lunes, 20 de abril de 2015

Todos los mapas que conoces están mal El sur puede estar arriba y no pasa nada

Cada cierto tiempo, alguien nos recuerda que todos los mapas están mal. Como este tuit.
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Estos mapas con el sur arriba no son los que se usan habitualmente en Australia, pero sí son comunes como forma de mostrar que la orientación con el norte arriba es arbitraria: podría ser cualquier otra. De hecho, en el plano se aprecian tres de los problemas con los que se han encontrado los cartógrafos a lo largo de la historia.
1. ¿Hacia dónde oriento el mapa?
Nos parece tan obvio que los mapas estén orientados hacia el norte que olvidamos que es una convención y que norte y arriba no son sinónimos. “No hay ninguna razón puramente geográfica por la que una dirección sea mejor que otra, o por qué los mapas occidentales modernos han naturalizado la asunción de que el norte debería estar arriba”, escribe Jeremy Brotton en Historia del mundo en 12 mapas.
De hecho, en los mapas medievales judeocristianos y hasta finales del siglo XV, la Tierra se representaba orientada hacia el oeste, con Asia arriba, Europa abajo a la izquierda y África abajo a la derecha, como en el mapamundi de San Severo. Al fin y al cabo, "orientar" viene de "oriente".
Mapamundi del Beato de San Severo. Wikipedia
El este se prefería en muchas culturas por ser la dirección por la que salía el sol, siendo el sur la segunda dirección en preferencia. El oeste se asociaba con la decadencia y la muerte, y el norte, “con la oscuridad y la maldad”. No en todas partes: los mapas babilonios y chinos, por ejemplo, se orientaban al norte, igual que los propuestos por el astrónomo Ptolomeo en el segundo siglo después de Cristo. Sí parece sensato que los mapas para navegar tengan en cuenta el eje norte-sur, dado el uso de brújulas, pero Brotton nos recuerda que se podría haber optado por el sur con la misma facilidad.
Por cierto, “todos los estudiosos de la Edad Media sabían que la Tierra era una esfera”, explica Umberto Eco en Historia de las tierras y los lugares legendarios,citando a Dante, Orígenes, Ambrosio, Alberto Magno, Tomas de Aquino e Isidoro de Sevilla, que incluso calculó la longitud del Ecuador. De hecho, las dudas sobre la ruta que proponía Colón no se debían al temor a que cayera por un abismo, sino porque se creía que Colón se basaba en un cálculo optimista acerca del tamaño de la Tierra y que su ruta no era tan corta como pensaba (y no lo era).
Si a alguien le quedan dudas acerca de lo arbitrario que resulta orientar un mapa en cualquier dirección, no tiene más que ver esta foto. Es la Tierra tal y como se fotografió desde el Apolo 17, con el polo sur arriba. Sí, normalmente se le da la vuelta para que nadie se ponga nervioso.
Esa isla del centro es Madagascar. NASA
2. ¿Qué pongo en el centro?
Como se puede ver en el mapa del tuit, Australia está situada en medio. La mayoría de los mapas “ponen la cultura que los produjo en el centro”, como explica también Brotton. Lo cual tiene sentido no sólo político, sino también práctico: es similar a cuando abrimos Google Maps y lo primero que queremos saber es dónde estamos para saber qué camino hemos de seguir.
"¿Nunca has querido ser el centro de atención de forma tan exagerada que partes Asia en dos?", se pregunta este meme sobre los mapas americanos que ponen a este continente en el centro
El centro tiene un valor simbólico, como en el caso del mapamundi de la catedral de Hereford, que se dibujó alrededor del año 1300 en Inglaterra, pero que coloca a Jerusalén en su punto medio. O como el mapa del logo de las Naciones Unidas, con centro en el polo Norte, para que no se enfade nadie, de modo similar a la proyección que hizo el estadounidense Richard Edes Harrison durante la Segunda Guerra Mundial, con otros objetivos: mostrar tanto la importancia del avión en el conflicto como el lugar que ocuparían Estados Unidos y la Unión Soviética tras la guerra.
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3. ¿Cómo dibujo una esfera en un plano?
Este es uno de los problemas más complejos para los cartógrafos, explica Brotton, ya que es imposible proyectar una esfera en una superficie de dos dimensiones sin que haya algún tipo de distorsión en la forma o en los ángulos. Pongamos por ejemplo un mapa que sigue la proyección de Mercator, en cuyo plano de 1569 se basan muchos de los actuales.
Mapa de Mercator. Strebe / Wikipedia
Tal y como recuerda este vídeo de Buzzfeed, este mapa contiene proporciones que no son correctas.
