domingo, 1 de diciembre de 2013

Irán y la trágica geopolítica en Oriente Próximo

EUGENIO GARCÍA GASCÓN Corresponsal en Jerusalén

El acercamiento entre iraníes y occidentales tiene que ser recíproco, pero parece que no será posible mientras las administraciones americanas dependan del lobby judío

Desde la revolución islámica de 1979, Irán ha desempeñado un papel destacado en los conflictos regionales, un papel que ha fundamentado en gran parte en las relaciones con los grupos chiíes, especialmente en Siria y Líbano, pero también en Irak desde la caída de Saddam Hussein y la invasión americana de 2003, así como con las minorías chiíes de otros países del Golfo Pérsico.
Pero esta ansia de influencia se ha vuelto contra el régimen por dos razones: el enorme recelo de los países sunníes del Golfo, con Arabia Saudí a la cabeza, y la confrontación frontal con el estado judío, un choque que se inició con la misma caída del Shah, estrecho aliado de Israel, que continuó durante la cruel guerra contra Irak y que se agudizó desde que Irán puso en marcha su programa nuclear.
El programa nuclear ha servido de pretexto a Israel para condicionar durante muchos años la política exterior de Estados Unidos y Europa occidental, como ya lo hizo durante la guerra Irán-Irak. Una vez más, Occidente no ha tenido más remedio que sumarse a las demandas de Tel Aviv poniendo en evidencia la enorme dependencia de las sucesivas administraciones de Washington del lobby judío.
En lo tocante a Oriente Próximo, Washington carece de una política propia que redunde en su propio beneficio y en el beneficio de sus aliados occidentales. Es Israel quien una y otra vez dicta con precisión los pasos que Washington debe dar, siempre en la misma dirección, algo que en Oriente Próximo se ha traducido en un desbarajuste general y trágico que prácticamente afecta a todos los países de la región.
La enemistad con Irán resulta beneficiosa para Israel por muy diversos motivos, entre los cuales figura apartar la atención de la opinión pública de la persistente ocupación de los territorios palestinos y la consiguiente expansión colonial por todas partes, una expansión que se acrecienta día a día mientras los occidentales miran deliberadamente hacia otro lado, a menudo hacia Irán.
Irán es el único país de Oriente Próximo que puede hacer sombra a Israel
Pero Israel también combate de esta manera las aspiraciones de dominio regional de Irán, el único país de Oriente Próximo que puede hacer sombra a Israel, si no en toda la región sí al menos en los países donde Teherán tiene más influencia por razones religiosas.
Aparejado a esta noción está el hecho inexcusable de que el enfrentamiento con Irán ha permitido a Israel un acercamiento a los países sunníes, enemigos viscerales de los chiíes, de manera que el estado judío y Arabia Saudí y sus restantes aliados están ahora en el mismo barco en lo tocante a toda la cuestión chií, tanto en Irak, como en Siria, Líbano o Bahrein, así como en sus múltiples derivaciones.
No puede extrañar por tanto que en los medios de comunicación hebreos, árabes y occidentales se haya subrayado que el conflicto del programa nuclear iraní ha permitido al estado judío un acercamiento a los países sunníes del Golfo Pérsico. Esta es una consecuencia natural que el primer ministro Binyamin Netanyahu reconoció públicamente ayer y que está aprovechando para incrementar la presión sobre Estados Unidos y Occidente.
Tenemos pues que un conflicto como el sirio está siendo utilizado por saudíes e israelíes para desgastar Teherán sin atender a la tragedia humanitaria que conlleva, a los más de 100.000 muertos en dos años y medio, y a los millones de refugiados y desplazados que han tenido que dejar sus casas y sobreviven en una situación muy precaria a la que por el momento no se ve ningún fin.
Todo indica que las potencias occidentales no firmarán con Irán nada que antes no tenga el visto bueno de Israel
El reciente cambio de presidente en Teherán ha suscitado ciertas esperanzas en Occidente. Las duras sanciones que debe soportar el régimen islámico, o más exactamente los iraníes corrientes, no han doblegado la política de sus líderes, al menos por ahora. El acercamiento entre iraníes y occidentales tiene que ser recíproco y progresivo pero parece que esto no será posible mientras las administraciones americanas dependan de una manera tan desmesurada y decisiva del lobby judío.
En estas circunstancias, las consecuencias de las negociaciones de Ginebra en lo tocante el futuro de la región son todavía inciertas, pues no resulta razonable pensar que en el caso de Siria, por ejemplo, Teherán vaya a abandonar a su suerte al presidente Bashar al Asad, puesto que eso destrozaría toda la política exterior que los iraníes han apuntalado desde 1979.
Las negociaciones de Ginebra se han interrumpido durante diez días y se reanudarán el 20 de noviembre. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, viaja de nuevo a la región para "tranquilizar" a los países árabes sunníes acerca de las negociaciones, tal y como le ha pedido Israel. Netanyahu y los sunníes están en el mismo barco y todo indica que las potencias occidentales no firmarán con Irán nada que antes no tenga el visto bueno de Israel y sus nuevos aliados.
www.publico.es

"Huellas imperiales"



NOVEDAD EDITORIAL
Huellas imperiales

(2da edición)

EDITORIAL: Imago Mundi, CICCUS
AUTOR: Pablo A. Pozzi y Fabio Nigra (compiladores)
ISBN:978-950-793-162-8
FECHA DE EDICIÓN:29-11-2013
CATALOGACIÓN: Historia de Estados Unidos de América del Norte
CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS: Idioma Español, 672 páginas, 15x22 cm, encuadernación cosido a hilo
AUTORES QUE PARTICIPAN EN ESTE LIBRO: Ana Bocchichio, Athan Theoharis, Christian Benítez, Christian G. Appy, Diego G. Paiaro, Elena Sciricca, Ellis Hawley, Fabio Nigra, John Mearsheimer, Jorge Hernández Martínez, Leo Huberman, Márgara Averbach, María Graciela Abarca, Pablo A. Pozzi, Pablo A. Vommaro, Paul Sweezy, Sebastián Marco Cacciatore, Stephen Walt, Valeria Carbone

RESUMEN:
El capitalismo estadounidense está viviendo una prolongada crisis económica, distinta a todas las anteriores y más difícil de resolver. El desempleo crónico, la marginación social, la especulación económica, la falta de canales políticos de expresión y la intervención militar cada vez más salvaje y despiadada en cualquier punto del planeta (con especial énfasis en el Cercano Oriente), son algunas manifestaciones de esta crisis.

