domingo, 17 de diciembre de 2023
viernes, 15 de diciembre de 2023
lunes, 11 de diciembre de 2023
Claudio Katz y Martín Martinelli #palestina #israel la situación en la guerra actual
jueves, 16 de noviembre de 2023
sábado, 14 de octubre de 2023
Mapeando el sistema imperial para indagar al imperialismo
Doctor en Ciencias Sociales, Historiador. Universidad Nacional de Luján (Argentina). Coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina» (2019-2022) por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires). Director Observatorio Geohistórico (UNLu). Autor del libro “Palestina (e Israel). Entre intifadas, revoluciones y resistencias”. ORCID 0000-0002-0605-5809. https://www.researchgate.net/profile/Martin-Martinelli
* Reseña del nuevo libro de Claudio Katz. La crisis del sistema imperial. Edición virtual, Jacobin, 2023
Este es un libro clave en la batalla de ideas de la actual reconfiguración mundial. El trabajo adopta una visión integral, sistémica, del siglo XXI. Es una caja de herramientas para partir desde visiones globales y poder realizar un análisis de coyuntura sin confundirse. Pero también, teniendo presente un enfoque del mundo desde la llamada “Guerra Fría”. Cómo este se ha ido modificando en las últimas cuatro décadas a partir de formas diferentes del sistema capitalista y otras variantes. Desde esa óptica Claudio Katz, reconocido e influyente autor marxista, propone verificar las singularidades del imperialismo del siglo XXI. Considera básica esa noción para comprender de manera transversal la crisis del sistema imperial. Y, además, condensa las principales ideas de este pensador en más de cuatro décadas de intensa labor tanto científica como periodística.
Desde la economía, más bien desde las ciencias sociales, complementa un exhaustivo examen teórico realizado en su textoBajo el imperio del capital (Ediciones Luxemburg, 2011), que profundizó a partir de Lenin y Kautsky como antagónicos, también a Hilferding, Luxemburg y Hobson. Un manual riguroso sobre el imperialismo (clásico, de posguerra y actual) y su aplicación a la realidad. Allí respondió que esas ideas debían actualizarse para estudiar la situación de posguerra y el contexto más reciente.
Dos premisas básicas parecen estar detrás de esta obra de lectura imprescindible, el capitalismo contemporáneo es nítido pero el sistema imperial permanece más indefinido. Aunque, precisamos que, al leerla, se logra un acercamiento preciso a esas disyuntivas. La otra es que el sistema imperial difiere del clásico, ha mutado luego de la implosión de la Unión Soviética, y nuevamente se modificó por el ascenso implacable de China y la recomposición de un poder militar ruso, junto al estancamiento o crisis de Europa y Japón. Pese a los diferentes niveles de tensión entre las potencias, eso no derivó en enfrentamientos militares directos entre las mismas desde 1945.
Este activista e intelectual comprometido sintetiza la temática al postular el concepto de sistema imperial. Ordena las lógicas territoriales geopolíticas y las económicas, o mismo el denominado ajuste espacial en otros escritos anteriores, para aquí darle un formato de estructura e interacción, entre las diferentes secciones de su escrito. Sintetiza el principal dispositivo de dominación global. Al mismo tiempo, actualiza sus obras, una anterior sobre la temática y otra como La teoría de la dependencia 50 años después (Batalla de ideas, 2018), donde investiga el uso del concepto de imperialismo como nodal en las interpretaciones del capitalismo actual. Aquí están vertidos una buena fracción de sus postulados como ideas compartidas o discutidas.
Las seis partes del libro, están subdivididas en 22 capítulos, que el autor escribió entre 2020 y 2023, como una temática de investigación con un hilo conductor, y que lleva años pensando. La primera parte ya desglosa su ordenamiento del sistema imperial en su visión de crisis y conflicto constante. Empieza mostrando el orden y las principales teorías usadas para evaluar cada región analizada. Vale aclarar que la situación de Nuestra América está presente en sus estudios de estos años, pero aparecerán en el inminente libro más específico Las encrucijadas de América Latina. Derecha, progresismo e izquierda en el siglo XXI (Batalla de ideas, 2023), y añadido a este.