Mercator “trató el globo como un cilindro y mantuvo los ángulos cuidadosamente en su superficie”, explica Brotton. Los meridianos no convergen como deberían y por eso la Antártida parece tan grande y Groenlandia tan extensa como Sudamérica, a pesar de tener sólo una octava parte de su superficie. Además, Europa parece el doble de amplia que Sudamérica, cuando realmente es la mitad. Eso, entre otras distorsiones. Pero aunque parezca extraño, el Mercator no es, ni mucho menos, un mal mapa: estas distorsiones permiten mantener mantener los rumbos marinos en líneas rectas, que era uno de sus objetivos. Y, por ejemplo, Google MapsBing yOpenStreetMap usan una variante del Mercator para sus planos a gran escala, ya que sus "rectángulos simétricos se adecúan perfectamente a los mosaicos de píxeles que conforman un mapa digital", explica Simon Garfield en En el mapa.
Mercator en Google Maps, como se puede apreciar por el tamaño de Groenlandia, por ejemplo
Es decir, todas las proyecciones tienen sus ventajas, pero también sus inconvenientes (y distorsiones, que se pueden medir con los indicadores Tissot). Incluso la de Arno Peters, de 1973. En su mapa, los continentes del norte aparecen radicalmente reducidos en tamaño, mientras que África y Sudamérica se muestran como "lágrimas enormes resbalando hacia la Antártida”, apunta Brotton. Este plano pretendía superar los errores de proporciones del Mercator y poner en evidencia que nuestra forma de ver el mundo tiene consecuencias políticas. El mapa de Peters fue el más vendido durante las dos décadas siguientes y fue adoptado por entidades como las Naciones Unidas y Oxfam. Llegó incluso a la serie El ala oeste de la Casa Blanca, donde un cartógrafo pronuncia la frase: "Nada está donde crees que está".
Proyección de Gall-Peters. Strebe / Wikipedia
Pero esta proyección también tiene distorsiones y errores de cálculo: por ejemplo, Nigeria y el Chad aparecen el doble de grandes. Para colmo, Peters tampoco dijo que se había basado en el trabajo de James Gall. A pesar de todos estos defectos, Brotton recuerda que su gran mérito es que “obligó a los cartógrafos a admitir que sus mapas nunca habían sido y nunca podrían ser ideológicamente neutrales o representaciones científicamente objetivas”. Esto también ayudó a que se crearan (o recuperaran) proyecciones adecuadas para usos específicos, teniendo en cuenta que cada una tiene sus aplicaciones.
Por ejemplo, la proyección del mapa australiano del tuit del principio es la Hobo-Dyer, de 2002 y similar a la Gall-Peters. Este otro mapa es el de Robinson, de 1963 y comina elementos de los mapas de Mercator y Gall-Peters, además de intentar simular cierta curvatura, aunque esto lleva a distorsión en las zonas altas y en los extremos.
Proyección de Robinson. Strebe / Wikipedia
La de Goode, de 1923, mantiene la proporción de tamaños, pero las direcciones y distancias no son fidedignas.
Proyección de Goode. Strebe / Wikipedia
La Dymaxion, de R. Buckminster Fuller es un icosaedro diseñado en el que se mantienen las formas y dimensiones, e intenta representar los continentes en un continuo.
Proyección Dymaxion. Eric Gaba / Wikipedia
La Winkel Tripel es de 1921 y es una de las que ofrece menos distorsiones. Desde 1998, National Geographic la usa como su proyección estándar, reemplazando así a la Robinson.
Proyección Winkel Tripel. Strebe / Wikipedia
A medida que nos hemos familiarizando con la imagen del mundo, los mapas se usan para reflejar temas sociales, políticos y económicos. De hecho, los planos se distorsionan adrede para reflejar estos asuntos. Uno de los principales ejemplos de esta tendencia es el Atlas of the Real World: Mapping the Way We Live(1998), en el que Daniel Dorling, Mark Newman y Anna Barford dibujaron 366 mapas adaptándolos según datos demográficos, de inmigración, de mortalidad infantil y de mortalidad en conflictos bélicos, entre otros temas. En esta línea,este mapa de TeaDranks, usuario del foro Reddit, muestra los tamaños de los países según su población en 2015. Australia y Canadá casi desaparecen y la India es más grande que África.
Tamaño de los países según su población en 2015. TeaDranks / Reddit
Este otro de Jan Van der Weijst ajusta los tamaños según la población encarcelada por 100.000 habitantes en cada país.
Mapamundi con los tamaños de los países ajustados según su población encarcelada. Jan Van der Weijst
Los mapas también nos pueden servir para ver el tamaño de África en perspectiva. Y eso que este ejemplo sigue la proyección de Mercator: por ejemplo, el Reino Unido en realidad tiene la mitad de extensión que Madagascar y no más o menos la misma.
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El mapa anterior cobra especial relevancia si además lo comparamos con la riqueza de cada país.
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martes, 14 de abril de 2015