Este libro da cuenta desde la historia y las ciencias sociales de este proceso trascendente, creemos, para toda la humanidad, siendo Estados Unidos una superpotencia hegemónica (o con intenciones de serlo) cuyos actos de una manera u otra repercuten en todos los rincones de la tierra.

Hace ya una década que se publicó una primera versión de Huellas imperiales. Esta nueva edición refleja cuánto se ha avanzado en los estudios sobre Estados Unidos en la Argentina. Por lo tanto el criterio que guía esta obra, es mirar a Estados Unidos desde una perspectiva latinoamericana en función de las necesidades e intereses de América Latina.
- se puede ver un adelanto acá - 

Las dos caras de un muro que divide Medio Oriente

Para los israelíes, la barrera es sinónimo de seguridad; para los palestinos, de apartheid
Por   | Para LA NACION

TEL AVIV.- De un lado lo llaman "el muro del apartheid ", del otro es "la cerca de seguridad", principal garante de la atmósfera de relativa tranquilidad que se respira hoy en las calles de Israel.
Pero la comunidad internacional y especialmente cuatro millones de palestinos no pueden comprender que el mismo pueblo que sufrió como pocos otros la segregación y el aislamiento haya construido un muro con alambres de púas y sensores electrónicos a lo largo de 700 kilómetros para marcar su barrera con los territorios palestinos.
Desde la visión israelí, la cerca, que comenzó a levantarse en 2002, fue totalmente efectiva para poner fin a la ola de ataques, especialmente los atentados suicidas de terroristas palestinos que causaron la muerte de 357 civiles a comienzos de este siglo. Se acabaron las matanzas en shoppings, ómnibus y terminales de medios de transporte.
Hoy en esta moderna ciudad de Tel Aviv la gente puede volver a esperar tranquila en las paradas de colectivos, sin temor a cada joven árabe que lleva una mochila.
El precio a pagar es la muralla que se levanta a sólo veinte kilómetros de esta ciudad, una línea retorcida que serpentea caprichosamente los límites con Cisjordania, en partes respetando la "línea verde" fronteriza, y en otras avanzando generosamente en territorios palestinos con el objetivo de proteger también los asentamientos de colonos judíos en zonas palestinas.
"El muro arruinó la economía de mi familia", dijo a LA NACION el agricultor Omar Jatib, de 56 años, quien vive en la localidad palestina de Bil'in. Desde hace algunas generaciones su familia tenía en esta aldea varias hectáreas dedicadas al cultivo de olivos. Pero la arbitraria línea de la muralla separó su casa de su campo. Sin dar explicaciones, las autoridades israelíes que controlan el puesto fronterizo no otorgaron el permiso de paso, y los Jatib ya no pudieron regresar al terreno.
El gobierno israelí le ofreció, al igual que a otros palestinos damnificados, una compensación económica. Pero por cuestión de principios, ninguno de ellos aceptó el dinero. "Yo no quiero indemnización, lo que deseo es recuperar mi tierra", dijo.
El propio nombre del muro es cuestión de debate entre palestinos e israelíes. Quizá para alejar los terribles recuerdos de los guetos de la Segunda Guerra, los judíos se niegan a llamarla "muro".
Le dicen en cambio "la cerca", y fundamentan su explicación en que, en realidad, el 95% de ella, especialmente en las áreas despobladas, es un alambrado de ocho metros de alto, con púas y sensores electrónicos en la parte superior. Es en los sectores urbanos donde la muralla se convierte en bloques de concreto rematados también con alambres de púas y cámaras de seguridad. Junto a la valla, del lado israelí, hay un camino de pavimento por el que transitan las patrullas, en un área de exclusión de 60 metros.
Existen 28 cruces fronterizos con Cisjordania y dos en la Franja de Gaza. Según el día, las esperas en los puestos de control pueden demorar varias horas, pues los israelíes se reservan el derecho de decidir quién puede cruzar y quién no.
El médico argentino-israelí Carlos Gruzman, de 61 años, padre de cuatro hijos y director del Hospital Hasharon de la localidad fronteriza Petah Tikva, tiene sentimientos encontrados frente a la barrera de seguridad. Su vida también tiene una cruel línea divisoria antes y después del 25 de diciembre de 2003.
Ese día su hija Rotem, de 19 años, que estaba haciendo el servicio militar obligatorio, había ido a una fiesta con otras uniformadas y se disponía a regresar a su casa. Alrededor de las 18.30 conversaba con sus compañeros en una parada de colectivos, cuando un joven palestino de unos 20 años bajó de un taxi con una mochila. En cuestión de segundos, el hombre se colocó en medio de los ellos y se suicidó haciendo estallar su mochila. La explosión mató instantáneamente a Rotem y a tres compañeros y dejó una decena de heridos.
"Fue muy duro -recuerda el doctor Gruzman-. Además, nos enteramos a través de la televisión."
Las investigaciones mostraron que el terrorista provenía de Cisjordania en una época en que no existía aún la barrera de seguridad. "Yo no sé si el muro podría haber evitado que maten a Rotem. Pero creo que es una idea excelente porque disminuye la probabilidad de otros ataques", dijo el doctor Gruzman.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Democracia y geopolítica

