El Máshreq, Levante, el Creciente Fértil, Oriente Próximo. Zona de tierras en disputa, vecinos en armas, tensa calma y grandes conflictos. Aquí las cosas siempre cambian, para, hasta que se demuestre lo contrario, seguir siendo lo que son.
Por: David Alandete | 15 de diciembre de 2013
Jerusalén ha quedado paralizada durante tres días enteros. Los accesos por carretera quedaron cortados. Cuatro personas fallecieron. En todo Israel unas 60.000 viviendas quedaron sin electricidad. En las calles ahora se ven árboles caídos y coches sepultados por la nevada. El Ejército se desplegó para asistir a los civiles en situación de necesidad que necesitaran ayuda. El primer ministro Benjamín Netanyahu ordenó a la compañía nacional de trenes que operara las líneas entre Tel Aviv y Jerusalén de forma gratuita, saltándose la prohibición religiosa de funcionar en el día sagrado del sabbat. Los medios israelíes, en su estilo típico, se preguntan hoy de forma angustiada si viven en el tercer o el primer mundo, por la falta de preparación y reacción del gobierno y, sobre todo, del ayuntamiento de Jerusalén.
La nieve se cebó también con Cisjordania. Y los colonos que viven allí tienen quejas. En el diario online Walla muchos dicen que han quedado sin electricidad y con las cañerías congeladas, y hablan de “ansiedad e histeria” ante la falta de ayuda por parte del ejército. A pesar de que el propio gobierno no ha podido atender a los ciudadanos que viven en su territorio soberano, los colonos exigen que les atienda como una prioridad más, sin tener en cuenta el hecho de que viven en una zona ocupada militarmente. Uno de ellos dice, sin mostrar oprobio: “Es una situación surreal. ¿Qué pasará cuando aquí haya una guerra?”. Exacto, no "si hay una guerra", sino "cuando".
En Gaza lo peor fueron las inundaciones. Y por supuesto, la falta de gas o electricidad para emplear en las estufas o calentadores. Muchas familias se vieron obligadas a abandonar sus casas en pequeños botes como el de la foto. Ha habido 40.000 evacuados. De forma excepcional, la ONU le pidió al ejército de Israel que permitiera el paso de bombonas de gas y otro material a través de uno de los pasos fronterizos. La Franja ha recibido además su primer suministro de gasolina en 45 días, pagado por Catar.
En El Cairo no se veía una nevada desde tiempos inmemoriales. Los muchos admiradores del general Abdel Fatá al Sisi, hombre fuerte del régimen y artífice del golpe de Estado de julio, que ahora estudia si presentarse a las elecciones presidenciales, le atribuyen el milagro. No hay nada que se le escape, ni siquiera llevar la nieve al mismísimo desierto. En pleno temporal, por cierto, se ha establecido la fecha del referendum constitucional prometido tras el golpe. Será el 14 de enero.
Damasco ha visto también nieve, algo que añade la dureza de las condiciones meteorológicas a los más de 1.000 días de guerra. Hay quienes se han aventurado a las calles de la capital siria para jugar con la nieve acumulada, algo excepcional en una ciudad que vive con la guerra llamando a la puerta y donde para muchos aventurarse a la calle es, muchas veces, un riesgo.
Y los que más han sufrido la mordida de la tormenta son los dos millones de refugiados sirios que han abandonado su país. Lluvia y fuertes vientos en el campo de Zaatari, en Jordania, y la insidiosa nieve en el valle de la Bekaa en Líbano. Muchos viven en tiendas de campaña, que calientan como pueden con pequeñas estufillas. No es raro que estas, en un descuido, hagan arder la lona. Ha sucedido, y familias enteras han fallecido. Son ya tres inviernos fuera de su país. Antes había esperanzas. Hoy sólo hay amargura, frustración... y frío.
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