Un crimen también occidental

Debate.Gabriel Sivinian

La necesaria afirmación del Genocidio que el Estado turco ejecutara sobre el pueblo armenio, a cien años del inicio de su concreción material, evidencia la continuidad del plan criminal, actualmente en la etapa negacionista. El gobierno de la República de Turquía insiste en la historia oficial, ocultando el Genocidio constituyente de su Estado-Nación. Proyecto de sus clases dominantes, el marco de la Primera Guerra Mundial conformó la estructura de oportunidad, para un Estado que suprimiría a minorías no integrables en una imaginada nacionalidad excluyente turca.
El desconocimiento de los hechos se supera al establecer analogías con el Genocidio de los pueblos originarios cometido por el Estado argentino, también en su etapa fundacional. Los objetivos de ambos procesos coinciden: expropiar medios productivos en pos de la acumulación endógena de capital y destruir colectivos “no asimilables”, expresión de culturas diversas.
Asimismo, los Estados fundados garantizaron la reproducción económica dependiente en el mercado mundial, expresando una alianza de clases locales y extranjeras. Esto adquiere valor superlativo. En tiempos del Genocidio armenio, y aún en fases de planificación previa y negación posterior, las burguesías euro-occidentales y sus Estados imperialistas (alternativa y simultáneamente, Gran Bretaña, Francia, Alemania y luego Estados Unidos) se asociaron, financiaron, asesoraron y protegieron diplomáticamente al Estado Turco.
La “Cuestión Oriental”, esto es, la forma en que esos Estados europeos junto a los imperios austro-húngaro y ruso, repartirían áreas de influencia, destruido el Imperio Otomano, fue un eje central de la política occidental en el siglo XIX. Las potencias alentaron sucesivamente, fuerzas centralistas y autonomistas en un mosaico multiétnico y multiconfesional. La situación de las minorías sostuvo la “ficción de las poblaciones sufrientes”, como excusa intervencionista.
Entidades educativas, sanitarias y religiosas sirvieron de “colores protectores” en el avance occidental. Cuando la “misión humanista” careció de población beneficiaria, asentaron grupos foráneos como los judíos del centro-este europeo, minorías perseguidas que, cínicamente, protegerían en tierras periféricas. Esta fue la política inglesa en Oriente Próximo, impulsora del “hogar nacional judío”, actual enclave colonial llamado Estado de Israel, que inició la Nakba (Catástrofe) palestina en curso.
Agentes de monopolios alemanes, ingleses y franceses siguieron a las misiones benéficas. Financiaron e invirtieron en infraestructura, en el marco de la exportación de capital. Buscaban dominar mercados y recursos, petróleo principalmente, y controlar las rutas comerciales al sudeste asiático.
Vencido los otomanos en la guerra, los Estados triunfantes trazaron el mapa regional según intereses ya expresados en el acuerdo Sykes-Picot. Las minorías fueron relegadas. Los sobrevivientes armenios percibieron las falacias prometidas en el lapso acontecido entre los Tratados de Sevres y Laussana.
Actualmente, la región está atravesada por múltiples conflictos. Las potencias euro-occidentales, ahora con aliados estatales y paraestatales, intervienen con idénticos pretextos, buscando redefinir territorios y poblaciones en su “nuevo mapa de Oriente Medio”.
No es posible cambiar el pasado, pero revisarlo permite comprender mejor el presente. Hoy sabemos que el Estado Genocida turco no tuvo responsabilidad exclusiva en los Crímenes rememorados. Al cumplirse su Centenario, el pueblo armenio exige Memoria, Verdad y Justicia.


