Asia Times Online, traducido por German Leyens para Rebelion
La quinta vuelta del Diálogo Estratégico y Económico China-EE.UU. comenzó este jueves en Washington. Esta “Hermandad” China-EE.UU. involucra bastante parloteo, sin una acción perceptible. El Think-land-EE.UU. trata de producir la impresión de que Pekín se encuentra ahora en una posición más frágil con respecto a Washington en comparación con el entorno posterior a la crisis financiera en 2009. Una tontería.
Es como si el continuo escándalo (global) de la NSA no hubiera tenido lugar; Edward Snowden sacó a la luz cómo el gobierno de EE.UU. se ha vuelto contra sus propios ciudadanos incluso mientras espía a virtualmente a todo el planeta. Luego existe el meme de que la economía china tiene “problemas”, cuando en realidad Pekín está lanzando una compleja estrategia de largo alcance para calibrar los efectos de una relativa desaceleración económica.
Finalmente, la supuesta “conducta agresiva china” en términos de seguridad asiática no es más que propaganda. Pekín, por supuesto, está reforzando su ejército, pero al mismo tiempo tanto China como algunos miembros seleccionados de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático están afinando sus tácticas antes de emprender conversaciones multilaterales sobre un código de conducta para cualesquiera problemas serios en el Mar del Sur de China. Sería insensato que Pekín decidiera elegir una diplomacia del tipo cañonera, que ciertamente atraería un contragolpe estadounidense.
Atascado, a lo largo y a lo ancho
Pekín ha interpretado claramente que la “liberación” por la OTAN de Libia, devuelta ahora a la condición de Estado fallido; el apoyo de EE.UU. para la destrucción de Siria y el “giro” hacia Asia está todo relacionado, tiene como objetivo la ascensión de China y se ha diseñado para afectar la compleja estrategia china de un corredor energético eurasiático.
Pero no parece funcionar. Como informó Rebelión , el gasoducto Irán-Pakistán (IP) puede terminar siendo IPC, la “C” es una extensión a Xinjiang en China occidental. Pekín también sabe perfectamente que el propuesto gasoducto Irán-Irak-Siria ha sido un motivo clave para el enfático ataque contra Siria orquestado por actores como Catar, Arabia Saudí y Turquía. Pekín sabe que si Bacher al-Asad se queda y el gasoducto de 10.000 millones de dólares llega a terminarse (ciertamente con ayuda financiera china y rusa) puede resultar que el mejor cliente sea la propia China, y no Europa Occidental.
Considerando su relación estratégica con Islamabad, Pekín también es muy consciente de cualquier acción estadounidense para provocar problemas en el geoestratégicamente crucial Baluchistán en Pakistán, con una posible extensión a la vecina provincia Sistán-Baluchistán en Irán. Paralelamente, Pekín interpreta las bravatas e intransigencia de EE.UU. respecto al programa nuclear de Irán como una historia de cobertura para perturbar su sólida asociación de seguridad energética con Teherán.
Respecto a Afganistán, los corredores en el Zhongnanhai en Pekín deben de estar resonando con risas mientras Washington vuelve atrás no menos de 16 años, al segundo gobierno de Bill Clinton –una eternidad en política– para hablar con los talibanes en Doha esencialmente sobre una de las jugadas más antiguas en Ductistán. “Queremos un gasoducto” (el TAPI, Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India) dice Washington. “Queremos nuestra tajada”, responden los talibanes. Es política como en “El día de la marmota”.
El problema es que Washington no tiene absolutamente nada que ofrecer a los talibanes. Los talibanes, por su parte, mantendrán su programa de ofensiva de verano, sabiendo perfectamente que podrán hacer lo que quieran después que el presidente Hamid Karzai caiga en el olvido. En cuando a la noción de Washington de que Islamabad podrá mantener bajo control a los talibanes afganos, hasta las cabras en el Hindu Kush se ríen ante la idea.
Todo tiene que ver con Siria
Siria, no obstante, sigue siendo la historia crucial – como el pivote de un cáncer que se expande, una guerra sectaria suní/chií alentada en gran parte por la Casa de Saud y otros actores del Consejo de Cooperación del Golfo, y aceptada sin matices por el gobierno de Obama.
