Hamid Dabashi
Al Jazeera
Cuarenta años después de la publicación de la obra maestra de Edward Said, Orientalismo perdura con otros perfiles y formas.
Hay otro video de hace unos meses, de septiembre de 2017, cuando fui entrevistado por un joven colega en Ginebra, donde pude divulgar mis últimas reflexiones sobre la importancia de Orientalismo en la actualidad. Entre estos dos eventos escribí y publiqué mi propio libro, Post-Orientalism: Knowledge and Power in Time of Terror (2009).
Estas tres fechas (2003, 2009 y 2017) son muy típicas de la trayectoria estacional de los pensadores críticos de mi generación y su deuda permanente con Said y su texto magistral que invirtió toda una disciplina de la erudición y permitió un modo de pensar -hasta entonces imposible de comprender- en el pensamiento poscolonial en todo el mundo. En Orientalismo Said desarrolló nuestra lengua y desenvainó la espada de nuestro pensamiento crítico.
Hay otra fecha crucial que necesito registrar aquí: octubre-noviembre de 2000, cuando la Academia Italiana de Estudios Avanzados de la Universidad de Columbia recibió a la eminente figura fundadora de la escuela de estudios subalternos, el historiador indio Ranajit Guha, para ofrecer una serie de conferencias que fueron publicadas posteriormente en el libro History at the Limit of World History (2003).
En esta ocasión mi otro distinguido colega de Columbia Gayatri Spivak y yo organizamos un encuentro de dos días sobre las conferencias de Guha al que llamamos "Estudios subalternos en general". Said estuvo presente en esta conferencia y pronunció un discurso de apertura en su primera sesión plenaria.
El Imperio escribe de nuevo
Estos, entre muchos otros rasgos fundamentales de los dos campos interrelacionados de los estudios poscoloniales y subalternos, definidos por pensadores críticos como Said, Spivak y Guha, son índices de una corriente sísmica en modos transformadores de producción de conocimiento que históricamente el eurocentrismo ha enmarcado y aislado de nuestra comprensión del mundo que nos rodea.
Antes de estos pensadores innovadores, el mundo de la modernidad colonial estaba en el extremo receptor de la erudición europea. Su escritura permitió a generaciones de eruditos pensar en términos contrarios al primer plano epistémico de las ciencias sociales y humanidades eurocéntricas.
Hay una serie de textos cruciales en el epicentro de esta reorientación histórica de la erudición crítica en ciencias sociales y humanidades, entre ellos el poderoso ensayo de Spivak Can the Subaltern Speak ? Pero ningún otro texto ha asumido la importancia icónica de Orientalismo de Said por una serie de razones sustantivas y circunstanciales.
Orientalismo fue el libro adecuado del autor perfecto en el momento oportuno. Sólidamente establecido como el teórico literario preeminente de su generación, Said escribió muchos libros y artículos antes y después de Orientalismo.
Pero Orientalismo tocó la nota correcta en la ocasión más trascendental en que el mundo postcolonial en general más lo necesitaba: cuando la condición de colonialismo necesitaba un desacoplamiento temático y teórico del encuadre de la modernidad capitalista en general. Nosotros -en los bordes poscoloniales de la modernidad capitalista- necesitábamos un texto definitorio, un tótem, un testimonio mundano para unirnos a todos. Y Said nació para escribir ese texto y construir ese edificio.
Al igual que todos los textos innovadores, Orientalismo ha originado muchos encuentros críticos importantes, entre ellos dos ensayos fundamentales de Aijaz Ahmad y James Clifford. En mi propio Persophilia: Persian Culture on the Global Scene (2015), me he encontrado divergiendo seriamente con algunas formas cruciales de las posiciones de Said.
Al igual que todos los demás pensamientos fundamentales, Orientalismo tiene una serie de precedentes importantes en el trabajo de Anouar Abdel-Malek, Talal Asad y Bernard S Cohen. Pero todos esos precedentes y encuentros críticos, de hecho, se unen para escenificar y significar el Orientalismo de Said incluso más que si se le negaran tales precedentes.