 Gabriel Sivinian es sociólogo y profesor
Fuente www.clarin.com

lunes, 13 de abril de 2015

¿Cuál es ese islam que da miedo?


El líder del Estado Islámico, Abubaker al Bagdadí. / AP

Las atrocidades de los radicales demuestran el peligro de la interpretación literal del Corán

Por Tahar Ben Jelloun 
¿Cuál es ese islam que da miedo? ¿De dónde viene? ¿Qué relación tiene con la realidad histórica y teológica? ¿Cómo se explica? No hay duda de que nos asusta, pues suscita preguntas, más aún al comprobar la fuerza con la que el terrorismo golpea en nombre del islam, donde y cuando quiere. Aunque laislamofobia sea real y preocupe a las sociedades europeas, solo es un aspecto más de la crisis desatada estos últimos años entre Occidente y una parte de Oriente.
El día en que un individuo que se hace llamar Al Bagdadi se autoproclamó califa, hace casi un año, y anunció la creación de un Estado Islámico (EI) con unas fronteras sin definir, ese día, se declaró la guerra a los musulmanes pacíficos, a los europeos y al resto del mundo. Nadie se tomó en serio su discurso. Nadie se puso a averiguar quién lo financia, quién le suministra tanto armamento, quién lo lleva hacia esa deriva cada vez más asesina. Se sabe que atracó los bancos de Mosul, que se apoderó de algunos pozos de petróleo y que vende el crudo en el mercado negro. Pero ello no basta para mantener un ejército y financiar a los grupos yihadistas procedentes de Europa y del mundo árabe.
Los musulmanes, como el resto del mundo, necesitan saber qué está pasando. ¿El comportamiento del EI lo justifica el islam? ¿Es una herejía? ¿Es pura invención de Al Bagdadi, quien, tras haber pasado por las cárceles iraquíes, quizá quiera justificar su sed de mal y de poder para reinar sobre los musulmanes del mundo?
Cuando consultamos el Corán y algunas de sus interpretaciones, resulta evidente que el islam experimentó diversas fases de combate y de violencia, principalmente en sus inicios. Algunas aleyas [versículos de Corán] ordenan luchar con las armas hasta que el islam triunfe. Coinciden justo después de la hégira deMahoma a Medina, en 622. El profeta tiene enemigos que no solo no creen en su mensaje, sino que intentan matarlo. La aleya 29 de la sura 9 [capítulo 9 del Corán] es clara, pero hay que leerla a la luz del contexto de entonces, y no del actual: “¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día, no prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!”. En esa misma sura, aleya 73, se dice: “¡Profeta! ¡Combate contra los infieles y los hipócritas, sé duro con ellos!”. Mahoma luchó contra sus adversarios, sobre todo contra los judíos de Medina y los adoradores de ídolos de piedra. El reconocimiento del mensaje divino siempre ha ido acompañado de dramas y tragedias. No hay más que ver la historia de las religiones. Pero aquello sucedía hace 15 siglos, en unas circunstancias y un contexto determinados, vinculados a la época en que las tribus de Arabia combatían entre ellas mucho antes de la llegada del islam.
El verdadero problema es que se invite al siglo VII a asentarse entre nosotros en la época moderna. Uno no puede desplazar los contextos y la historia a su antojo, según sus necesidades. En cambio, el EIactúa como si los 15 siglos que nos separan de la aparición del islam hubieran sido borrados de un sablazo mágico.
Aunque minoritarios, algunos musulmanes son conscientes de la urgente necesidad de introducir reformas, de revisar algunos textos que son inaplicables y se han quedado caducos en el siglo XXI. Son musulmanes que están a favor del laicismo, de la enseñanza de los principios de tolerancia y respeto del diferente desde la infancia, que están a favor de los valores humanistas, y desean un islam sosegado, tranquilo y reservado a la esfera privada.
Pero esos combatientes movidos por el odio han hecho una lectura literal del Corán, tomando al pie de la letra lo que ha sido revelado. ¡Fuera metáforas, símbolos, distancia, inteligencia! Esa lectura estrecha y simplista, falsa en definitiva, es la que por desgracia se impuso desde el siglo XVIII, desde que Mohamed Abdel Wahab, un teólogo saudí, aplicó el dogma de la sharía, que ha dado lugar a ese islam rígido e integrista denominado wahabismo. Arabia Saudí y Qatar siguen ese rito.
¿Cómo puede atraer ese mensaje brutal del EI a unos jóvenes europeos de cultura musulmana o conversos? Esa visión del islam y de sus promesas seduce a unos chicos de identidad poco consolidada que se imaginan que en ese combate hallarán su razón de ser y de vivir. El discurso y las acciones criminales de Al Bagdadi han sido posibles porque en la mayoría de los países musulmanes el sistema democrático y el Estado de derecho no están realmente establecidos; porque la sociedad occidental no ha dado una oportunidad a esos jóvenes de origen inmigrante, y ello ha facilitado que se sientan atraídos por la arriesgada aventura de la yihad; porque son percibidos como europeos de segundo orden y constatan que impugnar el sionismo y solidarizarse con los palestinos se considera antisemitismo; porque el discurso de los que los reclutan los convence, y suponen que han encontrado lo que les falta: una identidad que los reconforte y les dé seguridad. ¡Lo paradójico es que su razón de vivir los conduzca a morir como mártires con la promesa de un paraíso!

