OPEMAM Analysis
www.opemam.org
Amaia Goenaga
Fecha de publicación: 19 de junio de 2013
Observatorio Político y Electoral del Mundo Árabe y Musulmán
Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos
Universidad Autónoma de Madrid
www.opemam.org
Amaia Goenaga
Fecha de publicación: 19 de junio de 2013
Observatorio Político y Electoral del Mundo Árabe y Musulmán
Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos
Universidad Autónoma de Madrid
El pasado 25 de mayo, el Secretario General de Hezbolá, Hassan Nashrala,
reconocía públicamente la participación de Hezbolá en la batalla de Qusair,
localidad siria de gran valor estratégico, y situada muy cerca de la frontera con
Líbano. En cuestión de horas el Ejercito Libre Sirio (ELS) respondía advirtiendo de
que si el Partido de Dios no retiraba a sus hombres de Siria llevaría la guerra a
territorio libanés.
Ante la alarma desatada por este episodio, una valoración correcta de la
situación exige ciertas aclaraciones. Primero, la implicación de Hezbolá en la
guerra siria no se produce a raíz de la batalla de Qusair, es muy anterior. Ya el
año pasado se confirmaron varias bajas de miembros de la organización en
territorio sirio. Segundo, Hezbolá no es el único actor libanés implicado en el
conflicto sirio. Ha quedado más que demostrado que la organización Futuro,
liderada por la familia Hariri (suní), y varios grupos islamistas (suníes) y salafistas
están colaborando con los rebeldes sirios a través del envío de armas,
financiación, apoyo logístico, y también con el envío de hombres, desde que la
oposición comenzó a plantar cara al régimen militarmente. La diferencia está en
que los actores libaneses que colaboran con los rebeldes conforman una nebulosa
informe y poco coordinada, mientras que Hezbolá actúa como un actor único, muy
bien organizado y con capacidades militares muy superiores a la de los primeros.
Aunque estos grupos suníes están armándose desde hace varios años con la
ayuda de países como Qatar y Arabia saudí. Tercero, como consecuencia de lo
anterior, regiones como Hermel, el norte de Akkar o ciudades como Ersal o Trípoli,
están implicadas en el conflicto de una forma u otra desde hace mucho tiempo. La
implicación de estos sectores sunníes en la crisis siria ha tenido mucho que ver
con su animadversión hacia el régimen de Assad por motivos históricos que no
podemos explicar aquí. Sin embargo, tan o más determínate ha sido el
enfrentamiento que mantienen con Hezbolá desde hace años, y que tiene más
que ver con dinámicas políticas internas que con ninguna otra consideración. En el
caso de Hezbolá, es de sobra conocida la importancia que ha tenido
históricamente el régimen sirio en la estrategia regional y nacional de la
organización chií.
Con todo, no hay duda de que lo ocurrido en Qusair ha supuesto un salto
cualitativo. Hezbolá ha pasado de dar apoyo puntual y clandestino al régimen, a
convertirse en un actor determinante, no sólo en la mencionada batalla,
probablemente también en la guerra. Así lo indica el citado discurso de Nashrala.
Hasta fechas muy recientes, el apoyo de Hezbolá a Assad se sustentaba en el
discurso anti-imperialista. La organización argumentaba que el levantamiento en
Siria era una conspiración occidental/sionista para eliminar a Assad, y que estaba
en la obligación de apoyar al régimen por la ayuda que éste siempre le había
proporcionado en su lucha contra Israel. Sin embargo, en su última aparición
pública Nashrala añadió que Hezbolá tiene la obligación moral de enfrentarse a los
takfiristas en Siria pues quieren acabar con Hezbolá y la chía, tanto en Siria como
en Líbano. Ese giro sectario en el discurso hace pensar que la implicación de
Hezbolá en la guerra no es coyuntural. Con esto Hezbolá trata probablemente de
justificar las numerosas bajas que la organización sufrirá entre sus filas y también
entre sus simpatizantes, habitantes chiíes de las zonas fronterizas que van a
padecer con creciente virulencia las consecuencias de esta decisión. El argumento
de la amenaza sectaria, es mucho más efectivo a la hora de despertar la
solidaridad del grupo y de movilizar a la gente en una sociedad como la libanesa.
