NOAM CHOMSKY
El 24 de noviembre se anunció un acuerdo provisional sobre la política nuclear de Irán, que fija un plazo de seis meses para realizar negociaciones sustantivas. Michael Gordon, reportero de The New York Times, escribió: Fue la primera vez en casi una década, según funcionarios estadunidenses, en que se logra un acuerdo internacional para detener gran parte del programa nuclear iraní y revertir algunos de sus elementos.
Estados
Unidos no tardó en imponer severos castigos a una empresa suiza que
había violado las sanciones por él impuestas. El
momento del anuncio parecía llevar en parte la intención de enviar
una señal de que el gobierno de Barack Obama aún considera que Irán
está sujeto a aislamiento económico,
explicó Rick Gladstone en The
Times.
El acuerdo
sin precedente contiene
significativas concesiones iraníes, aunque nada comparable por parte
de Estados Unidos, que se limitó a restringir por un tiempo su
castigo a Irán.
Es
fácil imaginar posibles concesiones de Washington. Para mencionar
sólo una: Estados Unidos es el único país que viola directamente
el Tratado de No Proliferación Nuclear (y lo que es más grave, la
Carta de Naciones Unidas) al mantener su amenaza de usar la fuerza
contra Irán. También podría insistir en que su cliente Israel se
abstenga de esa misma severa violación al derecho internacional, que
es sólo una de muchas.
En
el discurso dominante se considera natural que sólo Irán haga
concesiones. Después de todo, Estados Unidos es el Caballero Blanco
que encabeza a la comunidad internacional en sus esfuerzos por
contener a Irán –al que se considera la más grave amenaza a la
paz mundial– y obligarlo a desistir de sus agresiones, terrorismo y
otros crímenes.
Existe
una perspectiva diferente, poco oída, que aun así merecería al
menos una mención. Comienza por rechazar la afirmación
estadunidense de que el acuerdo pone fin a 10 años de falta de
voluntad iraní para atender esta supuesta amenza nuclear.
Hace
10 años Irán ofreció resolver sus diferencias con Washington en
torno al programa nuclear, junto con otros asuntos. El gobierno de
George Bush rechazó airadamente la oferta y reprimió al diplomático
suizo que la transmitió.
Luego
la Unión Europea e Irán buscaron un acuerdo según el cual Irán
suspendería el enriquecimiento de uranio y la UE ofrecería
seguridades de que Estados Unidos no atacaría. Como reportó Selig
Harrison en el Financial
Times, la
Unión, apoyada por Washington, se negó a discutir asuntos de
seguridad,
y el esfuerzo murió.
En
2010 Irán aceptó la propuesta de Turquía y Brasil de enviar su
uranio enriquecido para almacenamiento en Turquía. A cambio,
Occidente proporcionaría isótopos para los reactores iraníes de
investigación médica. Con furia, el presidente Obama acusó a
Brasil y Turquía de romper filas y se apresuró a imponer sanciones
más severas. Irritado, Brasil dio a conocer una carta de Obama en la
que éste proponía ese arreglo, presumiblemente dando por sentado
que Irán lo rechazaría. El incidente pronto desapareció de la
vista.
También
en 2010, los países miembros del TNP convocaron a una conferencia
mundial para poner en marcha una antigua iniciativa árabe destinada
a establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en la
región, que se realizaría en diciembre de 2012. Israel se negó a
asistir; Irán aceptó sin condiciones.
Después
Washington anunció la cancelación de la conferencia, reiterando las
objeciones israelíes. Los estados árabes, el Parlamento Europeo y
Rusia llamaron a una rápida reanudación de la conferencia, mientras
la Asamblea General de la ONU votó por 174-6 instar a Israel a
unirse al TNP y abrir sus instalaciones a inspección. Por el no
votaron Estados Unidos, Israel, Canadá, Islas Marshall, Micronesia y
Palau, resultado que sugiere otra posible concesión estadunidense
hoy día.
Tal
aislamiento de Estados Unidos de la arena internacional es bastante
normal, en una amplia gama de asuntos.
En
contraste, el movimiento No Alineado (la mayoría de países), en su
reunión del año pasado en Teherán, volvió a respaldar con vigor
el derecho de Irán, como firmante del TNP, a enriquecer uranio.
Estados Unidos rechaza ese argumento, asegurando que el derecho está
condicionado a recibir un certificado de limpieza emitido por
inspectores, pero tal condición no está escrita en el tratado.
Una
gran mayoría de árabes apoya el derecho de Irán a llevar adelante
su programa nuclear. Los árabes son hostiles a Irán, pero por
abrumadora mayoría consideran que Estados Unidos e Israel son las
principales amenazas que enfrentan, de lo cual Shibley Telhami volvió
a dar cuenta en su reciente revisión integral de la opinión árabe.
Los
funcionarios estadunidensesparecen
desconcertados por
la negativa iraní a renunciar al derecho de enriquecer uranio,
observa Frank Rose en The
New York Times,
y ofrece una explicación sicológica. Otras vienen a la mente si nos
salimos un poco del redil.
Sólo
se puede hablar de liderazgo estadunidense en la comunidad
internacional si ésta es definida como Estados Unidos y quien esté
dispuesto a consecuentarlo, con frecuencia mediante la intimidación,
como a veces se reconoce tácitamente.
Críticos
del nuevo acuerdo, como informan David E. Sanger y Jodi Rudoren
en The
New York Times,
advierten que intermediarios
tramposos, la urgencia china de fuentes de energía y los europeos
que buscan un retorno a los viejos tiempos, cuando Irán era una
fuente importante de comercio, verán su oportunidad de brincarse las
barreras.
En suma, si aceptan por ahora las órdenes estadunidenses es sólo
por miedo. Y de hecho China, India y muchos otros han buscado formas
propias de evadir las sanciones de Washington a Irán.
La
perspectiva alternativa pone en duda el resto de la versión
estadunidense. No pasa por alto que durante 60 años ininterrumpidos
Estados Unidos ha torturado iraníes. Ese castigo comenzó en 1953,
con un golpe orquestado por la CIA que derrocó al gobierno
parlamentario iraní e instaló al sha, un tirano que con regularidad
figuraba entre los peores registros de derechos humanos en el mundo
como aliado de Washington.
Cuando
el sha fue a su vez derrocado, en 1979, Estados Unidos volcó de
inmediato su apoyo a la criminal invasión de Irán encabezada por
Saddam Hussein, y al final se unió directamente cambiando la bandera
a barcos de Kuwait, aliado iraquí, para que pudieran romper un
bloqueo iraní. En 1988, un navío de guerra estadunidense derribó
un avión comercial iraní en espacio internacional y dio muerte a
290 personas, tras de lo cual recibió honores presidenciales al
volver a su país.
Después
que Irán fue obligado a capitular, Washington renovó su apoyo a su
amigo Saddam e incluso invitó a ingenieros nucleares iraquíes a
Estados Unidos para darles capacitación avanzada en producción de
armas. Luego el gobierno de William Clinton impuso sanciones a Irán,
que se han endurecido mucho más en años recientes.
De
hecho, en la región operan dos estados rufianes que recurren a la
agresión y al terror y violan a voluntad el derecho internacional:
Estados Unidos y su cliente Israel. Cierto, Irán ha cometido un acto
de agresión: conquistar tres islas árabes en tiempos del sha
apoyado por Washington. Pero cualquier acto terrorista que se
atribuya de manera verificable a Irán palidece en comparación con
los de los estados rufianes. Es comprensible que esos estados se
opongan con vigor a un factor de contención en la región, y
mantengan por ello una campaña para librarse de restricciones.
¿Hasta
dónde llegará el menor de los estados rufianes para eliminar ese
temido factor de contención, con el pretexto de una amenaza
a su existencia?
Algunos temen que irá muy lejos. Micah Zenko, del Consejo de
Relaciones Exteriores, advierte en la revista Foreign
Policy que
Israel podría recurrir a la guerra nuclear. El analista de política
exterior Zbigniew Brzezinski apremia a Washington a dejar en claro
que la Fuerza Aérea estadunidense detendrá a Israel si intenta usar
la bomba.
¿Cuál
de estas perspectivas en conflicto es más cercana a la realidad? La
cuestión es más que un útil ejercicio. La respuesta desencadena
significativas consecuencias mundiales.
*
El libro más reciente de Noam Chomsky es Power
Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and the New
Challenges to U.S. Empire. Interviews with David Barsamian.
Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Mass.
(c)
2013 Noam Chomsky
Distributed
by The New York Times Syndicate
Traducción:
Jorge Anaya
http://www.jornada.unam.mx/
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