Experto en temas internacionales, señala la ideología expansionista del islamismo y la "derechización" israelí como ejes de una disputa cuya solución territorial es clave, pero lejana
Las imágenes de la Franja de Gaza se multiplican, obscenas, cada día, todos los días, desde hace tres semanas, y convierten a ese pequeño territorio en un campo bélico, un verdadero infierno y una zona de desastre humanitario: el 50% de la población tiene menos de 15 años y el 75% de las víctimas son civiles, mujeres, niños y discapacitados que mueren en los bombardeos a escuelas, hospitales y mercados.
"Los bombardeos no discriminan. En Gaza, la mayoría de la población es civil y, por lo tanto, la mayoría de las víctimas son civiles. Hay que pensar lo que es Gaza: tampoco tienen refugios, no tienen dónde irse. Esto genera trauma, resentimiento, y es un caldo de cultivo para reclutar y seguir el conflicto", afirma Khatchik Derghougassian, profesor en la Universidad de San Andrés, especialista en temas de seguridad internacional y Medio Oriente, para quien "el mayor peligro en esa zona hoy es el islamismo y sus ideologías expansionistas", que postulan una "interpretación dogmática del islam".
Derghougassian -doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami- explica por qué la comunidad internacional no puede intervenir en el conflicto de Gaza, sino los propios actores interesados, y afirma que para que haya un proceso de paz debe haber un gobierno de unidad palestino, la aceptación de ese gobierno por parte de Israel y el reconocimiento del Estado palestino por parte de los actores más inmediatos: Israel, EE.UU. y los países europeos. Sin embargo, la solución parece lejana, no sólo por lo que llama la "derechización de la política israelí: "El fracaso del proceso de paz y las crisis internas de los países de Medio Oriente generaron un conflicto que traspasa las fronteras y las cuestiona. Ése es el problema", dice.
-¿Se puede pensar que el origen de la guerra en la Franja de Gaza fue el secuestro de los tres adolescentes israelíes?
-No, cada vez hay más evidencias de que el secuestro de los tres adolescentes fue nada más que la oportunidad, el argumento o la excusa. Desde el primer momento, la Autoridad Palestina colaboró para encontrar quiénes lo hicieron, pero el discurso del primer ministro Netanyahu fue muy tajante. Dijo: "Hamas es el responsable". De hecho, hasta la policía israelí dijo que fue otro grupo extremista, y no Hamas. Y, en general, si uno piensa en los conflictos de Medio Oriente, y especialmente si involucra un proceso militar, las causas iniciales después desaparecen. Tomando distancia, es como la Primera Guerra Mundial con el asesinato del archiduque Francisco Fernando. En este caso también: Gaza es una fijación para Netanyahu y, por otra parte, Hamas también está dispuesto a reaccionar en cualquier oportunidad. Entonces, hay una especie de acuerdo tácito de que si se presenta la oportunidad, va a haber lo que en la jerga internacional se llama "el juego de gallina", o sea, una prueba en la que se ve quién cede primero o quién aguanta más. No creo que éste haya sido el argumento inicial. La escala de la violencia llega a tal punto que las causas desaparecen, como si no existiesen.
-¿Cuáles son los objetivos primordiales de Israel? ¿Ocupar ese territorio, demostrar poder, eliminar a Hamas?
-Según la declaración de Netanyahu es la desmilitarización de Gaza, y en definitiva, la eliminación de Hamas. El problema es que es un objetivo maximalista que nunca se va a poder cumplir. Descarto la ocupación de Gaza, porque el costo va a ser muy alto. Hamas no va a rendir las armas ni va a abandonar Gaza. Por lo tanto, creo que lo más sincero de las declaraciones de Netanyahu es llamar a prepararse para una larga guerra, una continuidad de lo que vemos desde hace 10 años. En los últimos años es el cuarto o quinto intento de invasión en Gaza. En cualquier momento viene una tregua o un cese del fuego, pero mientras no se resuelva el tema fundamental, que es el tema de los dos Estados, no es raro que esto se repita a otra escala, en otras circunstancias. Aparentemente, la estrategia es contener este conflicto en Gaza, pero nunca se sabe cuándo esto puede desbordar.