Exhibe el sistema imperial desde el cual Estados Unidos marcó las prerrogativas desde 1945. Con el cual dicha superpotencia busca recobrar control, acaparar riquezas, aplastar rebeliones y bloquear a sus competidores. En el texto, lo examina desde una percepción tripartita en las dimensiones económica, política y geopolítica, las demás se encuentran subsumidas a estas. Esta organización imperial se grafica en las potencias europeas como alterimperialismo, sobre todo Inglaterra y Francia, grandes imperios del pasado con reminiscencias actuales (mayores en poder militar que Japón y Alemania, potencias económicas). Otras coimperiales como Canadá, Australia e Israel, resultan apéndices colaboradores en las diferentes regiones. Y en distinto grado de asociación o mismo en oposición, aparecen las consideradas potencias subimperiales como Turquía, Arabia Saudí e Irán.
Frente a este sistema se ordenan los competidores sistémicos: Rusia una potencia e imperio no hegemónico en gestación y China como gran potencia, con una restauración inconclusa del capitalismo y con la ausencia de políticas imperialistas. Por lo tanto, no hay transnacionalismo ni un imperio global sino una estructura piramidal conducida por Estados Unidos, y una oposición de las potencias alternativas China y Rusia disputando el poder en las regiones estratégicas.
En la parte dos presenta el esquema del sistema imperial: Estados Unidos, al que seguirán luego China; en otro escalafón Rusia y Medio Oriente, y, por último, los debates sobre imperialismo y antiimperialismo. Además de aclarar de qué posturas se aleja, el resultado al que llega promete nuevas extensiones. Este casi cuarto transcurrido del nuevo siglo, se caracteriza por la recuperación imperial fallida de Estados Unidos. Fracasó en los objetivos de sus incursiones en Eurasia, desde Iraq y Afganistán, o en Siria y Libia. El histórico intervencionismo y la centralidad bélica norteamericana se cimentan sobre su economía armamentista y la dirección de la OTAN, para con ello mantener el poderío de sus finanzas y el dólar, controlar los recursos naturales, someter a los pueblos y subordinar a sus rivales.
Dos factores propician estos resultados por las fracturas internas del país y la erosión causada por su crisis de largo plazo. Como a lo largo del texto, presenta los diversos escenarios en tensión, más que intentar pronosticar futuros desenlaces. También discute con las teorías del ocaso hegemónico, diferencia imperio de imperialismo, y articula las lógicas del imperio del capital a partir del capitalismo industrial. De esa manera, y en general, pondera acercamientos o disidencias con autores como Arrighi, Amin, Mandel o Wallerstein, a los que suma a Harvey, Perry Anderson, o Nazanín Armanian.
La sección tercera es uno de los núcleos del texto al abocarse a la gran novedad de la época, la fulgurante aparición de China, su paso de la periferia al centro. Estudia la relación entre Estados Unidos y China, y distingue sus posicionamientos en una situación de aumento de la hostilidad. Allí evidencia la geopolítica agresiva de la potencia norteamericana en las adyacencias del gigante asiático. Sin proponer una lectura solo indulgente de este, evalúa su accionar sobre terceros países dado su expansivo rol actual. Por eso lo categoriza como diferente del imperialismo, pero no antiimperialista. Así como tampoco perteneciente al Sur Global, está por verse cómo se desenvuelve su geopolítica cauta y la propagación económica. En China -como en el resto del mundo- se observa que las luchas populares tendrán un marcado protagonismo en la modificación del escenario internacional.
El interrogante subyacente es si China se convirtió en una potencia imperialista o no. Indica que su caracterización económica no es suficiente para alinearlo en ese grupo. Organiza el entramado a partir de la idea de la salida al exterior por parte de China, dada la sobreproducción y la sobreinversión. Lo caracteriza como un “New Deal a escala global” por la inversión en infraestructura, en donde vuelca parte de sus excedentes. Sin embargo, argumenta que no está afectada por la financiarización o el neoliberalismo. Allí, la protesta social dirimirá en buena medida el rumbo adoptado por el país con la clase obrera más grande del mundo. Además, se cuestiona si este nuevo status propicia la superación del subdesarrollo de sus socios o es el único beneficiado.
Además del acalorado debate de la posición internacional, incurre en aquel acerca de si su modo de producción es capitalismo o socialismo. Deduce la importancia del pilar socialista previo, así como el desarrollo desigual y combinado impregnaron el rumbo chino. Por eso observa la indefinición del carácter capitalista o socialista de su sistema, algo planteado ya en su libro El porvenir del socialismo (Herramienta, 2004), y reafirma que el viraje hacia el capitalismo permanece inconcluso. Se mantiene un status singular con proyectos en disputa pujando para redireccionarlo. Finalmente, la caracterización de China resume las miradas y objetivos del país que transformará el tablero geopolítico.
