicto”, ahora se habla de “manejar el conflicto”, concepción que significa que no hay resolución; hay que tenerlo “a fuego lento”. El problema es que los conflictos de este tipo no se pueden controlar. No importa aquí quién tiró el primer disparo, de una u otra forma vuelve a aparecer,a reventar. Y la sociedad israelí ya creó su dinámica frente a esta manera de gestionar el conflicto.
¿Cómo es esa respuesta?
Primero hay un lógico apoyo, la sociedad israelí es pluralista y contiene en su interior una minoría árabe palestina del 20%, ciudadanos que por supuesto no está de acuerdo. El resto, mayoritariamente, tiene un reflejo nacionalista, chauvinista: “si nos atacan vamos a a golpear”. Luego viene el segundo momento: “tiramos pero lloramos”. Se bombardea sobre civiles -Líbano, Gaza- y hay una crítica a la fuerza desmedida. Luego viene una tercera etapa en que se dice “no se han cumplido los objetivos”. Y la cuarta etapa, con la gente que dice, “esto es una locura”, la protesta por las secuelas de cada una de estas ofensivas.
En esa dinámica de un Estado enfrentando a organizaciones armadas enemigas, pareciera que a medida que la asimetría es mayor, sin embargo el peligro no decrece sino que aumenta, ¿cómo se explica?
No se puede justificar actos terroristas contra la población civil, no importa de qué lado vengan. Tampoco se puede pedir a un pueblo que está bajo una ocupación que actúe de manera “gandhiana”. La dinámica de estas guerras es que convierten a las poblaciones civiles en los blancos principales; no son soldados contra soldados o contra combatientes, sino que cada uno trata de influenciar a la otra parte golpeando en su flanco más expuesto, que es el de la población civil. Cuando Hamás tiraba sus cohetes lo hacía contra kibutzim, periferias donde vive la población más humilde. También Israel desarrolla nuevos métodos para tratar de contrarrestar esta ofensiva. Pero está claro que este conflicto no tendrá nunca una resolución militar.
La idea de dos estados para dos pueblos, ¿es todavía viable?
Todo el mundo sabe que la única salida es la creación de un estado palestino con Jerusalem oriental como capital de ese estado, desmantelamiento de las colonias en los territorios ocupados. El gobierno israelí también lo sabe. Su política es tratar de retrasar esta salida cuanto más se pueda. Pero cuanto más se retrase más sangre seguirá corriendo y mayor desgaste se operará en las dos sociedades.
¿La primavera árabe fue una ilusión perdida?
No. Es un proceso que no concluyó. y que tiene distintas expresiones nacionales. Se introdujo un desmadre que tiró abajo regímenes de opresión sin reemplazarlos con nada superador. Por ahora.
¿Ve relación entre el conflicto israelí-palestino, el fundamentalismo islámico y los rebrotes antisemitas?
Hay visiones demonizadoras cruzadas: la que dice que “todo árabe es musulmán, todo musulmán es terrorista”. Del otro lado se dice, “todo judío es sionista, todo sionista apoya las políticas del estado israelí y es culpable de la situación del pueblo palestino”. Es una amalgama explosiva muy preocupante, que confunde las raíces del conflicto y fomenta el odio. Hay judíos y árabes a uno y otro lado de las líneas que separan en este conflicto. El antisemitismo y la islamofobia juntan a los fundamentalismos. El debate político y el conocimiento de las realidades nos permite entender que, aun en momentos como los que estamos viviendo, se puede ser israelí y palestino, judío y árabe, y estar del mismo lado. La idea de dos estados para dos pueblos, era también una opción minoritaria hace unas décadas. Lo judío y lo árabe no se oponen, se transforman mutuamente. En Israel hay partidos, grupos, organizaciones que forman judíos y árabes y luchan juntos. Es una opción minoritaria. Alguna vez será mayoritaria.
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