lunes, 18 de abril de 2016

Occidente-Oriente: análisis crítico de la teoría poscolonial


Harkis, los "colabos" de la Francia colonial durante la guerra de Argelia
Harkis, los "colabos" de la Francia colonial durante la guerra de Argelia
“La obra Orientalismo de E. Said, trató de demostrar, tanto el modo en que Europa inventó la ficción de Oriente y los orientales, como la forma en que esta representación fue utilizada como instrumento para el ejercicio de control y de dominación que supuso el colonialismo. Una definición amplia y global del orientalismo ofrece flancos para el debate. El libro no se caracteriza por ser una polémica antioccidental, pero tampoco es proislámico”.
Dra. Susana Murphy
IHAO-FFyL-UBA-UNLu

Occidente y Oriente constituyen culturas, formas de pensar, prácticas políticas que difieren entre sí, la división ontológica y epistemológica en dos mundos, nos permite observar que al interior de cada uno existen problemas complejos y diversos. Las imágenes construidas en torno a ambas esferas tienen un punto central que es la interrelación entre la realidad y la ficción. Sus prácticas políticas, económicas y culturales develan un entramado de intervalos que enhebran las diferencias. El imperialismo y colonialismo del siglo XIX no implicó un proceso homogéneo, las formas de dominación impuestas continúan manifestándose en la actualidad en la era del poscolonialismo.
La era del imperio que define al siglo XIX tuvo como protagonistas destacados a Francia e Inglaterra y, en menor medida, a Alemania, Portugal, Rusia. El dominio imperial y colonial tiene como fundamento -el estado nación-, el capitalismo y la idea de progreso y a ello se anexa otro importante campo de la actividad humana, la cultura. El enfoque culturalista enmascara la alteridad, privilegia un lenguaje segregacionista y se niegan los derechos del “otro” y el respeto por las diferencias, en beneficio del juego de la represión y exclusión, para así consolidar “los circuitos reservados del saber” que operan en el interior de la institución estatal dominante.
En la época existía un profundo desconocimiento de las tradiciones historiográficas orientales, promovido por la dominación colonial europea;  y la idea de progreso condujo en parte a la negación de la historia de estos pueblos o a una nueva representación histórica bajo las pautas de la mirada occidental que se funda en los antecedentes de raza, racialidad y racismo que atraviesan el pensamiento del siglo XIX  y  se manifiestan en todos los ámbitos de la cultura y la  política  es así que en  el nombre del progreso y la cultura se cometieron usurpaciones, saqueos, robos, apropiaciones, sustentado todo ello por la marcación de la diferencia, es decir la dicotomía racial y la inferioridad.
Este movimiento de expansión colonial, cultural y racial propició grandes rivalidades entre las potencias francesa e inglesa entre 1870 y 1914 en todos los ámbitos. D. K. Fieldhouse, sostuvo en su obra The Colonial Empires: A Comparative Survey from the Eighteenth Century que: “la base de la autoridad imperial, residía en la actitud mental del colonizado. Su aceptación de la subordinación –ya a través del sentimiento positivo del interés común con el estado padre, ya a través de su imposibilidad de concebir otra alternativa- hizo que el imperio durara”. Fue fundamental la idea de que el imperium debía ser aceptado por la población nativa dada su inferioridad, atraso y posición desventajosa. 1926 el misionero británico Edward Thompson, en su libro The Other Side of the Medal, expuso críticamente la política colonial británica implementada en India y la consecuente negación de su historia, o bien la tergiversación  de los hechos acaecidos.
Asimismo, la política francesa de la II República construyó un imperio colonial sobre la base de un debate entre los partidarios de la “asimilación” y de la “asociación”. Se aplicó la receta de “muchas obligaciones, poca autonomía y una pizca de asimilación”.
El mantenimiento de la autoridad y el inmovilismo fue la principal preocupación de la metrópoli, los representantes de la población autóctona eran minoría dado que su cultura, costumbres y tradiciones eran diferentes, en la realidad se forjó una imagen caricaturesca de la asociación y se impuso la enseñanza en francés, con respecto a los musulmanes la política francesa dudó durante mucho tiempo entre segregarlos o fusionarlos a lo que sumaron la incorporación de ideas francesas, la escuela era el mejor elemento de asimilación.
Seleccionamos la especial importancia que tuvo Argelia en la que coexistían la población autóctona y los franceses, diferenciados por sus orígenes étnicos, su lengua, religión y costumbres. Para el acceso a la ciudadanía francesa de los musulmanes debía someterse a las leyes civiles y política de Francia lo que implica renunciar a sus creencias y costumbres, que renegara de su religión. Esto generó agrupaciones y movimientos con el deseo que se restituya a los habitantes de las colonias su dignidad, que finalicen las vejaciones de todo tipo y los impuestos arbitrarios, estos pedidos fueron neutralizados por el aparato militar hasta que finalmente llegó la hora de la descolonización.
Proponemos cuestionar la construcción asimétrica que vista desde lejos, reúne las cesuras originadas en sistemas políticos y culturas que se proclaman opuestas. De las películas a la literatura de ficción y desde el campo de la política exterior y otras polémicas, el Islam se instituye en un linde, lo propio se asoma a la extranjería. El concepto de linde tiene la ventaja de llamar la atención sobre la dimensión del conflicto y de las relaciones de fuerza, ese tercer espacio también tiene sus propios lindes. Las narraciones de lo extremo son evocadas como un “problema”, un obstáculo que se interpone entre la civilización occidental y su destino: la globalización.
A partir de la década del sesenta, surge en Occidente una serie de discursos sobre la memoria como consecuencia de la descolonización y de movimientos sociales que buscaban historiografías alternativas. La tradición de los “otros” vino acompañada de una reedificación del pasado. Así, la globalización de la memoria opera en dos sentidos, es la prueba del fracaso de la civilización occidental para ejercitar la amnesia y para reflexionar sobre la incapacidad de vivir en paz con las diferencias y con los otros, consecuencia de la relación entre modernidad ilustrada, opresión racial y violencia organizada.
La crítica del colonialismo, conocida como teoría y práctica poscolonial tiene antecedentes que no son precisamente los de la década del 1970, etapa que para algunos estudiosos se habría iniciado con la publicación del libroOrientalismo de Edward Said, posteriormente las reflexiones de Homi Bhabha sobre la diferencia y los estudios culturales y a ello se suma G. Ch.Spivak con sus interpretaciones acerca de la crítica poscolonial. Todos ellos provienen de sociedades que fueron colonizadas, aunque se formaron en las principales universidades de Occidente, lo que ha causado una adscripción fundamentalmente al posestructuralismo francés, concretamente al pensamiento de J. Lacan, M. Foucault y J. Derrida. Esa afiliación dista de ser homogénea y simétrica, en sus lecturas nos encontramos con diferentes influencias, Said, más inclinado hacia Foucault, Bhabha, más influido por Lacan y Spivak, intenta articular Gramsci y Foucault.
Con respecto a E. Said, intelectual y activista palestino que residió en Estados Unidos, es conveniente señalar que existen estudios precedentes sobre el tema aunque en su obra no los haya citado como Tibawi, Alatas, Abdel Malek y otros como Panikkar y Ramila Tappar. Debemos señalar que en 1985 en el prefacio de una nueva reedición, Said, reconoce su deuda con distintos autores como J. P. Sartre sobre la cuestión colonial, la poesía, narrativa y cine de Pier Paolo Pasolini, comprometido con el cruce de culturas y a los autores poscoloniales ya citados  debemos agregar, Frantz Fanon, Aimé Cesaire, L. Senghor, influenciado por la corriente panafricanista a pesar de su formación francesa, afirmó la singularidad de la civilización africana en comparación con los franceses y los blancos en general.
Si bien se mencionan los autores del siglo XX, no podemos dejar de citar a Ibn-Khaldún que para el siglo XIII ya había señalado en su obra una suerte de historia colonial de un mundo más restringido. Ibn-Khaldún en su obraIntroducción a la Historia. Al Muqaddimah, trazó con rigor el panorama de la sociedad humana y sus problemas. Señala para esa época que un pueblo sometido y vencido tiende a desaparecer cuando se lo despoja de su libertad, se convierte en siervo del vencedor, instrumento suyo y dependiente de sus disposiciones, bajo el yugo del sometimiento desaparece la esperanza y el espíritu de solidaridad por la dominación extraña, el progreso decrece, las actividades lucrativas cesan, el pueblo quebrantado por la opresión y carente de fuerza, se torna en una presa de todo conquistador.
Es de destacar que gran parte de las interpretaciones de su obra se utilizan para justificar la supuesta inferioridad de los árabes. Las obras de los eruditos musulmanes se distorsionan para demostrar que los árabes y, “el espacio -que- está entre”, en el que se desarrollan las relaciones de las diferencias, es decir, los musulmanes no son capaces de adaptarse al mundo moderno.