La sección cuarta trata sobre la nueva irrupción de Rusia en el panorama global y por qué es una potencia regional de escala planetaria. Se reacomodó tras la caída soviética y un paso intempestivo hacia el capitalismo. Dicha restauración se condiciona a partir de sus contradicciones internas, su carácter semiperiférico en el orden económico, su alianza con China, y por recibir el acoso imperial mediante la OTAN. Katz lo postula como un Imperio no hegemónico en gestación. También resalta la intervención en 8 de 15 países de la esfera postsoviética. Este gigante euroasiático busca contrarrestar la hegemonía estadounidense con el triángulo estratégico con China e India, a los que añade Brasil y Sudáfrica (el actual BRICS+) y la Organización de Cooperación de Shanghái.
Al interpretar los criterios seguidos por Lenin, muestra porque la gravitación de la economía rusa en el mundo no adquiere los patrones imperialistas. En su pesquisa de esos criterios y los de otros continuadores de aquel, verifica que en Rusia no hubo un imperialismo soviético por ser socialista, no es un subimperialismo, y es central diferenciarlo del imperialismo dominante. A su vez, crítica las miradas benévolas que solo advierten las definiciones geopolíticas, pero no perciben los inconvenientes políticos y sociales internos. Para Katz, Moscú es una potencia militar y su incidencia va en ese sentido, por ello demuestra porque es necesario intensificar la lectura desde abajo y criticar políticas internas alejadas del progresismo.
En la parte quinta recupera la noción de subimperialismo de Ruy Mauro Marini, para analizar una región que suele anticipar o mostrar los cambios sistémicos en curso, Medio Oriente. Por tres factores como su ubicación geoestratégica en la intersección y el paso de rutas, sus reservas hidrocarburíferas, y por ser visto por algunos como las palancas desde donde puede dominarse el mundo. Evalúa la intervención liderada por Estados Unidos en las últimas tres décadas (y sobre todo desde 2001), como un fracaso del intento de balcanización y de los objetivos de que no surja un nuevo competidor sistémico como Rusia o China.
Verifica como las bases del “Proyecto del Nuevo Siglo Americano” se fueron dilapidando a través del belicismo practicado allí. Conceptúa la intervención directa o bajo las sanciones económicas unilaterales, y las mentiras para una supuesta “guerra contra el terrorismo”, o el rol del petróleo y las armas en el dominio de esa región. En el capítulo 15 “Tres perfiles diferentes al imperialismo dominante”, organiza la arquitectura mundial a partir de la subordinación europea, y las posiciones frente a un imprevisible imperio en formación rusa, y el gran despliegue económico chino cuyo status es no imperial. Verifica las situaciones de subpotencias en crecimiento como Pakistán, o el caso regional del “Kurdistán”. En los siguientes capítulos abarca las implicancias de las potencias regionales subimperiales Turquía, Arabia Saudí e Irán, entonces diferencia las circunstancias de cada una en referencia a la región, su relación con las potencias y cómo eso impactaría a escala planetaria. Por último, el caso de coimperialismo particular de Israel, el principal aliado geoestratégico en esa región neurálgica.
La sexta y última sección esclarece la forma en que las derrotas del imperialismo en esta amplia zona no han derivado en triunfos progresistas. Se pregunta por el papel del antiimperialismo y la izquierda respecto de los posicionamientos frente a los sucesos más recientes, de autodeterminación, o de resistencia frente a las persistentes maniobras en la región que se han intensificado en esta centuria.
Los siguientes capítulos enfocan la crisis de Europa manifestada en Ucrania como una de las zonas de descargas de tensiones y fraccionamiento del mundo. Los intentos por someter a Europa y la responsabilidad del imperialismo estadounidense es notoria, sin embargo, la presión desde Kiev colisionó con una reacción moscovita. Se debe examinar si fue o no desmedida. De la misma manera calcula el papel de la competencia, la ganancia y la explotación (o sea el capitalismo) como en todo el pensamiento de Katz, así como las posiciones divergentes frente a este conflicto en curso.
Mientras que el capítulo final recupera las conceptualizaciones cotejadas en el escrito. Esta esperada publicación ordena y sintetiza el recorrido y la singularidad del imperialismo en esta nueva fase del capitalismo, a través del método dialéctico. Esboza una visión de cómo las diferentes confrontaciones han ido cambiando en las últimas décadas, desde el momento de la aparición de un mundo unipolar.
