Juan Ignacio Castien Maestro, profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, aceptó contestar a nuestras preguntas acerca de sus trabajos sobre el clientelismo y las sociedades árabes.
Entrevista realizada por Thomas Loupias.
1° Siria, Jordania, Líbano, Túnez, Egipto, Libia, Argelia, Marruecos: todos estos casos quedan como situaciones distintas y presentan diferentes grados de clientelismo político. ¿De qué maneras se han estructurado las redes clientelares en cada uno de estos países? ¿En qué escalas de la sociedad? ¿Por dónde los encontramos? ¿Quienes son los intermediarios (oficiales y extraoficiales) entre el poder y la sociedad?
Juan Ignacio Castien Maestro : Es muy difícil generalizar y realmente habría que realizar más estudios sobre el terreno. Sin embargo, hay claras diferencias. En países como Líbano y Siria el clientelismo se entrelazaría sobre todo con las diferencias confesionales. En Libia y Jordania ocurriría lo mismo con las diferencias tribales. De este modo, se puede hablar en estos casos de un clientelismoconfesional o tribalmente acotado. Es un clientelismo que se desarrolla fundamentalmente entre personas que poseen una identidad colectiva común contrapuesta a otros de sus conciudadanos. De todas formas, se podría decir que la relación entre el clientelismo y estas identidades y solidaridades colectivas es dialéctica. Ciertamente, se refuerzan entre sí, pero al mismo tiempo se contradicen. El clientelismo supone la existencia de jerarquías y, por lo tanto, de desigualdades, lo que puede debilitar estas identidades compartidas. Además las redes clientelistas pueden ir integrando también a gentes con otras identidades o enfrentando a gentes que las compartan, con lo cual la situación se hace compleja. De ahí que la dinámica política y social tampoco se pueda explicar ni mucho menos únicamente sobre la base de estas identidades genéricas. Hay que afinar más. Países como Argelia, Marruecos, Egipto y Túnez son relativamente más homogéneos en este aspecto. En su caso nos encontramos con que este clientelismo es, en cierto modo, más inclusivo, aunque, evidentemente, las diferencias etno-regionales también pesan y mucho. Pero parece que ha existido una mayor capacidad para articular estas distintas redes entre sí. En el caso de Marruecos, sobre todo, se observa una clara capacidad para articular las distintas redes clientelistas en un todo, pasando por encima de divisiones doctrinales y regionales, convirtiendo al Monarca en un árbitro entre las diferentes facciones enfrentadas. Aquí reside, sin duda, uno de los secretos de la estabilidad del régimen.
Por lo demás, estas redes tienen un claro carácter “interclasista”. Atraviesan de arriba abajo la pirámide social, ligando entre sí a gentes de distintos estratos sociales. De ahí también su ubicuidad. Muchas veces nos encontramos con que, si se sigue ahondado en la realidad, las pequeñas corruptelas que se observan a nivel cotidiano entre la gente corriente no son sino el último eslabón de esas otras que se dan en los niveles sociales más altos. A través de estas redes se establecen entonces una serie de conexiones extraoficiales entre los poderosos y las gentes de a pie.
2° ¿Cuales son las manifestaciones concretas de la gestión social por medio del clientelismo? ¿Qué formas toman? ¿Cuáles son los actores principales del clientelismo
El clientelismo abarca una gran parte de lo que se suele conocer como corrupción. Sus manifestaciones son diversas. Se manifiestan en la necesidad de recurrir a los “contactos” para encontrar empleo, para poder abrir negocios o, simplemente, para que las autoridades no te molesten. Evidentemente, este clientelismo involucra sobre todo a las oligarquías que dominan los sectores público y privado. Pero una parte importante de la población se encuentra también involucrada en estas redes, le guste o no. Podría decirse que no sólo son víctimas del sistema, sino también sus cómplices, aunque sea a la fuerza. Es una cuestión de supervivencia. Hay que tener en cuenta que se produce un fuerte movimiento de cooptación. Aquellos que destacan en el terreno económico o intelectual, entre otros, se convierten en un personal al que se va a intentar reclutar e integrar en el sistema. En este aspecto, se trata de un sistema con una gran capacidad para fagocitar a cualquier posible rival, a cualquier posible núcleo de un poder social autónomo. Este movimiento se produce constantemente y en la medida en que se produce hay una cierta renovación de las altas esferas y el sistema escapa al riesgo de volverse demasiado cerrado.