Estas reflexiones de siglos pasados permanecen en la actualidad y se manifiestan de formas distintas pero con total crudeza. El mundo blanco o mejor dicho el racismo, excluye a los autóctonos, a veces erradicados y suplantaba de manera avasallante a los sobrevivientes de esos pueblos, cuya historia no se había inscrito en simbiosis con la civilización occidental, considerada única referencia válida. Era y es impensable respetarlos.
Asimismo, en una etapa histórica posterior y desde otro ámbito disciplinario, Aby Warburg, sostuvo que existía una iconología de los intervalos, una exploración del espacio que está entre dos, espacio por donde pasan y se constituyen las relaciones entre diferencias en un conflicto latente entre “barbarie” y “cultura” en términos de W.Benjamin.
Warburg, intentaba comprender la política del presente mediante una iconología del tiempo, un abordaje de la historia política y cultural a través de imágenes y síntomas. Para estudiar la historia de los pueblos realizaba un montaje de gestualidades y sus modos de exposición, los pueblos son sobrevivientes en dos sentidos diferentes pero complementarios, su sobrevida, su plasticidad y capacidad para resistir a las destrucciones, y sus supervivencias constituyen la fuerza intrínseca material y corporal de su memoria.
Es así que en distintas etapas espacio temporales del proceso histórico, se visibilizan problemas que se articulan con la realidad actual. Ello nos permite señalar, por ejemplo, que la noción in-between de Homi Bhabha, replantea un antiguo problema que remite a ese entre-dos, es decir a un espacio indeterminado vacío, una tierra de nadie, donde las identidades están en suspenso o en vías de redefinición.
Estos estudios clásicos y actuales nos remiten a reflexionar sobre la historia trágica de la parcelación de la humanidad y a través de la crítica poscolonial estudiar las múltiples formas de dominación y subordinación. La teoría poscolonial nos permite reintroducirnos en la dimensión histórica, filosófica y estética del problema aunque consideramos que es imprescindible analizar otras variables para una mejor comprensión de lo expuesto.
El debate sobre el posmodernismo se dio a mediados de la década de 1980, las discusiones se centraban en las cuestiones del espacio y se relegaba el tema de la temporalidad a un momento cultural anterior, es así que algunos autores comenzaron a interesarse en las cuestiones del tiempo y la memoria y la capacidad de seguir cautivando a nuestro presente.
En el ámbito político, las cuestiones de la memoria y el olvido, la memoria y la represión, la memoria y el desplazamiento resurgen particularmente después de la reunificación alemana en Europa. En una era de limpiezas étnicas y de crisis de refugiados y de movilidad global que afectan cada vez a más gente, las experiencias del desplazamiento y de la reubicación, de la migración y la diáspora no son excepción sino regla, con el consecuente malestar en el seno de las metrópolis.
Asimismo, la museización es un síntoma clave de nuestra cultura posmoderna, en su época los románticos tuvieron una necesidad acuciante de recoger y celebrar aquellos artefactos culturales que habían sido desdeñados, marginados y excluidos por la cultura dominante del siglo anterior. El pasado selectivamente organizado se reconocía como indispensable para la reconstrucción del futuro dado que se necesita de la memoria y el recuerdo como excitantes vitales. El museo tiene funciones legitimadoras y las sigue teniendo. Un precedente importante es el caso de la Escuela de Frankfurt y la “teoría crítica”, y pensadores de la primera generación como Adorno y Horkheimer, que realizaron estudios de índole diversa, movimiento estudiantil, disputa con el positivismo, crítica de la cultura, temas vinculados con la emigración, marxismo, judíos, psicoanálisis.
Para nuestra investigación resaltamos el sometimiento a una crítica implacable de los nuevos desarrollos culturales e ideológicos indicios de la conocida industria cultural y su perfeccionamiento en estos tiempos. Los estudios culturales o la llamada “teoría poscolonial”, deberían haber realizado una reconstrucción de la teoría crítica de la cultura del presente, consideramos que no ha sido del todo posible, la cultura en tanto tal es una herramienta de alienación, dominación y “engaño de masas” como oportunamente lo enunció la Escuela de Frankfurt.
Los “multiculturalismos y las poscolonialidades” se han erigido en las grandes novedades teóricas de las últimas décadas. Señalamos que en realidad no han sido útiles a un pensamiento crítico liberador y esa novedad debería tener una función teórica y política, en el sentido de lo político es decir en la redefinición del “origen” de lo humano como tal, al mismo tiempo debería estar imbuida de una historización que apunta a la desnaturalización de la historia de Occidente que ha forjado su imagen gracias a la forclusión de su Otro, parte minoritaria transformándola en la parte que no tiene parte.
La teoría poscolonial está fascinada por la relación mismo/otro y sus aporías pero la interrogación es pura textualidad y termina por destragedizarla. El problema reside no en el objeto, sino en la construcción de la mirada interpretativa o crítica de cómo se lo aborda. El potencial político, es un postulado básico de la teoría poscolonial dado que existe una subordinación cultural en el poscolonialismo. Gruner, sostiene que los autores que trabajan sobre los problemas del poscolonialismo, son intelectuales migrantes lo que problematiza la teoría poscolonial. La globalización es una continuidad bajo nuevas formas de ese proceso colonial, luego neo colonial y ahora poscolonial.
La obra Orientalismo de E. Said, trató de demostrar, tanto el modo en que Europa inventó la ficción de Oriente y los orientales, como la forma en que esta representación fue utilizada como instrumento para el ejercicio de control y de dominación que supuso el colonialismo. Una definición amplia y global del orientalismo ofrece flancos para el debate. El libro no se caracteriza por ser una polémica antioccidental, pero tampoco es proislámico.
Marshall Hodgson, en las décadas del 40 y 60 publicó una serie ensayos en los que sostenía que el orientalismo, como disciplina y discurso de poder, perpetuaba el dominio de Occidente sobre lo que no es Occidente. Asimismo en otra de sus obras sostiene que enfoque basado en grandes libros reduce la historia a una farsa, impide el cambio y presenta al pasado de modo dramático, como tragedia, en el caso de la civilización musulmana, o como triunfo, en el caso de la sociedad occidental. La civilización musulmana, no está limitada a Oriente Próximo o a Asia, su carácter global hace difícil como entidad discreta, regional. Sólo cuando el Islam se estudia como fenómeno global adquiere sentido su historia, por lo tanto deja de aparecer como una versión truncada de Occidente y se muestra como una civilización capaz de generar la historia global en sus propios términos.
La representación del pasado se consolida en torno a la respuesta que da Occidente al origen del Islam y a la expansión de la civilización musulmana. Desde este punto de vista Occidente adquirió y desarrolló una actitud un conjunto de ideas, y unos medios de actuación con los cuales interpretar, representar, construir, interactuar y desplegar la idea de Oriente. Las preocupaciones de la época respecto de las relaciones con el Oriente islámico, impulsaron y configuraron la respuesta a los nuevos Orientes. El orientalismo está plenamente vivo en la práctica cultural contemporánea. Para el posmodernismo, el orientalismo sigue desempeñando su papel convencional consistente en caricaturizar y en silenciar ideológicamente a las civilizaciones de Asia. Actúa en multitud de productos de consumo posmoderno, en los juegos de la computadora, videos, muchos basados en las películas de Hollywood.
Los prejuicios, el racismo y el fanatismo hallados en la literatura, los escritos de viajes recibieron el respaldo de los autores coloniales. El harén es uno de los símbolos más potentes del exotismo y de la alteridad asociados con Oriente, representa la antítesis de todas las creencias que Occidente tiene sobre la sexualidad. La pintura La gran odalisca, representa a una mujer pasiva, dispuesta, receptiva, la mente y el cuerpo se hallan dispuestos a ser ocupados. La mujer de esta pintura ha alcanzado una imagen de éxtasis, gracias al opio del narguile, la música que tañe el esclavo, la suavidad de la seda sobre la que se recuesta, el perfume del jardín de fondo. Las pinturas orientalistas presentan a los árabes como a una raza diferente. Los estudiosos del siglo XIX incluyeron es esta filosofía la idea de racismo junto a un innato sentido del progreso de la Ilustración. Debido a estos extremismos, la civilización islámica era autodestructiva y se hallaba al borde de proscribirse de la historia. Sin embargo, debajo de la complejidad de la historia de Occidente hay una continuidad de la actitud exhibida en la elaboración de ese constructo necesario denominado Oriente. Esta teoría y modo de empleo ha sido y es el orientalismo.
Publicado por: نوتيلامار

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