Diccionario
del nuevo Oriente Próximo
JAVIER
VALENZUELA 21/03/2011
para el País de España
Al
Qaeda. Lo
sucedido en Túnez, Egipto, Libia y otros países sella el fracaso
ideológico y político en el mundo árabe de la red de Bin Laden y,
en general, del yihadismo, afirma Gilles Kepel. Otro especialista
francés, Olivier Roy, considera significativo que el yihadismo opere
hoy desde zonas desérticas como el Sahel o países no árabes como
Afganistán y Pakistán. El milenarismo ha perdido la batalla de los
corazones y las mentes en las ciudades árabes. Sigue siendo, eso sí,
una fiera peligrosa.
Árabes. Unidos
por vínculos históricos, lingüísticos y culturales, se extienden
desde Mauritania a Irak. En los últimos lustros casi desaparecieron
para la mirada occidental al ser sistemáticamente etiquetados como
musulmanes -y no todos lo son- y, aún peor, como islamistas y hasta
yihadistas potenciales. La revolución democrática de 2011, que
algunos de ellos consideran su segunda Nahda o renacimiento, les ha
devuelto la visibilidad.
Arabismo. Los
movimientos en curso comparten -y saben que comparten- elementos
comunes: el rechazo a regímenes despóticos y corruptos y la
exigencia de derechos y libertades. Los egipcios siguieron el pionero
ejemplo tunecino; los libios, el tunecino y egipcio. Despunta un
nuevo panarabismo secular y democrático.
Ben
Ali o Bin Laden. Los
árabes se han alzado contra la maldición de la falsa alternativa
entre autocracia y teocracia.
Estados
Unidos. Bush
decía que iba a llevar la democracia a Oriente Próximo a lomos de
tanques, aviones y misiles. Fracasó, como era predecible. La
libertad llegará desde dentro, a partir de alzamientos populares,
que, eso sí, deberían ser alentados y apoyados por todos los
demócratas. Irak fue la última aventura imperial de un país que
aún pretendía ser la única superpotencia mundial. Hoy el poderío
norteamericano no es irrebatible en Oriente Próximo, el propio
Israel lo pone en cuestión.
Europa. El establishment europeo
compadreaba con los dictadores de la ribera sur del Mediterráneo,
que le garantizaban gas y petróleo, controlaban la inmigración y
reprimían a los islamistas. Los sucesos de Túnez y Egipto le
pasmaron e inquietaron. Luego, su tardanza en reaccionar a la
brutalidad de Gadafi, con Alemania en el triste papel
del pantouflard, confirma
que los demócratas del sur deben esperar poco de la Europa de los
mercaderes.
Hiyab. La
obsesión europea por el velo islámico irrita
a muchas árabes, lleven o no esa prenda. "No me gusta el velo,
pero me prohíbo juzgar, y mucho más quitárselo a quienes lo
llevan, admito su libre albedrío", dice la intelectual tunecina
Hélé Béji. La igualdad en los terrenos laboral, familiar, político
y social les parece mucho más importante a las árabes que el debate
eurocentrista sobre el hiyab. Por razones complejas, su uso
voluntario es común entre muchas jóvenes de vanguardia.
Irán. El
régimen jomeinista es decrépito a los ojos de la juventud iraní y
perdió toda legitimidad con el pucherazo de 2009. De teocracia
policéfala pasó a vulgar dictadura policial. Las revoluciones
seculares de Túnez y Egipto entierran sus aspiraciones a convertirse
en un referente que vaya más allá del mundo chií. Un Egipto
democrático puede devolverle a este país la condición de faro
regional. Turquía ya lo es.
Islam. Ni
es el problema de los países árabes y musulmanes, como cree el
estereotipo occidental, ni es la solución, como predican los
Hermanos Musulmanes.
Islamistas. Los
que hacen política a partir de una lectura literal del Corán y la
vida de Mahoma no tienen ahora un protagonismo específico, corren
tras los movimientos populares. Los modelos islamistas de Arabia
Saudí (suní) e Irán (chií) son poco atractivos para las nuevas
generaciones.
Israel. En Haaretz, Aner
Shalev insta a sus compatriotas a abandonar la idea, "arrogante
y egocéntrica", de que todo lo que ocurre en el mundo árabe y
musulmán tiene que ver con Israel: sea a favor, sea en contra. "Un
nuevo Oriente Próximo merece más que un viejo Israel",
sentencia Roger Cohen en The
New York Times.
Juventud. La
gran novedad en el mundo árabe en las últimas décadas ha sido la
explosión demográfica. Entre la mitad y las dos terceras partes de
sus poblaciones tienen menos de 30 años. Las nuevas generaciones no
soportan el trato humillante que los gobernantes infligen a sus
pueblos, quieren ser ciudadanos y no súbditos.
Mirada. Las
cámaras occidentales solo fotografiaban o filmaban a barbudos
exaltados y mujeres tapadas desde la coronilla a los pies. Estas
semanas muchos se han sorprendido al ver cuánto se asemejan los
jóvenes árabes a los europeos y americanos. Llevan vaqueros, tienen
móviles y portátiles, usan las redes sociales de Internet y sueñan
con la libertad.
Mujeres. Decenas
de miles de mujeres han participado en los movimientos tunecino y
egipcio. "Muchas llevaban pañuelos u otras señales de
conservadurismo religioso, otras se deleitaban con la libertad de
poder besar a un amigo o fumar un cigarrillo en público",
observa Naomi Wolf. El protagonismo de twiteras como
Mona Seif y Gigi Ibrahim ha sido recogido en los medios
internacionales. Es el resultado del creciente acceso de las árabes
a la educación y al trabajo fuera de casa. La lucha contra el
machismo continúa.
Neoliberalismo. Se
decía que la liberalización económica debía preceder a la
democracia política. Pero, como señala el político jordano Marwan
Muasher, "los beneficios de las privatizaciones y otras medidas
económicas solo recayeron en las minorías políticas y
empresariales dominantes". El resultado fue, añade, "la
falta de pan y de libertad al mismo tiempo".
Obama. "Los
americanos aún no se han dado cuenta del cambio radical que, a los
ojos del resto del mundo, hicieron con la elección de un presidente
negro de nombre musulmán", dice Thomas Friedman. Obama hizo
luego una importante aportación a la guerra ideológica contra el
yihadismo con su discurso de El Cairo de 2009. "Intereses
nacionales" -petróleo, bases militares, Israel- lastran su
acción. En Libia puede unir los hechos a la palabra.
Palestina. La
colonización israelí en Jerusalén Este y Cisjordania apenas deja
espacio para un Estado palestino viable.
Plaza. Se
hablaba de la "calle árabe" para aludir a los humores y
rumores de El Cairo, Argel, Damasco, Casablanca, Túnez y otras
ciudades. Ahora los árabes hablan alto y claro en las plazas (Tahrir
en Egipto, La Perla en Bahrein). Son su nuevo ágora.
Redes
sociales. Wael
Ghonim, un joven directivo egipcio de Google, creó en Facebook la
página Todos
somos Khaled Said, así
bautizada en memoria de un chaval golpeado hasta la muerte por la
policía en Alejandría. Esa y otras páginas convocaron el
movimiento egipcio del 25 de enero. Al
Ahram informa
de que un agradecido vecino de Ibrahimiya ha llamado Facebook a
su hijita. Pero a Mubarak lo derribó la calle y a la vieja usanza.
La sangre, el sudor y las lágrimas fueron reales, no virtuales.
Revolución. 2011
confirma la universalidad de los valores de las revoluciones
americana y francesa, se emparenta con Berlín-1989 y no con
Teherán-1979. Aunque, en realidad, señala Kurt Andersen en Time, lo
que más se le parece son las revoluciones democráticas europeas de
1848 contra monarquías autoritarias. En la dimensión continental de
1848 tuvieron un papel importante las nuevas tecnologías: el
telégrafo, los periódicos, el ferrocarril. En la revolución árabe,
el canal televisivo Al Yazira y las redes en Internet. Como en 1848 y
en todos los procesos revolucionarios, esta va a conocer avances y
retrocesos, victorias y derrotas, traiciones y heroísmos.
Turquía. Se
ha convertido en el paradigma de país democrático y con crecimiento
económico de tradición musulmana. Lo gobierna un partido, el
islamista moderado de Erdogan, que dice ser como la democracia
cristiana. Incorporar Turquía a su seno sería un acierto
geoestratégico de la UE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario