Immanuel Wallerstein
E
n los interminables realineamientos geopolíticos de Medio Oriente, el califato del Estado Islámico (antes Isis o Isil) parece haber amedrentado al resto de los grupos involucrados en la política de Medio Oriente, orillándolos a formar una alianza geopolítica de facto. Repentinamente, encontramos a Irán y a Estados Unidos, a los kurdos (tanto en Siria como en Irak) y a Israel, a Turquía y al gobierno sirio de Bashar al Assad, a Europa occidental (Gran Bretaña, Francia y Alemania) y a Rusia persiguiendo, por diferentes vías, un mismo objetivo: impedir que el califato se expanda y se consolide.
Esto no ha alterado significativamente otros loci de conflicto geopolítico tales como Palestina-Israel y Ucrania, pero es seguro que tendrá un impacto sobre ellos. Por supuesto, todos estos actores están persiguiendo objetivos de mediano plazo que son bastante diferentes. No obstante, miren lo que ha ocurrido durante la primera quincena de agosto.
Nouri al Malaki fue derrocado como premier de Irak por la presión combinada de Estados Unidos, el gran ayatola Alí al Sistani, Irán y los kurdos, primordialmente porque se resistió a contemplar un papel significativo para los sunitas en el gobierno iraquí. ¿Y por qué era esto importante? Porque para todos estos actores parecía la única manera de minar el califato desde dentro.
Estados Unidos ha comprometido susdrones (aviones no tripulados), una nueva fuerza de cerca de mil infantes de marina y fuerzas especiales para salvaguardar a los yazidís y a los cristianos iraquíes de ser masacrados (operación que recibió la asistencia de facto de Bashar al Assad), así como para frenar el avance del califato en Erbil –la capital kurda de Irak, donde hay un consulado estadunidense y un número significativo de ciudadanos de dicho país–; probablemente logre otras cosas tras una evaluación en el terreno que está ocurriendo en estos momentos. El presidente Barack Obama se rehusa a indicar una fecha límite para esta operación y, por tanto, es casi seguro que dejará incumplida su promesa firmada de retirarse por completo de Irak durante su presidencia.
El gobierno turco ha cerrado la frontera abierta para las fuerzas anti Assad en Turquía, lo que previamente fue un elemento clave en su política hacia Siria. El ex senador Joseph Liberman, conocido halcón y ardiente promotor de las políticas israelíes, ha encomiado públicamente a Obama por lo que ha hecho, mientras los iraníes se han abstenido de criticarlo. Los saudíes, que no se pueden decidir respecto de su política hacia Siria, aparentemente han decidido que el silencio y el misterio son la mejor táctica.
Entonces, ¿qué sigue? ¿Y quién se aprovecha de este realineamiento? Parece haber tres ganadores en el corto plazo. El primero es el califato mismo. La re-entrada de Estados Unidos a la lucha militar iraquí le permite al califato presentarse como fuerza importante que desafía al diablo encarnado, Estados Unidos. Le servirá para conseguir muchos reclutas adicionales, sobre todo en el mundo occidental. Y uno puede esperar que intentará involucrarse en actividades hostiles al interior de Estados Unidos, así como en Europa occidental. Por supuesto esta ventaja de corto plazo podría colapsarse, si el califato fuera a sufrir reveses militares serios. Pero tomará tiempo para que esto ocurra, si sucede alguna vez. El ejército del califato parece todavía ser la fuerza militar más entrenada y comprometida de la región.
Desplazados de la minoría yazidí que huyeron de la violencia de milicianos del Estado Islámico, en el norte iraquí, esperan el autobús para reingresar a Irak desde Siria, en el campo de refugiados en QamishliFoto Reuters
Un segundo ganador importante es Bashar al Assad. El respaldo exterior para las fuerzas contrarias a Assad siempre ha sido mucho menos decisiva y es probable que se seque aún más en el corto plazo, conforme más y más oponentes sirios se alineen con el califato.
El tercer beneficiado importante son los kurdos, que han consolidado su posición dentro de Irak y mejoraron sus relaciones con los kurdos en Siria. Ahora recibirán más armas de los países occidentales y posiblemente de otros, haciendo que sus combatientes, los peshmerga, se tornen una fuerza militar aún más consolidada.
¿Y los claros perdedores? Uno, sospecho, es Estados Unidos. A menos que el califato se desmorone en el futuro cercano (algo que parece muy improbable), este esfuerzo militar muy pronto expondrá, de nuevo, los límites de las capacidades militares estadunidenses y la inconsistencia de sus posiciones públicas con respecto a Irak, Palestina y Ucrania. Y Obama habrá perdido su alegato principal en cuanto a logros geopolíticos. El público estadunidense respalda los logros, no empantanamientos.
Y hay por lo menos tres grupos cuyo futuro inmediato como ganadores o perjudicados permanece incierto. Uno es Irán. Si Estados Unidos e Irán están del mismo lado en Irak y Afganistán, ¿puede Estados Unidos negarse a llegar a algún arreglo de compromiso con Irán respecto de los asuntos relacionados con la energía nuclear? La posición iraní en esta negociación por lo menos quedó fortalecida.
Un segundo caso es Hamas. Los israelíes están bajo una pesada presión internacional para reformular sus posición en torno a Palestina. ¿Será que este énfasis en los peligros del califato sirva de presión adicional? Es lo más probable, pero los israelíes se quedarán el mayor tiempo posible.
El tercer caso es Rusia. Mientras escribo esto, el gobierno de Kiev está resistiendo la entrada de los camiones que dicen los rusos que es una misión humanitaria para auxiliar a los atrapados y sufrientes habitantes de Lugansk, población rodeada por las tropas ucranias que buscan hambrearlos hasta que se rindan. ¿Acaso es esto algo en verdad diferente de los esfuerzos del califato por hambrear a los yazidís en su montaña para que se sometan? Si Estados Unidos y Europa occidental están en favor de la ayuda humanitaria en un lado, ¿pueden sostener una posición en contra en otras partes?
Vivimos tiempos interesantes.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein