martes, 11 de julio de 2017

Qatar, Arabia Saudí, y la Crisis del Consejo de Cooperación del Golfo

RGE 622/17

Mouin Rabbani - Sin Permiso - 9/07/2017

http://www.sinpermiso.info/textos/qatar-arabia-saudi-y-la-crisis-del-consejo-de-cooperacion-del-golfo


Es tentador, y no del todo inexacto, descartar la escalada de la crisis entre Qatar y varios de sus vecinos como una pelea de guardería de principitos petulantes. Estirando esta lógica tentadora, se podría concluir que la victoria decisiva de cada uno de los protagonistas sería el resultado óptimo. Sin embargo, la crisis también refleja dinámicas más profundas en la política árabe y regionales que están estructurando una realidad cada vez más turbulenta y violenta en Oriente Próximo.

El Consejo de Cooperación del Golfo de Arabia Saudí

El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que es el foco de la actual crisis, fue establecida en 1981 por Arabia Saudí, Bahrein, Kuwait, Omán, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Su formación fue la prueba del agotamiento del concepto de acción colectiva árabe a la que la Liga de los Estados Árabes aspiraba pero que nunca alcanzan y presagiaba la preocupación prioritaria de los regímenes de la región con Irán en lugar de Israel. Aunque formalmente establecido para promover un mayor desarrollo económico, político y mejorar la coordinación de seguridad entre sus estados miembros, el impulso para la formación del CCG fue la amenaza colectiva a sus miembros, tanto de la revolución islámica de 1979 en Irán, en el litoral oriental del Golfo, y la Guerra Irán-Irak, desencadena al año siguiente por Saddam Hussein, y cuyos esfuerzos tanto los estados árabes del Golfo Pérsico como Estados Unidos apoyaron y financiaron.

A principios de la década de 1980, el único miembro significativo del CCG era Arabia Saudí, cuyo tamaño, población, recursos y riqueza era muy superior al de los otros estados miembros juntos -y en menor medida a Kuwait. A pesar de que Omán, a diferencia de sus aliados, no había roto relaciones con Egipto después de que éste firmase la paz por separado con Israel en 1979, la posibilidad de que los miembros del CCG siquiera contemplasen seguir una política independiente, regional o exterior, de Arabia Saudí en aquellos días habría sido considerado una fantasía. Por ejemplo, era inconcebible, después de que Irak ocupase Kuwait en 1990, que Qatar o Bahrein hubiesen optado por una solución negociada de la crisis rechazada por Riad (y su patrón en Washington). Ni haber permitido que los Estados Unidos desplegasen tropas y estableciesen bases militares en su territorio hasta que los saudíes no diesen ejemplo y dado su consentimiento a dichos movimientos.

Durante la década de 1990, esta ecuación comenzó a cambiar gradualmente. Las guerras de Irán-Irak, Kuwait, y la Guerra Fría habían terminado, el precio del petróleo se desplomó, y los Estados Unidos mantuvo una presencia creciente y aparentemente permanente militar o naval en todos los estados del CCG. Riad, además de su relativamente menor importancia estratégica y su liderazgo esclerótico y menguante, también tenía que hacer frente a las deudas sustanciales en que había incurrido, de nuevo en coordinación íntima con los Estados Unidos, para montar y financiar la coalición de estados que desalojaron a Saddam Hussein de Kuwait . Por el contrario, Dubai, con su economía diversificada, alimentada en parte por extensas violaciones de las sanciones comerciales a Irán, y nunca carente de una llamativa ambición, estaba en camino de convertirse en una ciudad global y sustitución de Kuwait como ejemplo regional. En 1995, Qatar, que incluso muchos árabes estos días han tenido problemas para encontrar en un mapa, fue noticia cuando su Emir fue derrocado por su hijo, Sheik Hamad bin Khalifa Al Thani, en un golpe palaciego incruento, mientras que estaba de vacaciones en Suiza.

Un golpe en Doha

Al igual que Omán después de que el Sultan Qabus se hiciera con el trono de su padre en 1970, Hamad se embarcó en un programa para transformar su país en un estado de finales del siglo XX. A diferencia de Omán en la década de 1970, Qatar no había sufrido ni la agonía de una década de insurrección armada (Dhofar) ni compartido una frontera con un vecino “comunista” (la República Democrática Popular del Yemen), y por lo tanto podría proceder a un deliberado rápido ritmo. El nuevo gobernante de Doha era, además, capaz de financiar sus esfuerzos con el gas natural aún sin desarrollar del Dome Norte/ Pars Sur, con mucho los depósitos más grandes del mundo, que comparte con Irán. La producción comenzó en 1997, y en una década Qatar se convirtió en el primer exportador mundial de gas natural licuado (GNL), lo que representa casi un tercio del suministro mundial.

A diferencia de Qabus, la toma del poder de Hamad no fue patrocinada por el Reino Unido u otra potencia extranjera, permitiendo así a los descontentos regionales -ante todo Arabia Saudí-, la oportunidad de revertir esta afrenta a la veteranía y las convenciones establecidas para la sucesión. Un frustrado intento de restaurar al emir depuesto en 1996 y otro adicional para deponer Hamad en 2005 demostraron, además, que la construcción de los estados modernizados en la región del CCG eran más una tarea  de infraestructura y administración que un proyecto político. Varios miles de miembros de los Bani Murra, cuyo territorio se extiende a ambos lados de la frontera saudí-catarí (donde los enfrentamientos por cuestiones fronterizas sin resolver habían estallado en fecha tan reciente como 1992), vieron revocada su ciudadanía después de que varios de ellos se vieran implicados en diversos contragolpes de estado.

Sheik Hamad comenzó a trabajar rápidamente para reducir su vulnerabilidad. Unos mil millones de dólares fueron invertidos en la expansión de la Base Aérea de Al Udeid para dar cabida a todos los aviones de la flota de Estados Unidos. Cuando el Comando Central  del ejercito de EEUU (CENTCOM) cuya área de responsabilidad cubre más de cuatro millones de millas cuadradas en tres continentes, abandonó la base aérea de Principe Sultán en Arabia Saudí para reducir la exposición política de la Casa de Saudí después del 11 de septiembre de 2001, fue invitado a establecer su sede de operaciones avanzada en al Udeid. La presencia militar de Estados Unidos, con unos diez mil efectivos es actualmente la más grande en Oriente Próximo, proporciona protección frente a Irán e Irak de Saddam Hussein. Más importante aún, también sirvió para disuadir a los saudíes de cualquier plan contra su pequeño vecino, que, con solo  unas 4.500 millas cuadradas, es más pequeño que Yorkshire o Connecticut.

En el plano interno, Hamad inició un desarrollo masivo de la infraestructura física y financiera de Qatar, y de sus servicios públicos. Según la mayoría de los índices, el país tiene hoy el mayor PIB per cápita en el mundo (130.000 dólares). Sus aproximadamente 300.000 ciudadanos disfrutan de la cuna a la tumba de bienestar y beneficios, mientras que más de 1,5 millones de trabajadores migrantes mantienen sus instituciones, servicios, y la rápida expansión de sector de la construcción, que opera a su máxima capacidad. La Autoridad de Inversiones de Qatar (QIA), el fondo soberano establecido durante la década anterior, se encuentra entre los mejores gestionados y con más recursos del mundo. Ha comprado propiedades emblemáticas y bienes raíces de primera en todo el mundo, así como acciones de las principales empresas, como la Bolsa de Londres y Volkswagen. El gas natural, que es la principal exportación de Qatar, es, en contraste con el petróleo, menos propenso a fluctuaciones repentinas de precios, y tiende a ser vendido sobre la base de contratos a largo plazo de décadas, y se encuentra bajo una presión significativamente menor en los esfuerzos para hacer frente al calentamiento global y el cambio climático.

Qatar se va de casa

Fue dentro de la región donde Qatar tuvo más éxito. A mediados de la década de 1990, fracasó un proyecto prematuro de radiodifusión por satélite en árabe conjunto entre Arabia Saudí y la British Broadcasting Corporation (BBC) después de que su telediario difundiera informes que violaron el estricto tabú de Riad contra el escrutinio crítico de sus políticas. Qatar se hizo con el personal altamente profesional que quedó disponible y con menos de 150 millones de dólares lanzó el canal satelital Al Jazeera el 1 de noviembre de 1996. Rompiendo el molde de los informes vacuos de los canales terrestres que se especializaron en la glorificación ilimitada de unos gobernantes mediocres, Al Jazeera en 1999 era capaz de proporcionar las 24 horas del día noticias de calidad en señal abierta por satélite y una red de corresponsales en toda la región y en la diáspora de lengua árabe en todo el mundo. Qatar, su dirigente, y sus objetivos de política exterior casi nunca merecieron una mención a menos que hubiera un interés periodístico real, y hacerlo de otro modo habría sido superfluo. Cuando hace unos años se difundieron rumores de que Al Jazeera se quedaría sin financiación o incluso que sería cerrada, se difundió que Sheik Hamad los desmintió señalando que la emisora era más útil para Qatar que todo su cuerpo diplomático.

De hecho, Al Jazeera no sólo ofreció una cobertura seria de noticias, sino también de cuestiones prioritarias que hablaban de las preocupaciones y aspiraciones de los árabes desde Marrakech a Muscat, y todo el mundo sabía que esto había sido posible gracias a los gobernantes de Qatar. También fue pionera de prácticas profundamente impopulares, como las entrevistas a funcionarios gubernamentales israelíes responsables de la de la ocupación de los territorios árabes. En general Al Jazeera ofreció una refrescante y amplia gama de perspectivas, como resultado de lo cual ocho estados árabes y Etiopía en un momento u otro retiraron a sus embajadores de Doha. Sin embargo, los promotores o simpatizantes de los Hermanos Musulmanes y otras corrientes islamistas parecían estar constantemente sobre-representados en sus emisiones. Una de esas figuras fue Yusuf Al-Qaradawi, el influyente clérigo egipcio exiliado que ha residido en Qatar desde 1960 y que es Presidente de la Unión Internacional de Académicos Musulmanes. Ampliamente considerado como el principal teólogo de la Hermandad, tuvo durante muchos años un programa de una hora en Al Jazeera cada domingo por la noche. Titulado “Sharia y Vida”, habitualmente iba más allá de las cuestiones de fe para ofrecer puntos de vista y orientaciones propias sobre los acontecimientos de actualidad.

Muchos líderes y miembros de los Hermanos Musulmanes han encontrado un hogar lejos del hogar en Arabia Saudí y otros estados del Golfo, donde los partidos políticos están estrictamente prohibidos, después de que el Egipto de Gamal Abdel Nasser y otros regímenes nacionalistas republicanos les purgaran de su cuerpo político a partir de la década de 1950, y en algunos casos consideraran la mera pertenencia a la Hermandad como una ofensa capital. Aunque la Hermandad como organización no compartía la orientación salafista de sus nuevos huéspedes, era un valioso aliado para las monarquías conservadoras y sus patrocinadores occidentales durante la guerra fría árabe que hacía estragos en toda la región. Sus miembros eran también una fuente importante de mano de obra calificada en la enseñanza y otros sectores que requieren conocimientos lingüísticos o religiosos, en un momento en el que la mano de obra local era incapaz de satisfacer esas necesidades. En la década de 1980, como el activismo islamista tomó un giro cada vez más militantes, los Hermanos Musulmanes jugaron un papel importante en la canalización de combatientes hacia la Yihad antisoviética en Afganistán que Riad y Washington por igual llegaron a considerar como su momento de gloria.

La relación comenzó a agriarse durante la década de 1980, con el surgimiento del movimiento Sahwa en Arabia Saudí. Combinando el pensamiento salafista con la política de los Hermanos Musulmanes, era una espina persistente para las autoridades. Estas tensiones culminaron durante la década de 1990, con la negativa de la Hermandad de apoyar a Riad en su decisión de permitir el estacionamiento de tropas occidentales en su suelo durante la crisis de Kuwait lo que se consideró posteriormente un acto de deslealtad e ingratitud, y, además, un desafío implícito a las credenciales islámicas de la Casa de Saud.

Al sustituir a Riad como patrono principal de la mayor y mejor organizada fuerza de oposición de la región, Sheik Hamad fue capaz de apoderarse de otro vehículo para proyectar la influencia de su país.(Los movimientos salafistas yihadistas, que durante la década de 1990 llegarían a defender abiertamente el derrocamiento violento no sólo de las repúblicas laicas de la región, sino también de sus monarquías “apóstatas”, fueron menos tolerados. Sin embargo los gobernantes del CCG -con la esperanza de mantener la paz- tendido a su vez la vista gorda a los sujetos que simpático, ya que durante la yihad afgana, continuaron canalizando dinero y otras formas de apoyo a otros grupos como al-Qaeda). A pesar de que Qatar es el único otro estado musulmán que ha elevado el salafismo ral rango de doctrina religiosa oficial (la principal mezquita de Doha lleva el nombre de Muhammad ibn Abdul Wahhab, el clérigo rígidamente puritano del siglo XVIII que fue co-fundador del estado saudí), algunas de las prácticas sombrías que son política del gobierno en Arabia Saudí se aplican en el segundo hogar del wahabismo.

Hacia 2010, Doha había logrado escapar de la sombra a prueba de luz de Riad. Otro Hamad, Shaikh Hamad bin Jasim Al-Thani (comúnmente conocido en Occidente como HBJ), ha sido un jugador clave en este sentido. Primo del emir, HBJ fue ministro de Asuntos Exteriores de Qatar desde 1992, y en 2007 se convirtió también en su primer ministro. Al mismo tiempo, jefe de la QIA, sus actividades empresariales y la riqueza personal fabulosa resultante llevó al emir a bromear que mientras él gobernaba el país, HBJ lo poseía. Otra destacada qatarí durante este período fue Shaikha Moza bint Nasir Al-Masnad, la segunda y más influyente de las tres esposas del emir. Desde su posición al frente de la fundación filantrópica de Qatar, personificó el poder blando del país. Juntas Moza y la Qatar Foundation patrocinaron a las principales universidades e instituciones internacionales para que establecieran sucursales en Doha, y crearon una serie de organizaciones no gubernamentales para promover libertades y valores en toda la región que Qatar rechazaba y reprimía en el reino.

En poco más de una década, estos esfuerzos comenzaron a dar sus frutos. En 2008 Doha negoció con éxito el fin a una crisis política que había atormentado al Líbano durante más de un año, todo ello facilitado por generosos pagos a sus numerosos protagonistas. Del mismo modo trató de mediar en un acuerdo de paz en Darfur, un alto el fuego entre el gobierno de Yemen y el movimiento Houthi, así como otro entre Djibouti y Eritrea tras una disputa fronteriza que llevó al despliegue de fuerzas de paz de Qatar en el Cuerno de África. En más de una ocasión, Qatar trató de desplazar a Egipto como patrocinador de los esfuerzos de reconciliación entre la Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas y Hamas, la rama palestina de la Hermandad Musulmana.

Cuando a principios de 2009, la Liga Árabe, bajo la presión de Arabia Saudí y Egipto, se negó a convocar una reunión de emergencia en respuesta al asalto brutal de Israel contra la Franja de Gaza, Qatar, aliado de Hamás que gobernaba desde 2007 Gaza, organizó una reunión alternativa en Doha en apoyo de los palestinos. Los dos Hamads utilizaron los considerables poderes de persuasión y los recursos a su disposición para pedir favores, superar los llamamientos de Arabia Saudí a boicotear la reunión, y explotar las rivalidades cada vez más profundas en la región. Al final, la realidad política se impuso y el cónclave no alcanzó el quórum necesario, en parte porque ningún otro estado del GCC (o funcionario de la Liga Árabe) tuvo a bien desafiar a Riad. Por si fuera poco, Doha había asignado la silla palestina en la mesa de la conferencia al líder de Hamas Khalid Mashal una vez que el Presidente de la OLP, Mahmoud Abbas, se excusó, alegando presiones irresistibles para abandonar a su pueblo en su hora de necesidad. Mahmoud Ahmadinejad y un representante de la Venezuela de Hugo Chavez volaron desde sus respectivos países para dirigirse a los presentes. Qatar también anunció el cierre de la oficina comercial que Israel había mantenido en Doha desde 1996, y en los años siguientes comenzó a reducir lentamente de lo que había sido una relación cada vez más pública con el gobierno israelí a los niveles más altos (aunque Shimon Peres volvería a hacer una “visita no oficial” en 2007).