El Estado Islámico es rico y paga a sus combatientes con dinero contante y sonante
Algunos se van a Siria y a Irak por estos motivos, otros lo hacen por afán de aventura y por dinero. El EI es rico y paga a sus combatientes con dinero contante y sonante. El islam se extravía entre esas consideraciones, y así podemos ver a mujeres de negro, tapadas de la cabeza a los pies, que reprochan a otras, también cubiertas de arriba abajo, que el manto que las cubre no sea lo bastante tupido… Y en nombre de ese islam nostálgico de sus primeros tiempos, el EI ocupa la tercera parte de Irak y la cuarta parte de Siria. Es lo que la coalición internacional desearía evitar con sus bombardeos cada vez más intensos. Pero ahora ya sabemos que esas intervenciones no son eficaces y que la solución ha de llegar de los propios países musulmanes. Tardará en dar sus frutos, pero se podría empezar por pequeños y sencillos pasos, tales como revisar los manuales escolares, poner en práctica una pedagogía ambiciosa para luchar de manera profunda y objetiva contra la ignorancia, contra esas desviaciones que llevan al terrorismo y a ese miedo absurdo al islam y a los musulmanes.
Traducción de Malika Embarek López.
Tahar Ben Jelloun es escritor marroquí, ganador del premio Goncourt. Su nuevo libro se llama El islam que da miedo (Alianza).
www.elpais.com

jueves, 9 de abril de 2015

El caos como apuesta para el nuevo Oriente Medio

¿A quién beneficia lo que ocurre?, es la pregunta que debemos hacernos en cualquier análisis de una realidad. ¿A quién beneficia la radicalización y el yihadismo en Oriente Medio?
Arabia Saudí emplea armas estadounidenses en sus intervenciones en países... también árabes.