Katz comprueba a lo largo del escrito que el epicentro del sistema imperial se resguarda en lo que podríamos llamar un control del ejercicio de la violencia a gran escala. La supremacía económica es un factor lógico, y también se sustenta en la repetición de narrativas que avalan el status quo, pero corrobora la tesis de que lo fundamental es el uso de la coerción para preservar el capitalismo.
Las diferentes zonas de tensión como el Sahel, Ucrania, Taiwán, o Irán, donde se dirimen las tensiones entre Rusia, China y Estados Unidos exponen nuevas articulaciones abordadas en esta visión de conjunto. No obstante, el poder geopolítico-militar de Estados Unidos está puesto en cuestión. Así como todo el andamiaje por este organizado desde mediados del siglo XX a través de organizaciones como el FMI, Banco Mundial, la OTAN, o incluso más recientes como AUKUS o QUAD. Esto se ve socavado por el ascenso chino (primero asociado al capitalismo estadounidense). El cual ofrece otra perspectiva desde organizaciones bajo su égida como la OCS, el BRICS+, o la Iniciativa Cinturón y Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Pese a ello, Katz propone una mirada crítica superadora de, por un lado, una visión solo desde arriba de equilibrios o disputas entre potencias, y por otro, el rol activo de los movimientos y las rebeliones sociales.
Sobresale la capacidad analítica para obtener una visión panorámica de las condiciones contemporáneas, a la vez que evidencia una profundidad histórica y geográfica. De hecho, la elección de no incluir la parte dedicada a Nuestra América aquí, la invita a leer posteriormente, para así completar una perspectiva de conjunto del entorno político y de los dilemas teóricos actuales.
De inicio a fin tenemos una lectura consistente, que también invita a no especialistas interesados en comprender el mundo actual, ya que desmitifica una gran cantidad de presupuestos. Detrás de cada postulado yace una reflexión constante e inclusive colectiva. Además de dilucidar ideas contrapuestas a sus fundamentaciones. Posee la virtud de dejar abiertos a discusión los temas sin conclusiones determinantes. El cierre del trabajo refuta otras vertientes en discusión y demuestra la labor aguda, ahora lo que queda por delante es invitar a seguir la lectura y el debate.
Como todo gran libro abre nuevos interrogantes, aquí acerca de la crisis del sistema imperial y su desenvolvimiento. Este pensador y economista de profuso enfoque geográfico justifica la elaboración del texto y su uso al decir “La caracterización del sistema imperial es indispensable para comprender y transformar la realidad contemporánea (Katz, 2023)”.
El libro del Dr. Claudio Katz puede descararse en https://jacobinlat.com/wp-content/uploads/2023/09/Katz-La-crisis-del-sistema-imperial.pdf
sábado, 29 de julio de 2023
Eurasian Geopolitics Versus Imperialism
by Martín Martinelli
Ilustración: Sr. Garcia, España
The geopolitical shift since the 1990s was initiated by the implosion of the Soviet Union. It manifests itself in the dismantling of its area of influence, as well as the advance of NATO to the Baltic and the Russian border. Productive internationalization intensified through global value chains.
Since unipolarity, the United States led invasions in the Middle East, North Africa and Central Asia, in addition to increasing the siege towards China and Russia. From 2001 to the present, the 2008 crisis is the watershed. The second decade of the current century witnessed Russia’s reincorporation into world decision-making power through its war machine and China’s resurgence through the scope of its economic potential.
The new imperialism (2001) the interventions of 2001-2003, the geopolitical displacement from 2008, accentuated in 2013-2015, to reach the current moment. The rise of China and the recomposition lead to the US declaration of the “Asian pivot” towards China to encircle it. As a counterpart, it has promoted the “Belt and Road Initiative” (BRI) since 2013. The United States in part, Russia and China (tripolar order?) impose their economic and diplomatic presence. There, sub-imperialist powers such as Saudi Arabia, Turkey and Iran (as opposed to Washington) plus co-imperial Israel influence other non-hegemonic actors.
The West Asia region is an interstitial knot of the Eurasian axis, as the recent three decades have shown. The area holds around 65% of the world’s proven oil and gas reserves on the planet, and is essential due to its proximity to China and Russia. It nucleates central steps for international trade and its transport: the Strait of Hormuz, the Suez Canal and the Bab el-Mandeb Strait, plus the Dardanelles and Bosphorus Straits. Likewise, its participation with one of the largest acquisitions of arms and military logistics stands out.
