jueves, 8 de enero de 2015

Lo más peligroso es la islamofobia

Francia




El atentado fascista en París contra la redacción del semanario Charlie Hebdo, que ha arrebatado la vida a 12 personas, entre ellas a los cuatro dibujantes Charb, Cabú, Wolinsky y Tignous, deja una doble o triple sensación de horror, pues está agravada por una especie de eco amargo y sucio y por una sombra de amenaza inminente y general. Está sin duda el horror de la matanza misma por parte de unos asesinos que, con independencia de sus móviles ideológicos, se han situado a sí mismos al margen de toda ética común y por eso mismo fuera de todo marco religioso, en su sentido más estricto y preciso.
Pero está también el horror de que sus víctimas se dedicaran a escribir y a dibujar. No es que uno no pueda hacer daño escribiendo y dibujando -enseguida hablaremos de esto-; es que escribir y dibujar son tareas que una larga tradición histórica compartida sitúa en el extremo opuesto de la violencia; si se trata además de la sátira y el humor, nadie nos parece más protegido que el que nos hace reír. En términos humanos, siempre es más grave matar a un bufón que a un rey porque el bufón dice lo que todos queremos oír -aunque sea improcedente o incluso hiperbólico- mientras que los reyes sólo hablan de sí mismos y de su poder. El que mata a un bufón, al que hemos encomendado el decir libre y general, mata a la humanidad misma. También por eso los asesinos de París son fascistas. Sólo los fascistas matan bufones. Sólo los fascistas creen que hay objetos no hilarantes o no ridiculizables. Sólo los fascistas matan para imponer seriedad.
Pero hay un tercer elemento de horror que tiene que ver menos con el acto que con sus consecuencias. Ahora mismo -lo confieso- es el que más miedo me da. Y es urgente advertir de lo que nos jugamos. Lo urgente no es impedir un crimen que ya no podemos impedir; ni tampoco condenar asqueados a los asesinos. Eso es normal y decente, pero no urgente. Tampoco, claro, espumajear contra el islam. Al contrario. Lo verdaderamente urgente es alertar contra la islamofobia, precisamente para evitar lo que los asesinos quieren -y están ya consiguiendo- provocar: la identificación ontológica entre el islam y el fascismo criminal. La gran eficacia de la violencia extrema tiene que ver con el hecho de que borra el pasado, el cual no puede ser evocado sin justificar de alguna manera el crimen; tiene que ver con el hecho de que la violencia es actualidad pura, y la actualidad pura está siempre preñada del peor futuro imaginable. Los asesinos de París sabían muy bien en qué contexto estaban perpetrando su infamia y qué efectos iban a producir.
El problema del fascismo y de su violencia actualizadora es que se trata siempre de una respuesta. El fascismo está siempre respondiendo; todo fascismo se alimenta de su legitimación reactiva en un marco social e ideológico en el que todo es respuesta y todo es, por tanto, fascismo. El contexto europeo (pensemos en la Alemania anti-islámica de estos días) es la de un fascismo rampante. En Francia concretamente este fascismo blanco y laico tiene algunos valedores intelectuales de mucho prestigio que, a la sombra del Frente Nacional de Le Pen, llevan calentando el ambiente desde púlpitos privilegiados a partir del presupuesto, enunciado con falso empirismo y autoridad mediática, de que el islam mismo es un peligro para Francia. Pensemos, por ejemplo, en la última novela del gran escritor Houellebecq, Sumisión (traducción literal del término árabe “islam”), en la que un partido islamista gana al Frente Nacional las elecciones de 2021 e impone la “charia” en la patria de Las Luces. O pensemos en el gran éxito de las obras del ultraderechista Renaud Camus y del periodista político del diario Le Figaro Eric Zemour. El primero es autor de Le grand remplacement, donde se sostiene la tesis de que el pueblo francés está siendo “reemplazado” por otro, en este caso -obviamente- compuesto de musulmanes extraños a la historia de Francia. El segundo, por su parte, ha escritoEl suicidio francés, un gran éxito de ventas que rehabilita al general Petain y describe la decadencia del Estado-Nación, amenazado por la traición de las élites y por la inmigración. Hace unos días en Le Monde el escritor Edwy Plenel se refería a estas obras como depositarias de una “ideología asesina” que “está preparando Francia y Europa para una guerra”: una guerra civil- dice- “de Francia y Europa contra ellas mismas, contra una parte de sus pueblos, contra esos hombres, esas mujeres, esos niños que viven y trabajan aquí y que, a través de las armas del prejuicio y la ignorancia, han sido previamente construidos como extranjeros en razón de su nacimiento, su apariencia o sus creencias”.
