Por Hamurabi Noufouri
La intrascendencia dada al asesinato de tres estudiantes
estadounidenses musulmanes por un fundamentalista que no lo era; la
detención e interrogatorio en una comisaría del sur de Francia de un
niño de 8 años por negarse a mantener el minuto de silencio con que su
colegio homenajeaba a las víctimas de los recientes atentados; que nadie
se pregunte porqué para la sensibilidad colectiva no asocia el islam a
la conducta heroica del empleado musulmán del super kosher ni a los
muertos musulmanes en Charlie Hebdo, y sí con la de sus victimarios; o
que casi no se mencionara que los cuatro judíos asesinados en el
supermercado eran tambien árabes norafricanos; y luego de los atentados
en Copenhague que la policía danesa informara que buscaba a un hombre de
“apariencia árabe”; todo ello induce a pensar que más que un problema
con “el islam” y “lo árabe”, lo que ocurre es que se tiene una imagen de
estos que es un problema.
Se trata de un problema que viene
siendo aprovechando para propagar el pánico y aversión hacia todo lo que
se califique con tales palabras. Toda una estrategia de destrucción del
tejido social y cultural euroamericano para conseguir adeptos a los
fanatismos.
Cabría preguntarse si esto seria posible si no se
viniera empleando esa imagen, quizás más que a ninguna otra, para
definir “aquello que nosotros no somos” desde mucho antes que el 11S.
Si
para muestra vale un botón, y recordando que el gusto estético por lo
“morisco” o “islámico” hacía furor en la Europa y America del siglo XIX y
principios del XX, un reciente estudio de la biblioteca de Hitler ha
revelado que éste subrayó el siguiente párrafo del libro “Ensayos
Alemanes” del reputado orientalista y especialista en religiones Paul de
Lagarde (1827-1891): “A pesar de su deseo de que se les ponga en
igualdad de condiciones con los alemanes, los judíos insisten
constantemente en su condición extraña a la nuestra, y ello de la manera
más obvia, a través del estilo de sus sinagogas. ¿Qué se supone que
significa esto? Por una parte reclaman para ellos el honroso nombre de
‘alemán’, mientras, por otro, formulan lo más sagrado que uno tiene en
un estilo «moro», para que no se olvide que uno es semita, asiático,
extranjero” (T.W. Ryback, Hitler’s Private Library. The book that Shaped
His Life, Londres, Vintage, 2010, p.140, cit. Yvonne Sherratt, Los
filósofos de Hitler, Cátedra, 2014, p.43)
Si la solución a los
problemas depende de los términos en que estos se formulen, entonces
cabe esperar que la falta de modificación de esta matriz de pensamiento
nos condene a contestar como aquel beduino a su compañero de ruta, quien
para demostrarle que el bulto que veían en la cumbre de del risco era
una cabra y no un ave, arrojó una piedra contra la ladera cuyo golpe
hizo que el ave volara, a pesar de lo cual en el acto le espetó: “¡Cabra
aunque vuele!".
Hamurabi Noufouri es Director del Instituto y la Maestría en Diversidad Cultural de la UNTREF.
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