Incluso esas lecturas abusivas de Orientalismo que lo han convertido en una diatriba contra "Occidente" han tenido sus contribuciones para hacer del libro el momento decisivo de una disciplina. La defensa valiente y pionera de Said de la causa palestina fue, de hecho, paradójicamente instrumental para facilitar tales lecturas abusivas. A medida que se difuminaba el límite entre las lecturas útiles y abusivas de Orientalismo, el texto parecía cada vez más grande, como un clásico que prosperaba por sus propios errores de interpretaciones.
Reescribir el mundo
En el contexto de toda esa cacofonía, Orientalismo fue y sigue siendo una crítica convincente de los modos de producción de conocimiento condicionados por la colonización. Es un estudio de la relación entre conocimiento y poder. Y como tal está profundamente enraizado y en deuda con la obra de Michel Foucault y antes que él, con Friedrich Nietzsche.
Hay una crítica aún más larga y más sustantiva de la sociología del conocimiento que se remonta a La ideología alemana de Karl Marx y Friedrich Engels y se reduce a sociólogos tan influyentes como Max Scheler, Karl Mannheim y George Herbert Mead. El propio Said no era plenamente consciente de esta verdadera trayectoria sociológica, ya que era principalmente un crítico literario y su crítica del orientalismo fue principalmente una crítica de las representaciones figurativas, trópicas y narrativas.
La lección duradera y la verdad permanente del Orientalismo de Said es su precisión clínica al diagnosticar la relación patológica entre el conocimiento interesado y el poder al que sirve. Como he argumentado en detalle en mi libro Post-Orientalismo, hoy la relación entre el poder y el conocimiento sobre el mundo árabe y musulmán, o el mundo en general, ha pasado por sucesivas gestaciones.
Eventualmente, el orientalismo europeo dio paso a los Estudios de Área Estadounidenses y más adelante hasta el surgimiento de grupos de expertos sionistas en Washington DC y en otros lugares dictando los intereses de los asentamientos de colonos israelíes en los intereses imperiales de los Estados Unidos. Hoy los árabes y el islam ya no son sujetos de conocimiento y comprensión, sino objetos de odio y condena.
Hoy dos islamófobos famosos con una historia sostenida del odio a los musulmanes y su fe, Mike Pompeo y John Bolton, son el secretario de Estado de los Estados Unidos y el asesor de seguridad nacional nombrados por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Ya no estamos en el campo del orientalismo porque Said lo entendió y criticó.
Hoy en Europa el odio al judaísmo y a los judíos se ha transformado con éxito en odio al islam y a los musulmanes. En su apogeo, el orientalismo clásico generó un erudito monumental como Ignaz Goldziher, quien, a costa de sí mismo, se negó a ceder ante el poder pernicioso de los sionistas que intentaban reclutar su conocimiento en sus filas. Hoy un propagandista sionista como Bernard Lewis es el principal ideólogo del odio de los neoconservadores a los musulmanes y los diseños imperiales en sus países de origen.
Hoy, una lectura cercana y crítica de la obra maestra de Said requiere un desmantelamiento aún más radical del proyecto europeo de modernidad colonial y todas sus trampas ideológicas. Said allanó el camino y nos señaló la dirección correcta. El traicionero camino por delante requiere no solo los destellos de su pensamiento crítico, sino también la gracia de su coraje e imaginación.
Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de Al Jazeera.
Fuente: https://www.aljazeera.com/indepth/opinion/edward-orientalism-forty-years-180503071416782.html
Traducido para Rebelión por J.M.
Al Jazeera
Cuarenta años después de la publicación de la obra maestra de Edward Said, Orientalismo perdura con otros perfiles y formas.