Tristemente, esto no hace más que confirmar la irreversibilidad de la deriva
sectaria que ha tomado el conflicto. Por otro lado, Nashrala instó a los enemigos
de la organización a plantarle cara en territorio sirio y prometió a sus seguidores
la victoria final. Finalmente apuntaremos que, a falta de confirmación oficial,
comienzan a aparecer ya testimonios sobre el avance de Hezbolá hacia Homs.
Parece pues que están Siria para quedarse.
Ante esto ¿Dónde queda el Líbano? En los días posteriores a las
declaraciones de Nashrala la intensidad de los bombardeos sobre zonas
fronterizas del Líbano aumentó y los episodios de violencia y altercados de todo
tipo se extendieron por los puntos calientes del país. A todo ello hay que añadir
que el Líbano lleva dos meses sin gobierno y que las elecciones legislativas,
previstas para este mes de junio, han sido aplazadas hasta el año que viene. Por
tanto, las instituciones no tienen capacidad para tomar decisiones drásticas -si es
que alguna vez la han tenido- en caso de un desbordamiento de la violencia. Ante
esta perspectiva muchos han considerado que la extensión generalizada del
conflicto al Líbano será inminente.
Sin embargo, no parece que este sea el escenario más factible a corto
plazo. En primer lugar, la población cristiana (30/35% de la población libanesa) se
está manteniendo al margen. En líneas generales los cristianos consideran el
conflicto sirio y la creciente tensión suní-chií en Líbano como algo preocupante,
incluso alarmante, pero ajeno. Algo que también inquieta a estos sectores, y
mucho, es el incremento de la población siria (trabajadores + refugiados). Un
grupo de población, mayoritariamente suní, que ronda ya el millón personas, en
un país con unos cuatro millones de habitantes, y cuyo sistema político tiene una
estructura confesional que convierte el equilibrio demográfico un tema clave. Pero
como digo, por ahora, la población cristiana y sus líderes hacen lo posible por
mantenerse al margen. En segundo lugar, en lo referente a una guerra total entre
suníes y chiíes, hoy por hoy, y a pesar de la evidente radicalización de
importantes sectores de la población suní, este grupo confesional sigue siendo, en
términos generales moderado y difícil de movilizar militarmente, por motivos
sociológicos e históricos que tampoco podemos analizar aquí. Finalmente, Qusair
ha vuelto a poner de manifiesto el extraordinario potencial militar de Hezbolá, y
es poco probable que las facciones suníes radicales busquen un enfrentamiento
directo con la organización chií en territorio libanés. Es más, tampoco los rebeldes
sirios, que han sufrido un serio revés con la pérdida de Qusair, y divididos como
están, tienen capacidad real para llevar la guerra al Líbano a pesar de las
amenazas.
Así las cosas, no es probable que el Líbano se vea sumido en una guerra
total por ahora, aunque probablemente asistiremos a un agravamiento de la
situación actual. Es decir, ciertas zonas del país, las zonas fronterizas, serán
completamente integradas en la lógica del conflicto. No por casualidad son
regiones que siempre han vivido mirando más hacia Damasco o Homs, que hacia
Beirut. En las zonas mixtas, alejadas del conflicto, es probable que los estallidos
de violencia sean más recurrentes y virulentos, pero más o menos controlados, y
hay zonas que seguirán viviendo completamente al margen de todo. No obstante,
debemos admitir que con la multitud de variables que encontramos en la compleja
ecuación de este conflicto, y las que podrían aparecer dadas las circunstancias, no
nos vemos capaces de hacer previsiones a medio y largo plazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario