Martín A. Martinelli, es Doctor en Ciencias Sociales, Historiador.
Universidad Nacional de Luján (Argentina). Co-Coordinador del Grupo
Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina»
(2019-2022) por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe
(Universidad de Buenos Aires), Director Observatorio Geohistórico
(UNLu). Autor del libro “Palestina (e Israel). Entre intifadas,
revoluciones y resistencias”.
1. ¿Cómo nace la idea de publicar tu libro “Palestina (e Israel), intifadas, revoluciones y resistencias”?
La
intención era darle voz a la que menos la tienen, los palestinos. Si la
tienen, pero no en los niveles insospechados que tiene el colonialismo
de ocupación israelí, aliado estadounidense en la región. Estudiamos su
pensamiento, también el israelí, que por supuesto está entrelazado. No
obstante, quisimos dilucidar un tema de lucha, de resistencia al
colonialismo y al imperialismo, por lo significativo para los
palestinos, pero más por lo simbólico, influyente y representativo que
es y ha sido para otras luchas por la libertad, por los derechos
humanos.
Desde el sur es lo más lógico entender este caso, ya que
hemos vivido también el colonialismo y continuamos sintiendo el
imperialismo en carne propia. Mismo en las elecciones de Argentina que
acaba de ganar un misógino y defensor a ultranza de la dictadura
genocida argentina (1976-1983) como Milei, no es una impresión, así se
lo advierte.
Nace en primer lugar de una investigación de largos
años donde tuvieron un rol fundamental, mi familia nuclear, mi compañera
Caro, Santi y Bren, mis directores de Tesis Doctoral Claudio Katz y
Susana Murphy, el Observatorio Geohistórico que integro y dirige Omar
Gejo. Eso es lo que no aparece en primer plano. Esta es una actividad
colectiva y la escritura de la historia, implica un esfuerzo en todos
los matices planteados en el libro.
Cuando
finalizaba la tesis pensaba las formas que podría adquirir esto y todo
el conocimiento producido y generado en la Universidad debe volcarse a
la sociedad en una relación de intercambio mutua y equitativa.
Ha
sido un camino cargado de contratiempos la publicación porque por
ideología recibió muchas objeciones, de largo, mucho más que a la
rigurosidad y sistematización de lo atravesado desde la perspectiva
palestina. Es decir, la de un pueblo colonizado, oprimido, que resiste a
su opresor y por eso genera muestras de solidaridad y manifestaciones
en el mundo entero para pedir un cese al fuego y el desmantelamiento del
apartheid al que cotidianamente se enfrentan de manera estoica.
2. ¿Cómo llegaron los primeros colonos israelíes a Palestina? Algunos judíos llegaron antes de la Segunda Guerra Mundial....
Para
entender, profundicemos en qué es el sionismo, vale aclarar que el
judaísmo es una religión compuesta de diferentes orientaciones en su
interior y, al igual que otras, sus fieles están diseminados por muchos
países. Esto se contrapone con el movimiento político sionista que es
“una ideología de apropiación colonial con ropaje milenario”. A través
de esta caracterización, distinguimos las posturas antijudías, de las
antisionistas y de las antiisraelíes. La primera posición es racista, la
segunda anticolonialista y la tercera es semejante a una perspectiva
anti Estados Unidos, dado que expresa un genérico rechazo al
imperialismo. Pero lo central es registrar que Israel obra en función de
las prioridades geopolíticas de aquel país.
El sionismo es un
movimiento político, promovido por los judíos en diferentes países
europeos. Sus primeros ideólogos se sitúan en la segunda mitad, del
siglo XIX, sobre todo en las décadas finales. Su objetivo, instaurar un
Estado con un nacionalismo étnico junto con una forma de colonialismo
europeo de ultramar. Además, buscó que la identidad judía, religiosa y
en parte cultural, se fundiera en una identidad nacional judía moderna,
aunque no asumieran un único país de origen, ni una misma lengua, ni
cultura, ni costumbres en común, por provenir de lugares diferentes.
Planteaba
un renacimiento nacional como alternativa a la persecución sobre los
judíos que se daba en varios países. En 1896, Theodor Herzl, periodista
austrohúngaro, publicó El Estado judío donde trazó la idea de un
“restablecimiento” del Estado judío como solución al “problema judío” en
Europa y al antijudaísmo. Allí colocó las bases de cómo establecer
dicho Estado, y se dedicó a buscar el apoyo de las potencias mundiales
para poder concretarlo. En ese sentido, Herzl en 1896 afirmó:
“Palestina
es nuestra inolvidable patria histórica. Tan solo su nombre sería para
nuestro pueblo un llamado aglutinador poderosamente emotivo. Para Europa
formaríamos parte integrante del baluarte contra el Asia:
constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la
barbarie. Como Estado neutral mantendríamos relaciones con toda Europa
que, a su vez, tendría que garantizar nuestra existencia.”
El
nacionalismo de fines del siglo XIX y Gran Bretaña como potencia mundial
garantizaría la promoción del nuevo Estado. Herzl propuso varios
lugares para ubicar a los judíos, como Palestina, Uganda o la
Argentina:
“¿Palestina o Argentina? ¿Se deberá preferir Palestina
o Argentina? La Society tomará lo que se le dé y lo que declare la
opinión general del pueblo judío. La Society establecerá ambas cosas. La
Argentina es uno de los países naturalmente más ricos de la tierra, de
una superficie enorme, con escasa población y un clima moderado. La
República Argentina tendría el mayor interés en cedernos una parte de su
territorio. Naturalmente, la actual infiltración judía ha generado
desavenencias; habría que ilustrar a la Argentina sobre la esencial
diferencia de la nueva migración judía.”
También
ofrecía ser una guardia de honor de los Santos Lugares de la
cristiandad, con alguna forma de extraterritorialidad acorde con el
derecho internacional.