Este es el fascismo que estaba ya presente en Francia y que ahora “reacciona” -puro presente- frente a la “reacción” -pura actualidad asesina- de los islamistas fascistas de París. Da mucho miedo pensar que a las 7 de la tarde, mientras escribo estas líneas, el trending topic mundial en twitter, tras el tranquilizador y emocionante “yo soy Charlie”, es el terrorífico “matar a todos los musulmanes”. La islamofobia tiene tanto fundamento empírico -ni más ni menos- que el islamismo yihadista; los dos, en efecto, son fascismos reactivos que se activan recíprocamente, incapaces de hacer esas distinciones que caracterizan la ética, la civilización y el derecho: entre niños y adultos, entre civiles y militares, entre bufones y reyes, entre individuos y comunidades. “Matad a todos los infieles” es contestado y precedido por “matad a todos los musulmanes”. Pero hay una diferencia. Mientras que se exige a todos los musulmanes del mundo que condenen la atrocidad de París y todos los dirigentes políticos y religiosos del mundo musulmán condenan sin excepción lo ocurrido, el “matad a todos los musulmanes” es justificado de algún modo por intelectuales y políticos que legitiman con su autoridad institucional y mediática la criminalización de cinco millones de franceses musulmanes (y de millones más en toda Europa). Esa es la diferencia -lo sabemos históricamente- entre el totalitarismo y el delirio marginal: que el totalitarismo es delirio naturalizado, institucionalizado, compartido al mismo tiempo por la sociedad y por el poder. Si recordamos además que la mayor parte de las víctimas del fascismo yihadista en el mundo son también musulmanas -y no occidentales- deberíamos quizás medir mejor nuestro sentido de la responsabilidad y de la solidaridad. Pinzados entre dos fascismos reactivos, los perdedores son los de siempre: los inmigrantes, los izquierdistas, los bufones, las poblaciones de los países colonizados. Una de las víctimas de los islamistas, por cierto, era policía, se llamaba Ahmed Mrabet y era musulmán.
Del yihadismo fascista no espero sino fanatismo, violencia y muerte. Me repugna, pero me da menos miedo que la reacción que precede -valga la paradoja einsteiniana- a sus crímenes. El “matad a todos los musulmanes” está de algún modo justificado por los intelectuales que “preparan la guerra civil europea” y por los propios políticos que responden a los crímenes con discursos populistas religiosos laicos. Cuando Hollande y Sarkozy hablan de “un atentado a los valores sagrados de Francia” para referirse a la libertad de expresión, están razonando del mismo modo que los asesinos de los redactores del Charlie Hebdo. No acepto que un francés me diga que defender los valores de Francia implica necesariamente defender la libertad de expresión. Por muy laica que se pretenda, esa lógica es siempre religiosa. No hay que defender Francia; hay que defender la libertad de expresión. Porque defender los valores de Francia es quizás defender la revolución francesa, pero también Termidor; es defender la Comuna, pero también los fusilamientos de Thiers; es defender a Zola, pero también al tribunal que condenó a Dreyfus; es defender a Simone Weil y René Char, pero también el colaboracionismo de Vichy; es defender a Sartre, pero también las torturas de la OAS y el genocidio colonial; es defender mayo del 68, pero también los bombardeos de Argel, Damasco, Indochina y más recientemente Libia y Mali. Es defender ahora, frente al fascismo islamista, la igualdad ante la ley, la democracia, la libertad de expresión, la tolerancia y la ética, pero también defender la destrucción de todo eso en nombre de los valores de Francia. Da mucho miedo oír hablar de “los valores de Francia”, “de la grandeza de Francia”, de ”la defensa de Francia”. O defendemos la libertad de expresión o defendemos los valores de Francia. Defender la libertad de expresión -y la igualdad, la fraternidad y la libertad- es defender a la humanidad entera, viva donde viva y crea en el dios que crea. La frase de “los valores de Francia” pronunciada por Le Pen, Hollande, Sarkozy o Renaud Camus no se distingue en nada de la frase “los valores del islam” pronunciada por Abu Bakr Al-Baghdadi. Son en realidad el mismo discurso frente a frente, legitimado por su propia reacción asesina, que bombardea inocentes en un lado y ametralla inocentes en el otro. Pierden los de siempre, los que pierden cuando dos fascismos no dejan en medio ni el más pequeño resquicio para el derecho, la ética y la democracia: los de abajo, los de al lado, los pequeños, los sensatos. De eso sabemos mucho en Europa, cuyos grandes “valores” produjeron el colonialismo, el nazismo, el estalinismo, el sionismo y el bombardeo humanitario.
Mal empieza 2015. En 1953, “refugiado” en Francia, el gran escritor negro Richard Wright escribía contra el fascismo que “temía que las instituciones democráticas y abiertas no sean más que un intervalo sentimental que preceda al establecimiento de regímenes incluso más bárbaros, absolutistas y pospolíticos”. Protegernos del fascismo islamista es proteger nuestras instituciones abiertas y democráticas -o lo que queda de ellas- del fascismo europeo. La islamofobia fascista, en Europa y en las “colonias”, es la gran fábrica de islamistas fascistas y una y otro son incompatibles con el derecho y la democracia, los únicos principios -que no “valores”- que podrían aún salvarnos. Buena parte de nuestras élites políticas e intelectuales están más bien interesadas en todo lo contrario.
Descansen en paz nuestros alegres y valientes compañeros bufones del Charlie Hebdo. Y que nadie en su nombre levante la mano contra un musulmán ni contra el derecho y la ética comunes. Esa sí sería la verdadera victoria de los fascismos de los dos lados.
http://www.rebelion.org/