Santiago Alba Rico *


La geopolítica existe sin duda, como existen las trampas para pájaros y las alambradas electrificadas; y estamos obligados a ceñir nuestro análisis y nuestras decisiones a sus severas leyes. Eso se llama realismo y una cierta dosis de realismo es siempre necesaria, a condición de que recordemos que la realidad es aquí un resultado histórico -una trampa para pájaros y no un dato meteorológico- y que sus severas leyes tienen que ver con la conservación y soberanía de los Estados y no con la liberación y soberanía de los pueblos. Quiero decir que no puede haber política exterior de izquierdas en un mundo en el que la soberanía nacional, permanentemente negociada y cuestionada, debe acomodarse a relaciones de fuerza desiguales e injustas. Cuanto mayor es la determinación geo-estratégica, menor es la autodeterminación democrática.
Si se trata sólo de proteger la existencia de un linaje o un régimen, como en Arabia Saudí o en Siria, política interior y política exterior coinciden hasta el punto de que los gobiernos tratan a sus propios ciudadanos como a extranjeros, fichas negociables o sacrificables en la partida geoestratégica de la que depende su supervivencia. Si se trata de proteger un régimen económico, como en el caso de los EEUU, la dimensión imperialista tiende a interiorizar los otros territorios y los otros pueblos como medios para asegurar los intereses “nacionales”. Pero incluso los gobiernos más representativos y democráticos -los de América Latina- se dejan imponer el criterio de la conservación -volviéndose por tanto conservadores- y sucumben al realismo de las trampas para pájaros. No digo que no haya que hacerlo; digo que no hay ninguna diferencia ideológica entre afirmar, como hace EEUU, que Pinochet en otro momento o ahora el generalSissi “están dando pasos hacia la democracia” y apoyar a Bachar Al-Assad, como hace Venezuela, por su “heroico anti-imperialismo”. Las razones geo-estratégicas son siempre de derechas porque ignoran o impiden la autodeterminación de los pueblos; por eso, este modo de razonar resulta particularmente chirriante cuando se utiliza desde la izquierda, y más si no se presenta como el inevitable reconocimiento de una derrota soberana de los propios principios en un contexto de dilemas y peligros sino como una defensa de los mismos pueblos que esta política exterior conservadora desprecia y sacrifica.
La llamada “primavera árabe” fue también, o sobre todo, una protesta visceral de los pueblos contra el cepo geoestratégico en el que llevaban un siglo atrapados. Nadie podía esperar, desde luego, que los movimientos populares abolieran sus severas leyes, pero sí que introdujeran en ellas desplazamientos significativos que relajaran su yugo y permitieran márgenes mayores de soberanía y democracia; es decir, de autodeterminación. Casi tres años después, podemos decir que se han producido enormes cambios, sí, en un orden estratégico que, sin embargo, mantiene inalterada -o incluso aumentada- su mordaza. La geo-estrategia (es decir, la derecha) se lo come todo. Los pueblos retroceden. De hecho retroceden hasta el punto de que, bajo la presión geopolítica, es cada vez más difícil reconocerlos. Lo que comenzó siendo claramente una guerra de los pueblos contra los regímenes, hoy se ha convertido -según la certera expresión de Vincen Geisser- en “una guerra de pueblos contra regímenes, de pueblos contra pueblos y de regímenes contra regímenes”.
Pero los cambios son indudables y tienen que ver sobre todo con el debilitamiento de los EEUU y el retorno de una volatilidad geopolítica que pone fin -20 años después- a la Guerra Fría para restablecer, como en la primera guerra mundial, una dinámica de luchas inter-imperialistas en las que la democracia  sólo puede salir perdiendo. No hay ya bloques ni ideologías y las alianzas tácticas más extravagantes se suceden en la región a un ritmo vertiginoso. Pero EEUU ya no manda o al menos no se siente cómodo en su posición hegemónica. Fijémonos en algunos indicios. Arabia Saudí muestra claramente su rechazo a la política estadounidense en relación con Siria y con Irán renunciando a su asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU y financiando los grupos yihadistas más radicales. El ejército egipcio da un golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes, apoyado por Arabia Saudí, Israel y Siria, y EEUU tiene que “tragárselo” y negociar e incluso aceptar el acercamiento entre Moscú y El Cairo. Israel protesta por las negociaciones de EEUU con Irán y miembros de su gobierno declaran que ya no es un “socio fiable” y que habrá que buscar “nuevos aliados”. Irán, dispuesto a hacer concesiones en su programa nuclear, negocia a cambio con EEUU el estatuto de Siria. Rusia, que defiende un puñado de intereses, utiliza la crisis siria más bien para cobrarse una victoria sobre los EEUU y volver a la escena internacional en gran potencia, preparándose para próximos movimiento más amplios y más ambiciosos.
Pero de este debilitamiento de los EEUU en favor de un orden volátil en el que Bachar Al-Assad no cae, Arabia Saudí e Irán, siameses enemigos, afirman su influencia, Egipto restablece y refuerza la dictadura, la Rusia de Putin se agiganta y un Israel amenazado y “emancipado” se deja tentar por la irresponsabilidad unilateral, ¿qué han ganado o qué pueden ganar los pueblos que se levantaron en 2011 por la dignidad, la democracia y la justicia social? Basta repasar las fuerzas en litigio para reprimir todo optimismo. Ni la causa palestina ni la causa democrática ni la causa anticapitalista ni la causa feminista parecen más compatibles con este nuevo orden geo-estratégico que con el anterior.
¿Ninguna causa popular obtiene nada de este asfixiante realismo de derechas? Quizás sólo los kurdos y a escala aún incierta. Me explico. De todas las revoluciones pendientes en el mundo árabe -y que parecieron también posibles en 2011-  hay una que es, a mi juicio, condición de todas las demás: la de las lenguas y culturas minoritarias. La “arabidad” ha jugado un papel central como elemento ideológico legitimador de las dictaduras árabes; la lengua árabe ha estrangulado la expresión de todas las lenguas “vernáculas”, tanto de los dialectos árabes locales como de las otras lenguas -bereberes o kurda- de la región. Esta “arabidad” ha sido impuesta desgraciadamente desde el islamismo, pero también desde el nacionalismo árabe y desde amplios sectores de la izquierda. De hecho, los amazigh -o los tubu- de Libia y los kurdos de Siria se sumaron a las revoluciones contra Ghadafi y contra Al-Assad para defender un modesto marco de derechos culturales desde el que pudieran reivindicar su lengua y su cultura, negadas de raíz por las dictaduras. Hoy los bereberes de Libia temen que la nueva constitución los excluya de nuevo, como en tiempos de Gadafi, y multiplican las movilizaciones, ocupando incluso refinerías de petróleo, para recordar sus demandas en un contexto caótico, herencia gadafista, dominado por el tribalismo, el islamismo y la violencia.
En cuanto a los kurdos sirios, enfrentados al régimen, tienen razones sobradas para desconfiar de la oposición, muy especialmente de los yihadistas, a los que se enfrentan militarmente, pero también de los vecinos que dicen apoyar a los rebeldes. Hay que leer los artículos de Manuel Martorell y Karlos Zurutuza para comprender la complejidad y las estimulantes especificidades del “frente kurdo” en Siria. Más allá de las divisiones y de algunas denuncias de abuso de poder, podemos decir que el proyecto del PYD sirio, partido próximo al PKK turco que no pide la independencia y que controla un amplio territorio junto a la frontera con Iraq, se ofrece como modelo para un futuro mejor: pues concilia islam, laicismo, democracia, feminismo y justicia social. ¿Puede el PYD y el pueblo kurdo en general salir mejor parado que el resto de lo actores populares regionales?
Tiene quizás una modesta oportunidad. En este nuevo orden de derechas, Turquía es claramente la fuerza perdedora. Apostó muy alto al abandonar su alianza con Bachar Al-Assad en agosto de 2011 para tratar de extender su influencia regional a través de los Hermanos Musulmanes y sus ramas locales, cuya victoria parecía irresistible tanto en Oriente Próximo como en el norte de África. Calculó mal. El golpe de Estado en Egipto y la agonía siria han dejado aErdogan un poco fuera de juego. Tiene que cambiar de estrategia y de aliados y, en este contexto, parece inclinado -si no obligado- a revisar su política frente a los kurdos, cuya “conciencia nacional” ha cruzado ya todas las fronteras. La reciente visita oficial a Ankara deBarzani, presidente del Kurdistán iraquí, y la polémica que ha generado en Turquía en medios nacionalistas, expresa la voluntad común (de Erdogan y Barzani) de limitar la influencia de la izquierda kurda, pero también un reconocimiento por parte del gobierno turco de la necesidad de arreglar la “cuestión kurda”, para lo que tendrá sin duda que hacer algunas concesiones dentro y fuera del país. Cualesquiera que haga, será una victoria de la que tendremos que alegrarnos.
En definitiva, el debilitamiento de los EEUU en la zona no beneficia necesariamente a los pueblos, que corren el peligro, tras su heroico levantamiento contra las dictaduras y por la dignidad, la democracia y la justicia social, de verse atrapados en una nueva trampa para pájaros, igual o peor que la anterior. Los que reducen sus análisis y decisiones al realismo de derechas de la geopolítica, ignorando o despreciando las legítimas protestas de los pueblos, deberían recordar que, en un mundo en el que no hay ninguna fuerza realmente existente a su izquierda, hay en cambio muchas fuerzas regionales a la derecha de los EEUU -con Israel a la cabeza- y potencialmente tan imperialistas como EEUU. Hay momentos en que los anti-estalinistas echamos de menos a la Unión Soviética; ojalá no llegue el momento en el que los anti-imperialistas echemos de menos a los EEUU. Eso dependerá del desenlace final de la lucha entre los actores geoestratégicos, sí, pero sobre todo de la lucha entre la geo-estrategia y los ciudadanos.
(*)  Santiago Alba Rico es filósofo y columnista.
http://www.cuartopoder.es