Iran, Iraq and Afghanistan, strategic countries of Eurasia, went from being subscribed to Western politics to being designated as enemies of it, in three consecutive decades, the first since 1979 (immediately followed by the 1980-88 Iraq-Iran War), the second 1991 (then since 2003) and the third 2001, both through direct invasion, these two surround the first.
One of the greatest current struggles unfolds in this effective dispute scenario, since at least the second half of the 20th and 21st centuries, that is, the political independence of these “new countries”. At the same time we see the decline of Atlanticism and the Anglosphere after four centuries – or even less – of Western rule.
Classic imperialism and the new imperialism
Imperialism goes hand in hand with the changes in the accumulation processes, altering the geopolitical hierarchy and the forms of world domination. The classical stage is characterized by the colonization of spaces, in the period between 1880-1914. The second stage begins with direct inter-imperialist confrontations, it could be periodized until the 1970s and the oil crisis. The stage of new imperialism is envisioned in the 1980s, it would begin after the dismemberment of the USSR and the direct invasions of the expanded Middle East.
This new domination is based on updating the classical conception of Lenin, who debates with Kautsky, a vision of rivalry with another of inter-imperial association. In the last four decades, a brief unipolar period has been traversed by two phenomena. A geopolitical shift gravitates to the resurgence of Eurasia, with Asia Pacific as the economic locomotive. An economic Asianization challenges the Triad (USA, Europe and Japan), due to the US industrial decline and hegemonic competition. In the Middle East, the devastation leaves various countries in a critical state, and then Eurasian geopolitics against imperialism develops.
The United States stands as the protective superpower of global capitalism. It exploits the MICIMAT complex: Military-Industrial-Counter-Intelligence-Media-Academy-Think Tank and the ideology of the “clash of civilizations”. The imperial action is recreated through warmongering and therein lies a crucial difference with the form of Chinese expansion. It is not only about the struggles for power, of individuals or countries, but of the tendencies of capitalist accumulation on a global scale. A current form of domination is instituted through military bases in spaces that are allied or occupied by the powers.
Neoimperialism sums up five characteristics :
- one, the new monopoly of production and circulation;
- two, the new monopoly of financial capital, economic financialization;
- three, the monopoly of the US dollar and intellectual property, -which generates the unequal distribution of wealth-;
- four, the new monopoly of the international oligarchic alliance –monetary policy and war threats–,
- five, the economic essence and the general trend. In short, imperialism is a policy of domination carried out by the powerful of the planet through their states.
Recent geopolitical transitions
Since the 1980s and 1990s, capitalism has been restructured towards neoliberal policies and its neoimperialist phase. The recomposition of the new Russia and the exponential Chinese economic growth combined with the decline of the Franco-German European axis and Japan. The Sino-Russian alliance began in July 2001 with the creation of the Shanghai Cooperation Organization (SCO), a comprehensive strategic partnership. The North Atlantic Treaty Organization (NATO), four months later, occupied Afghanistan after September 11, 2001 with 300,000 soldiers.
The incursions sought to bring down countries not aligned with their policies, such as Iraq or Afghanistan. In addition to avoiding the strengthening of potential rivals such as China, a new center of capital accumulation and dependent on the supply of hydrocarbons, or Russia (Wolfowitz Doctrine, 1992). But the US got bogged down in Iraq, in a counterinsurgency war, declining its hegemony over the Middle East.
The roadmap indicated as targets the alleged “axes of evil” of “Western civilization.” They accused Syria, Iraq (two of the most consolidated secular nationalisms in the middle of the 20th century, with a Baathist ideology), Afghanistan, Libya and Iran, but also countries from other latitudes such as Venezuela, North Korea, the now ex-Yugoslavia and others. willing to develop some kind of autonomy.
The rebellions in the countries of the Middle East and North Africa, in 2011, are marked by NATO invading Libya. In 2013/14, the Sino-Russian opposition prevented the impending US-NATO attack on Syria. This new world order maintained its confrontation scenario, due to its geostrategic and geoeconomic position, due to maritime and land routes, due to its proximity to Heartland , and due to its energy pre-eminence.
The US uses the dollar as a currency and reserve of value, and to consolidate it, it deploys its army. Since 2001, “War on Terror”, then 2011, “Asian Pivot”, it approaches the “rivalry between the great powers”, so far in intermediate spaces in Ukraine, Taiwan, the Sahel or Iran.