Orientalismo fue el libro correcto en el momento correcto por el autor correcto, escribe Dabashi
Hay un video
-escondido en algún lugar en lo profundo del desván de internet- de
hace 15 años, convocando a una conferencia internacional sobre el libro Orientalismo, de
Edward Said, que en ese momento todavía estaba entre nosotros, en la
Universidad de Columbia. En ese video se me puede ver presentarlo
brevemente (no es que necesite ninguna presentación en nuestro campus)
antes de subir al escenario para compartir sus últimos pensamientos
sobre su innovadora obra maestra. Hay otro video de hace unos meses, de septiembre de 2017, cuando fui entrevistado por un joven colega en Ginebra, donde pude divulgar mis últimas reflexiones sobre la importancia de Orientalismo en la actualidad. Entre estos dos eventos escribí y publiqué mi propio libro, Post-Orientalism: Knowledge and Power in Time of Terror (2009).
Estas tres fechas (2003, 2009 y 2017) son muy típicas de la trayectoria estacional de los pensadores críticos de mi generación y su deuda permanente con Said y su texto magistral que invirtió toda una disciplina de la erudición y permitió un modo de pensar -hasta entonces imposible de comprender- en el pensamiento poscolonial en todo el mundo. En Orientalismo Said desarrolló nuestra lengua y desenvainó la espada de nuestro pensamiento crítico.
Hay otra fecha crucial que necesito registrar aquí: octubre-noviembre de 2000, cuando la Academia Italiana de Estudios Avanzados de la Universidad de Columbia recibió a la eminente figura fundadora de la escuela de estudios subalternos, el historiador indio Ranajit Guha, para ofrecer una serie de conferencias que fueron publicadas posteriormente en el libro History at the Limit of World History (2003).
En esta ocasión mi otro distinguido colega de Columbia Gayatri Spivak y yo organizamos un encuentro de dos días sobre las conferencias de Guha al que llamamos "Estudios subalternos en general". Said estuvo presente en esta conferencia y pronunció un discurso de apertura en su primera sesión plenaria.
El Imperio escribe de nuevo
Estos, entre muchos otros rasgos fundamentales de los dos campos interrelacionados de los estudios poscoloniales y subalternos, definidos por pensadores críticos como Said, Spivak y Guha, son índices de una corriente sísmica en modos transformadores de producción de conocimiento que históricamente el eurocentrismo ha enmarcado y aislado de nuestra comprensión del mundo que nos rodea.
Antes de estos pensadores innovadores, el mundo de la modernidad colonial estaba en el extremo receptor de la erudición europea. Su escritura permitió a generaciones de eruditos pensar en términos contrarios al primer plano epistémico de las ciencias sociales y humanidades eurocéntricas.
Hay una serie de textos cruciales en el epicentro de esta reorientación histórica de la erudición crítica en ciencias sociales y humanidades, entre ellos el poderoso ensayo de Spivak Can the Subaltern Speak ? Pero ningún otro texto ha asumido la importancia icónica de Orientalismo de Said por una serie de razones sustantivas y circunstanciales.
Orientalismo fue el libro adecuado del autor perfecto en el momento oportuno. Sólidamente establecido como el teórico literario preeminente de su generación, Said escribió muchos libros y artículos antes y después de Orientalismo.
Pero Orientalismo tocó la nota correcta en la ocasión más trascendental en que el mundo postcolonial en general más lo necesitaba: cuando la condición de colonialismo necesitaba un desacoplamiento temático y teórico del encuadre de la modernidad capitalista en general. Nosotros -en los bordes poscoloniales de la modernidad capitalista- necesitábamos un texto definitorio, un tótem, un testimonio mundano para unirnos a todos. Y Said nació para escribir ese texto y construir ese edificio.
Al igual que todos los textos innovadores, Orientalismo ha originado muchos encuentros críticos importantes, entre ellos dos ensayos fundamentales de Aijaz Ahmad y James Clifford. En mi propio Persophilia: Persian Culture on the Global Scene (2015), me he encontrado divergiendo seriamente con algunas formas cruciales de las posiciones de Said.