Fue necesario un valeroso diplomático para filtrarla, más traducciones del ruso al árabe y luego al inglés, para que el mundo tuviera una idea de lo que los políticos discuten realmente en esas vacuas cumbres útiles para efectos fotográficos. Lo que el presidente ruso Vladimir Putin dijo cara a cara a Obama, al británico David Cameron y al presidente francés François Hollande en la reciente cumbre del Grupo de Ocho en Irlanda del Norte es nada más y nada menos que apasionante. Ejemplos:
Putin dirigiéndose a la mesa: “¿Queréis que el presidente Bacher al-Asad renuncie? Mirad a los dirigentes que habéis instalado en Medio Oriente durante lo que habéis bautizado como ‘Primavera Árabe’.”
Putin dirigiéndose a Obama, Cameron y Hollande: “Queréis que Rusia abandone a Asad y su régimen y apoye a una oposición cuyos líderes no saben nada excepto emitir fatuas declarando quiénes son herejes, y cuyos miembros –que provienen de un montón de países diferentes y tienen múltiples orientaciones– no saben nada excepto masacrar gente y comer carne humana”.
Putin dirigiéndose directamente a Obama: “Su país envió su ejército a Afganistán en el año 2001 con la excusa de que estáis combatiendo a los talibanes y a la organización al Qaida y otros terroristas fundamentalistas a quienes vuestro gobierno acusó de realizar los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Y aquí estáis ahora haciendo una alianza con ellos en Siria. Y usted y sus aliados están declarando su deseo de enviarles armas. Y ahí tenéis a Catar donde vosotros (EE.UU.) tenéis vuestra mayor base en la región y donde los talibanes están abriendo una oficina de representación.”
La mejor parte es que la canciller alemana Angela Merkel luego corroboró todas las palabras de Putin. Y el presidente chino Xi Jinping ciertamente hubiera hecho lo mismo.
Sigue tejiendo esa red, hermano
Incluso si la brillante idea del gobierno de Obama de seleccionar a los rebeldes “buenos” para que reciban armas ligeras funcionara (y no lo hará; en un escenario bélico las fuerzas combatientes verdaderamente duras –como las bandas al estilo de Jabhat al-Nusra– terminan por apoderarse de las mejores armas); no existe evidencia de que las fuerzas de Bacher al-Asad vayan a ser doblegadas.
Al contrario. Habrá una ofensiva para reconquistar todo Alepo – ya está en progreso, así como una ofensiva hacia el sur a Daraa para asegurar la frontera con Jordania; las armas financiadas por las petro-monarquías para los “rebeldes” en el sur de Siria pasan por Jordania. Rumores de “extensión excesiva” son fuertemente exagerados; esto se puede lograr por etapas.
Rusia, mientras tanto, seguirá realizando un juego muy astuto; asegurando armas esenciales al gobierno sirio mientras se mantiene dispuesta a entregar material aún más letal en caso de que Washington decidiera aumentar su armamentización.
Y luego existe todo el lío de los Hermanos Musulmanes. Al-Akhbar ha detallado deliciosamente cómo la Casa de Saud prácticamente destruyó a Catar en Egipto – así como en Siria. Nunca se puede recordar lo suficiente que la Casa de Saud apoya a retrógrados partidos salafistas en Egipto y arma a retrógrados combatientes salafistas en Siria.
En Egipto, los nuevos jefes –saudíes y emiratíes– son como el antiguo jefe – los cataríes. Antes de decidir recientemente que se depondría a sí mismo, Emir al-Thani gastó hasta 17.000 millones de dólares en diversos partidarios de la Primavera Árabe, en su mayoría para Mursi en Egipto. Ahora la Casa de Saud ya ha ofrecido 5.000 millones, y los Emiratos 3.000 millones. Obviamente, ninguno de ellos ha leído en Asia Times Online los puntos de vista de Spengler – quien ha demostrado que Egipto, para gran pesar de su maravillosa gente, seguirá siendo una república bananera – sin las bananas (vea “Islam's civil war moves to Egypt”, Asia Times Online, 8 de julio de 2013.)
El resultado neto: Pekín apuesta a que ganará en Pakistán, en Irán, en Siria (ya está ganando en Iraq), en Ductistán, además del Mar del Sur de China, mientras Washington sigue atrapado en su propia red de la Hermandad. ¿”Frágil”? Qué más quisieras.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).
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