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Zona Verde documental (políticas discriminatorias de Israel en el Jerusalén Este ocupado)

Zona Verde es un documental de 20 minutos de duración que explora las políticas discriminatorias de Israel en el Jerusalén Este ocupado. 

Desde 1967 el Estado Israelí ha utilizado la planificación urbanística como herramienta para contener el crecimiento de la población Palestina en esta ciudad mezclada. 
El impacto de estas políticas, que han resultado en una media anual de 100 viviendas demolidas, ha sido catastrófico para la gran mayoria de residentes Palestinos. 
El documental incluye entrevistas con residentes Israelíes y Palestinos, arquitectos, periodistas y políticos, intentando presentar una compleja situación que tiene ramificaciones significativas en todo el proceso de paz.
Meir Margalit acaba de dictar un Seminario en Buenos Aires, y es uno de los fundadores del ICAHD 

The Israeli Committee Against House Demolitions www.icahd.org





“En Gaza se acepta y se respeta a las mujeres como son”

La portavoz del Gobierno en la zona escribe sobre la cultura palestina


La portavoz de Hamás, Israa Al Modallal. / MOHAMMED SABER (EFE)
“¿Cómo es Granada?”. Isra al Modallal se aparta un momento del ordenador portátil que ha traído a la entrevista y confiesa que uno de sus sueños es viajar a la que fue capital del reino Nazarí. “Fue nuestra ciudad”, dice, en referencia a los remotos años previos a la Reconquista. Esta joven de 23 años lleva solo unos días como portavoz del Gobierno del grupo islamista Hamás en Gaza, primera mujer en ocupar el puesto. Defiende su derecho a mantener la religión como una cuestión privada y personal. Lleva velo y a la vez choca la mano con firmeza a los varones al presentarse, algo no muy común para las devotas del islam. Es una mujer en un mundo dominado por hombres. Sonríe siempre, mientras habla con una franqueza indignada sobre el sufrimiento de los 1,8 millones de personas que viven en una Gaza cada vez más desencantada.
“Nunca me he visto obligada a ser como los demás. Tengo valores únicos, algunos tradicionales. Y hago lo que creo que es correcto según mi propio criterio”, dice Al Modallal, que, además, es madre divorciada de una hija de cuatro años. Para ella, los requerimientos del islam no son una imposición, sino la muestra de una decisión personal que dice que la hace libre. “Algo que aprecio de Gaza es que se respeta y acepta a las mujeres como son”, dice. Respecto al velo, explica que es “una decisión personal”. “Con él demuestro que soy musulmana. Pero es una decisión mía. Tengo amigas en Gaza que no llevan velo. Para mí no es importante”, añade.
Al Modallal no duerme mucho estos días, por la carga inicial de trabajo. Su nombramiento se ha convertido en noticia internacional. “Hay quien, en Israel, me ha llamado la nueva cara del terrorismo”, dice, congelando su sonrisa. Pide un zumo de limón que bebe sin prisa en una terraza frente al muelle pesquero de Gaza, del que parten unos botes que, por el bloqueo de Israel, no pueden faenar más de seis millas mar adentro. “Vivimos una vida bajo presión. Nuestros sueños están limitados. Tenemos mar pero es como si no lo tuviéramos, porque no podemos adentrarnos en él”, dice.
La portavoz del Gobierno en la zona escribe sobre la cultura palestina

Restaurante Al Deira. Ciudad de Gaza

Un café turco: un dólar
Un zumo de limón: 1,5
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Total: 2,5 dólares (1,35 euros)
Nacida en Egipto en 1990, pasó su infancia en un campo de refugiados en Rafah, en la Franja. “No fue una vida normal o fácil. Aprendí a jugar con nada, con palos que encontraba en la calle. El campo de refugiados me enseñó a ser mayor, a enfrentarme a la vida sin timidez, a estar orgullosa de mí misma”, recuerda. De adolescente se mudó con su familia a Inglaterra, donde adquirió un perfecto inglés británico. “Allí me hice muy devota, porque comprendí las cosas hermosas de mi religión”, dice. Volvió a Gaza para estudiar periodismo en la Universidad Islámica. Encontró pronto trabajo, como reportera de televisión. Hace un año, el Gobierno la tanteó para que fuera portavoz. Primero lo rechazó. “Me gustaba demasiado mi trabajo”, asegura. Finalmente, cedió, sin afiliarse a Hamás.
En sus ratos libres escribe. Sobre todo “de la cultura palestina y la estrechez de mente de algunas personas en Gaza. Y sobre la libertad. Sobre mí como mujer. Me casé a los 18 y me divorcié a los 20, con una niña”. Añade: “Soy una mujer fuerte y creo que debo escribir por mi hija y por mí misma. No creo que debamos dejar que pase este tiempo sin dejar constancia de él, sin dejar un testimonio”. Antes de viajar a Granada, ¿le gustaría acudir a algún otro sitio? “Claro. A Cisjordania. Y a Jerusalén”.
www.elpais.com

martes, 26 de noviembre de 2013

Irán y EE.UU: Washington ya no juega solo en el tablero global

El acuerdo de Washington con Irán, un paso de la era multipolar
El nuevo escenario obligaría a EE.UU a plantearse si le compensa que sus políticas estén siempre ligadas, sin excepción, a los intereses de Israel

25/11/2013
El presidente de Irán, Hassan Rohaní (Efe)
El presidente de Irán, Hassan Rohaní (Efe)
En Oriente Medio las cosas se han complicado mucho desde el estallido de las revueltas árabes en 2011. La sencilla ecuación de antes ha derivado en alianzas más complejas y contradictorias. Arabia Saudí e Israel comparten más intereses aún, aplauden el golpe de Estado en Egipto del pasado mes de julio y ahora contemplan con horror las negociaciones entre Washington e Irán. No es baladí que sean precisamente ellos, junto con Egipto, los tradicionales aliados de Estados Unidos en la zona.
Lo ocurrido en torno a Siria ha marcado un punto de inflexión en este nuevo orden internacional. Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, vetaron las propuestas de intervención militar, y Moscú, aliado del gobierno de Damasco, logró condicionar el resultado en el tablero sirio. 


Estados Unidos fue consciente de que en ese momento una operación militar en Siria hubiera podido jugar en su contra, con Moscú e Irán como aliados de Bashar al Assad, con China oponiéndose a la intervención, con buena parte de la opinión pública estadounidense en contra de un ataque y con una enorme deuda económica en casa. Renunció por tanto a un ataque contra Siria, decepcionando así a Arabia Saudí, entre otros.
Las consecuencias de un ataque en Irán 


Estados Unidos ya no juega solo en el tablero global. Siendo conscientes de ello, diversos asesores y analistas clave en Washington, como el influyente Zbigniew Brzezinski, llevaban tiempo defendiendo la apuesta por las negociaciones con Teherán, más aún desde la llegada a la presidencia de Hassan Rohani, conocido por el pragmatismo que aplicó durante las negociaciones entre 2003 y 2005. 


