La portavoz del Gobierno en la zona escribe sobre la cultura palestina
“¿Cómo es Granada?”. Isra al Modallal se aparta un momento del ordenador portátil que ha traído a la entrevista y confiesa que uno de sus sueños es viajar a la que fue capital del reino Nazarí. “Fue nuestra ciudad”, dice, en referencia a los remotos años previos a la Reconquista. Esta joven de 23 años lleva solo unos días como portavoz del Gobierno del grupo islamista Hamás en Gaza, primera mujer en ocupar el puesto. Defiende su derecho a mantener la religión como una cuestión privada y personal. Lleva velo y a la vez choca la mano con firmeza a los varones al presentarse, algo no muy común para las devotas del islam. Es una mujer en un mundo dominado por hombres. Sonríe siempre, mientras habla con una franqueza indignada sobre el sufrimiento de los 1,8 millones de personas que viven en una Gaza cada vez más desencantada.
“Nunca me he visto obligada a ser como los demás. Tengo valores únicos, algunos tradicionales. Y hago lo que creo que es correcto según mi propio criterio”, dice Al Modallal, que, además, es madre divorciada de una hija de cuatro años. Para ella, los requerimientos del islam no son una imposición, sino la muestra de una decisión personal que dice que la hace libre. “Algo que aprecio de Gaza es que se respeta y acepta a las mujeres como son”, dice. Respecto al velo, explica que es “una decisión personal”. “Con él demuestro que soy musulmana. Pero es una decisión mía. Tengo amigas en Gaza que no llevan velo. Para mí no es importante”, añade.
Al Modallal no duerme mucho estos días, por la carga inicial de trabajo. Su nombramiento se ha convertido en noticia internacional. “Hay quien, en Israel, me ha llamado la nueva cara del terrorismo”, dice, congelando su sonrisa. Pide un zumo de limón que bebe sin prisa en una terraza frente al muelle pesquero de Gaza, del que parten unos botes que, por el bloqueo de Israel, no pueden faenar más de seis millas mar adentro. “Vivimos una vida bajo presión. Nuestros sueños están limitados. Tenemos mar pero es como si no lo tuviéramos, porque no podemos adentrarnos en él”, dice.
Restaurante Al Deira. Ciudad de Gaza
Un café turco: un dólar
Un zumo de limón: 1,5
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Total: 2,5 dólares (1,35 euros)
Nacida en Egipto en 1990, pasó su infancia en un campo de refugiados en Rafah, en la Franja. “No fue una vida normal o fácil. Aprendí a jugar con nada, con palos que encontraba en la calle. El campo de refugiados me enseñó a ser mayor, a enfrentarme a la vida sin timidez, a estar orgullosa de mí misma”, recuerda. De adolescente se mudó con su familia a Inglaterra, donde adquirió un perfecto inglés británico. “Allí me hice muy devota, porque comprendí las cosas hermosas de mi religión”, dice. Volvió a Gaza para estudiar periodismo en la Universidad Islámica. Encontró pronto trabajo, como reportera de televisión. Hace un año, el Gobierno la tanteó para que fuera portavoz. Primero lo rechazó. “Me gustaba demasiado mi trabajo”, asegura. Finalmente, cedió, sin afiliarse a Hamás.
En sus ratos libres escribe. Sobre todo “de la cultura palestina y la estrechez de mente de algunas personas en Gaza. Y sobre la libertad. Sobre mí como mujer. Me casé a los 18 y me divorcié a los 20, con una niña”. Añade: “Soy una mujer fuerte y creo que debo escribir por mi hija y por mí misma. No creo que debamos dejar que pase este tiempo sin dejar constancia de él, sin dejar un testimonio”. Antes de viajar a Granada, ¿le gustaría acudir a algún otro sitio? “Claro. A Cisjordania. Y a Jerusalén”.
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