Si los Hamads habían puesto a Qatar en el mapa, sus logros anteriores a 2010 también serían fáciles de exagerar; unos EAU seguros de sí mismos también le habían metido el dedo en el ojo a Riad en 2009 cuando bloqueó los planes para una unión monetaria del GCC después de que Arabia Saudí utilizase su influencia para situar la sede del banco central propuesto en su capital en lugar de Dubai. Más aun, Omán acogió varios años más tarde unas negociaciones secretas estadounidenses-iraníes que en 2015 resultaron en el Plan Integral de Acción Conjunto (el acuerdo nuclear con Irán). Mientras que Qatar se había situado con éxito en el mapa y actuaba con habilidad por encima de su peso, sólo el potentado más paranoico podía considerar sus actividades una amenaza para el orden regional. Era, después de todo, parte integrante de ese orden.

Caos

Como tantas otras cosas, todo empezó a cambiar con la era de agitación del mundo árabe que comenzó en diciembre de 2010. Los Hermanos Musulmanes utilizaron su experiencia organizativa y su perspicacia para entrar en el gobierno en Egipto, Libia, Marruecos y Túnez, y labrarse una papel central en la oposición siria, al Jazeera se convirtió en la emisora oficial de los levantamientos árabes. Parecía especialmente contenta de la caída de Hosni Mubarak en Egipto, cuyos servicios de inteligencia habían participado en el golpe de Estado abortado de 1996 para restaurar al padre de Sheik Hamad en el poder. Un mes más tarde Yusuf Al-Qaradawi regresó a El Cairo y dio el sermón del viernes en la plaza Tahrir. Con la asistencia de cientos de miles de personas, fue transmitido simultáneamente por la televisión estatal egipcia y, por supuesto, Al Jazeera.

Qatar se convirtió de repente en el miembro más influyente de la Liga Árabe, ingeniando su apoyo a la intervención militar extranjera en Libia, en la que participó, así como la suspensión como miembro de Siria y la transferencia de su asiento al opositor Consejo Nacional Sirio, protegido por Doha. Cuando el levantamiento sirio contra casi medio siglo de dominio Ba'thista se transformó en una guerra civil, Qatar fue el principal financiador y proveedor de los grupos armados de la oposición que surgieron en todo el país. Parecía que estaba rehaciendo toda la región, si no a imagen de Qatar, al menos de acuerdo con las decisiones tomadas en Doha. El ratón roía de gusto. En 2010 Qatar -acusaciones mediante de soborno- incluso ganó el derecho a organizar la Copa Mundial de la FIFA en 2022. En 2013, con el consentimiento de los Estados Unidos, invitó a los talibanes afganos a abrir una oficina en Doha para facilitar las negociaciones en Asia Central.

La indulgencia de Doha a los desafíos a los antiguos regímenes de la región también tenía límites precisos, especialmente cuando los disturbios se acercaron a casa. Aprobó y apoyó la intervención del GCC-Arabia Saudí contra Bahrein en 2011 para aplastar las protestas populares contra la muy represiva monarquía de Al Khalifa, y ese mismo año firmó el plan del CCG para Yemen que forzó la transferencia de poder del presidente Ali Abdallah Saleh a su adjunto en lugar de cederlo a quienes trataban de crear un nuevo y diferente sistema político. Los disturbios en la Provincia Oriental de Arabia Saudí, rica en petróleo y de mayoría chiíta, también fueron ignorados.

Del mismo modo, los gobernantes de Qatar, con poderes absolutos y una piel tan fina como sus homólogos del CCG, no dudaron en encarcelar a sus críticos internos que se inspiraban en los acontecimientos regionales. En 2011, el poeta local Muhammad al-Ajami fue condenado a cadena perpetua por el delito de lesa majestad por varios versos que había compuesto. La Fundación Democracia Árabe, con sede en Doha, que se especializó en declaraciones rimbombantes sobre cómo nunca se doblegaría la voluntad de los pueblos árabes en otras partes, no tenía nada que decir sobre el asunto, mientras que el Centro de Doha para la Libertad de los Medios se conformó con expresar su “preocupación“. Ni pío dijeron las numerosas instituciones extranjeras que habían aceptado la generosidad de Qatar; muchos se habían contentado con un comunicado formal, en el sentido de que les motivaba la oportunidad de civilizar a una nueva generación de árabes. (Al Ajami recibió un perdón real en 2016). Más recientemente, las pésimas condiciones de los trabajadores inmigrantes de la construcción de las instalaciones para la Copa del Mundo de 2022 se ha convertido en un escándalo internacional, pero que los periodistas in situ encuentran casi imposible de investigar.

Varios factores contribuyeron a que Qatar jugara un papel fuera de proporción en relación con su geografía, su demografía, o incluso su economía. Egipto dejó de jugar temporalmente su papel de líder tradicional del mundo árabe. En Arabia Saudí, los últimos años de reinado del rey Abdallah se caracterizaron por su disfuncionalidad creciente que dividió a la élite saudí, a menudo incapaces de formular una política exterior coherente y consistente y de mantener a otros miembros del CCG en línea. El más cercano aliado regional de Qatar, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, por el contrario, atravesaba por un exceso de claridad y ambición, era uno de los estados más grandes y más potentes de la región y, al contrario que sus predecesores, tenía un gran interés en el Próximo Oriente. El gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), además, tenía mucho en común con los Hermanos Musulmanes, y se presentaba como un modelo a las diversas ramas árabes de estos últimos cuando tenían oportunidad de gobernar. Por último, Qatar adoptó un enfoque pragmático de política exterior. Mantuvo relaciones tanto con Israel como Hamas, los Estados Unidos y Rusia, Arabia Saudí e Irán.

Nemesis

De forma casi dialéctica, el momento de triunfo de Doha también sembró las semillas de su desintegración. En 2012 la reputación de la programación de Al Jazeera en árabe -que servía de portavoz no disimulado de unos objetivos de política exterior de Qatar cada vez más explícitos y cuyos diversos aliados y clientes se movilizaban para alcanzarlos-, comenzó a disminuir rápidamente. Como se suele decir, la credibilidad tarda años en construirse, pero se pierde en un instante, y una vez perdida, es para siempre. (Al Jazeera en inglés, cuya relevancia para la política regional es mínima, por el contrario, continúa en gran parte siendo un medio de noticias convencional).

Los Hermanos Musulmanes, con su muy diferente concepción de la política islamista a la practicada por los regímenes del Golfo, su defensa de las urnas como árbitro del poder político, y su papel cada vez mayor en el gobierno, fueron percibidos como una amenaza existencial por los gobernantes hereditarios de la región. También la posibilidad de que los grupos islamistas más militantes, que desafían abiertamente las credenciales religiosas de los potentados y que piden sus cabezas, pudiesen ganar fuerza. Los guardianes del orden regional habían priorizado hasta ahora contener a Irán -un proyecto en el que varias organizaciones islamistas sunitas podían desempeñar un útil papel- pero ahora se concentraron principalmente restaurar el status quo regional, que exigía que estas organizaciones fueran removidas del poder y sus patrocinadores qataríes y turcos marginados. (Muchos especialistas estaban convencido de que la Hermandad barrería fácilmente en unas hipotéticas elecciones en Arabia Saudí y el rey Abdallah declaró que los hermanos Musulmanes eran el principal enemigo de su reino).

Un punto de inflexión fue el golpe de 2013 que depuso al presidente electo Muhammad Morsi y a su gobierno en Egipto, el estado más poblado e importante del mundo árabe. El golpe de estado sustituyó a los Hermanos Musulmanes por un régimen militar dirigido por Abdel Fattah al-Sisi, que estaba decidido a erradicarlos. También representó un cambio  en el sentido de que Egipto paso de ser cliente de Qatar a prácticamente depender del patrocinio saudí y emiratí para su supervivencia. Egipto volvió a imponer su bloqueo sobre la Franja de Gaza, ahora exponencialmente más severo que en los peores días de Mubarak; los islamistas de Túnez salieron voluntariamente del gobierno; y los candidatos de Qatar comenzaron a perder las supuestas elecciones de dirigentes de la oposición siria.

Dentro del Golfo, la campaña alcanzó su ápice en los EAU donde Al Islah, una asociación creada por los miembros de la Hermandad exiliados que había sido autorizada por las autoridades durante la década de 1970, fue acusada de desarrollar una organización militar clandestina para tomar el poder en el país. El juicio contra noventa y cuatro supuestos conspiradores condenó a cincuenta y seis de ellos. Fue una farsa, no un juicio ejemplar; un pariente de uno de los acusados fue encarcelado por twittear sobre las actuaciones judiciales. En 2014, tanto Arabia Saudí como los EAU catalogaron a los Hermanos Musulmanes como una organización terrorista.

Una semana antes del golpe de Al-Sisi, Sheik Hamad abdicó de repente en favor de su hijo con Moza, Tamim, de treinta y tres años de edad. Aunque Hamad se había sometido a dos trasplantes de riñón, las razones de salud, no alegadas, no eran convincentes como explicación. De acuerdo con algunos informes, era parte de un acuerdo informal con Riad y otros detractores del CCG gracias al cual la abdicación del emir aseguraría que la contrarrevolución saudí no se llevaría por delante a la familia Al-Thani, que era considerada como los patrocinadores principales de la inestabilidad regional. Otros supusieron que la transferencia voluntaria de poder a una nueva generación era el desafío final al monarca octogenario saudí, cuya tutela Hamad había pasado la mayor parte de su carrera desafiando. Tal vez ambas versiones eran ciertas. Sheik Hamad se llevó consigo a HBJ, porque la prominencia y el poder de este último habrían hecho imposible que Shaikh Tamim pudiera gobernar el mismo.

Ya fuese que Riad y Abu Dabi creyeran que el nuevo emir era tan díscolo como su padre, o quisieran poner a prueba el temple del joven, o simplemente estuvieran decididos a asegurar que Qatar respetase las viejas reglas de juego, la crisis estalló en marzo de 2014. En este preludio a la actual crisis, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, y Bahrein retiraron a sus embajadores de Doha y amenazaron con nuevas medidas en caso de que Qatar no corrigiese su conducta. Tamim fue acusado de haber incumplido los compromisos asumidos en la cumbre de 2013 del GCC sobre la preservación de la seguridad y la estabilidad regionales, medios de comunicación hostiles, y la no interferencia de los estados miembros en los asuntos de los otros- unos conceptos tan amplios que podrían corresponder a una mala crítica gastronómica.

En cuestión de meses el conflicto fue superado por una crisis más urgente cuando el Estado Islámico se extendió desde el noreste de Siria, hacia el noroeste de Irak y declaró en su segunda ciudad de Mosul un califato. Los informes de que las negociaciones entre Irán y Estados Unidos sobre el expediente nuclear estaban haciendo progresos sin precedentes hacia un acuerdo internacional, además, estimularon al CCG a cerrar filas. Apoyándose en diversas interpretaciones, un nuevo documento reafirmó los compromisos de 2013, y la expulsión de varios líderes y cuadros de la Hermandad de Qatar, Kuwait medió con éxito en noviembre de 2014 para la vuelta de los embajadores retirados a Doha. Sin embargo, las tensiones subyacentes que se habían acumulado durante casi dos décadas, seguían sin resolverse.

La reinvención de Arabia Saudí

En enero de 2015, el rey Abdallah de Arabia Saudi, que había gobernado con eficacia el país desde que su predecesor y medio hermano Fahd fuese incapacitado en 1995, expiró. El fundador del reino, el rey Abdulaziz (comúnmente conocido como Ibn Saud), fue padre de más de cuarenta hijos de numerosos matrimonios. Aunque Ibn Saud pasó la corona a uno de sus hijos, la sucesión desde entonces ha procedido horizontalmente entre hermanos, en lugar de verticalmente entre generaciones. Como la naturaleza agota constantemente la oferta de candidatos disponibles (dos de los príncipes herederos medio hermanos de Abdallah murieron en el plazo de un año), el monarca creó el Consejo de la Lealtad (un organismo consultivo de los príncipes) en 2006, así como el cargo de príncipe sucesor adjunto en 2014, para asegurar una transición consensuada y, por lo tanto, suave a la siguiente generación. Tales medidas eran necesarias, ya que, en contraste con las monarquías tradicionales, cada uno de los numerosos nietos de Ibn Saud, en lugar del último descendiente de sus hijos que han ocupado el trono, son elegibles para la sucesión, multiplicando así las posibilidades de rivalidad y conflicto real en el mayor exportador de petróleo del mundo.

Cuando Salman se convirtió en rey en 2015, nombró a su medio hermano Muqrin como príncipe sucesor y a su sobrino, el poderoso ministro del Interior (y favorito de Washington) Muhammad bin Nayif, príncipe sucesor adjunto. Fue la primera vez que un miembro de la tercera generación fue situado en la línea de sucesión, y la ausencia aparente de unas disidencias anticipadas, parecían reivindicar las medidas que Abdallah había tomado antes de su muerte.

Sólo tres meses después, sin embargo, el rey Salman cesó a Muqrin, promovió a Muhammad bin Nayif como príncipe sucesor, y nombró a su propio hijo de veintinueve años de edad, Muhammad bin Salman (a menudo referido como MBS) príncipe sucesor adjunto. Los cargos supremos del reino se concentraron en una rama de la Casa de Saud desciente de sólo una de las esposas de Ibn Saud, Hissa Al-Sudairi, cuyos hijos -el ex rey Fahd, el ex príncipe heredero y ministro de Defensa Sultan, el ex príncipe heredero y ministro del Interior Nayif, y el rey Salman son conocidos como los Siete Sudairi. No menos importante, la reorganización real sugería fuertemente que el enfermo Salman trataba de pasar la corona a su propia progenie, transformando así Arabia Saudí en una monarquía “normal”.

Casi inmediatamente, MBS comenzó a amasar poderes enormes, entre ellos el de ministro de Defensa, Presidente del Consejo de Asuntos Económicos y Desarrollo (de nueva creación), y la presidencia del recién creado Consejo Supremo de Aramco, usurpando la política energética al Ministerio de Energía, Industria y Recursos minerales.

Un año después MBS dio a conocer la Visión 2030, un modelo de desarrollo inspirado por McKinsey & Company consultores que buscaba transformar la economía saudí (y por ende, la sociedad) en respuesta a la caída prolongada de los precios del petróleo como consecuencia del esquisto estadounidense. Una pieza central del plan, que ha sido muy controvertido a nivel nacional y dentro de los círculos reales, prevé la venta de un cinco por ciento de Aramco, la compañía petrolera estatal que es la joya de la corona saudí, por valor de entre 1 y 2 trillones de dólares. El producto de la venta, combinado con los ahorros resultantes de diversas reformas y medidas de austeridad, serían aprovechados para financiar un catálogo de objetivos completamente imposibles, incluyendo quintuplicar los ingresos no petroleros del gobierno, multiplicar por cinco la contribución del sector no lucrativo al PIB, una expansión del cincuenta por cien del sector privado, y un aumento de la esperanza de vida de seis años, todo ello a finales de la próxima década. Visión 2030 también fue claramente diseñada para servir al objetivo más asequible de permitir que MBS marginase a su primo Muhammad bin Nayif en la línea de sucesión antes de la muerte de su padre.

Que MBS estaba decidido a saltarse el proceso tradicional de decisión política saudí fue aún más evidente en los asuntos exteriores. Los días en los que Riad construía cuidadosamente un consenso nacional, regional e internacional antes de impulsar un cambio de dirección fueron sustituidos por una imprudencia agresiva. De acuerdo con un informe filtrado de la agencia de inteligencia alemana BND :

“La cautela diplomática previa de los miembros dirigentes de la familia real saudí está siendo sustituida por una política impulsiva de intervención ... [MBS] es un jugador político que está desestabilizando el mundo árabe a través de guerras de poder ... [su concentración de poder] implica un riesgo latente de que al tratar de establecerse en la línea de sucesión en vida de su padre, abarque demasiado ... las relaciones con los países amigos y aliados en la región podría tensarse”.

Esto fue más evidente en Yemen, donde a los pocos meses de convertirse en el ministro de defensa más joven del mundo, MBS desató una guerra apoyada (entre otros) por Qatar y Estados Unidos, para restaurar el gobierno de Abd-Rabbu Mansur Hadi que había sido expulsado por los rebeldes Houthi, en alianza con el ex presidente Saleh.