Un ataque contra Irán podría desembocar en un conflicto a gran escala, con diversas potencias regionales e interacionales involucradas directa o indirectamente. Además, provocaría el cierre del estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, el principal ‘cuello de botella’ del comercio de petróleo, por donde pasa el 20% del crudo mundial, destinado principalmente a Europa, China, Japón, India o Corea del Sur. Esto conduciría a un aumento del precio del petróleo y a una mayor dependencia del crudo ruso en algunos países europeos.
Un pacto que mejora la relación USA-China
Por todo ello, la apuesta, de momento, es otra. Irán y Estados Unidos fueron aliados en el pasado, durante la época del Sha, y podrían volver a serlo, en un momento en el que Washington sabe que otras potencias acechan la región, con Rusia tratando de ampliar su influencia y China creciendo y extendiendo su órbita en la zona.


Las negociaciones entre el grupo 5+1 con Teherán no son más que un inicio. Pero ahuyentan la guerra -al menos por ahora- y pueden limar asperezas entre China y EE.UU, ya que el primero mantiene buenas relaciones comerciales con Irán, al que compra petróleo. Según datos de octubre de este año, las sanciones impuestas al país persa habían hecho caer las importaciones de petróleo de Irán en China hasta un 47%. 
Con el acuerdo se reducen las sanciones a Irán y por tanto se abre el camino para que China pueda aumentar su cooperación energética con Teherán. 
Por lo demás, aunque el pacto no admite el derecho del país persa a tener armamento nuclear, sí le permite mantener uranio enriquecido al 5%. Esto de algún modo se traduce en que Irán no perdería toda su capacidad disuasoria. Hay que tener en cuenta que Teherán sí es firmante delTratado de No Proliferación Nuclear en una región donde solo Israel no ha suscrito el acuerdo, siendo precisamente Israel el país que sí tiene armamento nuclear.
Arabia Saudí e Israel


De momento, con este primer pacto, todos ganan. Se allana el camino para que durante los próximos seis meses se avance en las negociaciones. No será fácil. Los países que se oponen al acuerdo, con Israel y Arabia Saudí a la cabeza, intentarán crear obstáculos para el entendimiento, y es probable que no lo hagan solo en la región, sino en el propio Estados Unidos, a través del AIPAC(Comité de Asuntos Públicos EEUU-Israel) y otros lobbies sionistas con capacidad de presión en el Congreso y el Senado.
Ya hay informaciones que apuntan al trabajo conjunto entre los servicios secretos israelíes y saudíes. La BBC incluso publicó hace un par de semanas una exclusiva, desmentida posteriormente por Pakistán, en la que afirmaba que Arabia Saudí preparaba su propio programa nuclear a través de Pakistán para contrarrestar a Irán. 
El nuevo escenario multipolar, con otras potencias creciendo en Eurasia, obliga a Estados Unidos a poner el foco sobre Asia y a resolver la cuestión iraní. Es más: Este nuevo tablero obligaría a Washington a plantearse si le sigue compensando que sus políticas en la región estén vinculadas a Arabia Saudí, y siempre ligadas, estrechamente, sin excepción, a Israel.
Todo dependerá de las decisiones del presidente estadounidense de turno. Pero lo cierto es que los intereses de EEUU no van a confluir al cien por cien con los de Tel Aviv. Quizá por eso el influyente Brzezinski escribía hace unos días, en su propia cuenta de Twitter:


“Obama/Kerry=el mejor equipo político desde Bush I/Jim Baker. El Congreso [de EEUU] se está finalmente avergonzando de los esfuerzos de Netanyahu por dictar la política estadounidense”.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Palestina: crónica del apartheid