Al igual que todos los demás pensamientos fundamentales, Orientalismo tiene una serie de precedentes importantes en el trabajo de Anouar Abdel-Malek, Talal Asad y Bernard S Cohen. Pero todos esos precedentes y encuentros críticos, de hecho, se unen para escenificar y significar el Orientalismo de Said incluso más que si se le negaran tales precedentes.
Incluso esas lecturas abusivas de Orientalismo que lo han convertido en una diatriba contra "Occidente" han tenido sus contribuciones para hacer del libro el momento decisivo de una disciplina. La defensa valiente y pionera de Said de la causa palestina fue, de hecho, paradójicamente instrumental para facilitar tales lecturas abusivas. A medida que se difuminaba el límite entre las lecturas útiles y abusivas de Orientalismo, el texto parecía cada vez más grande, como un clásico que prosperaba por sus propios errores de interpretaciones.
Reescribir el mundo
En el contexto de toda esa cacofonía, Orientalismo fue y sigue siendo una crítica convincente de los modos de producción de conocimiento condicionados por la colonización. Es un estudio de la relación entre conocimiento y poder. Y como tal está profundamente enraizado y en deuda con la obra de Michel Foucault y antes que él, con Friedrich Nietzsche.
Hay una crítica aún más larga y más sustantiva de la sociología del conocimiento que se remonta a La ideología alemana de Karl Marx y Friedrich Engels y se reduce a sociólogos tan influyentes como Max Scheler, Karl Mannheim y George Herbert Mead. El propio Said no era plenamente consciente de esta verdadera trayectoria sociológica, ya que era principalmente un crítico literario y su crítica del orientalismo fue principalmente una crítica de las representaciones figurativas, trópicas y narrativas.
La lección duradera y la verdad permanente del Orientalismo de Said es su precisión clínica al diagnosticar la relación patológica entre el conocimiento interesado y el poder al que sirve. Como he argumentado en detalle en mi libro Post-Orientalismo, hoy la relación entre el poder y el conocimiento sobre el mundo árabe y musulmán, o el mundo en general, ha pasado por sucesivas gestaciones.
Eventualmente, el orientalismo europeo dio paso a los Estudios de Área Estadounidenses y más adelante hasta el surgimiento de grupos de expertos sionistas en Washington DC y en otros lugares dictando los intereses de los asentamientos de colonos israelíes en los intereses imperiales de los Estados Unidos. Hoy los árabes y el islam ya no son sujetos de conocimiento y comprensión, sino objetos de odio y condena.
Hoy dos islamófobos famosos con una historia sostenida del odio a los musulmanes y su fe, Mike Pompeo y John Bolton, son el secretario de Estado de los Estados Unidos y el asesor de seguridad nacional nombrados por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Ya no estamos en el campo del orientalismo porque Said lo entendió y criticó.
Hoy en Europa el odio al judaísmo y a los judíos se ha transformado con éxito en odio al islam y a los musulmanes. En su apogeo, el orientalismo clásico generó un erudito monumental como Ignaz Goldziher, quien, a costa de sí mismo, se negó a ceder ante el poder pernicioso de los sionistas que intentaban reclutar su conocimiento en sus filas. Hoy un propagandista sionista como Bernard Lewis es el principal ideólogo del odio de los neoconservadores a los musulmanes y los diseños imperiales en sus países de origen.
Hoy, una lectura cercana y crítica de la obra maestra de Said requiere un desmantelamiento aún más radical del proyecto europeo de modernidad colonial y todas sus trampas ideológicas. Said allanó el camino y nos señaló la dirección correcta. El traicionero camino por delante requiere no solo los destellos de su pensamiento crítico, sino también la gracia de su coraje e imaginación.
Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de Al Jazeera.
Fuente: https://www.aljazeera.com/indepth/opinion/edward-orientalism-forty-years-180503071416782.html
Traducido para Rebelión por J.M.
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