In the systemic crisis, the internal US fissure between the globalism of the coasts and the Americanism of the interior hinders its external projection. It maintains its financial and technological primacy, in the face of its internal crisis. It is not an inexorable decline of US imperialism, which, as a world structure of domination, is hierarchical with sub-empires and appendages, but it is not world governance.
The Asian giant consolidates itself as the largest engine of global economic growth. The Belt and Road, a hegemonic geoeconomic bet with contradictions, opposes the actions of the North Atlantic Treaty Organization (NATO) to reconfigure the Greater Middle East since 1991. By consolidating Beijing, it poses a challenge and generates all kinds of tensions for the American hegemony.
The New Silk Road (BRI) or the Eurasian Land Bridge
The world power map outlines the alliance between Russia, China (US goal never to join) and Iran. In 2013, Putin warned against the US attempt to rebuild a unipolar world. Obama reaffirmed the “American exceptionality” that would allow him to lead the world and thus defend world interests.
With ups and downs, the powers that remained with more regional or more global roles are Japan, Russia (and the USSR), the United States, France, Great Britain and Germany. In the last two centuries, China has been transformed from a semi-colonial, peripheral situation, through a constant improvement based on the 1949 Revolution, to rise to a central and hegemonic country, in an unprecedented case. The latest tectonic movements denote the importance of the Indian and the Pacific, compared to the previous preeminence of the Atlantic; if we notice, in the busiest ports in the world.
The majority of the world population interacts in the Eurasian territory, a scenario of multipolarity, resources, cultural and linguistic variety. China represents the rise of Asia Pacific, Russia the political-military, territorial power and immense natural resources. Europe is represented by its triad: British and Franco-German axis. However, the unprecedented geoeconomic irruption is China, whose eradication of poverty for the benefit of four hundred million people in the last half century exemplifies that potential, together with the overturning of its overproduction and surpluses to the rest of the world.
The third power in contention is Moscow, a geopolitical and military challenger, not so much economically. The immediate priority is naval harassment in the China Sea, a vital area of world trade. The United States added the AUKUS to NATO, along with Australia, Great Britain and also reactivated the QUAD, a kind of “NATO of the Pacific” together with Japan, Australia and India. This would surround the “Necklace of Pearls” of the BRI maritime corridor on the outside. Meanwhile, China leads the Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), among fifteen nations in the Asia-Pacific region – such as Japan, Australia, Indonesia, the Philippines and Vietnam.
The US strategy is counteracted by the Russian-Chinese alliance, which partly joins Central Asia (post-Soviet space), and joins Iran (25-year treaty). In intermediate situations, it leans towards Pakistan (a traditional nuclear ally of the US), and Turkey (a member of NATO) according to the planning of the BRI (Tehran-Istanbul) with its geostrategic position, one of the economic corridors to reach to Europe.
The “One China” doctrine exercises its sovereignty over colonial holdovers like Hong Kong and Taiwan. His military apparatus is preparing while he proclaims his peaceful action. The “century of humiliation”, from the Opium War in 1841 to 1949, when the People’s Republic of China was founded. Since 2015, a technological roadmap was designed, “Made in China 2025”, aimed at narrowing its gap; by 2035, strengthen its position, and by 2045, lead global innovation.
The economic integration of the BRI with Russia and Europe, together with the intention of developing the interior of the country (such as Xinjiang) and ensuring energy from the center of Eurasia. In addition to restricting the US presence and building routes that the US military could not interrupt in the event of a higher level of confrontation.
The railway line – built and projected – together with the sea and land lines connect Eurasia. The route has commercial, industrial, transport, science and technology guidelines. The strategy is summed up in peace for its economy and its global status, stabilizing the global economic and political situation. To the extension of its sphere of influence, its competitors respond with geopolitical rivalry in the Indo-Pacific region.
Two centuries of maritime predominance, the successive British and North American hegemonies, are interspersed with this terrestrial resolution (it reduces time by a third of what is necessary by sea) – the thalassocratic powers against the tellurocratic ones. It transforms the geography of central Eurasia, after the US invasions, a “reordering” but on uneven terms. Russia, in 2015, with the tacit support of China, intervenes with its army. Russia and the United States differ in the geographical proximity or remoteness where they intervene and the North American deployment around the world with its military bases.