La meta del proyecto, salvaguardar una
fortaleza “blanca” (occidental) en un mundo “negro” (árabe). Esto
conlleva implicancias tales como el temor a ser superados en el aspecto
demográfico, el racismo, así como también la dicotomía entre lo
occidental y lo oriental o islámico, como su opuesto negativo. Junto con
ello, en el interior de Israel se produjo otro tipo de diferenciación.
Por una parte, los judíos llegaron de países de lengua árabe del norte
de África y del Medio Oriente, denominados mizrahim. Este término
unificó su significado con el nombre sefaradim –se usa en la actualidad e
históricamente refería a los judíos de la Península Ibérica a los que
se intentó desarabizar–. Por otra, los asquenazíes, sobre todo europeos,
quienes formaron y continúan como élite gobernante.
El sionismo
secularizó y nacionalizó el judaísmo, aunque no en su totalidad. Su
núcleo de interés era la tierra, ejerce el colonialismo de asentamiento,
según su propia versión y la británica. Para cimentar un Estado judío
necesitaba generar una infraestructura. Hasta 1918 y luego con la
ocupación británica de Palestina, preveían crear un Estado judío allí
para escapar de una historia de persecuciones y pogromos en Occidente, y
consideraban imposible su asimilación en las sociedades de los países
europeos donde residían. De todas maneras, los intereses imperialistas
británicos que lo sustentaron y los judíos seguidores de esta política
formaban parte de un grupo menor en sus inicios. A su vez, reclamaban lo
que pasaron a considerar como su “antigua patria”. Por estas razones,
la campaña para el asentamiento estatal en Palestina está asociada al
milenarismo cristiano y al colonialismo europeo del siglo XIX.
En
el relato nacionalista israelí, una comunidad religiosa se transformó
en una comunidad política, a partir de grupos dispersos por todo el
mundo y un colectivo definido por la religión y los lazos de sangre, se
convirtió en el Estado de Israel. Trataron de presentarlo como entidad
homogénea en movimiento a través del tiempo, desde hace milenios a la
actualidad. El espacio y la cultura del colectivo son estáticos, dado
que los matrimonios, la migración y los conflictos internos modificaron
los límites del colectivo. Tal argumento también se utiliza con la Torá,
como la fuente de identificación para los judíos. Este libro,
considerado sagrado, se exhibió como si fuese una prueba de los derechos
nacionales en Canaán en el pasado y de Palestina en el presente. Así
como también otorgó a la nación un sentido de orgullo y singularidad
como pueblo elegido.
Incluye tendencias variadas y aun
contradictorias, desde nacionalistas hasta liberales y socialistas, pero
cuya mayoría adhiere a la tesis territorialista, ligada a la creación
de un Estado-nación judío que será el Estado de Israel. Este movimiento
político buscó un elemento común para ensamblar una identidad propia,
que fue la religión/cultura judía. La finalidad era encontrar un punto
de amalgama para el nuevo movimiento, dado que los participantes eran
individuos originarios de países muy heterogéneos.
La percepción
judía de su identidad religiosa mutó en una identidad nacional. Judíos
de diversos países, culturas y lenguas que llegaban a Palestina se
fusionaron –con varias dificultades– en una nueva identidad nacional
judía, sobre todo a partir del establecimiento del Estado de Israel. Al
mismo tiempo, desconocieron la identidad palestina en documentos que
consagraban el establecimiento de un “hogar nacional” judío como
compromiso británico en su potestad sobre Palestina. Excepto por un
breve período ulterior a la emisión del Libro Blanco de 1939, Gran
Bretaña permaneció leal a este enfoque dual hasta 1947-1948.
Hasta
la actualidad, la naturaleza del Estado israelí se especifica con el
retorno de los judíos y el no retorno de los palestinos. Si esa dinámica
caducara, su identidad se disolvería. En la sociedad israelí, la
participación directa del Estado y del Ministerio de Educación rememoran
la Shoah. Se emplaza en un lugar central del discurso público israelí,
así como también en su imaginario social.
En la fase anterior a la
implantación del Estado de Israel, los judíos se agruparon para el
trabajo colectivo en los kibutzim y los moshavim. La diversificación de
la economía en Palestina promovió la constitución del sindicato sionista
Histadrut, integrado de forma intencional –en contradicción con la
ideología socialista precedente– solo con obreros judíos que impulsaron
la nacionalización de la economía.
En
1929, se creó la Agencia Judía para alentar la inmigración y
estructurar la comunidad judía a través de instituciones de
autogobierno. En síntesis, a lo largo de cuatro décadas, los sionistas
adquirieron tierras, colonizaron asentando a una población significativa
pero bastante menor en comparación a la palestina. En primer término,
desarrollaron instituciones, organizaciones políticas y sindicales. Y
más adelante, comenzaron con la difusión de un hebreo moderno como nueva
lengua nacional y se establecieron nuevos mitos –la empresa
colonizadora, la modernización y otros–, que fortalecían una nueva
conciencia e identidad nacional.
3. ¿Por qué se toman como un ataque íntegro los palestinos el asedio a sus mezquitas por las fuerzas israelíes?
El
problema central radica en que los últimos cambios en las
administraciones israelíes no modificaron la postura del “Gran Israel”
expansivo, que dirige tres políticas hacia Palestina. Un Master Plan
para judaizar Jerusalén, una desarabización. Segundo, un intento por
anexar Cisjordania, aquí aparece la cuestión demográfica y de mayoría
política, debido a que son casi siete millones de palestinos y de
israelíes dentro del territorio que se corresponde con la Palestina del
Mandato Británico. Esto se basa en un racismo estructural, semejante a
lo visto en el “Black Lives Matter”. Y tercero, se apoya en una política
de bloqueo e invasiones recurrentes hacia la Franja de Gaza desde 2006.
Mientras tanto, aumentan el cercamiento de los bantustanes y el Muro,
los puestos de control y las rutas que confiscan tierra y recursos, al
tiempo que se subdivide a los diferentes poblados palestinos en
Cisjordania.
En realidad, eso es el último detonante, pero la
presión es cotidiana en todos los aspectos de los derechos humanos y
está muy lejos de tratarse de un aspecto religioso. Es un factor, pero
el político, social, económico, cultural y moral, pero más de opresión
diaria es lo que fomenta el caldo de cultivo para una reacción palestina
ante tanta violencia. Si ha habido intifadas desencadenadas por esas
acciones, pero lo son en un marco de inequidad, de qué se intenta tratar
de borra de los mapas y los diccionarios a los palestinos hace más de
un siglo.
El
pueblo palestino continúa en la lucha por su autodeterminación, más
allá de si es posible la aplicación de una solución de un Estado
binacional o de dos Estados. Sin dejar de ver la situación de ocupación
que lleva décadas y se incrementa de manera sostenida, es una
posibilidad que, las elecciones previstas para este año podrían
reflotarse. Al mismo tiempo, se reconoce internacionalmente la
aplicación de un apartheid sobre su población, pero eso aún no ha
modificado sustancialmente su realidad.
Entre las formas de
resistencia palestina y de solidaridad internacional hacia su causa,
encontramos la campaña BDS, Boicot Desinversión y Sanciones (emparentado
con el sudafricano), que se opuso a las declaraciones de la Alianza
Internacional para el Recuerdo del Holocausto, para rechazar la
asimilación entre la judeofobia (antisemitismo) como forma de racismo y
el antisionismo, como rechazo a las políticas israelíes hacia los
palestinos.
El repliegue de Estados Unidos es visible en algunos
aspectos, como la retirada de Afganistán, o la posible de Irak, pero aún
no podemos conjeturar como será su readecuación hacia toda la región.
Lo que sí podemos observar es un cambio en el escenario de
intervenciones militares que pueden mermar, de bases, de sanciones
económicas como a Irán, y de alianzas como con Israel o Arabia Saudita,
donde los actores regionales y las movilizaciones populares han
influido. Esto no pudo evitar la destrucción de varios países desde
Libia a Afganistán, con las consecuencias terribles para sus poblaciones
y los refugiados que esto provocó.
Está por verse si Estados
Unidos desmonta la maquinaria bélica desplegada en Medio Oriente por su
conexión con el sostenimiento del dólar y porque a su vez busca
intercalar la fuerza y el consenso con los subimperialismos de Turquía,
Irán, Arabia Saudí más el rol coimperial de Israel; así como amedrentar a
las potencias rivales. Los últimos 20 años de este nuevo imperialismo e
intervención directa, se dividen a partir del despliegue chino al
anunciar la Nueva Ruta de la Seda en 2013, que comienza una forma casi
opuesta de hegemonía hacia la región, en otro tipo y tiempo de
desarrollo.
Este nuevo escenario de caos sistémico, se va
delineando desde la crisis capitalista de 2008 y la propuesta del
“pivote asiático” de Obama, y con varios hechos incontrastables del
desplazamiento geopolítico. Un eje triangular entre Rusia, Irán y China
que en 2013 se opuso a las propuestas estadounidenses de bombardear
Siria. En 2015, Rusia se ha involucrado de manera decisiva, con el apoyo
tácito de China.
Los cambios operados y visibles en la última
década, muestran que la “asiatización” económica va disputando poder con
dos representantes de la tríada, Europa Occidental y Japón, y por un
declive relativo estadounidense en varios indicadores económicos. Los
últimos movimientos tectónicos denotan la importancia del Índico y el
Pacífico, frente a la preeminencia anterior del atlántico; si reparamos,
por ejemplo, en los puertos con mayor actividad del mundo.
Israel
(la potencia americana le asegura una “ventaja militar cualitativa” en
la región) junto con Arabia Saudita (sostén del petrodólar), apuntalan
las políticas anglo-estadounidenses hacía la región. Estas se dirimen
entre una posición “globalista” que apoyaría una pacificación, y otra
“americanista” que persiste en la propuesta guerrerista, junto con el
manejo de la OTAN y con reflotar el QUAD (alianza entre Australia,
Japón, India y Estados Unidos) y ahora el AUKUS (Australia, Reino Unido,
EE.UU.). El espacio post-soviético es medular en la competencia mundial
por las zonas de influencias y por los recursos. Bajo la OTAN, la
alianza anglo-estadounidense procura cercar militarmente a la URSS y
luego a Rusia. De todas maneras, el empantanamiento de Estados Unidos en
Asia central y Medio Oriente demostraría que la supremacía militar no
se condice con los resultados de las intervenciones.
En el caso
palestino en particular, la huelga general mostró una reunificación
palestina entre sus diferentes realidades geográficas (Cisjordania,
Franja de Gaza, Jerusalén Este, el propio Israel, o los países
limítrofes Siria, Jordania y Líbano), que puede marcar un nuevo curso en
su sociedad. Aunque habría que ver cómo puede esto resolver una
situación, que, con el paso del tiempo, y este es un elemento central,
ha empeorado. Eso se evidencia tanto con el crecimiento de las colonias
de asentamiento como con la ley israelí de 2018 de un Estado Judío, que
busca la supremacía y negar a los palestinos la incorporación a Israel, o
los atributos de un Estado propio soberano.
4. ¿Sería correcto volver a las fronteras de 1993 con los Tratados de Oslo?
Lo
interesante sería comenzar desde la educación y la acción a nivel
mundial de Boicot, Desinversión y Sanciones, el BDS, más romper
relaciones diplomáticas con Israel, generar el desmantelamiento del
sistema de apartheid. Debemos diagnosticar para saber cuáles son las
situaciones, dado el racismo estructural combinado con la colaboración e
incrustación de Israel en el Complejo Militar Industrial de Estados
Unidos y la OTAN, más ser eje en el plan de un “caos controlado” en
Medio Oriente ampliado, el punto es erosionar y debilitar ese sostén, el
estadounidense, el verdadero y acuciante problema.