Pero en lugar de concluir con una victoria rápida y decisiva que reforzase sus credenciales militares y de liderazgo, la guerra de Yemen se ha convertido en un lodazal que ha fragmentado y destruido efectivamente el país, matado a miles de civiles, y convertido a Yemen en una emergencia humanitaria de primer orden. Ha infligido pérdidas humanas y materiales a Arabia Saudí, y adicionalmente permitido incursiones y ataques de misiles desde territorio yemení a Arabia Saudí. Como consecuencia, MBS parece dispuestos a poner fin a su aventura cuanto antes, pero todavía no ha dado con la fórmula que le permita preservar su reputación y ambición sin nuevos danos irreparables.

La relación de los Houthi con Irán, muy exagerada, esta convirtiendo en realidad a causa de la guerra, a pesar de ser alegada como una motivación clave de la invasión saudí. Esto refleja un cambio más amplio en Riad, para la que la contención y bloqueo de la creciente influencia de Irán en la región desde el deshielo de sus relaciones con EEUU en 2014-15 a menudo ha tenido prioridad a la marginación de otros islamistas y la restauración del status quo perturbado por las revueltas árabes. En Siria, por ejemplo, los saudíes dejaron de lado su rivalidad con Qatar y Turquía por el control de la oposición siria, y colaboraron a formar Jaysh al-Fath, una coalición de grupos rebeldes sirios en la que Jabhat Al-Nusra, el afiliado sirio de Al-Qaeda, juega un papel destacado. Del mismo modo, el Grupo Internacional de Crisis, en su informe publicado este año, señala que Arabia Saudí esta participando en “alianzas tácitas” con Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) y “lucha con regularidad junto a” las fuerzas de Ansar al-Sharia, una filial de AQAP. Escribiendo antes para la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, el especialista Neil Partrick llegó a una conclusión similar , y, además, señaló que “Arabia Saudí se ha asegurado de restaurar sus relaciones con el Partido Islah de los HM [Hermandad Musulmana]” antes de la guerra, y que este esfuerzo ha implicado ponerlo “de vuelta en la nómina de Riad”.

Otro estado del Golfo actúa por encima de su peso

A pesar de los EAU ha sido el miembro más activo de la coalición en el envío de fuerzas terrestres a Yemen, ha evitado alianzas con los islamistas. Esto refleja tanto su hostilidad congénita hacia ellos desde 2011 (que también explica su relativa ausencia del teatro sirio), y la realidad de que sus fuerzas operan principalmente en las zonas del país donde la coalición Houthi-Salih ha sido expulsada, y el conflicto principal ahora es entre las fuerzas gubernamentales y las milicias islamistas. Los EAU, un estado federal compuesto por siete emiratos hereditarios en las que el gobernante de Abu Dabi, cuyo territorio abarca el ochenta y cinco por ciento del país, sirve tradicionalmente como presidente, se caracterizó bajo su líder fundador Shaikh Zayid bin Nahyan por su neutralidad en los conflictos inter-arabes y por una política regional equilibrada en un contexto de respeto al liderazgo de Arabia Saudí.

Hace poco ha desarrollado una postura mucho más firme. A pesar de que los EAU, por ejemplo, no reconocen a Israel, se le permite mantener una misión diplomática en la capital de los EAU en el marco de la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA). La Fuerza Aérea de los Emiratos también ha llevado a cabo ejercicios conjuntos con sus homólogos israelíes en los Estados Unidos y Grecia. Estos vínculos de seguridad informales se dice que son muy profundos e incluyen la adquisición de sistemas de armas y tecnología israelíes.

El protagonista de estos cambios ha sido Muhammad bin Zayed (MBZ), que desde 2004 ha sido el príncipe heredero de Abu Dabi y subcomandante en jefe de las fuerzas armadas de los EAU y gobernante de facto del país. Ya patrocinó al señor de la guerra palestino Muhammad Dahlan para desbancar a Hamas después de su victoria en las elecciones legislativas de 2006 de la Autoridad Palestina. Desde la derrota de Dahlan en la Franja de Gaza y su caída en desgracia posterior en Cisjordania a causa de una disputa personal con su principal patrocinador, Mahmoud Abbas, MBZ le promociona como sucesor de Abbas. Fue nombrado asesor de seguridad nacional del emirato de Abu Dabi, y ha realizado diversas misiones en nombre de su nuevo benefactor en Egipto, Libia, Serbia, y en otros lugares. (En un giro más reciente, Hamas y Dahlan a mediados de junio alcanzaron una serie de acuerdos de cooperación en un esfuerzo conjunto para debilitar a Abbas. Debido a que su aplicación depende de la la ayuda de Egipto y la financiación de los Emiratos, esto sitúa de manera efectiva los EAU y a Hamas en el mismo campo, a pesar de las acusaciones de Abu Dabi contra Qatar de apoyar a los islamistas palestinos como un factor en la actual crisis del CCG).

Uno de los logros más notables de MBZ ha sido el desarrollo de las fuerzas especiales de los EAU como un activo militar significativo y su despliegue en toda la región. Crucial para esta tarea ha sido Erik Prince, ex integrante de Blackwater y hermano del secretario de Educación de Estados Unidos Betsy DeVos, y un gran contingente de mercenarios colombianos contratados por el príncipe para desarrollar sus fuerzas. El contrato del príncipe le ha supuesto a Prince mas de 500 millones de dólares .

Las fuerzas terrestres de los EAU han luchado en Yemen para recuperar el territorio de los Houthi, y han participado en una fallida incursión en febrero de 2017 con US Navy Seals para eliminar a un líder de AQAP que provocó la muerte de numerosos civiles. Su fuerza aérea ha actuado contra objetivos del Estado Islámico, y en lugares tan lejanos como Libia en apoyo del general renegado (y ex agente de la CIA) Khalifa Haftar. Tal aventurerismo ha llevado al secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis a etiquetar al país de “Pequeña Esparta”. A pesar de su agenda diferente y del uso de diferentes instrumentos, la creciente influencia regional de los EAU en aspectos importantes se asemeja a la del otro pequeño estado a su norte, Qatar. Asimismo, las fuerzas saudíes y emiratíes recientemente han estado trabajando con objetivos opuestos en Yemen y compiten por el dominio de varias fuerzas clientelares.

Cuando el rey Salman alcanzó el trono saudí y de inmediato se puso a marginar sistemáticamente a los cortesanos y confidentes de Abdallah, con los que MBZ había mantenido estrechas relaciones, la designación de Muhammad bin Nayif como príncipe sucesor causó especial preocupación en Abu Dabi. Un telegrama de Wikileaks que relata cómo MBZ en una discusión con el diplomático estadounidense Richard Haass comparó al padre del príncipe saudí con un mono, provocó lo que podría denominarse una ruptura permanente. la comparativamente cálida bienvenida de los EAU al acuerdo nuclear iraní tensó aún más la situación.

MBZ reconstruyó la relación cultivando asiduamente al más afín MBS, que fue junto con su padre recortandole las alas a Muhammad bin Nayif a cada oportunidad que surgió. MBZ también fue rápido en cultivar su relación con Donald Trump después de las elecciones de 2016. En diciembre, voló a Nueva York para reunirse con el presidente electo y sus principales ayudantes en la Torre Trump sin - en contra del protocolo- informar al gobierno de Estados Unidos de su visita ( de acuerdo con el Washington Post, la Casa Blanca sólo se enteró de ella cuando su nombre fue descubierto en un manifiesto de vuelo). Poco después, según informó el mismo periódico, MBZ y su hermano negociaron una reunión encubierta entre Erik Prince y un colaborador del presidente ruso Vladimir Putin en las islas Seychelles en el Océano Índico, donde los EAU tiene extensas propiedades, para establecer un canal discreto entre la administración estadounidense entrante y el Kremlin. Cambie se afirma que MBZ arregló la audiencia de MBS con Trump poco después de su toma de posesión, que se tradujo en la visita de mayo de 2017 de Trump a Riad.

Llega Trump

Desde cualquier punto de vista, los saudíes han jugado sus bazas con la administración Trump extremadamente bien. Llegaron a sus colaboradores más cercanos, llenaron al nuevo presidente de efusivas alabanzas que captaron su atención, y enviaron a Washington a MBS para recordarle todas las contribuciones que Arabia Saudí puede hacer tanto a su agenda nacional como internacional. Mientras las relaciones de la nueva administración con sus vecinos y aliados tradicionales experimentaban diferentes niveles de crisis, consiguieron con gran éxito que Riad, en lugar de Ciudad de México, Ottawa, o Londres, fuese la visita al extranjero inaugural de Trump.

El mes de noviembre anterior, los saudís había contado con impaciencia los días que quedaban para que Obama fuese reemplazado por Hillary Clinton, y la política estadounidense en Oriente Próximo volviese a su paradigma tradicional de una alianza estratégica con el Reino saudí sobre la base de una agenda regional compartida y objetivos comunes, particularmente en Siria e Irán. No menos sorprendidos que el resto del planeta por la inesperada victoria de Trump, los dirigentes de Arabia Saudí tenían además una fuerte aprensión contra él por su inflamatoria retórica en la campaña electoral contra su país, el islam y sus recursos. Pero todo esto fue superado por la hostilidad del candidato ganador contra Irán en la campaña electoral, y la aún mayor animosidad expresada por los gurús presidenciales como Steve Bannon y el nuevo equipo de seguridad nacional.

Demostrando su influencia y autoridad mediante la convocatoria de una reunión del GCC y una cumbre árabe / islámica de forma paralela a los encuentros al mas alto nivel entre EE UU y Arabia Saudí (que llevó a Trump a declarar la tontería de que la historia nunca había sido testigo de una reunión de este tipo y probablemente nunca lo sería de nuevo), los dirigentes saudís anunciaron la formación de una nueva coalición islámica (una “OTAN de Oriente Próximo”). Esta coalición declaró estar en contra del “terrorismo”, con Trump como su padrino espiritual; agitó la perspectiva de un acuerdo de paz árabe-israelí frente al presidente de Estados Unidos y su hijo político; renovaron los acuerdos concluidos con la administración Obama, y, además, firmaron cartas de intención para otros nuevos que permitieron que el nuevo presidente de Estados Unidos presumiese de haber conseguido contratos por valor de cientos de miles de millones de dólares; y no perdieron la oportunidad de hacer ostentación kitsch de su riqueza, sabiendo que a Trump le encanta.

El relanzamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí fue un éxito superlativo, hasta el punto en que prácticamente Trump hizo responsable de la aparición y el crecimiento de las organizaciones extremistas sunitas en toda la región al Iran chií. Más importante aún, ungió a su nuevo mejor amigo Salman como socio árabe indispensable de Washington y líder supremo de árabes y musulmanes. Trump había dado efectivamente a Salman carta blanca para rehacer la región, de acuerdo con su visión compartida para una seguridad y estabilidad duraderas, y lo nombró comandante regional de la alianza contra Teherán. El abandono que había caracterizado a los años de Obama, más una cuestión de percepción que real, había acabado definitivamente, y Riad se sintió autorizada y alentada a reafirmar su papel de líder. En lo inmediato, esto significaba someter a Qatar de nuevo.

Crisis

Durante la cumbre de Riad, se dice que los líderes de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos se quejaron a Trump de la conducta díscola de Qatar con respecto a Irán y los grupos islamistas, señalando que estaba socavado los pilares fundamentales de la política de Oriente Próximo de Trump. Cuando el presidente de Estados Unidos transmitió estas preocupaciones y su origen durante su reunión por separado con el gobernante de Qatar, el jeque Tamim replicó que el presidente de Estados Unidos estaba ladrando al árbol equivocado, y puntualizó que no sólo Al Qaeda, sino también el Estado Islámico obtenían la mayor parte de su financiación y apoyo de sus simpatizantes en Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, y que Dubai, además, es la ventana principal de la economía iraní al mundo. Sin embargo, sólo días después Doha, citando presiones irresistibles, expulsó a varios líderes militares de Hamas, con efecto inmediato, e informó al movimiento islamista que seguirían medidas adicionales.

Según el Financial Times, los saudís y emiratís estaban particularmente preocupados por un complejo acuerdo mediado por Qatar en abril de este año para obtener la liberación de veintiséis de sus ciudadanos, incluyendo al menos un miembro de la familia real, que habían sido tomada rehenes en el sur de Irak en 2015 por las milicias chiíes pro-iraníes durante una expedición de caza. Además de pagar un rescate de unos setecientos millones de dólares a los captores, que en su mayor parte parece que han terminado en las arcas de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI), la libertad de los rehenes se condicionó a un intercambio de poblaciones en Siria. El componente sirio del acuerdo incluía la evacuación de varios miles de civiles chiíes sirios de la ciudad de Madaya, que durante varios años habían sido sitiados por grupos islamistas sirios incluyendo Jabhat Tahrir al-Sham - la recientemente rebautizada rama de Al-Qaeda conocida como Jabhat al-Nusra. Qatar desembolsó doscientos millones de dólares adicionales a los grupos rebeldes sirios para asegurar la evacuación, lo que le valió la acusación de financiar no sólo directamente a Al-Qaeda, sino de utilizar persistentemente las negociaciones de rehenes como cobertura para financiar a los islamistas radicales en Siria con el fin de promover un cambio de régimen en Damasco y consolidar su influencia sobre la oposición siria. (La operación fue descubierta cuando los contenedores con dinero en efectivo por un total de cientos de millones de dólares en un avión qatarí fueron retenidos en el aeropuerto de Bagdad).

Pero pocos días después del final de la visita de Trump, la Agencia de Noticias de Qatar (QNA) el 24 de mayo publicó en su web unas declaraciones atribuidas a Tamim en la que expresaba su apoyo a Hezbollah y Hamas; elogiaba a Irán e Israel; denunciaba a Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto; y menospreciaba tanto a Trump como los acuerdos alcanzados en Riad. Qatar negó que su Emir hubiera hecho las declaraciones, defendió que el sitio web de QNA había sido hackeado, y pidió una investigación del FBI. Para entonces, la guerra en los medios ya había estallado. Las supuestas declaraciones fueron circuladas de forma masiva y ruidosamente denunciadas por los medios saudís y emiratís, y la circulación y la transmisión de los medios de comunicación patrocinados por Qatar fueron bloqueados en los estados ofendidos. El tono y la crueldad de las campañas en los medios son fácilmente comparables a las de los países que han estado enfrentados en largas guerras.

A principios de junio, la cuenta de correo electrónico del Embajador de los EAU en los Estados Unidos, Yusuf al-Otaiba, que el New York Times calificó como “tutor personal para la política de Oriente Próximo de Jared Kushner”, fue hackeada. Su contenido -especialmente embarazoso en relación con las propuestas de Otaiba de trasladar la sede regional de CENTCOM fuera de Qatar, su estrecha relación con la Fundación para la defensa de la Defensa de las Democracias, fanaticamente pro-israelí, y los comentarios derogatorios sobre Trump en sus conversaciones con funcionarios de Obama durante la transición, fueron prominente publicitados por los medios de propiedad qatarís.

Inmediatamente Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Egipto anunciaron el 5 de junio que rompían relaciones diplomáticas con Qatar. Además de retirar a sus diplomáticos de Doha y dar a los representantes de Qatar cuarenta y ocho horas para salir, cortaron todas las conexiones marítimas, aéreas y terrestres con Qatar; cerraron su espacio aéreo a la compañía aérea nacional de Qatar, en flagrante violación de la Convención sobre Aviación Civil Internacional; ordenaron la repatriación en catorce días de los qataríes residentes en su territorio, así como (exceptuando Egipto) de sus ciudadanos que viven en Qatar; y expulsaron a Qatar de la coalición que ha reducido a escombros Yemen. Dado que la única frontera terrestre de Qatar es con Arabia Saudí, a través de la cual obtiene el cuarenta por ciento de su suministro de alimentos (incluyendo más de un noventa y cinco por ciento de las frutas y verduras), ello supone un bloqueo real. Varios destinatarios árabes y musulmanes de la generosidad de Arabia Saudí y los Emiratos -incluyendo Jordania, Mauritania, Las Maldivas, el gobierno en el exilio de Yemen y Libia-, también anunciaron la reducción o ruptura de sus relaciones con Qatar. Jordania, además, revocó la licencia de emisión de Al Jazeera.