viernes, 2 de enero de 2015

La Locura Racional de Israel

    En noviembre de 2012, Israel lanzó la Operación Pilar de Defensa - un asalto aéreo de ocho días en la franja de Gaza.

    En noviembre de 2012, Israel lanzó la Operación Pilar de Defensa - un asalto aéreo de ocho días en la franja de Gaza. | Foto: Alex Doherty

    En el momento que escribo esto, la violencia entre comunidades está aumentando en Jerusalén, y se habla mucho de la posibilidad de una tercera intifada lanzada desde el territorio ocupado de Cisjordania. El nuevo libro, de Norman Finkelstein, El Método y la Locura: La Historia Oculta de Agresiones de Israel contra Gaza, se centra, en cambio, donde el conflicto en los últimos años ha sido más visible - la Franja de Gaza. El libro detalla tres "guerras" de Israel en Gaza [1] - Operación Plomo (2008-09) Operación Pilar de Defensa (2012) y Operación Borde Protector (2014). El libro incluye material sustancial en el informe de 2009 de las Naciones Unidas, Misión para Investigar los Hechos en el Conflicto de Gaza (más comúnmente conocido como el informe Gold Stone). Y la retracción parcial del juez Richard Goldstone de sus conclusiones en abril de 2011. El libro también proporciona un análisis del asalto israelí al Mavi Marmara de la Flotilla de la Libertad en 2010.
    La 'Locura' del título se refiere a los ataques deliberados de Israel contra los civiles e infraestructuras civiles en el curso de sus ataques a Gaza. Aunque los ataques de Israel contra la población civil de Gaza están contribuyendo a la erosión gradual de la posición internacional de Israel, que son, como Finkelstein demuestra, no simplemente una expresión de la irracionalidad de una sociedad cada vez más fanática. Más bien Finkelstein muestra que la violencia está al servicio de una estrategia completamente racional vis a vis con los adversarios de Israel. Al participar en ataques periódicos de derramamiento de sangre, Israel busca restaurar su "capacidad de disuasión" en cuanto a sus enemigos estatales y no estatales. Israel utiliza simultáneamente la violencia para socavar las perspectivas de paz en términos que, dejando de lado la retórica, Israel encuentra inaceptable (la solución de dos estados en las fronteras de 1967).
    Plomo Fundido
    El primer ejemplo ilustrativo de la tesis de Finkelstein es la Operación Plomo Fundido (2008-09). Finkelstein localiza la causa del conflicto no en los ineficaces ataques con cohetes de Hamas (que Israel había provocado por romper el alto el fuego), sino en la necesidad de infundir miedo en Hamas y sus adversarios regionales tras la debacle de su guerra del 2006 contra Hezbolá, junto con la necesidad de evitar una ‘ofensiva de paz' de Hamas. La continua ocupación ilegal de Israel depende de la pretensión de que no tiene socios para la paz. Sin embargo, las acciones de Hamas antes de Plomo Fundido estaban haciendo que la ficción sea cada vez más difícil de mantener. Hamás había respetado el alto el fuego e (incluso a la vista de los altos funcionarios de inteligencia israelíes) se movía hacia la aceptación de la solución de dos estados en las fronteras del 67.
    Después de la conclusión del conflicto, el informe Goldstone describe Plomo Fundido como un "ataque deliberadamente desproporcionado diseñado para castigar, humillar y aterrorizar a la población civil". Sin embargo, como señala Finkelstein, uno no necesita consultar investigaciones de la ONU o el análisis de los recursos humanos de las organizaciones de derechos para obtener una buena imagen de lo que la operación llego a ser. Finkelstein cita los comentarios del entonces ministro de Relaciones Exteriores, Tzipi Livni de Israel hacia el final de la operación:
    "Hamas entiende ahora que cuando disparas a los ciudadanos [de Israel] la respuesta será salvaje - y esto es una buena cosa... Israel demostró un real vandalismo durante el transcurso de la reciente operación reciente, vandalismo que yo exigí".
    Las estadísticas frías también dan una indicación bastante clara de la clase de “guerra” que fue Plomo Fundido - en el curso de la operación 1.400 palestinos murieron, entre ellos 300 niños. Israel, en cambio, sufrió diez bajas militares (cuatro de ellos debido a 'fuego amigo') y tres civiles muertos.
    En la primavera de 2011 el juez Richard Goldstone hizo una retractación parcial de las conclusiones del informe de la ONU que lleva su nombre. La justificación de Goldstone para su retractación fue que la nueva información que había salido a la luz desde la publicación del informe ponía sus conclusiones iniciales en tela de juicio. Sin embargo, como Finkelstein demuestra ampliamente. Qué más información salga a la luz, de hecho, sirvió para reforzar aún más las conclusiones del informe (que por cierto Goldstone y tres colegas más lo sostuvieron). Parece razonable suponer, como dice la crítica de Finkelstein, que la presión intensa a la que Goldstone fue sometido, a la estela del informe, fue la verdadera causa de tan inexplicable giro.
    Sangre en alta mar
    En 2010, la Flotilla de la Libertad Internacional navegó a Gaza en un esfuerzo por romper el bloqueo israelí - en vigor desde que Hamas comprobó un golpe a Fatah respaldado por Estados Unidos en 2007. En medio de la noche, los comandos israelíes bajaron sobre la cubierta del Mavi Marmara - un barco Turco que llevaba 10.000 toneladas de suministros y 700 pasajeros. En el transcurso de la operación, los soldados Israelíes mataron a ocho ciudadanos turcos y un turco-estadounidense. Como Finkelstein lo dice, Israel podría haber abordado el barco a la luz del día o deshabilitado la nave y remolcarla al puerto - pero puso en marcha una dramática incursión estilo comando en el medio de la noche. Finkelstein argumenta que las intenciones de Israel en la selección de este enfoque de mano dura fueron en primer lugar para aumentar los costes de la solidaridad internacional y en segundo lugar, para compensar los recientes reveses militares de Israel. Aunque parezca increíble, como relata Finkelstein, los Israelíes habían ensayado la redada durante semanas e incluso construyeron un modelo del Mavi Marmara, en preparación para su atrevida función. A pesar de sus planes mejor trazados, los comandos navales se las arreglaron para meter la pata en la misión - tres soldados fueron capturados por los pasajeros desarmados, y el incidente se convirtió en un desastre de relaciones públicas, embarazoso para Israel.
    Locura restringida
    En noviembre de 2012, Israel lanzó la Operación Pilar de Defensa - un asalto aéreo de ocho días en la franja de Gaza. La operación se inició con las afirmaciones inverosímiles habituales de las autoridades israelíes de que Israel estaba actuando puramente con el fin de defenderse de los cohetes de Hamas. Desde el comienzo de 2012 sólo un israelí había sido asesinado por los proyectiles Palestinos mientras 78 Palestinos habían muerto en ataques aéreos Israelíes (por no hablar del enorme sufrimiento infligido por tierra y el ilegal bloqueo marítimo). La verdadera razón del asalto de Israel fue un cambio en el equilibrio de poder en favor de Hamas. Lo primos ideológicos de Hamas en Egipto, la Hermandad Musulmana, habían llegado al poder, Turquía se había convertido en un crítico cada vez más vociferante de Israel y el emir de Qatar había visitado Gaza, prometiendo cientos de millones de dólares. Aunque el aumento de la respetabilidad internacional de Hamas fue la causa para el asalto de Israel, también tuvo el efecto de limitar el alcance de la agresión israelí. Como detalles Finkelstein, Turquía y Egipto dejaron claro que no iban a consentir una invasión terrestre israelí. El menor control punitivo de Egipto del paso de Rafah, hecho en el que los medios de comunicación internacionales tuvieron una fuerte presencia en el territorio. Además, en la estela del informe Goldstone, Israel realmente temía la posibilidad de que líderes israelíes sean acusados por la Corte Penal Internacional. En consecuencia 'sólo' setenta Palestinos murieron en el transcurso de la operación. El eventual cese del fuego fue una severa derrota para Israel - se pidió un alto el fuego mutuo, no el alto el fuego unilateral que Israel había querido. No incluyó ninguna condición previa respecto el arsenal de Hamas de cohetes, e incluía referencias veladas a levantar el bloqueo. El gobierno de Obama apoyó el texto del cese al fuego, no a causa de nuevos reparos con respecto a la violencia de su vasallo en Medio Oriente, sino debido a que la administración estaba cortejando al nuevo gobierno Egipcio.
    Escribiendo en 2012, sobre el cambio en el equilibrio de fuerzas en la región y las implicaciones que daban algo de esperanza a la lucha palestina Finkelstein, comentó: "Los días de la Operación Plomo Fundido han terminado". Lamentablemente eso fue decididamente prematuro. El golpe de Estado en Egipto, la disminución de preocupación Árabe por los Palestinos y el aumento de sus crisis domésticas, y el creciente aislamiento de Hamas preparó el escenario para el retorno a la violencia extrema de Plomo Fundido.
    Operación Borde Protector
    Una vez más, como describe Finkelstein, Israel lanzó la Operación Borde Protector en el contexto de la mejora de las perspectivas de paz. A finales de abril 2014 Hamas y Fatah habían formado un gobierno de unidad nacional, el que acordaba que Hamas no se oponga al apoyo del Presidente Abbas para las condiciones previas de Estados Unidos y de la UE para las negociaciones: el reconocimiento de Israel, la renuncia a la violencia y aceptar los acuerdos pasados. En junio tres adolescentes israelíes murieron en Cisjordania (donde, por supuesto, no habrían estado si Israel no habría transferido cientos de miles de israelíes para que ocupen ilegalmente el territorio). El asesinato de los tres adolescentes proporcionó el pretexto para cortar la cabeza a un verdadero proceso de paz. Una fracción rebelde del grupo Hamas sobre la que, como líderes israelíes sabían, los líderes de Hamas no tenían control, llevaron a cabo la atrocidad. Al igual que en el caso de la Operación Plomo Fundido, los Palestinos pagaron un peaje terrible - más de 2.000 Palestinos murieron, entre ellos 500 niños. Sin embargo, la mejora de las tácticas militares de Hamas infligieron una cifra significativa en el ejército Israelí - 66 soldados israelíes murieron en el curso de los combates.