-La comunidad internacional condena el conflicto, lo rechaza y se escandaliza. Pero ¿qué herramientas tiene para poder interceder y frenarlo?
-El concepto de comunidad internacional es muy abstracto y no se sabe bien a qué refiere. Muchas veces, puede emitir un juicio moral y ético de lo que está pasando, pero no ayuda a entender y a vislumbrar una solución. Los organismos internacionales no intervienen: los que intervienen son los actores y Estados interesados en intervenir. En este caso, la capacidad de intervención es mucho menor que en otros conflictos y depende de los actores involucrados: Israel, Hamas y la Autoridad Palestina. Más allá de estos actores, evidentemente EE.UU. es fundamental para cualquier solución inmediata o a largo plazo. Y hay tres países en la región con la capacidad y el interés para intervenir. Uno es Egipto, un actor fundamental, porque no se puede imaginar una solución sin que Egipto facilite a Gaza esa conexión con el mundo exterior. El otro es Qatar, porque tiene un activismo diplomático. Y Turquía, aunque aspira a hacerlo, su intento tiene que ver más con intención de captar ciertos votos en su propio país. Si no intervienen estos actores, lo que hagan o digan los organismos internacionales no va a tener relevancia. Lo que me parece que éticamente se debe pensar, no sólo en el caso de Gaza, es cómo llegar a estas zonas de desastre humanitario y a las poblaciones más vulnerables en los conflictos.
-¿Y quiénes tienen liderazgo moral para hacer algo así?
-Me atrevo a mirar a Sudamérica. Me atrevo a mirar a Brasil, la Argentina y Chile. Sudamérica podría jugar un rol desde esta perspectiva, no involucrándose en los conflictos, pero sí atendiendo al problema de desastre humanitario en las zonas de conflicto.
-¿Cuán equivocada es esta mirada de "buenos y malos", de "culpas y responsabilidades" que se escucha en algunos análisis?
-No me gusta hablar en estos términos, porque le quita credibilidad al análisis. No existen culpas, pero sí uno puede tomar postura a favor de ciertos principios. Y uno de ellos, en el caso del conflicto Israel-Palestina, es el de los dos Estados y el derecho de existencia, en fronteras seguras, de Israel. Éste es un principio sobre el cual se tiene que edificar el futuro proceso de paz en Medio Oriente. Hoy, el mayor peligro en Medio Oriente es el islamismo -no el islam- y sus ideologías o visiones expansionistas, que rechazan la presencia del otro y que por la fuerza de las armas y por cierta capacidad de reclutamiento se imponen y sirven a los intereses de quienes quieren culpar al islam. Es un sector que rechaza absolutamente toda presencia que no sea su interpretación dogmática del islam que tienen. Y repito que esto difiere de otros contextos islámicos, donde, por el contrario, la protección de los pueblos del libro -cristianos y judíos-, y cierta apertura cultural es lo que caracteriza al islam. Esta interpretación cerrada del islam, entre otras cosas, les niega a los judíos la existencia de Israel.
-Y niega el Holocausto.
-Lógicamente. Y tienen el discurso para avanzar con estos temas. Con Ahmadinejad también había cuestionamiento del Holocausto y ese discurso anti-Israel. Hoy, hay que decirlo, la población más vulnerable, menos protegida, más ignorada en el mundo son los cristianos en Medio Oriente y lo que están padeciendo en Siria, en Irak. En Mosul, por ejemplo, los cristianos tienen tres opciones: pagar un impuesto elevado, convertirse al islam o enfrentar la muerte. Es más, estos sectores islamistas no tienen ningún respeto por el valor cultural del patrimonio de la humanidad: destruyeron estatuas de Buda en Afganistán, lugares sagrados en Mosul y no tienen ningún problema en dinamitar mezquitas chiitas.
-¿Qué futuro imagina para Medio Oriente?
-Sinceramente es muy difícil ver el futuro en este contexto. En los 90 uno podía.
-¿Por qué es más impredecible ahora que en los 90?
-Porque el fracaso del proceso de paz, por un lado, y las crisis internas de los países de Medio Oriente generaron un conflicto que ya no es bilateral o interno. Hoy estamos hablando de un conflicto que traspasa las fronteras y las cuestiona. Éste es el problema. Tampoco estamos hablando de todos los países. Egipto, Marruecos y Argelia tienen problemas internos. Túnez los tiene, pero no llegan al grado de fragmentación en que se encuentran países como Siria, Irak, el Líbano. Está claro que acá hay sectores muy vulnerables que vienen perdiendo en los últimos casi 20 años, que son los cristianos de Medio Oriente. El desastre de los cristianos es un desastre humanitario, pero por otra parte también le está quitando a la región un pasado que es propio del cristianismo. Al fin y al cabo, el cristianismo nació allá. Está desapareciendo uno de los rasgos de la civilización de Medio Oriente, y ésa es la barbarie. Sobre eso hay que hablar también.
-¿Y por qué ese tema está invisibilizado?
-No quiero ser muy pesimista, pero en Ruanda hubo un genocidio y nadie se movió. Otra pregunta es qué se hace. Aquellos que en la administración de Bush organizaron la intervención militar y la ocupación de Irak sobre la base de dos mentiras tuvieron la capacidad de convencer a la opinión pública y al electorado que estaba bajo el impacto del 11 de Septiembre. No encontraron ni las armas de destrucción masiva ni había vinculación con el terrorismo. En esta invasión, el primer edificio que las fuerzas estadounidenses ocuparon y protegieron fue el Ministerio del Petróleo en Bagdad, en un momento que se quemaba la biblioteca. Es ingenuo pensar que aquellos que planificaron esta incursión iban a considerar a Bagdad como patrimonio cultural de la humanidad. Si uno puede hacer un paralelo y piensa en la revolución en la plaza Tahrir, en El Cairo, los que se movilizaron para pedir el fin del régimen, para la democracia, formaron una cadena humana en el Museo de El Cairo, para que no sucediera lo que pasó en Bagdad y en otras partes.
-Volviendo al conflicto de Gaza, ¿cree que una solución territorial es la salida?
-La solución territorial de ninguna forma es la salida mágica, pero abre un proceso muy distinto del horizonte conflictivo que ahora se ve. Si hay un punto de donde hay que empezar, en este caso, es la solución de dos Estados y la creación del Estado palestino. Ahora, la creación del Estado palestino no va a tener un impacto inmediato en el conflicto de Medio Oriente, porque son cosas distintas. Al contrario, probablemente la creación de este Estado va a ser explotada por algunos sectores islamistas para fomentar mayor odio o mayor rechazo. Pero es inevitable avanzar en este sentido si hay voluntad de no ver el futuro en términos de treguas que duran seis meses, un año o dos años... hasta la preparación de la próxima guerra.
-¿Y si en el futuro no hubiera voluntad, de ninguna de las partes, de poner fin al conflicto?
-Creo que, del lado palestino, la falta de un consenso nacional en torno de una estrategia desde que Gaza y Cisjordania se separaron no facilita las cosas. Cualquier iniciativa tiene que tener un consenso general de cómo seguir en adelante. La iniciativa de Mahmoud Abbas de ir a las Naciones Unidas y tratar otra vía que no sean estas negociaciones bajo el auspicio de EE.UU. podría ser un camino, pero necesita un apoyo interno. La fragmentación que se vio en 2006 es la gran debilidad de los palestinos. Cuando Hamas ganó las elecciones fue rechazado por todo el mundo. Eso llevó a Hamas a empezar su propia pelea y querer dominar. Del lado de Israel, en los últimos diez años, lo que se ve es la desaparición de ese centro en el que la idea de tierra por paz predominaba. Hoy no se habla de eso, y la razón es probablemente una derechización de la política israelí. Desde 2001, la centroizquierda no llega al poder. Netanyahu es el dueño de la política israelí hoy. Voces de los sectores más de centroizquierda o hasta de centroderecha más racionales, pensando en una paz eventual, han desaparecido de la política israelí.