En los días sucesivos hubo nuevas medidas adicionales contra Qatar, en especial de los EAU. Qatalum, el productor de aluminio de propiedad conjunta de Qatar Petroleum y la noruega Norsk Hydro, se vio obligado a cambiar la ruta de sus exportaciones de su puerto tradicional de Dubai, Jabal Ali, a otras alternativas en Omán. Del mismo modo Qatar, el segundo mayor productor del mundo de helio, tuvo que cerrar sus instalaciones de producción el 12 de junio ya que el gas ya no podía ser exportado por tierra a través de Arabia Saudí. El 7 de junio, las autoridades de Abu Dhabi anunciaron que cualquier residente que expresase oposición a su política hacia Qatar, o simpatía por Doha, se enfrentaba a quince años de prisión y una multa importante. Arabia Saudí y Bahrein siguieron el ejemplo con medidas similares.

La rapidez con que esta crisis se intensificó y escaló ha sido notable. En medio de rumores inverificables de divisiones internas en Qatar, Arabia Saudí, y los EAU por su gestión de los acontecimientos -incluso se llegó a hablar de una opción militar si la política fracasaba-, Kuwait y Omán, los únicos estados del CCG que se negaron a tomar medidas contra Qatar, iniciaron sus esfuerzos de mediación. Pero las tensiones se intensificaron aún más cuando el presidente Trump, que parece desconocer que Qatar alberga la mayor base militar de Estados Unidos en la región, se hizo responsable personalmente en su cuenta de Twitter de la campaña contra Doha, presentándola como un logro de su incursión en Oriente Próximo para acabar con la bestia del terror. Ni que decir tiene, sus comentarios dejaron el Departamento de Estado y al Pentágono en vilo, intentando garantizar a Doha que no habría ni reubicación de CENTCOM ni cambio de régimen.

Aunque los detalles siguen siendo escasos, los detractores de Qatar han denunciado enérgicamente las “violaciónes” del acuerdo que puso fin a la ruptura diplomática 2014. Aunque ha habido noticias de una lista de diez exigencias, otros sólo hablan de “quejas”. Los qataríes, que insisten que sólo discutirán temas relacionados con el cumplimiento de los compromisos del CCG y sólo después de que el bloqueo haya sido levantado, por su parte sostienen que los mediadores de Kuwait y Omán todavía tienen que transmitir o recibir una lista de violaciones o exigencias específicas a este respecto.

Si la expulsión de Hamas de Qatar y el cierre de Al Jazeera forman parte de una apertura estratégica inicial o están diseñados como concesiones temporales es difícil de adivinar, pero los adversarios de Qatar inicialmente parecían tener todas las cartas en la mano. Doha fue obligada a apoyarse en Irán y Turquía para su suministro de alimentos y otras importaciones, y utilizar su espacio aéreo para que su compañía aérea de bandera permanezca operativa, haciendo su conducta más sospechosa. Por otra parte, una Al Jazeera disminuida carece de la credibilidad y la audiencia que una vez tuvo para movilizar a la opinión pública regional. La moneda y la calificación crediticia de Qatar han estado en declive, y se plantean preguntas sobre su capacidad para organizar con éxito una Copa Mundial de fútbol en el que ha invertido masivamente.

Algunos observadores toman las exigencias hechas a Qatar en serio, pero otros sugieren que las cuestiones específicas planteadas tienen un valor propagandístico o son marginales para los intereses reales de Arabia Saudí y los demás. Por el contrario, su propósito es obligar a Doha a bailar al son del CCG, reducir de nuevo su influencia a su pequeño tamaño, y asegurarse de que una vez más sigue el ejemplo de sus vecinos más poderosos en lugar de mantener una agenda regional independiente, que a menudo es contradictoria con la de los demás estados de la región.

La suerte de Qatar dio un giro repentino para mejor el 7 de junio. Trump llamó a Tamim, y durante su conversación, el presidente de Estados Unidos hizo hincapié en la importancia de restablecer la calma y la estabilidad en los países del CCG, invitó a su homólogo qatarí a la Casa Blanca, y ofreció ayudar los esfuerzos de mediación, proporcionando a Kuwait y Omán un apoyo vital. Ese mismo día, el FBI anunció que la web de QNA había sido efectivamente intervenida por operadores rusos, pero sin especificar para quién actuaban. Esa misma tarde el parlamento turco -país con el que Qatar firmó en 2016 un tratado de defensa mutua- adoptó una resolución para enviar tres mil soldados más al país asediado. Esta fuerza, que excluía efectivamente cualquier opción militar, llegó la semana siguiente, durante un ejercicio militar conjunto con las fuerzas de Qatar y Estados Unidos, que envió un mensaje igualmente importante. Mientras tanto, un coro creciente de potencias internacionales, entre ellas Rusia, la Unión Europea, y Alemania, dejaron claro que no necesitaban en absoluto una nueva crisis en Oriente Próximo, esta vez entre sus principales exportadores de energía. Como era de esperar, han presionado constantemente para una solución rápida y pacífica.

Dos días más tarde, el secretario de estado Rex Tillerson, presumiblemente de acuerdo con la Casa Blanca, hizo unas declaraciones preparadas en las que esencialmente alababa a Qatar y su alianza con Estados Unidos, al tiempo que le instaba a tomar con mayor rapidez medidas más eficaces contra la “financiación del terrorismo”. Además, apeló a sus adversarios a comenzar a levantar el bloqueo por su impacto humanitario durante el mes de Ramadán, que también suponía un problema para las actividades militares y comerciales de Estados Unidos y, de nuevo, apoyó y se ofreció a participar en una solución negociada de la crisis regional. Sólo unas horas más tarde, el Presidente Trump, en unas declaraciones preparadas propias en lugar de improvisadas, denunció en repetidas ocasiones a Qatar como un estado patrocinador del terrorismo. Por si fuera poco, reveló que su mala conducta le había sido señalada por su “buen amigo” el rey Salman durante su visita a Riad, una vez más dando todo su apoyo a los estados enfrentados con Doha. A principios de ese mismo día, Arabia Saudí y los EAU designaron a cincuenta y siete individuos y entidades conectadas a Qatar como terroristas, algunos de los cuales también son conocidos por sus relaciones con Arabia Saudí y que podrían estar en prisión. Una semana más tarde, Trump, a pesar de su evaluación condenatoria de Doha, se felicitó de la venta de aviones de combate avanzados a Qatar por valor de doce mil millones de dólares.

Consecuencias

La insostenible intensidad de la crisis de Qatar sugiere que se dirige ya sea hacia una escalada catastrófica o una solución rápida. En ausencia de la eliminación de Tamim y su sustitución por un familiar más sumiso en un futuro muy próximo -un escenario que parece en el mejor de los casos altamente improbable y más distante después de un intento reciente frustrado-, el resultado más probable podría ser un renovado compromiso de Qatar con el acuerdo de 2014, endulzado con una pocas concesiones simbólicas, una reconciliación pública, y un mecanismo de seguimiento.

Dicho esto, la situación es suficientemente tensa para que un movimiento impulsivo o un error de cálculo pueda tener consecuencias imprevistas, particularmente cuando Qatar y sus cada vez más imprudentes adversarios han fracasado a la hora de conseguir el apoyo regional e internacional que necesitan, y la respuesta de Washington ha sido en el mejor de los casos ambigua y variable. Si bien una escalada incontrolada sería desastrosa para Qatar, es poco probable que sea positiva para Arabia Saudí o los EAU, y de hecho el CCG en su conjunto, para quienes su reputación de estabilidad y distancia de la agitación regional es en estos días no es menos valiosa que su producción energética. El impacto en la economía global también podría ser significativo.

Una resolución rápida, que barra la disputa bajo la alfombra, supondría un impresionante cambio de suerte para Qatar. Al mismo tiempo, esta crisis, no de manera diferente a la guerra en Yemen, tiene como objetivo mostrar la capacidad de liderazgo de MBS y por lo tanto su elegibilidad para el trono saudí. Por lo tanto, tampoco puede permitirse una perdida de cara que dañe más su reputación. Para los EAU y MBZ la apuesta es, posiblemente, más ideológica, y no podrán rentabilizar la crisis si no se produce una ruptura entre Doha y los Hermanos Musulmanes.

Los grandes ganadores hasta ahora son Irán, Siria y sus aliados libaneses de Hezbollah, pero que no pueden sino estar encantados por las grietas visibles en la alianza contra Damasco y Teherán y que bien puede significar el fin del CCG. Irán y Hezbolá esperan, además, que Hamas finalmente haya aprendido la lección de que ningún aliado de los Estados Unidos puede ser un verdadero amigo de los palestinos. Turquía también, una vez más, ha demostrado que en el actual Oriente Próximo tiene un papel que desempeñar en todas las crisis y que los demás ignoran los intereses de Ankara- ya sea en el Golfo, Siria, o Irak- a su propio riesgo. Por otro lado, cada vez hay más rumores dentro de Riad y Abu Dabi de que la campaña debe ampliarse para incluir a Turquía, que recientemente ha afirmado que los EAU está implicados en el intento de golpe contra Erdogan de 2016.

La crisis también ha sido de enorme valor para la propaganda de Irán, que transporta cientos de toneladas de alimentos y otros artículos de primera necesidad a Qatar en un esfuerzo que recuerda el puente aéreo de Berlín, aunque al país más rico de la tierra en lugar de la Franja de Gaza. También Turquía y -quizás más significativamente a la vista de los intentos de colocar Doha en cuarentena árabe- Marruecos han abastecido los estantes de los supermercados de Qatar. Sin embargo, como The Economist concluye, el bloqueo “no está funcionando”; a largo plazo, la dependencia estructural de Irán y Turquía no es una opción que los gobernantes de Qatar puedan mantener por razones políticas.

Israel parece ser uno de los beneficiario también. Un Qatar contenido que reduzca su apoyo a Hamas es bienvenido, pero lo más importante es que Tel Aviv ha sido capaz de consolidar su incipiente relación con otros estados del Golfo. La decisión de junio del gobierno Netanyahu de reducir drásticamente el suministro de electricidad a la Franja de Gaza, en virtud de una solicitud despreciable de Mahmoud Abbas, que había rechazado previamente debido a que la seguridad israelí advirtió que podría conducir a una nueva conflagración con Hamas, sólo puede ser interpretada como una esfuerzo para demostrar su valor y confiabilidad a sus socios árabes, y la viabilidad de un enfoque diplomático que se centre en la normalización árabe-israelí, en lugar de un Estado palestino, cara a la nueva administración en Washington.

Los perdedores son evidentes, por supuesto: todos los árabes. Sus instituciones se han revelado una vez más irremediablemente disfuncionales. La crisis se resuelve no en o por la región, sino más bien sobre la base de que protagonista puede comprar la mayor cantidad de armas a Estados Unidos, pagar el mayor número de grupos de presión, y conseguir las declaraciones más condescendientes de la Casa Blanca, el Pentágono, el Departamento de Estado, y las capitales europeas. El destino de Qatar se decide por la ubicación del CENTCOM.

Sin embargo, sea como se resuelva esta crisis, Qatar tendrá que sopesar seriamente las consecuencias antes de volver a contemplar actuar por encima de su ligero peso, y será obligado de una manera u otra a alinearse con una coalición dominada por Arabia Saudí y dirigida no sólo contra Irán, sino también contra cualquier cambio en la región que pretenda transformar a sus súbditos privados de derechos en ciudadanos. Esta crisis es a la vez una petulante pelea infantil de príncipes, digna solamente de indiferencia, y un intento de determinar el futuro de toda la región, ante lo que la indiferencia no es una opción.

Posdata: La Casa de Salman

En la mañana del 21 de junio, el rey Salman depuso al Príncipe Muhammad bin Nayif, al mismo tiempo que lo despojó de todas sus funciones y poderes en el gobierno, y lo reemplazó por su hijo, MBS. Aunque, como se mencionó anteriormente, la maniobra era ampliamente esperada, el momento, sin embargo, fue una sorpresa, y plantea la posibilidad de que Salman esté o gravemente enfermo o tenga la intención de abdicar pronto en favor de su hijo. Al mismo tiempo, y en un desarrollo que tendrá profundas consecuencias políticas, incluso si pretende no crear precedentes, Salman ha “modificado secciones de la Ley Básica de 1990 para introducir una sucesión monárquica vertical, de padres a hijos“.

Hasta el momento, ningún nuevo príncipe heredero adjunto ha sido nombrado, y dado el cambio generacional existen razones para sospechar que el cargo puede ser abolido. Aunque estos cambios han sido aprobados oficialmente por el Consejo de la Lealtad y el clero institucionalizado, hay noticias de disconformidad, sobre todo en el seno de la familia gobernante. Hay rumores adicionales de descontento entre los clérigos considerados cercanos a Muhammad bin Nayif y el Prince Mit'ib bin Abdallah, hijo del anterior monarca, que sigue siendo comandante de la Guardia Nacional, la guardia pretoriana del régimen. Muy bien puede haber problemas serios en el futuro para la Casa de Saud a causa de este juego de poder.

Mientras tanto, MBS, ahora también primer ministro adjunto, ha consolidado más aún su posición, especialmente a través del nombramiento del príncipe Abdulaziz bin Saud bin Nayif por el rey Salman, considerado un asado de MBS, como ministro del Interior. Abdulaziz es también sobrino de Muhammad bin Nayif “perpetuando así el feudo de Nayif sobre el ministerio más importante para la seguridad nacional.” Sin duda, esta designación fue hecha simultáneamente con el fin de limitar las disidencias en la familia real tras la última remodelación.

MBS controla ahora la energía, la seguridad, y la política económica y exterior de Arabia Saudí. La alianza entre MBS y MBZ de los EAU controlará la toma de decisiones y la política regional del CCG. Esto no es un buen augurio para las perspectivas de distensión CCG-Irán, es probable que se produzca una mejora en las relaciones con Israel a expensas de los palestinos, y es casi seguro que resulte en una intensificación del conflicto en Siria y otras guerras de poder interpuestas, incluyendo en lo que queda de Yemen.

El ascenso de MBS también sugiere un endurecimiento de la posición saudí-emiratí hacia Qatar. Sin embargo, a menos que Riad y Abu Dhabi tienen un as bajo la manga o sean lo suficientemente imprudentes para intervenir directamente en Qatar, es difícil ver cómo pueden prevalecer dada la creciente impaciencia internacional con la continuación de esta crisis y la inestabilidad que está produciendo en un rincón del mundo esencial para la economía global.
Mouin Rabbani
editor colaborador del Middle East Report, ha publicado y analizado ampliamente sobre los asuntos palestinos y el conflicto palestino-israelí. Fue Analista Senior de Oriente Medio con el Grupo Internacional de Crisis . Anteriormente trabajó como Director para Palestina del Centro de Investigación EEUU-Palestina. Es co-editor de Jadaliyya publicación electrónica.