Por María Elena Chieno, Leonardo Grosso, Carlos Raimundi, Cristina Regazzoli, Adela Segarra *
El 15 de noviembre de 1988 el pueblo palestino declaró su independencia, y el 11 de noviembre se cumplieron nueve años de lo que hoy está comprobado que fue el asesinato de su líder nacional, fundador de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y primer presidente, Yasser Arafat. Con motivo de esas efemérides, la Autoridad Nacional Palestina organizó diversas actividades a las que fuimos invitados como miembros del Grupo Parlamentario de Amistad con ese Estado, junto a otras delegaciones políticas y sociales de diversos países.
En 1947, con los acuerdos que dieron origen al Estado de Israel, se estableció el derecho del pueblo palestino a tener su propio territorio y formar allí un Estado soberano. El no reconocimiento de ese derecho a lo largo del tiempo dio origen a la creación de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en 1964. Tres años después tuvo lugar la “Guerra de los Seis Días”, en la cual Israel ocupó la Franja de Gaza y Cisjordania, asignadas a Palestina por su pertenencia desde tiempos inmemoriales. Y, desde entonces, no deja de abusar de la fuerza derivada de su condición de ocupante.
El conflicto atravesó diversas etapas de violencia, que incluyen la batalla de Karameh, el Septiembre Negro de 1969, los bombardeos a los campamentos palestinos en el Líbano, Sabra y Chatila, la primera y segunda Intifada, entre otras. Hasta que, a partir de los años ‘90, los cambios en la realidad internacional, pero fundamentalmente la vocación de paz de los líderes de gobierno de ambos estados en litigio, Yasser Arafat y Yitzhak Rabin, condujeron las negociaciones iniciadas en Madrid y concluidas al cabo de tres años en los Acuerdos de Oslo.
Una vez más, los acuerdos no fueron cumplidos. En 1995, Yitzhak Rabin fue asesinado a manos de un estudiante judío y, justamente en estos días, se han conocido las pericias internacionales que determinan la muerte por envenenamiento de Arafat. ¡Qué sugestivo! Los dos líderes de los acuerdos de paz –ambos Premio Nobel– asesinados, siendo la principal sospechosa la parte que precisamente ha incumplido los acuerdos, y que en base a ello se beneficia del statu quo que confirma su condición de ocupante.
En este marco histórico-político, los palestinos y las palestinas de carne y hueso sufren una discriminación humillante. A nuestros ojos, los 800 km del muro que segrega a Palestina nos retrotraen a una etapa del mundo que pareciera superada, comparable, paradójicamente, con el muro construido por los EE.UU. en su frontera con México. Pero eso ni siquiera implica la tranquilidad para quienes habitan del lado palestino, por cuanto Israel alienta, con incentivos de todo tipo, la construcción de decenas de miles de asentamientos habitacionales en pleno territorio correspondiente a Palestina, para lo cual lleva a cabo campañas de atracción de judíos alrededor del mundo. Los denominados “colonos” tienen derecho a no trabajar desde el propio momento en que se asientan, por el solo hecho de hacerlo. Están eximidos de impuestos y reciben un estímulo económico por mayor cantidad de hijos, por cuanto lo que el Estado israelí pretende es consolidar su ocupación. Inclusive, casi la mitad de los asentamientos permanecen vacíos, cumpliendo la sola función de ocupar el territorio. Israel manipula a su antojo los “puntos de control”.
En el paisaje se reitera la presencia de carreteras, calles y barrios por donde los palestinos no pueden transitar, además de tener que comprar a Israel la poca agua potable disponible. Cada palestino dispone de alrededor de un cuarto del agua, mientras que los israelíes poseen libre disponibilidad del bien. Eso les impide, además, el cultivo del suelo y la manutención del ganado. Y está duramente controlada la importación de insumos para una producción autónoma. Todo esto sin entrar en detalles sobre el apartheid que sufren los niños y niñas palestinos, o la situación de los numerosos campos de refugiados.
Esto torna la situación de un pueblo de ciudadanos en una comunidad de súbditos, de una sociedad próspera en una masa empobrecida. Sin embargo, lejos de dejarse ganar por el resentimiento, Palestina persevera en su camino hacia los valores universales de la paz, la libertad, la igualdad y la justicia. Y continúa el ejemplo de Gandhi, Luther King y Mandela. Y no ha perdido la alegría.
Desde 2010, el gobierno que preside Cristina Fernández de Kirchner, con ratificación del Parlamento, reconoce al Estado Palestino, del mismo modo que la mayoría de nuestros hermanos latinoamericanos. Con el voto y la iniciativa de Argentina, Brasil y muchos otros países, la última Asamblea General de Naciones Unidas aprobó por abrumadora mayoría dicho reconocimiento. No obstante, Palestina no ha conseguido pasar del status de Estado observador No Miembro –con derecho a los territorios que poseía antes de la ocupación de 1967– debido al veto de los EE.UU. en el Consejo de Seguridad.
Palestina es, como antes Egipto, Líbano, Irak, recientemente Libia, Túnez, Yemen y otra vez Egipto y Siria, un territorio en litigio de Medio Oriente, cuyos responsables han estado y están tanto dentro como fuera de la región. En Medio Oriente confluyen al menos tres situaciones que impulsan la intervención imperialista y la dilatación del conflicto de potencias ajenas a la región, pero cuyos intereses estratégicos se ven favorecidos por la dilatación del mismo. Por un lado, la necesidad de hidrocarburos en un mundo en que se tornan escasos, y el hecho de que Medio Oriente constituye el paso obligado hacia los países centrales. Por otro lado, que el mundo árabe es el que ofrece más resistencia a la imposición forzosa de las pautas culturales –y con éstas, los capitales financieros– de Occidente. Y por último, la necesidad de sostener la industria y el comercio de armamentos, la más poderosa industria mundial en términos de circulación de dinero, y el motor de las industrias derivadas en los países centrales.
En pleno siglo XXI, el mundo no puede permanecer indiferente a una situación de apartheid semejante a la que Sudáfrica pudo quebrar dos décadas atrás, para constituir trabajosamente un sistema de cohabitación y desarrollo pacíficos. Si la reticencia de algunos países que aún no se han pronunciado en favor de la soberanía de Palestina es el temor al poder financiero de las potencias que sostienen la ocupación, es una señal de que aún subyace en el mundo la subordinación de valores fundamentales de civilización al economicismo. Y habla, a las claras, de la deuda moral de una parte importante de la Humanidad, y de la necesidad de cambios muy profundos aún pendientes.
Por estas razones, por todos conocidas, más el relato de las experiencias de los distintos grupos de legisladores argentinos que hemos visitado Palestina en diversas oportunidades, solicitamos a esta Honorable Cámara de Diputados de la Nación su solidaridad, comprensión y acompañamiento en las medidas que nuestro país adopta en pos de una pronta resolución de paz y obtención de plenos derechos para el pueblo palestino.
* Diputados nacionales.
Fuente: Página 12

sábado, 23 de noviembre de 2013

Porqué luchamos por la paz - Why We Struggle For Peace

18 years after the assassination of Prime Minister Rabin, Peace Now continues the fight for peace.
Peace Now is proud to present our new short video-clip telling why we continue the struggle for peace.
If you, too, believe that there can be a better future for Israel - Palestine

Qué significa luchar por el hogar

Haaretz Traducido para Rebelión por J. M.