La realidad
social y política palestina se fracturó en tres planos (algunos
consideran cuatro, con Jerusalén Este): en Cisjordania y Gaza, en el
interior de Israel y en el exterior de la Palestina histórica (refugio y
emigración). Estas tres dimensiones, si bien poseen particularidades,
no han estado aisladas unas de otras y se han influido. Para los
palestinos conforman de una misma realidad y cualquier palestino tiene a
sus familiares dispersos en estos tres mundos. En otras palabras, las
tres esferas de la ocupación israelí sobre Palestina están
interrelacionadas y son indisociables.
Primero, la cuestión de
los refugiados se trata de los expulsados de sus pueblos y obligados al
exilio. Segundo, los que permanecieron en los territorios palestinos
–dos décadas bajo control jordano (Cisjordania) o egipcio (la Franja de
Gaza)–, después ocupados por Israel en 1967. Y tercero, los que
continuaron en el interior de Israel y recibieron la ciudadanía israelí.
Si bien puede que este último grupo haya aprovechado el ser israelíes
en lo político, lo social y lo económico, lo cierto es que debieron
soportar un régimen semejante al apartheid por no ser judíos, ser
sospechosos de deslealtad o ser vistos como una quinta columna
palestina. De ser ciento cuarenta mil en 1949 pasaron a más de un millón
y medio en la actualidad (20% de la población israelí). Al ser
marginados, los palestino-israelíes reivinidicaron su identidad
palestina y una política que liga el fin de la discriminación y el
acceso a una ciudadanía plena en Israel con la resolución de la cuestión
general. Es decir, consideraron su situación emparentada al conflicto y
pensaron que, ante su resolución, el establishment judío asumiría su
integración en Israel.
Los palestinos en Cisjordania, Gaza e
Israel están unidos en su lucha por sobrevivir, en el sufrimiento y la
pérdida. Aquellos de la diáspora han intensificado el compromiso con su
patria y demandan una voz en la búsqueda de una solución. La percepción
se centra en la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, y en los
esfuerzos palestinos por establecer un Estado allí, así, se reduce a una
de sus dimensiones. Esta empresa colonial europea tuvo como
particularidad que el sionismo no representaba un Estado en sus inicios.
Después de 1948, dispuso de uno en su confrontación con la población
autóctona palestina y sus vecinos árabes.
Una representación
sesgada ha sido como comunidad tradicional y premoderna, que también se
infundió sobre los demás palestinos desde el grueso de la
intelectualidad occidental. Por lo tanto, ellos conservarían identidades
múltiples: israelí, árabe, palestina, musulmana; compatibles entre sí,
pero no exentas de tensiones. La nueva identidad judía israelí
presentada como superación de sus culturas diaspóricas de origen y su
crisol tampoco ha sido una construcción monolítica y lineal.
El
caso de los palestinos se asemeja al de los armenios en el
negacionismo. Por lo tanto, los israelíes en ese sentido se parecen a
los turcos y a los sudafricanos. En el negacionismo turco, el leit motiv
fue: un pueblo, una raza, una religión; o sea, “somos turcos, hablamos
turco y somos musulmanes”. A su vez, en el caso israelí, se buscó la
homogeneidad de un Estado judío. La herramienta del paradigma colonial
de ocupación y la analogía del apartheid contribuiría con el desbloqueo
del proceso de paz y posibilitaría un paso más hacia una resolución. Un
nacionalismo es opresor (Israel), el otro es el nacionalismo de los
oprimidos (Palestina). Son una identidad nacional pese a los que lo
contradijeron. Probablemente sea uno de los casos más importantes de
lucha nacional, pero que, a su vez, resulta ser uno de los más
controvertidos.
Si bien los palestinos se formaron en la
resistencia, su especificidad se produjo en la diáspora, algo que de
manera paradójica, se emparenta con varias diferencias con el caso
israelí. Se reconfiguraron, los exiliaron, pero no se hicieron jordanos
ni sirios ni libaneses. A su vez, se definieron como árabes (panárabes
en un periodo) y están conectados a una identidad musulmana y al haber
sido oprimidos por el imperio otomano.
Es una nación, son árabes y
al mismo tiempo palestinos. Pasaron de ser una protonación a una nación
forjada, mediante la elección de ciertos símbolos: la resistencia, la
OLP y su carta orgánica, su pedido de un Estado laico democrático. Son
una identidad nacional que se diferencia de los demás árabes. Los árabes
son en algún sentido una nación, pero no llegaron a conformarse como un
Estado, pese a intentos como la República Árabe Unida (RAU, 1958-1961),
que se reorganizó en Estados-nación particulares.
Cuando un
palestino nace en un campo de refugiados del exterior es considerado
palestino. No son solo nación superpuesta, se parece a la situación de
un pueblo desplazado por un colono. Por su parte, el palestino-israelí
tiene dos nacionalidades.
5. ¿Quién es el historiador israelí Ilan Pappé? Fue quién hizo el prologó de tu libro.
Ilan
Pappé (Haifa, Israel, 7 de noviembre de 1954) es un profesor de
historia en la Universidad de Exeter, Reino Unido, codirector del Centro
Exeter de Estudios Etno-Políticos y activista político. Anteriormente
fue profesor de ciencias políticas en la Universidad de Haifa
(1984-2007) y director del Instituto Emil Touma de Estudios Palestinos
de Haifa (2000-2008). Es autor de libros como La limpieza étnica de
Palestina (2006), El Oriente Medio moderno (2005), Una historia de la
Palestina moderna: una tierra, dos pueblos (2003) y Gran Bretaña y el
conflicto árabe-israelí (1988). Fue también uno de los fundadores de la
coalición Hadash.
