Por Robert Fisk
Fue un acto obsceno. La descripción de “monstruoso” que hizo el presidente Hollande fue adecuada en sí misma, pero hizo resurgir el viejo problema. ¿Qué ocurre cuando 300 o 400 inocentes perecen a manos de un asesino? ¿O 500? ¿Eso lo convierte en algo en verdad monstruoso? ¿O muy monstruoso?
Pero la reacción política a este crimen de lesa humanidad en Niza fue mundana hasta el punto de la locura. Hollande –o general Hollande, como la prensa francesa lo motejó cuando envió a sus legionarios a combatir a los islamitas en Malí– anunció que Francia reforzará sus acciones en Siria e Irak.
Claro, entiendo el mensaje. Si Mohamed Lahouaiej Bouhlel de Túnez tuviera algo que ver con el Estado Islámico o Al Nusra (y cuando dirigió su mensaje, Hollande no lo sabía), entonces lanzar más misiles franceses hacia las arenas quemantes de Mesopotamia, en el desierto en torno a Raqqa, con la esperanza de golpear al Isis, no tendría otro efecto que reforzar el viejo factor de sentirse bien al atacar al terrorismo mundial sólo porque sí.
Túnez, por supuesto, está a más de 1500 kilómetros de Siria, ya no digamos de Irak, pero un montón de árabes asesinos es muy semejante a otro a ojos de nuestros ministerios del Exterior, y si Bouhlel resulta tener raíces en el Isis, por mucho que sea sólo por declaración propia, entonces, mientras más grandes las bombas, mejor.
Todo el que ose señalar esto -y los líderes europeos siempre están amenazando al Estado Islámico, así como el Estado Islámico siempre está amenazando a Occidente- es de inmediato expulsado de la sociedad por ser amigo de los terroristas. De hecho, existe todo un léxico de insultos hacia cualquiera que mencione que existen razones para estos asesinatos en masa y que necesitamos conocerlas, por disparatadas que sean. En estos tiempos, la correspondencia de odio entre el Estado Islámico y Occidente es casi idéntica a El rey Lear: haré tales cosas, no sé cuáles, pero serán el terror de la tierra.
Por supuesto, temo que en las próximas horas nos veremos inundados de dolorosas repeticiones de atrocidades pasadas: parientes que no tenían idea de que su hijo/hermano/sobrino/tío podría ser un violento asesino, vecinos que atestiguarán que el atacante fue siempre un hombre tranquilo (probablemente muy reservado, como dicen), musulmanes que volverán a insistir en el pacifismo de su religión. Además, tendremos políticos que prometerán aplastar el terrorismo y policías que elogiarán a sus hermanos en armas por su valor (aun cuando el ataque en Niza no fue precisamente un triunfo para las fuerzas de seguridad francesas).
Y olvidaremos la tensa historia colonial de Francia en Argelia y Túnez, el 135 aniversario de suprotectorado en Túnez este año y el 60 aniversario de la independencia tunecina, así como la creciente y temible presencia islámica en la política de ese país desde la revolución de 2011. No es conveniente sostener esta dolorosa historia como una especie de excusa o causa de raíz de los asesinatos en masa en Niza, pero en algún momento los occidentales tendremos que aprender que si intervenimos militarmente en Malí o Irak o Libia o Siria, o interferimos en Turquía o Egipto, en el Golfo o en el Magreb, entonces no estaremos seguros en casa.
Ahora es una vieja historia. En el pasado podíamos embarcarnos en aventuras en Corea o Vietnam sin preocuparnos de que los norcoreanos volarían el metro de Londres o que los vietcong atacarían Nueva York con aviones comerciales. Ya no. Las aventuras en el extranjero tienen un costo terrible. Afirmar que no es así, o declarar pomposamente que los bombazos en Londres o París nada tienen que ver con los bombardeos en Irak, es una deshonestidad.
En algún punto de la historia –aunque no sabemos en qué momento del futuro, cuando hayamos derruido los fundamentos de nuestras propias libertadas con nuevas leyes– probablemente tendremos que repensar nuestra relación con Medio Oriente y con la historia. Sí, también con la religión.
Tampoco sirve de mucho rumiar sobre la naturaleza imitativa del crimen islamita, como un reportero de la BBC que este viernes trazaba paralelos con los palestinos que han dado muerte a israelíes echándoles vehículos encima. Sin embargo, el último video de teléfono que vi y que tenía algún grado de paralelismo con Niza fue una horrorosa secuencia captada durante la revolución egipcia de 2011, cuando un camión del ejército egipcio fue lanzado a velocidad y dando violentos giros hacia una multitud de manifestantes pacíficos.
¿Por qué no recordamos eso después de Niza? ¿Porque los asesinos nunca fueron atrapados? ¿Porque nadie recuerda las noticias de ayer? ¿Porque las víctimas eran árabes involucrados en una disputa en un país lejano, entre gente de la que en realidad no sabemos nada?
* Especial de The Independent de Gran Bretaña para Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/
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