domingo, 13 de julio de 2014

Jugando con fuego en Gaza

Ignacio Alvarez-Ossorio 

Para el diario El Correo y proximooriente.blogspot.com

Una vez más la historia vuelve a repetirse. La Franja de Gaza es atacada de nuevo por tierra, mar y aire por las Fuerzas de Defensa Israelíes. El objetivo declarado es detener la lluvia de cohetes lanzados contra el territorio israelí; el objetivo encubierto es golpear a Hamas, organización que había encontrado en el acuerdo de reconciliación sellado con Fatah una tabla de salvación a una situación desesperada, ya que sus principales vías de financiación han sido interrumpidas a lo que debe añadirse la rampante erosión de su popularidad por su deficiente gestión de gobierno.
 
Lamentablemente la historia nos enseña que no existen operaciones quirúrgicas y que la población civil será la principal víctima de una operación militar que agravará los problemas endémicos de la Franja de Gaza, en la que más del 80% de la población depende de la ayuda humanitaria internacional para sobrevivir. Una prisión a cielo abierto como tantas veces se ha descrito con todas sus salidas y entradas controladas por las fuerzas israelíes que, en 2005, se retiraron del territorio pero que no le permitieron cortar el cordón umbilical con la ocupación. Una operación desproporcionada que, como todos sabemos, está condenada al fracaso, puesto que no parece factible que a estas alturas Israel sea capaz de destruir a Hamas, una organización que cuenta con un amplio respaldo popular y que, además, suele salir reforzada tras cada una de las campañas desencadenadas contra ella.
 
Con el bombardeo de la franja, Israel lanza un claro mensaje a la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas a la que dicta unas líneas rojas que no deberá sobrepasar. El gobierno israelí sigue apostando por el ‘divide y vencerás’ según el cual la escena palestina tendrá que seguir enfrentada y no se permitirá a Fatah y Hamas sellar sus diferencias, porque ya se sabe que al enemigo es mejor mantenerlo dividirlo e impedir que unifique sus fuerzas para plantar cara a la colonización. Por eso, la prioridad de Benjamin Netanyahu es imposibilitar a toda costa y a cualquier precio que las dos principales fuerzas políticas palestinas resuelvan sus diferencias y establezcan un programa de acción común. Ese es el peor escenario para Israel y eso es lo que se trata de impedir con la operación Margen Protector.
ataque israeli a palestina
Lo que no parece tener en cuenta Israel es que está jugando con fuego. En el poco probable caso de que Hamas fuera extirpada de raíz del territorio palestino, deberíamos preguntarnos quién ocuparía su lugar y quién asumiría la defensa del islam político. Si los Hermanos Musulmanes palestinos desaparecieran de la faz de la tierra de la noche a la mañana no cabe duda que sería remplazada por grupos más radicales situados en la órbita salafista y yihadista. El remedio podría ser, por lo tanto, peor que la enfermedad, puesto que favorecería la emergencia de fuerzas situadas en la órbita de Al Qaeda que aprovecharían la desesperación y la frustración existente entre la población para tratar de ganar terreno e impulsar su causa.
 
A estas alturas parece claro que el miserable asesinato de tres adolescentes israelíes está siendo hábilmente instrumentalizado por el gobierno israelí para tratar de sacar réditos en aguas turbulentas. Curiosamente nadie se ha rasgado las vestiduras por los 1.520 menores palestinos muertos desde el año 2.000 como como consecuencia de ataques israelíes. Como ya sabemos, no todos los muertos valen lo mismo y la sangre palestina cotiza a la baja en el mercado de la geopolítica internacional. Se trata de una estrategia, cuanto menos, arriesgada, puesto que apuesta por añadir más leña al fuego en un Oriente Medio que vive en un momento especialmente volátil, con Siria hundida en el lodo de la guerra civil y con un Irak cada día más fragmentado con el Estado Islámico en plena fase de ascenso. En este contexto, cualquier chispa podría encender un incendio de impredecibles consecuencias abriendo la caja de truenos. Además, todos sabemos cómo empiezan las guerras en la región, pero no cómo acaban. Basta con recordar que el bombardeo de Gaza en 2006 provocó un efecto contagio a Líbano con el enfrentamiento entre Israel y Hezbollah, un choque que acabó sin ganadores ni perdedores pero que provocó una crisis de gobierno que se cobró la cabeza del por entonces primer ministro Ehud Olmert por sus costosos errores de cálculo.
 
Cuando las autoridades israelíes decidan, en unos días o en unas semanas, poner fin a la operación Margen Protector será el momento de hacer el recuento de víctimas en ambos bandos y enterrar los cadáveres. Como en el pasado, los líderes mundiales condenarán con firmeza el terrorismo de Hamas y, en menor medida, se lamentarán de la desproporción de la ‘respuesta’ israelí. Una vez más apremiarán a las partes a retornar a la mesa de negociaciones y apostarán por la solución de los dos Estados, declaraciones que no serán acompañadas de ninguna presión efectiva para que se cumplan las resoluciones internacionales ni para que Israel se retire del territorio ocupado. Un mensaje que, como tantas veces en el pasado, caerá en saco roto y acabará arrastrando el viento. Mientras tanto, Israel seguirá aprovechando la inmovilidad de la comunidad internacional para seguir aplicando su política de hechos consumados para judaizar el territorio ocupado mediante la construcción de nuevos asentamientos y hacer inviable un Estado palestino con continuidad territorial. Nada nuevo bajo el sol.

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