Se trata de uno de los denominados «Nuevos
Historiadores» israelíes quienes, a partir de la desclasificación de
documentos en la década de 1980 por parte de los gobiernos del Reino
Unido, Estados Unidos e Israel, han tratado de revisar la historia
moderna del Estado de Israel, criticando el sionismo desde puntos de
vista muy controvertidos para gran parte de la sociedad israelí. En
particular, Pappé defiende en sus escritos que la salida de 700.000
palestinos del antiguo mandato británico durante la Primera Guerra
árabe-israelí fue llevada a cabo de forma intencionada por el Yishuv y
más tarde por el ejército israelí, siguiendo un plan elaborado por los
futuros líderes israelíes antes de la guerra, en 1947, el llamado Plan
Dalet o Plan D. En distintas declaraciones se ha mostrado radicalmente
en contra de la creación del Estado de Israel, culpándole de la falta de
paz en Oriente Medio, argumentando que el sionismo es más peligroso que
la militancia islámica y llamando en ocasiones a un boicot académico
contra las universidades israelíes.
Pappé
es defensor de la creación de un único Estado secular en la región
histórica de Palestina en el que convivan tanto árabes como judíos. Su
trabajo ha sido tanto apoyado como criticado por otros historiadores,
generando importantes controversias en Israel. Antes de que abandonase
el Estado hebreo en 2008 fue denunciado en la Knesset, un ministro de
educación pidió públicamente su cese, su fotografía apareció en un
periódico en el centro de un punto de mira y recibió varias amenazas de
muerte. Actualmente reside en el Reino Unido.
6. ¿Qué es es el Grupo Especial “Palestina y América Latina” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)?
El
Grupo Especial Revista Al Zeytun/CLACSO Palestina y América Latina se
acaba de conformar en 2019 como una necesidad imperiosa. Surge a partir
del Grupo de Trabajo Medio Oriente y América Latina, para dar mayor
visibilidad a la «Cuestión Palestina» y a las formas de resistencia en
común con otros pueblos.
Pretende pensar los distintos elementos
epistémicos desde el Sur y la manera en que desde esta región podríamos
contribuir para proponer una solución justa, sostenible y basada en el
derecho internacional para la situación palestina y de otros colectivos
en circunstancias similares. Nuestro grupo además fortalecerá el
Programa Sur-Sur impulsado desde CLACSO, y articulará con otros Grupos
de Trabajo. La intención fundamental es estimular las relaciones entre
Palestina, el Mediterráneo, Sudamérica y el Caribe, así como también
otros países y regiones. A partir de las distintas líneas de
investigación, de los aportes conceptuales (por ej. definiciones de
apartheid, resistencia/re-existencia, colonialismo,
colonialidad/decolonialidad) es que mejoraría el conocimiento de la
realidad Palestina y de otras problemáticas. Es por ello que, mediante
el diálogo académico, la cooperación y el pensamiento crítico, a través
de las conclusiones y su difusión, esto refractaría en la promoción de
una política para lograr la paz.
Lo coordinamos Martín Alejandro
Martinelli por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe –
IEALC/UBA Argentina, Jorge Ramos Tolosa,Grupo de Investigación STAND
(South Training Action Network of Decoloniality) – STAND, España, Moisés
Garduño García, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – FCPyS/UNAM
México.
Hemos
propuesto y se ha aprobado lo siguiente en la Asamblea de CLACSO de
2022, a los más de 800 centros miembros, los grupos de trabajo y cada
integrante.
Llamamos a repudiar las violaciones de los derechos
humanos palestinos, desde el Estado israelí, a través de su ejército, su
policía y sus colonos armados, basada en un racismo estructural anclado
en el odio a los árabes y a los palestinos, principalmente. Seguimos la
propuesta de la sociedad civil palestina (desde el 2005) para el
Boicot, la Desinversión y las Sanciones (BDS) contra Israel, cuyo
propósito es finalizar la ocupación de Palestina.
La gran mayoría
de las instituciones culturales israelíes constituyen el andamiaje
ideológico e institucional del régimen de ocupación, colonialismo y
apartheid contra el pueblo palestino, y contra cualquiera que se atreva a
defender su causa. Explícita o implícitamente se han aliado con el
Gobierno israelí, más allá de los esfuerzos para moderarlo que hacen
muchos intelectuales a título individual. Así, tales instituciones
apoyan o dan cobertura al colonialismo de ocupación de Israel y el
apartheid, como bien lo han puesto de manifiesto organizaciones como
Human Right Watch, B´tselem, Laboratorio de Derechos Humanos de la
Facultad de Derecho de Harvard, estudio consultivo de la ONU, Amnesty,
entre otras.
Como intelectuales críticos de CLACSO alzamos nuestra
voz para repudiar, también, la actitud de las dirigencias de las
instituciones culturales y universidades israelíes que profundizan la
discriminación contra el pueblo palestino.
Anexo
Declaraciones
y adhesiones desde el Grupo Especial de CLACSO Revista
AlZeytun/Palestina y América Latina (2019-2022) en sus direcciones de
internet
https://www.clacso.org/el-antisemitismo-es-racismo-y-el-antisionismo-esanticolonialismo/
https://www.clacso.org/declaracion-de-jerusalen-sobre-el-antisemitismo/
https://www.clacso.org/apoyo-al-pueblo-palestino-contra-los-crimenes-sionistasisraelies-y-por-la-inmediata-liberacion-de-juana-ruiz-sanchez-secuestrada-por-israeldesde-el-13-de-abril/
https://www.clacso.org/declaracion-del-grupo-especial-palestina-y-america-latinacontra-la-anexion-de-cisjordania/
https://bdsmovement.net/es/news/mas-de-220-academicosas-de-america-latinarechazan-lazos-con-el-apartheid-israeli
https://www.clacso.org/en/categoria/grupos-de-trabajo/grupos-especiales/grupo-especial-revista-al-zeytun-clacso-palestina-y-america-latina/
6. Los sionistas hablan de volver a la “tierra de Sión” ¿Se puede expandir esta “tierra de Sión” hacia Egipto, Siria, Libano...?