Fuente:
http://www.jadaliyya.com/pages/index/26776/qatar-saudi-arabia-and-the-gulf-cooperation-counci
Traducción:

G. Buster

viernes, 7 de julio de 2017

Octubre rojo un siglo después

  

Higinio Polo 1

Un siglo después de su triunfo, la revolución bolchevique sigue suscitando furiosos ataques de la derecha política y de sus terminales ideológicos en la prensa y en las televisiones, en la investigación universitaria dirigida y subvencionada, y en los centros de elaboración ideológica liberal, que, sin embargo, apenas se interrogan sobre el infierno capitalista del que surgió la revolución: el barro y la muerte en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y la oprobiosa autocracia zarista que ahogaba al pueblo ruso y lo condenaba a la miseria y la explotación. Para los beneficiarios del capitalismo realmente existente y para los vendedores de mentiras, el socialismo soviético se resume en error y represión, en furia y crueldad, mientras que el horror causado por el capitalismo, en las dos guerras mundiales y en la esclavitud colonial, en las guerras imperiales y matanzas lanzadas desde entonces en cuatro continentes, en Vietnam y en Corea, en Indonesia y en Afganistán, en Yugoslavia y en Ucrania, en Brasil y en Argentina, en Angola y en Libia, en Siria y en Iraq, por citar sólo algunos ejemplos de la infamia, ese horror, se diluye en lejanas causas y décadas perdidas de las que, como por ensalmo, el capitalismo no es responsable.
Los marineros y milicianos que se lanzaron al asalto del Palacio de Invierno, que vemos en las imágenes recreadas de Eisenstein, no son un accidente de la historia; los obreros que se atrevieron a derribar el trono imperial, a convertir las iglesias en almacenes útiles, y a dispersar las sombras de la explotación, no eran una ráfaga transitoria de años convulsos, sino el rumor de siglos de protestas y de gritos de honestidad y trabajo proletario. En 1917, los bolcheviques supieron expresar el ansia de justicia de los rusos, la ambición de una vida digna que dejase atrás las argollas de la miseria y la opresión bajo los zares; supieron traducir el deseo de los trabajadores de terminar con la explotación en las fábricas. y de los campesinos de romper la soga que les ataba a una nobleza parasitaria y casi medieval. La exigencia de paz, en el matadero de la gran guerra, los gritos reclamando pan, los campesinos exigiendo la tierra, y los trabajadores las fábricas, resumen la decisión de Lenin y los bolcheviques protagonizando la revolución que cambió el mundo. Porque fue la aspiración a la igualdad y la justicia la que creó el poder soviético, la que levantó el socialismo en condiciones difícilmente imaginables hoy: suele olvidarse, pero la revolución bolchevique tuvo que construir el socialismo en un país que perdió, en un lapso de treinta años, a casi cuarenta millones de personas, víctimas de la guerra civil impuesta tras la revolución por veinte países capitalistas, y por las dos guerras mundiales desatadas por las rivalidades de esas mismas potencias. Sólo en la guerra de Hitler, la Unión Soviética vio morir a veintisiete millones de trabajadores y soldados.
Tras 1017, la revolución bolchevique se extendió por el mundo, y su voz llegó a los campesinos malayos y a los obreros de los frigoríficos argentinos, a los labradores chinos y a los trabajadores alemanes; desde entonces, las ideas y propuestas del socialismo y del comunismo han seguido galopando por el planeta, iluminando revoluciones, en China o en Vietnam, en Cuba o en Nicaragua, cambiando el mundo, aunque esa voz haya sufrido duras derrotas, como la matanza en Indonesia, los campos de la muerte de Oriente Medio, o la desaparición de la propia URSS y el retroceso social en Europa y América durante las dos últimas décadas. Pero, ni en Moscú ni en Madrid, la revolución bolchevique no se ha olvidado, y la historia no ha terminado.
Hoy, de forma abrumadora, los rusos siguen viendo a Lenin como un dirigente excepcional, que desempeñó un papel histórico trascendental, y siguen juzgándolo de manera positiva: apenas un 14 % de la población aceptaría retirar sus estatuas de las ciudades rusas, y una abrumadora mayoría lamenta la desaparición de la Unión Soviética. La popularidad de Lenin crece, y, según el centro Levada, en la última década ha aumentado de forma notable el número de ciudadanos rusos que consideran positiva su aportación al país y al mundo. Las estrellas rojas siguen coronando las torres del Kremlin moscovita, y la presencia de Lenin, aunque no se traduzca todavía en cambios políticos y sociales, no va a desaparecer, pese a los interesados augurios de la derecha.
Para conmemorar el centenario, el Partido Comunista ruso organizará una gran manifestación en Moscú, el 7 de noviembre, así como otros actos en la gran mayoría de las ciudades del país, y el gobierno de Putin también ha publicado un calendario de actividades para destacarlo, intentando atraer hacia el partido del poder las movilizaciones populares de celebración de la revolución de octubre, hasta el punto de que el comité gubernamental encargado de organizarlas está lleno de anticomunistas: el poder actual no puede obviar la importancia de la revolución bolchevique, ni tampoco las aportaciones de la Unión Soviética, como no puede ignorar el prestigio creciente de Lenin y del socialismo entre la población, por lo que se ve obligado a nadar entre dos aguas.
No será sólo en Rusia. En los cinco continentes habitados, se sucederán las celebraciones entre los trabajadores, acompañadas por la monótona y reiterada condena de los centros del poder capitalista, que busca arrojar a la hoguera el persistente susurro de décadas de la revolución bolchevique y del socialismo. De Bolivia a China, de Cuba a Alemania, de Venezuela a Vietnam, de Sudáfrica a Australia, ese centenario recorre durante este año conferencias y congresos, seminarios y libros, ondea en las banderas rojas de las manifestaciones y en las huelgas que siguen reclamando el fin de la explotación y un mundo mejor; se interroga por los excesos y errores cometidos, trabaja en los laboratorios que alumbran el progreso humano, y brilla en los ojos de las mujeres del mundo que contemplan la desventura y la marginación de la mitad del cielo sin renunciar a nada; se manifiesta en el esfuerzo de los campesinos por salvar la vida y el planeta, se escucha en el ruido de las cadenas de montaje y centellea en el parpadeo de las pantallas de ordenador, y se revela en la noche maltratada de los pobres, en las gargantas de los esclavos, en las lágrimas de los apátridas y en el sufrimiento de los inmigrantes perseguidos por el odio.
Un siglo después, el capitalismo se empeña en desacreditar la idea de una sociedad justa e igualitaria, y destruye paulatinamente las conquistas obreras; reduce salarios, convierte la seguridad en el trabajo en la precariedad de empleos temporales o de trabajadores autónomos, y mantiene legiones de operarios con empleos-basura, mientras sus terminales ideológicas y sus medios de comunicación siguen intentando demoler la razón socialista, destruir el recuerdo de la dignidad obrera y de las luchas por la emancipación social; al tiempo que los empresarios arrojan el socialismo y la revolución bolchevique a las tinieblas como un prescindible vestigio del pasado, y presentan a sindicatos y partidos obreros como herramientas inútiles superadas por la historia, atreviéndose a postularse a sí mismos como los creadores de la modernidad y del progreso, aunque tengan las manos sucias de la explotación y la mentira.
Sin embargo, la huella de la revolución bolchevique está ahí, y se encuentra en los territorios cotidianos conquistados por las mujeres y en las leyes que aseguraron los derechos de los trabajadores (en la reducción de las horas de trabajo diarias y en el derecho a vacaciones pagadas, en la asistencia sanitaria gratuita y en los permisos de maternidad, en el derecho a tener pensiones y en la jubilación a una edad antes impensable), como se encuentra en la derrota del monstruo nazi y en el proceso que dio inicio de la emancipación de las colonias que los países capitalistas oprimieron, y en los espacios de libertad contemporánea que se salvaron por el esfuerzo soviético de ser enterrados en la cal viva del nazismo.
Cien años después, el impulso de la revolución bolchevique no ha desaparecido, aunque los partidos comunistas vivan años de debilidad, que no les afecta sólo a ellos, sino a toda la izquierda. Ese agotamiento debe terminar con el abandono de cualquier esperanza de reforma capitalista y con la adopción de un programa radical que luche por el socialismo en todos los continentes, porque el capitalismo ahoga a millones de trabajadores, ensucia el mundo, aplasta a la humanidad, vende nuestro futuro, pero alberga también en su seno a quienes tienen el fermento de la revuelta, con la seguridad de que el comunismo y la revolución bolchevique son la juventud del mundo de la que nos habló Alberti, y la fraternidad que le dio a Neruda el verso tierno del comunismo chileno: un siglo después del octubre rojo, son los trabajadores que se manifestaron en la gigantesca huelga general de la India en 2016, son las manos que acarician a los niños en medio de las catástrofes con las que nos hace convivir el capitalismo, y las que se aferran a las alambradas de los campos de refugiados. 

Higinio Polo es Licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia contemporánea por la Universidad de Barcelona. Ha publicado numerosos trabajos y ensayos sobre cuestiones políticas y culturales, y colabora habitualmente en medios como la revista El Viejo Topo, el periódico Mundo Obrero y otros, tanto convencionales como digitales. Entre sus libros se cuentan la investigación Los últimos días de la Barcelona republicana, las novelas Al acabar la tarde, en Singapur; Vientre de nácar, y El caso Blondstein, así como los ensayos Irán: memorias del paraíso; USA: el Estado delincuente; El terrorismo (en colaboración); Retratos (de interior); Dashiell Hammett. Novela negra y caza en brujas en Hollywood; La noche de Calcuta; Barcelona (informe confidencial). Su última obra publicada, en 2014, es Rosas blancas sobre Stalingrado.

correo electrónico: higini_polo@hotmail.com
www.rebelion.org

La crisis de Catar o el último intento de debilitar el “eje de la resistencia” contra Israel


Alberto Cruz
CEPRID


El “eje de la resistencia” contra Israel (Irán, Siria, Hizbulá y algunas organizaciones palestinas) es el gran objetivo que se esconde detrás de la ruptura de relaciones diplomáticas y el bloqueo impuesto por varios países árabes y musulmanes contra Qatar. Para ser exactos, es el último y desesperado intento por evitar el único escollo que tienen hoy la mayoría de países árabes –especialmente los del Golfo Pérsico- para normalizar las relaciones con Israel y que no se les eche encima su propia población.
Fue el viaje de Trump a Oriente Próximo quien puso en marcha toda esta estrategia con su discurso en Arabia Saudita: “crear un bloque militar que libre una guerra” contra el llamado Estado Islámico y que, al mismo tiempo, “desafíe enérgicamente la creciente influencia regional” de Irán. Es el discurso de siempre, más acentuado desde que el considerado “Estado profundo” de EEUU ha logrado doblegar a un presidente errático como pocos y que en su campaña electoral había prometido que EEUU no se iba a involucrar más en derrocar gobiernos. Por lo tanto, no tiene nada de extraño que añadiese: “el gobierno de ese país [Irán] tiene que seguir aislado hasta que tenga un régimen diferente".
Si había algún atisbo de una nueva política de EEUU en Oriente Próximo este comentario se lo llevó por los aires puesto que estas palabras fueron pronunciadas apenas una semana después de que se celebrasen las elecciones en Irán (elecciones que no hay en Arabia Saudita, por ejemplo) y en las que venció el actual presidente, Rohaní, y el movimiento que lo apoya se hizo con la mayoría de escaños en el parlamento. No hace falta decir que Rohaní siempre se ha caracterizado por abogar por un acercamiento a Occidente, por lo que comentarios como ese de Trump cerraba vías y obligaba a Irán a fortalecer su alianza con Rusia, con China y a abrir nuevas vías con otros aliados de los dos países anteriores como Turquía. Con este último país, y sólo cuatro días después de ese discurso de Trump, Irán firmó un acuerdo para profundizar la cooperación bilateral, especialmente el comercio y el sector bancario que prevé septuplicar el montante comercial en seis años, de los 4.000 millones de dólares en la actualidad a los 30.000 millones para el 2023.
Y tampoco hace falta decir que ese discurso sonó de maravilla en los oídos sauditas, que rápidamente aceleraron su campaña sectaria anti-shií entendiendo que tenían vía libre para ello.
El discurso de Trump no era nada del otro mundo puesto que ya en la campaña electoral había dicho que había que desconocer el acuerdo firmado por su predecesor, Obama, sobre el programa nuclear de Irán. Esta es la única cosa de las que prometió que sí ha mantenido en los meses que lleva como presidente. Dado que no puede enfrentarse a medio mundo (China, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania, que fueron los otros firmantes del acuerdo con Irán) lo que ha hecho –hasta el nuevo paso dado en su visita a Arabia Saudita- ha sido continuar congelando los fondos iraníes que hay en los bancos estadounidenses con la excusa de que las pruebas de misiles que realiza Irán se lo autoriza puesto que uno de sus puntos estipula las sanciones se mantendrán durante cinco años en el caso de las armas (hasta 2021) y durante ocho en el caso de los misiles balísticos (hasta 2024). Irán prueba armas, aunque sean defensivas, luego las sanciones se mantienen y se amplían, como acaba de hacer el Congreso estadounidense el pasado 15 de junio.
Trump eligió el lugar ideal para esta campaña: en Riad y en unos momentos en los que los países del Golfo están contra las cuerdas tanto por su discurso contra el terrorismo del llamado Estado Islámico como por la derrota de sus patrocinados en Siria. Tampoco se puede decir que EEUU esté triunfando en Siria, precisamente. Por lo tanto, era el momento oportuno para que todos dirigiesen la atención hacia Irán y, sobre todo, a lo que se conoce como "el eje de la resistencia" contra Israel (el propio Irán, Siria, Hizbulá y alguna que otra organización palestina).
Esto hay que explicarlo. Dado que una guerra contra Irán no es posible hoy por hoy, y no queda mucho más tiempo para ella puesto que el año que viene Irán será miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghai (de la que forman parte China y Rusia, entre otros países), hay que empezar con los eslabones más débiles de ese “eje de la resistencia”. Siria ha sido el gran objetivo, y aquí hay que recordar que desde los principios de la guerra en Siria, la "contra" amparada y financiada por Occidente (tanto con armas como con dinero) siempre dijo que una vez derrocado Bashar al-Assad, y se daba un plazo de seis meses para ello, la "nueva Siria" anunciaría la ruptura con Irán, con Hizbulá y normalizaría relaciones con Israel pese a que este país mantiene ocupada una franja de tierra siria como son los Altos del Golán, entre otras medidas (1). No han pasado seis meses, sino seis años y el gobierno sirio está ganando la guerra en todos los terrenos –político, económico y militar- por lo que la derrota de las fuerzas patrocinadas por los países del Golfo y por EEUU (con la excepción de los kurdos) ha hecho girar el punto de mira hacia los actores no estatales que forman parte de ese eje: Hizbulá y Hamás porque se los considera los eslabones más débiles. Lo que se consideraba no hace mucho tiempo piezas pequeñas (aunque esto hay que matizarlo, y mucho, en el caso de Hizbulá) pasan ahora a ser las más apetecidas.
Por eso Trump en Arabia Saudita incluyó a Hizbulá en su discurso y un día más tarde, en Israel, hizo lo mismo con Hamás. Calificó a ambas organizaciones como “las grandes amenazas a combatir” junto a Irán. Música celestial para los oídos sauditas e israelíes.
¿Quién marca la estrategia a quién?
La pregunta que hay que hacerse es si es EEUU quien está marcando la estrategia o es Arabia Saudita. Y la respuesta no es fácil, aunque da toda la impresión que son los sauditas quienes llevan la voz cantante. Sobre todo si se tiene en cuenta que Arabia Saudita, Kuwait, Bahréin, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos plantearon a Trump, durante su visita a Riad, que estaban dispuestos a normalizar las relaciones con Israel (con las relaciones comerciales y el permiso para que los aviones israelíes puedan sobrevolar estos países árabes como primer paso) a cambio de la reanudación de las conversaciones con los palestinos y de mantener el aislamiento e Irán. No es una propuesta novedosa, puesto que algo así ya plantearon en su famoso plan de paz de 2002 y que se vieron obligados a retomar en 2006 justo después de la derrota de Israel a manos de Hizbulá.
Esta organización ha pasado en este tiempo de héroe a villano. De héroe al derrotar a Israel en dos ocasiones -años 2000 y 2006, lo que no ha logrado ningún gobierno árabe- ha pasado a villano por su apoyo al gobierno sirio en la guerra. Todos los gobiernos árabes, que tuvieron sudores fríos con la popularidad de Hizbulá al derrotar a Israel, desataron una guerra sectaria anti shií -contra esta organización, sobre todo- que ha sido hasta ahora verbal pero muestran que están dispuestos a va a dar un paso definitivo: la guerra abierta.
Ya se han dado pasos intermedios como la declaración de "organización terrorista" por la mayor parte de los países del Golfo (pero no Siria, Líbano, Irak y Argelia, y otros dudosos como Túnez y Egipto, aunque este último acaba de sumarse al juego saudita rompiendo relaciones con Qatar) y luego la aprobación de sanciones para intentar secar sus recursos financieros. En estos momentos también EEUU está estudiando la posibilidad de incrementar sus sanciones a los bancos que acojan cuentas de Hizbulá, con lo que la amenaza al sistema bancario libanés por ejemplo, es evidente y le abocaría a una muy difícil situación que puede arrastrar consigo a todo el país.
Hay intelectuales árabes que mantienen esta misma tesis. Uno de los más destacados es Abdel Bari Atwan, el defenestrado editor del que fuera el más prestigioso medio árabe, Al-Quds Al-Arabi, que mantiene que todo lo que estamos viendo “no es más que una cortina de humo destinada a allanar el camino, o conferir legitimidad a una guerra diferente: eliminar la resistencia a Israel en la región, y en concreto el movimiento libanés Hizbulá” (2). Atwan fue defenestrado por mantener que los países árabes que habían apostado todo por la “contra” siria (3) no habían tenido en cuenta dos cosas: la capacidad de resistencia del gobierno sirio, a quien apoyaba una parte importante de los sunníes, y su alianza con Rusia. Ese discurso chirriaba en un medio que día tras día destilaba odio sectario y terminó pasándole factura.
La visita de Trump a Riad y todo lo que en ella y alrededor de ella ocurrió tenía como finalidad transmitir un claro mensaje: Israel no es el enemigo, sino el shiísmo. Y, sobre todo, el “eje de la resistencia” puesto que con la ya clara victoria del gobierno sirio y la derrota de la “contra” ha pasado a ser de forma abierta el enemigo común de sauditas e israelíes. Una de las justificaciones de Arabia Saudita para apoyar financiera y militarmente a sus patrocinados en Siria ha sido la de “evitar que las zonas liberadas caigan bajo el control de Hizbulá, Irán o el régimen” (4). Ya apenas quedan zonas bajo el control de la “contra” siria y las que se mantienen es en virtud del acuerdo que alcanzaron Rusia, Irán y Turquía en las conversaciones de Astaná a finales de diciembre del año pasado (5). Y, desde luego, no serán permanentes. Por lo tanto, el fortalecimiento del “eje de la resistencia” es considerado como una amenaza directa para Arabia Saudita e Israel y por eso están haciendo causa común. Sauditas e israelíes lo han reconocido de forma abierta, especialmente el ministro de Defensa sionista al afirmar enfáticamente que en lo que respecta a Irán, Siria, Hizbulá y Hamás “todos estamos [lo que él llama países sunníes moderados (sic) e Israel] en el mismo barco” (6).
Para que no apareciese así de una forma nítida, es decir, que Israel no es enemigo, Arabia Saudita preparó el terreno a conciencia. Invitó a 50 países árabes y musulmanes a Riad las mismas fechas en las que Trump iba a visitar el país y logró que todo ello se plasmase en un documento que ha sido considerado el origen de “la OTAN árabe” (en realidad, la “OTAN sunní”) y que todo él no es sino un inmenso engaño. Primero, porque varios de los países cuya firma aparecía se desvincularon desde el primer momento del mismo al considerarse “engañados” por el primer ministro saudita puesto que en ningún momento de la invitación que se les hizo aparecía esa posibilidad de elaborar documento alguno y menos amenazando a países y organizaciones. Es lo que dijeron expresamente Argelia, Líbano e Irak. Otros, como Senegal y Pakistán, no utilizaron la palabra “engaño” pero sí manifestaron su disconformidad con la forma en que se había pergeñado todo. Pakistán finalmente decidió también retirar su firma. Segundo, porque aunque el documento haya sido adoptado por el resto de participantes nacía muerto y más cuando pocos días más tarde uno de los firmantes, Qatar, era sometido a un bloqueo por parte de varios de esos países.
Se desvanecía así, en menos de una semana, la “OTAN sunní” si es que alguna vez esa idea fue tomada en serio. Y es algo casi consustancial con el mundo árabe e islámico, donde la práctica totalidad de sus estructuras multilaterales se han saldado con fracasos y han pasado al olvido. Es lo que ha ocurrido con el Pacto Conjunto de la Defensa de la Liga Árabe, la Organización de Defensa del Oriente Medio, y el propio Consejo de Cooperación del Golfo. Todos los pactos y acuerdos suscritos hasta ahora han sido inútiles y la “OTAN sunní” o iba a ser menos.
La chispa
La chispa que ha hecho saltar por los aires toda esta fantasía ha sido, precisamente, la inclusión de Hamás en la lista de “amenazas a combatir” y, por extensión, la de los Hermanos Musulmanes, movimiento en el que se integra esta organización palestina y del que Qatar es uno de sus impulsores y patrocinadores.
Atención al lenguaje utilizado, que nunca es inocente, por Qatar y que ha sido lo que a la postre le ha costado el bloqueo y la ruptura de relaciones: "Qatar no va a etiquetar como organización terrorista a los Hermanos Musulmanes porque no representa ninguna amenaza para la seguridad de Qatar, es una oposición política y sólo se les prohíbe que utilicen nuestro territorio como plataforma para atacar a sus propios países" (sic).
¿Qué hay de raro en él, puesto que es el mismo, exactamente el mismo lenguaje que está utilizando Occidente para mantener su apoyo a la “contra” siria, por ejemplo? Nada. La diferencia es qué papel juega para Occidente una u otra organización. La mafia kosovar fue considerada un “ejército de liberación” –lo mismo que la “contra” siria- porque combatían a los serbios (y había que acabar de destrozar lo poco que quedaba de la ex Yugoslavia) mientras que las FARC colombianas fueron consideradas una organización terrorista sólo porque amenazaban los intereses económicos y políticos occidentales y estadounidenses (como el ALCA, por ejemplo, que si no salió adelante fue, entre una de sus principales razones, por las FARC). Lo mismo vale para Hizbulá (que ha derrotado a Israel en dos ocasiones) o para las organizaciones palestinas que se oponen a la ocupación de su tierra (sancionada y avalada por el muy democrático Occidente). Así que por una vez hemos oído con claridad y rotundidad cuáles son los baremos (y valores) sobre los que miden todas las cosas los occidentales y quienes se consideran sus amigos, aliados o vasallos. Sin embargo, eso no le ha servido a Qatar para nada puesto que de inmediato se le impuso la ruptura de relaciones diplomáticas y un bloqueo económico.
En esas estamos. Ya no se guardan ni las formas y ni siquiera los plazos. La oferta que los países árabes hicieron a Trump en Riad se ha puesto en marcha sin que Israel haya dado ni un solo paso para reiniciar las negociaciones con los palestinos. Arabia Saudita ya está hablando con Israel para establecer relaciones comerciales. Hace unos años, casi unos meses, los árabes todavía decían que les gustaría hacerlo, pero que quedaba Palestina como escollo por resolver. Ahora ya no quieren saber nada de nada de Palestina y lo dicen abiertamente. Palestina ya no es para ellos ni siquiera un grano en el culo que les impide sentarse con comodidad al lado de Israel. Palestina es, para los estos árabes, una historia del pasado.
Toda esta aceleración tiene una razón clara, sobre todo en el caso de Arabia Saudita, y es el miedo. Por eso utilizó el engaño para lograr su documento contra Irán y el “eje de la resistencia”. Y ese miedo se acrecienta con la más que previsible incorporación de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái. Es el último, y desesperado intento, por debilitar o derrotar al “eje de la resistencia” porque el tiempo se termina para la casa Saud y el resto. Y se termina a la misma velocidad que se desarrolla la guerra de Siria, que tienen perdida y sólo los EEUU impiden, por el momento, que se establezca el tan temido corredor shií desde Teherán hasta Damasco (y, por supuesto, Líbano) dado que han intentado hacer de la zona de Al-Tanf (sur de Siria, en la frontera con Irak) el tapón que lo impidiese. Aunque se está demostrando como un intento vano, puesto que el ejército sirio ha logrado establecer un control directo en otro punto de la frontera con Irak que garantiza dicho corredor, aún no se puede decir que tal estrategia obstruccionista haya fracasado del todo. Es lo más probable, desde luego, y el tiempo no corre a su favor sino todo lo contrario. De ahí que hayan buscado una huida hacia delante con Qatar como excusa.
El bloqueo contra Qatar dura ya dos semanas y todavía no está claro si el emirato volverá al redil puesto que aunque mantiene su apoyo a los Hermanos Musulmanes sí ha expulsado de su territorio a los dirigentes de Hamás. Lo que sí está cada vez más claro es que los palestinos están mucho más solos cada día que pasa. Son claramente el eslabón más débil del “eje de la resistencia” y los más fáciles de derrotar.
Así es como hay que interpretar todo lo que está ocurriendo en los últimos días, tanto con los acercamientos saudita-israelíes como con reducción del suministro eléctrico a la Franja de Gaza por parte de Israel pero por petición expresa de la mal llamada Autoridad Palestina. Lo que Fatah y la llamada Autoridad Palestina esperan es que el debilitamiento de Hamás se traduzca en un retorno a los "acuerdos de reconciliación", siempre fracasados, pero que ahora pueden tener algo más de recorrido por la debilidad de la organización palestina y fortalecer a Fatah. Eso se traduciría en el triunfo total de Israel y sin coste alguno. Como la normalización de relaciones con el resto de países árabes, especialmente los del Golfo.
No tiene nada de extraño que Israel se felicite por todo ello y que esté apoyando con fuerza a Arabia Saudita dado que no solo se debilita a Hamás y se “deslegitima el terrorismo”, sino que entiende que hay algo mucho más importante: “acerca aún más a Arabia Saudita y Egipto a Israel", con lo que se "refuerza la política de Israel en general y la del gobierno en particular" (7) y más en unos momentos en los que los palestinos han intentado, con poco éxito, hacer recordar a los países árabes que llevan 50 años sometidos a una ocupación militar.
Otro caso diferente será Hizbulá puesto que no solo cuenta con su indiscutible afán de resistencia y su férrea organización, sino que gracias a la guerra de Siria ha mejorado su capacidad de combate y ha logrado que un país como Rusia haya firmado varios acuerdos con este movimiento político-militar (8), a quien desde luego no considera “organización terrorista” y ha amenazado con utilizar su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU en las dos ocasiones en las que Arabia Saudita, a través de Jordania, ha presentado la propuesta.
Hizbulá es ahora mismo el gran escollo de toda esta estrategia de EEUU, Arabia Saudita e Israel contra el “eje de la resistencia”. Puede triunfar en lo que respecta a Palestina, pero fracasará con el resto sin ningún tipo de duda.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “Siria: oposición frustrada, injerencia externa y repercusiones en la región”,http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1333
(2) Abdel Bari Atwan, “Preparación para la guerra contra Hizbulá”, http://www.raialyoum.com/?p=677223
(3) Utilizo la denominación de “contra” siria en similitud a la situación que se dio en Nicaragua tras el triunfo del Frente Sandinista. El término “contra” fue utilizado para referirse a los diferentes grupos que se oponían al gobierno del FSLN y que recibían apoyo desde el exterior del país, sobre todo de los EEUU, y a quienes se financió con sueldos y a quien se suministró material militar con el objetivo expreso de derrocar al gobierno sandinista.
(4) https://www.alaraby.co.uk/english/news/2017/2/21/saudi-arabia-ready-to-send-ground-troops-to-syria
(5) Alberto Cruz, “Repercusiones de la liberación de Alepo a nivel interno, de Oriente Próximo y más allá”, http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2195
(6) https://www.middleeastmonitor.com/20170606-israels-yaalon-we-sunni-arabs-except-qatar-in-the-same-boat/
(7) http://www.jpost.com/Middle-East/Five-reasons-why-Israel-should-care-about-the-Qatar-crisis-494891
(8) http://elterritoriodellince.blogspot.com.es/2016/11/el-segundo-encuentro-el-primer-acuerdo.html
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a [email protected] o bien a [email protected]. También se puede encontrar en librerías.
 Alberto Cruz
Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2255

jueves, 6 de julio de 2017

Actas del Primer Congreso de Geografía Regional

 ISSN 2545-8647ACTAS
I Congreso de Geografía Regional
Universidad Nacional de Luján
19 y 20 de Octubre de 2016

Se encuentran disponibles las Actas del Primer Congreso de Geografía Regional

http://congresogeografiar.wixsite.com/cgrunlu/publicacion-icgr

Luján, 3/07/2017

Se encuentran disponibles las Actas del Primer Congreso de Geografía Regional (I CGR), realizado el 19 y 20 de octubre de 2016 en la UNLu, organizado por el Instituto de Investigaciones Geográficas (INIGEO) de la UNLu y el Departamento de Ciencias Sociales.

Las actas, cargadas en la página web del Congreso, incluyen la siguiente tabla de contenidos:

http://congresogeografiar.wixsite.com/cgrunlu/publicacion-icgr

- ​Presentación.

- Intervalos, diferencias. Un análisis crítico de la Teoría Poscolonial (Susana Murphy).

- Fuerza y consentimiento. El imperialismo en Medio Oriente y Palestina (Martín Alejandro Martinelli).

- Teoría y métodos para la construcción regional. Una síntesis basada en la Geografía Cuantitativa (Gustavo Buzai).

- Regionalización socio-habitacional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Aspectos conceptuales y metodológicos para su realización y estudio (Claudia Baxendale).

- Aplicación de la técnica de evaluación multicriterio para el abordaje regional del espacio geográfico histórico-arqueológico (Sonia L. Lanzelotti).

- Metodologías cuantitativas para la definición espacial de una región: el noroeste de la provincia de Buenos Aires (Noelia C. Principi).

- De las regiones geográficas a las tipologías espaciales (Dario César Sánchez).

- O Novo tempo da América-Latina: Território, Política e a Crise Estrutural do Capitalismo (Zeno Zoares Crocetti).

- Un análisis del concepto de ambiente como categoría de análisis regional a partir del alud ocurrido en la provincia de Mendoza, enero 2015 (Karina L. Schwartz – Lucas E. Álvarez).

- Las consecuencias de las urbanizaciones en los humedales del Delta inferior del Paraná en el partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, durante el período 1995 – 2015 (Verónica Andrea Rodríguez).

- Regionalización. Desigualdades territoriales y planificación en La Pampa (Stella Maris Leduc - María del Carmen Labey).

- Desigualdades territoriales y planificación. El caso de las micro regiones en La Pampa (María del Carmen Labey - Stella Maris Leduc).

- Crisis y geografía. Una aproximación a la comprensión de la reciente evolución del Sistema Mundial (Omar Horacio Gejo - Gustavo Keegan - Alan Rebottaro).

- Geopolítica de la Energía en dos espacios regionales. Análisis comparado del gas como recurso geoestratégico en Sudamérica y Asia Central - Mar Caspio (Ana Lía del Valle Guerrero - Ma. Paula Michalijos - Loreana C. Espasa).

- Transformaciones territoriales en Europa. La ciudad como unidad de análisis. Caso de estudio Dresden, Alemania. (María Paula Michalijos – Alejandra Geraldi).

- El legado Inca en el ambiente del NOA. La producción agrícola en la Quebrada de Humahuaca (Edgardo Salaverry - Viviana Fernández – Eugenia Elizalde).

- Cambios y persistencias socioterritoriales en pueblos de la Provincia de Buenos Aires (Cecilia María Chiasso - María Lidia Soria).

- Resignificación espacial en Goldney, Partido de Mercedes. De Espacios Productivos a Espacios de Consumo (Daniela Soledad Baldino).

- Investigaciones en desarrollo enmarcadas en el Proyecto de Dinámica Territorial del Grupo de Estudios sobre Procesos Socioespaciales – GEPSE- (Sofía Martin Müller - Magdalena Mulieri Farkas - Julio Minutti - Clara Cantarelo - Pablo Gamundi - Maria Irribaren - Patricia Pedrós - Silvia Bechtholt).

- Del sueño del consenso sudamericano a la pesadilla del consenso norteamericano (Pablo Osvaldo Fucci).

- Posibles impactos del tratado de transpacífico en la economía argentina: caso de estudio sector farmacéutico y metalmecánico (Jésica De Angelis - Lisandro Mondino - Anahí Rampinini).

- La categoría de formación socioespacial (F.E.S) y las fronteras del subdesarrollo en el siglo XXI (João Victor Moré Ramos – Leandro Moraes Vidal).

- Conferencia: “Reflexiones acerca del extractivismo en la Argentina Bicentenaria" (Jorge Osvaldo Morina).

El Congreso se realizó con el objetivo de “generar un espacio de intercambio académico multidisciplinario focalizado en un concepto central de la Geografía: la región”. Fue coordinado por el doctor Gustavo Buzai, director del Grupo de Estudios sobre Geografía y Análisis Espacial con Sistemas de Información Geográfica (GESIG), y el profesor Omar Gejo, director del Grupo de Estudios sobre Geografía Económica y Comercio Internacional (GECI).

Un vasto mundo de guerras perdidas


Nick Turse para TomDispatch
Grupos comando por todas partes
Introducción de Tom Engelhardt
Si el lector quiere una cifra, pruebe 194. Este es el número de países que hay en el planeta Tierra (ponga o quite uno o dos). El informe de Nick Turse que publicamos hoy habla de una cifra relacionada que le dejará boquiabierto; por lo menos 137 de esos países (el 70 por ciento de ellos) ya tienen algo en común en este 2017, y todavía no hemos completado la mitad del año*. Estos países comparten la experiencia de tener unidades de las fuerzas de Operaciones Especiales (FOE) estadounidenses desplegadas en su territorio. Supuestamente, en este guarismo no están incluidos Rusia, China, Irán, Andorra o Mónaco (a menos que vigilar los casinos del mundo sea una novedosa prioridad nacional para nuestro presidente afecto al capitalismo de timba). Aun así, son la evidencia de la gran apuesta que el militarismo de casino ha hecho en estos años: que unas fuerzas de elite de operaciones especiales puedan hacer lo que el resto de las fuerzas armadas de Estados Unidos no han podido: conseguir un triunfo en un conflicto, o en un par de ellos. 
Podemos pensar que en estos años el Comando de Operaciones Especiales (o SOCOM) ha ganado el premio mayor de la lotería. De los pocos miles de soldados de elite que tenía a sus órdenes en los ochenta ha crecido hasta los 70.000 de estos momentos; esto es, una fuerza mayor que los ejércitos de muchos países. Por lo menos, 8.000 de ellos están asaltando, adiestrando y asesorando en el extranjero en cualquier momento dado. De hecho, es estos días es casi seguro que si la guerra estadounidense se intensifica en algún sitio del mundo, las FOE están allí desempeñando un papel central. Por ejemplo, en Siria, hace un año, había 50 operadores especiales ayudando a las distintas fuerzas que luchaban contra el Daesh. Ahora, cuando se intensifica la batalla por la ‘capital’ del Califato, esa cifra se ha elevado a 500 y, obviamente, continúa creciendo (algo parecido ocurre en Irán; sin duda, después de que el Pentágono despache en los próximos meses su último mini-contingente de personal a Afganistán, también en este país. 
En cuanto al dinero, el SOCOM ciertamente ha ganado en la versión Pentágono de la ruleta Por supuesto, en esa versión, todos ganan (aunque algunos son más ganadores que otros). Entre 2001 y 2014, la asignación presupuestaria de las FOE se incrementó en un nada modesto 21,3 por ciento y, desde entonces, no ha parado de crecer. 
Solo hay una categoría en la que la apuesta por las FOE ha pasado a ser cualquier cosa menos una mano ganadora; este es el tema del más reciente informe de Nick Turse, colaborador habitual de TomDispatch, sobre las operaciones que realiza el SOCOM en todo el mundo. Estoy hablando de victorias reales, no exactamente un ganador de una categoría para las fuerzas armadas de Estados Unidos en el siglo XXI. De paso, dado el astronómico aumento y usos de la Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos y su centralidad en la historia de la fuerzas armadas estadounidenses en los casi 16 últimos años, ¿no está el lector un poco sorprendido de que el mejor reportaje sobre este fenómeno es imposible encontrarlo en los medios hegemónicos pero sí entre los informes de Nick Turse para TomDispatch?

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En 2017, las tan trotamundos Fuerzas de Operaciones Especiales de EEUU están desplegadas en 137 países
En la insignia que llevan en el hombro se puede leer ‘Fuerzas especiales’, ‘Ranger’, ‘Aerotransportadas’. Y pronto después su banderín –los ‘colores’ de la Compañía B, 7º grupo de las Fuerzas Especiales del 3er Batallón de Ejército de Estados Unidos– estaría adornado con la ‘Bandera de Guerra’**, una condecoración de combate colombiana.
“Hoy recordamos los 16 años de lucha permanente contra las drogas en una ceremonia en la que todos los colombianos pueden reconocer el último trabajo de la brigada especial antinarcóticos contra el tráfico de drogas”, dijo el coronel Walter Jiménez, comandante de la Brigada Especial Antidrogas del ejército colombiano, el pasado diciembre. Las tropas más selectas de Estados Unidos, las fuerzas de Operaciones Especiales (SOF, por sus siglas en inglés), han operado con esa unidad colombiana desde su creación en diciembre de 2000. Desde 2014, cuatro equipos de soldados de las FOE han controlado sin cesar a la brigada. Ahora, era honrada por ello.
Formando parte de los 10.000 millones de dólares que el programa antinarcóticos y contraterrorismo creado en los noventa, las acciones de las FOE en Colombia son protagonistas de una historia de hollywoodienses éxitos de EEUU. Un estudio realizado en 2015 por la Corporación RAND encontró que el programa “representa un perdurable esfuerzo de asociación de las FOE para tratar de ayudar a formar una fuerza de operaciones especiales relativamente profesional y competente”. En ese tiempo, la producción de coca en ese país cayó en picado. Ciertamente, esta era la promesa máxima del ‘Plan Colombia’** y de los esfuerzos que derivaron de él. “En el plazo más largo, podemos esperar que veamos más erradicación de drogas y un aumento en la prohibición de sus embarques ilegales”, predijo el presidente Bill Clinton en enero de 2000.
Sin embargo, hoy, más de 186.000 hectáreas de tierra colombiana están cubiertas con plantaciones de coca, más que durante el apogeo –en los ochenta– del poder del tristemente famoso rey de la coca Pablo Escobar. El aumento de muertes por sobredosis de cocaína en Estados Unidos ya lleva 10 años, y por primera vez desde 2013 su consumo entre los adultos ha llegado al 61 por ciento. “Los resultados de investigaciones recientes sugieren que el consumo de cocaína podría estar resurgiendo como problema de salud pública en Estados Unidos”, escribieron algunos investigadores de la administración estadounidense de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias en un estudio publicado en diciembre de 2016, justo después de que los Boinas Verdes asistieran a aquella ceremonia en Colombia. La cocaína, escribieron los autores del estudio, “quizás esté regresando”.
De ninguna manera Colombia es una anomalía si nos referimos al despliegue de las FOE de EEUU o de los resultados que de ello se desprenden. Con todas las aptitudes, destrezas tácticas, habilidades en el adiestramiento y logros en los campos de batalla, la capacidad de las fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos para conseguir éxitos decisivos y duraderos –victorias estratégicas que sirvan a los intereses nacionales de EEUU– han resultado sumamente limitadas; una realidad que ha quedado al descubierto tanto en Afganistán como en Iraq y tanto en Yemen como en Filipinas.
La culpa de esto no tiene que ver con las tropas mismas sino con un establishment político-militar que muy a menudo aparece desprovisto de una visión estratégica y no ha ganado una guerra importante desde los años cuarenta del pasado siglo. Desde entonces, las fuerzas de elite estadounidenses han sido empleadas una y otra vez. Mientras los comandantes de las FOE quizás han hecho saber sus preocupaciones en relación con el tempo de las operaciones y las presiones vividas por la fuerza, han fracasado en el cuestionamiento de temas más importantes como la raison d’être de las FOE, mientras los organismos de supervisión de Washington –sobre todo la comisiones de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representes y el Senado– han fallado sistemáticamente en aquello que fuera plantear preguntas espinosas sobre la utilidad estratégica de las fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos.
Las FOE en la guerra
“Operamos y combatimos en todos los roncones del planeta”, se jacta el general Taymond Thomas, jefe del Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos (USSOCOM o SOCOM, por sus siglas en inglés). “Sostenemos diariamente un despliegue o una fuerza en puestos de avanzada de unos 8.000 hombres en 80 o más países. Estas unidades están realizando todo tipo de misiones propias de las FOE, tanto en situaciones de combate como de otro tipo.” Sin embargo, estas cifras dan a entender solo una parte de la verdadera dimensión y alcance de las acciones globales de las FOE. El año pasado, las fuerzas más escogidas de EEUU estaban realizando diversas misiones en 138 países –aproximadamente el 70 por ciento de las naciones del planeta– según los guarismos proporcionados a TomDispatch por el Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos. Asombrosamente, a mediados de este 2017, los grupos comando estaban desplegados en 137 países, según Ken McGraw, portavoz del SOCOM .
Al Comando de Operaciones Especiales se le ha encomendado la tarea de llevar a cabo 12 misiones básicas que van desde la contrainsurgencia y la guerra no convencional hasta el rescate de rehenes y la neutralización de la proliferación de armas de destrucción masiva. Sin embargo, es posible que el contraterrorismo –la lucha contra las que el comando denomina organizaciones extremistas violentas (VEO, por sus siglas en inglés)– sea la actividad por la que las FOE de EEUU son más conocidas desde el 11-S. “La amenaza planteada por las VEO sigue siendo la más alta prioridad para el USSOCOM, tanto en la atención como en la acción”, dice Thomas.
“Las FOE son el principal esfuerzo, o el más importante trabajo de apoyo de las operaciones estadounidenses centradas en las organizaciones extremistas violentas que se realizan en Afganistán, Syria, Iraq, Yemen, Somalia, Libia, toda el África subsahariana, Filipinas, Centroamérica y América del Sur; fundamentalmente, cualquier lugar donde se encuentren al-Qaeda y el Daesh que opera en Iraq y Siria...”.
Más agentes especiales están desplegados en Oriente Medio que en cualquier otra región. Un número importante de ellos están asesorando a las fuerzas del gobierno iraquí y a los combatientes del Kurdistán iraquí como también a los del YPG (Unidad de Protección Popular) kurdo y a varias fuerzas árabes que luchan en Siria, según Linda Robinson, una importante analista de política internacional que trabaja para la RAND Corporation y pasó siete semana en Iraq, Siria y países vecinos a comienzos de este año.
Cuando no están salvando vidas en Iraq y Siria, las fuerzas de elite de Estados Unidos, a menudo están envueltas en alguna acción letal. “A las FOE de EEUU les han... endosado un nuevo papel, el de coordinar el fuego de apoyo”, escribió Robinson. “Este fuego de apoyo es incluso más significativo para las Fuerzas Democráticas Sirias, la más importante fuerza –integrada por irregulares armados muy ligeramente– en el terreno que combate al Daesh en Siria.” De hecho, un vídeo filmado a principios de este año, que fue analizado por el Washington Post, muestra a agentes especiales “en la función de observadores para los que podrían ser ataques aéreos estadounidenses realizados por bombarderos A-10” en apoyo de las Fuerzas Democráticas Sirias que combaten por la ciudad de Shadadi.
Hoy en día, en relación con el despliegue de operadores especiales, África está en segundo lugar. Esto es así debido al crecimiento exponencial de las misiones realizadas allí en los últimos años. En 2010, solo el 3 por ciento de los grupos comando de EEUU desplegados en el mundo era enviado a África. En estos momentos, ese número llega a más del 17 por ciento, según información del SOCOM. El año pasado, las FOE de Estados Unidos han sido enviadas a 32 países africanos, alrededor del 60 por ciento de los de ese continente. Tal como informé recientemente en VICE News, en cualquier momento dado, los Boinas Verdes, es decir, los grupos SEAL de la Marina de EEUU, y otras unidades especiales están hoy día realizando cerca de 100 misiones en 20 países africanos.
En mayo, por ejemplo, integrantes de los SEAL estaban trabajando en una “operación de asesoramiento y ayuda” junto con miembros del ejército de Somalia cuando fueron atacados. Kyle Milliken fue muerto y otros dos estadounidenses, todos del SEAL, resultaron heridos en un intercambio de disparos que también, según el portavoz de AFRICOM Robyn Mack, provocó la muerte de tres militantes de al-Shabaab. Asimismo, unidades de EEUU están destacadas en Libia para recoger información de inteligencia que permita realizar ataques en las mejores condiciones contra el Daesh que opera allí. Se dice que en operaciones que tuvieron lugar en África Central contra el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés, una brutal milicia que ha aterrorizado la región durante décadas y cuya actividad ha sido reducida recientemente, un grupo comando de EEUU ha matado a un integrante del LRA hace menos de dos mese, en abril.
Adiestramiento de primavera
Lo que el general Thomas llama “aumentar la capacitación de las naciones asociadas” es la columna vertebral de la actividad de su comando en el mundo. Todos los días, las tropas más escogidas de Estados Unidos realizan misiones de adiestramiento para afinar sus técnicas, las de sus aliados y las de las fuerzas que actúan por delegación en todo el planeta.
Por ejemplo, el pasado enero, los Boinas Verdes y un grupo de paracaidistas japoneses realizaron instrucción aerotransportada cerca de Chiba, Japón. En febrero, los Boinas Verdes asesoraron a reclutas del Consejo Militar Manbij, una unidad de combate compuesta por mujeres kurdas, árabes, cristianas, turcomanas y yasadíes; esto fue en el centro de entrenamiento de Sanaa, en el noroeste de Siria. En marzo, una unidad de Boinas Verdes –que se mueve con trineos– enviada a Laponia, Finlandia, trabajó con fuerzas locales para aumentar sus destrezas militares en entornos fríos. El mismo mes, agentes especiales y más de 3.000 soldados de Canadá, República Checa, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Kosovo, Lituania, Macedonia, los países Bajos, Eslovenia y el Reino Unido participaron en maniobras de adiestramiento táctico en Alemania.
En aguas de Kuwait, agentes especiales se unieron a unidades de elite de los países del Consejo de Cooperación del Golfo [Pérsico] para realizar ejercicios que simulaban una respuesta rápida al secuestro de un petrolero. En abril, tropas de las FOE viajaron a Serbia para adiestrar a una unidad local de lucha antiterrorista. En mayo, miembros de la Fuerza Conjunta de Operaciones Especiales-Iraq realizaron maniobras con la fuerza de operaciones especiales iraquí cerca de Bagdad. Ese mismo mes, 7.200 militares, entre ellos personal de la Fuerza Aérea de EEUU, integrantes de unidades de operaciones especiales de Italia, miembros de la Fuerza de Tareas Especiales de Jordania –el país anfitrión– y soldados de más de una docena de países, participaron en el ejercicio Eager Lion; el ejercicio comprendía desde el asalto a barracones con prisioneros hasta tareas de ciber-defensa. Por otra parte, un grupo SEAL trabajó en el adiestramiento de submarinistas junto con fuerzas de operaciones especiales griegas en la bahía de Souda, mientras otros se encontraron con tropas de la OTAN en Alemania como parte del ejercicio Saber Junction 17 para adiestramiento en operaciones terrestres, entre ellas el simulacro de una “misión detrás de las líneas del enemigo” en un pueblo europeo simulado”.
#Ganar
“En las últimas tres décadas, hemos estado en la vanguardia de las operaciones de la seguridad nacional, incluso el combate sin cesar en las últimos 15 años y medio”, le dijo Thomas –del SOCOM– el mes pasado a la subcomisión de Servicios Armados sobre Amenazas Emergentes y Capacidades de la Cámara de Representantes. “Este histórico periodo ha sido la base sobre la que se asientan algunos de nuestros mayores éxitos, pero también la fuente de nuestro mayor desafío: la preparación sostenida de esta magnífica fuerza.” Aun así, las FOE, con toda su magnificencia y todos sus éxitos, con todas las ceremonias de celebración a las que han asistido, las guerras, las intervenciones y otras acciones en las que han servido como la punta de la lanza estadounidense han sufrido muchas derrotas, y han tenido numerosos traspiés y fracasos.
Después de sus primeros éxitos en Afganistán en la estela de los ataques del 11-S, la fuerza de elite se convirtió en víctima del fracaso de Washington para declararse victoriosa y regresar a casa. Como resultado de ello, durante los últimos 15 años, los grupos comando de Estados Unidos han estado asaltando casas, recurriendo a ataques aéreos, adiestrando fuerzas locales y guerreando implacablemente contra una lista cada vez más larga de grupos terroristas en ese país. Con todos los esfuerzos tanto de las FOE como de las fuerzas armadas convencionales hermanas y los aliados locales afganos, la guerra está ahora, según el comandante en jefe de Estados Unidos en Oriente Medio, en un “punto muerto”. Esta es una forma cortés de decir lo que descubrió un informe para el Congreso redactado hace poco tiempo por el Inspector Especial para la Reconstrucción de Afganistán: las zonas que no responden a la autoridad central o están “controladas o influidas por los insurgentes” han subido de un notable 28 por ciento en 2015 a el 40 por ciento.
La guerra en Afganistán empezó con las acciones destinadas a capturar o matar a Osama bin Laden. Habiendo fracasado en esta misión tras el 11-S, las fuerzas de elite de Estados Unidos continuaron dando patinazos hasta que en la década siguiente bin Laden se encontró con su destino. Finalmente, en 2011, un comando SEAL de la marina lo acorraló en una casa en Pakistán en la que vivía desde hacía tiempo y acabó con él. Desde entonces, los agentes especiales que participaron en la operación y los personajes de poder de Washington (por no hablar de Hollywood) no han cesado de vender este único éxito táctico.
En una entrevista de Squire, Robert O’Nell, el SEAL que metió dos balas en la cabeza de bin Laden, confesó que él se unió a esa unidad de elite debido a una frustración que había vivido cuando era adolescente, un despecho amoroso. “Es por esa razón que al Qaeda fue diezmada”, bromeó; “porque ella me rompió el maldito corazón”. Pero al Qaeda no fue diezmada; todo lo contrario, según Ali Soufan, ex agente especial del FBI y autor de Anatomy of Terror: From the Death of Bin Laden to the Rise of the Islamic State (Anatomía del terror: de la muerte de bin Laden al surgimiento del Estado Islámico). Como él observó hace poco tiempo, “Mientras que, el 11-S, al Qaeda tenía apenas algunos centenares de integrantes, la mayor parte de ellos con base en un solo país, en este momento disfruta de muchos refugios seguros en todo el mundo”. De hecho, señala Soufan, desde la muerte de bin Laden los grupos terroristas se han hecho más fuertes.
Año tras año, las FOE de Estados Unidos se han enfrentado con nuevas oleadas de combatientes en varios continentes, entre ellas organizaciones terroristas que no existían el 11-S. Según se dice, todos los militares estadounidenses muertos en Afganistán en 2017 murieron combatiendo contra alguna franquicia del Daesh que empezaron a operar allí hace apenas dos años.
Otro ejemplo: la invasión de Iraq por parte de Estados Unidos propició el meteórico crecimiento de un grupo afiliado a al Qaeda, lo que a su vez hizo que el hermético Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, por sus siglas en inglés) de las fuerzas armadas –lo más escogido de las fuerzas de elite de EEUU– creara una verdadera maquinaria para la búsqueda y captura de hombres diseñada para matar a su jefe Abu Musab al-Zarqawi y acabar con su organización. Como pasó con bin Laden, finalmente los agentes especiales dieron con él y lo eliminaron; en el proceso, castigaron duramente a su organización, aunque nunca acabaron con ella. Atrás quedaron unos cuantos elementos endurecidos en la lucha que más tarde crearon el Daesh e hicieron lo que al Qaeda jamás pudo hacer: apoderarse de vastas franjas de territorio en dos países y mantenerlas en su poder. Mientras tanto la rama siria de al Qaeda creció hasta convertirse en una fuerza autónoma de más de 20.000 hombres.
En Yemen, después de más de 10 años de involucramiento de bajo perfil de las FOE, el país se tambaleó al borde del colapso en medio de una guerra llevada adelante –con el respaldo de Estados Unidos­– por Arabia Saudí. Las continuas misiones de las FOE realizadas en ese país –intensificadas recientemente– aparentemente no han hecho nada que modificara la situación. Del mismo modo, en Somalia –en el Cuerno de África– las fuerzas de elite estadounidenses continúan complicadas en una guerra interminable contra diversos combatientes.
En 2011, el presidente Obama puso en marcha la operación Observant Compass (observador de la brújula) despachando algunas FOE para ayudar a unas unidades que combatían por delegación en la República Centroafricana en una acción para capturar o matar a Joseph Kony y aniquilar su criminal Ejército de Resistencia del Señor (LRA), que por entonces contaba con entre 150 y 300 hombres armados. Después de buena parte de una década y 800 millones de dólares, 150 integrantes del grupo comando estadounidense fueron retirados esta primavera (la del hemisferio Norte), y sus oficiales asistieron a una ceremonia para recordar el final de la misión. Sin embargo, Kony nunca fue capturado ni asesinado y en este momento se estima que el LRA cuenta con entre 150 y 250 combatientes, prácticamente la misma cantidad que tenía cuando se inició la operación.
Esta sucesión de futilidades se repite también en Asia. “Las Fuerzas Especiales de EEUU han estado proporcionando apoyo y ayuda en la parte sur del archipiélago de Filipinas durante muchos años, atendiendo al pedido de diferentes administraciones filipinas”, declaró a principios de junio Emma Nagy, portavoz de la embajada de Estados Unidos en Manila. Ciertamente, durante más de una década las acciones esfuerzo de las FOE en ese país han sido saludadas como un éxito importante. La operación Freedom Enduring (libertad duradera) en Filipinas, escribió Linda Robinson, analista de RAND, a principios del año pasado en el periódico del Pentágono Prism, “tenía como objetivo posibilitar que las fuerzas de seguridad filipinas combatieran contra los grupos terroristas internacionales en la conflictiva región de Mindanao”.
En 2016, un informe de RAND realizado en coautoría por Robinson concluía así: “... las actividades de la FOE de EEUU preemitieron que el gobierno filipino redujera sustancialmente la amenaza del terrorismo transnacional en el sur de Filipinas”. Sin embargo, el pasado mayo, combatientes del Daesh invadieron la ciudad de Marawi, un importante centro urbano de Mindanao. Mantuvieron en su poder partes de la ciudad durante semanas a pesar de un decidido contraataque de soldados filipinos apoyados por las FOE estadounidenses. En estas acciones, amplias zonas de la ciudad fueron reducidas a escombros.
En el límite de sus fuerzas
El general Tomas, de las fuerzas de elite de Estados Unidos, le dijo el mes pasado a los congresistas que “... están absolutamente comprometidas con la victoria, tanto en las luchas actuales como en las futuras”. Aunque, en realidad, de guerra en guerra y de intervención en intervención, desde la ceremonia de la Brigada Anti-Droga en Florencia, Colombia, hasta el final de la caza de Kony en Obo, República Centroafricana, hay muy poca evidencia que incluso acciones duraderas realizadas por las FOE acaben en victorias estratégicas o mejoras en los resultados de la seguridad nacional. Aun así, a pesar de esas realidades de las ‘botas sobre el terreno’, las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales y sus misiones no hacen otra cosa que crecer.
“Estamos... agradecidos por el apoyo del Congreso por la necesaria provisión de recursos que, a su vez, ha resultado en un SOCOM relevante ante todas las amenazas actuales y futuras que enfrenta la nación”, le dijo Thomas en mayo a la comisión Servicios Armados del Senado. Ciertamente, la provisión de recursos ha estado siempre disponible. El presupuesto anual del SOCOM ha saltado de los 3.000 millones de 2001 a más de 10.000 millones en este momento. Sin embargo, la supervisión ha fallado seriamente. Ningún miembro de las comisiones de Servicios Armados de la Cámara de Representantes o del Senado ha preguntado por qué, después de más de 15 años de guerra, la victoria en “las luchas actuales” ha resultado tan esquiva. Ninguna de ellos ha sugerido que ese “apoyo” del Congreso deba se reconsiderado teniendo en cuenta los contratiempos habidos tanto en Afganistán como en Iraq, tanto en Colombia como en la República Centroafricana, tanto en Yemen como en el sur de Filipinas.
Según se informó, en los últimos y decaídos días de la administración George W. Bush, las FOE estaban desplegadas en 60 países de todo el mundo. En 2011, con el presidente Barack Obama, ese número se infló hasta llegar a los 120. Durante el primer años y medio de la administración Trump, los grupos comando estadounidenses ya están en 137 países, con soldados de elite enredados en conflictos que van desde África hasta Asia. “Muchas de las unidades de FOE se emplean en el límite de su capacidad”, les dijo Thomas a los miembros de la comisión de Servicios Armados de la Cámara de Representantes el pasado mayo. De hecho, durante cierto tiempo, algunos integrantes de esas fuerzas –aún en el servicio activo o ya retirados– han estado haciendo sonar la alarma sobre el nivel de tensión que viven las FOE.
Sin embargo, ese nivel de despliegue de las fuerzas y la falta de resultados estratégicamente significativos no han hecho que Washington se formule preguntas fundamentales sobre la forma en que Estados Unidos emplea a sus fuerzas de elite, mucho menos aún sobre la raison d’être del SOCOM. “La nuestra es una fuerza de grupos comando en guerra y continuaremos siéndolo en el futuro inmediato”, explicó Thomas, del SOCOM, la comisión de Servicios Armados del Senado. Ninguno de sus miembros preguntó para qué ni con qué finalidad.
* El original en inglés de esta nota fue publicado el pasado 25 de junio. (N. del T.)
** En castellano en el original. (N. del T.)
Nick Turse es director de edición de TomDispatch e integrante del Nation Institute; también colabora con Intercept. A su libro Tomorrow's Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa se le concedió el American Book Award de 2016. Su libro más reciente es Next Time They’ll Come to Count the Dead: War and Survival in South Sudan. Su sitio web es NickTurse.com.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176300/tomgram%3A_nick_turse%2C_the_commandos_of_everywhere/#more
Traducción para Rebelión de Riba Carlos García.
www.rebelion.org 

miércoles, 5 de julio de 2017

“Los saudíes creen que pueden silenciar la democracia”

 

Dirigió Al Jazeera durante los años de su mayor expansión. Describió la 'primavera árabe' como un "momento histórico". Hoy, critica duramente el bloqueo a Qatar

 David Alandete
Khanfar el lunes en Madrid. EL PAÍS
Khanfar el lunes en Madrid.Muchas primaveras han pasado desde aquellos meses de 2011 en que Wadah Khanfar (Jenin, Palestina, 1969) decidió que la cadena de televisión que dirigía, Al Jazeera, daría prioridad a unas protestas juveniles en Túnez, Egipto y Libia que se parecían mucho unas a otras. Este joven nacido en un pueblo sin tierra se dio cuenta pronto de que nada había hecho más daño a los árabes que las profundas divisiones cultivadas por poderes foráneos y élites locales desde el siglo XIX. “Estamos ante un momento histórico”, llegó a proclamar en un memorable discurso, tras defender que el mundo árabe vivía su primavera democrática, tras la glaciación del autoritarismo. Paralelamente a la revolución que vivía el mundo árabe, Khanfar expandió Al Jazeera con ambición, haciendo de la cadena catarí un gigante que emite, entre otras lenguas, en árabe e inglés, y tiene 80 delegaciones en todo el mundo. Dimitió en la cima de su éxito y hoy se dedica a defender la democracia en el mundo árabe a través de instituciones como el Common Action Forum, que preside y le ha traído a Madrid justo en las últimas horas del ultimátum dado por Arabia Saudí y sus aliados para que Qatar se doblegue y cierre permanentemente la voz de Al Jazeera.
Pregunta. Vence el ultimátum que dieron Arabia Saudí y sus aliados para que Qatar cierre Al Jazeera. ¿Qué hace a esta cadena de televisión tan amenazante para Riad? 
Respuesta. Que Al Jazeera defiende la democracia y la libertad. Eso es muy peligroso en una zona que todavía teme los efectos de la primavera árabe. Para destruirla después de las contrarrevoluciones en Egipto, Libia y Yemen y de una guerra civil en Siria, pretenden erradicar a Al Jazeera porque ha estado en la vanguardia de la defensa de la libertad de expresión. 
P. ¿Admite que Al Jazeera fue instrumental para que la primavera árabe se extendiese? 
R. Claro que fue esencial tener libertad de expresión a través de medios de comunicación independientes. Pero no puedo afirmar que Al Jazeera estuviese detrás de la primavera árabe. Sí diría que fue importante para el estado de ánimo de los jóvenes que salieron a la calle a exigir sus derechos. 
P. ¿Cuál fue la razón que le llevó a expandir Al Jazeera por todo el mundo árabe? 
R. En los últimos 100 años el mundo árabe ha sido desmembrado en pequeñas partes a las que llamamos Estados. Pero sigue habiendo unos conocimientos, un idioma y un ADN común. Al Jazeera creó una conexión conceptual entre los árabes por encima de sus Estados.
P. ¿Sigue pensando que la primavera árabe fue un momento histórico?
R.Sí, porque la batalla por la libertad y la democracia en el mundo árabe todavía no ha terminado. Hay conflictos violentos en Siria, Yemen, Libia o Egipto, pero las fuerzas contrarrevolucionarias no están ofreciendo buenas alternativas. Puede que consigan gobernar en Egipto, Yemen o Libia durante unos años, pero fracasarán porque no prometen libertad, democracia o desarrollo económico.
P. El bloqueo a Qatar, ¿forma parte de esa misma operación?
R. Claro. Piensan que cerrando Al Jazeera pueden acallar la democracia, pero se equivocan. Ese debate ya trasciende a Al Jazeera. La gente joven se comunica a través de las redes sociales, que también intentan cerrar. Tuitear hoy en Emiratos Árabes o Arabia Saudí algo que incomode al poder te puede llevar a la cárcel 10 años.
P. ¿No ve ninguna opción de que el bloqueo tenga éxito?
R. No, porque han calculado mal el equilibrio de poder en la región. Durante los primeros días los saudíes pensaron que podrían hacer que Qatar se doblegara. Olvidaron que Turquía e Irán son potencias importantes en la región que nunca permitirán esas reconfiguraciones de poder.
P. Como director de Al Jazeera , ¿por qué decidió expandirse para crear una cadena global con una filial en inglés en EE UU?
R. Pensábamos que la narrativa del sur no se presenta muy bien en el norte, especialmente en EE UU y Europa. La mayoría de cadenas internacionales, como CNN o BBC, están en el norte. Al Jazeera es una gran cadena internacional con sede en el sur.
P. Usted nació en Palestina. ¿Fue difícil abrir una corresponsalía en Israel?
R. Como periodista, no me podía permitir ser sentimental. No podíamos dar la versión palestina o la versión árabe e ignorar la versión israelí o estadounidense, porque el nuestro es un deber periodístico. Das los datos y permites que tu público los juzgue. Una cadena de televisión no es un partido político.
P. ¿Informó usted con libertad sobre Qatar, dado que el Gobierno es dueño de la cadena?
R. Informamos de muchas noticias en Qatar que no les gustaron a los cataríes, como las bases estadounidense o el trato a los trabajadores inmigrantes. El Gobierno fue muy crítico en público con Al Jazeera. Nuestra relación con ellos era difícil. Y es cierto que el dinero público de Qatar permite operar a Al Jazeera, pero si esta no fuese más que una herramienta política, habría acabado como Abu Dhabi TV o Al Arabiya y otras cadenas de televisión en el mundo árabe que no se han hecho famosas. Al Jazeera se ha hecho famosa por su independencia.
P. Estuve en Egipto en el golpe de Estado de 2013 y nunca vi una persecución similar a la que sufren los periodistas de Al Jazeera. ¿Tiene un riesgo añadido trabajar allí?
R. Nunca hemos sido cómodos para los centros de poder. La mayoría de los países árabes, los estadounidenses, los británicos y los rusos nos han tratado con dureza. Y es porque tenemos una misión: ofrecer una visión independiente y equilibrada del mundo. Si pagamos un precio por ello, será un precio que merezca la pena.
P. ¿Cómo saldrá el mundo árabe de este conflicto?
R. El mundo árabe está hoy lleno de cárceles. Nunca ha habido tantos activistas, especialmente jóvenes, encarcelados. Están intentando encarcelar a una generación impidiéndola avanzar hacia el futuro. Eso significa, en mi opinión, que va a haber otra revolución, pero esa revolución, esta vez, va a ser mucho peor que la primera. No va a ser tan pacífica ni tan pausada. Va a ser extremadamente violenta porque la cantidad de presión que se ejerce sobre los jóvenes en el mundo árabe es insoportable.
P. El mundo occidental, ¿ha estado a la altura?
R. La palabra democracia ha desaparecido del léxico de los políticos europeos y estadounidenses como si fuese algo sucio para el mundo árabe. Todos se han apresurado a apoyar lo que consideran que es estabilidad. Y estabilidad en el mundo árabe significa cárceles, opresión y prohibición de opinar. Eso va a llevar al caos. Las voces democráticas en todo el mundo tienen una responsabilidad. Si apoyan a la tiranía en el mundo árabe, la generación joven, que no va a soportar esto por más tiempo, los va a castigar.

Artículos escritos por Wadah Khanfar