Sino-Russian alliance plus Iran, geopolitical opposition to the Anglo-Saxon axis
The Sino-Russian alliance together with Iran outlines a strategic triangle. Russia regained prominence on the global geopolitical tableau. Another part of the hegemonic and resource struggle unfolds in the post-Soviet space, where NATO advanced eastward.
China, after being a world and Asian power, went through a period of invasions and colonization attempts, first by the British and then by the Japanese. And although it has nuclear weapons and is part of the UN Security Council, it has not followed the policy of aggression of the other four. According to Chinese academics, “the Beijing consensus” develops a circumspect behavior, a geopolitical logic of sharp power ( sharp power ), a different type of interference from that of purely diplomatic forces ( soft power ), or American hard war responses ( hard power) . ) and political interference.
The policy of the American Asian pivot – and of NATO – seeks to stop the deployment of the BRI. The United States is imperialist, its position is one of aggression, the places where it directs its fleets are thousands of kilometers from its territory. The North American country with its insular geography was involved in wars except for nineteen years of its history.
This repositioning of Eurasia is represented, in part, by this tripartite axis, although the disconnection with Germany is another central issue. China assumes a defensive reaction, its long-term planning and demographic weight stand out. Shade is another form of multipolar power sharing. Whether and to what extent this benefits the rest of the world remains to be seen.
Sub-imperialist powers
Transformations in a major region for hegemonic competition reflect or precede global systemic variations. Global tensions have repercussions there through indirect confrontations, popular rebellions, and fluctuations in alliances. The peripheral gendarmes do not contradict the independence of action of those countries, but they do confirm the level of interventionism in the region. It is enough to observe the successive maps of the Middle East, its independences and its warfare (1916, 1948, 1967, 1973, 2001, 2021) to verify the atmosphere of confrontation.
The role of this region goes through global energy (production, transit), refugees, the security of the Persian Gulf, nuclear non-proliferation, political Islam, non-state actors (such as Hezbollah and Hamas), the Israeli-Palestinian question , civil wars such as in Syria, regional tensions (such as the Saudi-Iranian rivalry), the Chinese BRI, plus the independence of sub-empires, popular revolts, democratic battles and anti-imperialist resistance.
After the implosion of the Soviet Union, a symbolic and material reconfiguration of the map is outlined, which had repercussions on regional bellicosity, when the US invaded the countries it had supported in the previous decade of the 80s, Iraq ( against Iran) and Afghanistan (the “Vietnam” of the USSR). The purpose of world domination, in the 21st century, goes through energy, food, technology and security. This belligerence was covered by the characterization of the Muslim enemy as the adverse per se of the “West” instead of the “Red Bear”.
In the last two decades, 2001-2021, the United States begins its direct invasions of the area in Iraq (1991, 2003-2021), Afghanistan (2001-2021), the watershed, the capitalist crisis of 2008, Libya (2011), interference in Syria (2012) and in Yemen (2015). In addition, the unconditional support for Israel against the Palestinians and Hezbollah, the alliance with Saudi Arabia and the appearance of ISIS (2014), plus the nuclear agreement with Iran (2015). Those raids have stalled to this day, with devastated countries, thousands of refugees, and critical social consequences.
The sub-powers located in the Middle East, Turkey, Iran, Saudi Arabia and Israel, compete for different areas of influence. Two are perceived as heirs to the Ottoman and Persian Empires; the peninsular, with respect to the Arab-Muslim expansions to North Africa and Europe; in the colonial, the “Greater Israel” does not agree with any empire. At one point, this equates to Russian and Chinese perceptions of themselves, and differs from Americans in being a colony-turned-empire.
The sub-imperial character of Turkey, a member of NATO and linked to the Pentagon, is verified in its intervention in regional conflicts, its repression of the Kurds or the controversies with Iran. However, it oscillates between the association and certain dissidences with respect to the United States. As a place of transit and connection, the difference with its neighbors is that it is not supported by natural gas and oil reserves, but by trade and tourism.
Iran dominates the Persian Gulf with its territory, a bridge between Central Asia or China to the Mediterranean. An ally of Russia and China, of India (it built a port in Iran, to avoid Pakistan) which, along with Russia, are its main suppliers of oil and gas. For China, the Persian country is transcendental in the BRI. For Russia, it is essential to neutralize the US Fifth Fleet, based in Qatar. In turn, the Iran-Iraq-Syria-Lebanon (with Hezbollah) and Palestine (with Hamas) axis constitute an opposition to Israel and the Americans in the region. Iran possesses the world’s second largest gas reserves and the third largest oil, a vast territory in a key area, the opposite of the staunch ally of the “Empire of Chaos”.