    Finkelstein concluye su libro con una súplica apasionada a los Palestinos para participar en manifestaciones no violentas de masas para acabar con la ocupación. Hay que darle crédito que no se asusta en describir lo que esto realmente significa: el martirio de Palestina en una escala masiva con el fin de hacer que el apoyo internacional a Israel insostenible. Sin embargo, el mejor rendimiento del ala militar de Hamas durante la OPI probablemente alienta a Hamás a creer que la opción militar sigue siendo una estrategia viable.

    Cualquier defensor de los Palestinos va a ser una figura marginal dentro de la cultura política estadounidense, pero Finkelstein es probablemente más marginado de lo que ha sido nunca. Un fuerte crítico de la llamada solución de un solo Estado y los ambiguos objetivos del boicot, desinversión y sanciones (BDS), Finkelstein ha sido objeto de una gran cantidad de críticas por la mantener su posición.
    Independientemente de lo que uno piense de la postura de Finkelstein sobre la solución al conflicto, o su visión de BDS, sigue siendo uno de los críticos más perceptivos de la ocupación cada vez más bárbara de Israel de Gaza y Cisjordania. Sería una tragedia menor si su último libro llegara a ser ignorado porque sus puntos de vista sobre una solución al conflicto están fuera de moda.
    El libro está disponible aquí. http://www.orbooks.com/catalog/method-madness/?utm_source=telesur&utm_medium=review&utm_campaign=method_and_madness


    Alex Doherty es un co-fundador del Proyecto de la Nueva Izquierda y estudiante graduado en el departamento de Estudios de Guerra del King College de Londres. Ha escrito para Z Magazine y Open Democracy, entre otras publicaciones. Lo puedes seguir en twitter @ alexdoherty7
    http://www.telesurtv.net/opinion/La-Locura-Racional-de-Israel-20141228-0028.html

    sábado, 27 de diciembre de 2014

    El lenguaje de la tortura

     Por Robert Fisk *
    Página 12
    Gracias a Dios por Noam Chomsky. No por su vida de denunciar ataques sobre nuestra hipocresía política, sino por su lingüística. Mucho antes de que yo lo conociera, el Fisk estudiante trabajaba en su curso de lingüística de la universidad, donde el trabajo de Chomsky fue el que primero me alertó sobre el peligroso uso del idioma. Condenó la semántica vil del Pentágono y de la CIA. No sólo la obscena frase “daños colaterales”, sino el lenguaje de la tortura.
    O, como los muchachos que torturan en nuestro nombre lo llaman, “técnicas de interrogatorio mejoradas”. Echemos un vistazo más de cerca a eso. “Mejorado” es una palabra que sugiere algo mejor, más culto, incluso menos costoso. Por ejemplo, “medicina mejorada” presumiblemente implica una forma más racional de mejorar tu salud. Al igual que “la escolarización mejorada” podría sugerir una educación más valiosa para un niño. “Interrogatorio” por lo menos insinúa que se trata todo esto. Hacer preguntas y obtener, o no, una respuesta. Pero “técnicas” les gana a todas. Una técnica es una habilidad técnica, ¿no es así? Por lo general, me dice mi diccionario, en la obra artística.
    Por lo tanto, los que llevan a cabo los “interrogatorios” tienen habilidades especiales –que implica capacitación, trabajo aprendido, el producto del cerebro–. Que supongo, en cierto modo, es de lo que trata la tortura. No es simplemente la forma en que normalmente yo describiría el proceso de golpear a la gente contra las paredes, ahogándolas en agua e introduciendo hummus por el recto. Pero en caso de que eso sea demasiado gráfico, los muchachos y muchachas de prensa de Estados Unidos llegaron a referirse a ello en una forma familiar. Todo el proceso de “técnicas de interrogación mejoradas” se llama ahora EIT. Al igual que las armas de destrucción masiva (las llamadas WMD) –otra mentira en nuestro vocabulario político– todo el sucio asunto está envuelto en una abreviatura de tres letras.
    Y luego nos enteramos de que todo esto es parte de un “programa”. Algo cuidadosamente planeado, un programa, una actuación, debidamente aprobado, incluso teatral. Mi viejo y fiel American College Dictionary incluso define “programa” como “un entretenimiento con referencia a sus piezas o números”, que es lo que supongo que los psicópatas en la CIA estaban disfrutando frente a sus víctimas. Atenlo, con trapos sobre el rostro, viertan el agua, no demasiadas burbujas por favor. Ah, bueno, golpéenlo contra la pared. Un programa por cierto.
