sábado, 28 de junio de 2014

Egipto y Palestina en la época de Sisi

El régimen de Sisi continuará obstruyendo el movimiento nacional palestino.


Aljazeera.com 
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

 
El levantamiento egipcio fue claro respecto a su apoyo a Palestina, escribió Al-Arian [AFP / Getty Images]
En el verano de 1970, el entonces presidente egipcio Gamal Abdel Nasser declaró su apoyo a una iniciativa de Estados Unidos para resolver el conflicto árabe-israelí, que lo ubicó en desacuerdo con los refugiados palestinos residentes en El Cairo. Cuando cientos de estudiantes activistas palestinos protestaron por la aceptación por parte de Egipto del Plan de Rogers, Nasser, que fue durante mucho tiempo un defensor de los derechos palestinos, les hizo redadas en la oscuridad de la noche y los deportó a Jordania. Al llegar a Ammán, muchos de ellos estaban todavía en pijama.
Independientemente de su retórica en contrario, a lo largo de las últimas cuatro décadas, las políticas del gobierno egipcio hacia los palestinos han puesto de manifiesto una clara ruptura con su histórica reputación como un líder regional decidido a enfrentar la hegemonía israelí. De hecho, y en particular a la luz de la reciente asunción del general Abdel Fattah El de Sisi a la presidencia de Egipto, los días venideros prometen ofrecer un rejuvenecido papel obstruccionista por parte de Egipto en la lucha por la justicia para los palestinos.
A las pocas horas del golpe militar que derrocó al presidente Mohamed Morsi hace un año, Sisi reanudó el asedio total de la población palestina de Gaza. Esto incluyó el impulso más agresivo hasta la fecha en la campaña para demoler los túneles que proporcionan bienes esenciales para la supervivencia de 1,7 millones de residentes de Gaza.
No era coincidencia que Sisi, según se informes, estaba en contacto frecuente con sus homólogos israelíes en los momentos más cruciales del golpe de Estado que lleva a la ola de represión violenta sin precedentes puesta en marcha por el Estado egipcio contra sus propios ciudadanos. En los EE.UU., el lobby pro-Israel ha dedicado considerable energía a reforzar el ejército egipcio aun cuando comete abusos contra los derechos humanos y erosiona cualquier posibilidad de un gobierno representativo en Egipto. La alineación del sistema de seguridad en Egipto con los intereses estratégicos de Israel es un proceso que lleva varias décadas de puesta en marcha.
Obstruccionismo histórico
Desde el momento en el qu el expresidente de Egipto Anwar al-Sadat señaló su voluntad de llegar a un acuerdo de paz con Israel a mediados de la década de 1970, la supervivencia del régimen autoritario de Egipto se convirtió en una prioridad para Israel y su principal benefactor, los EE.UU. A cambio del flujo constante de la ayuda económica y militar de los EE.UU., Egipto realineó su política exterior en apoyo de los intereses de Estados Unidos e Israel, desde la ampliación del apoyo al régimen del sha de Irán para aislar los llamados regímenes árabes radicales en Siria y más tarde, a Irak, la política de Egipto hacia diversas facciones del movimiento nacional palestino ha oscilado entre el intento de cooptación a la destrucción pura y simple.
Para el final de la Guerra Fría, la externalización de la política exterior de Egipto parecía un pequeño precio a pagar para estar en el lado ganador de un conflicto global que había dejado una huella destructiva en el Oriente Medio. Por su parte, los dirigentes palestinos que firmaron los Acuerdos de Oslo de 1993 reconocieron que estaban atrapados en medio de un acuerdo de seguridad regional patrocinada por Estados Unidos entre Israel y Egipto.
Sería difícil argumentar que el llamado proceso de paz ha hecho algo más que crear una Autoridad Palestina flexible (PA) que funciona como subcontratista  de la ocupación.  Este funcionamiento ha permitido el crecimiento de los asentamientos ilegales israelíes en tasas históricamente sin precedentes y para el establecimiento de un régimen de apartheid en los territorios palestinos.
A pesar de que su decisión de participar en las elecciones de 2006 marcó un deseo de ser admitido en este arreglo, la victoria de Hamas en las elecciones legislativas se consideró demasiado amenazador a un status quo cuidadosamente construido. Bajo el ex presidente Hosni Mubarak, la política de Egipto pasó de uno de aliado reacio a socio entusiasta en el debilitamiento de la posición palestina, que culminó en el papel agresivo que desempeñó en el asedio de Gaza desde que Hamas obtuvo la victoria electoral.
El exjefe de la inteligencia general de Egipto, el tenebroso Omar Suleiman, fue el artífice de esta política. En su intento por aislar y presionar a los líderes de Hamas, Suleiman señaló  en un momento que quería que Gaza "tenga hambre pero que no mera de hambre". Los reiterados intentos de conciliar entre Hamas y Fatah en el transcurso de los siguientes cinco años se vieron obstaculizados continuamente por Suleiman, quien en la supervisión de las negociaciones, era propenso a la creación de desincentivos para disuadir a Fatah de formar un gobierno de unidad con Hamas; por ejemplo, ofreciendo formación en seguridad y el flujo continuo de armas a la Autoridad Palestina, siempre y cuando Hamas se mantuviera aislado.