En
las teorías del Gran Israel intentan legitimar los intentos de judaizar
Jerusalén. La percepción de Eretz Yisrael como conjunto total se
manifestó en el Movimiento de la Gran Tierra de Israel, una organización
laica de élite. La premisa representó dos factores: un concepto
territorial y una ideología, cuyo objetivo radicó no solo en conquistar
el máximo territorio posible, sino también en el dominio coimperial (con
la potencia estadounidense) de la región. Los investigadores israelíes
especialistas en estudios bíblicos usufructuaron un repertorio de
términos y frases para la región de Palestina y su periferia tales como:
“Judea y Samaria son el núcleo central de la nación israelita”
principal en 1967; además de “Eretz Yisrael”, “la bíblica Tierra de
Israel”, “Gran Israel”, “la Gran Tierra de Israel”, “la tierra donde las
tribus israelitas tuvieron sus asentamientos”, “la tierra prometida”,
“la tierra de la Biblia” y “la Tierra Santa”.
El término Eretz
Yisrael aparece una sola vez en la Torá (Samuel, 1 13:19) y no existe
mapa histórico, ni religioso de la extensión y las fronteras de la
“Tierra de Israel”. Y aunque hubiese uno, en la época contemporánea no
sería fundamento para demandar aquel territorio unos dos mil años
después. Pese a esto, a la “Tierra de Israel” y a otras referencias
bíblicas se las invistió de connotaciones históricas e ideológicas de un
alcance trascendente tanto en la retórica israelí como en la cultura
occidental. De acuerdo con esa percepción, las escrituras religiosas
proporcionarían a los judíos el título de propiedad que les permitió
extenderse por toda la “Tierra de Israel”, eso les concedería una
supuesta legitimidad moral para la implantación de su Estado y el
colonialismo de asentamiento implementado.
La
relación entre las conquistas territoriales israelíes y la Torá se
reflejó en un personaje laico como David Ben-Gurión cuando afirmó “que
la Biblia constituye el sacrosanto título de propiedad de los ‘judíos’
respecto a Palestina […] con una genealogía de 3.500 años”. En la Torá
los mapas no están delimitados, sino que se trata de poblaciones con
fronteras difusas y dinámicas, muy diferentes al control ejercido por un
Estado-nación moderno. Los límites trazados en los protectorados
británicos del siglo XX son los que ambas poblaciones han reclamado.
Los
políticos israelíes sostuvieron un doble estándar al enaltecer sus
libertades públicas, mientras transgredieron los derechos en Palestina.
Se resaltó la tolerancia religiosa del Estado de Israel de carácter
confesional y explotó su texto sagrado para refrendar sus ampliaciones
territoriales. Los movimientos de colonización como el sionista
explotaron la Biblia como documento de legitimación de sus conquistas
contra pueblos para los que ese texto no tenía la misma autoridad. La
aplicación de la cosmovisión de dicha obra a un pueblo que no la
aprehendía como una categoría de autoridad es un ejemplo de imperialismo
político y religioso (Prior, 2005: 256). El general israelí Moshe
Dayan, considerado héroe de la guerra de 1967 en su país, manifestó el
sueño imperial de un Gran Israel en su libro, A New Map, Other
Relationships, en 1969, lo cito textual:
“No hemos abandonado
nuestro sueño y no hemos olvidado nuestra lección. Hemos vuelto al
monte, a la cuna de nuestro pueblo, a la heredad del Patriarca, la
tierra de los Jueces y la fortaleza de la Casa de David. Hemos vuelto a
Hebrón (Al-Khalil) y Schem (Nablús), a Belén y Anatot, a Jericó y a los
vados del Jordán en Adam Hair.”
El pensamiento imperial israelí
conservó su estrategia de “alianza de minorías” para acordar con los
grupos minoritarios de la región. Su preferencia en Medio Oriente no era
la preeminencia árabe o musulmana, al contrario, pretende una zona de
diversidad étnica, religiosa y cultural; evitar la posibilidad del
panarabismo o una unión del mundo árabe. Robustecer las diferencias como
los persas, los turcos, los kurdos, los judíos y los cristianos
maronitas del Líbano; incursionar en los asuntos internos de los países
árabes al pactar con dichas minorías étnicas o religiosas. Este
pensamiento expansionista discurre en consonancia con la expansión
territorial y la expulsión de la mayoría de los palestinos de la Franja
de Gaza y Cisjordania.
Los fundadores tanto del sionismo como del
Estado de Israel, en su mayoría, desconocían indiferentes a la religión.
Sin embargo, posteriormente, usufructuaron los relatos bíblicos como
sustento ideológico para obtener apoyo internacional y para intentar
legitimar sus colonizaciones ulteriores. En esto ayudó el sentimiento de
culpa europea por los crímenes nazis de la Segunda Guerra Mundial. Con
posterioridad a 1967, pasó de la aspiración secular sionista herlziana
de fundar un “Estado judío” soberano a la misión apocalíptica de redimir
la “Gran Tierra de Israel”. El movimiento colonizador del Gush Emunim
(el Bloque de los Fieles) representó este cambio progresivo en las
ideas, y en las últimas décadas el viraje hacia esas políticas se
intensificó.
7. Comentaste en una entrevista que esta
batalla no solo se trata de nacionalismos o religión ¿Se esta volcando
ahora la lucha del pueblo palestino a un auge de internacionalismo como
en la guerra civil española, los voluntarios del Donbass...?
Esto
es reflejo de la reconfiguración del sistema mundial. Tres factores del
tablero global contextualizan este nuevo derramamiento de sangre. La
influencia de EE.UU. y su declive relativo en Medio Oriente, más el
desgaste del conflicto en Ucrania, el poderío de China y su alianza con
Rusia. influencia de EE.UU. y su declive relativo en la región y en
Medio Oriente. Por eso es crucial comprender la importancia de analizar
el contexto regional y las implicaciones geopolíticas de esta cuestión.
Si
bien esta violencia es cíclica, muestra cómo cambió el mundo sobre todo
desde 2013-2014. Estamos ante una crisis de largo plazo de Estados
Unidos, un declive relativo en varios aspectos económicos, así como
mantiene primacía financiera y en tecnología, está siendo puesta en
cuestionamiento su hegemonía mundial. Se orienta con el “pivot asiático”
desde Obama en 2011, previo al 2013 de la Franja y la Ruta, y al freno
de Rusia y China a la inminente destrucción de Siria que hubiese sido el
corolario de las destrucciones de Iraq (1991 y 2003), Afganistán
(2001), Libia (2011). Entonces, retrocede en algunos lugares clave como
Medio Oriente, donde China y Rusia avanzan.
Estados Unidos en su
estrategia de no ceder aún más su primacía, viene usando su expansión e
intervención militar. Tres zonas de tensión se erigen como principales y
una cuarta, Europa del este con Ucrania-Rusia y el llamado Medio
Oriente, Israel-Irán, y Taiwán en el Asia Pacífico con China, además la
zona del Sahel muy revolucionada por movimientos emancipadores o de una
“segunda oleada de independencias” podríamos catalogar, al menos en el
África atlántica.
El
esquema de violencia simbólica y material a nivel mundial, desde 1945
sobre todo, se acrecentó en el 2001, con lo que ellos denominaron la
“guerra contra el terrorismo”. Ahora se está tratando de renovar en esta
reconfiguración del sistema mundial, con el ascenso del poder chino
acompañado de la alianza estratégica con Rusia, a los que se suma Irán.
Ucrania
como eje confrontativo está más erosionado. Se añade un proceso de
desdolarización incipiente por la planificación al respecto de los
grandes poderes emergentes que buscan de esa manera equilibrar el poder
mundial, y sortear el arma de las sanciones económicas estadounidenses
como sucedió con Rusia o Irán. Se reconfigura el sistema mundial también
por los diez años de la “Franja y la Ruta”. Tenemos ejes de tensión en
esas rutas y la reconciliación entre Arabia Saudita e Irán. Es un error
analítico observar sólo lo que sucede en Palestina-Israel y disociarlo
de su contexto regional y mundial.
La clave es la ampliación del
BRICS+ (más las elecciones de Estados Unidos en 2024) a once países:
Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Irán (más
Argentina). Conforman un nuevo eje de acercamiento a Eurasia, de aumento
de la producción del petróleo y los pasos geoestratégicos a nivel
mundial que surcan la región como el Canal de Suez, los Estrechos de Bab
el-Mandeb y el de Ormuz. A excepción de Rusia, son países colonizados o
semicolonias de las potencias del G7 en los siglos recientes.
8. ¿La lucha del pueblo palestino recuerda las luchas anticolonialistas de siglos pasados?
La
resistencia palestina tomó influencias estratégicas e ideológicas de
los modelos tercermundistas e izquierdistas. Esos movimientos
independentistas, de revolución socialista o de intransigencia a la
injerencia estadounidense, fueron, en primera instancia, Argelia, luego
Vietnam, Cuba y China. Si bien estos países tuvieron el patrón de no ser
pro-soviéticos en su totalidad, lo cierto es que se posicionaron en la
vereda opuesta a los intereses estadounidenses. Por lo tanto, su perfil
estaba más emparentado con la era de la descolonización y el llamado
Tercer Mundo. Sin embargo, la OLP explotó todas sus potencialidades
políticas y militares, dentro de ciertos límites.
A su vez, el
movimiento no contó con paradigmas precedentes que pudieran ser
aplicables de forma efectiva a su realidad. Esto significa que dichos
modelos no se asemejaban a la situación palestina como para aplicar sus
mismos arquetipos de emancipación nacional. La concepción anterior de la
meta de independencia –la eliminación de la presencia sionista de
Palestina histórica– se reformuló en 1969 con el concepto complementario
de un “Estado democrático laico”, que reemplazaría al exclusivista de
las administraciones israelíes.
Desde
1967, los palestinos han asociado su lucha con lo acontecido en
Vietnam, Argelia, Cuba y el África negra. Esta innovación de la
perspectiva se debió tanto al incremento de una conciencia política
mundial como a la lucha universal contra el colonialismo y el
imperialismo. Lo desmedido de la injerencia de las potencias en la zona,
más las disputas generadas por la Guerra Fría –contexto regional y
mundial– influyeron en la cuestión de Palestina. Por consiguiente,
debemos analizar en qué medida lo ha hecho cada factor. A nivel
internacional, los Estados Unidos junto con Israel y, en menor medida
Jordania, impugnaron de manera constante que se pudiese establecer un
Estado palestino independiente.
9. ¿La mujer palestina tiene papel en la lucha contra Israel o esta tapada por el fundamentalismo islámico?
El
movimiento palestino muestra una diversidad de enfoques y de
movimientos dentro del campo político. El imaginario de género predominó
en los discursos de los países, así como la nación fue descripta como
una mujer. La patria se imaginó como un cuerpo femenino fértil que
podría ser objeto de la arbitrariedad de los invasores. Por un lado, las
mujeres a través de sus funciones biológicas regeneran el Estado. Por
otro lado, los hombres son vistos como fundadores honoríficos de la
nación que encaja con el honor de sus mujeres. Los cuerpos femeninos
traen al mundo los ciudadanos y engendran la nación. Las madres y viudas
llevan la bandera que ha caído en manos de sus hijos y maridos
heroicos. Los símbolos de género –los cuerpos, la vestimenta y el
proceder de las mujeres– se transformaron en señas sustanciales de las
culturas nacionales.
Desde el punto de vista “occidental”, existe
la noción de que las mujeres palestinas aparecieron en escena con la
denominada primera Intifada. Sin embargo, desde principios del siglo XX,
ellas pelearon junto con su pueblo contra la colonización. En la etapa
de 1950 a 1989, se produjo el auge del movimiento de las mujeres que
derivó en su participación en la rebelión generalizada de 1988-1992.