-Si mañana hubiera un cese del fuego, empezaran una tregua y las negociaciones, ¿cómo imagina esa escena del día después?
-En primer lugar, creo que para que haya un proceso de paz debe haber un gobierno de unidad palestino, la aceptación de ese gobierno de unidad por parte de Israel y el reconocimiento y la declaración del Estado palestino por parte de los actores más inmediatos: Israel, EE.UU., los países europeos. Y dejar los otros problemas a un proceso de negociación entre dos Estados reconocidos.
-No será fácil la convivencia.
-No, pero tampoco hay que ser determinista. Este conflicto también esconde procesos de convivencia, de diálogo, proyectos comunes entre israelíes y árabes, entre judíos y musulmanes, entre judíos, cristianos y musulmanes, que se dan en la sociedad civil, entre médicos, ingenieros, en la música. Todo esto se da, pero el conflicto lo tapa. Si de alguna forma empieza la declinación de la conflictividad probablemente estos sectores que rechazan la violencia empiecen a encontrar las formas de hacer valer una convivencia entre todos.
UN FUTURO POSIBLE. ¿CÓMO DESCRIBE LA INFLUENCIA DEL ISLAMISMO EN LA ESCALADA DEL CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE?
La narrativa de las agrupaciones islamistas se basa sobre el dolor y la victimización de los musulmanes por parte de los colonizadores, las Cruzadas e Israel. Cuando digo "narrativas" no quiero decir ficción. Todo esto existe. Existe una historiografía árabe que mira las Cruzadas en forma muy distinta de la historiografía cristiana. Para los árabes, aquellos que vinieron lo hicieron para matar y para robar una civilización brillante en su momento. Todo esto está explotado. Evidentemente, cuando miran el mapa y saben que esto fue consecuencia del acuerdo entre Gran Bretaña y Francia en 1916, dicen que eso sucedió para separar a la comunidad musulmana. Estas narrativas dan credibilidad y justifican su accionar. Otra narrativa es la de la creación de Israel, que se presenta como la continuación del colonialismo británico. Todos estos elementos históricos se transforman en narrativas y tienen una función de movilización, reclutamiento y de llevar adelante el conflicto. Aunque las causas estructurales son otras, estos discursos son agravantes y es fácil jugar con las emociones en contextos conflictivos.
MANO A MANO VIVIR, ESTUDIAR Y PENSAR LA GUERRA
Su acento y la cadencia en su forma de hablar revelan, inmediatamente, orígenes extranjeros. De familia armenia, Derghougassian nació en el Líbano y vino a la Argentina en 1987, a los 24 años, cuando le ofrecieron ser editor de un diario vinculado a la comunidad armenia. No hablaba una palabra de castellano ni conocía Argentina, pero siempre le había fascinado América del Sur, la arqueología y el mundo incaico y, también, la figura del Che Guevara. Cuando llegó, en plena transición democrática, quedó cautivado por la figura de Alfonsín, su reconocimiento público del genocidio de los armenios y la movilización en defensa de la democracia, "que no es algo tan familiar en el Medio Oriente", cuenta alguien que sabe lo que es vivir en un país en guerra. Hoy, visto a la distancia, cree que el año 91 fue un punto de inflexión, cuando tuvo la oportunidad de hacer la maestría de Relaciones Internacionales en Flacso y, por lo tanto, la posibilidad de ingreso en el mundo académico en el que hoy es una figura de referencia. Desde entonces, Derghougassian, que no ha disociado la política de la guerra en la historia de su vida, se ha especializado en temas vinculados a los conflictos bélicos y seguridad internacional.
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