The interests, alliances and roles of sub-imperialist countries such as Turkey and Iran –with ambivalence–, and historical allies of the hegemon such as Israel (co-imperial) and Saudi Arabia. In turn, these countries settle their differences in third countries, but they do not confront each other directly, nor do the superpowers. The rivalry is observed in their areas of influence, with the Gulf countries whose prominence is increasing. A new paradigm opens from the recent reconciliation between Saudi Arabia and Iran.
Israel is a co-empire with a “qualitative military advantage” sponsored by its ally. It approaches Arab countries, located in key maritime straits Bahrain, United Arab Emirates (UAE), Sudan and Morocco in an open way, just as we could add Saudi Arabia in an underground way. In, the UAE approximates it to the opposite coast of Iran within the Persian Gulf. Israel suffocates and colonizes Palestine, bombards the Gaza Strip cyclically, blocks it by land, sea and air, an open-air prison.
Afghanistan, the “Vietnam of the USSR”, is a strategic country for NATO. It would provide a unique geopolitical advantage over China, Russia, India and Iran, being the platform to engage in Eurasia. NATO-induced wars in Afghanistan, Iraq, Libya, Syria or Yemen have disrupted the existence of at least one hundred million people in this region in the last three decades.
The material reconfiguration transforms territorialities through direct or indirect intervention. The concept of sub-empire hierarchizes the capitalist powers in the state of war, latent or permanent. Local actors whose interests and interactions are ambivalent to the superpowers. Turkey, the opposition to Iran and a rapprochement with the nuclear treaty, and the alliance with Saudi Arabia.
Hegemonic decline and Chinese rise
After the world crisis of 2008, in the region of the “Arab world” they revolted since 2011, thus deposing monarchies or long-standing rulers. However, the repressive counterrevolution dealt several blows to that movement. The transformations of the 2010s exposed how the United States veered in its policy to redirect it towards China and Russia.
The war against Iraq would isolate Iran as a step prior to its destruction, there were two opposition regimes like the Libyan and the Syrian. In Syria are the only military bases that allowed Moscow to project its naval and air power over the Mediterranean. The offensive of the so-called Islamic State against the Syrian regime – supported by the US, Israel, Turkey and Saudi Arabia – targeted Russia and Iran, which, from Syria, backed Hezbollah. Hence the Russian decision, backed by China, to get involved in September 2015.
In Syria the conflict devastated its population. While Libya was left in a situation of potential disintegration and state division into three regions. The land borders of Iran, which has suffered numerous economic sanctions, are fenced off by US military bases. It thus approaches the Persian Gulf and the Indian Ocean, of Chinese interest.
The US in the Middle East is in a setback, due to its failure to comply with its plans, to convert five countries into fourteen or to balkanize several States. Although it destroyed several countries, the entry of China and Russia, as well as the influence of Iran, changed its roadmap. The attempt at imperial redesign is in tune with that applied by France and England at the beginning of the 20th century.
The destabilization of the region, misnamed the “Global War on Terror”, annihilated 900,000 people, caused 38 million refugees and internally displaced persons in Afghanistan, Pakistan, Yemen, Syria, Iraq, Somalia, the Philippines, Libya and Syria, plus the issue Palestine. It damaged at least a hundred million lives. The external change has become evident because Russia and China, two powers in recomposition, have intervened in different ways in the region, and have had an impact in addition to popular rebellions and sub-imperial powers.
The Middle East and Eurasia are constituted as decisive spaces of the world system. The United States is betting on preserving its world hegemony. It tries to maintain the arms supremacy deployed throughout the world, in addition to a series of partner or follower sub-powers at key moments, and due to their characteristics. In Our America we will see if the confrontation between the United States-Europe blocs with the Russia-China strategic alliance generates new realignments. It remains to be seen whether the Monroe doctrine prevails. The reaction should be to ally and not divide, as they conceive it.
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Martin Martinelli, PhD (in Social Sciences) is Professor of History at the National University of Luján (Argentina) and Geohistorical Observatory. Coordinators of the Al-Zeytun / CLACSO Magazine Special Group “Palestine and Latin America” by the Institute of Latin American and Caribbean Studies (University of Buenos Aires). Author of the book “Palestine (and Israel). Between intifadas, revolutions and resistance.”
https://www.globalresearch.ca/eurasian-geopolitics-versus-imperialism/5822060