3º ¿Las sociedades consideran el clientelismo como una característica natural e intrínseca?
Realmente, clientelismo hay en todas partes. Siendo realistas, una cierta dosis de relaciones informales, de relación de intercambio informal y desigualitario, que es lo que es el clientelismo, es algo inevitable y, hasta cierto punto, necesario, ya que le brinda una cierta flexibilidad a la vida social. En este sentido, es lógico que exista una cierta tolerancia hacia el clientelismo en cualquier lugar del mundo. En lo que se refiere en concreto a estas sociedades, la tolerancia hacia el clientelismo ha sido históricamente elevada. La nación y el Estado eran vistos muchas veces como algo lejano y ajeno, y la gente tendía a estructurar sus relaciones sociales de un modo clientelista. Desde este punto de vista el clientelismo ha funcionado como un primer mecanismo de integración social. Pero lo que parece es que la tolerancia se ha ido haciendo bastante menor con el paso del tiempo. Las sociedades se modernizan. Hay un ideal más igualitario y democrático que choca con este clientelismo. Lo mismo ocurre con la asunción de criterios meritocráticos que tampoco son compatibles con un clientelismo desaforado.
4º El clientelismo se manifesta bajo varias formas. ¿Podría usted bosquejar una clasificación de esos clientelismos según una tipología?
Creo que puede distinguirse, por una parte, entre un clientelismo más incluyente y otro más excluyente, en función de la capacidad, o la voluntad, de integrar a los distintos sectores sociales dentro de las redes de reparto de prebendas. El clientelismo más excluyente es el que se va a darse cuando se produce ese acotamiento al que me he referido antes de carácter confesional, tribal, étnico o ideológico, como, por ejemplo, en este último caso cuando se excluye a los que profesan una determinada ideología política. Lo que ha venido caracterizando progresivamente a una gran parte de los regímenes árabes en las últimas décadas ha sido una creciente desideologización, o, dicho de otro modo, la evolución hacia lo que podemos denominar un autoritarismo pragmático, poco ideológico. De lo que se trata es de que el régimen ha ido relajando sus compromisos ideológicos, su compromiso expreso con algún proyecto ideológico en concreto para limitarse a una mera gestión del poder, pudiendo integrar con ello a sectores ideológicamente dispares, pero unidos por el afán de disfrutar de su parte del pastel. Y ello le ha brindado una fuerte capacidad inclusiva.
Aparte de ello, podría distinguirse entre aquellas sociedades en las cuales este clientelismo es omnipresente y aquellas otras en las cuales convive de manera conflictiva con formas de organización más moderna. Es lo que ocurre cuando existen ya administraciones burocráticas bien establecidas, que funcionan con criterios más basados en la eficiencia. En estos casos, parece más fácil que el clientelismo sea percibido, no como “algo” natural, sino como una especie de cáncer del cual habría que librarse. Seguramente no es casualidad que las revoluciones se hayan dado con tanta facilidad precisamente en países más modernos en este aspecto como Túnez y Egipto. Éstas serían, pues, sociedades más híbridas.
5º Las revoluciones dicen que luchan en contra de la corrupción en general, pero no mencionan específicamente el clientelismo. ¿Le parece que, a largo plazo, el advenimiento de sistemas políticos establecidos en una pluralidad de actores y en una institucionalización más fuerte cambiará algo en cuanto al clientelismo?
El clientelismo es un término más “culto”. Aún así a menudo se denuncia al zabunya, que es el clientelismo en árabe. El discurso de crítica contra la corrupción está muy extendido, sólo que a menudo esta corrupción, al-fassad, no se entiende solamente como corrupción económica, sino en un sentido más amplio, que abarca también el plano de la sexualidad. Ello, evidentemente, beneficia a los islamistas.