    Dick “Lado Oscuro” Cheney usó la palabra “programa” cuando condenó el informe del Senado estadounidense sobre torturas de la CIA. Curiosamente, sin embargo, su descripción del documento como “lleno de mierda” contenía un efecto secundario no deseado del proceso que aplaudía. Para aquellos que bajo tortura suelen orinarse y defecar y, como sabemos por los que sufrieron estos “programas”, la CIA a menudo deja a sus víctimas paradas desnudas, lo cual hizo que las víctimas se defecaran sobre ellas mismas. Cheney quiere que creamos, por supuesto, que estos pobres hombres obtuvieron información importante de las viles criaturas que los estaban torturando. Eso es exactamente lo que las inquisiciones medievales descubrieron cuando acusaron a los inocentes de brujería. Las víctimas admitieron que habían volado por los aires. Tal vez eso es lo que Khalid Sheikh Mohammed, después de ser sometido al submarino 183 veces, les dijo a sus torturadores de la CIA. Que podía volar por el aire. Un avión humano terrorista. Supongo que debe ser el tipo de “información vital” que Cheney afirma que las víctimas le dieron a la CIA.
    Por supuesto, se dejó al director de la CIA, John Brennan, que tal vez sintiera la respiración en su nuca de algunos abogados de derechos humanos, decir que algunas de las “técnicas” –sí, esa es la palabra que utilizó– no estaban no autorizadas y eran “abominables”. Y así hábilmente presentó una nueva versión de los crímenes de la CIA. AIT –Abominables Técnicas de Tortura– “debe ser repudiadas por todos” –pero no, al parecer, las buenas EIT–. Como dijo Cheney, la tortura era “algo que cuidadosamente evitamos”. Tomo nota de las palabras “cuidadosamente”. Y me estremezco.
    El bueno de Brennan nos dijo que “nos quedamos cortos cuando se trató de responsabilizar a algunos oficiales”. Pero es perfectamente claro que los torturadores –u “oficiales”– no van a ser considerados responsables. Tampoco lo es Brennan. Tampoco Dick Cheney. Y tampoco, me atrevo a mencionar esto, son los regímenes árabes donde la CIA consideraba que aquellas víctimas que merecen un trato aún más vil que el que podían dispensar en sus propias prisiones secretas. Un pobre chico, Maher Arar, ciudadano canadiense, un conductor de camiones incautados por la CIA en el aeropuerto JFK de Nueva York, partió a Siria para recibir un poco de AIT –no EIT, que quede claro– a petición de los estadounidenses. Metido en un agujero poco más grande que un ataúd, su primer contacto diario con AIT era la picana.
    Así Cheney y sus muchachos satisfacían su sadismo, hasta el punto en que esas “técnicas de interrogatorio” ahora indignan tanto a Occidente que se está pidiendo el derrocamiento del régimen sirio (junto con el derrocamiento de Isis y Jabhat al-Nusra), a favor de los “moderados” recientemente armados que, supuestamente, participan sólo en EIT no en AIT.
    Pero como mi colega periodista Rami Khouri señaló, los 54 países del “programa” de la CIA de entregas incluyen Argelia, Egipto, Irán, Irak, Jordania, Marruecos, Arabia Saudita, Siria, Turquía, los Emiratos Arabes Unidos y Yemen. Usted puede agregar la Libia de Khadafi a esa lista. De hecho, la policía secreta italiana incluso ayudó a la CIA a secuestrar a un imán en las calles de Milán y mandarlo a El Cairo por un poco de AIT a manos de los interrogadores de Mubarak. Lo que probablemente explica por qué el mundo árabe y musulmán estuvo un poco tranquilo desde que el informe del Senado fue publicado la semana pasada.
    * De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
    Traducción: Celita Doyhambéhère.

    El imperio del consumo





    La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.
     El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

    «Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

    Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

    El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad grave» ha crecido casi un 30% entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos 16 años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, la diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

    Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

    El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

    Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restaurante de Montreal en Canadá: el restaurante cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.
    Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

    Los expertos saben convertir las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, tanto mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

    El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente en la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

    Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a 7.000 años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

    Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

    El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

    El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

    La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad; las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

    Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error que se debe corregir, ni un defecto que se debe superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar un shopping center del tamaño del planeta.

    Rebelion

    lunes, 22 de diciembre de 2014

    "Se puede ser israelí y palestino, judío y árabe, y estar del mismo lado"

    Reportaje a fondo.
    La lógica del conflicto en Oriente Medio plantea divisiones que en muchos casos son artificales e impuestas desde afuera, dice el historiador y académico israelí Efraim Davidi.
    Gerardo Dell' Oro
    Gerardo Dell' Oro
    Fabian Bosoer
    Efraim Davidi, 60 años, es un investigador israelí nacido en Buenos Aires, docente en las universidades de Tel-Aviv y Ben-Gurion del Negev. Autor de varios libros en hebreo, entre ellos “Che Guevara, la historia de un revo- lucionario”(verdadero best-seller con siete ediciones). Debido a su conocida militancia comunista y su origen argentino, muchas veces sus alumnos le dicen “yo leí su autobiografia sobre el Che”, lo cual lo obliga a explicar que existe una gran diferencia entre “biografia” y “autobiografia”. Davidi fue periodista y jefe de redacción del matutino “Davar”, que ante la amenaza de sus dueños (la Histadrut, Confederacion de Trabajadores) de privatizarlo, encabezó una experiencia de autogestión entre 1994 y 1996. “Nos fuimos a pique, por falta de fondo y de créditos”, confiesa. Davidi dictó recientemente clases en Buenos Aires invitado por la Maestría de Diversidad Cultural de la UNTREF.
    ¿Qué riesgo existe de que el conflicto palestino-israelí vuelva a generar nuevas escaladas de violencia?
    Es una olla a presión que siempre puede estallar por algún lado. El gobierno israelí dejó de utilizar la idea de “terminar el conflicto”, ahora se  habla de “manejar el conflicto”, concepción que significa que no hay resolución; hay que tenerlo “a fuego lento”. El problema es que los conflictos de este tipo no se pueden controlar. No importa aquí quién tiró el primer disparo, de una u otra forma vuelve a aparecer,a reventar. Y la sociedad israelí ya creó su dinámica frente a esta manera de gestionar el conflicto.
    ¿Cómo es esa respuesta?
    Primero hay un lógico apoyo, la sociedad israelí es pluralista y contiene en su interior una minoría árabe palestina del  20%, ciudadanos que por supuesto no está de acuerdo. El resto, mayoritariamente, tiene un reflejo nacionalista, chauvinista: “si nos atacan vamos a a golpear”. Luego viene el segundo momento: “tiramos pero lloramos”. Se bombardea sobre civiles -Líbano, Gaza- y hay una crítica a la fuerza desmedida. Luego viene una tercera etapa en que se dice “no se han cumplido los objetivos”. Y la cuarta etapa, con la gente que dice, “esto es una locura”, la protesta por las secuelas de cada una de estas ofensivas.
    En esa dinámica de un Estado enfrentando a organizaciones armadas enemigas, pareciera que a medida que la asimetría es mayor, sin embargo el peligro no decrece sino que aumenta, ¿cómo se explica?
    No se puede justificar actos terroristas contra la población civil, no importa de qué lado vengan. Tampoco se puede pedir a un pueblo que está bajo una ocupación que actúe de manera “gandhiana”. La dinámica de estas guerras es que convierten a las poblaciones civiles en los blancos principales; no son soldados contra soldados o contra combatientes, sino que cada uno trata de influenciar a la otra parte golpeando en su flanco más expuesto, que es el de la población civil. Cuando Hamás tiraba sus cohetes lo hacía contra kibutzim, periferias donde vive la población más humilde. También Israel desarrolla nuevos métodos para tratar de contrarrestar esta ofensiva. Pero está claro que este conflicto no tendrá nunca una resolución militar.
    La idea de dos estados para dos pueblos, ¿es todavía viable?
    Todo el mundo sabe que la única salida es la creación de un estado palestino con Jerusalem oriental como capital de ese estado, desmantelamiento de las colonias en los territorios ocupados. El gobierno israelí también lo sabe. Su política es tratar de retrasar esta salida cuanto más se pueda. Pero cuanto más se retrase más sangre seguirá corriendo y mayor desgaste se operará en las dos sociedades.
    ¿La primavera árabe fue una ilusión perdida?
    No. Es un proceso que no concluyó. y que tiene distintas expresiones nacionales. Se introdujo un desmadre que tiró abajo regímenes de opresión sin reemplazarlos con nada superador. Por ahora.
    ¿Ve relación entre el conflicto israelí-palestino, el  fundamentalismo islámico y los rebrotes antisemitas?
    Hay visiones demonizadoras cruzadas: la que dice que “todo árabe es musulmán, todo musulmán es terrorista”. Del otro lado se dice, “todo judío es sionista, todo sionista apoya las políticas del estado israelí y es culpable de la situación del pueblo palestino”. Es una amalgama explosiva muy preocupante, que confunde las raíces del conflicto y fomenta el odio. Hay judíos y árabes a uno y otro lado de las líneas que separan en este conflicto. El antisemitismo y la islamofobia juntan a los fundamentalismos. El debate político y el conocimiento de las realidades nos permite entender que, aun en momentos como los que estamos viviendo, se puede ser israelí y palestino, judío y árabe, y estar del mismo lado. La idea de dos estados para dos pueblos, era también una opción minoritaria hace unas décadas. Lo judío y lo árabe no se oponen, se transforman mutuamente. En Israel hay partidos, grupos, organizaciones que forman judíos y árabes y luchan juntos. Es una opción minoritaria. Alguna vez será mayoritaria.
    Copyright Clarín, 2014. Clarin.com Opinión 14/12/14