Las ruinas de Biram
Las ruinas de Biram, abandonadas junto con Ikrit, en 1948. Foto por Oren Ziv
Era tarde en la noche y pude oír el sonido de personas dirigiéndose hacia el jardín. En la oscuridad, pude distinguir un grupo de desconocidos que habían llegado hasta los bordes. Al parecer, estas personas habían venido en la oscuridad con el fin de hacer los preparativos para el inicio de la demolición y construcción en el edificio de enfrente. Su aspecto y sus palabras fueron muy amenazantes. Mañana comenzarían a demoler la casa y, para hacerlo, tendrían que invadir mi jardín. Después de medir el área, me informaron resueltamente, "Lo siento, no tenemos otra opción".
Mis asustados vecinos asustados de viviendas adyacentes añadieron leña al fuego de mis temores. Uno de ellos me dijo que creía que las excavadoras acabarían por destrozar mi jardín. Otro vecino agregó su observación de que el acceso a mi jardín sería bloqueado para siempre y que las topadoras incluso causarían daños en las paredes de mi casa. La oscuridad de la noche, la sorpresa, los vecinos que tenían miedo como yo y los huéspedes que no habían sido invitados fueron de terror "resolvieron el problema": me quedé despierto toda la noche, no pude conciliar el sueño.
Con un sentimiento de impotencia absoluta, ya podía prever los monstruos mecanizados de hierro invadiendo mi casa y destruirla; ya había perdido la esperanza de que mi jardín sobreviviera. Nunca había sentido tal primordial apego a mi casa, mi castillo, que había sido erigido sobre las ruinas de la aldea palestina de Munis Sheikh, ahora Ramat Aviv, un suburbio de Tel Aviv, y que estaba a punto de ser tumbada.
Al amanecer, la imagen se hizo más clara. Los trabajadores árabes se conformaron con recortar sólo las ramas de los arbustos que comprenden mi cerca para erigir un muro de hierro en el otro lado. Nadie invadió mi casa, mi jardín se salvó y hasta mi intimidad y mi propiedad se mantuvieron intactas, aunque hasta ahí nomás. Pero había polvo, así como la vista de una valla como barrera, que se podía ver desde mi ventana. También había una excavadora demoliendo la casa de mis vecinos y convertió una estructura antigua, llena de recuerdos, en un montón de escombros.
Durante esas horas en las que he experimentado tan grandes y - como se vio después - temores infundados, me sentí profundamente identificado con aquellos cuyas casas han sido demolidas. Innumerables artículos sobre las casas de los palestinos que habían sido destruidas - casas de terroristas cuyas familias eran completamente inocentes; casas que habían sido construidas sin permiso de construcción (permisos que nunca se han formulado, todos modos). También artículos en las tiendas de l pastores, en las viviendas temporales de los agricultores, en aldeas beduinas "no reconocidas" aldeas beduinas, en campamentos de tiendas de campaña beduinas, en cuevas excavadas en las colinas rocosas y en chozas de hojalata cuya demolición documenté como testigo de grabación. Volvieron a mi mente todas estas imágenes, miedos que al final de la experiencia, resultaron falsos.
Pude ver en mi mente los cientos de personas a las que había conocido en los últimos años y que en un solo día vieron que su hogar y su mundo llegaban a su fin. A veces, ni siquiera se les permitió rescatar algún enser de sus hogares. La demolición es siempre brutal y con una sensación de dominio de los que tienen el poder para hacerlo, mientras que el dueño de la casa no puede hacer otra cosa que permanecer de brazos cruzados, totalmente impotente.
Una vez más, comprendí que nadie puede realmente entender lo que sienten las decenas de miles de palestinos que han sufrido la misma experiencia - la experiencia de la pérdida y la destrucción. Sí, yo también recordé por un momento a los colonos judíos que fueron expulsados ​​ de sus hogares, sin embargo, invadieron la tierra que había sido robada y despojada a sus legítimos propietarios y se sabía de antemano que podrían ser desalojados un día.
Al día siguiente, vi pel debut cinematográfico de la preciosa Ami Livne, "Sharqiya", que transmite esta experiencia desde el punto de vista de un guardia de seguridad beduino israelí que se entera de que las autoridades israelíes planean demoler su casa y el pueblo "no reconocido" en el que está situada. Unos días más tarde, me uní a los habitantes desterrados de Ikrit, ya que se realizó una visita a las ruinas de este pueblo palestino, que fue su casa antes de la Guerra de la Independencia de Israel. En 1948, las autoridades israelíes ordenaron a los residentes de las aldeas de Biram e Ikrit abandonar sus aldeas, diciéndoles que iban a poder regresar una vez estabilizada la situación de seguridad. No se les ha permitido volver desde entonces. Sesenta y cinco años han pasado y las almas de los habitantes, sus hijos y sus nietos siguen doliendo.
En una sola noche, por unas extrañas horas, pude haber empezado a comprender el trauma profundo que experimental las personas cuando pierden sus hogares. En mi caso, la casa que temía que podría perder no era la casa que mis antepasados ​​ habían construido, con el árbol de limón que mi abuelo había plantado, no era todo mi mundo ni era la única posesión que tenía en la tierra. Sin embargo, es mi casa. Recordé a Burhan Basharat, un residente de Halat Makhoul, un pueblo pa lestino en el valle del Jordán ocupado por Israel, que, en los últimos dos meses ha estado vagando sin rumbo entre los escombros de su pueblo destruido, negándose a salir y decidido a reconstruirla desde las ruinas.
Pensé en los habitantes de Umm al-Hiran en el Neguev, en el sur del país. Una unidad de demolición israelí estaba en camino a la aldea beduina con el fin de destruirla y construir sobre sus ruinas una comunidad judía. Me acordé de los cientos de miles de palestinos de sus aldeas y campos de refugiados, en la diáspora beduina (las comunidades beduinas no reconocidas por el gobierno israelí y que tienen una población total de entre 70.000 y 80.000), así como el beduino israelí y los árabes israelíes cuyos hogares el Estado de Israel ha demolido brutalmente desde 1948 hasta nuestros días, convirtiendo gran parte de esta tierra en un montón de escombros y recuerdos dolorosos.
Con la vista de la excavadora que está destruyendo la casa de mis vecinos, mientras escribo estas líneas, con el fin de que puedan construir una casa más grande y más hermosa, todos mis sentimientos, por supuesto, se reducen a nada más que una sola pesadilla, que fue inspirada por los temores infundados y que ahora se evapora con la primera luz de la mañana.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.557879