El
Congreso de Mujeres Árabes de 1929 en Jerusalén inició su activismo
político en una organización concreta, en el contexto de la lucha
nacionalista. La mujer pasó de preservar el tejido social a ser un actor
político principal. Desde los sucesos de 1948 y 1967, la sociedad
reorganizó los fundamentos de un movimiento popular de resistencia. A
partir de eso, el activismo de las mujeres modificó las imágenes de
género en las que el varón combatiente era visto como el libertador de
la nación y un símbolo central en la construcción del nacionalismo
palestino, como puede verse en el poster del anexo. Asimismo, la Unión
General de Mujeres Palestinas (GUPW, por su sigla en inglés) fundada en
1965, agrupó a las organizaciones de mujeres. Este organismo trabajó con
un doble cometido tanto por los derechos femeninos como por la lucha
nacional y la construcción del Estado. Gran cantidad de estudios
recientes focalizan en estos aspectos.
La participación en las
actividades guerrilleras era la principal fuente de legitimidad
política. La fida´i (combatiente) Leila Khaled fue un símbolo de la
lucha armada por la liberación de Palestina, integrante del FPLP,
apareció en la fotografía5 después del secuestro de un avión en 1969. El
anillo en su dedo está hecho de un pasador de granada y una bala. Esta
mujer revolucionaria tuvo un perfil notorio como militante palestina y
llegó al conocimiento del público internacional en 1969. Como integrante
de Septiembre Negro, en ese mismo año participó en el secuestro de un
vuelo que desviaron a Damasco; y en 1970, lo hizo en el secuestro
múltiple de cuatro aviones, fue detenida y liberada 28 días después en
un intercambio de prisioneros.
La
mujer tiene un rol fundamental, cómo en todas las sociedades. Claro
existe el debate si primero está la liberación femenina o nacional, pero
en semejante ocupación e intento de limpieza étnica, las mujeres,
hombres, adultos y niños se suman a la resistencia, violencia y pacífica
de “existir es resistir”, en árabe sumud.
En 1969, L.
Khaled se convirtió en la primera mujer del mundo en secuestrar un avión
y en la figura icónica de la militancia palestina. Los contrastes entre
su femineidad y su postura combativa atrajeron la atención mundial. Su
fotografía tomada ese año por Eddie Adams, con la cabeza envuelta en un
kufiya, casi ezbozando una sonrisa mientras empuña su Kalashnikov,
adquirió un estatus emblemático de la resistencia palestina. Esa imagen,
difundida a través de las agencias de noticias internacionales, la
propulsó a convertirse en un prototipo revolucionario, semejante a la
imagen y representatividad del “Che” Guevara.
La experiencia y la
visión de los palestinos variaron según las diferencias de clase,
generación y región de origen. Las historias de la identidad de los
refugiados en Líbano y en Jordania, Siria y en el interior, o de
aquellos residentes en Israel, se retroalimentaron entre sí para unir
cada cosmovisión particular. No obstante, la tierra fue el componente
por excelencia, a nivel simbólico y material, como lo denota el Día de
la Tierra, la figura del felahin, las luchas por el derecho al retorno y
la presencia de aquella forma del mapa representada en sus
manifestaciones culturales. Ellos no sintieron pertenencia en los países
donde se refugiaron y así mantuvieron la esperanza de regresar a sus
hogares, tal como lo demuestra el resguardo de sus antiguas llaves.
Los
residentes de los campamentos y los cuadros de la Resistencia
manifestaron los matices como el lugar de origen se aprecia en las
particularidades de la preparación de alimentos, el acento, las
costumbres, la residencia real y las memorias locales. En segunda
instancia, la clase de origen –si fue propietario de la tierra urbana o
rural, o sin tierra–, escolarizado o analfabeto. La división de clases
urbana/rural se repitió en los campamentos de residencia, así como la
integración o no en la sociedad libanesa. Esto incidió tanto en las
relaciones al interior de los campos como, por ejemplo, en los
matrimonios. En tercera instancia, las huellas de las actitudes
políticas pre Nakba aún existían en la década de 1960, como la oposición
a los partidos políticos en general, distinto es el caso de palestinos
exiliados en otras latitudes que no trataremos aquí por cuestiones de
espacio.
La creciente independencia de la política palestina en
los territorios repercutió en la difícil relación con Jordania. Desde
1970, ese reino y la OLP disputaron el derecho de representar a los
habitantes de Cisjordania y la Franja de Gaza. En los campos de
refugiados, durante las décadas de 1970 y 1980, crearon una serie de
metáforas de identidad de las experiencias individuales y colectivas.
Transitaron por diferentes fases, el tiempo de la resistencia de 1968 a
1982 (desde la invasión israelí hasta la OLP en Líbano) y la fase
posterior desde 1982 hasta la intifada. Sus consecuencias se vincularon
al “ascenso y la caída” de la OLP, y a la dialéctica entre las
poblaciones del interior y la diáspora.
Los
refugiados palestinos en Cisjordania rechazaron el estereotipo de
víctimas. Dicha actitud y el derecho de retorno fueron dos de los
referentes más importantes, así como también, la organización social en
la vida cotidiana en los campos de refugiados. Los refugiados celebraban
su condición, puesto que el movimiento de la Resistencia restauró su
identidad como palestinos después de dos décadas de ser alienados bajo
la etiqueta de “refugiados”. Su identidad y su experiencia se
consolidaron a través del trabajo humanitario, el uso de prácticas
espaciales y las conexiones con sus lugares de origen.
En los
campos, proliferaron entre los jóvenes una nueva religiosidad: la
oración y la asistencia a la mezquita, la invocación de Alá, el uso de
determinadas vestimentas por las mujeres. Este retorno pendular al islam
en el período posterior a 1982, conformó una opción identitaria crítica
de un nacionalismo secular frustrado. Ellos lo percibieron como una
reacción a la derrota de 1982, aunque, si bien el nivel religioso de su
identidad aumentó, lo cierto es que la palestinidad cambió en su forma.