Los gobiernos islamistas deben cumplir en el ámbito socioeconómico y construir al mismo tiempo instituciones democráticas.
Volker Perthes | 8/5/2013
BERLÍN – El estallido de las revueltas árabes entre finales de 2010 y principios de 2011 puso las relaciones de poder entre los países de Medio Oriente en un cambio constante, y así han surgido ganadores y perdedores. Sin embargo, dado que las fortalezas y debilidades de gran parte de los actores son excesivamente contingentes, el equilibrio regional de poder sigue siendo muy variable.
De acuerdo al equilibrio actual, Egipto seguirá siendo uno de los actores más influyentes de la región y el éxito o fracaso de su transición política y económica afectará la forma cómo evolucionen otros países árabes. Pero Egipto tiene la carga de sus problemas internos, incluida una economía que se desploma y una situación de seguridad en la que los militares tienen que realizar funciones propias de la policía.
La expansión del poder suave de Egipto dependerá de la habilidad de su primer gobierno elegido democráticamente, encabezado por el presidente, Mohamed Morsi, para tomar decisiones difíciles y construir consenso interno. El éxito para establecer una gobernanza efectiva marcará la pauta para que muchos vecinos de Egipto traten de imitarlo, al menos, en parte.
En este sentido, Turquía es un buen ejemplo. El poder de Turquía reside principalmente en una economía dinámica. Su impresionante fuerza militar es de uso limitado como instrumento de poder, y su influencia política se ha sobreestimado, en particular en Siria. Un acercamiento con Israel y, más importante, una paz duradera con la población kurda, impulsaría la influencia regional turca.
Israel también gana en términos generales, pese al cambiante entorno estratégico y su prácticamente ausencia de poder suave en la región. La inminente caída del enemigo más confiable de Israel, el presidente sirio Bashar al-Assad, afecta a Israel casi en la misma medida que la pérdida de su aliado, el ex presidente egipcio Hosni Mubarak. No obstante, puesto que la economía y la capacidad disuasoria de Israel son más fuertes que nunca, ningún actor regional significa una amenaza real a la seguridad israelí en el corto plazo.
Mientras tanto, los esfuerzos activos que ha realizado Qatar durante las últimas dos décadas para ampliar su influencia han dado resultado y el país ha desarrollado un considerable poder de atracción. Desde 2011, Qatar ha aumentado su participación en los asuntos de sus vecinos: apoyó la revolución en Libia, al gobierno en Egipto y a la oposición en Siria.
Pero tal vez Qatar se esté sobrepasando. Tiene dinero, pero ningún otro poder duro y ha recibido críticas por su interferencia en Siria y su apoyo a la Hermandad Musulmana. Si Qatar no usa sus recursos con prudencia, podría perder la legitimidad que necesita para sustentar sus patrocinios.
Al mismo tiempo, la guerra civil en Siria resalta la pérdida de la influencia considerable que ese país tuviera alguna vez en la región. Ahora, Siria se ha convertido en objeto de una lucha geopolítica entre otros actores regionales. Sin embargo, los esfuerzos de los Estados del Golfo para armar a la oposición siria son insuficientes para inclinar la balanza del conflicto, sobre todo debido a las armas pesadas que el régimen de Assad tiene a su disposición. Además, la oposición no ha logrado hacer suyas la reputación y la influencia que Assad ha perdido.
De hecho, independientemente del equilibrio de poder entre el régimen y sus oponentes, es poco probable que Siria restablezca un gobierno fuerte y centralizado en mucho tiempo, si es que lo llega a restablecer. En el mejor de los casos, después del conflicto actual, Siria se convertirá en un Estado descentralizado o federal; en el peor, sufrirá la suerte de Somalia. En cualquiera de esos escenarios, Siria está claramente en el bando perdedor.
Irak pudo haber sido un ganador si hubiera logrado convertir la recuperación de su industria petrolera y el retiro de las tropas estadounidenses en estabilidad política e influencia regional. No obstante, con el gobierno del primer ministro, Nouri al-Maliki, que muchos consideran como otro régimen autoritario y sectario, Irak no ha podido obtener ningún poder suave.
Además, las probabilidades de que el Kurdistán irakí obtenga una independencia de facto o de jure son mayores que nunca. Es probable que los kurdos irakíes amplíen incluso su influencia a la zona poblada por kurdos del norte de Siria, con lo que tendría una mayor influencia como actor regional que el gobierno irakí de Bagdad.
Su vecino, Irán, es el sobreviviente por antonomasia. Ha afrontado las sanciones cada vez más duras de la comunidad internacional y ha logrado mantener su programa nuclear. Al mismo tiempo, sigue participando en el proceso diplomático con el P5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania). Irán ha fortalecido su influencia en Irak y ha contribuido a conservar en el poder al régimen de Assad, un aliado clave, durante mucho más tiempo de lo que se esperaba.
No obstante, la polarización política en la región podría debilitar la posición de Irán. En vista de que los conflictos regionales se diseñan cada vez más según las líneas chiitas-sunitas, se vuelve más difícil para el Irán chiita influir sobre los países con mayoría sunita. Además, el apoyo de Irán al régimen brutal de Siria está dañando el considerable poder suave que tenía en otros países árabes.
Arabia Saudita también podría contarse entre los sobrevivientes, puesto que se ha enfrentado a una profunda inseguridad estratégica derivada de los esfuerzos de Irán para debilitar su posición, al descontento social en Bahrein, su aliado y vecino, y a la llegada al poder de la Hermandad Musulmana en Egipto. Los líderes sauditas también se han vuelto cada vez más desconfiados con respecto a sus aliados estadounidenses, de quienes depende la seguridad del país.
Al mismo tiempo, el liderazgo saudita se enfrenta a desafíos internos considerables, incluidos enormes desigualdades económicas, servicios inadecuados, una frustración creciente por la falta de libertad política y un difícil proceso de sucesión en el seno de la familia real. No obstante, aunque el poder suave de Arabia Saudita está disminuyendo, su enorme riqueza petrolera garantizará que siga siendo uno de los actores con mayor peso en la región.
Los actores no estatales también desempeñan un papel crucial en el equilibrio de poder de Medio Oriente. Las minorías religiosas se han vuelto más inseguras. Los kurdos, que solían estar oprimidos, están ganando espacios. Entre los principales grupos políticos transnacionales, la Hermandad Musulmana ha sido la mayor ganadora
Sin embargo, el éxito conlleva nuevos desafíos. Los gobiernos islamistas deben cumplir en el ámbito socioeconómico y construir al mismo tiempo instituciones democráticas. (Irónicamente, solo podrán declarar que han tenido éxito en la construcción de un mejor Estado cuando acepten su primera derrota electoral.) En efecto, el reto al que se enfrentan todos los ganadores actuales de la región es convertir los logros de hoy en un poder creíble a largo plazo.
Copyright: Project Syndicate, 2013.www.project-syndicate.org
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