El país africano es el segundo destinatario de ayuda de Washington, tras Israel. Los intereses militares y económicos explican la vaga reacción de la Casa Blanca
EVA SAIZ Washington
El depuesto presidente egipcio, Hosni Mubarak, habla con Barack Obama en la Casa Blanca en 2009. / REUTERS
El canal de Suez también está expedito para los petroleros. En 2012, lo atravesaron más de 3.600 transportando tres millones de barriles de crudo. Egipto, con 71.600 millones de dólares recibidos entre 1948 y 2011, se ha convertido en el mayor receptor de fondos bilaterales de EE UU tras Israel.
La decisión de Estados Unidos de suspender las maniobras militares conjuntas con Egipto y no revisar la ayuda anual de 1.500 millones de dólares evidencia la difícil posición en la que ha puesto a la Administración Obama la brutal represión ejercida por su Gobierno interino contra los manifestantes islamistas. Con su cauta reacción, la Casa Blanca quiere mostrar su apoyo al proceso democrático en ese país, salvaguardando, a la vez, la cooperación económica y bélica con El Cairo, esencial para proteger los intereses geopolíticos de Washington en la región: la observación del tratado de paz con Israel, el acceso privilegiado al canal de Suez y la seguridad de las fronteras egipcias.
De la partida total de los presupuestos de 2012 de EE UU destinada a financiación militar extranjera casi un cuarto fue a parar a Egipto
“La respuesta del presidente fue muy dura en términos dialécticos, pero blanda en cuanto a acciones”, señala Robin Wright, analista de Seguridad y Defensa del Woodrow Wilson Center. La suspensión de las prácticas militares no es esencial a efectos de seguridad para ambos países y el Pentágono dudaba incluso en realizarlas dado que, tras el golpe, las prioridades del Ejército egipcio iban a ser otras. La decisión de mantener la ayuda militar, por el contrario, se considera en muchos sectores como una señal confusa que resta credibilidad a la Administración y mina su ya débil influencia en ese país. “El hecho de no haber suspendido esos fondos es un error estratégico”, denunció en un comunicado el Working Group on Egypt, un grupo independiente de expertos en Oriente Próximo.
La Casa Blanca maneja otro criterio. “Eliminar esa ayuda no entra dentro de los intereses de EE UU”, señaló el portavoz de la presidencia, Jay Carney, a principios de este mes. Aunque la cooperación con Egipto se remonta a 1946, los intereses a los que aludía Carney se forjaron en 1979, con la firma del tratado de paz entre Egipto e Israel. “La observancia de ese acuerdo se ha convertido en una pieza clave para todas las Administraciones estadounidenses”, señala Nathan Brown, profesor de Relaciones Internacionales de la universidad George Washington.
En el marco de ese tratado se sitúa el envío de ayuda anual de EE UU a Egipto que este último año ascendió a 1.500 millones de dólares, de los que el 86% se destina a fines militares (1.300 millones) y el resto, 250 millones, a asistencia económica, de acuerdo con el informe de 2013 del Servicio de Investigación del Congreso (CRS). Los fondos bélicos de EE UU se distribuyen entre la financiación militar extranjera y los programas de educación y entrenamiento -las escuelas militares estadounidenses dan instrucción cada año a entre 500 y 1.000 oficiales egipcios-.
De la partida total de los presupuestos de 2012 de EE UU destinada a financiación militar extranjera casi un tercio fue a parar a Egipto (el 60% a Israel). El CRS estima que con esa cantidad se sufraga el 80% de las armas que compra el ministerio de Defensa egipcio. De acuerdo con el CRS, el próximo año Egipto planea adquirir 1.200 tanques M1A1 Abrams Battle que se fabrican en su mayor parte en EE UU bajo la subcontrata de General Dynamics. Lockheed Martin también se beneficia de estos programas de cooperación militar. En 2010, Egipto autorizó la compra de 20 F-16 por 2.500 millones de dólares.
La colaboración geopolítica también es vital en la relación de EE UU con Egipto. El Gobierno egipcio permite el paso a través del canal de Suez de portaaviones de la Armada estadounidense hacia el golfo Pérsico, ahorrando a los buques del Ejército tener que rodear, de lo contrario, el cabo de Buena Esperanza. Además de barcos de guerra, el canal de Suez también está expedito para los petroleros. En 2012, lo atravesaron más de 3.600 transportando tres millones de barriles de crudo. “La mayor remesa cargada a través del canal”, según la Administración de Información sobre Energía.
Egipto, con 71.600 millones de dólares recibidos entre 1948 y 2011, se ha convertido en el mayor receptor de fondos bilaterales de EE UU tras Israel, según el CRS. Muchos en Washington se preguntan si esa ayuda ha servido de algo vista la nula influencia de la Casa Blanca en esta crisis. En la región, muchos prefieren esa autoridad insuficiente a un vacío que pueda ser ocupado por Rusia, China o países vecinos como Arabia Saudí o Catar. “La ayuda de los Estados árabes no es de fiar, la de EE UU está menguando, pero la clave está en garantizar la inversión y el intercambio comercial”, señala Brown.El apoyo económico es esencial igualmente para sufragar las operaciones antiterroristas en las frontera egipcias y, sobre todo, en la península del Sinaí. Una de las razones por las que EE UU está calibrando su respuesta ante los acontecimientos en Egipto es su temor a que un recorte de esa ayuda ponga en peligro la lucha contra la insurgencia, capital dada la inestabilidad en otros países vecinos como Libia o Siria.
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