Las profundas divisiones entre los palestinos reforzaron la mano de Egipto en Gaza, algo que no fue apreciado por los EE.UU. e Israel, como lo demuestran los cables diplomáticos filtrados que datan a 2007.
El levantamiento de Egipto y más lejos
No fue ninguna sorpresa entonces, cuando a la altura del levantamiento anti-Mubarak, que comenzó el 25 de enero de 2011, Mubarak abandonó su proyecto para transferir la presidencia a su hijo Gamal y en su lugar nombró a Suleiman como su vicepresidente y sucesor, en un intento de apuntalar el respaldo de EE.UU. a la supervivencia de su régimen.
En contra de las reflexiones del periodista Thomas Friedman de que el levantamiento se centró exclusivamente en los problemas internos, los millones de egipcios que pedían la destitución de Mubarak hizo demandas explícitas para el cambio en la política exterior de Egipto, en particular destacando su papel destructivo en Gaza. Para un régimen que había atado su programa de liberalización económica a su normalización con Israel, sus políticas fallidas fueron percibidas inevitablemente vinculadas a una perspectiva regional inmoral, como se ve en el infame acuerdo para vender gas natural egipcio a Israel a precios por debajo del mercado.
A pesar de la cancelación de ese acuerdo de gas y el levantamiento de algunas de las condiciones opresivas en Gaza, la era post-Mubarak era apenas transformadora. Incluso la Hermandad Musulmana, que durante décadas había sido elocuente en su condena de la normalización de Egipto con Israel, mantiene un cierre parcial del cruce de Rafah y continuó la campaña para destruir los túneles subterráneos entre Gaza y el Sinaí durante la efímera presidencia Morsi.
A pesar de que Morsi nunca cuestionó la política exterior de Egipto con respecto a Israel y Palestina, la ola de protestas contra Morsi creó una narrativa de capitulación de Egipto a un régimen terrorista en Gaza. Una fuerte corriente subterránea de la retórica anti-palestina dominó el movimiento anti-Morsi en los meses previos al golpe militar del pasado verano. 
El proceso por el que la solidaridad de Egipto con los palestinos pasó de ser una característica clave del levantamiento del 25 de enero a una de las primeras bajas en el golpe del 03 de julio sirve como una confirmación más de que este movimiento era, de hecho, la contrarrevolución trazada por el aparato de seguridad egipcio en connivencia con los revolucionarios miopes que buscan resolver su diferendos con los Hermanos Musulmanes.
En el transcurso del ascenso de Sisi, la tarjeta de Palestina, por así decirlo, ha desempeñado dos funciones principales. En primer lugar, Sisi ha relacionado dos objetivos contrarrevolucionarios de los militares con la noción de que el establecimiento de seguridad de Egipto es indispensable para los intereses regionales de Estados Unidos e Israel. En segundo lugar, la narrativa anti-palestina era una parte fundamental de los intentos de desplazar las demandas de los líderes  revolucionarios golpistas que exigían una política más justa hacia Palestina.
El caso de espionaje alegando que Morsi espió a favor de Hamas es, con mucho, la más politizada de las letanías de acusaciones penales que han sido presentadas contra el ex presidente desde el golpe. La publicidad en torno a este juicio promete cumplir los objetivos de Sisi tanto en el plano internacional como en el doméstico.
Con todos los rumores de una toma de control del Sinaí por Hamas, en realidad era Israel que extendió sus operaciones militares en territorio egipcio con un ataque de drones en agosto  de 2013 que mató a cinco personas, en un ejemplo de la estrecha coordinación entre el ejército egipcio e israelí.
En cuanto al futuro, en el régimen de Sisi es probable que se intensifiquen los esfuerzos de la era de Mubarak para mantener la desunión y el conflicto entre las facciones palestinas. A finales de abril, Hamas y Fatah anunciaron que habían llegado a un acuerdo para formar un gobierno de unidad. Notablemente ausente de la última ronda de negociaciones fue Egipto, el intermediario tradicional en estas conversaciones.
Mientras tanto en Egipto, Sisi continúa empleando tácticas represivas para aplastar a la oposición política en el país mientras se reproduce un papel vital en la capacidad de Israel de hacer lo mismo en Palestina.
Abdullah Al-Arian es profesor asistente de historia en la Universidad de Georgetown, la Escuela de Servicio Exterior de Qatar y autor de Answering the Call: Popular Islamic Activism in Sadat's Egypt. Twitter: @anhistorian
 
http://www.rebelion.org/

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