Ciudad Vieja de Saná, capital de Yemen /Foto: Olga Rodríguez, 2010
Ciudad Vieja de Saná, capital de Yemen /Foto: Olga Rodríguez, 2010
La crisis europea, la corrupción en el seno de algunos Gobiernos de nuestro continente, el aumento de la desigualdad y de la pobreza nos dejan poco espacio para prestar atención a lo que ocurre en Oriente Medio. Y, sin embargo, deberíamos tener un ojo siempre puesto en la región vecina, pues en ella se viven algunos de los acontecimientos más convulsos de su ya de por sí agitada historia reciente, y en ellos participan e influyen, de un modo u otro, países occidentales.
Las alianzas tejidas en Oriente Medio son cada vez más complejas y enrevesadas. Siria, Libia, Yemen e Irak son los cuatro puntos más calientes. Libia es un territorio caótico en el que las fuerzas aliadas de la OTAN introdujeron armas y permitieron el descontrol durante su lucha contra el gobierno de Gadafi en 2011. No era dificil adivinar -y así lo advertimos muchos en diversos artículos o libros- que el reparto de armas entre grupos radicales, la intervención de ejércitos extranjeros y las luchas por el poder surgidas a raíz de la caída del régimen de Gadafi fueran a extender el caos y el belicismo más allá de las fronteras libias.
Irak representa el principio de esta nueva tragedia en la región. Desde la invasión y ocupación ilegal del país en 2003 el territorio iraquí se ha convertido en un infierno. El Ejército estadounidense ocupó territorios, allanó casas, humilló a familias, torturó a presos, arrestó a miles de inocentes, permitió los saqueos y el caos, y de hecho hizo de ello, del caos, su estrategia política para la región. Las consecuencias de la mal llamada guerra de Irak no son producto de errores militares y políticos, sino el resultado buscado en una región que, cuanto más débil y caótica sea, más controlable resultará para las potencias que quieren seguir aprovechándose de ella.
Aunque en los últimos años Occidente ha querido mirar más a Asia, lo cierto es que en Oriente Medio se siguen midiendo pulsos, marcando poderes, controlando bases militares y extrayendo petróleo. Su estratégica situación geográfica, entre Asia y Europa -imprescindible lugar de paso para gaseoductos y oleoductos- su riqueza en materias como el oro negro y el gas, la presencia en ella de bases militares clave, su cercanía geográfica con Rusia y China, la composición de su sociedades, llamativamente jóvenes, y la existencia en ella de un país como Israel mantienen esta zona como un perpétuo tablero de ajedrez que demasiado a menudo se transforma en campo de batalla abierta.
Sería un error simplificar análisis concluyendo que lo que ocurre en la actualidad es consecuencia de los intentos de revolución y de las revueltas en varios países árabes en 2011. Aquello fue, en varios casos, un genuino intento de irrupción social por parte de sectores que reclamaron pan, libertad y justicia social en naciones marcadas por políticas dictatoriales, injerencias extranjeras, medidas económicas impuestas por organismos internacionales ajenos a los intereses de estas sociedades y expolios causados primero por el colonialismo y después por el neocolonialismo. Pero rápidamente esas revueltas fueron secuestradas o reconducidas por actores interesados en mantener el statu quo anterior o, incluso, en aprovechar la situación a su favor para hacerse con más cuotas de influencia y poder en la región.
Es el caso de Arabia Saudí, aliado de Estados Unidos desde hace décadas. La monarquía absolutista de Riad no ha dudado en extender sus tentáculos en Siria, Irak, Egipto o Yemen, con el objetivo de aplastar revueltas, controlar gobiernos y marcar influencia, sin importarle para ello apoyar a grupos fundamentalistas y distribuir armas entre combatientes radicales.
¿A quién beneficia lo que ocurre?, es la pregunta que debemos hacernos en cualquier análisis de una realidad. ¿A quién beneficia la radicalización y el yihadismo en Oriente Medio? A las dictaduras árabes. A quienes en nombre de la seguridad están dispuestos a sacrificar la posibilidad de libertad, democracia e independencia de los países de la región. Beneficia a las potencias extranjeras necesitan justificar sus intervenciones militares y sus injerencias políticas. Beneficia a quienes temen un Oriente Medio libre y democrático, con naciones árabes y musulmanas unidas trabajando por su bien común. Como suele decir un amigo palestino que vive en los territorios ocupados, “cada vez que Al Qaeda instrumentaliza nuestra causa hablando de Palestina, nos está disparando en la cabeza”.
Los países del Golfo han financiado a grupos fundamentalistas en Libia, Irak y Yemen, a milicias enfrentadas en Siria y al sector golpista en Egipto. Arabia Saudí y Emiratos enviaron tropas a Bahrein para aplastar a los manifestantes que exigían libertad en las revueltas de 2011. Arabia Saudí contribuyó activamente a la represión de los Hermanos Musulmanes en Egipto pero ahora busca su alianza en Yemen. Estados Unidos permite la actuación de Irán en su lucha contra el Estado Islámico en Irak pero se posiciona a favor de Arabia Saudí en Yemen - facilitando armas a Riad- en su lucha contra las milicias hutíes que reciben aliento de Teherán. En cuanto a Siria, Washington ha jugado a mantener un peligroso equilibrio consistente en evitar el exceso de poder de los bandos implicados, para que nadie gane, para que todos se desgasten.
Por más guerras y contradictorios juegos de alianzas que se tejan, lo cierto es que el recorrido lógico -e inevitable, si no fuera por la contumaz apuesta por el caos de las potencias involucradas- en Oriente Medio exigiría dos medidas urgentes: la ruptura de las alianzas clave de Occidente con países como Arabia Saudí y el fin de la ocupación israelí de los territorios palestinos. Las negociaciones en Lausana de Estados Unidos con Irán -en las que han participado Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania- planean sobre todos los acontecimientos que están ocurriendo en Oriente Medio. No es casualidad que Arabia Saudí, con el apoyo de varios países árabes, comenzara a bombardear Yemen mientras se desarrollaban las conversaciones con Teherán.
Yemen, el país árabe más pobre del mundo, en el que se calcula que hay 60 millones de armas, está siendo utilizado como uno de los elementos para condicionar las negociaciones con Irán, negociaciones que Arabia Saudí e Israel desearían sabotear. Ya sabemos por tanto para qué están “sirviendo” las armas que Estados Unidos ha vendido a la monarquía absolutista saudí, en una transacción a plazos que, si no se interrumpe, será la mayor venta de armas estadounidenses de la historia: Arabia Saudí emplea  equipamiento militar estadounidense - y también europeo- para intervenir en otros países...árabes, contribuyendo activamente a una mayor desestabilización de la región.
Yemen es el cuarto país árabe en el que Arabia Saudí actúa militarmente en menos de tres años. A estas alturas no cabe duda de que potencias regionales e internacionales apuestan no por políticas que desembocan en errores -como más o menos inocentemente afirman algunos analistas- sino por políticas que garantizan el caos, el debilitamiento, la división de Oriente Medio. Porque desde el caos se puede perpetuar el control de territorios ajenos. Porque desde el caos se pueden mantener gobiernos títeres. Porque el caos facilita la dominación y 'justifica' las dictaduras como mal menor. Porque el caos fragmenta Estados y crea territorios serviles, elementos clave del nuevo mapa de Oriente Medio.
http://www.eldiario.es/

viernes, 3 de abril de 2015

10 países no-árabes de mayoría musulmana

Cuando hablamos de Islam suele venir a la memoria colectiva una imagen del prototipo étnico de un hombre o una mujer árabe, aunque resulta sorprendente el hecho de que tan solo un 20% de los más de mil millones de musulmanes del mundo sean árabes. Los países de mayoría musulmana se encuentran principalmente en Asia, África y Europa en menor medida. Choca quizá ver a una persona de tez morena con ojos rasgados prototípicos del continente asiático y que llevehijab al igual que una de ojos azules o de rasgos caucásicos: pues bien, es la realidad de una mayoría aplastante de musulmanes en países como Armenia, Bosnia, Indonesia, Malasia o Bangladesh. A continuación traemos unas imágenes que representan la realidad de 10 países de mayoría musulmana con la que evidenciar la heterogeneidad étnica de esta confesión religiosa.

 1. Bosnia y Herzegovina
bosnia

2. Albania
Albania

3. Kazajistán
Kazajistan

4. Pakistán
Pakistan

5. Malasia
MALAYSIA-RELIGION-ISLAM-RAMADAN

6. Somalia
Somalia

7. Indonesia
Indonesia

8. Bangladesh
bangladesh

9. Turquía
Turkey

10. Senegal
Senegal

Es por tanto el Islam una realidad heterogénea y debemos tener en cuenta que cada uno de los países de mayoría musulmana tiene una manera muy particular de enfocarlo, dependiendo siempre de sus factores culturales, políticos o lingüísticos.
Imagen | www.zimbio.com 
Fuente: http://queaprendemoshoy.com/