En principio, si se produce una mayor democratización y un mayor desarrollo del Estado de Derecho, el clientelismo quedaría debilitado. Cuando se disfrutan de ciertas garantías legales, frente a los abusos del poder, no es tan necesario buscarse patrones que le protejan a uno. Lo mismo ocurriría, grosso modo, con una mejora de las condiciones de vida de la población. Todo esto puede aminorar las manifestaciones más extremas de clientelismo, pero lo más probable es que las más complejas y las menos visibles perduren por mucho más tiempo. A largo plazo, la contención del clientelismo implicaría también el fortalecimiento de unas identidades nacionales y regionales capaces de trascender las divisiones étnicas, confesionales e incluso tribales que son tan importantes en tantos lugares de esta región. En la medida en que existan estas identidades más incluyentes, será también más fácil que la gente no tenga que refugiarse en identidades más reducidas, capturadas a menudo por ciertos caciques, ni que tampoco requiera del poder de arbitraje de sus gobernantes. En mi opinión, una identidad de este tipo tendría que basarse, inevitablemente, en los componentes árabe e islámico, entendido éste en un sentido más cultural que religioso, pero interpretándolos de una manera abierta y flexible, diferente de los modos en que se ha tendido a hacerlo tradicionalmente y superando, por supuesto, los errores del arabismo de hace unas décadas.
6º ¿Qué opina usted sobre el potencial de transformación de estas relaciones clientelistas que permiten esperar los cambios políticos radicales ocurridos en las sociedades árabes desde el 2011?
Existe el riesgo cierto de que este clientelismo en gran escala perviva, a pesar de los cambios políticos. Evidentemente, las redes clientelistas subsisten todavía con independencia de que puedan ser mal vistas por muchos. De igual manera, si no hay reformas más profundas, las viejas oligarquías económicas van a perdurar y van a poder mantener su control sobre el Estado. Por ello, aunque una democratización política atenúe este clientelismo, si no hay un profundo cambio económico y social, si no se reducen drásticamente las desigualdades sociales, que son enormes, las bases objetivas del clientelismo van a subsistir. En consecuencia, podría decirse que sería preciso que el cambio político no se quede en lo meramente político, sino que se extienda también hasta la puesta en marcha de un modelo económico mucho más inclusivo. Pero eso, por supuesto, requeriría mucho más tiempo y, sobre todo, la existencia de fuerzas organizadas capaces de llevarlo a cabo.
7° ¿Existe una voluntad sincera por parte de las sociedades civiles o de algunos actores políticos para acabar con las prácticas clientelistas y con la personalización excesiva de los vínculos de poder, con vistas a dirigirse hacia una institucionalización más fuerte?
Evidentemente hay actores políticos y sectores sociales amplios que apuestan por la democratización. Resulta especialmente esperanzador el hecho de que esta asunción de la necesidad de democratizar la sociedad y combatir las corruptelas hegemoniza actualmente una gran parte del discurso social y fuerza a muchos a plegarse a ella, aunque quizá a regañadientes, como puede estar ocurriendo con una parte de los islamistas. El viejo caudillismo parece que ya no entusiasma tanto. De hecho, una de las cosas más llamativas, tanto para bien como para mal, de estas revoluciones ha sido la relativa ausencia de líderes carismáticos. Del mismo modo, parece ampliamente asumida la necesidad de construir unas instituciones democráticas sólidas. Pero con esta voluntad sola no basta, es necesario afianzar la base social de las mismas, a través de las políticas a las que me he acabo de referir.
8º ¿Se podría dar que un sistema democrático basado en instituciones fuertes
conviva o cohabite con las redes clientelares? ¿Esas redes podrían jugar a
favor de una democracia?
Lo más lógico es pensar que una convivencia entre unas instituciones formalmente democráticas y unas redes clientelistas muy fuertes se plasmasen en eso que Eduardo Galeano llamaba una “democradura”, una pseudo-democracia, muy de fachada, como las que han sido- y son -tan comunes en Latinoamérica. Y éste parece un resultado altamente factible, sino se profundiza en la vía de la reforma social y cultural. Por otra parte, tampoco hay que demonizar todo tipo de clientelismo. Hasta cierto punto, el clientelismo crea vínculos sociales, aunque éstos tengan un cierto carácter perverso. En este sentido, se puede decir, incluso, que contribuye a la estructuración de la sociedad civil, aunque de una forma muy ambivalente, y, por lo tanto, también pueden contribuir, de un modo igualmente contradictorio, al fortalecimiento de la democracia.
fuente http://desorient.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario